Por los cuentos sin complejos.
Los mundos cinematográficos de Wes Anderson se adentran por los mágicos reinos de la ensoñación particularísima. A través de una contemplación (casi poéticamente infantil) y de un surrealismo característico del director de Texas.
Sus guiones están repletos de su extraña comicidad, con la vocación por la naturaleza y los cuentos clásicos.
Además, se hace acompañar en la escritura de Roman Coppola (hermano de Sofia y acompañante en otros trabajos anteriores). Interesante sería saber la aportación de dos mentes distintas en las formalidades del guión.
Cuando Anderson se distancia de sus códigos reconocibles y loables, dejando paso a una motivación de los personajes por la capacidad destructiva y violenta con sus congéneres ficticios, es cuando mi cabeza se evade en un limbo particular. Es como que no cuadra esa representación infantil y surrealista, con el mundo caótico de los mayores. Sin embargo, en Moonrise Kingdom este hecho, es más gratificante que en anteriores films. Por eso, este film se torna el más completo de su carrera.
La película se descarga en toda su fuerza en sus jóvenes intérpretes Jared Gilman y Kara Hayward, en una especie de Romeo y Julieta campestres. Con intereses cercanos a los adultos pero con explosiones simpáticas de infantilismo.
Ahora sí, el director tejano se sabe acompañar de un cuadro de secundarios de lujo, formando una familia muy especial (como ocurre en la mayoría de sus films). Un mundo adulto que, en ocasiones, se infantiliza más que los propios niños, cambiando sus papeles en los distintos contextos de la historia.
Es como un retrato o una acuerela infantilizada de sus propias debilidades.
Moonrise Kingdom como buen cuadro, se representa y desdobla sus mundos oníricos en su paleta de colores pastel. Cada tonalidad deviene con distintos estados de ánimo del lenguaje fílmico. Decora el ánimo de los personajes, y enfatiza la alegría o la tristeza, dibuja la épica de los cuentos y novelas juveniles de aventuras.
Por eso, utiliza sus gamas de grises y azulados fríos. Es el énfasis de los momentos desbordados por la melancolía, por tanto, los individuos (niños o mayores) se vuelven cenicientos con los ambientes amenazadores. Los gris-azulados manejan los resortes nostálgicos de los recuerdos de infancia y de las aptitudes amenazantes del mundo adulto. Aquí se embarcan los sentimientos recargados de traición y desamor como auténticos resortes del fracaso.
También reflejan los elementos tradicionales de la educación. Cuando los adultos insuflan los valores a los niños, convirtiendo la aventura y la libertad imaginativa de sus mentes en reglas y obligaciones.
Niño esto es así... y punto.
Los tonos ocres, amarillos y anaranjados. Son los cálidos del caleidoscopio "andersiano" que transmiten la ternura, el amor y el humor infantil. Son los cuentos pintados a mano por campos y aventuras de antaño. Sus personajes, ahí dibujados, se dan la mano con las obras de huérfanos aventureros, Tom Sawyer y Huckleberry Finn (pintados en riberas del Mississippi por Mark Twain), de los cuentos clásicos de los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen o del dulce salvajismo de Charles Perrault (dónde los animales tienen comportamientos humanos como en el caso de Fantastic Mr. Fox).
Los niños se entregan al amor y la amistad, luchan contra la injustica y sus miedos. Y en los momentos felices, los tonos se aproximan al sentimiento y a las risas, los colores tierra crean un ambiente relajado casi festivo, como un picnic en la montaña, aflorando los recuerdos de juegos antiguos, de canciones vitales y del amor sin complejos. Niños jugando a ser adultos en mundos literarios y cinematográficos, como Rob Reiner manejando a sus jóvenes aventureros. Pero, eso tendrá que esperar a otra ocasión.
El mundo de los mayores se desdibuja.
A veces, son drámaticos colores, otras se vuelven más infantiles que los propios jóvenes. Pataleta y errores cometidos por un plantel magnífico donde se pasean nombres como Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Jason Schwartzman, Bob Balaban o Harvey Keitel... Y a esto no se puede decir más. Así cualquiera.
Cuando descubrimos en la pantalla a alguno de ellos, se reconoce y se desgusta de su trabajo al momento. Sus personajes secundarios se tornan imprescindibles, y se convierten con sus celebradas apariciones en absolutos protagonistas de la secuencia.
Su cuadro es más obscuro por lo general. Son los seres perdidos e incluso fracasados, aplastados por los subterfugios de las apariencias sociales y la obligaciones.
Con Wes Anderson, me siento en un tobogán, con momentos de máxima complicidad.
Otras veces, me arratro por el frío descenso esperando un golpe que me saque de su ensoñación personal. Esto ocurre cuando algunas decisiones tomadas por importantes, se dan como pinceladas, y se vuelven a corregir encima, una sobre otra indefinidamente.
Sin embargo, Moonrise Kingdom me ha parecido su obra más interesante hasta el momento.
Porqué la luna siempre aparece por el horizonte para todos y nos vuelve un poco lunáticos y nostálgicos de épocas mejores.
Y además, saca mis preferencias pictóricas y musicales. ¡Qué no es poco!
*** Notable ***
Antes de participar en el nuevo trabajo de Wes Anderson, el gran Bill Murray llegará a la gran pantalla con Hyde Park on Hundson, de Roger Michell. Reparto: Olivia Williams, Laura Linney, Olivia Colman, Samuel West. Trailer:
Tilda Swinton, que voy a decir de ella, protagonizará próximas películas de Terry Gilliam y Jim Jarmush. Palabras mayores. Mientras tanto os dejo con este extraño proyecto Phantasmagoria The Visions of Lewis Carroll, dirigido por Marilyn Manson. Reparto: Marilyn Manson, Lily Cole, Tilda Swinton, Evan Rachel Wood. Trailer: