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domingo, 10 de noviembre de 2019

Stranger Things (Season III)


Los telones, tarde o temprano, van cayendo... o no.
Muchas sensaciones o visiones de ayer, van cambiando al ritmo con que se conforma la banda sonora de nuestras vidas. Excepto las más férreas o de acero que, por momentos, parecen volver a sonar entre los mejores hits o la lista de más escuchados, de esta nueva temporada.

Pero, tras esos pequeños flecos colgantes de la sociedad, los profundos surcos en la piel de ciertos personajes de épocas pasadas, sus discrepancias o querencias personales y otros asuntos sociales de ayer, regresan hoy y se van desarrollando estructuralmente a nuestro alrededor. Parecido a un virus que va creciendo poco a poco, desde la obscuridad y volviéndose gigantesco o monumental desafío, en algunos casos. Político, en otros...
Pronto, el siguiente elemento real o fantástico, se izará en el horizonte de los sucesos imprevistos, rememorando viejos episodios o temas enrocados, al lado de su hermano mayor, el cine. O, al igual que los jóvenes protagonistas de Stranger Things (tercera temporada en el hueco terrorífico de Netflix tras round I y II), reviviendo otros conflictos. A la vez que se irán haciendo más adultos y responsables, o por el contrario, con su resistencia psicológica a la invasión, tendrán que ir modificando su visión de las cosas extrañas que pasan y, por ende, nuestra percepción de cara a su futuro.

Efectivamente, los cambios en la serie son evidentes en tres fases, cuando comprobamos que las filmaciones se reproducen de año en año, o más allá de la mente de los personajes en cada instante que se reproduce como una anécdota. Las profundas grietas que parecían cerradas, se reabren con aroma a soviet y secretismo militar, desde que se produjera la primera fisión en el muro de nuestras lamentaciones venideras o las convulsas relaciones ochenteras, con múltiples ejemplos de un nuevo eje infantil sobre aquel mal, antes de Gorgachov y su perestroika.
Las manifestaciones parecen más irrelevantes, desde las voces quejumbrosas del ominipresente pueblo de Hawkins hasta la capital Indiana, lugar de paso de Reggie Miller en sus ochenteros Pacers (que quitó el récord de triples como rookie, al gran Larry Bird)... bueno, recordando que las muertes o desapariciones del pretérito, han dado paso a esta realidad apocalíptica, con alternativa más violenta o sangrienta, que recuerda a otras invasiones cinematográficas. Aromas de terminators vestidos con traje militar, musicales con La Historia Interminable, porque no, Dentro de un Laberinto de un añorado Jim Henson y sus pequeños héroes vs. el ´maligno` y no menos recordado, gran Bowie. Por tanto, curiosamente junto al amor romántico... ya lo decía la segunda de James Bond. Desde Rusia con Amor, o si bebes Martinis, no conduzcas...

En sus diferentes temporadas (1 + 1 + 1 = Eleven), algunos personajes han pasado de meras comparsas a una relevancia exponencial, a todas las teorías de la conspiración y la definición de los universos siniestros, con sus seres deformes, contagiosos y viscosos. En aumentativo mosqueo narrativo como recuerdo del mundo de Lovecraft y sus monstruos, algo que desciframos en anteriores comentarios con el universo tenebroso de los fenómenos científicos o frikis de feria, ¡verdad, Tod!
Así, combinando a esos niños gentiles con marginados, resignados en centros institucionales a su suerte, potenciando sus poderes ultrasensoriales a base de meneos esotéricos o físicos, en forma de electrochoques y cenas contaminadas. Similar a la definición definitiva de la distopía y maléfica del horror según Stephen King y las diferentes películas versionadas sobre su obra multidimensional del infierno. Ejemplo La Niebla, sin embargo, aún no es el momento de comentar otras referencias visuales... ¡Llamad a la puerta y jugad, broders!

Se abre el telón sobre Hawkins, con menos metal en la música. En manos del mismo Shawn Levy con dos episodios en la cámara y objetivo en el Séptimo Arte, más otro par de la directora de origen alemán Uta Briesewitz (filmando distópicamente para Westworld, Jessica Jones, Altered Carbon o The Deuce) y los Hermanos Duffer que pasan del primer y segundo grado, a la última definición del problema sistémico. Globalizado, enrojecidos o soviéticos, con los últimos y más movidos capítulos.

La Grieta.

