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miércoles, 18 de diciembre de 2019

The Sinner (Season II)



La serie creada por Derek Simonds, no contaba a priori, con grandes nombres en su producción o la interpretación, marcada por la aparición y el empoderamiento vengativo, más lucido y onírico de Jessica Biel, contra la violencia de carácter masculino y sexual. Salvo que aquel otro rol de protagonista, recaía en las espaldas laceradas de un detective bastante atípico, con la sapiencia deductiva del gran Bill Pullman.
El agente es un individuo intenso de puertas para adentro (es decir, su vida privada y la conciencia), algo proscrito visualmente por sus tendencias lesivas, que durante el trascurso de los años, ha ido reposando como un buen vino. Sin embargo, agriado por sus fatigas emocionales y algunos instantes en la memoria.

Ahora, tras desempapelar aquel tinglado primero y una manada masoquista, sigue siendo indispensable en la recreación televisiva de USA Network y distribuida por Netflix, con este papel de talante seguro en el trabajo y de personalidad envolvente, pero atormentado. En sintonía descriptiva con los hechos, gratificante con las víctimas y cierto paralelismo con los argumentos descritos en la serie The Sinner.
Lugar introspectivo donde abundan los circunloquios visuales y sugerentes golpes, tan contundentes como severos. En ella se relatan hechos transgresores, que te zarandean por su potencia narrativa e intentan noquear al público, técnica y psicológicamente. En el pecado, hallaréis la penitencia... o no, depende de los padres, o hijos.

También la segunda temporada, comienza sacudiendo esos cimientos habituales del crimen, para camuflar en una mente envenenada, los desencadenantes de una decisión gobernada por rituales extraños y un ambiente violento dentro de una especie sectaria y silenciosa. Tan de moda en The Leftovers u otras con extrañas familias, como en los tiempos del hippismo y unos miembros enloquecidos con las drogas. Un ejemplo de condenados a muerte por Érase una Vez en Hollywood, o igualmente, en las tendencias actuales e interesadas, de nuestra sociedad alienada.
Si en aquella primera y recordada temporada, por las terribles consecuencias retratadas, el oficial de policía de New York, compuesto de nombre duro y sugerente a la vez, Harry Ambrose; se mortificaba cayendo genuflexo ante el deseo o el vicio, se levantaba a duras penas ante un caso de abusos genéricos y continuados, sobre la estupenda Miss Biel, también dedicada a labores de producción.
Como un buen policía o silencioso pecador, demostraba sus métodos deductivos y la capacidad para sonsacar información con buena cara... las críticas al oficio y la vida personal, iban por dentro.
Ahora, en esta segunda oportunidad, tan inquietante como aquella apertura soleada, nos trasladamos a tierras de clausura y libertinaje, rotando entre las caravanas lindantes de Carolina del Sur (de penitencia a su ciudad natal, concretamente Mosswood) y sus alrededores, como centros penitenciarios o juzgados, en decadente y forzado viaje hacia un aluvión o catarata de sensaciones encontradas.

Por consiguiente, un nuevo caso que te va envenenado el corazón, poco a poco, como la mala educación representada del adolescente extraviado, para ir envolviéndose en túnicas sagradas del pasado, secretismo y cintas de vídeo. Más hippie, esotérico y perverso en último extremo, con cierto estilo a Helter Skelter. También gracias a la partitura de la compositora Ronit Kirchman (Limetown), nominada a los Globos de Oro del año 2018 y algunas canciones míticas en el zurrón, encabezadas por bandas como Depeche Mode, The Cure, New Order o Queen, bajo presión junto al admirado David Bowie. A disfrutar, o sufrir con sus repercusiones familiares... ¡es casi Navidad!

Otro sabio... true detective.

En esta ocasión Mr. Pullman, deberá contar con un invitado encausado o sacrificado, bastante especial, con la intención de sacarle entre los barrotes familiares, físicos y psicológicos. Caracterizado de forma introspectiva, a la vez que empática, por el joven actor Elisha Hening, nos veremos abocados a un asesinato con bifurcaciones en la carretera y el tiempo.

Frente al siempre efectivo Tracy Letts (protagonista de Los Amantes, ahora atrapado en LeMans 66) posee otros tres proyectos en la cartera, junto a Florence Pugh la estrella de Midsommar, en el filme Little Women de Greta Gerwig y el proyecto de Adrian Lyne, Deep Watet junto a Ben Afleck y Ana de Armas. Más, la atractiva Hannah Gross, recordada como caso aparte en Marjorie Prime de Michael Almereyda, pieza desactiva de The Joker y episodios de aquella gran serie, antología del crimen en serie, titulada Mindhunter. (Próximamente...)
En racha cataléptica, desplegada en cascada sobre el éxito, la veremos próximamente en Disappearance de Clifton Hill, en la eléctrica Tesla también conducida por el director Almereyda, o en una película dirigida e interpretada por Viggo Mortensen, de título Falling.

Pero volviendo a la realidad ficticia, el detective tendrá que lidiar con la contradicción de la edad a sus espaldas y sus calientes sensaciones. En un caso paralizante de personalidades, para demostrar que ciertas aptitudes de libertad, pueden convertirse en una pesadilla existencial, mientras el hocico de experimentado sabueso, se luce para esta investigación indiscriminada, que se divide en lazos cosanguíneos incompletos y saqueos privados, diseccionados tras los pasos de un parricidio, o caza mayor del abuso adulto a primera vista.
El policía se encuentra con ese fruto prohibido, sobre una relación extraviada en el tiempo y el espacio, sin sorprenderse en absoluto... pobre... con todo lo que tiene tras de sí. Tan perdido que parece el eslabón no engrasado de este caso atípico, como aquella batalla sangrante en primera línea de playa que reconocemos o recordamos.

Algo se presiente en el ambiente tormentoso, tendencioso y oscuro, que se va complicando más todavía, debido a la escasa experiencia emocional del acusado y sus poses introvertidas frente a las entrevistas. Algo a destacar, como en la serie antes mencionada en este comentario, junto a las crisis paralelas de identidad, interpretadas por el distanciado y llamativo muchacho, y sus contubernios internos con la realidad, algo surrealista o viciada por otro lado.
El actor de pelo ensortijado, con un solo título cinematográfico llamado Future World y apariciones esporádicas en series, realmente deja su marca, reclamando su pequeño lugar e inteligencia (emocional e interpretativa) dentro del conglomerado masificado o los efectos nocivos de Una Familia... Este grupo reservado que resuena con crímenes horrendos, ´y bastante rocoso` en el fondo inhumano, con que se han producido secuestros de mentes sensibles.

El veneno está servido en el plato del policía, en los márgenes de la libertad aparente, de la mentira o los ruegos, los exorcismos grupales, y la salsa de una incógnita materna. Esto es, con el nombre de Comuna ideológica o mágica, desaparición trágica y decadencia del amor libre. O no, claro, depende de aquellas experiencias lejanas.

La inteligencia o la secta.

Por supuesto, como en la anterior entrega maliciosa, lo más interesante de la trama inteligente que se centra en esa memoria condicionada por elementos psicológicos, la sabiduría del experto investigador, las querencias trastocadas de los personajes y una intriga destripada a cuentagotas.

Con estas mimbres identitarias, con sus atributos característicos y planes indirectos en el horizonte, ya suena la tercera, el público se ha ido abonando a sus pesquisas de carácter sexual. A sus revueltas pensantes, poco tradicionales o alternativas, dentro de la anormalidad actual... que no es poco.
Además cuenta con algunas nominaciones y acreditaciones con apellidos míticos en la producción, como Brad Carpenter (no de John, sino hijo de
Boardwalk Empire con Buscemi omnipresente) y el director Antonio Campos, del que pronto veremos sus trabajos esperados The Devil Alt the Time y The Firts Omen.
Igualmente contamos con dirección de Gates Tucker o John David Coles (normalizados trabajadores en series de la cartelera televisiva), con la actriz y directora con raíces jordanas, Cherien Dabis y la siempre interesante mirada de Brad Anderson. Un director que puede otorgar este aire tan tétrico, asfixiante y transgresor de ideas metafísicas o existenciales. Por consiguiente de mentalidades algo confusas, que ya emprendiera en películas espesas como Session 9, la contundencia de El Maquinista o Transsiberian. Con su mente puesta en numerosos proyectos, como el misterio de un Fracturado con Sam Worthington.

Mientras en el guión o los recuerdos telegrafiados de la serie, los capítulos están para ir descifrando su realidad, causar la tensión máxima y reflexiva, a través de la sucesión de pesquisas, interrogatorios intravenosos por parte del agente y las imágenes incendiarias de protagonistas y adyacentes consecuencias. La cuestión en la balanza, entre la pareja racial Natalie Paul (Mr. Mercedes, The Blacklist) con la anteriormente mencionada Ms. Gross, o el actor Jay. O. Sanders.
El sabueso, tan inmaduro emocional, como experto en artes amatorias u otras, tendrá que realizar una desactivación de las leyes y perseguir las pesadillas que esconden, las de todos, mezclarse con terroristas de la personalidad, para abrir las heridas del derecho judicial.

Entre memorias perdidas en viajes recreativos y luctuosos, llamaradas personales e incertidumbre emocional, nos encontramos con una nueva fusión de pareceres, o más bien padeceres, debiendo encerrarse junto a un antiguo mal, hasta engañar su propia perspectiva del tiempo y, por tanto, enderezar la consecución del caso resbaladizo, entre manos.
Conocido como, el pecador (no de la pradera..., ejem), es redentor de estereotipos difusos, donde el personaje interpretado por un racional y fantástico, Mr. Pullman, se presenta afín con el dolor de las víctimas más indefensas o alteradas por reveses extraordinarios.
El crimen como significativo elemento vengativo, que el ser humano común, le devuelve en continua comparación con él mismo.

Resolutivo frente a los marginados, aplicado en su trabajo de calle u oficina, desatascador de varias trabas institucionales, involucrado con su perseverancia crítica, de profesión tan desprestigiada a veces, como orgullo de policía. Es un personaje carismático, normalizado y pleno de empatía con el dolor ajeno, que de forma inverosímil, no busca beneficio, sino redención... Y por descontado, demasiado alienado dentro de este universo opresivo, como casi todos... sentimos.

La Tercera Vía...

Es esa experiencia. Mr. Pullman, nacido en el corazón navideño de New York y reeducado en Universidad de Massachussets (New England), ha pasado por etapa de representaciones teatrales en la juventud, hasta comenzar tardíamente en el cine y televisión, a la divina o anacoreta edad de 33 años.

En últimos tiempos, se había empequeñecido aparentemente en pantalla, como atribulado en una habitación algo oscura de la crítica, desafiando a la tele tras aparecer en títulos algo ´frikis` de éxito, a lo largo de su carrera.
Acusado en Episodios simpáticos, como Spaceballs o la difusa Casper, la versión norteamericana de Ju-On: The Grudge (aún más borrosa) y alguna que otra transfusión de fluidos más severa, dentro de la serie de Scary Movies. Algo que podía haberle mandado a la lona, definitivamente. Aunque resiste igualmente, a las dos partes incoherentes de Independence Day, maltrató sin piedad en condena temporal, por su épica todopoderosa, odiada por estos lares u otros... cosas de barras y estrellas.

Por contra, recordamos también aciertos básicos o complejos, en divergente sociedad con el Séptimo llamado Arte, como las recordadas experiencias animales, con La Serpiente y el Arco Íris o unas Mandíbulas. La conectividad sexual con la Última Seducción y la libérrima Linda Fiorentino, Lost Highway de David Lynch, o últimas apariciones en The Ballad of Lefty Brown junto a Peter Fonda, la comedia Battle of the Sexes con Emma Stone y Steve Carell y el biopic político Vice.
Así que posee poso, experiencia suficiente para salir a flote de cualquier situación complicada, de cualquier perversidad, con poderío para enfrentar una regresión interpretativa del interior o complejo de nueva hornada. Algo que le viene muy bien, con vista a encarar una nueva temporada de The Sinner, en la localidad de Dorchester, se comenta junto a Chris Messina (Sharp Objects) y Matt Bomer.
Y reclamar un puesto más esencial en esta actual etapa, de creciente producción televisiva y misterios criminales. Quizás por eso, lo veremos comprometido en el filme Dark Waters de Todd Haynes o en The Coldest Game, absorbido por una dura partida de espionaje ajedrecístico.

El detective Ambrose, está relacionado personalmente con los vericuetos criminales, que alterna con prestigio personal y sacrificio ahogado en el humo, produciéndole efectos secundarios dentro de estas investigaciones enrevesadas. Ahora, debiendo encerrarse de nuevo en el pretérito y ver lo que se esconde tras el incendio, respirar en una habitación hermética con una rendija a la sociedad que hemos ido creando, hermetizando en el odio. Erigido sobre un altar de misticismo y mentiras, para salir airoso... si puede ser... salvando al tip@ común, a la pieza más debilitada dentro del pentagrama musical del diablo. ¿Recuerdas a Mason, a Wacco?
Por tanto, podríamos decir que, por la cerradura de este cuarto brumoso, nos encontramos con un individuo cabal, que no se desnuda fácilmente ante esta troupe, demostrando que más vale ser humano e individual caballero, que un luchador efímero en un mundo de apariencias.
Es decir, un verdadero inspector de conciencias, que no se basa en primeras circunstancias, para ir profundizando y sopesando la balanza de lo justo, negacionista de la apariencia, erigido como malabarista de la contradicción.

