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miércoles, 23 de agosto de 2017

El Bar / Colossal.


Bar, sin uve... casi Colosal.

No, no se trata de un índice o tecnología con la que definir las confusas jugadas de fútbol... pero, podría. En este Bar Producciones, nos acercamos a ese olor mañanero a lejía, dentro de un determinado bar del centro de Madrid, regido por una especie de Celestina castiza llegada del más allá para hacernos emocionar (d.e.p. una enorme actriz como lo seguirá siendo, la colosal Terele Pávez), en cuyo interior se miden otra serie de rasgos sociales. Personalidades que no tienen que ver con el deporte rey. Ni con éste, tan nombrado ahora por aquellos seguidores de tercera política, sino con un posible estallido de los males biológicos que nos acosan y, a veces, derriban. Como ocurrió con aquel contagio maldito, de cuyo nombre no quisiera acordarme...

El Bar comienza con un Madrid estresante y poco amigable, que va transformándose en una pesadilla reducida en sus dimensiones, pero grande con sus aspiraciones. Es una película dirigida, mano con mano con Terele, por su gran amigo Álex de la Iglesia (La Comunidad, 800 Balas, Balada Triste de Trompeta, Las Brujas de Zarragamurdi), ahora, vuelve más madrileñizado que nunca en las costumbres sociales y habituales conversaciones al límite. Refugiado, a salvo del pasado y aquella maravilla navideña que se elevaba al cielo en El Día de la Bestia, pues pertenece a un género típicamente español... reírse de uno mismo o, de la misma sociedad ecléptica y peleona de la que formamos parte. Éstos llamados, otrora, españoles del centro y el exterior. Por que transita por esa práctica delirante que serían, las conversaciones surrealistas, conformadas dentro de los establecimientos de bebidas alcohólicas (u otras melopeas), que surgen, con la rapidez con que se establecen códigos para desarrollar una teoría conspiranoica. También, los ligues estemporáneos y debilitados en momentos de crisis, la paranoía y la desconfianza en el otro, la acritud demagógica (echar balones fuera) y como es habitual en el Sr. De la Iglesia, los oscuros subterfugios de la política y los medios de comunicación, para ocultar la realidad. O crear, la suya propia. Quiero decir, la mentira.

Por descontado, ese tema es alcohol de garrafón en estos instantes... El cine, de la Iglesia y su Bar particular central, mesetario o castizo como el triángulo de la Plaza de los Mostenses (entre el argentino guerrero General Mitre y el poeta Antonio Grilo), es el lugar elegido donde residirá siempre el alma de Terele con sus dos caras para la interpretación. Ahí, comienza la celebración con ese estallido dramático que sucede en sus mejores películas y su punto de vista crítico, la fusión de géneros del director bilbaíno y adoptado de este lado neutro. Menos dañino. Luego, las conversaciones para identificar el mal y definir a los personajes, encabezados por Mario Casas, Blanca Suárez, Carmen Machi, Secun de la Rosa, Joaquín Climent, Jaime Ordónez... vamos, todos, buenos amigos.
Con ellos, florece el carácter sociológico del vascuence, o se arrastra con los típicos estereotipos de sus personajes, exagerados y marginales. El joven aparentemente atontado, que juega a la sospecha y se convierte en paladín acalorado, los polos opuestos que se atraen o rechazan, en su endiablado enfrentamiento ideológico. La dama en peligro, sacrificada dama de las camelias encarnada en curandera, el extraño hipnótico, amenaza que se erige como salvador barbi-locuente, el pobre hombre que va rebotando como esférico de palo en palo, y por último, la inocencia encarnada en bella, no tan ilustrada, que se vuelve heroína engrasada para satisfacción de todos.


Hasta llegar a ese equilibrio delicado, que se fractura en los últimos tiempos (a pesar del aceite desengrasante, ya no tan liviano. Calculando sin acierto, las espectaculares medidas... que delimitan los dos mundos, a un lado u otro, de arriba a abajo. De la catástrofe a la salvación, y vuelta a empezar, o no.
Porque, en el nivel inferior se hallan los mismos defectos pretéritos, donde la singularidad del cómico, se vuelve una carrera atropellada. Tan desenfrenada como un final bastante trágico, entre el llanto y la risa, entre el escándalo y la decepción. Pues, cuando los ´supervivientes` salen a la superficie, respiran y meditan, pensando que se ha perdido otra ocasión para distinguir, para no confundir lo interesante y lo indiferente. Para separar la esencia de ese grano bacteriológico, de la paja en ojo ajeno. Es decir, el inicio de este largometraje me parece atmosférico y atrevido, hasta la mitad del conflicto generado con imaginación y corriente crítica de nuestra sociedad, para perderse en un correcalles fangoso. Un guion con su habitual Jorge Guerricaechevarría, que se olvida de lo verdaderamente brillante o atractivo, lo exagerado y conflictivo, lo que ocurría más arriba, de puertas del establecimiento para adentro y con las bocas imparables de sus verborreicos protagonistas, dirigidas hacia nuestro exterior.

Con lo que hemos visto en este fin de semana. En fin... veamos la segunda opción.

Un Colossal problema y una pequeña trampa.

Humor y relaciones personales, esta es la cuestión del contemporáneo Shakespeare.
Es semejante a un tira y afloja entre géneros opuestos, un quiero y no puedo. Porque la mayoría de veces, una discusión intrascendente, acalorada, acaba en tragedia. Lo vemos (y sentimos) en las noticias del fin de semana... ¡maldita crisis!
El director español, nacido en Cantabria, Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes, Open Windows), nos introduce en su fantasía social. Aquí desde Nueva York a Seúl (pasando por su rodaje en Vancouver, Canadá), algo repetitiva visual y narrativamente, debido a determinados tics de la cámara y la tecnología digital. Sin embargo, lo más atractivo del largometraje, es el pensamiento crítico dentro de esa estructura bilateral que se desmorona, la pareja.

Da igual quienes fueran los protagonistas, un encuentro romántico o no, cualquiera. En
este caso, con dos actores que tampoco casan demasiado, a pesar de los esfuerzos. Con la melodramática Anne Hathaway y el cómico Jason Sudeikis, que no alcanzan las cotas de lo uno o lo otro.
El guion desarrollado por Mr. Vigalondo, se desinfla a medida que los defectos se hacen visuales y las emociones se columpian en una extraña guerra, con los medios como estúpidos testigos. Ya que, el otro afloramiento sentimental de los personajes, el personal o privado, se distorsiona y confunde en una débil reflexión alcohólica, semejante a un desliz sin calificativos. Es un instante de tensión al límite, que aparece como un pincelada machista y no recuerda ninguna práctica o imagen, que nos aborda o recuerda a en esta lucha de géneros en la realidad, sin sentido ni futuro.

La violencia doméstica contra la mujer, es el factor que mueve a una existencia heroíca y Colossal, como un monstruo de decenas de pies de altura, formado por el dolor de la verdad. Con el telón de fondo, casi marginal, del espíritu contagioso de una revolución anunciada en esos mismos canales o los nuevos medios de comunicación, con sus encuesta viciadas. O lo que es igual, la desinformación, como ustedes lo sientan o padezcan. Yo lo tengo claro, pero, no es el momento de pronunciarme respecto al papel que juega mi mente en dicha globalización, quizás, un recuerdo resiliente.
Para unir bien, los lazos de esta pareja, se hubiera tenido que movilizar a un contingente de hombres cansados y mujeres doloridas, desamparados por la justicia o movidos por el control remoto de la sociedad interesada. A la distancia oportuna, de una cámara inteligente que ha desarrollado un método flexible de contar una historia, cayendo en la ubicuidad pretenciosa.

