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miércoles, 21 de junio de 2017
Anomalisa
"En esta ranura, no entran más fichas."
Aquello que sobresale del conjunto de formalidades, destaca para lo bueno o malo del resto de miradas. Sin embargo, si entona diferente de la común reverberación de voces. Eso es Anomalisa...
Anomalía:
1. Desviación o discrepancia de una regla común o uso.
2. Defecto de forma o, de funcionamiento.
3. En Astronomía. Ángulo que fija la posición de un astro en su órbita elíptica, contado a partir de su eje mayor y en sentido de su movimiento.
4. En Biología. Malformación, alteración congénita o adquirida.
Hoy voy a comenzar el comentario de cine habitual con una agradable anomalía, pues la verdad es que estoy bastante de acuerdo con el periodista David Calhoun de Time Out: “Anomalisa es lo que habría salido si Kaufman se hubiera encargado de Lost In Translation o Up In The Air”.
Por ello, significaría que una película arriesgada y con amplias dosis de realismo, puede llegar como un vuelo rutinario y convertirse en algo extraordinario. En su interior los personajes no son lo que pensábamos a priori (personalmente no conocía la producción de esta Anomalisa), pues demuestran una singular apariencia. Frente al espejo... ¿cuántas veces hemos mirado fijamente nuestro rostro irreconocible? Observamos otra singularidad como las voces que poseen una calidez diferente, podría tratarse de una hendidura de la que desprendemos nuestros miedos, la rutina en los trabajos y la sensación de pérdida de esta actualidad confusa, las relaciones familiares, el tabaco y las sustancias prohibitivas, etc... Pero también, una entrada para los ensueños (o pesadillas) que te transportan a otra realidad, al menos, por unos minutos.
Por ejemplo, las decisiones incontroladas cuando en una conversación de bar, nos fijamos en la chica menos atractiva por esa singularidad. O transformamos una anomalía en una canción que anticipe el sexo o las ilusiones de un nuevo futuro.
Y esto es Anomalisa, que partiendo de una premisa filosófica como, ¿qué significa ser humano?... se construye una película diferente para adultos y particular para el entendimiento, inteligente pero sencilla en apariencia, global a la vez que solitaria en la panorama del cine.
Si bien, en el mundo cinematográfico estos paralelismos sobre el significado de una anomalía, vienen identificados por los dos únicos personajes que manifiestan un hecho diferencial de este comportamiento alienado. Él, y otra Ella, recuerda lejanamente a la voz de aquella ´Her`.
Cuando todo el mundo se define por las mismas experiencias o los lugares comunes que frecuentamos para encajar en los parámetros de la sociedad. Como una entonación calculada y metálica, repetitiva. Una piel incrustada en nuestra careta, que disimula la expresión de conformidad con lo que nos rodea, las relaciones humanas y las apariencias sociales.
Y la mujer o Anomalisa del director y, sobre todo guionista Charlie Kaufman unido en visión con Duke Johnson, sirve de resorte crítico o medio de expresión anómala, para extraer su diferencia escrita. Ya que utiliza la animación para adultos con sentido crítico que no es habitual en el mundo cinematográfico. Esta animación de Paramount significa una corriente de aire nueva que, si bien, tiene poco que ver con las magníficas aventuras del gran Jim Henson o la irreverencia de Spitting Image (animaciones que comparten el mismo gusto creativo) ni tampoco la extravagancia en la acción sucia de Team América... o siquiera el paralelismo con el mundo animal y divertido de Fantástico Mr. Fox de Wes Anderson; es una lúcida creación personal. Más bien, una manera exclusiva de expresar sentimientos y escenas cotidianas que se enfrenta al cálculo matemático de resultados financieros o la habitual corriente artística que pertenece a este tipo de producciones.
También a costumbres de seres humanos, respecto a ese magnetismo animal que se desprende de aquello que ´llamábamos` amor. Sin duda, Anomalisa ha tenido la mala fortuna (o lo contrario quizás) de tener una competidora más modulada y fácil de entender como Del Revés. Aunque la metafísica de conocimientos de ésta posea unas cargas de profundidad tan sustanciales como el guion que remarca la anomalía argumental del filme de Kaufman, su obra narrativa. Recordar que fue el ganador a mejor guión por Eternal Sunshine of the Spotless Mind y Bafta además por las increíbles historias de Being John Malkovich o Adaptation. Sus letras pululan entre la agradable realidad de sentimientos y la fábula cercana a la experiencia depresiva.
