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domingo, 17 de octubre de 2021

Snowpiercer. Season I

 

     El tren como gran paradoja de la producción económica, una locomotora sin frenos, frente a la diferencia de clases. La locomotora como imagen de salvación, el motor de Dios.

Esto en el cómic, tiene un resultado espectacular debido a la causa transgresora en que se envuelve ese camino distópico del caos, más cercano a una realidad circunspecta y fragmentada de la sociedad, como siempre.

En Snowpiercer, existe esta separación entre niveles socio-económicos, disfrazando el capitalismo liberal de máquina y la falta de humanidad, simulando el marxismo revolucionario. Ahí enfangados entre desastre ambiental, cuando normalmente el dinero, sigue alimentando ambas vías y enriqueciendo a los poderosos en los diferentes sostenes políticos u otros, diríamos transgénicos. Dependiendo de sus decisiones y distorsiones violentas variadas.

La mano que mece la máquina, simula una especie de maniobra dictadora, donde las elecciones no tienen sentido, porque en la superficie estaban normalmente guiadas o compradas, bien a cambio de favores o sosteniendo tentáculos que se aferraban a la presión mediática o esa violencia.

Todo empezó como una caldera al rojo vivo, a punto de estallar con un mínimo avance de las temperaturas que repercutirá en el futuro... de todos. Víctimas del calentamiento moral.

Tras multitud de pandemias que asolaran nuestro mundo, se produce una crisis o apocalipsis total, como un fragmento del pensamiento bíblico, o diluvio de consecuencias congeladas. Paralizados como el tiempo y el futuro, su narración avanza a toda velocidad, con pausas desgarradoras o equívocas, formando una elipsis entre distintas imágenes de diversas fuentes artísticas...

¿Qué fue primero... la gallina o el huevo?

Primero fue el motor, omnipoderoso hasta este momento que empieza a renquear... un diseño con defectos, no de fábrica sino de mente, que se significa en las letras de un pequeño documento escrito y dibujado... Fue la expresión de la distopía futura.

Segundo se intercala la película que recurre a un camino sangriento hacia la cúspide del egocentrismo y la depravación, cuando se confunde esta serie de capítulos que toma ideas de una vía o de otra, para proseguir la marcha temporal. Pero, aún falta material en los cuadernos, desde la división que está por arribar a una segunda estación y un viaje al parnaso del Terminus en Asimov.

Lo siguiente pueden ser revelaciones que desconocemos todavía, o un gélido encuentro con la nada, a temperaturas absolutas bajo cero. Como el cerebro de algunos...

La Navegación.

Es un recorrido cíclico por la memoria de las relaciones sociales, políticas y trabajadoras. Incluida la prostitución, o ese que dicen oficio más antiguo del mundo, cuando todos se prostituyen por una causa u otra, por dinero, poder o gloria.

Sin embargo, el escritor mantiene una apuesta por la creación... hasta que llegan los contratos y el motor empieza a echar humo. No sabemos cual es nuestro precio por las cosas, ahora que todo sube hasta el infinito y seguimos esperando el fin.

Como un ferrocarril que termina en vía muerta.

La historia primigenia se estampó en la editorial franco-belga Casterman. Una publicación que arrastró las guías o los pasos de un aventurero Tintín, o las distancias arqueológicas con À Suivre: por ejemplo con Colto Maltés y demás devaneos de riesgo.

Este Rompenieves del tiempo, fue creado por el historietista y guionista conocido por la serie Superdupont, el francés Jacques Lob. Junto con el grafista y pintor galo nacido en Baden-Baden, Jean-Marc Rochette, autor gráfico de los siguientes cuadernos que se condujeron posteriormente al fallecimiento del primero.

 Es una verdadera visión filosófica de lo contemporáneo, entonces 1982 con un retraso en la salida a la luz, desviando el ecologismo a una singular carrera con el porvenir de la humanidad. En un fotocopia infinita de éxitos o padecimientos ideológicos.