Ese espejo imaginativo, reflexivo e informatizadamente crítico, como un mimo mayúsculo, es el mayor acierto, otra vez tras aquel escaparte que significó el baile iniciático de Nacho Vigalondo a las 7:35 de la Mañana. Con la firma de un director que se reafirma visualmente, sin llegar a redondear la información mediante un guion rotundo y clarificador, que otorgase otras salidas o perspectivas.
Quizás, por que el tema es tan enrevesado y dramático, que la mejor forma de expresarlo, sea con un toque de humor surrealista, o un golpe traicionero sin avisar. Aunque, parezca una falsificación de en fin, ell@s sabrán, mientras otros jugamos en una realidad paralela y libre, frente a esta realidad belicista, de un comportamiento femenino rebelde y lésbico, o una estupidez atrevida de grandes proporciones ...
Por otro lado, debido a una sucesión involuntaria de catastróficas desdichas, o trabajos no tan disuasorios, la actriz Anne Hathaway no consigue que me acerque a su dilema. Que nos involucremos en su lucha o juego mecánico, de ratón y gato, sino que simula el movimiento hasta convertirlo en una pantomina, sin gracia. Un mundo digital donde los hombres pintan menos que una cerveza, morena.

Mr. Vigalondo se ha convertido en una referencia española de la ciencia ficción mezclada con la crítica social o patológica. Con ese tono etílico de comedia típica y ácida, que otros directores pretéritos tocaron en el realismo milagroso de Plácido o Esa Pareja Feliz de Berlanga, sin llegar a su maestría, como en aquel otro cubismo fílmico en blanco y negro, surcando aquella taberna submarina en el far west de Bienvenido Mr. Marshall.
Pero, por desgracia, se queda flotando en la superficie, aquí es todo más colorido e insustancial, como una borrachera de videojuego, sin introducirnos en mundos alternativos. Sólo un juego para niños, desde un punto de vista frío y moderadamente cómico, un exponente mayúsculo de la superficialidad ante un tema tan grave como el alcoholismo. Y donde el humor incluido, irreflexivo, no termina de convencer al resto del planeta, ni siquiera los orientales entenderán lo sugestivo u onírico de la delicada y gigantesca situación. Ay, kaiju.... de mi vida. Estará moviéndose bajo tierra, en las profundidades abisales de una guerra radiactiva.

La película que empieza bien, continua con aciertos mecánicos y robótico, pero termina empequeñeciendo ante los píxeles grandilocuentes y esas pantomimas inútiles de sus principales protagonistas. Hasta que se topa con el, poco ortodoxo, camino de la metáfora y la victoria ante el derrotado enemigo, entonces ya no hay marcha atrás. Ni reflexión u objetividad ante un abofeteo algo exagerado o sacado de contexto, nada verídico. Tampoco existe tiempo de reflexión como expresé, ante la conversación retórica y el desacuerdo en el acercamiento amistoso, simplemente, se elige el camino de la desavenencia o una batalla épica, sin sufrimiento. Salvo en una pantalla digital, anti-copulativa y anti-genérica.
Es decir, aunque se unan los géneros cinematográficos, el ideal se tambalea por reiteración. Se desubica en la gran ciudad paralela del resentimiento, como el sufrimiento no se cura con amor, sino con más hostias, puño con puño, en una guerra que no tiene vencedores ni vencidos. Sólo miedo, silencio o desinformación. Chicas si os ocurre algo semejante, no encendáis la consola, llamad al 016 contra los abusos o la violencia de género. Ámimo reales y valientes heroínas!

Probablemente por ello, Nacho Vigalondo lo retrata desde un universo paralelo de vicio tecnológico y surrealista, contra la defensa de un monstruo atípico. Una clase universal donde siempre se crean facciones enfrentadas y no buscar una solución adecuada, complicada de por sí.

Así que, tú decides... visitar esta doble sesión de cine actual, desproporcionado o desnivelado, también raramente denominado español. Con anotaciones o inconsistencias estéticas, de un surrealismo condicionado, o estereotipado. De sentido contemporáneo y convergencia en la crítica social, aunque no bien calculada. O, la otra perspectiva ante el juego... salir al Bar próximo a relacionarte, achucharte y ´enamorarte` de posibles individuos ´violentos`, no es broma, alguno bueno habrá en algún lugar.. Aunque si al final no lo consigues, puedes pillarte una colosal cogorza...

Sitges 2016: Tribute to Terele Pávez.


Colossal Soundtrack, by Bear McCreary.


domingo, 4 de enero de 2015

Open Windows.
















