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jueves, 6 de enero de 2022

Animal Kingdom. Season I y II

 


La sangre, de los jóvenes sobradamente preparados.

¿Preparados... para qué? Para el crimen.

Sangre joven, fluido elemental para la vida, y sus diferentes versiones. Pongamos, los deportes de riesgo, el rock y demás transferencias salvajes. Como poder ser atacado cabalgando sobre el oleaje por un gran tiburón blanco...

Blanco asesino silencioso, como la blanca inodora que se mete en tu sangre y alborota el cerebro, luego pasa lo que pasa... seres humanos convertidos en fucking animals!


El líquido vital transportaría, en condiciones normales, partículas de oxígeno a cada rincón del organismo... paralelamente a los elementos de una Familia perpetuando la estirpe, para que su árbol genealógico no quede yermo. 

Salvo la de algunas tablas perdidas, que parecieran condenadas oteando un punto lejano del horizonte, desde el borde de una piscina... que se puede convertir, en abismo.


Todos (aquí ellas van incluídas), tanto presas como depredadores, conviven en un mundo enfermo, degenerado con generaciones y géneros. Regado hemoglobínicamente, por desechos producidos por los seres humanos y restos de otros animales. 

Esto es vuestro, su Animal Kingdom.

La Historia derramada.

Recordando noticias o sucesos en la época de los 80, cuando se vaciaban cargadores callejeros, los hechos reales nos trajeron un guión con reminiscencias a la familia conocida como el clan de los Pettingill. Atracos, sus devaneos con el narcotráfico y ajustes de cuentas pendientes, sobre aquel final del siglo XX que empieza a alejarse ya, con la memoria en el inicio del actual XXI y las familias mafiosas de Melbourne en Australia.

Te recuerdo otra parte de la historia aussie. 

Así debió sentirse el creador de la historia o guionista de Sidney (Nueva Gales del Sur), sorprendido, cuando David Michôd nos asomó a esos graves vaivenes con la Famila Cody, en aquel filme del año 2010 y estos protagonistas casi inmortales ya, entre los malos fotogénicos. 

La madre-abuela Janine o Smurf, no por su sangre azul circundante, alrededor de sus tres hijos, a medio camino entre aquella suciedad del Melbourne cinematográfico y esta nueva era del surf californiano.


Ojitos derechos, o algo más, el gran ojo inyectado de Pope y los inseparables Craig y Darren, más inyectados aún en vena o cerebelo, y en ambición rubia más que guitarrera; el nieto recuperado J que no sabía de fútbol, pero sí de arterias envenenadas, o Joshua para los fieles al crimen de Los Peaky Blinders; y por último, de la fila que es el primero en la mente de ella, hasta que la muerte los separe, como jefe ensangrentado en la sombra, también conocido como Baz.

Este es el quintento de savia nueva, la generación de la misma familia en la televisión y el crimen callejero arrendado en la costa de Animal Kingdom, y sus ´juegos peligrosos`.


Periódicos marchitados, entre pinchazos letales y frustración desenfundada, que cambió de posición en el mapa, para mostrarnos que la familia unida, jamás será vencida... o sí.

Su mutación es esencial y vital, pero no su mirada hacia la ilegalidad y acciones en el borde de la línea, la muerte, que alimenta algunas alteraciones en la sangre ajena, cuando la vitalidad de la incombustible Ellen Barkin, se desboca. Sustituyendo, o creando su personal personaje, a la recordada Jacki Weaver de la película original. 

Seis años pasaron hasta versionarse la primera temporada sobre las olas de espuma explosiva de TNT para AMC tv, en una sociedad californiana sin deformación laboral, de aquel comportamiento y parte de su filosofía depravada.

Si bien no tan sucia y ensangrentada, persigue la estela de aquella, porque la rigurosa misión es vaciar los bolsillos extraños... simplemente. 

Bueno... y alterar sus conciencias viciosas. La que tuvo, retuvo.


Aquí el creador omnipresente, lo tiene claro, derramando puntos de sutura y rayas, desde que hiciera sus pinitos productivos y policiales con aquella Southland, o sus Yellowjackets rescatando a otra estrella de la época como Juliette Lewis... algo en común. Montándose dramáticamente sobre 5 episodios de esta Animal Kingdom... que por el... ese, nos la hincó... en el plano sexual, claro.

Así mismo, en tantas temporadas, que seguiré comentando, si llega una bombona de oxígeno en esta pandemia de sofá y manta.

Esta AK, posee elementos atractivos que determinan una personalidad propia, estratégica e inoxidable, no como la sangre, sino como un botín de dinero de plástico en alta mar.

Sexo...

Of course, this is... la Califuckingfornia.