Por tanto, una referencia dinámica sobre las causas de la hecatombe ecológica,  de la que no sabemos su eclosión, si bien a causa de una guerra nuclear o por el denominado efecto invernadero; Sino, un ambiente recargado más bien en los efectos del mismo, en sus consecuencias febriles, monstruosas, combativas y absolutamente intemporales, por otro lado. El nuestro como especie inteligentemente... violenta.

Nos comportamos como genios, o animales buscando el canibalismo antropogénico.

Observamos, a través de los rieles de confrontación en navegación circular, a un grupo heterogéneo de supervivientes subdivididos en particiones profesionales o compartimentos, polémicamente éticos.

Pues, se supone que los seres humanos cambiarían drásticamente con las temperaturas, en su afán por detener el calentamiento terrestre y el aumento del agujero en la capa de ozono, sin caer en la perversión y las habituales adicciones. Dinero, poder y otras... Aquel defecto presionó las acciones de los científicos, en la búsqueda de la perfección, produciendo un cataclismo a la inversa, es decir, una glaciación de proporciones épicas.

Un complejo universo en paralelo, que empieza con un Escape y se perpetuará en una exploración en las agujas del tiempo elitista y por fin, un cruce de caminos, en estación aparte.

Pero antes, se consideraba al capitalismo como una locomotora que nunca se detiene, dedicada a la economía del bienestar y la producción de artículos de consumo, donde todos se subían. Comprando el último componente tecnológico o contratando la siguiente plataforma visual. 

Ahora la representación en blanco y negro del cómic, es un dinosaurio en relieve real, como un espejo de la condiciones de nuestras sociedades actuales, que necesitaba una revisión probablemente. Porque echando la vista atrás, la violencia vuelve a triunfar en cualquier contexto y se veía necesitada de un estallido a todo color.

Una manifestación de las condiciones, para nuevas generaciones o sociópatas en el vagón de cola... harapientos, hambrientos... Un salto de vagoneta con bayoneta afilada a lo Chris Evans, mezclado con el actor coreano Song Kang-ho. Vamos, tajada va, tajada viene.

Parece una prisión de vapor, hipertensionada, un holocausto de salvación, acelerado, donde algunos subieron sin billete. Curiosamente, donde la convivencia colectiva y esa división, incluso familiar o amistosa, produce numerosos conflictos de interés, que derivan en horror. 

La humanización y el abandono, también llamado deshumanización, of course... son dos locomotoras encabritadas, a diferentes rendimientos mecanicistas, viniendo una contra la otra, encadenadas, como el motor del estado frente a una revolución de rebeldes al control.

 En la realidad, es un poco diferente, ya que la maquinaría aspira en erigirse en esencial, para cada uno de los vagones, mil y uno, o siete menos, y mas en los márgenes mediáticos de un mismo nicho de poder. 

Por eso, pienso, se derivan otros efectivos, dedicados al día a día, bien al consumo de alucinógenos que intentan olvidar más, o vagabundos sin rumbo... ni fuente rememorada.

El resto es pasaje, en un viaje salvaje por los elementos de la sociedad, que se repite en un repiqueteo constante, que ejerce su fuerza, creando un reguero de cuerpos ante el camino estructural, bajo el metal. Sembrando como en la elaboración de las antiguas vías ferroviarias, la semilla del dolor, el rencor y la venganza... a cambio de una misera paga. O una perspectiva...


Tras muchos virus que asolaran el mundo moderno, puede que ese cataclismo atmosférico, sea una mera anécdota a la vuelta de la vía. Pues sintonizamos la fragilidad de la raza humana, cuando se enfrenta a los conceptos invisibles o los procesos monstruosos de la naturaleza.

Somos meros pasajeros en un universo imperfecto, que no se ralentiza nunca y como en TNT o Netflix, sólo avanza hacia lo inesperado...

Primera Clase.

Nunca vimos el peligro.

Si acaso temíamos la caída de un gran meteorito devastador o que un supervolcán nos llevara a una época asfixiante de tinieblas.

Pero, estábamos cómodos en nuestra privilegiada posición... ¡No nos faltaba de nada!


Los peldaños materiales, seguían como siempre... firmes. 

Ya que algunos no podían calentarse o morían de hambre y enfermedad, sin medios, para oponerse al destino. Eran los parias en el denominado tercer mundo, que ahora, estaba cade vez más cerca del primer puesto, al doblar la esquina de nuestros barrios.

Mientras, unos pocos se despertaban como deportistas de élite, empresarios de éxito, demagogos en los medios o estrellas de Hollywood. Vivían y se alimentaban con lo mejor, como otros mitos endiosados, el adinerado Mr. Wildford, elevado a Supremo Constructor o semidios de la mecánica y de la cinemática en hierro.. y humo.

Ayer en esa piel ególatra de un gran Ed Harris, tras el filme dirigido por un divertido en la obscuridad social, Bong Joon-ho (Memorias de un Asesino y Parásitos). 

Los ricachones quemaban sus billetes en fiestas, sustancias prohibidas y putas, incluso viniendo de diversas ideologías, es lo que tiene la adicción... ¡que no mira fronteras!


Luego llegaría, el frío, los empellones y la calma tensa... mayoritariamente, luz artificial de cabeza a las cloacas. Por suerte, no se rellenó con gas, como en otros momentos históricos y penosos.Aunque todo puede llegar... esto es Snowpiercer II el rompehielos, y desconocemos las nuevas etapas... estaciones en revisión de la novela, al margen del invierno perpetuo.

Ese cataclismo atmosférico, casi esperado por otra parte, nos llevó a la casi extinción de la población mundial, mientras un mínimo grupo de privilegiados se montaban en una locomotora, en cabeza. Un rompecorazones hacia la esperanza, con rumbo fijo en la memoria y materia inerte basado en la última tecnología.

Porque aquel relato iniciático de Mr. Lob, fue evolucionando tras su triste pérdida y la publicación de su inédita obra gráfica, hacia una multiplicidad de elementos más indefinidos, a cargo del guionista Benjamin Legrand. En busca de L´arpenteur o guía de Los Exploradores del tiempo, fuera del método recluido tras Le Transperceneige, o en busca de un destino scifi, denominado Terminus. Tal vez saliendo del clasismo grisáceo, hacia otras latitudes cercanas a la metafísica onírica.

Pero bueno, eso es otra cuestión, que ya llegará a buen término o una especie de estación al mañana.

De momento, esta primera clase se encuentra en una caverna lujosa, aparentemente.


Pues decadencia moral, se dispersa en todas direcciones, o una. De arriba, el egocentrismo y sus caprichos, a abajo, donde se dan de bruces con una irrealidad enclaustrada y la responsabilidad de una minoría superviviente. Se distorsiona, en la depravación sexual u otras consecuencias deficientes de consumo, sobre todo, cuando emerge entre un extremado nivel de engreimiento en determinadas familias. 

Quizás, una de las principales fallas de esta glacial temporada, sea ese dibujo de las relaciones y la significación de los personajes que, a veces, se mueven de forma robótica. Es decir, no tienen significatividad en la narración.

Son fríos, incluso en el deseo... o la muerte.

De Segunda a Tercera.

Mientras vemos pasar el tiempo, como puertas de vagones en la canción. Con el mismo congelado, en nuestras retinas.

La parábola circunvalante de siete años, que pudieran ser ochenta, es una instantánea de lo que fuimos e intentamos conservar, de muerte. En este espacio que nos condiciona y divide, entre unas leyes que lo delimitan y unos mitos de barro, que se edifican sobre raíles eternos de la memoria. Democrática... o menos.

Algo cambiante a cada paso o vuelta, como la inteligencia o la educación, el respeto, la heroicidad o las creencias en el más allá.


Esta lucha histórica de clases, es un vicio inherente a la sociedad. 

Que viene engendrado por la necesidad o la pertenencia grupal, se define como un tema estructural, al que hemos sido incapaces de dar solución. Ya que, su efecto... el dinero, es lo que fabrica esa disfunción emocional o deja a las sociedades ancladas en épocas medievales. Seres humanos que no se fían de la alta tecnología porque produce procesos virales y, más mercadotecnia, significa más monedas en la cuentas pendientes. 

Y el mito se convierte en inversión, con profusión de nuevos medios de evasión emocional, o adicción al poder.

Sin embargo, ese alto nivel de degradación, sofistificación o involución empática, viene precedido por un caso sangriento que tiene la perspectiva de los míticos asesinos en serie, como Jack the Ripper, por quítame unas pajas. Otro ejemplo de amoralidad, no colectiva, sino enfermiza.

Y de las sombras, aparece un agente camuflado, que procede de otras capas sociales, no tan marginadas. El héroe, siempre es así, un luchador que revuelve las primeras conciencias, y es aupado por los demás hacia el liderato. 

Mientras vive, piensa en los que dejó atrás, transformándose en la avanzadilla de una revolución dirigida hacia el Motor Eterno... o una nueva pieza de la máquina. Que va devorando el camino.


Puede que los primeros, sean los últimos... cortados por falta de juicio.

Así se comportan los distinto niveles de la locomotora, enloquecidos, como clubes deportivos que descienden por sus pecados incómodos o bajo rendimiento. O promocionan en busca de un estatus más cómodo que facilite la vida individual, foto en familia con el título, o tal vez, la evolución de los seguidores que se convierten en hijos ficticios, sin conocerlos.

Casi como los animales salvajes, se siente la ley del más fuerte o... el que se cree más inteligente. Esto es, una especie de Ley de la Selva, con numerosas especies que intentan evitar extinguirse, en un arca sin Noe, más bien Noelia. 

Y eso que, todavía no ha llegado el baile de máscaras... ¡malditos roedores!


A ella, correspondería la figura del antiguo hidalgo, que lucha con molinos de viento. Es visionario/a, exponiendo el orden ante el militar de a pie o el policía, de otro cuerpo, antes de caer en desgracia y quedar supeditado a esa consideración de liderazgo. Casi impuesto, dentro de una montaña de "escoria", que no pertenece ni a magnánimos, ni seres de segunda o tercera división, sólo al asalto de piejos y la hambruna.

Excepto las ratas que no se siente, la vida superior está diseccionada por la necesidad de productos de primera necesidad, la alimentación y la defensa ante las enfermedades contagiosas. Y por descontado, la desconsideración personal o el olvido.


Esta fuerza institucional, a veces brutal en el Rompenieves primigénio, así como su opuesta repelida y engendrada entre la marginalidad más extrema y voraz, es una pirámide basada en el miedo. Otra apuesta de la no supervivencia pacífica, que nos mantiene alerta y que repiquetea en cada línea, en cada imagen o viñeta. Parecido a un botellón de adultos, en plena circunvalación de valores. Vamos, la guerra, donde los de tercera y alguno de segunda, van al frente.

Siempre, unos supeditados a otros, privilegiados controlando o pilotando, burgueses (más o menos) en retaguardia y proletariado, en las trincheras. Aunque la mayoría de personajes, se conducen por la inadaptación de la serie, en una especie de simplicidad mecánica. 


Los pertenecientes a estos niveles, saltan de su etapa inferior hacia la cúspide, o se estampan con el sexo y otras indefiniciones, como una paso indeterminado entre vagones, que no significa nada. Con otros pegados a sus espaldas, en estúpida persecución sin gracia del coyote al Correcaminos, aunque no haya escape en el horizonte. 

Algo que parece más, una consecución de casualidades, que una organización básica de cerrojos y carceleros, como pregonaba el primer volumen de The Snowpiercer: The Scape. Mucho más marginal y enfermizo.

Se parece a un invierno interminable, donde se va acabando la madera para alimentar el fuego, más madera, más sangre... más sabañones, más piojos... tiros a ninguna diana visualmente atractiva. Quizá, salvo ella, fuera de categoría.


Antes de que alguien pudiera salir al exterior para encontrar la futura fuente de calor, bajo toneladas de hielo en procelosa glaciación forzada, la civilizada y avanzada humanidad, se amotina y rebela. Aunque se encuentra a salvo, con 120 ºC sobre sus ideas perpetuadas y una amenaza que aparece con cada disparo, cerca de la nada más absoluta. Un millar y uno, rincones cerebrales, con neuronas criogenizadas en número inconcreto, esperando mejores tiempos.


Una carrera hasta el descubrimiento de una mentira.

Canibalismo de uno u otro tipo, y que se diferencia de la primera película del director y ahora productor de esta serie, el nombrado y oscarizado creador, un parasitario de sociedades y túneles, llamado Bong Joon-ho. ¡Genio y figura, hasta en la...!

La No, clase.

El líder es una metáfora de aquel, que estaba protagonizado por Chris Evans como protagonista en la piel de Curtis, o primer Proloff dibujado, caracterizado de internacionalista y detector de lenguas extrañas. El detective Leyton es un sobreviviente del guión, un primo en busca de la fuente dorada, dentro de una torre de Babel simplista o bastante desdibujada, nunca mejor dicho. Igualmente, insustancial en relaciones sentimentales.

Para mantener el impulso del mecanicismo narrativo, hacia la palabra del omnipresente y alucinógeno Wildford, se necesita este contrapunto, protagonizado por un estereotipado David Diggs, entre rapero de un moderno mundo, entre un Wonder de apariencias y una la nueva creación musical de Hamilton. No el piloto de carreras...

La energía no falta, evoluciona, se convierte en otra cosa. A cada instante lo que parecía producto del pasado, se transforma en presente, como una ley primordial, buscando no frenar el crecimiento de la estructura vital de la historia primigenia. Pero la serie, en muchos vagones, se estanca... el clima se hace irrespirable, no crece.

Pues los personajes, tanto de ´alto estanding` como los menos favorecidos, no poseen alma.

Únicamente se mueven por instintos o la decrepitud superficial de un argumento condicionado por la falta de espacios, de rumbos o de respuestas... Que, como espectador, te vas a ir haciendo constantemente.


Como los muertos en la cola, algunas estaciones van desapareciendo ante tu mirada, los cuerpos se precipitan a ningún lugar como una montaña de carne de consumo industrial, en el Wall de Pink Floyd, la moralidad se ve bajo el prisma de una realidad virtual aumentada, por elementos confusos. La violencia que no se fundamenta en nada... el hambre no transforma a seres en monstruos.

Los años parecen puntos indefinidos de luz, energía de una maquinaría que parece oxidada, algo obsoleta, sin gas natural. Tú, solamente resistes, eres la máquina que los alimenta.

Todos se abandonan emocionalmente, de arriba a abajo, aquella serie británica si que definía bien las clases en el imperio... en fin. 


Salvo un par que evolucionan por confrontación, pasando de un vagón lujoso a otro intrascendente, y viceversa, pasándose el testigo de ese cambio que invariablemente... termina en el mismo lugar... entre la superchería barata de la ideología y el factor de resistencia. Alrededor de la acción, que siempre acaba en baño de sangre.

La jerarquía sin clase, es carne de cañón, sobrevive entre esas ratas que no existen ya. Ellos mismos se ven así, porque sus hijos son aspirados por la gran maquinaría engrasada (igual que en la comuna) y educados en busca del fin de la diversidad intelectual. 