De aquí, el atractivo de la serie The Sinner, evidentemente. Pues navega por dos estados psicológicos, uno frío y profesional, más otro alterado o confuso interiormente, porque posee cierto paralelismo con vida sentimental o pesadilla personal.
Bastante crítica en ocasiones, poniendo al límite sus estados pasionales o esas actividades sociales que disecciona, que nos tocarían directamente como una perversión sexual. Esos actos, significativamente disfuncionales en la intimidad, que provocan al personal y pueden sucederle a cualquier extraviado de la vida... Si bien sólo, de nuevo, se verán condicionados por el recuerdo de la madre y su decisión relegada... otra herida no cicatrizada del pasado.

Horizonte a un nuevo Pecado.

Pero, en esta distopía criminal, envenenada y algo catártica, además de travestida con túnicas de modernidad más que peligrosa, hallamos una extraña sensación granítica, que resuena en banda sonora, a ecos bajo el éxito de un Álbum Blanco del Rock.
Por supuesto, otra vez de moda, después de la película de Quentin Tarantino y su visión cosmológica o paradigmática de la ficción más negra de Hollywood y sus hijos. Por lo que los capítulos se van desvirtuando conceptualmente en el ocaso del recuerdo, sensorial o estratégicamente, en busca de la involución social actual o el retrato más acorde a nuestros tiempos. Cierta y severa, disfunción familiar...

Basta convertirse en una catarata de ideologías confusas, revolucionarias, entre lazos sanguíneos en busca de una planta tóxica o retoño... cualquiera tendría un hij@ ahora. Este es un apunte para despistar al personal un poco... Época de saltos generacionales a ningún lado y nulas futuras pensiones, al lado de un actor en estado de gracia, que nunca defrauda Mr. Pullman frente a su alter-ego femenino, que he silenciado hasta este momento.
Disfrazada de paradigmática presencia materna, gracias a Carrie Coon (sufrida distópica como en The Leftovers o Fargo), con sus características discrepancias policiales, hasta que la personalidad del agente consigue la definición sincera. De voces silenciadas a voluntad, por el miedo a la manada y sus adulteradas prácticas o la violencia estructurada de una especie de taumaturgo o entidad mesiánica. Vamos un engaño, con esas falsas teorías apocalípticas tan típicas. Que, aquí, se difuminan al final, y parecen despeñarse bajo un halo bastante pétreo o... quizás de total abstracción hacia otra magnitud metafísica. No lo entendí muy bien, ¡la verdad!

La serie The Sinner se basa en las novelas de la escritora germana Petra Hammesfahr y golpean como un martillo pilón, contundentemente las conciencias desprevenidas sobre un ambiente de estilo negro o suspense policíaco. Con sus imágenes impactantes o sugestivas, su capacidad para remover las conciencias. Dando pequeños toques de efecto, sobre esa fuerza grupal que nos puede condenar a la pérdida, individual o multitudinaria, conformada por fuerzas atípicas o voraces, depredadores con altas perspectivas de hacernos recaer en algún desajuste racional. O en evidente sociopatía.
Un ejemplo perturbador que pudiera convertir a un joven en monstruo, a un hijo en ejemplo perverso de la humanidad, en una mujer o futura madre sin descendencia, heroína del ayer o vengadora del mañana. Contra hordas presentes, las manadas de ayer o aquellas mentes preclaras, que se beneficiarían materialmente de la espiritualidad... Y la debilidad de los buenos sentimientos. Tal vez, al próximo ¿Bill Pullman vs Matt Bomer? Eh!

A mi parecer, creo que la primera temporada fue más directa a la yugular y de movimientos más concretos en cualquier forma de lucha de género contra la violencia machista. En cambio esta segunda, pareciendo más arriesgada y pudiendo haber profundizado en el entramado familiar o las sectas dirigidas por visionarios, al final que un poco difusa. Esperemos a la tercera mirada del detective introspectivo, a ver por dónde nos sorprende el creador y guionista Simonds, y por supuesto, su inteligente protagonista.

En fin, esto es The Sinner. Un veneno indefinido en cada entrega, que hoy invade la sangre de una mujer vacía, entre las venas de un hombre, hijo o policía. Una contradicción familiar con el sexo, que nos revisita periódicamente... Un elemento abstracto que se aparece, como la piedra filosófica de 2001, siempre con los monos batallando por la libertad. Que, en cambio, siempre necesitarían de alguna serie de reglamentos, ante la violencia desmedida o la prisión de cierto tipo de libertinaje... En definitiva, The Sinner es, en completa e inteligente medida, Mr. Bill Pullman.

The Sinner Soundtrack: Big Black Delta - Huggin & A Kissin


Tráiler The Coldest Game, de Lukasz Kosmicki.


jueves, 5 de diciembre de 2019

I am The Night.



Una opinión categórica sobre la obra artística, simplemente, no existe.
A no ser que cierta disposición interesada que abunde sobre otros conceptos, como la política, exenta de buen gusto y un talante bastante impulsivo. La tesis sobre la obra cultural basada en la ideología, es poco imaginativa, displicente y buscadora de mucha polémica intrascendente, que se conforma con complacer a sus acólitos. Por tanto, atacando a otra parte de la sociedad que es contraria a su contemplación, subvencionando a sus partidarios creativos o... plantando una exposición basura en el centro de tu ciudad.

Lo cierto es que cierta expresión del Arte, además de un ejercicio ecléctico de sueños o pesadillas existenciales, por ende surrealista, es profundamente materialista. Por los diferentes medios que patrocinan el evento en cuestión a veces, o compradores adeptos que se retroalientan para su propio beneficio social o provechosamente lucrativo.
Y especialmente, el dinero pertenece a todos los ciudadanos o "paganinis", que no pueden elegir los términos del contrato. La imaginación artística es un asunto polémico en nuestros días, lejos de renacimientos o generaciones literarias, algo meramente especulativo y superficialmente subjetivo desatendiendo a otros factores fundamentales, como la calidad de la obra o el trabajo invertido por el creador de la misma.

Por eso, en la mayoría de aquellas manifestaciones programadas, significa un espacio reservado a la élite o invita a la desconfianza de la gente, que solamente llega a una pequeña cantidad de individuos o adictos a la cacofonía artística. Así que, en contra de la educación y a favor de esa chabacanización creativa progresiva, que se reservaría la posibilidad de adquisición o la simple contemplación de su particular fortuna en un cuarto de baño. A no ser que tengas dinero de la corrupción o los tráficos indebidos que, te permitirían adquirir un Picasso cúbico, un Dalí diluido o un Minotauro de Man Ray.

Sí amigos, en este artículo vamos a hablar también, de depredadores o desviados compulsivos que contemplan la creación artística como una conjura maldita o una observación enfermiza de los factores manifestados, contra la vida de los demás. Ahí tenemos un amplio ramillete de personajes que infundieron su legado mortal sobre la historia, pongamos a los azotes apocalípticos de Nerón o la manipulación familiar de Calígula, las execrables realezas que infundieron el miedo en la ciudadanía, propagando contra la crítica, el pan y el circo. Los manipuladores que cosecharon sus fortunas y amuletos sagrados, saqueando al pueblo o asesinando a sus opositores, de uno u otro lado, por consiguiente adocenando tesoros sobre sus huesos y sangre.
Da igual la forma, imperialistas, latifundistas o revolucionarios que fundieran el oro de sus rivales en otras manos o el expolio de obras particulares, para almacenarlos en cuevas o colgarlos en retretes. A base de cuadros fruto del saqueo comunista o incautaciones racistas del nazismo a familias, corazones arrancados del pecho con sus joyas, artefactos místicos para incrementar el poder psicológico, colecciones gigantescas de zapatos o bolsos, fábricas de balas o imprentas salvajes con sangre, blanqueos contra el erario y el patrimonio cultural, palacios monumentales sobrecargados de arte para recreo personal... Todo bastante abstracto y denigrante.

Por eso en la serie, I am The Night, todo parece desenfocado, psicótico, envenenado por una educación rígida y desquiciado por falta de cariños, como muchos otros casos que intentaremos descifrar en otros comentarios próximos. Un arte triturado y convulso de huesos, que durante la vertiginosa etapa de los 60 y con el telón de fondo del racismo inherente en la época, con la tortuosa guerra de Vietnam en ciernes y todos los movimientos de protesta por los derechos civiles, no pasaría desapercibido para el gran público y las alcantarillas mediáticas de la sociedad norteamericana e internacional.
Una era de altercados callejeros (tan presentes en nuestros días, en eco repetitivo) que se vio salpicado por la inviolabilidad del poderoso y la cuestión de una violencia machista, que sigue perpetrando sus crímenes hoy en día, ya no tan impunemente. ¡Afortunadamente!.

Con la permisividad de ciertos ámbitos sociales, la propagación en viajes sin control de esas mentes desquiciadas por el mundo globalizado o la peligrosa denegación de penas más rígidas y rutinarias, para tan execrables violadores o asesinos.
Por desgracia, un retrato inherente al ser "humano", a la compulsión entre sexos, a la vez marginal y universalizada. Primeramente por las víctimas de bajo nivel social, aquí en la ficción real, casi desconocida aún, y de violencia camuflada por aquella decadencia socializada e interesada.
Un tema que salió del anonimato o los medios dedicados a la crónica negra, que creció libremente hasta nuestros días y las opiniones que restan de aquel macabro descubrimiento en negro y dalia.
El componente artístico fue demasiado feo y demencial, tan efímero y profundo, como provocador, frío y peligroso.

Esto es, la herida profunda en la sociedad artística, producida por un filo extremadamente cortante de una parte de la modernidad y el miedo, como también una de las páginas más oscuras del clasismo intelectual, dentro y fuera del Séptimo Arte.
Del mismo nivel sacrílego o la misma altura vomitiva, que los dramáticos hechos contados por la película Once Upon a Time en Hollywood... Una pena que únicamente se pueda hacer una especie de rechazo social contra los falsos profetas o aprendizaje cinematográfico contra el Mal y... no se pueda cambiar la endiablada historia, con humor ¿verdad D. Quentin Tarantino? Of course.

El maniqueísmo de L´avant-garde o el kitsch...

Esa es la cuestión, la propuesta de una versión que no deja indiferente. La lucha, algo incomprensible en el guión, que una preciosa nieta, de ojos más cándidos y penetrantes, progresó en los escritos y el tiempo. Que, aquel frío acero azul, seccionó una parte importante de su infancia, presentando con pavor a su patético pariente, un monstruo que se satisface en secreto con extremada violencia, en un momento definitivo de la acción determinante, viciosa, sadomasoquista y todopoderosa.
Una condena personal y sanguínea, mucho después de que fuera vilipendiada por su apellido, apartada por la débil personalidad de una madre desinteresada, en manos del libertinaje individual y fruto de un abuso familiar, que la marcaría en la piel y la borró en los documentos o los destinatarios de una fortuna manchada. Por ahora... habrá que descubrirlo y desenmascararlo.

La bella niña, entregada a un convento, sería dada en adopción a una mujer de clase baja y del color epidérmico de la revolución que comenzaba a ser explícita en las calles, en proporción aumento de panteras negras.
La historia privada que, sin embargo, otras veces sale de lo privado y enclaustrado por distintas voces, proclamando una exhibición que es monumental en los medios. Nada de museos o salas adoctrinadas para el gran público, sino como el mejor ejemplo de la memoria criminal de una sociedad enferma o la expresión intocable de sus habitantes más ilustres. Aquellos que estuvieron en algún momento, involucrados en otros casos como los asesinatos del Zodiaco, en alusión cinematográfica al gran David Fincher y a sus Mindhunters, en singular.

No... esta historia no es vanguardia. Ni el caso particular de un revolucionario del arte, es otro macabro ejemplo de ´sacrificio artístico`... por la nada.
Tampoco me refiero a que la serie de TNT, sea un producto kitsch que no demuestra ninguna evolución creativa, producida entre otros por Patt Jenkins (directora de Wonder Woman y un piloto de The Killing) y su esposo, el cerebro creativo y guionista Sam Sheridan no muy prolífico hasta ahora; más bien desarticulado en el interés conceptual, con un desequilibrado encuentro de capítulos. En los que se nota demasiado, la mano tras la cámara y la concreción de los diálogos en el guión.
Nos va descubriendo la trama irresoluble, tras la "obra" de un psicópata con ínfulas de superioridad intelectual y mediocridad clasista, con el apoyo de muchas voces silenciadas y la persecución periodística que quedara en un cajón.

