Volar o no volar...
he ahí la cuestión.
Se podría decir que los momentos más reflexivos de los seres humanos, se afrontan desde las alturas a través de las ventanas que separan nuestra realidad del exterior. Así, cada individuo lucha con la Insoportable Levedad del Ser o no Ser. Esa es la cuestión, que expresaba el gran William.
Si bien, los caminos o representaciones ficticias son tan variados como los personajes de una obra de teatro, que cambian a cada instante mostrando sus diferentes caras, fingiendo o engañando a cada paso hacia el triunfo o el poder. También se puede ganar jugando a otras cosas, apostando por la verdad o el amor. ¿O no?
El amor se mimetiza a través de la función teatral, que se confunde con el engaño de la vida, de alguna forma revive en Birdman los escenarios que otros directores visitaron en su cine en el pasado. Ejemplos como Robert Altman desmontando El Juego de Hollywood o La Última Función invadida por un cínico sentido del humor, con Woody Harrelson a la cabeza, enloquecida. Por otro lado, sentimos que La Inesperada Virtud tiene mucho que ver con Peter Bogdanovich en The Last Picture Show con el cambio de una época mítica del cine, y otras dónde los protagonistas usan Máscara para ocultarse de la fealdad que les rodea, hasta conseguir que el teatro sea un reflejo de sus vidas y se debate entre una buena obra o ¡Qué Ruina de Función! (Noises Off!).
Pero, sin duda La Ignorancia tiene mucho que agradecerle al gran Ernst Lubitsch su aportación a la comedia salvaje y despiadada, al doble sentido y al amor por el teatro, la literatura universal de Shakespeare y el cine.
En Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia, las ventanas de la libertad se enfrentan con las puertas que separan las distintas realidades, siendo éstas pertenecientes a un teatro de Broadway. Mientras, los actores que deambulan por la obra de textos erráticos como los personajes, algunos de What We Talk About When We Talk About Love de Raymond Carver, además de hacerse la preguntas transcendentales sobre el amor, la vida y el éxito personal, se introducen en su mundo literario del llamado realismo sucio. Quizá, el hiperrealismo que se pronuncia en algún momento del filme dirigido por otro autor nacido en Ciudad de México, Alejandro González Iñarritu. Demostrando de nuevo, el mágico y poco volátil instante del cine mexicano actual como ocurriese en épocas doradas de su pasado cinematográfico.
Las puertas en Birdman no se abren para enseñar los sentimientos ni las dudas solamente, sino que sirven para enlazar la característica principal del cine de Iñarritu (Amores Perros) en la utilización de la cámara y adentrar al público en su espectáculo de imágenes y sensaciones. En esta ocasión, el héroe o actor de Broadway interpretado por un Michael Keaton renacido con su esfuerzo, es un compendio de experiencias vitales y del rodaje con travelling continuo, arriesgado y fascinante, mediante una producción que rinde homenaje a sus determinantes pasados. Uno como figura universal de éxito emergente tras su vida personal (con marcados parecidos) y el otro de estudiante.
Iñárritu estudió dirección de teatro durante 3 años de la mano de un maestro dramaturgo y director de teatro polaco Ludwik Margules y con Judith Weston en Los Ángeles. Demostrando en este nuevo trabajo, el estado personal adecuado de sus carreras, lo que significa o lo hará para cada uno de los participantes en el proyecto, sus fobias y dudas, sus anhelos y sueños, mediante la magia del cine y el teatro. Para demostrar si es amor o trabajo lo que llena nuestras vidas o si su falta es un hoyo de decadencia, que entierra nuestros defectos o miedos con capas de sedimentos, historia o de detritus del pasado.
Cada puerta que se abre o cierra, puede ser una entrada a un espacio luminoso dónde el humor se mezcla con los ácidos del estómago, funcionando como un resplandor que lucha contra las máscaras impuestas por la sociedad. O también, puede ser la salida o fundido en negro, que marca lo oscuro de las decisiones humanas, dónde descubrimos el sentido trágico de nuestras decisiones, cuando algunos personajes tienden al realismo al subirse o sobrevolar las tablas de un escenario. O de la vida.
Esta forma de rodar, tiene un mérito que confiere a Birdman un viaje hacia lo desconocido, a lo novedoso, con una banda sonora atrevida y absorbente, sirviendo de vehículo para el lucimiento de unos actores en completa simbiosis con el director.
Una vez conocidos los premios otorgados por la Academia (atención que algunas personas creen que los Oscars están votados únicamente por los críticos) se observa que los profesionales del cine, directores y actores, sienten una atracción muy edificante por los argumentos que tienen que ver con el mundo del teatro y sus dificultades para llevar a escena una obra cualquiera. Por eso, estoy contento con las categorías que han volado tan alto ayer para esta película y el cine mexicano, no por ninguna motivación especial pues realmente no tengo demasiado interés personal en apoyar ninguna producción en particular. Dicho de otra forma, tampoco me hiere no haber acertado otros años alguno de los premiados.