Igual de desacostumbrado es, esa escasez de personajes encerrados en un habitáculo para una cinta animada, resultado de la inversión por sufragio voluntario y anónimo, que reproduce la libertad creativa para retratar con plausible veracidad, las asombrosas relaciones personales e íntimas de sus protagonistas principales. No por sus avatares complicados en el retrato, sino por una apuesta magnética y arriesgada.
Hombre y mujer, diferenciados por el ruido o expresiones acostumbradas de este tipo de cine, de formalidades clásicas y conversaciones alejadas de las emociones humanas, a cambio de la estética (que sin duda Anomalisa posee), pero las marionetas de Él y Ella se reconocen, provocando reacciones en el espectador que se reflejan en pantalla como si se tratara de personajes reales de carne y hueso. Y lo son...
Sólo que en este caso, la animación stop-motion viene acompañada por la banda sonora introspectiva de Carter Burwell y un enorme esfuerzo fotográfico, de la hábil mano de un grupo de titiriteros auténticos en Starburn Industries. Algo verdaderamente digno de ser contado, creado con impresión 3D, porque cuando la tecnología se aúna a la magia con esta necesaria capacidad intelectual, sirve de acicate para abrir la mente al público.
Incluso la diferencia aparece, en una forma de contar y expresar, destacando entre esas voces interesadas o apropiadas para oídos del sistema cansino, pues todas las palabras vibran alrededor de las imágenes en miniatura, en las canciones a capella en la habitación repetida. Es un bis a bis de arriba a abajo, sobre el conformismo y la vuelta a la realidad después de reacciones químicas desaprovechadas... sobre un ruido de fondo que tiene como protagonista la anomalía de un actor llamado Tom Noonan, poniendo su monotonía ejemplar a la sistemática expresión del reparto de títeres en el filme. Y que anteriormente había trabajado con el director en el filme Synecdoque, New York.
Mientras en el otro lado de la cama, animada, se comprueba el detalle minucioso de los escenarios y luces, de reflejos y silencios, de la aventura habitual frente a la familia estereotipada, en busca de una voz contra la envolvente soledad.
Él, es fumador de mediana edad, inteligente pero apagado por una tormenta de sensaciones, también perdido en un mundo que pareciera un teatro para marionetas teledirigidas por grupos de expresión. Es resolutivo y decidido, excepto cuando la realidad se abre paso a horcajadas sobre un colchón furtivo y se siente el abismo de la rutina que te ahoga. Él, posee la voz exigente y crítica de un cínico, otro actor escondido tras la máscara como David Thewlis, reconocido en últimas producciones como la película Regression de Alejandro Amenábar.
Ella es Anomalisa, parte de una anomalía aún mayor que la expresión, ya que aparece como una chica divertida con numerosos deseos y diversos miedos hacia su apertura sexual y sentimental... quizás se haya llevado alguna que otra desilusión en la vida. Por eso, le gusta beber y divertirse como una mujer joven más, compadecerse de una soledad sumida hace tiempo en el ostracismo, mientras se deja llevar por una melodía del pasado.
Ella es una anomalía surgida de la insoportable levedad del ser, que aparece por calidez cuando ambos necesitaban una voz amiga o un cuerpo caliente con el que compartir un hecho más real que sintomático, como si un muñeco de madera pudiera llegar a alcanzar ese parámetro imaginado, sin tratarse del infantil Pinocho). Pero Jennifer Jason Leigh igualmente es un desayuno dual y mecánico, compartido al día siguiente, por lo que podría haber sido nominada también en esta cápsula envolvente de animada realidad.
Ella vuelve a ser parte de la formalidad con sus gestos habituados, a través de la repetición de coletillas que creíamos desbancadas o superadas, aunque el vocablo anterior a su nombre Lisa, signifiquen algo tan hermoso como el universo mismo. Todo lo que tiene de sensual, infantil, indeciso, mágico o frustrado, este personaje, se lo debe al director neoyorquino más subjetivo y lo construye una Leigh capacitada para enfrentamientos entre amor y odio.
Toda la magia realista, se expresa con esta parábola onírica, que significaría un cambio casi una pesadilla existencial. Una historia que se esconde bajo la piel y la rutina del equipo. Una sorpresa cinematográfica que viene a saciar la necesidad de una conversación reveladora y diversa, como una muñeca matrioska que pertenece a otro mundo y se cuela en el mundo de niños caprichosos y repelentes, tal que una eyaculación creativa sin motivaciones sociales o económicas.