Una habitación con vistas... 
a la fama.

Con Open Windows ha sido la primera vez que el director de Cantabria (España), Nacho Vigalondo ha ideado y rodado en Madrid, una historia sobre crímenes (su tema preferido en el cine) con las repercusiones psicológicas que Alfred Hitchcock y su cine han establecido en las producciones modernas. En las que el aspecto visual toman una relevancia mayúscula a la hora de establecer la estética del suspense, en este caso, acompañado de un sentido del humor poco significativo. Cosa que me sorprende en el director español.
Para la ocasión cibernética, el método de ventanas a modo de viñetas de cómic se apoderan de una gran parte de la duración del filme, y también refleja el interés de Vigalondo por los matices y diferentes personalidades de los protagonistas de sus películas, desde que en 2007 sorprendiera a los aficionados a la ciencia ficción con su primer largometraje Los Cronocrímenes con la versatilidad y giros argumentales al servicio del suspense. En el mismo sentido que la acción, en un increscendo de posibilidades paralelas.

La tecnología informática en esta ocasión se muestra como mecanismo de rodaje, con múltiples observaciones desde las ventanas digitales a las físicas demostrando un voyeurismo que roza la perversión, pero sin la carga de emoción de La Indiscreta del maestro londinense. Con el que establece otra relación al viajar a Hollywood en busca de nuevos proyectos y la maquinaría que la industria pone en manos de los directores europeos, ahora con la participación de los Estudios Spiderwood localizados en Austin (Texas) y escaso bagaje todavía en la producción especializada en la animación digital y los efectos visuales para cine y Tv.
Esta nueva empresa con su fundador Tommy G. Warren a la cabeza, se involucra en pequeñas producciones de género (Plan de Escape, Exits) esperando llamar a las puertas de un éxito internacional que les lleve a ocupar puestos más significativos.

Mientras, ofrece esta oportunidad de navegar por las atracciones fanáticas de los seguidores a los famosos, en la piel de un curioso y despistado Elijah Wood el ex-hobbit (siempre coqueteando con la criminología o el scifi, The Faculty, Enredos en Cadena, Miércoles de Ceniza, Olvídate de Mí, Sin City, Todo está Iluminado, Bobby , Número 9 y sus dos trabajos con directores españoles en Los Crímenes de Oxford y Grand Piano, sin olvidar su despiadado asesino en Maniac) vigilante forzado del físico y la vida de una actriz con pasado guiado por los excesos y las relaciones sentimentales interesadas. Para ello, la imagen idealizada de otra profesional con reconocidos encantos sirve como portada de sus escrituras blogueras, con la mirada sugestiva de una Sasha Grey tan reinventada como artificial, que se verá involucrada en una trama algo confusa con tantas entradas y salidas de personajes poco atractivos.
Al cliquear sobre su icono, se abre un mundo dónde la observación fuera de los cauces legales se apodera de nuestros ojos de espectador para convertirnos en meros fisgones de una realidad forzada. Multitud de ventanas emergentes se ofrecen sin conocer exactamente sus intenciones, con significados demasiado variables para mantener la atención en todas las propuestas sin sentido. El mecanismo digital explota en la pantalla y marea con idas y venidas, que desvían el interés general hasta la resolución en las secuencias en su último tramo.

Creo que la intención de Nacho Vigalondo es que cuando empiezas a visionar su Open Windows, te encuentres igual de perdido que sus personajes, buscando su relación impredecible, más por los efectos visuales que por un guion bien estructurado, al menos hasta su clímax final. Este estado sorpresivo del espectador por los diferentes puntos de vista, se aparta del bagaje y la calidad de los diálogos (algo chabacanos) que emprenden unos personajes con escaso bagaje personal. Algo que no cuadra con el cine de Hitchcock más interesado por esas ramificaciones de sus acosadas heroínas y asesinos despiadados.
La exposición de los hechos se muestra atropellada en algunos instantes, falta de seriedad con un camino repleto de trampas poco convincentes y que se alejan del aspecto dramático para caer en el exhibicionismo tecnológico.

