Sellando nuestras bocas...
He leído en algún rincón de la red o puerta de un lavabo público, que Noah Hawley se ha ido transformando en un verdadero y genial chef, sin embargo, prefiero la comparación de un gran maestro compositor de una sinfonía, violentamente familiar. Porque la comida en esta última temporada de Fargo, aunque juega un papel recalcitrante y con fundamento (como diría el otro), es parte necesaria en una auténtica caza instrumental. Con piezas a degustar sonoramente, por determinados depredadores de la fauna autóctona, dentro de una oda pluscuamperfecta en esta peculiar Minnesota.
Por lo tanto, Mr. Hawley se inviste con las galas de un director de orquesta, no condicionado por creaciones pasadas, proponiendo un novedoso juego entre el gato y el ratón. De Pedro y el Lobo, ocultándose tras los beneficios y las mentiras, semejante a una orgía accidental o un carnaval del cuento clásico. El creador disfrazado de aquel Mr. Crowley endiablado (interpretado por el mejor Ozzy), que se preguntaba por pensamientos internos del individuo y esa habitual dialéctica del guionista con los muertos. El director moviendo las piezas a su voluntad, como el maestro Serguéi Prokófiev, al componer una misión educativa con el Opus 67 escrito en 1936 para los infantes... y aún no habían llegado las grandes escaramuzas sonoras, durante la WWII. ¡Ojo qué viene el Lobo!
Así mismo, la caza es plato de buen gusto para gourmets de las series modernas, con determinados cazadores o mercenarios a sueldo, esto es, a la manera fílmica, que se relamen con sustanciales beneficios o ascensos en la habitual Familia. La coeniana, esta vez, con composiciones propias. Como una luminosidad que es rota por habitaciones solitarias y conversaciones surrealistas.
El Clasicismo Negro.
Hace tiempo atrás, mucho después del estreno de la película Fargo dirigida por Ethan y Joel Coen, escribí un comentario de la nueva adaptación al medio televisivo, con una primera temporada que resultaría ejecutada con maestría, suspense clásico y excelencia, tanto visual como sonora.
Donde todos los protagonistas invitados, seguían las frases escritas y reproducían los movimientos coordinadamente, en un baile entre Hitchcock y Peckimpah, semejante a un coro salvaje controlado por la mano de sus creadores y directores, utilizando los recursos técnicos de un equipo de colaboradores con sabor tradicional. También, con otros subterfugios esenciales que se decantan por el actor, como son la expresión corporal, la naturalidad académica en el trabajo interpretativo y, por descontado, su propia voz. Cada temporada con los instrumentos afinados para interpretar una gran sinfonía.
Luego, nos tomaríamos nuestro tiempo, con el fin de paladear y saborear un producto de primera calidad, para situarnos frente al siguiente movimiento ejemplificado en un cuento de terror y ciencia ficción, hasta hacernos reventar los tímpanos o sangrar con la escalada sonora y vengativa, narrativa con trágicas imágenes, reales o no. Puedes perderte en el horizonte nevado, desde la primera a la última temporada de Fargo... por ahora.
Hoy, me enfrento al cuento como si fuera un invitado de honor a una orquesta sinfónica, me colocó mis cómodas pantunflas para no generar ninguna incomodidad adicional o ruido molesto, me envuelvo en mi manta, intentando aislarme del frío exterior y la nieve, y olvido los temas que suenan en mi pensamiento, los rasgos o ecos del pasado y las posibilidades del futuro. Con el fin de sentir una nueva y memorable obra clásica, una conjunción interpretativa con varios e inolvidables personajes al unísono, como siempre en Fargo. Me pliego a la escritura, que mantiene al creador en un escalón superior, sobre el púlpito de los insignes de la actual televisión.
Eso sí, el cerebro rodeado de una fauna considerable y recubierta de unas fauces devoradoras, como el tiempo. Estamos avisados y con los oídos preparados, para una nueva obra casi maestra de la televisión, producida por 26 Keys+Nomadic, la honorable MGM Televisión y FX Productions, esta vez tocando los catetos geográficos y nevados, entre dos edenes (Valley Y Prairie) residenciales y la hipotenusa comercial sita en Saint Cloud (fuera de Dakota del Norte), por supuesto, grabada en los bosques ´caldeados` de Calgary. Provincia de Alberta, tierra de lobos. Clinc, clinc, clinc... ¡Hora de comeeeer!
Instrumentos... ¿del mal o del bien?
