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jueves, 5 de diciembre de 2019

I am The Night.



Una opinión categórica sobre la obra artística, simplemente, no existe.
A no ser que cierta disposición interesada que abunde sobre otros conceptos, como la política, exenta de buen gusto y un talante bastante impulsivo. La tesis sobre la obra cultural basada en la ideología, es poco imaginativa, displicente y buscadora de mucha polémica intrascendente, que se conforma con complacer a sus acólitos. Por tanto, atacando a otra parte de la sociedad que es contraria a su contemplación, subvencionando a sus partidarios creativos o... plantando una exposición basura en el centro de tu ciudad.

Lo cierto es que cierta expresión del Arte, además de un ejercicio ecléctico de sueños o pesadillas existenciales, por ende surrealista, es profundamente materialista. Por los diferentes medios que patrocinan el evento en cuestión a veces, o compradores adeptos que se retroalientan para su propio beneficio social o provechosamente lucrativo.
Y especialmente, el dinero pertenece a todos los ciudadanos o "paganinis", que no pueden elegir los términos del contrato. La imaginación artística es un asunto polémico en nuestros días, lejos de renacimientos o generaciones literarias, algo meramente especulativo y superficialmente subjetivo desatendiendo a otros factores fundamentales, como la calidad de la obra o el trabajo invertido por el creador de la misma.

Por eso, en la mayoría de aquellas manifestaciones programadas, significa un espacio reservado a la élite o invita a la desconfianza de la gente, que solamente llega a una pequeña cantidad de individuos o adictos a la cacofonía artística. Así que, en contra de la educación y a favor de esa chabacanización creativa progresiva, que se reservaría la posibilidad de adquisición o la simple contemplación de su particular fortuna en un cuarto de baño. A no ser que tengas dinero de la corrupción o los tráficos indebidos que, te permitirían adquirir un Picasso cúbico, un Dalí diluido o un Minotauro de Man Ray.

Sí amigos, en este artículo vamos a hablar también, de depredadores o desviados compulsivos que contemplan la creación artística como una conjura maldita o una observación enfermiza de los factores manifestados, contra la vida de los demás. Ahí tenemos un amplio ramillete de personajes que infundieron su legado mortal sobre la historia, pongamos a los azotes apocalípticos de Nerón o la manipulación familiar de Calígula, las execrables realezas que infundieron el miedo en la ciudadanía, propagando contra la crítica, el pan y el circo. Los manipuladores que cosecharon sus fortunas y amuletos sagrados, saqueando al pueblo o asesinando a sus opositores, de uno u otro lado, por consiguiente adocenando tesoros sobre sus huesos y sangre.
Da igual la forma, imperialistas, latifundistas o revolucionarios que fundieran el oro de sus rivales en otras manos o el expolio de obras particulares, para almacenarlos en cuevas o colgarlos en retretes. A base de cuadros fruto del saqueo comunista o incautaciones racistas del nazismo a familias, corazones arrancados del pecho con sus joyas, artefactos místicos para incrementar el poder psicológico, colecciones gigantescas de zapatos o bolsos, fábricas de balas o imprentas salvajes con sangre, blanqueos contra el erario y el patrimonio cultural, palacios monumentales sobrecargados de arte para recreo personal... Todo bastante abstracto y denigrante.

Por eso en la serie, I am The Night, todo parece desenfocado, psicótico, envenenado por una educación rígida y desquiciado por falta de cariños, como muchos otros casos que intentaremos descifrar en otros comentarios próximos. Un arte triturado y convulso de huesos, que durante la vertiginosa etapa de los 60 y con el telón de fondo del racismo inherente en la época, con la tortuosa guerra de Vietnam en ciernes y todos los movimientos de protesta por los derechos civiles, no pasaría desapercibido para el gran público y las alcantarillas mediáticas de la sociedad norteamericana e internacional.
Una era de altercados callejeros (tan presentes en nuestros días, en eco repetitivo) que se vio salpicado por la inviolabilidad del poderoso y la cuestión de una violencia machista, que sigue perpetrando sus crímenes hoy en día, ya no tan impunemente. ¡Afortunadamente!.