El actor convertido en productor resolutivo y personaje apartado de la realidad, interpretado por Chris Pine, es un espejo empañado que se frustró en la calle y la guerra de Corea... Que intenta rescatar la memoria y retratar el ambiente, muy bien inspirado por otro lado, sobre aquellos terribles sucesos en los que se basa y salta entre bastidores del arte macabro. Una fotografía aún candente, de acuerdo a la memoria de la chica en problemas, con el libro "One Day She-ll Darken: The Mysterious Beginnings of Fauna Hodel" y que investiga la complejidad dramática de su argumentario criminal. Por supuesto, aún sigue sin ser resuelto, al menos en su totalidad comprobada y ejecutada judicialmente. Quedando la figura de la dama o contorno seccionado, dibujada eternamente en la acera y borrada del libro familiar.

No de un futuro espléndido en el cine, para su principal protagonista californiana, conocida como India Eisley (Underworld Awakening, The Curse of Sleeping Beauty, Look Away) y familia de actores. Cuya increíble mirada observará los acontecimientos salvajes de la maratón de Boston en el filme Altar Rock, estará inmersa en el crimen de The Dougherty Gang o en You Belong to Me con Michelle Monaghan y Casey Affleck, dirigida por Vaughn Stein conocido por su trabajo Terminal.
En fin, que nadie podrá entrecortar su avance firme... ¡creo!

El Arte de lo Macabro.

Pero antes de lo macabro u obtuso, ese periodista llamado Jay Singletary con un peso pretérito demasiado doloroso, colgado de su cámara, inicia una carrera irreal, interpretado por el mismo Chris Pine, en aumento de malestar y pesadillas violentas. Se declara desahuciado por la profesión y los ´enemigos policiales`, dispuesto a colgar su pasado, bajo el techo más sombrío de la vida.
Él, también californiano como la desgracia, que se las tuvo que ver con los asesinos de Ases Calientes, las guerras raciales y las sombras de Star Trek o Jack Ryan, la traducción inglesa de Chico y Rita, la última obra del malogrado director Tony Scott, a la Hora Decisiva o la gran movida de Comanchería de David Mackenzie... y a la misma Wonder Woman o el aracniverso animado de Spiderman... y lo que vendrá a continuación, ¡morena! Tranquila que parece buen tipo.

La cuestión es que, tras temporadas dándose golpizas contra molinos de viento, recuerdos de hidalgos desafortunados, una voz le susurra con altos indicios de graduación, procastinada por los acontecimientos en años 40... que existe una declaración a la que aferrarse, una nueva foto en Los Ángeles ´del infierno` y otro viaje de redención, que realizar en el tiempo.

Esto vendría por, la llamada que un alma cándida, para plantearse el conocer su identidad, enfrentándose juntos, aferrados a una herramienta afilada, a su familia y sus rasgos perdidos, como los pasos de aquella, la de negro. Alrededor de su historia familiar, tan recortada por una obsesión maldita, como parte de la población de Sparks (del estado de Nevada), donde los hombres que tratan de acosarla, como ocurriera con aquella sombra o rosa marchita por los sueños, va a caer entre los cuernos de un... hdep...
Paralelamente el periodista se reencuentra, como Mr. Pine con los peligros que se ciernen sobre Wonder Woman 1984, con Gal Gaddot, Pedro Pascal y la misma Connie Nielsen, que se desviste y descalza. O en la piel de un marine en Violence of Action y un agente de la CIA junto a Michelle Williams en All the Old Knives, del director James Marsh. Vamos muy movido en acciones, pintorescas más que pictóricas.

Ambos, con el alcoholismo en venas curtidas en el odio y la pobreza, que naufraga dentro de cualquier cuestión de género, de escándalos médicos o familiares, por una partida de nacimiento, que lleva tiempo escondida entre un resquicio del alma de Jimmie Lee y un lobo feroz. Que no dice una palabra más alta que otra, excepto cuando se cabrea o le replica Rachmaninoff. O el susurro impreciso del Marqués de Sade, convertido en res diabólica.
Ese contacto conflictivo, es lo que reactiva I Am the Night, espeso como un siseo sinuoso, artístico como un parto, doloroso como una incisión del pasado. Será el famoso bufido, ayer y ahora más, del doctor George Hodel, un nuevo Mengele, kitsh como las babas del surrealismo enfebrecido.
Un monstruo en su grandilocuente mansión de Los Ángeles, que ya fuera investigado por el periodista tras unos feos asuntos relacionados con abortos ilegales en clínica furtiva de Hollywood y tras posible confesión sin pruebas, que parece transparente en los ojos de la indefensa chica. O no...

Sobre hechos repugnantes, se dibuja la farsa del doctor, en el pretérito de una ciudad ahogada por los disturbios (como ahora) y otras insidias mortales, que fueron retocadas sobre tabloides o mentes sin escrúpulos.
Ese médico de la muerte, viaja con un maletín, repleto de aquellas circunstancias no cerradas y argumentos personales, que no curan por supuesto. Con un estilo venenoso, estirado hasta la náusea y dispuesto a cerrar la persecución. El resquicio del caso de la Dalia Negra, joven mujer soñadora y adictiva, que fue hallada muerta en una extraña y macabra situación. Que soñaba con ser actriz de impacto, con sus propios medios, belleza o facultades, llegando más alto que los bombarderos de la II Guerra Mundial, sobre aquella sociedad obscurecida de 1947.

El Ogro Surrealista.

Sin embargo, aquel hombrecillo es el motor, por lo inhumano y sus dotes para esquivar cualquier destino entre barrotes. Que fuese descrito por su nieta en el libro, como vil asesino de mujeres, por que tenía otra vena artística que decayó en la educación. Podría, como ella misma declara y otro detective real encargado de las pesquisas, estar relacionado con más de un asesinato surrealista y literalmente pervertido. Buff, resoplido reiterado de toro embravecido...

Por ende, causante de una especie de obra macabra sin fin, entre su mente superdotada, para el mal, como diría a la vanguardia del arte sucio, sin más, y un método tan vulgar de repugnancia o ejemplo de ese estilo Kitsch, que odiaba.
Las palabras que le espetó la joven inquisidora, al ogro, mirándole a los ojos y sintiendo como sus tripas, se revolvían en el interior por el abuso familiar y el recuerdo de una pobre alma y estilizada en negro, Elizabeth Short. Tú, eres el Arte de lo Macabro y Nauseabundo, bueno no, me lo he inventado...

Ambas acciones se mezclan, chica y periodista, teniendo aquel terrible asesinato o involución humana, siempre en la ente. Con los diferentes protagonistas y nosotros como telespectadores de la serie I Am the Night, buscando la paz en el futuro, si se puede o pudiera. Como Tarantino...
Sin apenas tocarse, porque las fotografías ya están trastocadas, empolvadas en el cajón de la historia del viejo Hollywood en sepia, o blanco y negra, mientras la joven busca sus propias respuestas, que aclaren su borrosa situación. Que no, mirada.
Envuelta en una piel que no le corresponde, vigilada como Caperucita, en apariencia, ya que su mundana madre no concuerda con estas provocaciones que recibe a diario. Aunque sí, de la visita cobarde del lobo, disfrazado de cabestro.

Tras el trasfondo, nada surrealista, de una sociedad negra castigada por la superioridad moral, política, social y física, condicionada por el supremacismo blanco de esa época sombría de los USA en movimiento y la guerra de Vietnam. Es decir, Fauna como el poema, no se siente totalmente integrada por su aspecto e inteligencia, entre dos mundo, incluso, insultada o maltratada por ambas partes, frente a su arrojo y decisión por encontrar la verdad. Lo que no resulta fácil para una refulgente estudiante, escurridiza obra artística ante los hombres de negro o blanco. Al igual que las caretas del cuervo alado, igualmente, demasiado equilibrada en las fiestas y bella máscara por descubrir, como actriz de carácter.

La guapa en cuestión, con rasgos indefinidos en superficie, es India o Fauna, que tendrá que reunir fuerzas con el vapuleado Chris Pine en la selva (próximo Walter Cronkite en película titulada Newsflashs), frente a los dos primeros capítulos dirigidos por Patty Jenkins, algo pesados o enfangados, que no demuestran el potencial argumental y efecto visual suficiente. Adecuados con las palabras de clase más baja, ante los graves acontecimientos que pretenderá, hasta su encuentro personal, casi reflejo de Jodie Foster y sus ojos, con la altivez asesina de un Anthony Hopkins, muy sibarita y sibilino. Igualmente hambriento, según algunas fuentes... literarias.
Simplemente, resignados a contar la historia intrafamiliar y escarceos sociales con estudiantes, los escurridizos movimientos de un fotógrafo de sucesos, l@s palizas del departamento y las relaciones periodísticas, resueltas con coágulos pretéritos, amarillistas, frente al poder en la ciudad y la indefensión de su trabajo con los medios a su alcance. Una revolución silenciosa contra la corrupción inherente, el pensamiento arraigado en la sociedad y otras muertes no solucionadas, que se suceden en páginas con el identificativo borroso de Romeo Sangriento... Siempre con víctimas femeninas, como aquella oscura flor.

Poco a poco, vamos vislumbrando con producción de primer orden y ambientación cuidada, profusa en detalles y movimientos estilísticos, recuerdos de la literatura, escultura y, especialmente, la pintura de los maestros surrealistas... lo que se esconde bajo un mentalidad de profunda superioridad intelectual, alto cociente de inteligencia en desagravio y una historia familiar sobre la alta sociedad angelina, que está bajo los focos futuros de su posible psicopatía criminal.
Los cuatro siguientes capítulos, a razón de dos por cabeza, con la supervisión de Victoria Mahoney y Carl Franklin (los postreros), autor de alguno increíble de la serie Midhunter y The Leftovers, así mismo, director de películas como El Diablo Vestido de Azul o el drama racial de título Bless Me, Ultima. Buenas interpretaciones de Leland Orser, delator y jefe de periódico, Connie Nielsen, la recortada esposa y arte en movimiento con rasgos europeos, Golden Brooks con la sartén en el fuego, Yul Vazquez como la Bilis con dos eles, Dylan Smith aprendiz de rumiante, pero sin destacar más que el nihilista sádico y misógino distante, interpretado por Jefferson Mays (Inherent Vice, La Balada de Buster Scruggs).

Nos queda la música para descubrir al verdadero monstruo, realizada en las sombras por el compositor David Lang, mano orquestada del director italiano Paolo Sorrentino en triunfal La Gran Belleza y emocionante Youth, también arreglista de Réquiem por un Sueño. Ta-ta-chán!

La Historia Siniestra.

Mientras, la serpiente se retuerce en la memoria, en la California o Hollywood de 1947, recordando la historia de la Dalia Azul, protagonizada por Alan Ladd y Verónica Lake, en historia novelada de Raymond Chandler. Aquí, trata de esquivar los olfatos de sus perseguidores, que despistó en la austeridad social y el padecimiento asmático de su víctima, la bella camarera, aspirante actriz, Elizabeth Short.
Joven nacida en Boston (Massachusetts) abandonada por padre como sus cuatro hermanas y madre, con novio muerto en accidente y detenida por beber alcohol sin mayoría de edad. Luego execrable descubrimiento en la Avenida de la Muerte, como sombra de un ser humano, maniquí roto exclamaron en principio, cuando se aproximaron y vieron lo horrendo del crimen.

No me extenderé demasiado, cortado y desangrado en nuestra mente, seccionado en desagües, rostro con la imagen del Joker en The Dark Night, pero sin ninguna gracia, llamada sonrisa de Glasgow en referencia a los hooligans o pandilleros escoceses con su manejo de las navajas en rostro ajeno.
Por lo visto, y no exagerado, lavado el cuerpo, tendida de espaldas en ritual simbólico para el surrealismo, esquizofrénico y psicótico, arrancados de su interior ciertos órganos, mutilación e inserción inexplicable por lo macabro, fracturadas piernas y cráneo con objeto contundente, vamos un cuadro para la indecencia humana. Como otros que llegarían y serían investigados por el nuevo departamento de Ciencias de la Información del FBI.

Al lado o cerca, se halló huella de tacón masculino y líneas de neumáticos, posiblemente de un Ford Sedan del 36, que no tapó las marcas en sus muñecas y tobillos, ni las gotas de agua ensangrentada sobre un saco de cemento...
Gracias al trabajo interpretativo de un inquietante actor, inspirado por la grave expresión de aquel individuo misógino y depravado, podemos reconocer el verdadero rostro del serial killer, inconfeso y no detenido. Parece que nihilista o manierista en aspecto (amanerado en formas, quizá), siempre tuvo en mente a la joven Fauna, como la misma realidad de sus episodios criminales, comentados por su nieta, que descubrió los sacos de obra en aquella gran mansión, diseñada por Lloyd Wright como templo maya, para sus orgías reconocidas. Amante de la música a piano, admirador de Man Ray (amigo personal del Doc) y los surrealistas, que trataba de imitar en las obras pictóricas, sin conseguirlo supongo.