Aunque, cada músico o intérprete pueda intervenir en ese momento exacto o selecto de la epopeya musical, acorde a su dedicación interpretativa o expresiva, sus cimientos son firmes, arraigados al escenario o la escena. Premiado con exquisitos diálogos y rigurosos matices luminosos, que se enclavan en el negro profundo. Las palabras describen la conciencia criminal, en esta factura que se caracteriza por menor incidencia de espacios penumbrosos y naturales, que no de esos rasgos o movimientos orquestales oscuros.
Algunos de ellos, se presentan y finiquitan en un abrir y cerrar de ojos. En determinados momentos, la nieve actúa como un lienzo macabro, donde los personajes estampan su diabólica firma, salvaje diatriba que recuerda a cintas como a la Deliverance dirigida por John Boorman, y quizás, enraizada con las bajezas morales de personajes de filmes como The Deer Hunter (del ya fallecido Michael Cimino) o los matices de postreros protagonistas en las películas dirigidas por el gran Martin Scorsese. Así de profunda y accidentada, esta parábola, sobre la ambición y la soledad.
Indivisiblemente, a pesar de esta desnaturalizada bajeza moral, las muertes suceden casi sin querer... o por aquel comportamiento escabroso y miedoso, dentro de la enfermedad ética. Su estructura es lúcida y el montaje delicado, al igual que las expresiones fabricadas para cada ser, reunidos por una sucesión de hechos drámaticamente imposibles (si hay algo imposible en nuestras patéticas sociedades) o asaltado por catastróficas desdichas, como otra parte reasignada y razonada, dentro del espectáculo generalizado que es esta tercera Fargo.
Creadas efigies de la estupidez, la envidia o la maldad, firmadas con la batuta a mano de los actores y sus gesticulaciones o expresionismo, exclusivamente para la enfatización canalizada o la melodiosa contundencia de su voz, como instrumento de todos los instintos del ser humano: respeto, debilidad, miedo, sorpresa, desafío, vejación, pérdida, crueldad, odio, venganza... Unas veces, los movimientos pueden resultar cómicos y otras profusamente dramáticos, pero jamás, imperceptibles o sobrantes.
Todo sincronizado en diez capítulos o compases redondos, recubiertos de historias paralelas, tejidas como una red para la caza ficticia (una sobre todo), que embellecen la odisea o sonata trágica, sin que, para ello, se vea comprometido el conjunto o la exquisitez de este instante impagable sobre el escenario, casi de otro mundo. Sobre nuestro salón, quiero decir. Pero también en sobre nuestra mente, según expresa Mr. Hawley: "Me interesará ver dentro de un año o dentro de un mes, cómo la gente mira hacia atrás, esta historia que contamos". Yo digo... o que tocamos, ya que se pueden moldear los prototipos humanos y los factores de la sociedad, con las manos, al igual que un instrumento es adaptado a nuestra sensibilidad táctil o labial.
Su estilo es definitivamente clásico, aunque se enmarca dentro de un conformismo ilusorio, adentrándose en los territorios de la comedia y el negro, acribillados a balazos por las palabras y la perplejidad, o mayores acciones violentas, que exceden las amenazas clásicas. Hacia un gore, estilista y pictórico.
Un toque Fargo/Hawley, propio.
Su ritmo cadencioso y preciso, es extrovertido, marcado por las tribulaciones graciosas de los personajes y el acento violento. Se mueve dentro de la controversia social y la polémica de otros estamentos oficiales y las diversas clases, desde la legislativa a la ética individual. Por tanto, también es introspectivo, se aleja de la superficialidad de lo accidentado, para crear una pesarosa parábola de la vida actual, con esta soledad que nos acucia, la economía, el temor o el dolor, como esenciales pilares de la obra hawleyana. Encumbrada por las conductas y matizada, por una banda sonora de claros contrastes orquestados, que se abre con un episodio convertido en cuento clásico, fuera de la liturgia y las creencias coenianas.
Más cine expresionista, con reflejos divididos o emparejados, para remarcar los gestos y escenarios, simples como una carretera o complejos, como un cuadro sangriento en la nieve, en el asfalto; una oficina con múltiples pasos, frontales y laterales, incomunicados, cristales, ventanas o puertas, comunicaciones en la distancia, siseos en el oído.
Se han dejado las divisiones de la pantalla de la anterior temporada, que magnificaban las presencias cercanas y las vistas panorámicas, con esas escenas íntimas rodadas en vertical, cerrando el objetivo sobre un espacio reducido y los rostros sombríos o preocupados, o abiertas en espacios naturales y con aquel montaje horizontal que garantizaba la profundidad de campo y las insalvables distancias.
