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domingo, 29 de marzo de 2015

The Hobbit.




















J.R.R. Tolkien y la explotación.

Si te preguntas porqué la obra de J.R.R. Tolkien tiene tantos devotos en todo el mundo y los personajes son reconocidos universalmente, además de la magnífica imaginación y la capacidad lingüística del autor de El Señor de los Anillos y El Hobbit, habría que observar que nos interesan sus aventuras porque todos podríamos ser los protagonistas de las mismas.
Todos somos diferentes, pero las pasiones y los miedos son referentes extendidos de los comportamientos humanos y nos identifican como a los exploradores de su universo, nos vemos representados en sus acciones y decisiones.
Cada uno de nosotros, podemos ser un hobbit o un hombre, en ocasiones un elfo o un enano. Por supuesto, algunos tienen en algún lugar oscuro de su psique, el pensamiento de un orco o el aliento incendiario del dragón.

Los señores oscuros han cambiado, algunos se mantienen en el recuerdo o materializados en diferentes formas y otros se complementan con la voz de sus dueños artísticos tras la producción visual y digital emergiendo como poderosos enemigos.
En primer lugar, la pieza clave en esta jugada a múltiples bandas (pero con dos bandos bien definidos en El Señor de los Anillos) es el rey negro o Sauron, en la voz de un actor neozelandés llamado Sala Baker y que retorna al pasado como Nicromante en otra voz mucho más cotizada de Benedict Cumberbatch y compartida con el dragón Smaug. Es una cuestión de efectos sonoros.
Mientras Christopher Lee y Andy Serkis se identifican con sus antecesores sumando algún año más a sus huesos, el primero y representante de los ´Drácula` de toda la vida tuvo que administrar los viajes a las antípodas debido a su comprometida edad.

Aquí en el Hobbit, otro representante de baja estatura ha tomado la representación de la codicia en dos estados distintos, el héroe y el sombrío desorden de su interior. Se trata del actor inglés (como muchos de los participantes de las islas británicas que pertenecen ahora la mundo de Tolkien, identificados en papeles destacados Martin Freeman, Ian McKellen, Ken Stott, Graham McTavish, James Nesbitt, Jeffrey Thomas, Orlando Bloom, Ian Holm y otro grupo de actores australianos-norteamericanos como el resto de enanos o la elfa interpretada por la canadiense Evangeline Lilly), Richard Armitage es las dos caras del Rey en la Montaña Thorin Escudo de Roble, que participase en numerosas series de televisión y diera el salto a la gran pantalla en un pequeño papel de Star Wars: La Amenaza Fantasma, Frozen y haciéndose conocido del gran público en El Capitán América.

Y por último, interpretaciones animadas que poseen músculos incluso en sus voces guturales, identificados en los grandes orcos de esta nueva trilogía a través de la colosal figura de Manu Bennett como el Jefe Azog de Moria y Conan Stevens como su hermano Bolg.
Sin embargo, sus apariciones son esporádicas y debemos primero acostumbrarnos a esta nueva y numerosa compañía de enanos en busca de la Montaña Solitaria o Erebor antes de la caída en manos del Balrog, y los elfos comandados el rey Thranduil interpretado por Lee Pace, junto a su hijo Legolas por la memoria de su madre la elfa silvana del Bosque Negro. Ya están casi todos reunidos... sólo faltan los Grandes Elfos que construirían Rivendel a los pies de las Montañas Nubladas, dirigidas por Hugo Weaving como Elrond y Cate Blanchett como Galadriel, que posteriormente fundaría los jardines de Lórien, más allá de las Puertas de Moria.

El Hobbit ha llegado y no nos hemos enterado.

me pregunto: ¿quién es Peter Jackson?.

En mi pasado juvenil, le consideraba era un interesante cineasta, reconvertido en poderoso productor gracias a un esfuerzo titánico en la realización de varios films de culto y aquella trilogía inicial basada en J.R.R. Tolkien.
En cambio, pasado el inexorable tiempo en el tablero digital, la mirada postrera me devuelve un director venido a menos.
Atraído por el poder de la meca cinematográfica y por unos valores en el celuloide que se alejan, sobre manera, de la idea que poseía con sus trabajos anteriores (ahora fastidiada su filmografía con un King Kong demasiado animalizado).
Quizás, sea la tan cacareada idea del viejo Tolkien, y aquella atracción por el vil metal de sus escritos, y por ende la consecución de una estimada cuenta bancaria que le separan de mis cánones cinéfilos.
El tiempo es maléfico en ocasiones como Smaug adormecido durante años y su desolación ansiosa por las riquezas materiales y el establecimiento vecino de los hombres. Malvado como la mayoría de los personajes de esta nueva trilogía, que en su fuero interno todos tienen alguna debilidad que esconder o de la que avergonzarse.

Dados sus dos últimos trabajos tras la cámara, mis sospechas se han confirmado. A más dinero, menos interés por el cine de siempre, entregado en este caso, a la nueva era digital.
De Nueva Zelanda y aquellos lustrosos a la par que casposos filmes ochenteros, muy del culto de muchos de nosotros (con cierta benevolencia), pasamos al Hollywood fagocitario de las enormes producciones digitales actuales. Me quedo con aquellos ancestros. El alargamiento sin tacto ni sentido funcional, no produce la misma satisfacción.

Esas producciones alargadas hasta el punto de ruptura, estiradas como chicles de sabor desgastado. Extirpadas de todo condimento y sazonadas en demasía. Hollywood está creando monstruos fagocitados por sí mismos, como dragones alados e idolatrados en exceso.
Si J.R.R. Tolkien estuviese vivo, no sé exactamente que pensaría. Pero, viendo su obra y los valores que en ella se divulgan, me temo que no cedería los derechos. La sobre explotación de los bienes cerebrales, no estaría en su ánimo, aunque perteneciese a otra época. Eso me gustaría pensar.
Quizás, vería con agrado las diferentes versiones cinematográficas... En el caso del Hobbit, creo que no. Un libro no es un profiláctico irrompible, tiene fallos y se rompe por la parte más frágil. El Hobbit es una forma de alargar el sufrimiento.

