Hollywood entre el fuego y el agua.
Desde finales de los 70 y la década de los ochenta, el director canadiense David Cronenberg ha conducido su limusina particular entre las estrellas, y con su cine se ha dejado seducir por las vidas de individuos sexualmente desquiciados, animales de la ciencia, psicopáticos del volante y enfermos o expertos en cirugía de identidades inseparables.
Todas aquellas historias que tenían en común la materia o la carne como elemento sanguinolento y pustuloso, o el complejo entramado de la psiquis humana luchando contra la enfermedad, los poderes extrasensoriales o un mundo de pesadilla, muy reconocible para los aficionados a las películas de Cronenberg.
Aquel vehículo de lucimiento y paranoia es un compendio de escritores, científicos, cirujanos y sicólogos, actores del cine, la televisión o el teatro, el mundo de los videojuegos o los famosos, solitarios; circulando por las vías del éxito, frecuentando los ambientes sexuales enfermizos, manchando los salpicaderos con sangre y otras sustancias, enloqueciendo con las drogas y la química de los laboratorios. En definitiva, seres solitarios buscando su sitio en el firmamento cinematográfico.
Cómo pasa el tiempo... 45 años después de su primer largometraje Stereo, la sexualidad está comprimida entre los mismos corsets del pasado, la piel infecciosa y la carne se dan la mano entre guantes y los niños siguen siendo perturbadoras copias del comportamiento de los adultos. En Maps to the Stars vemos todo su recorrido desde un autobús que nos acerca el pasado a una lujosa limusina, y al conductor que propagará la nueva epidemia sobre la ciudad de L.A., en un Hollywood soleado aunque frío como un lavado de estómago.
Aquel gélido hombre de negocios que derrumbara el concepto capitalista en la indefinible Cosmópolis, es el mismo Robert Pattinson que ejerce de chófer y quiere pertenecer a ese mundo de estrellas o estrellados.
Ambos, emprenden este nuevo viaje con una chica de moda a bordo, Mia Wasikowska (The Double, Stoker) y la flamante actriz ganadora del Oscar, Julianne Moore, con su melena rojiza y pálido rostro igualmente que la primera, que nos acercarán una característica inédita en el cine de David Cronenberg. Los muertos como leitmotiv del paso del tiempo y lo paranormal como conciencia crítica.
Maps to the Stars es una aventura caótica del mercadeo de los famosos con billete de ida y vuelta, pues comienza en ese autobús que acerca a los desconocidos hasta las mismas puertas de Hollywood, los miedos de sus estrellas, las drogas y la envidia, o el derrumbe de la institución familiar.
Abrimos las ventanillas y comprobamos que no todo es tan luminoso como parece a prioiri (incluida Carrie Fisher rescatada del tiempo en Star Wars y próxima a aquel lado oscuro que regresará), el éxito demostrativo de triunfo personal que elude el comportamiento afectivo y aprendido entre generaciones, degeneradas. El lujo y la ostentación del propio alma, por encima, del respeto a los muertos, mezclado en un cóctel mortal con la depravación moral y carnal. Todos los reflejos que ciegan por el retrovisor del tiempo, son ecos enfermos de nuestra sociedad.
Cronenberg se rodea, como siempre, de un elenco de estrellas que ya formaban parte de este mapa celestial y otras nuevas, con el impulso de un meteoro en llamas. Como el joven y sorprendente Evan Bird, magnífico e inquietante u otra rutilante y bella como Sarah Gadon.
Hollywood se ha convertido, o Cronenberg lo ha querido, en un inframundo con visitas esporádicas, de la enfermedad atacando hasta la muerte al ser humano, las relaciones familiares causantes de separaciones dolorosas y el sexo utilizado como arma arrojadiza.
Aquellos padres que devoraron a sus hijos como los dioses por perpetuar su dominio, John Cussak y Olivia Williams, brillan con luz propia hasta que la estirpe se convierte en un engaño para nuestros ojos, pues dejaron de existir hace tiempo. Como Saturno o Cronos.
En este firmamento rubricado con el trabajo y la fama, Julianne Moore se corona como la reina (dentro en la pantalla y fuera en las noticias) cuando dos personajes tan distantes tienen comportamientos mentalmente trastornados, simplemente fastuosa (una alusión a su interpretación en Still Alice con infinitos matices). La locura transitando por un mapa que circula entre la comedia patética y el terror.