El no parecerse a sus padres, o guiar sus pasos hacia otro destino diferente, que evite la responsabilidad, por una naranja o el alcohol consumido en las clases acomodadas. Alguno llegará a conocer la señal, traspasar la historia hacia el futuro indeterminado... Mientras otros se quedan anclados atrás, comiéndose la cabeza, atentos a la siguiente pastilla, como seres zombificados. O deteniendo su corazón... esperando un nuevo pulso, tic... tac, invernados. 

¡Ay, el p... virus!

Los Supervivientes.

La supervivencia, ahora mismo, no significa nada. 

Un mínimo cambio, experimento o ensayo... pues el motor principal sigue en marcha.

No da muestras de poca eficiencia, alimentado por los mismos que intentan detener el ritmo de producción. Dios no existe, porque el tecnócrata Mr. Wildford, falleció.

Queda el recuerdo en una grabación, o escrito semienterrado en la arena turbulenta.


La muerte es ya intranscendental, en este tren más automatizado, porque sirve de alimento de los nuevos dioses. Ratas, hacia una señal indescifrable en el horizonte, donde el cuerpo no sirve ni para abonar. Mierda hay, por todas partes: en los vagones de cola, en bocas de niños polizones, en la mente superior que los visita, los perturbados en el foco, sociópatas, verdugos, violentos futuros... 

En los que rezan sin valores, en versiones musicales, moralizantes inmorales, en montañas de droga y enfermos viralizados, prostituidos todos en el fondo, en el dinero o poder de los que se lucran con aquellos... que lo mantienen en mafias.  Otros mueren en el camino, como cualquier indigente, silenciados... los que atacan y los que defienden, asesinos mediáticos y la mente lujuriosa... en la sombra...

El motor de todo, que empieza a fallar, tic-tac... ¡O no!

La locomotora siempre ha parecido una serpiente de dos cabezas enfrentadas, un tira y afloja, el final de una etapa de transición ecológica, evolucionada en metal fundido y veneno. 

Aleación de aluminio, con incrustaciones de metales preciosos, al igual que los revólveres de los vaqueros de antaño, cosidos a una condición, fruslería ideológica o relicario de supercherías violentas. Vamos, una virguería visual, desnortada o desequilibrada del ser humano.

No sin fundamento, pues la meta del camino serpenteante de las razas, era la supervivencia. ¡Recuérdalo, monsieur Lob!


En la clase abandonada a su suerte, salvo excepciones en ideologización, no destaca casi nadie, ni nada... ni los ataúdes. En un subproducto del cómic, devaluado, la simiente del paro en el 1982, que llega hasta nuestros días, sin futuro.

En aquel 1982, se podía temer una catástrofe apocalíptica causada por una guerra nuclear, donde los piojos subsistían, con plena libertad. La evangelización era un mito, entre esas serpientes enroscadas, una frente a la otra, olvidando los males causado por cada lengua. El miedo se olía, entre las drogas y el alcohol de garrafón.

La muerte estaba en cualquier esquina de la calle... ahora, es un muerto viviente que vuelve a caminar entre cerebros vacíos.


Si bien, se comenzaba a pregonar la variante, aún alejada de la actual más vírica, de un profundo y dramático, cambio climático o calentamiento globalizado, sin energía virtual. Una evidencia ficticia al que se aferraba la serie de TNT, en la temporada I de Snowpiercer, que espera la glaciación del tiempo. Por contra, las dos partes ideologizadas, mantenimiento o revolución, no hacen la guerra, porque están incrustadas en el interior de la maquinaría, son lo mismo con diferentes nombres... a bordo del Motor Eterno y sus plegarias sordas.

Lo que sí, tendrán de fundamento ambas épocas, como guiones extrapolados de esta historieta temporizada hacia el futuro catastrófico, es esa sudivisión en categorías, impertérrita.


Mentes caricaturizadas en continuo movimiento. 

Estás en el nivel alto, o bajo, trabajas o te mantienen... Vives o mueres.