Anomalisa es cine intimista y revelador de capacidad artística, exponencialmente lanzadera nuevas fronteras en la animación para adultos (ojala), para ahondar en el espíritu desengañado o necesitado de otras experiencias vitales, o guiadas por un ´master of puppets` con fundamentos clásicos en el romanticismo y algunas gotas de ciencia ficción, para mentes inquietas.
Anomalisa es la mujer fantástica que vino de las estrellas, pero al tocar la Tierra se expandió como el polvo recurrente e infinito. Esto es, una difícil aunque... maravillosa e increíble anomalía.
Tráiler Anomalisa:
Anomalisa Soundtrack, None Of Them Are You by Carter Burwell.
Top 5000
Charlie Kaufman escribirá el guion de Chaos Walking, una trilogía de libros del autor Patrick Ness (Un Monstruo viene a verme):
jueves, 27 de noviembre de 2014
The Zero Theorem.
Del 75 al cero.
Lleva en su espíritu observador y curioso, la pasión por la imagen y las historias que cuestionan conceptos únicos en el ser humano. En el conocimiento y la experiencia de sus setenta y cuatro años (recientemente cumplidos, felicidades por muchos más) ha concebido una carrera como director de cine, simplemente, peculiar y atractiva. Siempre al borde de la frontera de lo real y lo imaginario, naciendo desde sus comienzos como animador y dibujante cuando sus ideas se impregnaban de surrealismo mágico, ácidas interpretaciones de la sociedad y el comportamiento humanos, y un sentido del humor que llamaría a las puertas de los cinco ingleses más alocados en el mundo cinematográfico, the Monty Python.
Terry Gilliam nacido en Minneapolis, fue el único no inglés del grupo cómico que se convertiría a la nueva religión británica de la metafísica filosófica, la crítica más atinada y la magia del conocimiento.
Sin duda, los que nos vemos atrapados por esos mundos plagados de surrealismo, nos acercamos a Gilliam y sus películas como los adeptos a una droga con necesidad de sentir efectos distintos a la realidad del exterior.
El problema es que sus aportaciones se van espaciando cada vez más en el tiempo, y este sentimos que se nos agota. Estamos ante los comienzos de una nueva época y aquellos que se preguntaron ciertas cosas en su existencia, se acercan con curiosidad e imaginación a la época que se aproxima inexorablemente. Quizás en un ejercicio de autocrítica, para ver en que estado se encuentran esos sueños que se cumplieron, y otros no.
Como aquel superhéroe que tendría que escapar de la injusticia y los crímenes cometidos por una sociedad retrógrada, estancada en su visión del mundo, así tendrían que bautizarle con el sobrenombre de Capitán Caos.
Con Zero Theoreme vuelve a acometer alguno de aquellos temas que le inquietaban en el pasado, como el hecho preguntarse cuál es el motivo de todo lo que nos rodea, el destino de los hombres y su objeto, y sobre todo, si es cierto lo que estamos viviendo o sólo somos una pequeña cantidad de energía que está separada (y a la vez unida) del resto de los ciudadanos.
Esta búsqueda astronómica, con una premisa en forma de teorema matemático, es la excusa para que Gilliam nos vuelva a recrear el estado de las cosas en una historia entre lo futurista y la distopía, y con un amor desdibujado entre la frialdad sexual y el absurdo distanciamiento.
En muchas ocasiones, el mundo de Terry Gilliam pertenece a los personajes atrapados en su conciencia, (simplemente un espejo personal y crítico) dónde las pesadillas surrealistas y las relaciones tiene su sello característico, repletas de cierto barroquismo estético y los rostros ampulosos. Observamos a través de su mirada, los planos que identifican su abstracta opinión también seña de identidad del grupo británico, jugueteando con los tiros de cámara más excitantes sobrecargados de información y los grandes claroscuros que ocultan personalidades obtusas. Seres atrapados en un destino incierto.
Sus protagonistas poseen actitudes entre la locura y la genialidad, ocultos en un halo de misterio en sus pensamientos caóticos.
Estéticamente Zero Theoreme tiene recuerdos de anteriores filmes, paralelismos con otras famosas películas míticas construidas con su ingenio. Pero, en esta ocasión el director y sus sueños han tenido que contar con un recorte (no sé si buscado u obligado) en la producción, limitando las habituales y monumentales estructuras que derivaron de su privilegiada cabeza. Así, se da un vuelco al aspecto visual y espectacular, por la interpretación más cercana si cabe aún de este singular reparto encabezado por Christoph Waltz y un guion no firmado por el director, como habitualmente nos tenía acostumbrados.