Si tengo que matizar que Michael Keaton se merecía el Oscar a mejor actor por un papel lleno de matices, con un lenguaje no muy habitual en el cine y aspectos técnicos que hacen de Birdman una colección de sensaciones que transitan desde las luces de Broadway hasta los entresijos de las bambalinas plagadas de polvo y lágrimas. Otra vez será, o no será.
El carácter minimalista de la música jazz, a través de un batería esencial en la historia llamado Antonio Sánchez (Pat Metheny Group) que aporta un ritmo y una impronta que sugiere la ciudad de New York y las multitudes en sus calles, o los encuentros azarosos de los personajes entre sí, o con las disquisiciones del personaje principal entre frustraciones y esperanzas de cambio.
Todos tienen algo que ofrecernos, pues el guion demuestra que Birdman es una película esencialmente de actores y su mundo, de hombres y mujeres con sus miedos, de un director con un conocimiento perfecto de los mecanismos de comunicación... y con un Michael Keaton, intenso y desdoblado en dos personalidades propias de su profesión, con una estatuilla dorada prácticamente asegurada en sus manos. Porque ha demostrado que es un actor con todas las letras, y me alegro.
De igual forma que señala la gran fotografía, de un profesional como Emmanuel Lubezki que ya se hiciera con el premio Oscar por su trabajo en Gravity el año pasado.
El cine mexicano, ha dado un paso hacia un futuro brillante, de nuevo. Enhorabuena por el éxito en la gala de anoche.
Acá, muchos han ahondado en la inesperada virtud de la ignorancia para renacer (o algo parecido) de sus cenizas, director, actores o personajes de ficción; en una lucha interna que intenta separar el personaje del contenido. Dónde las máscaras funcionan como fondo para ocultar los sentimientos, dónde los fantasmas viven en la sombra, en las profundidades de una ciudad y sus barrios, se quedan ocultos con su nueva personalidad (nariz) o miran por una ventana al futuro. Preguntas sobre si dicho amor absoluto existe en realidad sobre el tejado de un edificio que sirve también como escenario.
Ya que la máscara se usa en las más diversas ocasiones, desde una función y su producción inherente que arriesga la estabilidad económica de los que apuestan por el arte. Hasta el mundo de la crítica y los espectadores, deseosos de llamar su atención o de marcar las diferencias con los artistas y sus caprichos, obsesiones y tics, cuando todos formamos parte del proceso de la creación. Pero, hay que ser humildes y reconocer que sólo son opiniones personales aunque escribas para un medio multitudinario o te hagas famoso con unas imágenes furtivas y virales.
Por otra parte reconocer una gran labor de casting, con este reparto compuesto por Emma Stone, Edward Norton, Andrea Riseborough, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Andrea Riseborough y Amy Ryan. Es curioso que la parte cabreada e irresistible de su conciencia, esté protagonizada por un actor semi-oculto, tanto en la transfiguración de su disfraz como en el eco resonante que trae reminiscencias de un personaje exitoso como Batman, en la figura de un actor poco conocido como Benjamin Kanes.
Podría estar escribiendo infinidad de páginas sobre las sensaciones y circunstancias que rodean la película, o de la Insoportable Levedad del Ser sugerida con los iconos que se representan en la pantalla y que forman (de alguna forma) parte de nuestra existencia, pero tengo o tenemos UNA vida propia que se aleja del mundo de la farándula. Y el éxito económico o social, tiene muchos caminos que al final pueden estrellarse contra la acera o comenzar una nueva. Por lo que la existencia entraría en el mundo de la fantasía y la imaginación de cada uno, de la máscara que estuviéramos dispuestos a usar o fingir, a desear o compartir.
Como está de moda ofrecer los premios y triunfos profesionales a los miembros recordados de nuestra familia, este comentario va dedicado a todos aquellos que luchan por la felicidad de sus seres queridos, y no se arrastran por los derroteros del ridículo y superficial éxito personal.
Si Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia, cree que el éxito personal se basa en el amor, veremos si se convierte en realidad el próximo día 22 de Febrero de 2015 en el Teatro Dolby de Los Ángeles, y los miembros de la Academia le otorgan las mieles del éxito. Esta vez, muy merecidas a mi juicio.
Si no, volveremos a las caretas que olfatean con dificultad la magia y la convierten en desfigurada ignorancia.
***** Excelente ****
Birdman SOUNDTRACK - Flying Theme
Birdman soundtrack - Antonio Sánchez