Ah, y las argucias familias por supuesto, con variedad de planos y todas las variantes posibles en el contexto criminal. Nexo de todos los entramados en una Fargo, con menos densidad de población que el resto de estados y juzgado en los pequeños rincones hogareños y esas grandes familias del crimen. Así, que puedes colocarte tus zapatillas de casa, tomar tu refrigerio y sentarte para el disfrute... digo, indigestión.
Sin duda, éstos son los instrumentos del Bien, de la ejecución sonora. El Mal visual... ya llegará, tranquilosh, nosh sseáish impacientesh.
Conexión musical y celestial.
Siempre es complicada esta labor, no la de comer, sino la de digerir.
Sobre todo para algunos seres que devoran demasiado deprisa, consumen sonidos desaforadamente y sin aprecio por el arte y, por ende, ocasionan un perjuicio intestinal (de ida y vuelta) que no se calma con un simple devolución. Mala higiene bucal, coronada por un fétido aliento que produce vapores, imposibles de resistir en sus interlocutores; pero, ese es otro tema, relacionado con la salud (del resto de olfatos) y las exquisiteces gastronómicas, que no viene con este cuento y las notas.
Como decía, la producción de una composición como pieza maestra, es una oda vertebrada que te lleva al éxtasis o te traslada a otros escenarios, al engaño, lo que significaría una conjunción sinfónica de multitud de factores y sonidos. De todas las piezas situadas sobre el escenario o el foso (referente a cadáveres en este caso), de forma que ninguno de los instrumentos, desentone del resto de elementos afinados y bien ejecutados, no por accidente.
O que su significado o excelencia, se pierda por los vericuetos insalvables de una partitura que se copia a sí misma, una y otra vez, inversamente proporcional a las letras de esta composición tercera y sus nuevos rostros protagonistas. Es una obra, creada para un cuarteto y una serie de movimientos académicos, que se trasladan a una época más actual de nuevo (el 2010), en varios sentidos y direcciones, desde un futuro animado por la decadencia moral, al cómico presente saltando por el pasado más emocionante. Encubada por los estupend@s actores, con la familiar agente y jefa de todo, Carrie Coon, la insinuante Mary Elizabeth Winstead, David Thewlis (sin palabras, Anomalisa, Wonder Woman) y dos divertidos y enfáticos, Ewan McGregor. A los que sumar, como es característico de la toda la serie Fargo, a un perfecto grupo de actores que acompañan, sin desafinar o desentonar con las estrellas y otras invitadas que perpetran increíbles, papeles sorpresa.
Dentro de un laberinto lógico de individualidades, que demuestran la coordinación necesaria y precisa, para recrear este cuento introspectivo, mediante los distintos sonidos o tonos enfatizados, de intérpretes y sus particulares gestos a la cámara, personajes estilizados o caracteres amedrentados. Todo acorde a la excelencia de una mente cada vez más creativa o trabajo de un compositor en completo estado de gracia, esto es, resultado de una expresividad ácida y caricaturizada de aquellos miembros dentro de una sociedad enferma, emparentada con aquella Fargo inicial, pero con personalidad y determinación que se acrecienta con el tiempo y las temporadas invernales.
Por consiguiente, debe significarse por la diferencia en la narración o la estrategia, la excelencia en el desarrollo y las referencias semánticas, el riesgo musical de su creador; definitivamente también por los brillantes músicos, interpretando sus partes selectas o cumbres expresivas, elevándose sobre picos remotos y otros cuentos financieros, que marcan las diferencias ideológicas en tiempos de elecciones. Representados como joviales entradas, cuerdas o vientos por separado, pero al unísono: Por ejemplo, un divertido violín y su pareja la viola, los más rudos aspectos de la madera en violonchelos y bajos, jugando a la contra; el viejo de la familia denominado el fagot, su complexión, su idiosincrasia creativa y su historia, casi sonidos de otra época u ese otro mundo; en éste, una estilizada y moderna flauta, comprensible, que encandila o se encabrita alegremente frente al oboe, más tosco, impersonal y resonante, algo patético en su estilo despistado; un-a clarinete cubriendo todas las jugadas, de ambos, con sus multiplicados registros y ardides; el desconcertante depredador, cargado de tres trompas graves y ningún peso en la conciencia, con su mirada de perdonar vidas, su andar descompensado y su voz silbante o sinuosa, profundizando en el ser malvado; y otros cazadores acompasados, adoptando una sintonía magnífica, compuesta de percusiones y detonaciones de timbales o bombos, de estridentes trompetas que abren otros universos en colisión, huecas seseras en forma de trombón, el inicial triángulo de un escabechina, festiva como pandereta, castañuelas y cajas resonantes en la nieve y un final de platillos. ¡Tata-ta-chán!