En tres comparecencias con la memoria (de todos), los aventureros del pasado, han mutado de inocentes representantes del juego en el tablero de los roles, a la conversión en inocentes héroes invadidos, insumisos y respondones como pequeños camaradas de John McClane o fans de la verborrea de James Belushi frente a la rigidez de Arnold ´Danko` Schwarzenegger. Siguen siendo divertidos parlanchines de una época loca, clubs de cincos o stan by me multiplicado por cientos de ratas, conversaciones magnéticas en espacios reducidos o superficiales en la mayoría de las ocasiones. También son oportunidades de expresar opinión propia, con sus inclinaciones y novias, luchando contra gremlins en cines o frente a pétreos uniformados, pero desgraciadamente, es evidente que han ido perdiendo, algo de... frescura. A pesar de los golpes de efecto, las circunvalaciones por centros comerciales, ferias pueblerinas, instalaciones subterráneas y otras situaciones, provocadas por sustancias alucinógenas.

Aún corría la mitad de los años ochenta, cuando sonaba el éxito de Madonna "Material Girl", que pronosticaba un lento retroceso de la música rock en el panorama discotequero, tanto que ahora parece asfixiado entre perreos, reguetones y consignas maquineras. Una época que, en realidad es la de muchos espectadores, soportando los retratos extemporáneos de sí mismos, como adolescentes proclives a las batallas campestres y el acné cutáneo, pajas o posibles desfloraciones primaverales, junto a esos otros picores que determinan los pasos en el futuro... Para lo bueno o lo malo...
Instintivamente, comprendemos sus métodos furtivos y modificaciones mínimas del comportamiento, respecto a los distintos géneros o tendencias sexuales, los encuentros con las sucesivas decepciones amorosas, las respuestas subversivas en aumento y cierta marginación intelectual (todavía no del todo programada o informatizada ciertamente) frente a sus mayores, más robóticos. Siempre mirando a la protección o seguridad familiar, claro.

La gracilidad o esa frescura intermitente, es competencia de los guionistas que han comenzado esta temporada, de manera un poco torpe, al menos hasta el cuarto episodio, donde se lanzan al torbellino de la materia fisiológica y los encuentros en diferentes fases. No tan espaciales como claustrofóbicas... casi rabiosas.
Aquí, echamos ese vistazo al séptimo de caballería, los ejemplos fílmicos que recuerdan a otras invasiones informes, plásticas como un ´blandybloop` o los manoseos de plastelina sobre la mesa, vamos, lo que normalmente se diría, nos pillaron con las manos en la masa y dejamos los tableros de juegos. Por tanto, rememoramos a los clásicos anteriores, fumigando el planeta de terrícolas metomentodo, desde la obra del escritor Jack Finney con La Invasión de los Ladrones de Cuerpos dirigida por Don Siegel o postreros y más efectistas Ultracuerpos de Philip Kaufman.

Pasando por las germinaciones perladas o blancuzcas en El Pueblo de los Malditos, las falsificaciones en el interior de los pueblos con los lagartos y lagartijas de la rememorada V, las rápidas evoluciones roqueras de The Hidden de Jack Sholder y los huesos fotografiados de Están Vivos en suplantación global, como en un viaje a Marte; hasta la otra oleada, o siguiente mutación clorofílica que significó The Thing en diversas entregas con aliens. Desde esa debilidad en blanco y negro, con la primera visión de Christian Nyby ver. Howard Hawks y sus posteriores entregas, con la más concordante, amenazadora y pegajosa idea del mismo John Carpenter. Indudablemente, el gran ganador de esta mutación narrativa y visual.

De esa misma niebla, salieron los monstruos de nuestro armario, de la pantalla de televisión con sus franjas chispeantes y caprichosas, montados a lomos de Christine y batallas zombies en hipermercados de la moda y del entretenimiento, visitando con comicidad distintas realidades. Rematando la globalidad en nuestras alcantarillas, devoradora junto a las ratas de un flautista universal llamado Willard, como ejércitos armados de dientes dispuestos a zamparse a El Alimento de los Dioses, es decir, nosotros. Algunos dicen que nos fijemos en Malrats de Kevin Smith, yo digo, por la carne David Cronenberg y la elasticidad de otros ejemplos animales como Slugs, o sexuales de una Society, digamos, en el universo alienado de Brian Yuzna.
Es demasiado potente el salto visual, de la inocencia de los personajes en anteriores etapas, que facilitaban las conversaciones dentro del contexto ochentero, a la guerra militarizada con determinadas bajas, que produce la antelación rabiosa del mismo demonio rojo o Hellboy. Frente a la emergencia de los efectos especiales y estampida del ser descomunal, mucho más amenazantes ahora, vamos descubriendo un compendio de gracietas insulsas, indecisas conversiones del amor romántico, golpes anecdóticos o isustanciales respecto al argumento principal de este caso inexplicable.