Ni el abuso con violación a su hija, ocultan las laceraciones, desollaciones o quemaduras, ni las otras posibles víctimas del Zodiaco o del Romeo sangriento, ni las llamadas que realizara al L.A. Examiner mandando pruebas o incriminando a un propietario de Club Nocturno, donde bailaba o trababa, la Dalia Negra. Otro testigo pasó la prueba del pentotal o suero de la verdad, sin determinar su participación luctuosa y criminal, hasta que llegaron más cartas con el nombre "Vengador de la Dalia Negra", su color habitual en la ropa.
El psicópata presuntamente retiró una maleta en la estación de autobuses, dejando bolso y zapato de la chica en la Av. Norton. Más de 50 hombres, y mujeres, se atribuyeron los hechos en confesión, cuando el sargento St. John declararía: "Es asombroso como muchas personas... señalaron a un pariente como el asesino".

Garry Ramlow, periodista de L.A. Daily News, indicó que los periódicos pisotearon pruebas y retuvieron información para obtener primicias, exageraron la vida y costumbres de D.N., creando sospechoso al padre, que declaró no saber nada de su hija. Entonces en el tiempo, surgiría la teoría de Steve Hodel, jefe de División de Higiene en el Departamento de Salud de Los Ángeles, gracia a un investigador privado que descubrió foto de su padre con mujer morena parecida a Ms. Short, tremenda coincidencia de apellido... Era especialista en enfermedades venéreas, que algunos testigos afirmarían ser culpable de abortos clandestinos y verlos juntos como amantes. Su escritura o letra, parecida a autor de las cartas a los periódicos.

Con la ayuda de otros adecuados intérpretes, que van tomando peso en la historia, se va desenmascarando a la terrible incógnita, con un aumento del suspense y la calidad de los diálogos, hasta su final. También gracias a destripar al rumiante en la sombra, abandonando la pobreza de los suburbios en contrate racial y adentrarse en este ambiente más profusamente estiloso y clasista, en contraposición con el horror de lo descrito anteriormente. Recargado y apestoso, como las ambiciones artísticas del abuelo Hodel en la efigie de Black Dalia y ese hastío masculinazado en apariencia, que alimenta la historia bajo los hocicos humeantes y ensangrentados de un cornúpeta famoso.
Brian Carr, policía encargado del caso, grabó en su casa y descifró las declaraciones de abortos clandestinos, consciente de la causa no probada, con chanchullos entre compañeros y otros médicos, con la intención de mantener la imagen pulcra de L.A. No el trabajo retocado con las fotos o el aerógrafo en medios sensacionalistas como The Examiner o L.A. Herald, también con algunas mentiras demostradas para alimentar el morbo.

El Arte de lo Macabro, es una pesadilla que abandona todo estilo o profundidad existencial, por el patetismo de un individuo que, por otro lado, no tendría ningún derecho para seguir respirando entonces... Violador de su propia hija Tamar, huida a Hawai... Mena Suvari hizo de una especie de Dalia Negra en American Horror Story, cuando un dentista y un abortista, la sedan con una flor en el pelo, mientras un cirujano se dispone a cometer la atrocidad, por pura diversión.
Su propio hijo, retirado de la policía, afirmó que podría ser el autor inconfeso, de unos 20 casos más como serial killer, incluyendo a su propia secretaria, debido a que aireara sus fraudes u otros secretos, posiblemente.

Fauna Hodel, tuvo clara la culpabilidad de su abuelo y sus horrendos actos de sadismo. Tanto como los de aquellos otros, que se consideraron por encima del bien y del mal, a través de un tipo de repugnancia sádica con rituales odiosos. Que penetrara en forma de mente de profetas o supuestos dioses, hoy casi olvidados o poco retratados por Mr. Tarantino.
Amos a la fuerza, sobre la vida de otros inocentes o más débiles. Pongamos asesinos en serie de la historia sangrienta de la humanidad y demás locos de remate, como BTK, Manson, Stalin o Hitler... un ejemplo tenebroso y conciso, de barbarie kitsch más que sobresaliente... y menos de brillantez intelectual o gusto artístico por la belleza.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Marianne.


En el panorama terrorífico de las producciones para el cine o televisión, los títulos nominativos con protagonistas femeninas, reproducen un aluvión de sustos en la pantalla, ya sea en un panorama distópico con Lucy, los casos de muñecas ´lindas` como Annabelle y pesadillas infantiles, los poderes arrastrados por Hanna en investigaciones clínicas, las cacerías cibernéticas de Alita con sus mecanismos asesinos y las numerosas brujas, de diferente consideración. Como el caso presente, con denominación de origen francesa y de nombre Marianne, que comienza y no termina... tan bien como mal.

Pero, ya desde los comienzos de la imagen en movimiento, los cineastas se dedicaron a señalar a las mujeres como objeto de personajes depravados, no muy habitual en realidad. Disimulando con sus encantos sexuales o dispuestas a envenenar a sus despistados cónyuges o enemigos masculinos, aún sin nombrarlas en los títulos... tal como expresase una Monster interpretada por Charlize Theron.
También como esos otros ´monstruos`, de estilo clásico, que intentaban clavar los colmillos en sus cuellos, eso sí, a una orden de sus maestros machos normalmente.
Sin duda, sería Carrie de Stephen King y dirigida por Brian de Palma con la tierna adolescente interpretada por Sissy Spacek, llamando a las puertas del infierno personal, la que daría ese cambio brusco y un nuevo giro al concepto del terror. Potente antecesora de otra obsesión trágica como la Annie de Kathy Bates en Misery, pasando de ser meras víctimas, a potencias degeneradas con vocativo femenino.

Si no que se lo digan a las mujeres fatales del cine negro como Lauren Bacall llegando de las manos de Bogart, hasta Dogville, ángeles azules con labio carnosos y medias llenas de Perversidad, que ya rondaran en la mente del maestro del suspense en Vértigo o las bellas de noche o de día de Luis Buñuel.
Por supuesto, también llegaría una gran experta, Bette Davis y sus increíbles ojos, en filmes como La Loba, el asesinato frío en La Carta o torturando psicológicamente a Henry Fonda en Jezabel, trilogía de Willian Wyler. Resignación en Cautivo del Deseo de John Cromwell y la lucha teatral con Anne Baxter con Eva al Desnudo del gigante Joseph L. Mankiewicz o, el horror expresivo de ¿Qué fue de Baby Jane? de Robert Aldrich. Lo dicho, Maestra con mayúsculas.

Maldad engendrada cerca de las pasiones de Hitchcock como Rebeca y su tremenda ama de llaves, aunque siguiendo en blanco y negro desnaturalizado, se podría comentar a esa otra ´mujer anciana` entre dos tierras o lúgubres estancias, en la magistral Psicosis. Después de Gildas, Lauras y Lolitas, todas memorables unidas por cometidos y entrometidos sexuales, como la Carmen de Bizet, pasamos al colorido de la Bonnie de Faye Dunaway junto a Warren Beatty y Arthur Penn, en plan guerrera de la carretera. Es la ventana abierta que plantase la semilla para la diablesa de Shelley Winters en Bloody Mama, de Roger Corman. Dos años después a la gran entrada de Mia Farrow en la película de Roman Polanski, u otras endiabladas como ejemplo, retorciendo a la Linda Blair de El Exorcista, Sharon Stone con su picahielos profesionalizado y extasiado, las mujeres al borde de un ataque de pata de jamón de Pedro Almodóvar, parientes lejanas de las damas Mullholand de Lynch y sus corazones salvajes, la perfidia germánica de Emilia Clarke o Lena Heady en Juego de Tronos y demás Maléficas en serie. Eso sí, con matices.

Ay, recordando a Roger Corman en sus miedos con sabor literario de otra era más hermética y poeniana, con Boris y Vincent (aquel enemigo de Dana Andrews en Laura de Otto Preminger), Peter Lorre, Ray Milland, Richard Denning, Robert Forest, Lee van Cleef (fuente futura de The Twilight Zone)... hasta Jack Nicholson jovencito o los ensangrentados Bruce Dern y Robert De Niro. ¡Como digo, de otra época! Y demasiados hombres para Poe o las rubias de Hitchcock.

El Nombre de la Espina...

Pero, unos siglos antes de esta Marianne (en lejana referencia), un genio de la poesía romántica y la novela con elementos psicóticos y diferentes escenarios góticos, como el escritor universal Edgar Allan Poe, ya puso la piedra en la tumba y sus gritos condenados en el cielo. Como la letra escarlata en la primera página de sus obras, junto a las féminas arraigadas a la tierra, como un faro al que arribarán todas las pesadumbres trágicas del presente o las relaciones emocionales más venenosas o despiadadas.
La esposa de Poe, Virginia Eliza Clemm, murió de tuberculosis, muy joven y dicen que casta... en un ambiente brujeril marcado por los celos en triángulo enfermizo y prometiendo ser ángel para el genio tras el pálido fallecimiento. En fin... hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar...

Después, el propio dramaturgo cayó en el infierno particular, tras la publicación de "El Cuervo" en 1845, dedicado a sus amantes, en concreto, no se sabe. Annabel Lee podría ser Virginia u otro recuerdo cadavérico, la poetisa Sarah Helen Whitman de Providence en el estado Rhode Island, tal vez la amiga de su infancia Sarah Elmira Royster, no lo sabremos ya.
Edgar se vería aquejado con mismos rasgos consumidos que su esposa, pálido, decrépito y hastiado, teniendo a la vez de síntomas de cólera y fiebre alta, en diarrea química hasta sufrir un posible paro cardíaco. También con esos ataques de rabia intermitentes, a cara de genio, o incluso, algunos estudiosos de tan turbulenta pareja, se decantan por el suicidio. Posiblemente debido a elevado consumo de alcohol y otras sustancias adictivas, que pronunciaron también el declive mental hacia su particular caída de la casa Usher. Sin duda, el amor violento de Madeline sobrevivió por una escasa temporada en otros cuerpos, o espíritus, ante las nocivas evoluciones de sus saludes, y su poesía convertida en simbolismo de la literatura francesa, con su estilo victoriano y proclive a cierto surrealismo mágico por sus cuentos metafísicos y sus dramáticas damas.

En esa era entre Baltimore del colorido Inner Harbor de hoy y el Boston más literario en pretérito colonial, se inclinó por la difusión onírica de eles, que si Annabel Lee en sueños, Ulalume en otra pesadilla prematura con pérdida del amor, Lenore jovencísima, el ala de The Raven, Eleonora, la también cormaniana Ligeia... hasta que se decidió a enterrar su corazón delator, entre el espíritu infernal del gato negro o un barril de amontillado, frente a aquella casa Usher del demonio y su cataléptica junto a Mr. Corman y el gran maestro de ceremonias románticas Vincent Price.
El sur de Baltimore en el estado de Maryland (otro territorio atlántico, de los 6 que conforman New England, cuna de Patriotas futuros), estaba plagado de bohemios, aventureros sin fortuna y visitantes salidos del Mayflower. Recurrentes habituales de tabernas junto al puerto, rostros duros y cruces de navajas, no plateadas, al lado de cierto puritanismo religioso en época de persecuciones y "brujas". Con los puños salados o agitados, como la mar, mientras suena una sintonía acompañada por ritmos bucólicos y rimas asonantes... del liberalismo y fin de la esclavitud.

Una estancia para sombras furtivas del esclavismo físico en el nuevo mundo, más que espiritual. Escapistas de la realidad en el sur, patria de tunantes y pescadores irlandeses, buscadores de nuevos comercios, de viajes intrépidos con los arponeros de Melville y su excelsa Moby Dick... y que, con el tiempo y los tragos, fueron cambiando pantalones impermeables o botines callejeros, por otras batallas con sabor a independencia. Posteriormente a madera de bates de béisbol y goma de las zapatillas de basket, junto al servicial Boston y sus duendes célticos. ¡Anda mira un trébol, no lo pises!
Desembarcamos con ese característico ruido, no de olas salvajes sino de chirridos en el parqué, sobre la capital de Massachusetts, chillando en el ambiente guerrero como gaviotas o graznidos de cuervo al norte de los Gangs de New York de Scorsese. Hacia la Guerra de Secesión por la libertad y la otra locura de la sangre y la aparición del padre Abraham Lincoln.

Seguramente, recuerdo de las disputas de ratas en callejones mal alumbrados de la historia, junto a la propagación cultural de la universidad en la Iluminación entre Harvard y Cambridge, los faros en la costa antes del primer raíl del metro y las brillantes luces actuales de Boston. Así entre peregrinos melancólicos y horror, fue como crecería el niño Edgar cerca de la bahía, viviendo al día su concentrada exasperación de cara al futuro y sus indeseables pesadillas rimadas sobre el papel o la mente. Callejeando sobre disputas portuarias y aquellos conflictos más violentos, con amantes despechados, enfermedades respiratorias y prostitución de bajos fondos.
Allí se alimentarían de igual forma, escritos con nombres propios, repiqueteando en el corazón de sus seguidores o golpeándoles de forma bella y onírica, pero contundente. Como esa mal tóxico que se instala en el interior y te va devorando, poco a poco, sin pausa. Sin manera de protegerte o escaparse con tus alas negras de la muerte.