Esto querría decir que, si bien permanecemos en los alrededores de Fargo y sus sonidos familiares, la sintonía del creador ha mutado, de piel de cordero desangrado a carnívoro incisivo. Escurridizo como serpiente en los negocios, voraz cánido de almas, venenoso como víbora enroscada y desconcertante en soledad, dentro del sonido sosegado de su entonación y respiración. Sus palabras han sido relevadas en ocasiones, por la productora Monica Beletsky y guionista compartida con la serie The Leftovers, o Bob de Laurentis de familia, terroríficamente insigne.
Las demás piezas, tendrían que garantizar el mejor sonido de tan excelsa orquesta y rigurosa fotografía cinematográfica, ejecutando con gran precisión las notas y las texturas, aparte, coordinando compases (entradas y silencios), compuestos y editados al mejor ritmo, ya que forman parte de una trilogía de directores menos conocidos mediáticamente. Factores de orquesta, con el mismo Noah en el primer episodio de la serie, junto a John Cameron más un Michael Uppendahl habitual de casas de horrores y otras Legiones, Dearbhla Walsh capitulado en Los Tudor o Penny Dreadful, Mike Barker (Matar a un Rey, The Handmaid's Tale) y un joven actor a principios de los ochenta, nadando entre tiburones y casi bailando en All That Jazz, profesional como Keith Gordon de extensa carrera, con la notable The Singing Detective.
El resultado de la pieza final, es una sinfonía abierta de enfoques de mentes. Manipulada y hurgada con un palillo, como si los dedos quisieran empujar hasta nuestro pensamiento recalcitrante, se centraran en el cerebro del público, hurgando y toqueteando las respuestas, enfatizando la imaginación de este genio creador, con el fin de generar una experiencia única. Envolvente en el suspense y real en la tragicomedia, con personajes que encajarían en cualquier ciudad actual, con voces que van escalando sobre nuestra experiencia, sobre el teatro de los sueños, para desbordarse en una alegoría final, sobre el comportamiento estúpido.
Son pequeñas notas de otras temporadas, que resuenan en el oído de los espectadores, como una turbada reflexión, violenta, cínica y profunda... Apassionata.
¿Verdad o Mentira?
Hola mi amor, yo soy tu Pájaro...
Hasta ese momento de catastrófico azar, sincronizado con una escena delirante y patosa, el pájaro se siente totalmente libre, y nosotros con él. Claro, es una ave que puede volar gracias a su altivez, su poderío en las garras y el pico, y los dones que le otorgaron los dioses del éxito, gracias a la dádiva y la transigencia de un hermano mayor. Que se hizo halcón con la poderosa flauta travesera, cuerno de la abundancia, sobrevolando los reproches patrocinados por el oboe (ganso o pato mareado) y su maldita estirpe sin suerte ni maña. Salvo, últimas incorporaciones a sus jugadas maestras, que están por venir.
El pájaro Emmit, trina con su gorjeo desdoblado, para enfatizar la subdivisión de su sangre, como la replicación de una célula reproductora, hasta hacerse distinguir dos tipos de realidades o caracteres; marcados por el sonido de sus cantos divergentes o graznidos (éstos, emotivos en cambio) que aconsejan paciencia o neutralidad, ante el sufrimiento o la debilidad, del hermano Ray (qué grandes dos actores, en uno), el obstinado, receloso y estimado por los espectadores, no coincide en el mismo plano. Sí escena y espejo. Pero, todo cambiará... son dos pájaros a tiro.
Un día, facturado por las fauces, uno será libre y otro encarcelado, en una jaula de oro. Sus sonidos variarán y se oirán sobre la ciudad de Saint Cloud, hasta derramar su resultado por las aceras, las oficinas y negocios, los hogares silenciosos, sólo rotos por el eco de una televisión o cuento de absurdo cainismo, los automóviles americanos, los desguaces, las cunetas y bosques del extrarradio, los hospitales, almacenes y ascensores al cadalso. Pero, sobre todo, por los resultados en Bolsa, los despachos truculentos y los váteres adosados al Mal.