Por tanto, la grieta es clara y efectiva de cara al espectador aventajado con el fantástico, cuando los goonies te resultaban un poco blanditos o acaramelados, especialmente en sos primeros tres capítulos y determinadas incursiones en la palabrería juvenil. Con un desgaste evidente en la relaciones personales y el sentimentalismo endeble, bastante parecido a determinadas expresiones o ejemplos de zombies en los noventa, cuando el humor inerte se abría paso y la materia se volvía fangosa como la política o la energía nuclear rusa.
Corramos un tupido velo... o telón de plutonio.

De Ratones y... monstruos.

Sin embargo, a partir del cuarto capítulo, con dirección de Shawn Levy y guionizado por la pareja fraterna, la serie en cierta forma melancólica, que cautivó al personal de diferentes edades o pensamientos cinematográficos. Retoma el ambiente que caracterizó a esas producciones recordadas, cuando la acción se hace presente en diversos escenarios, que otorgan variedad a los encuentros de los personajes con el mal infinito, hasta aparecer al final en los antípodas del planeta Netflix. Cerca de un frío gulag...
Lo que proporciona la intensidad temática y el suspense fantástico de los elementos en cuestión, que recuerda el éxito proporcional de la empresa televisiva, llamando a las puertas del infierno metafísico y las peleas desproporcionadas con seres de apariencia granítica, en el exterior. Golpeando a ese portal tridimensional que amenaza el mundo de los protagonistas de Stranger Things de vacaciones pringosas y su crecimiento. Reabastecido sin control ratonil, con la violencia medida, los tiros o puñetazos entre bandos sociopolíticos, y las mejores representaciones viscoelásticas del demonio.

Dos mundos entrechocando, de manera algo caprichosa, desde la militarización a la dislocación de los poderes representados por el bien y el mal absoluto, como la sombra y la luz crepuscular, en las tinieblas de nuestra eterna memoria. Que dirían juiciosamente los genios del horror poético... Dante Alighieri, Edgar Allan Poe o Howard Phillips Lovecraft.
Somos carne de ratón, alienados, transformados en instintivos monstruos. Que van sumando acólitos cosanguíneos, almas incendiadas a la hoguera de las vanidades o defectos, como una simple, amorfa y voraz masa. Esto es The Blob, una pequeña joya independiente del año 58 (no muy recordada ya), que lanzó a la carrera al gran Steve McQueen y puso en la rampa de lanzamiento musical al incombustible Burt Bacharach, con una canción para The Five Blobs titulada ¡Cuidado con la Mancha!. No, no hablaban de las tierras del Quijote, sino de otra Cosa mandada sobre el infierno congelado del Ártico.

Esta trampa sin queso, no proviene del espacio exterior... ¡qué sepamos! Por ahora y a espera de más acontecimientos en próximos encuentros en esta fase fatídica o nuclear, los recuerdos se van amontonando alrededor de los chavales y los adultos en pie, no los que quedan picaditos como hamburguer con queso, comida favorita de ratas, para mantener el auge la experimentación de este descubrimiento en la pared de Netflix en un evocativo 1985, más o menos, era de Leyendas demoníacas junto a un jovencito Tom Cruise y otros cuernos de cuento, visitas en la piscina con Cocoon´s empoderados, el surrealismo visual de Terry Gillian en Brazil y sus gigantes. Más Reanimators pringosos con Stuart Gordon y Exploradores de Joe Dante con elencos de futuras estrellas como Ethan Hawke y River Phoenix, más los próximos y fragmentados recuerdos, una Phenomena de Dario Argento, una canción no interminable y otros Regresos al Futuro... ¿o era pasado?
La cena está servida en bandeja, como Max en la tercera también. Digo Mad el guerrero de la carretera.

La Próxima Generación.

Como los gremlins fueron mutando a la medianoche, cuando los miedos se iban alzando sobre las cabezas, de monstruos, hombres o ratones... los protagonistas de Stranger Things, se meten en el alcantarillado mediático, de existencias opuestas y paralelas, en representación de las ideologías que van en aumento, ahora. Bastante triste, para un hidalgo que camina en solitario, como Hellboy, el poli del averno o la mamá de Ryder´s.