Esta semana, asistimos al pase de prensa, en una sala abarrotada como es menester de producciones de este estilo. Gafas de tridimensionalidad en mano... ¡Horror!.
Qué no quiero gafas, leñe.
En primera instancia, cuando se apagan las luces y comienza a emitir la blanquecina luz del proyector, y los primeros compases de El Hobbit empiezan a sonar, me pongo los plásticos de ver profundo. Mas, ¿y la luminosidad?... ha desaparecido, maldición.
Pienso que la pérdida de visibilidad es de, al menos, un cuarenta por ciento.

Tras contemplar como los tiempos de oscurantismo han regresado a La Comarca, nos presentan a los 11 enanos y al principal protagonista de la película, el rejuvenecido Bilbo Bolsón. Quizás, lo más prometedor de las trilogía elevada a la enésima potencia monetaria.
Pero, yo sigo en mis trece. A estas alturas ni Sauron, ni el Nigromante que lo fundara, me va a hacer creer que los viejos tiempos obscuros se deben al Mal de unos orcos como montañas de músculos diseñados, ni siquiera al vomita-fuegos de Smaug. Señores, son unas malditas gafas de plástico.

Más sufrimientos... creo que las próximas entregas las haré sin ellas.
Luego, voy a ahondar un poco más en la técnica en la que me he embarcado con este terrible, archiconocido y malvado 3D. Esta técnica no es lo mío. Para que necesito ver paisajes profusos y profundos, si no se ve lo que está en primer orden.
Mis ojos pasan de lo profundo del bosque verde, al Rivendel élfico, de persecuciones entre personajes que se lo pasan como enanos aunque yo me vuelvo a marear. Ahora volando, rebotando, cayendo, gritando, la música épica por doquier. Me mareo, va a ser que esto de las gafas no me viene demasiado bien.

Volviendo a lo interesante del argumento.
Con estas lentes, veo a Frodo mucho más joven, aunque empiezo a vislumbrar una antigua expresión extraña, como perdida. Pero, si todavía no ha sido atacado por el poder del anillo, ni nada. ¡Ay, una antigua desolación mía!
Al menos, está Bilbo a su lado, que le da empaque a la nueva misión, ancestral enfrentamiento de las hordas del Mal y el Bien. El actor Martin Freeman va lanzado por el momento. Esperamos de él momentos de gloria porque parece un acierto como protagonista. La gran altura de su calidad interpretativa, corre paralela al personaje que representa y la actuación con su depurada entonación.
Martin Freeman es lo que salva en gran medida El Hobbit: un viaje inesperado.

En una adaptación literaria de calidad, los personajes míticos han de estar consecuentemente interpretados. Y en El Hobbit, siguen estando todos los grandes, lo cual es otro punto a su favor. Pero, lo realmente importante son sus acciones y, sobre todo, lo que dicen y conversan entre sí. Los diálogos, por tanto, no me parecen brillantes en muchos momentos del film. Es como si estuvieran alargados, en la misma medida que lo hace el metraje.
El camino ha comenzado, es un viaje largo y fatigoso. Por veredas, montañas e impresionantes paisajes y parajes. Esto no desmerece en absoluto El Hobbit, con la anterior trilogía cinematográfica. Otro pequeño acierto.

Así, tenemos de nuevo a los intérpretes más longevos. Junto a Gandalf, Bilbo y los "eleven" barbudos nuevos amigos, menos uno ya conocido. Los elfos rejuvenecidos de Rivendel, el mismo Gollum digital, los orcos-trasgos-trolls-wargos de negra sangre que no brota (creo que por cuestiones de calificación por edades), y otros muchos más que se irán incorporando en próximas intervenciones.
En fin, todas las criaturas pertenecientes a la Tierra Media.

Un largometraje tan estirado (más de 2 horas y 45 minutos) nos propone una prueba de resistencia en la butaca. Además, cuando comprobamos que lo proyectado en pantalla es más de lo mismo. Incluso, tirando a peor.
El nuevo film de Jackson no aporta nada novedoso. Repetitivo y cansado para la vista. Con diálogos de relleno y un cierto tufillo a eliminar cualquier componente sanguinolento o excesivamente violento. En fin, un desgaste y desacierto.

Por último, tenemos la mosca cojonera todo el rato delante de nuestros ojos.
Un trozo de plástico proveniente del petróleo sobre la nariz.
Una espada de Damocles sobre mi cabeza.
Una molesto artefacto infernal.
Un mareo tridimensional.
Un odio y repudio.
El 3D.

** Pasable ***

El Hobbit: La Desolación de Smaug y La Batalla de los Cinco Ejércitos.

Aquel tablero de los juegos y de la fantasía, ha cambiado en esta trilogía.
Ya no se espera algo novedoso, sino una ampliación de algunos males que caracterizaban El Señor de los Anillos, pero multiplicado por tres innecesarias y redundantes películas. Aquella epopeya visual de hace diez años, ahora tiene menos sentimientos encontrados con su público y los comportamientos valerosos de los protagonistas transformados en meras comparsas de la acción.

Desde La Desolación de Smaug hasta La Batalla de los Cinco Ejércitos ha pasado solamente un año real de nuestras vidas, aunque verdaderamente en las películas ha sucedido un abismo insondable con el pasado. Pues las técnicas de fabricación de criaturas y movimientos cíclicos en la pantalla animada son la piedra angular y mareante del asunto, con todo lujo de detalles, eso sí.
Los valores humanos han quedado un poco apartados por la factura y los personajes (es verdad que no son tan relevantes como en El Señor de los Anillos en un libro mucho más reducido) deambulan entre soflamas y aventuras más infantilizadas.

El amor y el odio han quedado marginados a los gritos guturales, la amistad se resquebraja entre efectismo y sentimentalismo hueco, la felicidad y el dolor se han transformado en rostros pálidos y trucos de cámara, el temor y la valentía se enfrentan en un combate irrelevante y poco creíble, el pasado ha traído el futuro más devaluado (según mi gusto personal).


Demasiado poco tiempo para una unificación, y mucho menos para otorgar a esta película dividida en tres una atmósfera y una producción significativamente distinta a la anterior trilogía. Poco atrevimiento por parte de Peter Jackson y su equipo para enfocar y dar luminosidad con otras técnicas a los personajes que se enfrentan a nuevas (más bien antiguas) aventuras.
Seguramente con la necesidad de crear algo relevante como en El Señor de los Anillos, se ha dado demasiada importancia al hecho técnico y los efectos en la post-producción, y se ha abandonado a los personajes un poco a su suerte. Con cariño, eso si que se nota, pero vacíos respecto a sentimientos y concreción de sus personalidades individuales.

Si en la primera trilogía rodada, se ofrecía una imagen del mundo en la Tierra Media que, a base de ser imaginado, la mayoría de espectadores coincidiría en calificar de una buena adaptación de aquel poderoso viaje iniciado en la mente de J.R.R. Tolkien, con los rostros reconocibles de los personajes idealizados de nuestra infancia; ahora, El Hobbit ha roto el tablero de un manotazo y ha sido sustituido por un videojuego. ¡Ay!

A grandes rasgos, el trabajo realizado por un equipo de técnicos al mando del director neozelandés ha ido redondeando una historia que empezó bastante desconcertante, y ha terminado en la última entrega siendo más consecuente con las historias narradas, el concepto de Tolkien sobre la amistad y el amor imposible en tiempos de guerra, y mantiene los rostros petrificados en sus protagonistas. Entonando, pero plastificados.
Adecuados, más o menos, porque en cualquier película tan coral (y en este caso tres interminables) se puede sacar punta "como flecha de elfo" a alguno de ellos, y asestar con el filo de la queja cualquier extensión excesiva del filme, del modo que un enano blande su pesada y fatídica hacha. No me entretendré en identificar aquellos actores que ofrecen esa frialdad en sus trabajos.

Sin embargo, después de observar la primera entrega con los ojos inflamados y enrojecidos como si oteara el horizonte desde el Monte del Destino, prefiero recordar el esfuerzo incólume que recrearon en El Señor de los Anillos, sus múltiples escenarios e interpretaciones más estructuradas, tanto visualmente en la acción como en los diálogos. Ahí, estaban las tramas subyacentes en el texto de Tolkien, eran reconocibles y su anillo triunfal ha quedado (y quedará) a buen recaudo entre los adeptos a la Literatura Fantástica. Caballeros enfrentándose con sus espadas asidas contra los monstruos de su bestiario, los partidarios reconocibles de la maldad frente a pueblos separados por sus intereses particulares que confluyen en la misma fuerza. Y luchando por la vida de sus seres queridos y adoradas damas.
Los enanos se dejan llevar más por la irracionalidad y carecen de ellas a su pesar.

Con la última gran batalla (que no parece tanto por reiterativa y confusa) se ha cerrado una segunda adaptación por parte de Peter Jackson con más pena que gloria, sin innovación ni una mirada diferente del mundo de Tolkien. El Hobbit se mantiene entre personajes bastante planos, sin duda las circunstancias han cambiado y su representación no es tan elevada como en LOTR, pero una parte del público se ha dado cuenta de los trucos que bajan su calidad, y aumentan su impaciencia.
Ya que el texto, se ha extendido hacia otros márgenes que no se sostienen sin las palabras del creador Tolkien, y la duración extendida se ha convertido en versión requete-extendidda de la novela original para sacar un mayor rendimiento económico, y eso se ha notado y mucho.

Se demuestra con El Hobbit y la avaricia para abarcar nuevas secuencias, que los planos son excesivamente rebuscados, prefabricados para causar efectos y diferentes puntos de vista, en muchos casos vistas aéreas con tomas circulares abriendo el objetivo y cayendo en picado. Denotan una irrealidad no necesaria en un mundo fantástico, pero natural. No aconsejable para una película de aventuras.
Ese intento de renovación mediante picados, contra-picados, visiones periféricas y flotantes con cámaras de última generación (puede que incluso posicionamientos digitalmente planificados) se han masificado de tal forma que resultan en muchos instantes, indefiniblemente cargantes.
Además, algunos cortes para ofrecer los puntos de vista de otros personajes intercalados en la acción con sus conversaciones pírricas o estructuralmente desorientadas, otorgan a la longitud del metraje esa pesadez y personajes poco relevantes individualmente, sobrepasados por la acción de sus luchas cuerpo a cuerpo finales. Por su parte, más semejantes a una pelea del videojuego Tekken que una batalla ideada por Tolkien.

En esta priman los escenarios repetitivos y grandilocuentes, las conversaciones poco concretas y desviadas del espíritu aventurero, el diseño informático y los movimientos algo torpes de grandes figuras animadas, y la gran novedad de utilizar momentos ralentizados (que me repelen), tan falsos como una montaña de monedas multiplicadas al igual que los orcos en una batalla desconcertante. Sobre todo, viendo las grandes batallas confusas y con una percepción personal de intentar quitárselas de encima, lo antes posible.
Incluso en el caso de la interpretación y la flema británica de Mr. Martin Freeman o Ian Mckellen se empieza a notar una especie de cansancio de tanto viaje, y tanto defenderse de la avaricia humana, enana o elfa, y la natural negrura orquiana.

Un ejemplo de la devaluación de la nueva franquicia es una banda sonora que no arriesga porque no posee un ápice de novedad, y se multiplica en la épica mastodóntica y rimbombante. Pienso que se podría haber dado oportunidad a otros sonidos más naturales, con innovación e introducción de otros instrumentos aparte de la gran orquesta que otorgaran un carácter menos visto, o mejor dicho, escuchado.

Por tanto, en esta adaptación de El Hobbit se pierde a mi parecer, bastante del espíritu de Tolkien. Aquella composición entre la aventura y efectos especiales, pero predominando los protagonistas frente a los planos rebuscados; y la gran batalla entre la luz contra las sombras que parece quedar relegada a un espectáculo visual sin emoción. Ha triunfado el estilo y el marketing de los videojuegos, las arengas y soflamas o las interjecciones épicas algo irrelevantes en el contenido.
Aguanta en la base de la historia, la marca de ese sentido de la amistad propio del escritor nacido en Bloemfontein (Sudáfrica) hacia personajes tan diferentes entre sí, y un amor imposible dentro de los límites permitidos para todos los públicos.

Como reflexión postrera, pienso que el cine de aventuras en el Hollywood actual tiene un problema o enfoque, pues intenta parecer demasiado a los medios jugables de consolas y ordenadores, cuando debería distanciarse como una plataforma de diversión totalmente situada en las antípodas. Aquellas que llevaron a Peter Jackson a consagrarse en el mundo del scifi, como diferente.

Al menos espero que un equipo tan extenso y durante tan larga temporada de filmación, se lo pasaran tan bien como enanos... bueno, excepto por el hecho de que éstos no tuvieran contacto con el género femenino. Salvo algún enamoramiento élfico.

** Interesante ***

The Hobbit: The Battle Of The Five Armies - Billy Boyd: The Last Goodbye


El Hobbit Un Viaje Inesperado Soundtrack (Howard Shore)





sábado, 28 de marzo de 2015

The Lord of the Rings.



Libro o película...? Es broma.

Finalizando el siglo XIX, un jovenzuelo nacido en Sudáfrica y afincado en Inglaterra, sería picado por una araña venenosa. Pasaría días recuperándose, cerca de la hacienda de un familiar suyo, un terreno llamado Bag End o Bolsón Cerrado.
Se suele decir que los hombres copian hazañas o hechos que sucedieron en su niñez.
En esa época, un niño atacado por un insecto no podía soñar en efectos radiactivos y lanzadores arácnidos de telarañas. Por tanto, mucho menos se podría convertir en un superhéroe de poderes paranormales, tan solo quedaba la magia.

Sin embargo, otro muchacho a bastante distancia de aquellas tierras anglosajonas, casi un siglo después hacía un pedido ilusionante que le traería horas de diversión. Se disponía a recibir su primer libro de catálogo por correo, venta de libros y dvd´s de una conocida empresa de comercio a domicilio.
La emoción fue indescriptible al tener aquella obra entre sus manos, y el pedido inicial de algunos ejemplares sobre el género que más le apasionaba, es decir, la fantasía y ciencia-ficción. Los grandes clásicos del terror también, claro.
El nerviosismo inicial se convirtió en deleitación y pasión por entrar en otro universo, al leer las primeras de aquellos cientos de miles de palabras impresas. Decenas de páginas y esfuerzos de un cerebro tras el nombre de John Ronald Reuel, con una imaginación sin parangón. Comenzaba una nueva visión de la literatura, mediante libros de espada y hechicería, surcados por reinos imaginarios en fronteras perdidas en el tiempo y luchas de espada cuerpo a cuerpo, regadas por una lluvia de flechas enemigas, la eterna batalla del Bien contra el Mal fuera de los grandes imperios de la Historia.

Por supuesto, sobra decir que aquel muchacho era yo, como millones de muchos otros que lo leerían a la vez en todo el mundo. El Señor de los Anillos, era una novela de héroes ganadores con todos sus complejos y miedos, sumando a algún perdedor también.
Prolija novela de inabarcables aventuras epicúreas, el escritor y poeta J.R.R. Tolkien se había convertido en un héroe como los de sus páginas para mí. Un profesor universitario de lengua y literatura, me hubiera gustado ser en estos momentos actuales.
Su obra inmortal, de necesidad, es y seguirá siendo una de las más importantes del género fantástico tanto juvenil como adulto, con relatos inolvidables de guerreros ancestrales y monstruosas estirpes de otras razas no humanas.

A cada palabra, a cada golpe de aquellas poderosas páginas mágicas, con cada hechizo luminiscente se fue construyendo en mi mente, aquel nuevo mundo, en un viaje inhóspito e ilusionante. J.R.R. Tolkien se instaló para siempre en mi cabeza, dónde los gnomos o hobbits, elfos contra enanos, trolls u orcos devoradores de carne humana, diferían de los ancestrales cuentos mágicos de los bosques por las cadenas montañosas del norte y centro de Europa. Se convertían en unos personajes adultos para púberes de la literatura moderna, y el cine.

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS.
Libro I: La Comunidad del Anillo:

En aquellos días de lectura inagotable, esa imaginería y personajes crecía tomando forma y caras en mi cerebro. Imaginaba sus rasgos, arrugas y cicatrices, ponía color a sus vestimentas y brillo a sus armas. Me apoderaba de su valor o vivía su terror con sufrimiento, me llamaba la atención su dedicación y la inquebrantable lealtad a sus principios y amigos de comunidad. Quería hacerme amigo de los seres que aparecían en cada rincón de aquellas luminosas tierras verdosas y sombrías montañas.

Me hallaba caminando por aquellos nuevos derroteros, hacia un mundo denominado en antiguas lenguas inventadas por Tolkien, Arga.
Más concretamente, en un continente lleno de maravillas naturales llamado Tierra Media, rodeándose de una monumentabilidad y acciones épicas, nunca antes leídas (salvo historias en cómic sobre Conan el Bárbaro o viejas y más infantiles Crónicas de Narnia).
Como todo viaje parte de algun lugar, este del cine es el mejor para una añoranza de desapego en el transcurso del tiempo. Volverse a encontrar con los protagonistas y La Comarca.
Bilbo y Frodo, se nos ofrecen como narrador y aventurero de una odisea irrealmente maravillosa. Un filme consagrado en tres que se convierte en parte de generaciones de nuevos seguidores, una parte de sus vidas mortales y reales.

Viendo la película rodada por Peter Jackson, los rostros se materializaban con asombrosa certitud. Apabullante recreación de escenarios y texturas delimitadas por la producción binaria en forma de rocas, especies vegetales o animales y pieles.
El rostro tantas veces imaginado del mago Gris tirando a Blanco, Gandalf, tomaba su forma para siempre, con sus cabellos enredados por el polvo del camino, largos, blanquecinos... cayado en mano. Era él.
También Trancos llamado igualmente Aragorn, aparecía como poderoso guerrero y deseado caballero. Asía con manos fuertes su pesada espada, aquella Tizona salvadora de las tierras conquistadas por la maldad y el oscurantismo.