Ahora, a escasos siglos, la sociedad filantrópica de Nueva Inglaterra, trasciende su nombre universal y hegemónico en la costa neoyorkina y la ganancia de tierras al mar, dedicando sus esfuerzos limitados al rescate de los desarrapados sociales o sus denominados ´homeless` en mareas y naufragios. Son los herederos del tiempo patriótico, del tributo poeniano ancestral y oscuro, del vidrio que mantuvo su alta graduación de manera constante e hiriente, frente a los grandes centros médicos. Reavivando corazones.
Morella y Berenice, como en los cuadros tormentosos de Gustave Doré, saltaron de las penumbras de Baltimore y alrededores, a las manos de Lord Byron y su vida, con sus quijotes por todo el mundo, cavando su propia tumba... o ese comienzo de una vida eterna en las páginas. Junto a los juicios de Salem y al cementerio de Westmister, donde prevalecen los ecos de familias "más afortunadas", como el nombre de Doyle o los inventados en la literatura de Watson y Holmes. Algo de realidad, siempre puede haber en una aventura literaria...

De un infernal Gato Negro personal y la historia en 1692 en epidemias, reales como la viruela o ficticias como la falsa moneda, se engendró aquel niño. Salió de la tripa de Wendy, no la que se subió al barco con Peter Pan más británica, sino de los nombres escritos en Witches of East End, como una embrujada Freya Beauchamp, enamorada y enfermiza hasta las trancas. Las vecinitas sexys de la Bruja del Oeste en Oz y las más flexibles Wicked de Broadway. Hasta la pesadilla final, como los Kennedy... como la luz y la obscuridad, que giran incansables a nuestro alrededor.

La Conexión Marianne...

Emma es una escritora francesa de novelas de terror, que recuerda a esas supuestas ´heroínas` de Allan Poe, en parte, y que mantiene ciertas características mentales en sus afamados relatos. Heredera de la bruma, de caseríos junto al mar y torretas giratorias, al estilo romántico con sus escaleras de caracol al infinito o el averno. Posiblemente, como faros majestuosos que ejercen un magnetismo especial, y una angustia, parecido a las tribulaciones necesarias de un navío que se acerca a la costa en la tormenta. Sombras que vienen y van, describiendo círculos interminables y profundos, como aquellas pesadillas que atormentaban a los protagonistas del poeta en fríos sótanos, barriles emparedados y fosas, sacrificando entre penumbras y péndulos psicológicos, el porvenir de sus familias e hijos.

Los hijos marítimos, han ido creciendo como aquel niño quejumbroso, para reencontrarse con los mismos efectos multiplicados de sus ancestros o caracterizados sobre los nuevos tiempos. Es decir, con un tétrico maquillaje y una interpretación de aquel horror clásico, que viene y va, gracias a crujidos de huesos y la estampa de una primera Marianne.
Mireille Herbstmeyer es la actriz que está tras el nacimiento espantoso de la bruja transformada, con ojos enloquecidos de Bette Davis y sonrisa de Jocker, que se vuelve veleidosa como una prenda que quitar y poner. Fantástica e ideal amenaza entre gestos torcidos, como una Madame Daugeron cortante desde su espacio secundario y bastante desconocido, en renglón retorcido de Poe. Por tanto, se convierte en la verdadera interpretación del mal y el pasado, en el horizonte paranormal de esta serie entre Lazy Company y T.A.N.K, con el título homónimo en femenino.

Sin embargo, no todo lo que bien empieza, tiene que constituir o formalizar un buen fin, porque la estructura se ve damnificada por otros ponzoñosos objetos o rostros. Lejos incluso, del moderno conglomerado terrorífico y globalizado de Stephen King.

Si Mr. Poe decoraba grácilmente con lujosas palabras, sus relatos, y los impregnaba con un aura fantástica de misterio gótico, a veces tibia o etérea como la penumbra; por el contrario en esta producción francesa, las definiciones eficaces en Marianne van decayendo, alejándose de la tierra y las osamentas sacrificadas de sus ancestros o recuerdos. A miles de millas de distancia del faro que alumbra, de aquellas mujeres que condenaron en hogueras, quemando la posibilidad de un mejor entendimiento o la comprensión de sus capacidades ocultas. En definitiva del alimento del alma de un poeta...
Con elevada fruición, en el pretérito, brujas las denominaron, y en los libros se convertirían en martilleo continuo para sus cabezas. Heroínas sacrificadas en un época no tan lejana y tenebrosa, que vuelven en esta obra deambulante, desde los pies de Jack Nicholson en la nieve de The Shinning y sus escritos malditos que devoran su alma, a los subterráneos In the Mouth of Madness de John Carpenter. En decadencia terrible hacia un Fallen, con guapo Denzel Whasington, bueno John Godman y el malo Donald Shuterland; aquí protagonizado por la juventud de Victoire Du Bois, Lucie Boujenah y Tiphaine Daviot.

En la sombra o decadencia episódica, creada y dirigida por Samuel Bodin (también escrita junto a Quoc Dang Tran), se desvela mucho capricho tortuoso en el avance de Marianne. Tanto que al final, no parece existir nada, ni un ápice de poesía ni terror, ni pensamiento embrujado, ni lámpara encantada... Sólo algo de fango narrativo y efectismo repetitivo, naufragando frente a la costa de Nueva Inglaterra, bien cerquita de la tumba recargada en el recuerdo, de Edgar Allan Poe.

Por consiguiente, rasgando el terruño de Marianne con las uñas, sucias de gloria, desenterramos el marchamo fúnebre, en el ocaso de Edgar y sus poemas, sin hallar la brillantez deseada o las garantías de su pensamiento enfermizo. Ni siquiera las huellas de sus relaciones emocionales, pesadillas más macabras, sacrílegas o... necrófagas.
Aunque, lo hecho y dicho a pecho, es evidencia que la actriz primera como Marianne, es un magnífico inicio del terror que se esparce ululante, como las cenizas en el viento... y la risa nerviosa en el ataúd de Poe.

El Nombre de aquella Rosa.

Soterrados... Los recuerdos sobre aquel pueblo, ya no son los mismos relatos de antaño, pues las odas elegantes se han transformado en conversaciones irónicas, compuestas por sudores fríos y dolor ante la pantalla. Tanto que te va congelando, ante los cambios fisiológicos u otros hormonales de los protagonistas, los múltiples saltos que van dando sin sentido, como los espíritus condenados en la serie... en un baile de aquel The Hidden cambiante, sin ritmo necesario, y una incomprensible derivación embarazosa a Shyamalan...

Bueno monotemática y lacónicamente, el aura de Ella.
Una rosa marchita, que araña la superficie de aquella amarga y húmeda, condena, para acabar por los rincones del faro, como un alma en pena. Sin rasgos característicos con la aclamada obra representada, ni redondeando los estados fisiológicos que pudieron quedar atrapado por un muro de dolor, con febril mensaje o amargados huecos en el terreno. Encabritado sobre olas caprichosas y reclamaciones de declaraciones verdaderas al espíritu.
A la hora de la verdad, querida Marianne y todos los demás elegidos en la faena, para recrear esa complejidad del tejido social de Nueva Inglaterra (rodada en plena Francia) o el sincretismo relacionado con el pensamiento humano, esa percepción elevada del amor romántico... simplemente, cavar a 100 metros bajo el suelo, ¡no basta!

Para embellecer su relato, habría que revolver más la tierra empapada, escudriñar cada elemento enlodado con falsos escenarios o trucos, grano a grano, hueso a hueso... considerando los motivos de una posible calumnia, que amenaza con destruir a todos los invitados de esta temporada de Marianne. Los productores deberían haber sopesado el esfuerzo en la realización, para comprender que la historia no se mantiene por esos primeros instantes, entre pánico o miedo de estilo galo enfermizo, sino que la acción debería servir para comprender nuestra propia esencia, lo prohibido... Y enterrar definitivamente, los errores del pasado. He dicho, que no rimado... o sí!
Hablando en plata, cuando se menciona a un maestro como el gran Edgar, tienes que sentir las palabras, como brotes que arraigan en el alma, como cadenas que se arrastran en la medianoche y cuyos chirridos, erizan los pelillos de tu cogote.

Como un aliento gélido que barre todas las consecuencias posibles y sandeces repetidas, los hechos sojuzgados, las luces intermitentes en las alturas, las sentencias que se cumplieron con sangre, fuego y barro, tratando de evitar rodeos y viejas rencillas de chavales, sin importancia. Por consiguiente, no manchar el nombre literario en vano, excavando dicho agujero con vistas al pasado y quedar en la penumbras de la memoria, desproveyendo de luces envolventes y persiguiendo emergencias dramáticas, destituyendo aquellas inquietudes crecientes de un artista iluminado.
Las fuentes de alienaciones futuras, encuentros furtivos con la muerte, como aquellos marinos en las callejuelas de Baltimore o Boston, con el espíritu redundante de una obsesión o Salem, que martillea o rasga la caja de madera, paulatinamente.

En su reconocido busto o terrible cabeza, dispuesta para embellecer con sustos, la personalidad y el agravamiento de la conducta, nos hundimos. Ya que, por fuera, todo estaba predispuesto, la escena, el tiempo, el alcohol, la enfermedad, el escenario, los deseos, la taquicardia, la tumba, el fantasma, el amor... y sin embargo, no te quiero, Marianne.

Juicio y condena.

Una producción interesante en principio, que queda lastrada de manera terrible, por la conversión idiomática de los registros vocales en francés o traducciones de sus diálogos, con significativa evidencia. Además del argumento que va cayendo hacia un oscuro pozo, sin atractivos finales. Ya que los cambios de piel, los diálogos y devaneos juveniles de sus personajes principales, no captan toda nuestra atención, lamentablemente.

Todo se vuelve penumbroso, potenciado por acciones caprichosas y comentarios estériles, como piel de bruja enfermiza. Renacen vacuas las palabras, una y otra vez, condenadas también por los extrañas voces, con mezclas o traducciones vagas. Marianne, se diluye entre los encajes, como se produjo con el pensamiento poeniano bajo la fiebre o la maldita absenta. Verde como el césped de ultratumba o el musgo en la roca, como el alga en el oleaje salado o el mismo trébol de unos Celtics.
La banda sonora, es una sucesión de ecos de ultratumba, con música clásica y temas de grupos como Pixies o el final negro de The Texas Chainsaw Dust Lovers.

Algunas interpretaciones no puedo considerarlas, porque se maquillan con efectos especiales, bastante pobres para Netflix y una utilización de la iluminación o del sonido, algo más acorde en sus primeros capítulos. El guión deshilachado en su parte fundamental, con giros que no acaban de llenar y se parecen más a jirones, sobre una tela raída por el tiempo. Entumecidos por la concentración de movimientos o esos saltos de personalidad, y las repetidas manipulaciones que hacen referencia a la prohibitiva orden de expresar mentiras tras su nombre pronunciado. Vamos, una tontería o excusa, para labrarse un camino tortuoso y demasiado caprichoso.

Marianne siempre se lleva algo entre sus manos, ahora y casi siempre en esta entrega... ¡Todo lo bueno!





Tráiler Le Mans 66, de James Mangold.


Tráiler Les Misérables, de Ladj Ly.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Stranger Things (Season III)


Los telones, tarde o temprano, van cayendo... o no.
Muchas sensaciones o visiones de ayer, van cambiando al ritmo con que se conforma la banda sonora de nuestras vidas. Excepto las más férreas o de acero que, por momentos, parecen volver a sonar entre los mejores hits o la lista de más escuchados, de esta nueva temporada.

Pero, tras esos pequeños flecos colgantes de la sociedad, los profundos surcos en la piel de ciertos personajes de épocas pasadas, sus discrepancias o querencias personales y otros asuntos sociales de ayer, regresan hoy y se van desarrollando estructuralmente a nuestro alrededor. Parecido a un virus que va creciendo poco a poco, desde la obscuridad y volviéndose gigantesco o monumental desafío, en algunos casos. Político, en otros...
Pronto, el siguiente elemento real o fantástico, se izará en el horizonte de los sucesos imprevistos, rememorando viejos episodios o temas enrocados, al lado de su hermano mayor, el cine. O, al igual que los jóvenes protagonistas de Stranger Things (tercera temporada en el hueco terrorífico de Netflix tras round I y II), reviviendo otros conflictos. A la vez que se irán haciendo más adultos y responsables, o por el contrario, con su resistencia psicológica a la invasión, tendrán que ir modificando su visión de las cosas extrañas que pasan y, por ende, nuestra percepción de cara a su futuro.