Con la permisividad de ciertos ámbitos sociales, la propagación en viajes sin control de esas mentes desquiciadas por el mundo globalizado o la peligrosa denegación de penas más rígidas y rutinarias, para tan execrables violadores o asesinos.
Por desgracia, un retrato inherente al ser "humano", a la compulsión entre sexos, a la vez marginal y universalizada. Primeramente por las víctimas de bajo nivel social, aquí en la ficción real, casi desconocida aún, y de violencia camuflada por aquella decadencia socializada e interesada.
Un tema que salió del anonimato o los medios dedicados a la crónica negra, que creció libremente hasta nuestros días y las opiniones que restan de aquel macabro descubrimiento en negro y dalia.
El componente artístico fue demasiado feo y demencial, tan efímero y profundo, como provocador, frío y peligroso.

Esto es, la herida profunda en la sociedad artística, producida por un filo extremadamente cortante de una parte de la modernidad y el miedo, como también una de las páginas más oscuras del clasismo intelectual, dentro y fuera del Séptimo Arte.
Del mismo nivel sacrílego o la misma altura vomitiva, que los dramáticos hechos contados por la película Once Upon a Time en Hollywood... Una pena que únicamente se pueda hacer una especie de rechazo social contra los falsos profetas o aprendizaje cinematográfico contra el Mal y... no se pueda cambiar la endiablada historia, con humor ¿verdad D. Quentin Tarantino? Of course.

El maniqueísmo de L´avant-garde o el kitsch...

Esa es la cuestión, la propuesta de una versión que no deja indiferente. La lucha, algo incomprensible en el guión, que una preciosa nieta, de ojos más cándidos y penetrantes, progresó en los escritos y el tiempo. Que, aquel frío acero azul, seccionó una parte importante de su infancia, presentando con pavor a su patético pariente, un monstruo que se satisface en secreto con extremada violencia, en un momento definitivo de la acción determinante, viciosa, sadomasoquista y todopoderosa.
Una condena personal y sanguínea, mucho después de que fuera vilipendiada por su apellido, apartada por la débil personalidad de una madre desinteresada, en manos del libertinaje individual y fruto de un abuso familiar, que la marcaría en la piel y la borró en los documentos o los destinatarios de una fortuna manchada. Por ahora... habrá que descubrirlo y desenmascararlo.

La bella niña, entregada a un convento, sería dada en adopción a una mujer de clase baja y del color epidérmico de la revolución que comenzaba a ser explícita en las calles, en proporción aumento de panteras negras.
La historia privada que, sin embargo, otras veces sale de lo privado y enclaustrado por distintas voces, proclamando una exhibición que es monumental en los medios. Nada de museos o salas adoctrinadas para el gran público, sino como el mejor ejemplo de la memoria criminal de una sociedad enferma o la expresión intocable de sus habitantes más ilustres. Aquellos que estuvieron en algún momento, involucrados en otros casos como los asesinatos del Zodiaco, en alusión cinematográfica al gran David Fincher y a sus Mindhunters, en singular.

No... esta historia no es vanguardia. Ni el caso particular de un revolucionario del arte, es otro macabro ejemplo de ´sacrificio artístico`... por la nada.
Tampoco me refiero a que la serie de TNT, sea un producto kitsch que no demuestra ninguna evolución creativa, producida entre otros por Patt Jenkins (directora de Wonder Woman y un piloto de The Killing) y su esposo, el cerebro creativo y guionista Sam Sheridan no muy prolífico hasta ahora; más bien desarticulado en el interés conceptual, con un desequilibrado encuentro de capítulos. En los que se nota demasiado, la mano tras la cámara y la concreción de los diálogos en el guión.
Nos va descubriendo la trama irresoluble, tras la "obra" de un psicópata con ínfulas de superioridad intelectual y mediocridad clasista, con el apoyo de muchas voces silenciadas y la persecución periodística que quedara en un cajón.

El actor convertido en productor resolutivo y personaje apartado de la realidad, interpretado por Chris Pine, es un espejo empañado que se frustró en la calle y la guerra de Corea... Que intenta rescatar la memoria y retratar el ambiente, muy bien inspirado por otro lado, sobre aquellos terribles sucesos en los que se basa y salta entre bastidores del arte macabro. Una fotografía aún candente, de acuerdo a la memoria de la chica en problemas, con el libro "One Day She-ll Darken: The Mysterious Beginnings of Fauna Hodel" y que investiga la complejidad dramática de su argumentario criminal. Por supuesto, aún sigue sin ser resuelto, al menos en su totalidad comprobada y ejecutada judicialmente. Quedando la figura de la dama o contorno seccionado, dibujada eternamente en la acera y borrada del libro familiar.

No de un futuro espléndido en el cine, para su principal protagonista californiana, conocida como India Eisley (Underworld Awakening, The Curse of Sleeping Beauty, Look Away) y familia de actores. Cuya increíble mirada observará los acontecimientos salvajes de la maratón de Boston en el filme Altar Rock, estará inmersa en el crimen de The Dougherty Gang o en You Belong to Me con Michelle Monaghan y Casey Affleck, dirigida por Vaughn Stein conocido por su trabajo Terminal.
En fin, que nadie podrá entrecortar su avance firme... ¡creo!

El Arte de lo Macabro.

Pero antes de lo macabro u obtuso, ese periodista llamado Jay Singletary con un peso pretérito demasiado doloroso, colgado de su cámara, inicia una carrera irreal, interpretado por el mismo Chris Pine, en aumento de malestar y pesadillas violentas. Se declara desahuciado por la profesión y los ´enemigos policiales`, dispuesto a colgar su pasado, bajo el techo más sombrío de la vida.
Él, también californiano como la desgracia, que se las tuvo que ver con los asesinos de Ases Calientes, las guerras raciales y las sombras de Star Trek o Jack Ryan, la traducción inglesa de Chico y Rita, la última obra del malogrado director Tony Scott, a la Hora Decisiva o la gran movida de Comanchería de David Mackenzie... y a la misma Wonder Woman o el aracniverso animado de Spiderman... y lo que vendrá a continuación, ¡morena! Tranquila que parece buen tipo.

La cuestión es que, tras temporadas dándose golpizas contra molinos de viento, recuerdos de hidalgos desafortunados, una voz le susurra con altos indicios de graduación, procastinada por los acontecimientos en años 40... que existe una declaración a la que aferrarse, una nueva foto en Los Ángeles ´del infierno` y otro viaje de redención, que realizar en el tiempo.

Esto vendría por, la llamada que un alma cándida, para plantearse el conocer su identidad, enfrentándose juntos, aferrados a una herramienta afilada, a su familia y sus rasgos perdidos, como los pasos de aquella, la de negro. Alrededor de su historia familiar, tan recortada por una obsesión maldita, como parte de la población de Sparks (del estado de Nevada), donde los hombres que tratan de acosarla, como ocurriera con aquella sombra o rosa marchita por los sueños, va a caer entre los cuernos de un... hdep...
Paralelamente el periodista se reencuentra, como Mr. Pine con los peligros que se ciernen sobre Wonder Woman 1984, con Gal Gaddot, Pedro Pascal y la misma Connie Nielsen, que se desviste y descalza. O en la piel de un marine en Violence of Action y un agente de la CIA junto a Michelle Williams en All the Old Knives, del director James Marsh. Vamos muy movido en acciones, pintorescas más que pictóricas.

Ambos, con el alcoholismo en venas curtidas en el odio y la pobreza, que naufraga dentro de cualquier cuestión de género, de escándalos médicos o familiares, por una partida de nacimiento, que lleva tiempo escondida entre un resquicio del alma de Jimmie Lee y un lobo feroz. Que no dice una palabra más alta que otra, excepto cuando se cabrea o le replica Rachmaninoff. O el susurro impreciso del Marqués de Sade, convertido en res diabólica.
Ese contacto conflictivo, es lo que reactiva I Am the Night, espeso como un siseo sinuoso, artístico como un parto, doloroso como una incisión del pasado. Será el famoso bufido, ayer y ahora más, del doctor George Hodel, un nuevo Mengele, kitsh como las babas del surrealismo enfebrecido.
Un monstruo en su grandilocuente mansión de Los Ángeles, que ya fuera investigado por el periodista tras unos feos asuntos relacionados con abortos ilegales en clínica furtiva de Hollywood y tras posible confesión sin pruebas, que parece transparente en los ojos de la indefensa chica. O no...