Y el ojo que todo lo ve desde la cima, sobre el fuego. Vigilando acechante en la lontananza en su montaña ígnea en busca de el poder sin límite. Escudriñando las vidas y amenazando tanto a la Naturaleza como al resto de seres vivos. Incluso empezó a vigilarme a mí de joven, sentado en mi sillón de lectura en medio penumbra desde el texto. Y palpé. Como un hobbit asustadizo, en más de una ocasión mis bolsillos, buscando el anillo que me protegiera. Que nos protegiera a todos.
Sauron, señor Obscuro, no conseguirá el anillo de poder nunca, pues jamás el mal podrá dominarnos a todos. Y tú Gollum, calla ya un poquito. Pareces un silbante batracio con modales del Dr. Jekyll y Mr. Hide.


Desde la universidad, el viejo maestro lingüista británico J.R.R. Tolkien, organizaba esta curiosa marcha de búsqueda y descubrimiento (porque cada uno busca algo personal), igual que de salvación, porque la luz se encuentra de muchas maneras. Era una conformación de grupo tan heterogéneo como impactante para un crío, ahora demasiado conocido por los aficionados a la literatura fantástica.
Informándose, el paralelismo estaba clro. En una Europa sacudida por el primer embate sangriento de la modernidad, durante la Primera Gran Guerra y sus máquinas atascadas en el barro junto a las tropas y animales, sumida en los terrores que prosiguieron tras una nueva y más cruenta si cabe. Tolkien toma a individuos de muy diferentes razas y condición, para unirlos en la lucha del terco sr. del Mal o Sauron, gutural y enfermo por la ambición.

Sauron es un ser con grandes ínfulas, quizás hasta pudiera sentir atracción melómana, se desenvuelve entre sombras y llamas como un verdadero demonio. La misma misión de esclavizar y dominar a las diferentes especies mortales.
A través de la guerra, creando máquinas de destrucción más complejas y efectivas como la edad del acero, sembrando de un halo de oscuridad tierras antes productivas que dejará arrasadas durante años.
Aquellas maquinarias de muerte frente a otro poder natural más humano, pecadores. La nueva época traía la ciencia y el progreso de las armas de destrucción masiva, contra una mínima resistencia a pie o a lomos de bestias imaginarias, un grupo anclado en la conciencia natural y los valores humanos de la amistad y el amor.
Porque la Comunidad del Anillo, por supuesto, es una canto a la unión de los individuos, a pesar de sus diferencias raciales y formas de pensamiento.

Así mismo, La Comunidad del Anillo de Peter Jackson hace una fuerte apuesta por el amor, como un todo.
Pues, emerge como imposible (como ocurría en El Hobbit entre elfa y enano) ahora entre un humano y una distinguida dama élfica. Semejante a la cinematográfica leyenda transformada en maldición, entre un lobo y un halcón hembra, predestinados a no encontrarse nunca. Por el contrario, surgirá con una fuerza inusitada en medio de la destrucción y la debacle reinante a su alrededor, como queriendo echar ese pulso al fuego forjador del odio y muerte. Pero, inalterable al manipulador de voluntades en su vicioso juego.
El ardor del amor contra el infierno de la maldad, como una disputa de quijotes contra gigantes por sus dulcineas, sin miramientos ni miedo al fracaso. Pues, es esa otra lucha eterna entre amor, justicia y el orden, contra la muerte, desigualdad y el caos.

Al final, queda la evidencia que el hombre es manipulable siempre.
Sus decisiones por envidia o celos, por la endiablada avaricia que vuelve todo oscuro se antepone a las posturas bendecidas. Su comportamiento puede trastocar el orden natural, la desaparición de su morada, la muerte del planeta.
Para que el amor venza en esta ardua y desequilibrada batalla entre el Bien y el Mal, los valores naturales de la propia conciencia son el único medio para doblegar a la guerra y la muerte, con todos sus poderosos ejércitos del averno.


Como aquel chico que leía con detenimiento y admiración creciente el libro, o como ese otro que ideaba mundos recordados en sueños febriles de picaduras de tarántulas, la respiración se aceleraba a cada paso de página. Las máquinas y el progreso aún no se habían instalado del todo en su casa, no existían los ordenadores personales aún.
Con la generación del filme de Jackson, Internet y la alta definición digital (como el penoso y fatigoso 3D que todo lo distorsiona) converge en el Mal contra las arcanas ciencias de la escritura y la lectura, creando nuevas formas de expresión y mareo.
Se ha conformado un nuevo panorama mundial, un nuevo meta-lenguaje para millones de jóvenes seguidores del nuevo Tolkien de estilo cinematográfico. Y aunque me ha llegado un poco tarde, también me toca.

Veintidós años antes, un director y hacedor de películas animadas, tomó la valiente y meritoria decisión de abarcar este mismo gran proyecto de Peter Jackson. Se llamaba Ralph Bakshi y tuvo que conformarse con un loable intento e inacabado de la historia. Un encanto sin los medios actuales y la potencia de los ordenadores.
Bakshi no pudo ir más allá de este primer libro al completo y parte de Las Dos Torres. Un precioso recuerdo que tengo ya casi olvidado. Peter Jackson, el neozelandés convertido en todopoderoso mago del cine, contó con todo el poder de la técnica para emplearlo en tan descomunal aventura. Tambíen el dinero, aunque en el rodaje surgieran cantidad de incidentes o trabas. Cosas de los rodajes. Jackson se embarca por su tierra prometida, salvaje, y concluye el proceso inabarcable en cuatro años de su vida y de los componentes de todo el equipo. Una experiencia trabajada e inolvidable para todos, sin duda.