El pájaro canta, avisa, denota, reclama al pato o ganso que no tiene fuertes alas para volar, no como el pequeño Pedro que viaja. El ave mayor es rapaz y transparente para los negocios, o mira de reojo, al incomprendido... El otro no se entera, va a lo suyo, si repasara bien su vida, se mojaría y contesta que tú, pobre volador, te ahogaría en un marco de saliva... Andares de pato, adicto y difamador, juguetón en camas, que se dedica a satisfacer sus propios instintos primarios, la perspectiva de la memoria o, simplemente, a sobrevivir a la quema, de los rastrojos y malas hierbas. Ojo, que podrían hacer paté con tus hígados, amigo ganso.
Ya no se trata de una realidad aumentada, con la llegada de la oscuridad, se conforma un ambiente sobrecargado e irrespirable, nada de espacios abiertos por ahora.
El Abuelo... es un autómata, de pocas palabras. Sigue vivo y coleando, pero su mente se quedó anclada en unos dibujos animados que miran al futuro con resignación, ante la Edad del Hombre. La atmósfera y la pesadumbre, estalla con colores a ciencia ficción (de nuevo), mas, menos impactantes y más gráficas... gracias a los dioses de las alturas. Es decir, una historia universal, tantas veces contada, como siglos lleva la Humanidad depredándose.
A pesar de la luminosidad de estas tiras (en el cuatro), pasa tu vida como una fotografía en sepia de los tiempos de las grandes producciones de Hollywood, deseando que no se termine la odisea, del joven-viejo, de la mente adolescente y labios sellados. Más densidad, por otro engaño, de vuelta a la jungla de asfalto barnizada con blancura celestial, y un demonio que se aproxima, como un canis lupus blandiendo sus naturales instrumentos de tortura. Choque de cuerdas, contra el viento, semejante a un ring de gestos y expresiones estilizadas. El cuento empieza a parecerse a una pesadilla, y la orquesta logra adentrarse en otros caminos más siniestros, salvajes o drásticos. El abuelo, ya no puede decir: "I can help"... ya que, Nadie está dispuesto a escucharle.
La Gata: Tenemos a los vientos, surcando los cielos y quemándose en el infierno, acompañando a un abuelo de otro, que era un fagot y se dejaba querer, contrariamente a su visceral reacción. Presos en una granja para caldos de ave, sepultados por su pasado y resistiendo un presente compartido, a pesar de todo, lo sufrido y lo que vendrá reflejado. Un actor y dos aves, que se encontrarán con las garras de una gata, la cola en los ojos como un látigo y adiestrada con sus movimientos felinos. He dicho adiestrada, no salvaje. Su juego pertenece a otro nivel, pues conoce trucos, cartas marcadas y señas, de cadenas y hachas, de nieve, gatillo y desprendimientos superiores.
Es compañera de fatigas, de naipes y sexo no reprimido, sobre el instrumento denominado oboe o Ray. Tan absorbido lo tiene, que pareciera ser una sombra difuminada en su piel, cerca de su cuerpo y su lengua, ya que él, representa lo obtuso, lo cómico y torpe, algo querido por todos; frente a la agilidad mental y ese otro algo, encerrado bajo sus siete vidas o nueve, yo que sé... ella anda hacia adentro, y el ganso con los pies hacia afuera. Semejante a un charlot desproporcionado por los años y la mala vida, mientras la gata es una recompensa para aquella, desgraciada que lo abandonó en una cuneta hace mucho tiempo. El anverso en una cara de sello de dos centavos... colgado de la frente.
El trío se elevará en la ciudad, para plantearse otras enemistades, que resuenan como un vómito profundo, repulsivo y enigmático, apartado del bosque; cuadrilátero que se pelea por ese reino formado por el orgullo y el éxito, la suerte y aquellos recuerdos de infaustos futuros, ofrecidos en una baraja a seleccionar por la víctima. Un truco de vanidades y falsedad. No, no hay suerte, ni beneplácito, solamente sexo, ases marcados y disfrazada realidad... grabaciones, despedidas y aires acondicionados, aparte.
Ella, minina enroscada, habilidosa en el juego ocultando su órdago, es un clarinete que cambió el sexo del cuento, por respuestas. Conocida como Nikki Swango, se cruzará en el camino de Pedro, sin verlo; lo será más aún, jugadora de pelo moreno y ojos enmarcados en negro, como las antiguas señas de una femme fatale de Hollywood, con sonido de triste sonata o romanza vengativa.