Efectivamente, los cambios en la serie son evidentes en tres fases, cuando comprobamos que las filmaciones se reproducen de año en año, o más allá de la mente de los personajes en cada instante que se reproduce como una anécdota. Las profundas grietas que parecían cerradas, se reabren con aroma a soviet y secretismo militar, desde que se produjera la primera fisión en el muro de nuestras lamentaciones venideras o las convulsas relaciones ochenteras, con múltiples ejemplos de un nuevo eje infantil sobre aquel mal, antes de Gorgachov y su perestroika.
Las manifestaciones parecen más irrelevantes, desde las voces quejumbrosas del ominipresente pueblo de Hawkins hasta la capital Indiana, lugar de paso de Reggie Miller en sus ochenteros Pacers (que quitó el récord de triples como rookie, al gran Larry Bird)... bueno, recordando que las muertes o desapariciones del pretérito, han dado paso a esta realidad apocalíptica, con alternativa más violenta o sangrienta, que recuerda a otras invasiones cinematográficas. Aromas de terminators vestidos con traje militar, musicales con La Historia Interminable, porque no, Dentro de un Laberinto de un añorado Jim Henson y sus pequeños héroes vs. el ´maligno` y no menos recordado, gran Bowie. Por tanto, curiosamente junto al amor romántico... ya lo decía la segunda de James Bond. Desde Rusia con Amor, o si bebes Martinis, no conduzcas...

En sus diferentes temporadas (1 + 1 + 1 = Eleven), algunos personajes han pasado de meras comparsas a una relevancia exponencial, a todas las teorías de la conspiración y la definición de los universos siniestros, con sus seres deformes, contagiosos y viscosos. En aumentativo mosqueo narrativo como recuerdo del mundo de Lovecraft y sus monstruos, algo que desciframos en anteriores comentarios con el universo tenebroso de los fenómenos científicos o frikis de feria, ¡verdad, Tod!
Así, combinando a esos niños gentiles con marginados, resignados en centros institucionales a su suerte, potenciando sus poderes ultrasensoriales a base de meneos esotéricos o físicos, en forma de electrochoques y cenas contaminadas. Similar a la definición definitiva de la distopía y maléfica del horror según Stephen King y las diferentes películas versionadas sobre su obra multidimensional del infierno. Ejemplo La Niebla, sin embargo, aún no es el momento de comentar otras referencias visuales... ¡Llamad a la puerta y jugad, broders!

Se abre el telón sobre Hawkins, con menos metal en la música. En manos del mismo Shawn Levy con dos episodios en la cámara y objetivo en el Séptimo Arte, más otro par de la directora de origen alemán Uta Briesewitz (filmando distópicamente para Westworld, Jessica Jones, Altered Carbon o The Deuce) y los Hermanos Duffer que pasan del primer y segundo grado, a la última definición del problema sistémico. Globalizado, enrojecidos o soviéticos, con los últimos y más movidos capítulos.

La Grieta.

En tres comparecencias con la memoria (de todos), los aventureros del pasado, han mutado de inocentes representantes del juego en el tablero de los roles, a la conversión en inocentes héroes invadidos, insumisos y respondones como pequeños camaradas de John McClane o fans de la verborrea de James Belushi frente a la rigidez de Arnold ´Danko` Schwarzenegger. Siguen siendo divertidos parlanchines de una época loca, clubs de cincos o stan by me multiplicado por cientos de ratas, conversaciones magnéticas en espacios reducidos o superficiales en la mayoría de las ocasiones. También son oportunidades de expresar opinión propia, con sus inclinaciones y novias, luchando contra gremlins en cines o frente a pétreos uniformados, pero desgraciadamente, es evidente que han ido perdiendo, algo de... frescura. A pesar de los golpes de efecto, las circunvalaciones por centros comerciales, ferias pueblerinas, instalaciones subterráneas y otras situaciones, provocadas por sustancias alucinógenas.

Aún corría la mitad de los años ochenta, cuando sonaba el éxito de Madonna "Material Girl", que pronosticaba un lento retroceso de la música rock en el panorama discotequero, tanto que ahora parece asfixiado entre perreos, reguetones y consignas maquineras. Una época que, en realidad es la de muchos espectadores, soportando los retratos extemporáneos de sí mismos, como adolescentes proclives a las batallas campestres y el acné cutáneo, pajas o posibles desfloraciones primaverales, junto a esos otros picores que determinan los pasos en el futuro... Para lo bueno o lo malo...
Instintivamente, comprendemos sus métodos furtivos y modificaciones mínimas del comportamiento, respecto a los distintos géneros o tendencias sexuales, los encuentros con las sucesivas decepciones amorosas, las respuestas subversivas en aumento y cierta marginación intelectual (todavía no del todo programada o informatizada ciertamente) frente a sus mayores, más robóticos. Siempre mirando a la protección o seguridad familiar, claro.

La gracilidad o esa frescura intermitente, es competencia de los guionistas que han comenzado esta temporada, de manera un poco torpe, al menos hasta el cuarto episodio, donde se lanzan al torbellino de la materia fisiológica y los encuentros en diferentes fases. No tan espaciales como claustrofóbicas... casi rabiosas.
Aquí, echamos ese vistazo al séptimo de caballería, los ejemplos fílmicos que recuerdan a otras invasiones informes, plásticas como un ´blandybloop` o los manoseos de plastelina sobre la mesa, vamos, lo que normalmente se diría, nos pillaron con las manos en la masa y dejamos los tableros de juegos. Por tanto, rememoramos a los clásicos anteriores, fumigando el planeta de terrícolas metomentodo, desde la obra del escritor Jack Finney con La Invasión de los Ladrones de Cuerpos dirigida por Don Siegel o postreros y más efectistas Ultracuerpos de Philip Kaufman.

Pasando por las germinaciones perladas o blancuzcas en El Pueblo de los Malditos, las falsificaciones en el interior de los pueblos con los lagartos y lagartijas de la rememorada V, las rápidas evoluciones roqueras de The Hidden de Jack Sholder y los huesos fotografiados de Están Vivos en suplantación global, como en un viaje a Marte; hasta la otra oleada, o siguiente mutación clorofílica que significó The Thing en diversas entregas con aliens. Desde esa debilidad en blanco y negro, con la primera visión de Christian Nyby ver. Howard Hawks y sus posteriores entregas, con la más concordante, amenazadora y pegajosa idea del mismo John Carpenter. Indudablemente, el gran ganador de esta mutación narrativa y visual.

De esa misma niebla, salieron los monstruos de nuestro armario, de la pantalla de televisión con sus franjas chispeantes y caprichosas, montados a lomos de Christine y batallas zombies en hipermercados de la moda y del entretenimiento, visitando con comicidad distintas realidades. Rematando la globalidad en nuestras alcantarillas, devoradora junto a las ratas de un flautista universal llamado Willard, como ejércitos armados de dientes dispuestos a zamparse a El Alimento de los Dioses, es decir, nosotros. Algunos dicen que nos fijemos en Malrats de Kevin Smith, yo digo, por la carne David Cronenberg y la elasticidad de otros ejemplos animales como Slugs, o sexuales de una Society, digamos, en el universo alienado de Brian Yuzna.
Es demasiado potente el salto visual, de la inocencia de los personajes en anteriores etapas, que facilitaban las conversaciones dentro del contexto ochentero, a la guerra militarizada con determinadas bajas, que produce la antelación rabiosa del mismo demonio rojo o Hellboy. Frente a la emergencia de los efectos especiales y estampida del ser descomunal, mucho más amenazantes ahora, vamos descubriendo un compendio de gracietas insulsas, indecisas conversiones del amor romántico, golpes anecdóticos o isustanciales respecto al argumento principal de este caso inexplicable.

Por tanto, la grieta es clara y efectiva de cara al espectador aventajado con el fantástico, cuando los goonies te resultaban un poco blanditos o acaramelados, especialmente en sos primeros tres capítulos y determinadas incursiones en la palabrería juvenil. Con un desgaste evidente en la relaciones personales y el sentimentalismo endeble, bastante parecido a determinadas expresiones o ejemplos de zombies en los noventa, cuando el humor inerte se abría paso y la materia se volvía fangosa como la política o la energía nuclear rusa.
Corramos un tupido velo... o telón de plutonio.

De Ratones y... monstruos.

Sin embargo, a partir del cuarto capítulo, con dirección de Shawn Levy y guionizado por la pareja fraterna, la serie en cierta forma melancólica, que cautivó al personal de diferentes edades o pensamientos cinematográficos. Retoma el ambiente que caracterizó a esas producciones recordadas, cuando la acción se hace presente en diversos escenarios, que otorgan variedad a los encuentros de los personajes con el mal infinito, hasta aparecer al final en los antípodas del planeta Netflix. Cerca de un frío gulag...
Lo que proporciona la intensidad temática y el suspense fantástico de los elementos en cuestión, que recuerda el éxito proporcional de la empresa televisiva, llamando a las puertas del infierno metafísico y las peleas desproporcionadas con seres de apariencia granítica, en el exterior. Golpeando a ese portal tridimensional que amenaza el mundo de los protagonistas de Stranger Things de vacaciones pringosas y su crecimiento. Reabastecido sin control ratonil, con la violencia medida, los tiros o puñetazos entre bandos sociopolíticos, y las mejores representaciones viscoelásticas del demonio.

Dos mundos entrechocando, de manera algo caprichosa, desde la militarización a la dislocación de los poderes representados por el bien y el mal absoluto, como la sombra y la luz crepuscular, en las tinieblas de nuestra eterna memoria. Que dirían juiciosamente los genios del horror poético... Dante Alighieri, Edgar Allan Poe o Howard Phillips Lovecraft.
Somos carne de ratón, alienados, transformados en instintivos monstruos. Que van sumando acólitos cosanguíneos, almas incendiadas a la hoguera de las vanidades o defectos, como una simple, amorfa y voraz masa. Esto es The Blob, una pequeña joya independiente del año 58 (no muy recordada ya), que lanzó a la carrera al gran Steve McQueen y puso en la rampa de lanzamiento musical al incombustible Burt Bacharach, con una canción para The Five Blobs titulada ¡Cuidado con la Mancha!. No, no hablaban de las tierras del Quijote, sino de otra Cosa mandada sobre el infierno congelado del Ártico.

Esta trampa sin queso, no proviene del espacio exterior... ¡qué sepamos! Por ahora y a espera de más acontecimientos en próximos encuentros en esta fase fatídica o nuclear, los recuerdos se van amontonando alrededor de los chavales y los adultos en pie, no los que quedan picaditos como hamburguer con queso, comida favorita de ratas, para mantener el auge la experimentación de este descubrimiento en la pared de Netflix en un evocativo 1985, más o menos, era de Leyendas demoníacas junto a un jovencito Tom Cruise y otros cuernos de cuento, visitas en la piscina con Cocoon´s empoderados, el surrealismo visual de Terry Gillian en Brazil y sus gigantes. Más Reanimators pringosos con Stuart Gordon y Exploradores de Joe Dante con elencos de futuras estrellas como Ethan Hawke y River Phoenix, más los próximos y fragmentados recuerdos, una Phenomena de Dario Argento, una canción no interminable y otros Regresos al Futuro... ¿o era pasado?
La cena está servida en bandeja, como Max en la tercera también. Digo Mad el guerrero de la carretera.

La Próxima Generación.

Como los gremlins fueron mutando a la medianoche, cuando los miedos se iban alzando sobre las cabezas, de monstruos, hombres o ratones... los protagonistas de Stranger Things, se meten en el alcantarillado mediático, de existencias opuestas y paralelas, en representación de las ideologías que van en aumento, ahora. Bastante triste, para un hidalgo que camina en solitario, como Hellboy, el poli del averno o la mamá de Ryder´s.

Las transacciones morfológicas, han mejorado sustancialmente, resultando una verdadera y terrible amenaza para el porvenir de la juventud en Indiana y el resto del mundo. La producción alienada de los seres humanos en aquella etapa o estas actuales, identifica sus entidades ocultas que provienen de la misma pasta del ´carpintero del horror` o Mr. Carpenter, ocultos en el muro de una epoca masificada, flexible y oscura. Con temas pegadizos que nos azotan nuevamente, psicológica o políticamente, en dos bandos que no miran al frente, sino al más allá, pretérito y primitivo. Enfrentamiento salido de las entrañas como un alien a mandíbula batiente, chorreando como las heridas abiertas en esos deslumbrantes centros comerciales, que aborrezco con todas mis fuerzas.

El mayor acierto es la representación de la uniformidad, deformada con aristas caleidoscópicas o luminosas, con la llegada plasmática de una monstruosidad evolucionada y paralela. Elemental como la niebla, fatídica, amenazante y compleja filosóficamente, como las sensaciones surrealistas de Natalie Portman en la notable Annihilation. Con paciencia, no sabremos hasta que vuelvan nuevas evoluciones en la frontera de esta pandilla de amigos y novietes, peleando contra inmensos molinos de viento... o de muy mal aliento.
David Harbour, se confirma como un pesado y brutal Demonio Rojo (el personaje de Mike Mignola), que defenderá a su protegida o adoptada Once, Ce, El, con vistas a otras producciones bestiales, como en la peli de acción en la India, Dhaka de un hermano Russo y junto a Chris Hemsworth en Black Widow con el Guardián Rojo. No tendrá de pareja a Winona Ryder, sino a Mila Jovovich, con otros ataques parecidos de personalidad efervescente y sin su pragmatismo familiar, que permanecerá a la espera de una próxima cita. En esta ocasión, revestida de bruja.