Con todas variantes salvajes y efigies casi faraónicas, tal que dioses y diosas del Olimpo rubicundo en la costa Oeste de los USA. Abierta en litoral, sobre sus vertientes pecaminosas o arterias abiertas, de par en par. O más ventanas, ¿quién sabe la fiesta? El polvo, el fuego, la ceniza, la saliva... la sangre.

Mientras, la policía siempre atenta a posibles alteraciones de la conducta, no bacanal, claro, ya que en aquellos momentos de la Australia más profunda, estaba encabezada por el magnético Guy Pearce, con sus cameleónicos descensos al infierno del recuerdo. Que no olvido, como sabe Mr. Nolan... relax, un Memento mágico de su historia fílmica. Que no, de la pérdida... memoria...

Porque las relaciones convulsas, has dicho felaciones... también... en esta sociedad limitada y profusa, a varios encuentros por episodio, son símbolos de uniformidad y condimentación de las diferentes variaciones, alteraciones psicosomáticas, posiciones... adoptadas por la visión norteamericana de sus directores o directoras, por capítulo.

Muchos de los contactos son volcánicos, posicionales, efervescentes como un mero estertor que aguarda al final, y otros son más permanentes, como los jadeos asfixiantes de una pandemia, antes los posibles efectos o consecuencias de un ¨palo¨, no tan romántico, sino económico de carácter improcedente. Así es su vida, sus culos y sus senos turgentes, empapados en las cálidas aguas... y otros fluidos.

Algunos adictivos, profundamente inconformistas como la imagen de los protagonistas y sus saltos al vacío, con red matriarcal, hasta el momento. Y otros, bastante psicopáticos, rallando lo enfermizo. Pero siempre, monumentales tal que una efigie divina de incólume cabellera platino. Salvo las invitadas a la fiesta, con testimonio hispano azabache.

No entroncan por otro lado, al estilo de las vomitivas obsesiones de esos psico-killers que visitan los agentes de la aparcada Mindhunter en las manos insustituibles de Mr. Fincher (ahora en reposo carcelario, hasta que el jefe desee), pero siguen ciertas pautas y miradas extremas en femenino, o en el silencio. No tan reclusivo, sin infamia económica y traición.

Cierto acercamientos al desenfreno, los más, son festivos. Más vocacionales, que fruto de la deformación con la personalidad o el conflicto sexual, representados en cascada variable, sobre esta extravagante unidad familiar. Pero, con un deseo común. Comúnmente, desenfocado, observando a la madre y sus sombras filiales.

Sexo diversificado, de chalé playero, sobre diversas ramas genealógicas, que se deforman y retuercen, en torno a ese tronco materno, arraigado, controlado... R. Estas bifurcaciones dependen de la representación y la morfología de sus frustraciones, más o menos, que también desencadenarán futuras debilidades. Apareciendo como frecuentes restos químicos en su sangre... debido a la perversión o las atracciones fatales. Tan significativo como el nihilismo entre piernas de cada personaje... de las condiciones mentales, manifiestas en juventud alterada y sus pretensiones criminales... chocando con otras familias, de aquí a México... Y en lugar prostero, que no olvidado, de la convulsión de una mentalidad secuestrada en el pasado sanguinario. Ya lo dije, más o menos, pitufante ¿no?

Esta cabeza de la familia es particular, que cuando llueve, se moja, pero bien. El patio de su recreo, es un frontal abierto a ese pasado y el porvenir familiar, aunque las demás mujeres se manifiestan por entregas de complicidad, condicionadas según sus medidas y edades. 

Cada clase en la serie, ricos herederos o asociales, poseen su estrategia determinada, para quedarse con todo, ya que la inteligencia y la paciencia, medirán las posibilidades futuras y las aptitudes para el sexo. 

Otras se decantarán por las armas, destinadas para hombre en mano de fémina, que apuntan y disparan en condiciones extremas de necesidad.


Por tanto, los encontronazos emocionales, balísticos y sexuales, dependen de los arrestos y los miedos, especialmente masculinos en protagonismo, frente a la visión determinista del actual feminismo y la igualdad maleante, incluso en batallas más sangrientas... Incluso por encima de la vitalidad sangrante, de los hombres, que mantienen la familia y la serie.

En definitiva, ellos y ellas, conforman las raíces incrustadas en la tierra del sol, de hermano a hermano, como Caín y Abel, palabra de la Biblia y demás traiciones.

Drogas...

La narrativa es atractiva, te atrapa en un efluvio contagioso, salino. Esotérico y libidinoso, viciado e interesado, ante tanto exhibicionismo corporal. La sangre se nutre de diversas intoxicaciones, al margen del traspaso de otros fluidos más naturales que el alcohol. 

Su ritmo nunca decae, porque la adicción no tiene freno, sí, fronteras a uno u otro lado, pues de eso viven las alimañas, del dinero salpicado del glóbulo rojo ajeno, y la sal y los chupitos. Multitud de trucos en la manga, marina, dependiendo de quién esté al mando del timón,  mezclando los turbios negocios, los tóxicos y los derrames.


Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? 

Pasando de Sullivan Stapleton a Ben Robson y de Luke Ford a Jake Weary en el presente, del salvajismo de Ben Mendelsohn a este animal fotogénico que petrifica en el aire, Shawn Hatosy y su mirada circunspecta, contundente como su carrera que está licenciada. El lado onírico de un enorme Joel Edgerton, cursando otros menesteres ya, cambiante en la mente práctica de Scott Speedman (con pasado alfa en Underworld), vaya par de gemelos en conexión ciclotímica. Calmos entre el hampa, australiano-californiana. 

Por fricción criminal, vemos saltando de las casillas con irlandeses de alas de sombrero afiladas y livianas, no en el peso interpretativo, de un joven actor de Melbourne llamado James Frecheville, al hábil y conspicuo británico, Finn Cole, más sincrético. Con sus comportamientos al margen, vemos como se transforman continuamente los giros, comportándose como animales o no, según las condiciones de los trabajos. Unas veces heridos, frente a otras heridas, hambrientos, devorados, impacientes, descuidados, enganchados, abiertos en canal... igualmente, libres o salvajes. 


Sin duda, esta es, tu fauna... en perspectiva. Convergiendo costas en el mismo reino... Esta vez sin caballo que descabezaran otras familias... pongamos que hablo de Ricardo III y su guerra interna. God save the Queen! Nunca mejor dicho, ¡palabra de Ellen!

Estas dos primeras temporadas, mejor la I que la II ¡dónde va a parar!, se mantienen provocadoras en márgenes de trabajos planificados y sus intentos por limpiar el espíritu manchado por la bajeza espiritual e insana. Porque son humanos, hermanos de sangre en la batalla que se aprecia, con todos sus defectos y comportamientos disfuncionales, que tienden a la balanza, más que narrativa... sí esa, con que se miden viajes a ninguna parte, o.. a todas. Según se vuele.

Cuando la educación degenera en esta especie de zoológico antropológico, con posesiones desenfrenadas en la frontera, que incitan a la racialidad o la violencia, de puertas para adentro y sesos para afuera... condicionan la profusión de estructuras genéticas sin nombre conocido. 

Excepto si se recuerdan pasos, enervan camas y suspiran las mentes quebradizas.

Cuando la adolescencia es la fuente de la vacuidad absoluta, cabalgaduras salvajes sobre olas del tiburón blanco, sucede lo imprevisible. Incluyendo niñas que parecen sacadas de otra historia, de caperucitas descapuchadas, fuera de onda.

Sus combinaciones sociópatas son múltiples en brazos de compuestos lisérgicos y otros venenos, que tienen que ver con el dinero y los vicios salinos. Aunque, la salida sea un bar, con desvíos personales a otras posesiones, a otro mundo semioculto, a otra vida... Tal vez, vía muerta.

Entonces que obtenemos... un mar incierto de frustración, un charco que salpica a todos, un mar de lágrimas contenidas, como engrilletadas. Voces significativas en la sombra, identidades en lucha, cadáveres descompuestos, devorados en la profundidad, entre peces chicos, grandes, o madres casi sin Nemo´s. Demasiados en el festín.

Esto es Animal Kingdom, en segunda entrega sobre la arena californiana, un reguero, una parte de un cuerpo, un tiburón blanco... sangre marginal en tablas de madera y tubos de inspiración.

Mas, sin quedar amarrados al muelle debilitado, o la mesa del FBI, ya manifestada en comparación, junto a directores como Doug John, Joshua Donen, Courtney Miles, Carl Franklin y el gran Andrew Dominik... aquí más negociada. En fin, la nueva jungla televisiva del crimen, entre barrotes y polvos, magnéticos.

... y Rock&Roll.

Aquí cada intérprete toca su cuerda, o palo que es más sonoro, si golpeas con él. Y normalmente es el Rock, de tintes... californianamente progresivos, alternativos, también en el pelo... pura vibración de melenas. Que no good vibrations, pues es otro cantar.

Observamos referencias a aquellos tiempos del grunge más visceral, a Amos de Dogtown o la peli de Mis Begelow con Keanu Reeves y el inolvidable Patrick Swayze, que parecen sacados de este Oceanside o más que surferos armados del Sur. 

A singulares chicas con olor a serie, atractivas como raciales, aquí disfrutamos a Carolina Guerra, Daniella Alonso, la ansiolítica Molly Gordon y la desbocada Christina Ochoa, similares ladronas llenas de máscaras u opiáceos en piscina, que vimos en otros veranos no tan lejanos. A los Alpha Dog con una nueva generación mafiosa, incluido el mismo Hatosy que ya incurriera en viejas correrías, o playas con diversas circunstancias por costas familiares, ya sabes.