Sobre hechos repugnantes, se dibuja la farsa del doctor, en el pretérito de una ciudad ahogada por los disturbios (como ahora) y otras insidias mortales, que fueron retocadas sobre tabloides o mentes sin escrúpulos.
Ese médico de la muerte, viaja con un maletín, repleto de aquellas circunstancias no cerradas y argumentos personales, que no curan por supuesto. Con un estilo venenoso, estirado hasta la náusea y dispuesto a cerrar la persecución. El resquicio del caso de la Dalia Negra, joven mujer soñadora y adictiva, que fue hallada muerta en una extraña y macabra situación. Que soñaba con ser actriz de impacto, con sus propios medios, belleza o facultades, llegando más alto que los bombarderos de la II Guerra Mundial, sobre aquella sociedad obscurecida de 1947.

El Ogro Surrealista.

Sin embargo, aquel hombrecillo es el motor, por lo inhumano y sus dotes para esquivar cualquier destino entre barrotes. Que fuese descrito por su nieta en el libro, como vil asesino de mujeres, por que tenía otra vena artística que decayó en la educación. Podría, como ella misma declara y otro detective real encargado de las pesquisas, estar relacionado con más de un asesinato surrealista y literalmente pervertido. Buff, resoplido reiterado de toro embravecido...

Por ende, causante de una especie de obra macabra sin fin, entre su mente superdotada, para el mal, como diría a la vanguardia del arte sucio, sin más, y un método tan vulgar de repugnancia o ejemplo de ese estilo Kitsch, que odiaba.
Las palabras que le espetó la joven inquisidora, al ogro, mirándole a los ojos y sintiendo como sus tripas, se revolvían en el interior por el abuso familiar y el recuerdo de una pobre alma y estilizada en negro, Elizabeth Short. Tú, eres el Arte de lo Macabro y Nauseabundo, bueno no, me lo he inventado...

Ambas acciones se mezclan, chica y periodista, teniendo aquel terrible asesinato o involución humana, siempre en la ente. Con los diferentes protagonistas y nosotros como telespectadores de la serie I Am the Night, buscando la paz en el futuro, si se puede o pudiera. Como Tarantino...
Sin apenas tocarse, porque las fotografías ya están trastocadas, empolvadas en el cajón de la historia del viejo Hollywood en sepia, o blanco y negra, mientras la joven busca sus propias respuestas, que aclaren su borrosa situación. Que no, mirada.
Envuelta en una piel que no le corresponde, vigilada como Caperucita, en apariencia, ya que su mundana madre no concuerda con estas provocaciones que recibe a diario. Aunque sí, de la visita cobarde del lobo, disfrazado de cabestro.

Tras el trasfondo, nada surrealista, de una sociedad negra castigada por la superioridad moral, política, social y física, condicionada por el supremacismo blanco de esa época sombría de los USA en movimiento y la guerra de Vietnam. Es decir, Fauna como el poema, no se siente totalmente integrada por su aspecto e inteligencia, entre dos mundo, incluso, insultada o maltratada por ambas partes, frente a su arrojo y decisión por encontrar la verdad. Lo que no resulta fácil para una refulgente estudiante, escurridiza obra artística ante los hombres de negro o blanco. Al igual que las caretas del cuervo alado, igualmente, demasiado equilibrada en las fiestas y bella máscara por descubrir, como actriz de carácter.

La guapa en cuestión, con rasgos indefinidos en superficie, es India o Fauna, que tendrá que reunir fuerzas con el vapuleado Chris Pine en la selva (próximo Walter Cronkite en película titulada Newsflashs), frente a los dos primeros capítulos dirigidos por Patty Jenkins, algo pesados o enfangados, que no demuestran el potencial argumental y efecto visual suficiente. Adecuados con las palabras de clase más baja, ante los graves acontecimientos que pretenderá, hasta su encuentro personal, casi reflejo de Jodie Foster y sus ojos, con la altivez asesina de un Anthony Hopkins, muy sibarita y sibilino. Igualmente hambriento, según algunas fuentes... literarias.
Simplemente, resignados a contar la historia intrafamiliar y escarceos sociales con estudiantes, los escurridizos movimientos de un fotógrafo de sucesos, l@s palizas del departamento y las relaciones periodísticas, resueltas con coágulos pretéritos, amarillistas, frente al poder en la ciudad y la indefensión de su trabajo con los medios a su alcance. Una revolución silenciosa contra la corrupción inherente, el pensamiento arraigado en la sociedad y otras muertes no solucionadas, que se suceden en páginas con el identificativo borroso de Romeo Sangriento... Siempre con víctimas femeninas, como aquella oscura flor.

