De Furia Bastarda.
En abril de 1945 el ejército alemán de la Wehrmacht se batía en retirada sobre su propio territorio hacia la capital Berlín y los grupos de combatientes nazis cumplían las órdenes transmitidas por el alto mando, con la figura decrépita y enferma de Hitler desde la Guarida del Lobo antes de su suicidio en la búnker de la Cancillería.
En esos momentos de repliegue final de la guerra, se incendiaban y arrasaban las propias poblaciones, sus materias primas y a todos aquellos que se negaban a la defensa a ultranza contra las tropas aliadas. Mientras, un grupo de la caballería acorazada norteamericana a bordo de los ágiles Sherman M4 servía como avanzadilla de protección a la infantería, a través de la campiña en la cuenca del Ruhr, sembrada por cadáveres. Sólo algunos de entre los 50 y 70 millones de víctimas totales.
El filme Fury hace referencia a la potencia del odio y del fuego. Aunque no entiendo muy bien el porqué del título en español y el gusto por llevar la contraria a los productores y el director David Ayer para nombrar su trabajo. Así que me sumo a esta corriente crítica de cambiar los títulos elegidos por los creadores.
En primer lugar, queda claro que lo tripulantes en esta aventura bélica comandan un unidad de carros de combate compuesta por personalidades entre el trastorno y la psicopatía, manchados sus rostros con la sangre de compañeros y enemigos mientras les rodea la locura. Ellos son Brad Pitt, Shia LaBeouf, Michael Peña, Jon Bernthal, Jason Isaacs, Logan Lerman y Scott Eastwood, este último hijo del director californiano de American Sniper.
Podemos sentir como los carros blindados se comportan en el campo de batalla, a modo de abrelatas todoterreno con gran potencia de fuego que surgieron de prototipos antiguos, para cambiar para siempre la estructura de las guerras modernas. En su interior, los soldados conviven, injurian y mueren, atrapados sus corazones en una coraza metálica cubierta con sus restos vitales.
Pero el verdadero nombre Fury, proviene del sobrenombre de un cañón de 76mm., tal vez recuerdo de una incursión bélica o una relación amorosa (o homenajeando posteriormente a un caballo protagonista de una serie de televisión), con carros históricos rodados a caballo entre California e Inglaterra.
Pienso que Fury, se deba a la mala estampa que se propagó por todos los rincones de la vieja Europa durante la masacre en la 2ª Guerra Mundial. Furia por el odio intrínseco que invadió la sociedad. Furia por el carácter violento de unos hombres enfrentados, con un jefe rebautizado como Wardaddy y sus unidades denominadas con Amor. Furia contra las terribles e inhumanas acciones emprendidas por los miembros criminales que componían las Waffen de las SS hitlerianas. También Fury, por los carros enemigos y su potencia de fuego de 88mms., con una protección blindada frontalmente impenetrable para los tanques yanquis y la afinada vista de un Tiger1, conocidos por la tripulación sobre las arenas ardientes contra el Africa Korps. Furia por una guerra de hombres-niño que se aprovechan de las mujeres del ejército derrotado, como un derecho inalienable.
Y finalmente, Fury es el cambio de un joven dedicado a las letras que se ve inmerso en las tripas de la bestia, reclutado para una carnicería y con unos 19 se ve tratado como carnaza para tiburones, hasta que los veteranos de África le bautizan con su primer baño de sangre enemiga.
Es curioso que Wardaddy sea interpretado por el jefe de Hollywood en la cruzada de cambiar la historia con Malditos Bastardos (con un guion indefinible de Quentin Tarantino), pues Brad Pitt está en guerra contra los nazis en pleno siglo XXI, y olvidado la selección de papeles que le ofrecieron su status entre los mejores actores pagados del mundo, como otros. Con este ánimo que parece invadir la sociedad actual hacia un nuevo conflicto, pero... eso es otra historia.
Hay un lugarteniente en el guion del propio Ayer que se decanta por el refugio de la religión, y se convierte en una película como Fury en un elemento extraño y metido con calzador en esta lata para sardinas sin cabeza. Mientras se nombra a la Biblia, se defiende el sexo con mujeres del eje derrotado como escarnio y justificación de un conflicto bélico.
Igualmente, es bastante raro el camino que toman los protagonistas, con situaciones reflejadas que provocan incredulidad, como disparadas por el director a discreción a ciegas, en una vorágine de puntos de fuga de lo realmente importante y trazando la confusión de una encrucijada de egos planos. A veces, las conversaciones son misiles lanzados sin coordenadas correctas ni hacia objetivos reales y certeros, solamente muestra interés por la psicopatía del guerrero mientras se destrozan unos a otros. Son los perros de la guerra lamiéndose las heridas y escondiendo lo peor del ser humano, aunque me falta más sensibilidad en contra de la muerte que la escalada patriótica y la exhibición armamentística.
Existen momentos en que es difícil entender tanto gusto por la sangre y la propagación de trozos de cerebelo salpicando la pantalla, con el único motivo de alimentar el efectismo con planos salvajes, pero nulo sentido de la crítica ante los efectos del odio.
Por tanto, David Ayer que se desvive por mostrar la brutalidad en el campo de batalla, se refugia en una guerra de balas trazadoras al estilo láser de Star Wars, aunque planeando confusamente entre ambas filas ya que tiñen de sangre todo alrededor hacia un desenlace tan heroico como increíble.
Y es que dos bombas de mano sirven para rodar una secuencia ñoña y sin sentido, como una ligera explosión ante un recital de cuerpos desmembrados.
Me ha dejado frío esta Furia sin sentimientos, cuyos protagonistas se enzarzan en la violencia buscando un final sin romanticismo ni crítica.
Mucho carácter ególatra sin demasiadas aristas que desentramar y nula capacidad de emoción. Y una presencia que derrotaría a Hitler con sus motores diesel y su fuerte protección acorazada con una cañón de 85mms. Era el T-34 ruso, un destroza Panzer en toda regla que queda excluido de la ecuación y la Furia.
** Floja **
Tráiler Mad Max: Fury Road, de George Miller. Reparto: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Zoë Kravitz, Angus Sampson, Rosie Huntington-Whiteley, Riley Keough, Nathan Jones.