Se ofrecería para solucionar todos los problemas, creando una marejada de cuerdas, vientos y percusiones, en definitiva, un vendaval imparable. Haciendo el mismo sonido de metal, chocando y rebotando, porque entre blandos, es una ladina con dotes especiales para la supervivencia gatuna y esa enajenación por la caza. Así, saldrá en busca de un conocido cazador, para infiltrarse en la orquesta de viejas escopetas e instrumentos de tortura que, curiosamente, tampoco desentonan en el foso, por descontado, sí en la sociedad. Zalamera esquiva todas las balas y se encuentra con un lobo,
El Lobo con mayúsculas entre todas las temporadas... y mira que hubo.
Evidentemente, ella no esconderá sus uñas retráctiles (ni aquel su lengua rimbombante), porque se arañaría el propio alma y pretende quitársela a otro. Cayendo con sus cuatro patas sobre la espina dorsal, aún a costa de poder perder la última partida. Así, esta chica es resistente al deceso, junto al robusto tirador, frente a las hordas o manadas malditas (de oriente u occidente), al repaso de investigaciones que vienen identificadas por violines, violonchelos y contrabajos, de hacienda y sus magistrados a contrapelo, de las cartas no manipuladas, en conclusión, de la rancia suerte.
¿Qué nos queda, maestro Prókofiev? Apenas nada, el vacío de mentes, la corrupción de la mentira, el lavado de estómagos, la sabiduría en dosis prácticas o frases, la ocultación de cuentas, las cartas marcadas y el as en la manga, los tiros en el patio de butacas, los cazadores contra la manada, los detalles en los dientes, el traje... da igual la marca y la gabardina, el amigo desafortunado interpretado por un aturdido Michael Stuhlbarg o Sy, fortalecido en The Shape of Water y The Post. Más, los movimientos orquestales en la oscuridad, los polis bobos o la entrañable compañera Winnie Lopez interpretada por una entrañable Olivia Sandoval, una oreja y la nieve (no la de Buñuel o Lynch), el momento ascético y surrealista de Ray Wise, la voz enunciada del cuento, por Billy bob Thornton, el ojo avizor de Andy Yu, el camarada Goran Bogdan y su historia de terror, Mr. Wrench rescatado de la temporada UNO, vaya memoria la mía, el agente económico Hamish Linklater, voraz numerólogo y próximamente en la cinta Unicorn Store, dirigida por Brie Larson... y Maurice LeFay.
Se me olvidaba, por supuesto, Pedro y el Lobo.
Pedro y el Lobo.
Antes de meterme en intimidades e interpretaciones del próximo cuento, relataré que la gata es fuerte y sus afiladas uñas se esconden bajo la mesa, calculando el salto que dar, para calcular su caída triunfal, sobre sus oídos o la piel perdida de un cánido en su huida. Nada que ver con aquellas orejas cubiertas de hormigas de David Lynch o Luis Buñuel. Aunque, nada es lo que parece en Fargo y el surrealismo puede aparecer en escenario del crimen o una bolera. Mira que los carteles se encargan de advertirte de los cambios y la permanencia de las historias vigentes, pero las carreteras del olvido son infinitas.
Otra verdad, o una purulenta mentira... esto es, un embrollo o gambito. El Pedro del cuento, se lo toma de esta manera, a contracorriente del estilo machista o la superioridad. Era un muchacho pizpireto y feliz, sin demasiadas complicaciones o quehaceres en la vida diaria, salvo la vigilancia y protección, los elementos de la granja. Por eso se somete a cualquier tipo de juego, en otro campo, aunque no sea un experto en las tretas financieras y las señales contrarias. Siempre ágil, eficaz y abierto a otras sugerencias, se mueve como pez en el agua, en los terrenos más fangosos, donde los cerdos se revuelcan en propia salsa y condición. Aquí en Fargo, esta muchacha con gorro oficial para el frío, está sobre aviso y tendrá que enfrentarse a sus propios lobos o falsos corderos, como la mayoría de mujeres en cada temporada. Digamos que la 3 de Fargo, es ella en gran medida... con el permiso de trinos y lobos.