Los chicos seguirán dando el estirón, salpicando con su verborrea la etapa adolescente, y apuntando a los más mayores con el dedo de la fortuna o de los grandes acontecimientos cinematográficos. Anotaremos en la libreta de los recuerdos, los futuros encuentros de la dirección del malote de nacionalidad australiana, Dacre Montgomery (el antiguo Ranger Rojo) en primer corto titulado In Vitro, el fenómeno Charlie Heaton (del Secreto de Marrowbone) junto a Tilda Swinton en The Souvenir II e integrante de Los Nuevos Mutantes con Antonio Banderas y la conversión detectivesca de Millie Bobby Brown (actriz británica nacida en Marbella), como la hermana pequeña de Sherlock en Enola Holmes y enfrascada con los bichos de Godzilla vs. Kong. También al simpático actor Joe Keery, que participa en la película esperada de Shawn Levy, con Taika Waititi, Ryan Reynolds y Channing Tatum, titulada Free Guy, dentro de un mundo cómico y virtual.

Por último, me reservo un razonamiento, puede que algo ilógico con la peleona actriz Natalia Dyer, armada hasta los dientes en esta parte de la serie y pluma gráfica en mano, que forma parte del elenco de cintas como El Ser Humano Más Cercano de Marco Coppola, el corto scifi Tuscaloosa o en Velvet Buzzsaw del director Dan Gilroy con Toni Collette, Rene Russo y Jake Gyllenhaal. Significando que su carácter indómito podría ser objeto de próximos encuentros en el espacio, como una nueva y sugerente teniente Ripley, o incluso, como posible Hulka, definida muscularmente por los métodos digitales... y verdes. ¿Por qué, no? Ya puestos a sugerir ideas... ¡quién sabe?

Hasta los próximos episodios, nos despedimos de jóvenes y ratas sin saber, del todo cierto, si nos salimos de los límites del irreal Hawkins... o Sí. Amenazando con el título episódico de El Club del Fuego Infernal, menos poético de que los decanos del cine, poetas muertos... y mucho más creciditos ya, con más músculo y nuevas armas desde aquella primera incursión en 2016. Aunque muy distintas a aquellos otros clásicos, cinco. Sin rima Extraña... Me copiáis, monsters!

Tráiler Velvet Buzzsaw, de Dan Gilroy.


Tráiler The Goldfinch, de John Crowley.


Tráiler The Turning de Tony Ayres.


Tráiler Godzilla King of the Monsters, de Michael Dougherty.

lunes, 21 de octubre de 2019

What We Do in the Shadows (Season I)


Hincando el colmillo al humor.

Si ya es complicado históricamente, hacerse un hueco dentro de la industria del cine norteamericano, llegar desde un grupo cómico perteneciente a una remota región neozelandesa, podría considerarse como un pequeño milagro. Si es que éstos existen para un defensor de los rasgos diferenciales y la libertad, como el escritor y director Taika Waititi, considerándose un isleño judío divertido, con rasgos característicos de su tierra natal. Proximamente con intenciones star-warnianas sobre la serie The Mandalorian, protagonizando el mundo virtual de un Free Guy dirigido por Shawn Levy, como Korg en el universo marvelita de What If...? y Thor, Love & Thunder, o el universo DC de The Suicide Squad.
Su apuesta por la comicidad irreverente es marca de su espíritu infantil que, incluso podría haberse convertido en una especie de sepultura o encerrona conceptual, hacia su carrera futura como director de cine... Gracias a Drácula y su humor característico, sólo sería un pequeña y molesta estaca, alrededor de su conciencia y los bajos estímulos, convirtiéndose en referente. Hasta quedar circunscrito a Akira y Neo-Tokyo de Katsuhiro Ôtomo, si no hay una postergación permanente...

De niño, la joven promesa del humor e inquieto Taika, pareciera destinado a cierto histrionismo de capa y colmillo, satinado de intenso color y gags desternillantes. Además su familia de origen maorí, le otorga libertad de expresión para desarrollar su capacidad imaginativa a unos niveles incomparables y confiere de cierto gusto por la diversidad cultural, la comedia sin fronteras o los derechos humanos. Sus estudios de arte dramático, son el empuje para salir del ataúd o su delimitado territorio, hasta alcanzar el ser o no ser, en una compañía teatral durante la época de los 90.
Después extendería sus dominios inventivos y catárticos con el éxito y la respuesta favorable del público neozelandés e internacional, gracias a una participación dentro del dúo humorístico The Humor Breasts. Junto a su compañero de letras, respuesta argumental y expresiva de Jemaine Clement, para reírse de ciertos estereotipos sociales con sus vecinos australianos o esta rigidez mental de nuestra sociedad, que nos conforma más inhumanos e incoherentes. Cambiando sonrisas deseadas por colmillos sangrientos, nada de humor por cierto, se convierte en una elipsis cada vez más alienada de nuestra triste historia...

... o vampirizada, según se mire. Si es que eres capaz, de ver tu propia y lúgubre sombra, en el reflejo del espejo o los propios deseos.

Sonrisas...

Mr. Waititi, pasó un tiempo ordenando sus siguiente vuelos imaginativos en el horizonte de la sonrisa. Preparando sus pasos aún completamente indefinidos en el papel, hacia la interpretación, la provocación medida y la comedia desmedida. Entre afilada e inteligente, como sería demostrada desde su etapa de estudiante.
Su caso parecido a otros sonados personajes en tiempos remotos, pongamos un infatigable Charlie Chaplin y su defensa de los pobres o desangrados sociales, le transforma en todoterreno del espectáculo y un hombre especial para el siguiente gran salto cinematográfico. Su mente privilegiada para el sarcasmo en todas las categorías, además de imaginativa interpretación de las cosas, le transforma en exponente independiente, como no podría ser de otra forma para un director nacido en la bonita localidad costera de Wellington (en la región este de Raukukore) como Taika, su compañero ideólogo Paul Simms y compartiendo nacionalidad con el director de la serie más esotéricamente vampírica, Mr. Clement. Amigo de tablas, arterias natales y sarcófagos sutiles, todo con supervisión y producción de Defender Films / FX Network, con la emisión succionadora en HBO.

Waititi y Clement, infunden su desparpajo paradójico y tranquilizador, con el mundo contemporáneo, a través de una estirpe de condes de sangre azul, o no sangre, con una serie de personajes extrovertidos, que no persiguen esa tradición comercial de cierto, Hollywood moderno y su vacuidad narrativa. Sino que ambas personalidades, se mueven por otros caminos sugerentes, más cercanos a una respuesta apropiada con el posicionamiento personal del creador, sobre la vida o los bajos instintos, y el humor.
El director suma esa faceta escatológica (con límites), a la actividad como escritor irreverente, músico distintivo y humorista, con tendencia al surrealismo irónico, que pertenece a una generación de jóvenes neozelandeses. Pero Taika, además reproduce en sus representaciones teatrales, películas dramáticas y movimientos en redes sociales como twitter, una figura diferencial y demoledora, respecto a los males que rodean a los seres humanos.

Dando un punto de vista diferente a la generalidad del humor, con un tinte sutil y directo, altamente hilarante, ¡vamos una auténtica gozada para los sentidos! Especialmente el referente al batir de quijada o mandíbula batiente... Waititi, poco después, sería nominado al premio Oscar por su cortometraje Two Cars, One Night, relanzado por la cinematografía satírica, con una recordada aparición en el filme "humo-rado", titulado Marihuana: El Sótano Maldito (1999), que anticipaba su trabajo en series como The Strip o Radiradirah. Y por consiguiente, un salto desnudo al precipicio de la imagen, que le catapultaría al éxito mundial y a la dirección con el largometraje Eagle vs. Shark o Boy, récord de recaudación en tierras neozelandesas. Y fuente futura de argumentos sexuales en su inquieto corazón...

Todo quedaba listo para sentencia, con los lobos aullando a sus puertas, ante el gran tribunal de actividades no humanas, marcado por la huella de su pasado humorístico y desbordado por su imaginación. Unido a Clement y otros que creyeron en sus condiciones de superhéroe fílmico, con gran parte del público de su parte, excepto las estacas de marvelitas radicales. Daría el paso a la conquista de la nación norteamericana, gracias a su excepcional facilidad para ejecutar bromas inolvidables y rotundas risas en el espacio, salpicadas de martillos irrompibles del universo Marvel o estas otras relaciones de ultratumba. Que es de lo que trata este comentario y el producto vampirizado en cuestión.
Así, ha llegado a sobrevivir a las críticas irascibles o exacerbadas, con más hilaridad que sobrepasa fronteras, desde aquellos movimientos heroicos de Norteamérica con cierta deidad nórdica, tan de moda gracias al lavado de cara de los Vikingos, a la incontinencia verbal de un jovencito expresivo e inolvidable, junto al fantástico Sam Neill en A La Caza de los Ñumanos. O mejor dicho, Hunt for the Wilderpeople, a la caza de la gente salvaje o rústica, con corazón en el pecho... muy recomendable.

Del bosque a otras selvas, saltando sobre las alfombras rojizas como la sangre, del Festival de Sandance al de Toronto con la película JojoRabbit (aún no estrenada en España), y su particular interpretación del holocausto y el pensamiento radical. Con Scarlett Johansson de protagonista, construyendo una odisea contradictoria, entre el horror o la violencia, y la inocencia de la juventud o el amor, a través de los ojos de un niño. Reservándose el propio Taika Waititi, un papel imaginario frente a la propia sombra, salpimentada, alargada y mortuoria del verdadero Adolph Hitler. Seguramente muy ´especial` como aquella versión de Chaplin y su baile con el mundo.
Pero, esa es otra historia sangrante que ya llegará a las salpicadas pantallas de la actualidad política e histórica... si es que sobrevivimos a la tensión acumulada de nuestros días y la acidez en los colmillos.

A la Sombra del Humor.

Realmente, lo que me ha traído a esta mansión, "encantada" de conocerte... es la extensión palaciega y televisiva de su historia más fantástica. Se trata de aquella película que observamos con los huesos desencajados bajo la expresión, What We do in the Shadows o Lo que Hacemos en las Sombras, y la satirización vampirizada de aquellos cuatro desafiantes chupasangres, con la pareja reservándose la cata de algunas vírgenes en la pantalla. Es decir, la identidad, la diferencia de clases, los grupos enfrentados, el dolor y el sexo, las leyes o el poder, los recursos malgastados, que derrochaban gags impredecibles entre colmillos de crítica y determinada realidad periodística o documental. Aunque chorreando diversión a raudales sobre la gran pantalla.
¡Queridos Ñu-manos asilvestrados, ricos en oligoelementos, cuidado con estos elementos insólitos y su tendencia a sacrificar rebaños!

¡Vampiros...! Esos seres solitarios, de aspecto azulado y condición heterótrofa, con tendencia a la introspección sarcástica y aquellas históricas prácticas de la Edad Media, después recopiladas por los escritos de la Literatura Universal de Terror.
Más comunes con los seres humanos y sus miedos recalcitrantes, u otros acólitos sibaritas de diferentes épocas, que defendían su estirpe sanguínea, con estocadas y demás zarandajas, descuartizaciones a parte... Fueron modificando sus límites veraces, hasta la fantasía, hasta la condición caprichosa debido a su necesaria alimentación y la creación de un nuevo imperio, de no muertos. Zombies de la región norte o carpeto-vetónica.

Además, pudimos comprobar su pasión refinada por las artes, por la belleza del cuerpo humano y la hermandad intelectual, que los hacía superiores o de una casta inmortal. Como los reyes o los representantes nobiliarios, pero en crítica racional, maleable y depredadora.
Representado en imágenes inolvidables, las más variadas y orgánicas actividades, supuestas a su género diabólico, incluida la incontinencia verbal. Y por supuesto, la elevada vida sexual de sus principales representados, que nos invitan a soñar con otros tiempos y hacen carcajearnos hasta los tuétanos o hasta casi, hacernos caer de muertos. Ahora la serie, se traslada a la Gran Manzana mordisqueada, rememorando a sus viejos caudillos del humor y la sangre, emprendedores de hematomas ajenos en el cuello, asaltadores de vírgenes y ridículos hombres lobo, conocidos como Vladislav, Viago, Deacon, y el viejo Petyr... Los cuatro fantásticos de la carcajada agónica. Justo antes del penúltimo vómito de sangre.