Durante todo aquel viaje de la Guardia del Anillo Único, Peter Jackson y su equipo (todo un moderno aparataje instalado en el Parque Nacional de Tongarino, Isla Norte de Nueva Zelanda), los personajes de Tolkien revivieron los escenarios escritos. Con los espectadores de todo el mundo y yo mismo, esperando al aplauso, que hemos crecido con letras y resucitado con imágenes del proceso siendo ya adultos.
Todo cobró vida, desde el fulgor verde de los campos de La Comarca a los palacios esculpidos en acantilados élficos de Rivendel, hasta llegar a la terrible incandescencia de las entrañas de la Tierra de Mordor y vencer al ojo del Gran Hermano endiablado de Sauron, encaramado en su Monte del Destino. Todos hemos cambiado y todo seguirá cambiando. Incluso para El Hobbit.

Los hombres debemos cambiar si queremos progresar y no quedar atascados en el fango con los orcos. La Tierra y la Naturaleza es nuestra manera de vida y lo que permite seguir existiendo. Hombres huraños que miran de reojo al resto, a desvalidos hobbits o elfos refulgentes, pero unidos al fin con sus afiladas armas junto a hachas forjadas a mano por enanos. Señores diferentes que deberán unirse en el futuro para salvaguardar sus casas y el futuro de todas las razas.
Uniendo esfuerzos y valores permanecerán en el "imaginarium" colectivo de futuras generaciones, eso espero. El mundo de J.R.R. Tolkien se hizo oportuno, visual gracias al CGI bien hecho, en general, y a los avances técnicos tan temidos por el literato inglés.

Me pregunto: en una sociedad como la actual, con toda la amalgama de medios audiovisuales modernos. Los jóvenes de 12 o 13 años invadidos por ellos y dominadores de sus procesos informáticos cada vez más potentes... ¿seguirán éstos leyendo El Señor de los Anillos?
Seguro, al menos la mayoría de ellos... (los jóvenes que vieron esta primera parte de la trilogía, ahora tienen 10 años más).
Espero que, no sólo pongan la imágenes del Blue Ray o DVD de turno.
Por la imaginación, al poder. Por Tolkien al poder.
¿Conocéis a J.R.R. y su obra escrita en papel, El Señor de los Anillos?
Espero que sí. Un lujo para los lectores y soñadores.

*** Notable ****





Enroque de torres: yo me inclino por Minas Tirith y Barad-dûr.

En un mundo es plena decadencia, en un gobierno del caos... la comunidad sigue adelante. Muchas veces por inercia, aunque con los valores de la amistad y el honor intactos.

Cierto, todo cae y cae, el mago Gris en lucha con el Balrog, escupe su lengua de fuego para descender en un baile infernal con su enemigo. Frodo es tentado una otra vez, por el lado obscuro y su ceño se desdibuja en una expresión de derrumbamiento moral casi la pérdida del raciocinio.
Cayendo al vacío, sin embargo, las películas comenzadas con el primer libro La Comunidad del Anillo en 2001, marchan con las velas desplegadas a toda potencia. Peter Jackson solamente tiene la visión ascendente, sus cuentas empiezan a cuadrar demostrando que las empresas caras, a veces son rentables. Incluido si la duración de las películas sobrepasan las temidas 6 bobinas. Pero claro, no se trata de cualquier historia, estamos hablando de El Señor de los Anillos.

Un servidor se leyó la obra de J.R.R. Tolkien en un único volumen de aproximadamente mil quinientas hermosas páginas. Como todos sabemos, se divide específicamente, estando constituido por tres partes con un hilo sin tregua. Por tanto, aunque se podría discutir la elaboración de tres films, éstos están justificados.


EL SEÑOR DE LOS ANILLOS.
Libro II: Las Dos Torres.

Cayendo, cayendo dejamos al mago gris, Gandalf a punto de convertirse en El Blanco de todos los contrarios oscuros.
Peter Jackson enlaza con acierto, los dos tramos del argumento con dosis de interés. Al estilo de las viejas series por capítulos, dónde el héroe de los niños, estaba a punto de ser arrollado por un tren a alta velocidad.

Tolkien, se sirvió de la realidad como imagen visionaria de futuras aventuras escritas.
Dos monumentos creados por brazos preparados para la destrucción, en forma de torres fueron levantados y se mantendrán erguidas e imbuidas en la creciente obscuridad, hasta el final de la era de las sombras.

Las Dos Torres se enmarcan en la lucha eterna por el poder. El Ser más poderoso observa y dirige desde lo más alto, con aires de superioridad física o moral. Así, cuando un Tolkien huérfano en su juventud, camina por el orfanato y su Oratorio de Birmingham, casi bajo la sombra de las torres de Perrott's Folly y Edgbaston Waterworks, pudo impresionarse más de una vez, con amenazas imaginarias desde lo alto de aquellas torres con sabor oscuro de Orthanc y Minas Morgul.

Cuando la negritud avanza a un ritmo acelerado, la guerra se convierte en la única solución. Cuando el diálogo se quiebra, por incompatibilidades invencibles para las partes y odio, las armas y los ejércitos dirigidos se convierten en soldados dispuestos a morir por dicha causa, en un tablero apocalíptico de negros contra blancos. De luz contra oscuridad. Por el poder.
En las conciencias de los guerreros (de todas las épocas y mundos reales o no) no existe el dilema, sólo vencer o morir. Multitudinarias tropas se preparan para el estallido de la violencia. El caos se propaga por todos los ámbitos, desde los más regios o los más humildes, y los reinos se preparan para la lucha en esta danza macabra.

Sin embargo, no todo está escrito aún. Nuevos personajes envueltos en sus propios destinos, aparecen y marcan los designios de nuestros amigos. Ya totalmente familiares, entre las páginas y las imágenes sincronizadas en nuestra mente. No son simples marginales en el argumento de la novela, ya que todos poseen una determinada postura reconocible y trasfondo ético. Por tanto, se podría decir que oscurecen, con luz propia. Sus acciones y reflexiones elevan las expectativas de la película, gracias a tan magna obra literaria.