No una "Pedra" (como dirían por ahí) más bien, una mujer adulta con un pasado en el alambre, en contraposición a la Gata y su directa individualidad, de pareja. Es la dedicación exhaustiva a la educación de un adolescente que se ha encontrado sin otro pilar en la vida. Por tanto, mira con cuatro ojos, a través de los actos que se presentan y lucha por sus ideales manteniendo la calma en todo momento, incluso, mantiene su nombre por encima de otras responsabilidades anteriores u otras policías de Fargo. Ya no es jefa, es simplemente, la agente más escrupulosa y dedicada a su trabajo, si bien la psicología, a veces, le juegue malas pasadas y no se sienta tan necesaria en la sociedad actual, ni reconocida en los sensores. Males de la inhóspita jungla de cuentas ocultas, préstamos truculentos y otros privilegios relacionados con la fortuna, de cualquier procedencia.
Se presenta rodeada de cuerdas, es un instrumento alegre que recrea ese espíritu revoltoso, a base de violines, violas y chelos, pero también recapacita en los instantes más comprometidos, cuando su voz resuena más grave, como si fuera otro contrabajo más profundo, al contragolpe, dando el tiro de gracia definitivo... o tal vez un dulce amanecer.
Junto a los suyos, hijo de clarinete y abuelastro, leñador de un solo brazo, sean bien avenidos o no, ambos empiezan los acordes de su pragmático y decidido oficio, con un formalismo casi académico y utópico, a la vez. Si bien, ella reivindica su condición y género, antes representado como jefe o jefa, como le gusta indicar su mano derecha. Ella es la pastora, de almas perdidas y vigilante de lobos, perdió las querencias y el mando. Es como una fantasma, una constante realidad llamada Gloria (aquí Pedro) frente a aparatos magnéticos y secadores. Con su simpatía melódica, o gracejo natural, se encargará de administrar las mentiras, el cuento pretérito, el amor de madre y el respeto, además de calibrar la verdad, siguiendo con su trabajo y sus amistades. A pesar de las múltiples advertencias: cuidado, cuidado, con los apellidos, las torpezas y los deslenguados.
Todo sea por la pieza a controlar, o cazar. No por la riqueza que, guía a esos otros músicos más comerciales y sus fulgurantes vidas en discográficas mediáticas, porque ella va a su aire, la ley es su máxima, siempre al lado de su pequeño tesoro familiar. Este cuento no se terminará nunca, propongo temporadas compuestas en el ámbito de la música, las discográficas y sus tiburones, o los grupos con detectives sonados y mechones de pelo, despojados de los seguros, en una función memorable que nos haga bailar. Saltar como pedros, por su casa.
Ha llegado el tiempo de "El Lobo", con su fétido aliento para cuentos.
Este no es un lobo habitual, que se alimenta de la carne de víctimas infelices que se cruzan en su acidez. Controla completa y escrupulosamente, la frondosidad del bosque de cemento, hierro y las finanzas, avisa con su tono: "soplaré, soplaré... y tu casa derribaré".
Antes de que aparezca con sus indolentes movimientos, acentos macilentos y muecas depredadoras, todo parece tranquilo, salvo incidentes menores entre flautas y oboes. Su silueta se distingue por encima, de trinos amistosos o repiqueteos de fichas sobre la mesa, grave en la coordinación que, no en los aullidos, se alimenta de las almas que se interponen en su camino, devorándolas con sus fauces corruptas y saturadas de ácidos. Que corrompen su interior, de igual manera que la lejía intenta levantar las manchas de sangre sobre los tejidos o los suelos... porque, de la nieve resulta imposible. Su pensamiento también es grave, casi aleatorio o sinuoso, de depredador poderoso.
Su misión es crear el desconcierto en otros instrumentos lustrosos o ufanos, aunque su mente calcule al milímetro cada aspecto probable, cada palabra pronunciada o esa determinada acción que pueda comprometer su integridad. De forma que su brusquedad sonora, apagada por la regurgitación, retumbe en estancias y oscile por las moquetas o las cuentas, después de desaparecer de la escena. Haciendo que el sonido trágico de su pompa o boato, ruja en sus tripas como un nido de trombas o trombones caústicos, en sobre aviso. Solapándose sobre el tono de los otros, voces corales se agrían a su paso, dejando una huella de frustración y miedo... Un poco de sales de fruta y un palillo, por favor... pudiendo evitarlo o no.
Ya me encargó yo, del siguiente capítulo, de molestias dentales, estomacales u otras potenciales, y ese fétido aliento que se reproduce sin cesar. Porque la última cena, le sentó fatal.