El personaje de Qohen Leth, interpretado entre la convulsión y la contemplación de un hombre maduro, se envuelve de una aventura filosófica y metafísica para intentar acercarnos a la mente del director, con semejanzas a El Rey Pescador, algún viaje de Doce Monos o el Brasil de la década de los ochenta. Hermanas de sangre, aunque separadas por una calidad técnica fruto del recorte y los formatos digitales a modo de postal o videojuego barato.
En la película, el papel de Waltz tiene tantos matices que es fácil perderse en ellos (incluso pienso que él mismo anduvo algo errático en el trayecto), así como de algunos compañeros que se envuelven e esta locura racional y onírica a partes iguales. Una bella y sexy actriz francesa Mélanie Thierry se convierte en su escudera de andanzas y pensamientos lúdicos, lúbricos; Matt Damon y Tilda Swinton en sus registros cada vez más habituales, el excéntrico personaje de David Thewlis y el joven Lucas Hedges proveniente de los mundos igualmente imaginarios de Wes Anderson.
Sin embargo, no todo es tan fácil como visualizar sus interpretaciones, pues identificarse con ellos requiere de un esfuerzo supremo en este filme porque deambulamos por momentos de lucidez con otros que abren puertas a la confusión absoluta. El público puede salir con demasiadas preguntas, o simplemente olvidándose de la historia en un abrir y cerrar de, sueños.
Preguntas sobre la racionalidad y la imaginación, lo personal y lo universal.
Un mundo en que los sueños, como alucinaciones ocultas, se viven dentro de una realidad virtual que chocaría con ciertas disquisiciones moralistas o científicas, en trabajos que transforman a los seres humanos en meros observadores sin participación. Y cuyo motor final es la investigación para llegar a alcanzar el nirvana o la muerte física, por una puesta de sol infinita.
El guion de Pat Rushin está confeccionado con una mixtura de materiales y ecuaciones secundarias al personaje de Waltz, con una relación sentimental tan fría como poco creíble, definitivamente desarmada de atractivos visuales y descompuesta psicológicamente hacia una profunda superficialidad. La mujer irá perdiendo sus rasgos atractivos e inteligentes para convertirse en una extravagancia manufacturada y falsa.
Sin embargo, la película se fundamenta en los procesos internos del cerebro y la inteligencia artificial que se potencia hasta el infinito, creando una sociedad paralela de deseos e inquietudes sobre el existencialismo del hombre, y en general del mundo. Un individuo solitario que siente su vacío existencial entre diferentes presiones sociales, como el trabajo o la religión, el amor o el sexo, buscando una respuesta a mayor escala. La respuesta poética estaría en un futuro universal retratado como una secuencia perdida, que pudiera significar la marcha atrás en nuestra existencia. O el paraíso inmóvil.
El problema es que la instantánea que nos ofrece el filme es demasiado errático visualmente, y su aspecto estético se diluye entre procesos digitales de calidad dudosa y escenarios poco edificantes tratados en un proceso de editado simplista. Así que, en cierta forma, el resultado visual es algo decepcionante para un admirador de la filmografía de Terry Gilliam.
El punto de fuga este Teorema que tiende al infinito o al final más estático, es que sus estructuras son rancias (poca originalidad probablemente debido al presupuesto) y la escasa profundidad en las distintas ramificaciones temáticas, entre la desgana o las lagunas argumentales. Con ideas poco trabajadas, diálogos que van decayendo tragados por un agujero negro que engulle todo lo que empezó animosamente, o secuencias diluidas en una trama que se pierde por este desagüe estelar, tanto el trabajo dedicado de los actores como su interesante premisa inicial. Por tanto, el desarrollo es tan errático como sus dos últimas películas Tideland o The Imaginarium of Doctor Parnassus. Creo que estamos perdiendo a Terry para el Séptimo Arte, cuando necesitaríamos de su Sentido de la Vida de nuevo.
Exponencialmente, hecho en falta unos personajes secundarios con más importancia en el artificioso orden que se pierde en un todo, es decir más estratificación de las partes del guion, e igualmente más diversidad de escenarios. Codo contribuye a esta extrañeza, a esta situación de pérdida en el Teorema de Zero.
¿Al final seremos ángeles o demonios, despreocupados?
Como podrían haber dicho algunos de los componentes satíricos de los Monty Python, todo el producto predestinado al fracaso, tiente al cero o al infinito.
** Regular **
Karen Souza - Creep (The Zero Theorem Soundtrack)
The Zero Theorem - Main theme (Soundtrack/OST by George Fenton)
Creep - Radiohead
Karen Souza - Creep (Live)
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