Sin embargo, la historia de un guionista multifacético, productor, actor y director llamado Bruce Wagner, no se conforma con recordarnos a antiguas estrellas del cine como si Baby Jane o Norma Desmond hubieran resucitado en la actualidad. Sino que la venganza lleva un mapa en su cabeza con las coordenadas específicas para reencontrarse con su destino.
Llamas y agua, son los elementos elegidos para que los aparecidos controlen todos esos ángulos muertos en la memoria, y soporten la miserable conciencia de terapeutas y padres. Todos fagocitados por una industria puesta en tela de juicio y creadora de monstruos, a través de comportamientos e insultos, magnificados por el consumismo de la imagen y las debilidades respecto a sus vicios. Los celos midiéndose con los egos ofrecen a Mapst to the Stars, el escenario perfecto para esta batalla inmortal entre la realidad y los sueños.
Al final, el festival de los premios se cierra con un hálito sanguinolento al estilo Cronenberg aunque sin alharacas, reapareciendo de entre los muertos y alcanzando esas alturas que sólo están al alcance de las estrellas.
Y los pequeños monstruos, encarados y malhablados, se divierten con métodos hirientes y dictadores, ejecutando la música alrededor de la cual, todas aquellas constelaciones débiles se moverán mecánicamente unas contra otras. Surgiendo por encima de ellas, el otro elemento ganador y perturbador en el rostro y la voz manipuladora de Evan Bird (Chained) como la gravedad que aplasta a sus babeantes palmeros, movidos por los intereses económicos.
En esta lucha entre lo viejo y lo novedoso, entre bellezas marchitables, volverá a renacer la atracción enfermiza en otros cuerpos y rostros que miran hacia el infinito.
Es un procesos de regeneración carnal en la órbita de Cronenberg.
Las palabras en Maps to the Stars, son accidentes mortales cargados de veneno, sin peso para la convivencia pero que provocan el caos y la destrucción.
Y una vez comenzado el proceso de la violencia, es difícil detenerlo.
Hasta que los cuerpos consumidos con sus tentáculos abrasados en la fragua de otro Vulcano (o Cronenberg en busca de algún Antiviral), hijo de dioses, se dediquen en silencio a observar las estrellas.
Mientras... Saturno es devorado por sus propios hijos.
*** Buena ****
Fire And Water - Maps to the Stars Soundtrack, by Howard Shore.
Desde finales de los 70 y la década de los ochenta, el director canadiense David Cronenberg ha conducido su limusina particular entre las estrellas, y con su cine se ha dejado seducir por las vidas de individuos sexualmente desquiciados, animales de la ciencia, psicopáticos del volante y enfermos o expertos en cirugía de identidades inseparables.
Todas aquellas historias que tenían en común la materia o la carne como elemento sanguinolento y pustuloso, o el complejo entramado de la psiquis humana luchando contra la enfermedad, los poderes extrasensoriales o un mundo de pesadilla, muy reconocible para los aficionados a las películas de Cronenberg.
Aquel vehículo de lucimiento y paranoia es un compendio de escritores, científicos, cirujanos y sicólogos, actores del cine, la televisión o el teatro, el mundo de los videojuegos o los famosos, solitarios; circulando por las vías del éxito, frecuentando los ambientes sexuales enfermizos, manchando los salpicaderos con sangre y otras sustancias, enloqueciendo con las drogas y la química de los laboratorios. En definitiva, seres solitarios buscando su sitio en el firmamento cinematográfico.
Cómo pasa el tiempo... 45 años después de su primer largometraje Stereo, la sexualidad está comprimida entre los mismos corsets del pasado, la piel infecciosa y la carne se dan la mano entre guantes y los niños siguen siendo perturbadoras copias del comportamiento de los adultos. En Maps to the Stars vemos todo su recorrido desde un autobús que nos acerca el pasado a una lujosa limusina, y al conductor que propagará la nueva epidemia sobre la ciudad de L.A., en un Hollywood soleado aunque frío como un lavado de estómago.
Aquel gélido hombre de negocios que derrumbara el concepto capitalista en la indefinible Cosmópolis, es el mismo Robert Pattinson que ejerce de chófer y quiere pertenecer a ese mundo de estrellas o estrellados.
Ambos, emprenden este nuevo viaje con una chica de moda a bordo, Mia Wasikowska (The Double, Stoker) y la flamante actriz ganadora del Oscar, Julianne Moore, con su melena rojiza y pálido rostro igualmente que la primera, que nos acercarán una característica inédita en el cine de David Cronenberg. Los muertos como leitmotiv del paso del tiempo y lo paranormal como conciencia crítica.