Los actores oscuros que son una imagen tan poderosa como los resortes de la bondad, tal vez, más aún en determinados momentos de enfrentamiento entre magos y demonios. El rey blanco contra el rey negro y su séquito, en este tablero por regiones de la fantasía.
Todo se estaba picando en esas Torres elevadas al negro cielo, todo estaba oscuro y frío. La carne, la piedra, el árbol... todo excepto el fuego que es el fin de aquello que llamamos Todo.
La adaptación de Peter Jackson sigue haciendo realidad las texturas y la iluminación en cada mínimo elemento, en cada batalla monumental y cada personaje ideado con la pluma de un Tolkien dotado para la difícil tarea de imaginar. También de saber dotar de significado a un mundo o una odisea renovada del hombre, cercana a la realidad histórica.

Aquí, en la Tierra Media siguen los sonidos de graznidos y ruidos nocturnos, el día y la noche que se enfrentan a diario. Avanzan los fragmentos reconocibles en el texto, como la llamada de un cuerno en la lontananza, los golpes de mazas sobre escudos de metales incrustados de piedras preciosas sacadas de las minas, ahora fantasmas. Nuevos rugidos que sepultan el silencio de gaznates en seres mitológicos, a través de valles y montañas.
A estas alturas de la lectura y el visionado de Las Dos Torres, ya nos hemos dado cuenta de que Frodo Bolsón no lo es todo. El hobbit se sobredimensiona y divide en distintas personalidades, y sus diferentes rasgos se esparcen y contagian a los amigos que le rodean. Ellos son él también. Y él se mimetiza con sus cambios de estado y paranoias en los diferentes personajes para configurar un sentido que nos atrae a todos por igual.

Aquí surge mi primer gran obstáculo con la trilogía de Jackson: Elijah Wood.
Una obsesión personal en este filme. Una gesticulación inaguantablemente obsesiva. Las muecas de un dolor interno mal interpretado. Una cara que me saca de la historia, en más de una ocasión. Lo siento, es superior a mis fuerzas.

Por tanto, el lector y espectador, ya se han dado cuenta. A pesar de la espectacularidad de los escenarios y el poderío de algunas frases épicas, destaca Frodo. El pequeño amiguito descalzo con sus pies enormes y cansados, pero me temo que nos hemos dado cuenta ya. Él no va a ser el verdadero héroe de "nuestra" inabarcable empresa.
Aún pasando por abismos y CGI multitudinarios en combate, Las Dos Torres es inferior a las otras dos. Torres más altas han caído siempre en el mundo del cine.

** Pasable ***

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS.
Libro III: El Retorno del Rey.

La época en que todo esto se gestaría, tenía los miedos a flor de piel por las terribles consecuencias de aquellos días tan inciertos como salvajes y que posteriormente conquistaría las mentes y corazones de millones de jóvenes en todo el mundo. Al llegar al Tercer Libro, El Retorno del Rey, las páginas se deshacían literalmente por la tensión y el calor del verano.
Una época de deseos ocultos y efervescencia de los procesos químicos en nuestro interior, hambrientos de aventuras y sueños de héroes que seguían abriendo el camino al Destino, y te llevaba a devorar los textos como los orcos se nutren de la carne de sus víctimas, elfos y enanos lanzan sus dardos venenosos y palabras hirientes, o el dinero hace estragos en la voracidad de aquellos más débiles y ambiciosos de poder.
Esos textos de la literatura juvenil no tenían fin, ni queríamos, entrando en sus mundos mágicos y territorios inexplorados se lanzaban a la conquista de nuevos emisarios, de nuevos retos entre la realidad y la fantasía, concediendo más misiones imposibles que procedían de una de las características más ocultas y personales de los seres humanos, la imaginación. Bendita.

Siempre apareciendo nuevos seres, que procedían de los interiores de la tierra, de la formación y dominio de los materiales como la piedra, el fuego y el metal. Con individuos y bestias que atravesaban las puertas de la fantasía desde letras inmortales para generaciones de niños, y no tanto. Desde montañas olvidadas, rocas talladas o desde los confines de mares oscuros, se adentraban como piratas en busca de tesoros o luchando contra enemigos poderosos, en viajes soñados como los reinos encumbrados sobre castillos inaccesibles y nombres exóticos del estilo a Camelot, Marte o la Tierra Media.
Esos pequeños héroes y grandes montañas de músculo y tendones, tomaron vida durante los años que precedieron a la aparición de la cinematografía, hasta nuestros días.

En 2001 como la Odisea, Peter Jackson retomó el antiguo y ambicioso proyecto de hacer realidad aquel universo apocalíptico de J.R.R. Tolkien con El Señor de los Anillos y todas las aventuras que salieron de una mente tan destinada a la aventura escrita. Tomaron forma las fichas de juegos en tardes festivas y compañías de nuestros amigos infantiles, como un ajedrez viviente, la tierra de los hobbits y hombres se unieron en torno a la oscuridad de una sala de cine, enanos y elfos enamorándose u odiándose desde tiempos pretéritos u orcos y otros seres se trasladaron en legiones sobre terrenos escarpados y afiladas puntas de flecha y lanzas al frente.
Las piezas maestras se izaron sobre esos mensajes de esperanza y miedo que requerían cualquier aventura de ese estilo, pero con uno muy particular que correspondía al escritor y lingüista únicamente.
Y emergiendo sobre ese tablero de cartón y mapas dibujados a tinta, los edificios y configuraciones más o menos naturales se convirtieron en imágenes tridimensionales fuera de los límites horizontales del papel.

Siempre había gustado y fascinado a los niños, el juego con figuras imaginarias. Tanto como inventar sus nuevos movimientos en el plano por el que evolucionaba el tiempo y el viaje, con nuevas estrategias y avances individuales, grupales o traslados de ejércitos completos que hacían frente a los terribles y oscuros enemigos.
Menudo baile de tropas en nuestra cabeza, dirigidas por poderosos caballeros envueltos en sus colores inmaculadamente blancos, en contraposición a los devastadores corazones ennegrecidos por el odio y la maldad pura, semejantes a las almas de los hombres que representaban en la sangrienta realidad, separación ideológica de hombres revestidos con la envidia o el racismo entre razas.