También a respirar de ese, cierto sadismo juvenil, con origen mayestático en el último cine rodado sobre las antípodas. 


En su estirpe eléctrica, ecléptica, encontramos ecos bajistas de míticos, que sonaron en versión australiana con aquellos grandes Air Supply, a resistencias con los incombustibles Roling´s, que les traspasan sonidos a más contemporáneos, si bien no lo son tanto ya... como Red Hot, The Prodigy, Queens of the Sotne Age, Black Rebel Motorcycle Club, Nine Inch Nails. 

Y a cierta distancia de otros más mortales en experiencias vitales, como Eagles of Death Metal, Black Keys, The Association, Spoon, Database, Phantogram o Bush, según gustos. 

Y muchos más que caben en tantas horas de emisión, más otros que iremos esperando en fascículos anuales, cabalgando sonoros de serie... puede que hasta seis. Welcome to the Jungle!

Corcheas, sudores, tablas de surf y muchas caras... digo, máscaras.

La Conexión... sanguínea.

Son dos temporadas primeras conectadas. La primera me parece monumental en las formas y el seguimiento de aquella primera película de 2010, mientras que la segunda se acerca más a un producto comercial de ámbito televisivo, aunque mantiene ciertas expectativas narrativas.

Una es redonda y aspirada ambiental y narrativamente, la otra es un golpe de efecto, marcado por las tiranteces de The Cody´s Family.


Vamos a recordar simbólicamente que otras películas compitieron con aquella estupenda Animal Kingdom, con ciertas desviaciones psicológicas como Cisne Negro, The Writer & The Fighter, Inception, 127 Horas, Shutter Island, Buried, Valor de Ley o El Discurso del Rey. También estructuras con resorte de aspecto fantástico hacia un público juvenil, desde las evidentes animaciones de El Iluisionista, Toy Story III y su miedito clásico, la magia de Arriety, Enredados, Kick Ass o Scott Pilgrim, a mundos perdidos en la conciencia musical como Chicho y Rita, o socialmente apocalípticas mezcladas con cierto romanticismo marginal, en The Book of Eli, Insidious, Incendies, I Saw the Devil, 13 Asesinos, The Town, También la Lluvia, Blue Valantine, Winter´s Bone, Balada Triste de Trompeta, Nunca Me Abandones, El Hombre sin Pasado, The Yellow Sea, El Mundo según Barney con Scott Speedman, y por supuesto, Canino.

La siguiente historia conectada tiene que ver con los ojos tras la cámara, de los mencionados Jonathan Lisco o John Wells en esta serie, a recordar el corazón de las tinieblas, con la estirpe dorada de Australia. Como no, mis preferidos son el gran Peter Weir con su turbio Picnic en 1975, y el show que adelantó la realidad.  Georges Miller en vorágine de escasez gasística y acuífera por 1979, como un ejemplo incombustible hasta 2023 y más allá, que diría Fury y Max. 

Los más ochenteros Phillip Noyce en calma total, Russel Mulcahy y sus colmillos terroríficos, los aciertos de Roger Donaldson, los paseos románticos en coche de Bruce Beresford, los dingos de Fred Schepisi, la musicalidad de Jane Champion, la locura maravillosa de Scott Hicks o el abismo negro de Alex Proyas. Sin olvidar a los actuales y laberínticos, Wachowski´s pills, el ´cruel` Craig Gillespie, el horror místico de James Wan, el mundo de pesadilla de Jennifer Kent, y el trío fantástico, Peter Jackson, Andrew Dominik y Taika Waikiki.


Ahora, por fin, os voy a comentar algunas frases que reproduce una entrevista con el genio del sur, Peter Weir... porque sí:

"El cine se ha infantilizado, hay una obsesión actual por prolongar la infancia y convertir el cine en un parque de atracciones para adolescentes", "el miedo te hace estúpido y es contrario, a la creación. Para crear puede ser malo, talentoso o estar loco, pero no puede tener miedo".

"La creación es un estado de inconsciencia, y cuando estás consciente, es propaganda".

"La cámara es como un arma cargada... con el que apuntas a un objetivo y puedes dar a la víctima. No dispares hasta que no estés convencido de lo que quieres contar". ¡Premonitorio Weir, sin desearlo!

Nada más, nunca seré creador creo, porque estoy temblando... aunque sea por el frío.

Las venas de este Animal Kingdom, son salvajes y adictivas, y espero que me sigan sorprendiendo más en próximos episodios, aunque sea helados sin sangre. Es decir, sin esencia o criando malvas.

Estamos en época de anuncios comerciales, aunque no tengas pasta o no huelas bien, y por eso te digo... Feliz Animal, que tengas buena entrada... y la sangre!


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