Poco a poco, vamos vislumbrando con producción de primer orden y ambientación cuidada, profusa en detalles y movimientos estilísticos, recuerdos de la literatura, escultura y, especialmente, la pintura de los maestros surrealistas... lo que se esconde bajo un mentalidad de profunda superioridad intelectual, alto cociente de inteligencia en desagravio y una historia familiar sobre la alta sociedad angelina, que está bajo los focos futuros de su posible psicopatía criminal.
Los cuatro siguientes capítulos, a razón de dos por cabeza, con la supervisión de Victoria Mahoney y Carl Franklin (los postreros), autor de alguno increíble de la serie Midhunter y The Leftovers, así mismo, director de películas como El Diablo Vestido de Azul o el drama racial de título Bless Me, Ultima. Buenas interpretaciones de Leland Orser, delator y jefe de periódico, Connie Nielsen, la recortada esposa y arte en movimiento con rasgos europeos, Golden Brooks con la sartén en el fuego, Yul Vazquez como la Bilis con dos eles, Dylan Smith aprendiz de rumiante, pero sin destacar más que el nihilista sádico y misógino distante, interpretado por Jefferson Mays (Inherent Vice, La Balada de Buster Scruggs).

Nos queda la música para descubrir al verdadero monstruo, realizada en las sombras por el compositor David Lang, mano orquestada del director italiano Paolo Sorrentino en triunfal La Gran Belleza y emocionante Youth, también arreglista de Réquiem por un Sueño. Ta-ta-chán!

La Historia Siniestra.

Mientras, la serpiente se retuerce en la memoria, en la California o Hollywood de 1947, recordando la historia de la Dalia Azul, protagonizada por Alan Ladd y Verónica Lake, en historia novelada de Raymond Chandler. Aquí, trata de esquivar los olfatos de sus perseguidores, que despistó en la austeridad social y el padecimiento asmático de su víctima, la bella camarera, aspirante actriz, Elizabeth Short.
Joven nacida en Boston (Massachusetts) abandonada por padre como sus cuatro hermanas y madre, con novio muerto en accidente y detenida por beber alcohol sin mayoría de edad. Luego execrable descubrimiento en la Avenida de la Muerte, como sombra de un ser humano, maniquí roto exclamaron en principio, cuando se aproximaron y vieron lo horrendo del crimen.

No me extenderé demasiado, cortado y desangrado en nuestra mente, seccionado en desagües, rostro con la imagen del Joker en The Dark Night, pero sin ninguna gracia, llamada sonrisa de Glasgow en referencia a los hooligans o pandilleros escoceses con su manejo de las navajas en rostro ajeno.
Por lo visto, y no exagerado, lavado el cuerpo, tendida de espaldas en ritual simbólico para el surrealismo, esquizofrénico y psicótico, arrancados de su interior ciertos órganos, mutilación e inserción inexplicable por lo macabro, fracturadas piernas y cráneo con objeto contundente, vamos un cuadro para la indecencia humana. Como otros que llegarían y serían investigados por el nuevo departamento de Ciencias de la Información del FBI.

Al lado o cerca, se halló huella de tacón masculino y líneas de neumáticos, posiblemente de un Ford Sedan del 36, que no tapó las marcas en sus muñecas y tobillos, ni las gotas de agua ensangrentada sobre un saco de cemento...
Gracias al trabajo interpretativo de un inquietante actor, inspirado por la grave expresión de aquel individuo misógino y depravado, podemos reconocer el verdadero rostro del serial killer, inconfeso y no detenido. Parece que nihilista o manierista en aspecto (amanerado en formas, quizá), siempre tuvo en mente a la joven Fauna, como la misma realidad de sus episodios criminales, comentados por su nieta, que descubrió los sacos de obra en aquella gran mansión, diseñada por Lloyd Wright como templo maya, para sus orgías reconocidas. Amante de la música a piano, admirador de Man Ray (amigo personal del Doc) y los surrealistas, que trataba de imitar en las obras pictóricas, sin conseguirlo supongo.