Sombras, hemoglobina y sexo, sensaciones de andar por mansión pizpireta y lujuriosa, al borde del fluído. No ridiculizando sin sentido a los personales literarios que fundaron su imperio salvaje en nuestras pesadillas, que nos atraparon en nuestra juventud entre sus afiladas garras, a base de mordisquitos en sálvase la parte deseada. Sino sumándose a su capacidad extravagante para hacer el humor, que no la guerra. O tal vez... poniendo las cámaras a cualquiera de nuestros barrios o ciudades en llamas, para dar un toque en el sarcófago particular. Realidad para criticar, y obras satíricas para celebrar en manada.

... Colmillos.

Lo Que Hacemos en las Sombras, fue una dentellada salvaje a la perspectiva humana, apostando por un fino y, a la vez, escatalógico humor de pasiones, no demasiado invasivo ni gráfico. Elaborado a la medida de sus inteligentes fanáticos, desde su respuesta crítica y coprotagonismo estelar conjunto en el cine.
Transformándose en un aleteo, en un verdadero descubrimiento de nueva comedia, (basada en aspectos de películas cómicas sobre monstruos, pongamos a Abbott y Costello con sus encuentros fantasmas), ahora e una extensión producida por Taika Waititi y esa dirección retroalimentada por Jermaine Clement. Enseñando los colmillos sobre nuestras conciencias y la historia mediática de nuestros queridos vampiros del pasado.

La serie está amoldada a otras efigies reconocibles del terror sobre los seres infernales más fotografiados, a través de un cóctel explosivo de extrañas costumbres, que los hace más comprensibles entre nosotros, con sus creencias filosóficas, religiosas o querencias al epicureismo socializado. Conglomerado estratificado sobre una estrategia argumental pálida y sencilla, en apariencia...
Dicho de otra forma, sin tanta verborrea a lo Anne Rice, más bien compuesta por miradas ´murcieguiles` de entretiempo y ante la modernidad de una cámara testigo, con estilo de ficticio documental. Y pequeños puntos de acción o efectos especiales, que están bien estipulados en el sentido de su humor antidepresivo.

Nada de excesos... o sí. Pues existen pruebas determinantes de escándalo sexual o derramamiento sanguíneo, escandaloso condimento sanguíneo que hace referencia a las diferencias o estereotipos sociales, la judicatura y la organización "política". Pasadas por el tamiz y el sentido cómico de la pareja creadora, con incongruencias físicas de sus personajes afamados o sus ilustres visitantes, llamando a la ventana con perversidad.
Tampoco mareos desproporcionados por la altura de miras, excepto los producidos por estos representantes magnéticos y sus travesuras en nuestra globalizada generación. Como cabezas representativas o colmillos preparados para la carnicería, gracias a un Real Espécimen de derrames humorísticos y bajas pasiones sofocadas, una pareja hambrienta con nuevas experiencias genéricas o esclavizadores, un antepasado con tendencia a la dictadura vampírica de sus ancestros, un exprimidor gráfico de los sentimientos y la soledad, o las lecturas nocturnas de cama y declaraciones de un lacayo literario de Bram Stoker. Esto es, un ser magistral, dispuesto a dejarse diseccionar social y personalmente... digo, ´ordeñar` por estratos determinados. Ni lo sueñes, Colin Robinson!

Cosas que hacer en Staten Island...

Los usos y costumbres de una gran ciudad, casi atípicos, entre estos personajes confeccionados por una pareja de hecho humorístico y pechos ungidos, por los maoris se sangre real Waititi y Clement (intérprete en las próximas entregas de Avatar); está condicionados por los recuerdos, de todos aquellos mitos que abastecieron, de alguna u otra forma, la imagen de típicos desventurados sobre la enfermedad o la locura, de la oscura Edad Media.

Convertidos en strigol rumanos de los Cárpatos neoyorkinos y barrios adyacentes, en recorrido circulatorio y pendular, con su posterior atavismo bestial, transformados en sugerentes criaturas de la noche. O esta inconmensurable versión no-muerta, que alterna por clubes nocturnos, en busca de doncellas como la condesa sangrienta llamada Elizabeth Báthory en sus lascivos baños y tiempos. O los ritmos calientes del embriagador emperador, con su sistema de mano de obra y el ardor guerrero de Vlad Dracul. Un Empalador patriótico entre Valaquia y la cinematográfica Transilvania, que vendría para ser un referente de la cultura moderna.
Aunque su representación bufonesca, no agreda, más bien, redondee los conflictos entre estos seres arcaicos y la sangre adocenada de los seres humanos contemporáneos. Ya convertidos en esclavos o seres algo descerebrados.

Si en el pasado, los vecinos de esta divertida Rue 13 del Percebe sangriento, estaba constituida por el actor y productor Jonny Brugh, Jackie van Beek y Ben Fransham, más los miembros divinos, Taika Waititi y Jemaine Clement; hoy se visten con las telas de la variopinta inmigración con Matt Berry (Laszlo), la libidinosa Natasia Demetriou (Nadja), el fichaje invisible de Beanie Feldstein (Jenna), Mark Proksch (o Colin Robinson alias vampiro emocional), son fan de Harvey Guillén (el gran Guillermo) y demás visitantes invitados al akelarre de risas. Son algunas sorpresas demoniacas que despellejar, como al disfraz de Doug Jones en el ecléptico y dicharachero, Baron Afanas.
La oportunidad para dos directores más, de cuatro capítulos inmortales en sacrilegio consentido del Séptimo Arte, como Jackie van Beek (Wellington Paranormal) y Jason Woliner (The Last Man on Earth), que graban episodios concentrados y no dejan nada al azar ni a la sombra de la hilaridad. Sensaciones indescriptibles de hilaridad en todos los capítulos y chistes, sobre crepúsculos de purpurina, manadas, fornicadores o meones, u otras gaitas mañaneras tras la fiesta. Toc, toc, estás ahí... Señor Nandor? Le traigo una aspirina para su resaca...

Sin embargo, el temario bélico y aciago del contexto histórico de aquellos violentos personajes, se ha redefinido a los nuevos tiempos y el posicionamiento de su ilustre dúo humorístico. Llegando a construir un imperio de hilaridad social, constante de refinamiento gótico y otras aptitudes sociópatas, de ayer y hoy.
Atrayendo sus ideas, haciéndolas rebotar con suavidad, rescatando las características de la filmografía de Taika Waititi como director, irreproducible e insustituible, debido a las confesiones más sangrantes y personales, con la sociedad norteamericana y mundial, en general. Alucinaciones perversas, frente a la imagen del emigrante o el distinto, la soledad o la amistad, los consejos sangrantes, las bandas territoriales de los USA, las ideologías extremas y la paranoia alienante, que nos convierte en islas incomprendidas. Así como la mentalidad enfermiza del poder absoluto, las cambiantes leyes según los intereses de unos y otros, la comunicación indivisible entre masa social y medios, la esclavitud laboral y mental, la endogamia y el hedonismo parasimpático... o cualquier otra inmortal inclinación por la dominación del prójimo. O no Guillelmo...?

Por supuesto, con un grado de sarcasmo existencialista, de nivel inalcanzable... sobre todo, si no consientes en las alturas, el abrir tu ventana. ¿Has dicho, Pantalla...? Grrr, sssh!

La Sentencia.

De tal forma que, recomendable es poco, tanto filme como producción televisiva. Con tantas sonrisas como colmillos adiestrados, estarán ante un increíble oportunidad para acercarte y conocer la piel, sin brillantina, de sus divertidos protagonistas. Nuevos rostros, que nos llevan volando de las aquella blanquecinas sábanas del cine a las controvertidas penumbras de la televisión actual, y la asilvestrada actualidad. Vampiros y esclavos todos, de nuestras propias vanidades.

La serie What We do in the Shadows, significa una experiencia catártica, contagiosa y epidérmica del humor inteligente, que vimos en el pasado o las sombras de aquellos otros camaradas o inquilinos. También un confrontamiento, basado en las bajas pasiones de hombres y mujeres, con sus diferentes perspectivas, a través de distintas épocas que convergen en la actualidad. Sin hacer demasiada sangre, de momento en la primera temporada, cosa por otra parte de agradecer.
Muchos son pensamientos frugales o estereotipos, que rescatan un discrepante ecosistema protegido en el tiempo antiguo, de personalidades masculinizadas, con gustos refinados o no, paradigmas sociales y arquetipos humanos, que pululan mascullando alrededor de los tópicos.
Condicionados por sus cuatro personalidades exclusivas o mágicas, más varias distópicas de nuestros días, sazonando un menú de gourmets un tanto tragicómicos y ectoplásmicos. Algo que recuerda en parte, a esa estructura sofisticada o clasista, después más evolucionada de los libros de Anne Rice en Entrevista con el Vampiro y el underground, pero caricaturizada hasta el hazmerreír más sorprendente y lascivo.

Más la mezcolanza satírica, de la vecindad hemoglobínica y cultural, tan profunda como superficialmente decadente de Sólo los Amantes Sobreviven de Jim Jarmusch. Eso sí, con un gran chorrito acrílico de cachondeo racial, entre brochazos institucionales y generacionales, entre ataúdes señalados por la necesidad y lentes de apropiación de vidas, of course.
Al igual que el terror clásico, surcó océanos de tiempo para encontrarse con su entregada amante, el humor de Taika W. (a sus espléndidos 39 y alguno menos en la mente) y Jemaine C. (co-creador, intérprete y co-director también en esta serie de TV), solamente ha perpetrado un pequeño salto para el hombre... aunque, un gran paso para la diversión atemporal de una generación de jóvenes, afiliada a los amigos, vampiros de nueva hornada.

Aunque, se tenga que pronunciar un simple y conciso: Lol he funny!
Una observación ilusoria, pescada en las redes, entre la nula ubicuidad física y la anárquica interpretación de nuestra realidad, como especie casi inteligente. Una ligera interpretación ilógica, frente a la sentencia de Todd Phillips (director del mismísimo Joker y su risa envenenada), cuando promulgaba sentencia sobre la nueva cultura del llamado, Despertar estadounidense. Un rescoldo grupal que quema alrededor, respecto a la conciencia más radicalizada de medir el racismo o la desigualdad social, en contraposición al sentido del humor o los chistes ofensivos a grupúsculos o los grandes y poderosos medios. Pues decía: "Han matado la diversión, o más bien, la comedia". Algo que Taika, considera una incitación a su imaginación...

Por el contrario, sobre el barrio utópico, de un Nueva York gótico (recordemos el desgobernado Gotham, plagado de acólitos enfermizos), oteamos al joker vampírico y ridículo, aunque juicioso a su manera, como puede dedicarse a las más variadas actividades o experiencias virtuales de los vecinos o seres humanos. Sus lazos interesados, que mutan las miradas sobre el supuesto mal o condenan el crimen más horrendo, en un tribunal irónico que haría sonrojar al mismísimo John William Polidori, durante aquella fantástica reunión.
Con ellos, héroes a su manera ya, nos carcajeamos de sus visitas a bajos fondos de esta burguesía, que acaban en juzgados excepcionales y diatribas violentas, que ensalzan las bajas pasiones. El crimen o los abusos, mutan a costumbre, enviándote a prisiones mentales o confusiones del alma; hasta confeccionar una lista señalada, marcada para la mayor fiesta de representantes vampiros. Muy ´reconocida` entre la alta sociedad o saciedad lúbrica de atracciones sensoriales y rostros afamados... Mientras, se mantiene el gusto interpretado por un impagable Kayvan Novak (Four Lions, Men in Black International), icónico como cabeza de esta singular familia o Nandor endulcorado que va escupiendo su increíble dialéctica tradicional y retóricamente desfasada, con alegría.

Por tanto, se ha continuado esa tradición humorística del terror, con los hematófagos de la tradición europea, desprotegidos ante la cámara y sus retahílas sincrónicas. Gracias al don lisérgico con el humor blanco de sus creadores, y la presión arterial descontrolada, por las emociones o sus inclinaciones pasionales, que serían más acordes con una bacanal malograda por los acontecimientos y la palabrería. Otra entrega biliosa, contra el patetismo ilustrado de las grandes convicciones políticas o saraos mediáticos, con el humor triunfal ante el aburrimiento de lo cotidiano o la hemofilia sintética de una sociedad que va dando tumbos, despedazándose. Alimentándose unos de otros, como alimañas... sin pizca de gracia. Ok, Guillelmo, mañana...

Historia, como si hubiéramos libado un cuerpo contaminado, drogado y pasado de rosca, más parecido a un zombie en la actualidad. Esto no es un documental, es ley de vida... y muerte.
El sensacional retrato de unos seres muy televisivos, que perfuman su imagen clásica con pachulí, con todo tipo de efluvios mareantes y chispeantes, materializándose en pantalla, porque todos sabemos que hacemos en las sombras.
Impacientes, con paso firme hacia nuevas temporadas lanzando bocados... Gracias Mr. Taika y Mr. Jemaine, seguid mordiéndonos, ¡xNosferatu!



De Patrick, de Tim Mielants.


Cinemomio: Thank you

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