Maps to the Stars es una aventura caótica del mercadeo de los famosos con billete de ida y vuelta, pues comienza en ese autobús que acerca a los desconocidos hasta las mismas puertas de Hollywood, los miedos de sus estrellas, las drogas y la envidia, o el derrumbe de la institución familiar.
Abrimos las ventanillas y comprobamos que no todo es tan luminoso como parece a prioiri (incluida Carrie Fisher rescatada del tiempo en Star Wars y próxima a aquel lado oscuro que regresará), el éxito demostrativo de triunfo personal que elude el comportamiento afectivo y aprendido entre generaciones, degeneradas. El lujo y la ostentación del propio alma, por encima, del respeto a los muertos, mezclado en un cóctel mortal con la depravación moral y carnal. Todos los reflejos que ciegan por el retrovisor del tiempo, son ecos enfermos de nuestra sociedad.
Cronenberg se rodea, como siempre, de un elenco de estrellas que ya formaban parte de este mapa celestial y otras nuevas, con el impulso de un meteoro en llamas. Como el joven y sorprendente Evan Bird, magnífico e inquietante u otra rutilante y bella como Sarah Gadon.
Hollywood se ha convertido, o Cronenberg lo ha querido, en un inframundo con visitas esporádicas, de la enfermedad atacando hasta la muerte al ser humano, las relaciones familiares causantes de separaciones dolorosas y el sexo utilizado como arma arrojadiza.
Aquellos padres que devoraron a sus hijos como los dioses por perpetuar su dominio, John Cussak y Olivia Williams, brillan con luz propia hasta que la estirpe se convierte en un engaño para nuestros ojos, pues dejaron de existir hace tiempo. Como Saturno o Cronos.
En este firmamento rubricado con el trabajo y la fama, Julianne Moore se corona como la reina (dentro en la pantalla y fuera en las noticias) cuando dos personajes tan distantes tienen comportamientos mentalmente trastornados, simplemente fastuosa (una alusión a su interpretación en Still Alice con infinitos matices). La locura transitando por un mapa que circula entre la comedia patética y el terror.
Sin embargo, la historia de un guionista multifacético, productor, actor y director llamado Bruce Wagner, no se conforma con recordarnos a antiguas estrellas del cine como si Baby Jane o Norma Desmond hubieran resucitado en la actualidad. Sino que la venganza lleva un mapa en su cabeza con las coordenadas específicas para reencontrarse con su destino.
Llamas y agua, son los elementos elegidos para que los aparecidos controlen todos esos ángulos muertos en la memoria, y soporten la miserable conciencia de terapeutas y padres. Todos fagocitados por una industria puesta en tela de juicio y creadora de monstruos, a través de comportamientos e insultos, magnificados por el consumismo de la imagen y las debilidades respecto a sus vicios. Los celos midiéndose con los egos ofrecen a Mapst to the Stars, el escenario perfecto para esta batalla inmortal entre la realidad y los sueños.
Al final, el festival de los premios se cierra con un hálito sanguinolento al estilo Cronenberg aunque sin alharacas, reapareciendo de entre los muertos y alcanzando esas alturas que sólo están al alcance de las estrellas.
Y los pequeños monstruos, encarados y malhablados, se divierten con métodos hirientes y dictadores, ejecutando la música alrededor de la cual, todas aquellas constelaciones débiles se moverán mecánicamente unas contra otras. Surgiendo por encima de ellas, el otro elemento ganador y perturbador en el rostro y la voz manipuladora de Evan Bird (Chained) como la gravedad que aplasta a sus babeantes palmeros, movidos por los intereses económicos.
En esta lucha entre lo viejo y lo novedoso, entre bellezas marchitables, volverá a renacer la atracción enfermiza en otros cuerpos y rostros que miran hacia el infinito.
Es un procesos de regeneración carnal en la órbita de Cronenberg.
Las palabras en Maps to the Stars, son accidentes mortales cargados de veneno, sin peso para la convivencia pero que provocan el caos y la destrucción.
Y una vez comenzado el proceso de la violencia, es difícil detenerlo.
Hasta que los cuerpos consumidos con sus tentáculos abrasados en la fragua de otro Vulcano (o Cronenberg en busca de algún Antiviral), hijo de dioses, se dediquen en silencio a observar las estrellas.
Mientras... Saturno es devorado por sus propios hijos.
*** Buena ****
Fire And Water - Maps to the Stars Soundtrack, by Howard Shore.