Las transacciones morfológicas, han mejorado sustancialmente, resultando una verdadera y terrible amenaza para el porvenir de la juventud en Indiana y el resto del mundo. La producción alienada de los seres humanos en aquella etapa o estas actuales, identifica sus entidades ocultas que provienen de la misma pasta del ´carpintero del horror` o Mr. Carpenter, ocultos en el muro de una epoca masificada, flexible y oscura. Con temas pegadizos que nos azotan nuevamente, psicológica o políticamente, en dos bandos que no miran al frente, sino al más allá, pretérito y primitivo. Enfrentamiento salido de las entrañas como un alien a mandíbula batiente, chorreando como las heridas abiertas en esos deslumbrantes centros comerciales, que aborrezco con todas mis fuerzas.

El mayor acierto es la representación de la uniformidad, deformada con aristas caleidoscópicas o luminosas, con la llegada plasmática de una monstruosidad evolucionada y paralela. Elemental como la niebla, fatídica, amenazante y compleja filosóficamente, como las sensaciones surrealistas de Natalie Portman en la notable Annihilation. Con paciencia, no sabremos hasta que vuelvan nuevas evoluciones en la frontera de esta pandilla de amigos y novietes, peleando contra inmensos molinos de viento... o de muy mal aliento.
David Harbour, se confirma como un pesado y brutal Demonio Rojo (el personaje de Mike Mignola), que defenderá a su protegida o adoptada Once, Ce, El, con vistas a otras producciones bestiales, como en la peli de acción en la India, Dhaka de un hermano Russo y junto a Chris Hemsworth en Black Widow con el Guardián Rojo. No tendrá de pareja a Winona Ryder, sino a Mila Jovovich, con otros ataques parecidos de personalidad efervescente y sin su pragmatismo familiar, que permanecerá a la espera de una próxima cita. En esta ocasión, revestida de bruja.

Los chicos seguirán dando el estirón, salpicando con su verborrea la etapa adolescente, y apuntando a los más mayores con el dedo de la fortuna o de los grandes acontecimientos cinematográficos. Anotaremos en la libreta de los recuerdos, los futuros encuentros de la dirección del malote de nacionalidad australiana, Dacre Montgomery (el antiguo Ranger Rojo) en primer corto titulado In Vitro, el fenómeno Charlie Heaton (del Secreto de Marrowbone) junto a Tilda Swinton en The Souvenir II e integrante de Los Nuevos Mutantes con Antonio Banderas y la conversión detectivesca de Millie Bobby Brown (actriz británica nacida en Marbella), como la hermana pequeña de Sherlock en Enola Holmes y enfrascada con los bichos de Godzilla vs. Kong. También al simpático actor Joe Keery, que participa en la película esperada de Shawn Levy, con Taika Waititi, Ryan Reynolds y Channing Tatum, titulada Free Guy, dentro de un mundo cómico y virtual.

Por último, me reservo un razonamiento, puede que algo ilógico con la peleona actriz Natalia Dyer, armada hasta los dientes en esta parte de la serie y pluma gráfica en mano, que forma parte del elenco de cintas como El Ser Humano Más Cercano de Marco Coppola, el corto scifi Tuscaloosa o en Velvet Buzzsaw del director Dan Gilroy con Toni Collette, Rene Russo y Jake Gyllenhaal. Significando que su carácter indómito podría ser objeto de próximos encuentros en el espacio, como una nueva y sugerente teniente Ripley, o incluso, como posible Hulka, definida muscularmente por los métodos digitales... y verdes. ¿Por qué, no? Ya puestos a sugerir ideas... ¡quién sabe?

Hasta los próximos episodios, nos despedimos de jóvenes y ratas sin saber, del todo cierto, si nos salimos de los límites del irreal Hawkins... o Sí. Amenazando con el título episódico de El Club del Fuego Infernal, menos poético de que los decanos del cine, poetas muertos... y mucho más creciditos ya, con más músculo y nuevas armas desde aquella primera incursión en 2016. Aunque muy distintas a aquellos otros clásicos, cinco. Sin rima Extraña... Me copiáis, monsters!

Tráiler Velvet Buzzsaw, de Dan Gilroy.


Tráiler The Goldfinch, de John Crowley.


Tráiler The Turning de Tony Ayres.


Tráiler Godzilla King of the Monsters, de Michael Dougherty.

Cinemomio: Thank you

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