Y como aquellas luchas en mapas de juegos a jaque-mate, los enfrentamientos y la técnica prevalecieron sobre la imposibilidad del pasado, la unificación de un equipo intelectual y obrero para construir tras muchas horas de trabajo aquel mundo fantástico, unidos para hacer posible los sueños que tanto nos atrajeron en épocas pretéritas, sobre los tableros recordados y añorados del Risk o el Stratego. Luego vendrían infinidad de luchas en nuevas fronteras y universos mediante los ordenadores que ofrecieron horas de distracción en compañía de familia o amigos.
Entonces, en el pasado ya hubieron intentos de recrear las historias de Tolkien y sus parajes de ensueño, pero las buenas intenciones de facilitar la búsqueda del anillo único quedaron con resultados desiguales, debido a la empresa a acometer y los medios materiales o técnicos que estaban a nuestro alcance. La animación era lo único que garantizaba algo el éxito en la traslación de mundos y personajes irreales de aquella magnitud. Ahora, recobrada la ilusión y avanzada la técnica, esto era otra historia.

Los tres films de Peter Jackson, tienen diferencias sustanciales en la acción y personales puntos de vista del que suscribe, pero siempre favorables. La Comunidad del anillo sería una notable recreación del universo tolkieniano y el comienzo de la aventura, así como la presentación de unos personajes entrañables e inolvidables.
El inicio de una nueva etapa (con una espera de una año) está en marcha y el mágico e introspectivo viaje continúa sin tregua.

El viaje de nuestro ancestros mágicos y primigenios está llegando a su fase esencial. Sauron juega una partida de ajedrez telepático, dirigida a la mente sufrida de un hobbit, tentando con el poder a la personalidad frágil del pequeño Frodo, como ya ocurriera con su antepasado Bilbo de Bolsón Cerrado. El Hobbit que también será otra historia en 2012.
Otros caerán en el futuro tras la cortina o el telón de la guerra, incluidos hombres, 9 concretamente o Nazgul, cayeron antes. La muerte impregna ya toda la Tierra Media y el Sr. Oscuro saca su ojo a pasear con suficiencia.
En el inmenso tablero de zonas blancas y negras, humos y fuego, los personajes se miden y juzgan en batallas infinitas. Fruto de los avances militares y de los técnicos cinematográficos al mando de los procesos binarios.
La Ciencia no se detiene.

Cada personaje tiene una vida propia al margen, en función de la historia troncal y el anillo único se reencuentran entre sí, o se despiden de sus generaciones entusiastas tras los libros y las películas.
Mientras tanto, Peter Jackson, ya se ha dejado de pamplinas y presentaciones. Ya no tiene porque esconder el material.
Los aficionados a El Señor de los Anillos, millones en el mundo, estaban esperando que se echara toda la carne de orco en el asador, que se observara el movimiento de grandes batallas.
Toda la potencia de los núcleos internos multiplicada, todos los procesos y cálculos matemáticos de la creación digital, a pleno rendimiento.
Queríais orcos, pues los vais a tener. Dijo Jackson.

La imponencia visual de la trilogía del neozelandés debería ser tratada como un todo, lo sé, pero a mí me cuesta no diferenciarlas claramente, y menos resumir las tres películas completas en un sólo visionado a modo de atracón. La edad no perdona.
El director Peter Jackson ha arrasado en las taquillas del mundo entero y se ha convertido en un poderoso productor cinematográfico. Tiene el poder de decisión y se ha convencido de llevar a cabo nuevas épocas oscuras, edades de los hombres junto a los enanos, contra los elfos y la presencia de trasgos y el origen del Nigromante, después de la primera edad del Sol.
Todo se fundó en el anterior libro escrito por J.R.R. Tolkien, El Hobbit.

Pero volviendo a esta tercera incursión en este mundo de avatares, el CGI y los trucos digitales, mascullo entre dientes que está totalmente justificado. Sin ellos, no hubiera sido posible alcanzar tal envergadura. Para recrear paisajes imposibles, para idolatrar las batallas impresionantemente ideadas en el tablero de Tolkien, 80 años antes.
Orcos, trasgos y Uruk-hai masacrados y aplastando a su vez. Piratas en enormes paquidermos como naves salidas de una batalla estelar. Mazas, espadas y hachas aplastando y cortando carne. Magia impregnándolo todo. Y nosotros ahí, sentados cómodamente observando el viaje.
Sin duda, posee bastantes excesos cinematográficos. Pero, eso es lo que todos los aficionados a El Señor de los Anillos estábamos esperando, deseando. Un caos de cuerpos desmembrados y cabezas cortadas. Sangre de orco por doquier.

Disfruté con El Retorno del Rey, como un hobbit sin zapatos nuevos. Lo reconozco, y el tiempo dirá en que lugar se posiciona.
Sólo queda el pequeño asunto del anillo. Va a ser difícil hacerlo desaparecer. El Mal es común a los hombres, y seguro que mostrará su reflejo dorado en el futuro (o en el pasado). La guerra o la violencia, no descansa jamás.
Decía la leyenda: "Un Anillo para gobernarlos a todos, un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas".
Otros anillos aparecerán, más bien el mismo. Otros ´Gollum` se transformarán mirando hacia atrás e intentarán hincar sus dientes en el pescado "dorado".

En definitiva.
Después de la batalla por ciudades resplandecientes, murallas infinitas y abismos de cadáveres cubriendo Mordor, y en general, toda la Tierra Media. Sólo queda esperar el aliento del dragón.
Tras la muerte y la destrucción, nos queda el amor y la amistad como siempre surgió de aquel final del juego. Del texto envolvente y mágico de J.R.R. Tolkien.

Hay que volver a empezar. Verdad, mi amigo Sam Sagaz.
Claro, me lo he pasado, genial.

**** Sobresaliente *****

Blind Guardian - Lord of the Rings (v.o.s.)


B.s.o. The Lord of the Rings - The Fellowship of the Ring.

Cinemomio: Thank you

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