El resultado de tanta intervención de Internet y los chat en redes sociales, abren en esta ventana discreta, un disfraz excesivamente programado, con artilugios preparados para el engaño y ciertas intenciones de convertir al protagonista en una especie de todopoderoso. Pero, como todo será una ilusión que deparará en la humanidad escondida detrás de la máscara, trasladando que sólo se trata de hombrecillos jugando con datos privados de vidas que no les pertenecen. Gracias a Bill Gates o cualquier otra divinidad microinformática, los usuarios pedimos más protecciones contra estos comportamientos crecientes y repudiados por la mayoría.
Es lo que nos gustaría realmente, pero estimo que las empresas no están demasiado interesadas a proteger a sus clientes, pues es más beneficioso la eterna lucha entre la legalidad y lo inconveniente.

Si la gracia de las relaciones en el futuro es esto, mi intención es abandonar cualquier pertenencia a un mundo caótico debido al espionaje en la llamada nube, más una sopa de sentimientos encontrados, y convertirme en un anónimo cualquiera de la calle, aburrido y desconectado de tantos gadgets invasores, miradas con intenciones delictivas y apoderamiento de ideas. Esas ventanas que ya no dan más de sí, como los irreales franceses y las burlas a las investigaciones policiales.
Nacho Vigalondo, vuelve a tomar el interés por los personajes en la definición fuera de los artificios poco elaborados, cuando una parte del recorrido que nos trajo hasta aquí se ha perdido por links poco creíbles, en un file not found de un público más exigente con los guiones y la evolución dramática. Algunos han sido estimulantes confeccionados para la avidez y la satisfacción de los deseos primarios.

Estimulación del confusionismo como método de crear el suspense, girando sobre el fanatismo por la imagen pública más que por los sentimientos, de unas apariciones casi fantasmales que no dejarán ninguna huella en su carrera profesional, como un ratón sin batería en las manos de un director del que se esperaba un crecimiento hacia metas más relevantes o una mayor variedad y peso en las intervenciones de los papeles secundarios.
Por supuesto, respeto la forma arriesgada y la complejidad a la hora de abarcar el rodaje, pero no me atraen las conversaciones que se establecen ni la carga interpretativa de actores que no dejan una huella en la retina. Porque, en la ventana de enfrente se hallaban James Stewart con gesto apurado por la inmovilidad, y una Grace Kelly haciendo gala de toda la fuerza de las estrellas de la época dorada de Hollywood.

Bueno, aunque no se interactue de la manera que a mi me gustaría o los avances informáticos se encajen como una retahíla de sucesos emergentes por lo imprevisible, debo aceptar la valentía de Vigalondo por ofrecer temáticas y retos distintos al resto de la producción cinematográfica española, la utilización de la cámara en primera persona (a pesar de los artificios y trampas) y una resolución adecuada tras las escenas de acción sacadas de un vehículo involucrado en una persecución sin sentido, y claro, más trampas.

No he podido ver su anterior película Extraterrestre ni su parte en el rodaje viral de V/H/S, así que espero que no haya comenzado el declive de un director llamado a mayores logros comenzados con un imaginativo corto llamado 7:35 de la mañana, que le valdría una merecida nominación a los Oscars hace ahora diez años.

Ojalá que sea capaz de abrir la ventana para airear sus ideas, con nuevos proyectos y una mayor continuidad en su labor de contar historias, sean o no de género fantástico o negro.

** Regular **

Tráiler The Scribbler, de John Suits. Reparto: Katie Cassidy, Garret Dillahunt, Michelle Trachtenberg, Gina Gershon, Michael Imperioli, Sasha Grey.


Elijah Wood and Jack McBrayer talk 'Cooties' at Sundance


Tráiler de Set Fire to the Stars, de Andy Goddard. Reparto: Elijah Wood, Celyn Jones, Kelly Reilly, Steven Mackintosh, Shirley Henderson, Kevin Eldon.


Coming Soon, The Last Witch Hunter de Breck Eisner. Reparto: Vin Diesel, Rose Leslie, Elijah Wood, Michael Caine, Ólafur Darri Ólafsson, Julie Engelbrecht, Rena Owen.

Cinemomio: Thank you

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