La seguridad del resto de la camada corrupta, no importa, pues son simples peones del juego que puede intercambiarse, a pesar de la eficacia de sus acciones, la fuerza en sus dedos o pulmones, o la precisión con que tocan sus afilados instrumentos en esta orquesta del Mal. Son peones especializados que obedecen al alfa. Ya lo dice, el lobo mismo: "No es que esta sociedad esté putrefacta y los seres humanos representemos la maldad, sino que la bondad generalizada, hace que nos preguntemos, hombres y mujeres, el porqué se enquistan los males, cuando debería ser la norma habitual".
Vomitará exabruptos sobre vosotros, entrecortados pensamientos y extensiones de parlamentos pasados, silencios siseantes, ofensas sobre cazadores que yerren su tiro, domador de pájaros y terror de gatas, presagios venideros y nuevas sugerencias para, los pedros futuros. Raro gracejo que atrae a las almas.
Finales de Cuento.
Han pasado 40 años de la historia de los Gerhardt´s y su imperio de ascendencia germana, y ésta sincroniza con una época de guerra fría, en la Rusia de los antiguos zares y su control ideológico. Que puede acabar como aquel rosario de la aurora... al atardecer de una vía desierta.
Pedro y el lobo (fuera de otras fábulas) es una composición sinfónica del ruso Sergéi Prokófiev (Op. 67) escrita en 1936, como un incentivo para los jóvenes y su identificación con la música clásica. Elaborada en apenas cuatro días, propone a u narrado acompañado por la orquesta y los diferentes instrumentos que intervienen en la obra, aunque su carácter público y didáctico no tendría éxito en el estreno. Escribió su primera obra a los cinco años de edad, que definiría su inteligencia, rebeldía musical y genialidad, siguiendo los pasos de su madre pianista en Moscú y San Petersburgo, saltando a las óperas y composiciones para ballets, o demostrando su calidad imaginativa en el juego del ajedrez. A pesar de revoluciones y otras gaitas bélicas, las grandes depresiones económicas de su época, las tardanzas presupuestarias, los pensamientos soviéticos o los interrogatorios traumáticos para el acceso a Estados Unidos para los inmigrantes. Trabajó con Serguéi Eisenstein en el Bolshói y aquella épica película histórica sobre el Príncipe de Kíev, Alexander Nevski, y falleció el mismo día que un tal Stalin, lo que resultaría un funeral silencioso. Solamente un discreto artículo en los periódicos y esquela, no portado su cuerpo a la sede de Unión de Compositores Soviéticos.
Su esposa Lina Prokofiev, actuaría como narradora de su mítico cuento polifónico, Pedro y el Lobo.
Los dibujos animados ponen nombres humanos a los animales, se caracterizan por rasgos de inteligencia superior y mismos errores clásicos, andan con sus cadentes ritmos. Queda por saber, si Pedro la Agente, con alma y sin armas, observará el peligro ante las discretas revelaciones y defenderá su pequeño hogar, a base de razonamientos. Si el lobo se dará por enterado o se acabará merendando a los incautos pajarillos, porque el abuelo está sellado de párpados. Si la gata, conseguirá conocer a Pedro y su familia, o rendirá cuentas al lobo por sus malos aires, y si el pájaro o el ganso, obtendrán la ansiada libertad, a salvo del amor y el miedo.
No obstante, recordemos que en la versión rusa del cuento, el gato no es tan bueno como lo pintan y se precipita en pos del cánido. Por último, hay otra polaca, que considera a los cazadores como matones y a Pedro intentando sacar provecho de la captura del lobo, que salvado de las escopetas de los matones, logrará salirse con la suya y aullar a la luna. Libre, libre, quiero ser... con las fauces llenas de sarro y de plumas.
¡Recordad a los clásicos, es lo mejor!
Walt Disney produjo una versión animada de esta obra en 1946, con Sterling Holloway como narrador. Se estrenó como un fragmento de Música Maestro, que se reeditaría al año siguiente acompañando a Fantasía (un corto anterior a la película). Se cambia completamente el final del original, para hacerlo menos traumático para el público infantil, el narrador anuncia que el lobo no se comió al pato. Se ve al lobo persiguiendo al pato hasta el interior de un tronco. El lobo ataca fuera de la vista del espectador, y vuelve a la escena con la boca llena de plumas y relamiéndose, por lo que Pedro, el gato y el pájaro suponen que se comió al pato. Tras la captura del lobo, el pájaro se pone triste por el pato, y en ese momento el pato sale del tronco y se reúnen felices.
El Otro Pedro y el Lobo.
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martes, 13 de febrero de 2018
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