Ni el abuso con violación a su hija, ocultan las laceraciones, desollaciones o quemaduras, ni las otras posibles víctimas del Zodiaco o del Romeo sangriento, ni las llamadas que realizara al L.A. Examiner mandando pruebas o incriminando a un propietario de Club Nocturno, donde bailaba o trababa, la Dalia Negra. Otro testigo pasó la prueba del pentotal o suero de la verdad, sin determinar su participación luctuosa y criminal, hasta que llegaron más cartas con el nombre "Vengador de la Dalia Negra", su color habitual en la ropa.
El psicópata presuntamente retiró una maleta en la estación de autobuses, dejando bolso y zapato de la chica en la Av. Norton. Más de 50 hombres, y mujeres, se atribuyeron los hechos en confesión, cuando el sargento St. John declararía: "Es asombroso como muchas personas... señalaron a un pariente como el asesino".

Garry Ramlow, periodista de L.A. Daily News, indicó que los periódicos pisotearon pruebas y retuvieron información para obtener primicias, exageraron la vida y costumbres de D.N., creando sospechoso al padre, que declaró no saber nada de su hija. Entonces en el tiempo, surgiría la teoría de Steve Hodel, jefe de División de Higiene en el Departamento de Salud de Los Ángeles, gracia a un investigador privado que descubrió foto de su padre con mujer morena parecida a Ms. Short, tremenda coincidencia de apellido... Era especialista en enfermedades venéreas, que algunos testigos afirmarían ser culpable de abortos clandestinos y verlos juntos como amantes. Su escritura o letra, parecida a autor de las cartas a los periódicos.

Con la ayuda de otros adecuados intérpretes, que van tomando peso en la historia, se va desenmascarando a la terrible incógnita, con un aumento del suspense y la calidad de los diálogos, hasta su final. También gracias a destripar al rumiante en la sombra, abandonando la pobreza de los suburbios en contrate racial y adentrarse en este ambiente más profusamente estiloso y clasista, en contraposición con el horror de lo descrito anteriormente. Recargado y apestoso, como las ambiciones artísticas del abuelo Hodel en la efigie de Black Dalia y ese hastío masculinazado en apariencia, que alimenta la historia bajo los hocicos humeantes y ensangrentados de un cornúpeta famoso.
Brian Carr, policía encargado del caso, grabó en su casa y descifró las declaraciones de abortos clandestinos, consciente de la causa no probada, con chanchullos entre compañeros y otros médicos, con la intención de mantener la imagen pulcra de L.A. No el trabajo retocado con las fotos o el aerógrafo en medios sensacionalistas como The Examiner o L.A. Herald, también con algunas mentiras demostradas para alimentar el morbo.

El Arte de lo Macabro, es una pesadilla que abandona todo estilo o profundidad existencial, por el patetismo de un individuo que, por otro lado, no tendría ningún derecho para seguir respirando entonces... Violador de su propia hija Tamar, huida a Hawai... Mena Suvari hizo de una especie de Dalia Negra en American Horror Story, cuando un dentista y un abortista, la sedan con una flor en el pelo, mientras un cirujano se dispone a cometer la atrocidad, por pura diversión.
Su propio hijo, retirado de la policía, afirmó que podría ser el autor inconfeso, de unos 20 casos más como serial killer, incluyendo a su propia secretaria, debido a que aireara sus fraudes u otros secretos, posiblemente.

Fauna Hodel, tuvo clara la culpabilidad de su abuelo y sus horrendos actos de sadismo. Tanto como los de aquellos otros, que se consideraron por encima del bien y del mal, a través de un tipo de repugnancia sádica con rituales odiosos. Que penetrara en forma de mente de profetas o supuestos dioses, hoy casi olvidados o poco retratados por Mr. Tarantino.
Amos a la fuerza, sobre la vida de otros inocentes o más débiles. Pongamos asesinos en serie de la historia sangrienta de la humanidad y demás locos de remate, como BTK, Manson, Stalin o Hitler... un ejemplo tenebroso y conciso, de barbarie kitsch más que sobresaliente... y menos de brillantez intelectual o gusto artístico por la belleza.

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