La heterogeneidad es opuesta a los ambientes extremófilos, ya que es un sistema que no funciona demasiado bien, en complejidad. Al menos, hasta que lleguen nuevas condiciones de crecimiento.

Por eso, solamente algunos especímenes son capaces de salir indemnes a las extremas condiciones vitales, entre el fuego amigo o el hielo, emocional.

La cultura no es una excepción... resistió como todas las demás facciones.

El Trasfondo... formal y cultural.

No sé cuál era el pensamiento del creador M. Lob, si la rendición al marxismo o el libre capitalismo, donde la propiedad privada era el motor, y éste, la mera supervivencia. 

Pero hoy, este Snowpiercer es una propiedad privada con rumbo fijado, que no mira al pasado... sino que, en cierto modo, vive en él.

Veremos cual es el futuro que propuso su mente sustituta, en la segunda oleada y que no conozco en papel, únicamente como lejana referencia de ese estiramiento del tiempo, espiralización de la violencia y alienación de los mundos conocidos. Este, o cualquier otro imaginario.

Aquí ahora, recordar los universos cruzados entre el terror y la venganza, que emergen tras el productor coreano, y que inicialmente dirigió el primer capítulo y capituló divergentemente, sostenido como Scott Derrickson en producción. Y en nivel emotivo, el añorado por cinéfilos acérrimos, con el hierro de la sangre de Mr. Park Chan-wok.


Los señalados o marcados por el otro interés, el mediático, que subsiste del éxito y el dinero, recordemos... bien, son los que ejercen algo del carácter genético. Dos estoicos de la distopía postapocalíptica, que se encuentran en el centro, bajo la bandera de dos ideologías políticas y económicas, posiblemente en extinción. 

El hombre de clase baja, que asciende rápidamente, y el poder, curiosamente una mujer nueva, empoderada, que se dice actualmente. Son elementos díscolos, en contraposición a la lucha de clases (que parece menos racial en la serie, más maniquea) y magnifica la próxima diferencia, el choque que se define ya visualmente como genérico.


Todo un cóctel de ideas, mezclado en la agitación actual tras casi cuarenta años, hasta la siguiente circunvalación o descarrilamiento... ¿qué nos apostamos?

Antes de apostar por el fracaso, lo que queda claro, que esto sería más ruinoso si cabe, sin la presencia, aunque equívoca e inconsistente, de una estrella indeleble como la Melanie Cavill de Jennifer Connelly. E hija de una corriente alterna... la ciencia ficción.

La hija sería otra niña, que soñaba con otros universos paralelos, sea desde el ambiente mafioso italiano de Érase una vez en América, los miedos giallo y Argento de una Phenomena en gran pantalla, o los cantos dentro del Labyrinth con Bowie

También existieron otras mordidas en los 90, con Labios Ardientes, vuelos sin motor con un héroe llamado Rocketeer, y saltos culturales de Amor y de Sombra, o Pollock. Mientras el scifi gótico se construía en la distópica Dark City, la maldad en Semillas de Rencor y entrando en los 2000, el surrealismo visual con un espectacular, Réquiem por un Sueño.

Después caería en cierto olvido, entre comedias románticas y sociodramas, más o menos reales, que repuntan en el Oscar de A Beatiful Mind, la inquietante Casa de Arena y Niebla, el Hulk, monstruo verde sin pantano, un horror de espíritu oriental en Dark Water o el pragmatismo terrorífico de Little Children. Para un servidor, ya inferiores pero interesantes: Diamante de Sangre, El Día en que la Tierra se Detuvo título divergente a esta serie, Reservation Road, Cration, la voz de 9, American Pastoral, Only the Brave, y su entrada en el trono superheroíco con Spiderman Homecoming, Avengers: Infinity War, la notable Alita y el Maverick de Tom Cruise, que me falta por padecer aún...

Creo que la segunda parte, podría ser un verdadero choque de trenes... Snowpiercer II, con la madre y la hija protagonizada por Rowan Blanchard, carne de Disney. Dos mujeres de dos generaciones, cada cual dirá que están como un tren... chu-chúuuu! Si se puede decir, que no sé... ¡Nice!


Postdata... recuerda.

Creo que la estética y la profusión de panorámicas exteriores, es mejorable. Todo lo es... creo.

Desde aquel 1982, el socialismo, supuestamente patrio entonces, parece un reflejo borroso del hoy... que empieza dejarnos un futuro imprevisible.

Como dos trenes por la misma vía o cuadro de Goya, en acción... cuando Felipe González se convierte en presidente del Estado Español y los cargos se multiplican hasta el infinito. Y los paganinis que somos todos. Es metáfora de una locomotora ciega a punto de descarrilar... tras embestirse con algunos dentro.


En esa época, otros cercanos o alejados del fragor inmersivo, de un país inconcreto hoy, como el guionista de la primera temporada de Snowpiercer, Josh Friedman... aún no habían empezado a pensar en Sarah Connor ni Terminators de Cameron... ni siquiera, Avatares, también. 

Aunque sí, pudieran haber oído hablar del caso de una Dalia Negra, tan oscura como el primer asesinato en el transiberiano, o la increíble odisea de una Bretaña invadida por marcianos supremacistas contra la raza humana, que fuera escrita por H.G. Wells, y llevada al caos mediático en magnífica emisión sorpresa narrada, por Orson Welles. Es La Guerra de los Mundos... escoria.

A lo mejor, James Cameron poseía en mente ya, algunos bocetos de sus historias, ¿quién sabe? Ni Wildford, que en paz esté... Por ahora, está a punto de caer la realidad de Avatar II, tras el silencio mortal y pandémico, que nos ha disfrazado a todos.

Después vino una pequeña rebelión argumental, al hacerse cargo el guionista Graeme Manzon, dueño narrativo de la serie Orphan Black y, que no lo sabía xDio, co-escritor de aquella pesadilla de Vincenzo Natali, recordada como Cube. Una especie de tren cúbico del terror claustrofóbico.


Pero si voy a relatar algunos títulos cinematográficos, promocionados durante esta era de los golpes en el increíble 1982 para el recuerdo... Qué decir de, Conan El Bárbaro, acá mirando para Cuenca, la variante El Señor de las Bestias, La Casa más Divertida de Texas y el divertimento de El Ente, Acorralado, Firefox, Tron, Class of 1984, CreepShow, Solos en la Oscuridad, el golpazo de Grease II, el impacto de Poltergeist y el gran pelotazo de E.T. El xtraterrestre.

Ya dijo seriamente Nietsche: "aquello que no te mata, te hace más fuerte"... o algo.

Hubo recaídas cinematográficas como esa del cante sin Travolta ni Olivia, pero con la refrescante Michelle y el deseado por entonces, Caulfield... además de la versión de La Cosa del Pantano y otra de El Beso de la Pantera, Amityville II, Viernes 13 II, Star Treck II, Rocky III, Halloween III, y hasta nuestra berlanguiana Nacional III. Leche, ya.

Pero, donde el tren tomó destino al cielo fue, en  Cristal Oscuro, Twilight The Movie con aquellos cuatro cuentos y magos de lo fantástico, The Last Horror Film, la hipnotizante Koyaanisgatsi, hasta Perro Blanco. También una añoranza personal con Mil Gritos tiene la Noche, y los trabajos de grandes directores como El Veredicto, El Rey de la Comedia, The Wall, Tootsie, Ghandi, Missing, Fanny y Alexander, La Colmena y nuestro primer Oscar completo a olver a Empezaaar...

Pero, dónde de verdad, toque la luz relampagueante con los dedos, es cegado al lado de Ridley Scott, recordando a Philip K. Dick, Harrison Ford y los... las replicantes de Blade Runner.

Campana y se acabó... o silbato, yo qué sé... ¡Todos al Treeen!

¡


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