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miércoles, 26 de mayo de 2021

Clarice

 


Clarice, ¿qué te ha pasado a lo largo de estos años?

Yo te recordaba, bueno la mayoría, como una chica arrojada, inteligente e independiente. Una joven introvertida, con ciertos debates o complejos morales, que provienen de tu infancia educativa... 

Acaso no repares, en que ya no están entre nosotros, ni tu creador, ni tu retratador, ni los verdugos... sólo quedan los quejidos lastimeros de los corderos. Que probablemente pudiéramos ser, nosotros.

Excepto los que quedaron en silencio definitivamente, claro.


Siempre existen las víctimas inocentes.

Seres silenciados ante la perspectiva de un óbito, más o menos, anunciado. 

Pero en aquella historia de 1988, tiempo de algunos crímenes no cerrados, se mascullaron los resortes psicológicos de un quid pro quo, es decir, de intercambiar una historia por otra. A pesar de los terroríficos ejemplos con los que te tuviste que enfrentar desde tu puesto como estudiante en la Academia del FBI.

Unos años después de lo escrito, se trasladó a imagen, llamando al timbre del horror moderno con tintes góticos y psicóticos que, como los retratos históricos más sangrientos, deberían ser irreproducibles y sólo deberían servir para aprender de ellos y evitarlos en el futuro. 

Pero tu historia es un ficción dramática, entre Jack Crawford y el ávido Dr. Hannibal Lecter, en las convincentes pieles de Scott Glenn y Anthony Hopkins, eran otros tiempos para la lírica y la interpretación... Ahora, tú has cambiado con las manías, cambiando a la introspectiva Jodie Foster y una perseguida Julianne Moore.

 

Pero, tratando de evadirte a esa manida repetición de las imágenes, te has diluido como los humores en el ácido.

Sí, te vemos clasificando datos, como siempre, pero condenándote a la redundancia, la estigmatización o, lo que es peor, el olvido. 

No has logrado esquivar el desprestigio que nos invade, como las gotas rojizas que salpican una bandeja con viandas de dudosa procedencia. Y has ido olvidando tu método tan personal, artístico y detectivesco, dejándote caer en algo bastante peor... el aburrimiento.

Sin embargo, todos los detectives desde Mr. Bogart, han nacido enmarcados en el cine más negro, o el suspense, y dejan su huella en nuestra memoria. Desde aquellas etapas bibliográficas que intrigaban con base a la permanencia eterna, es decir, la existencia atemporal, hasta traslados imaginativos que pasaron por el oeste salvaje, con atmósferas cero y otras variables o replicantes. 

Pasado.

Casi como el recuerdo de un fallecido que aspirara convertirse en fantasma, dentro del seno de una familia doliente o en la mente individual de un ser querido... el pasado no es lo que era, ni se acerca levemente a la imagen original.

Si bien, ciertos retratos se interpretaron para quedarse inequívocamente, los años producen alteraciones que los convierten en eccehomos, pintarrajeados por encima hasta perder la esencia. Clarise eras algo rebelde, aunque no el Joker disfrazado de reivindicación gratuita, ¡xDio!


En este, tú último caso grabado en cinta digital, los entes fantasmales (policiacos o criminales), se confunden con los rucuerdos malditos de ayer, que a menudo nos visitan en el silencio... como si pudieran pensar los corderos, verdad Clarice... 

Ahora, estamos todos atrapados en un contubernio de gravedad, a veces de falsa moralidad o en una especie de vórtice psicótico, que nos arrastra hasta el fondo de un oscuro pozo y cambia la perspectiva. Solitario y frío como una semblanza de la muerte, que se asemeja a la simple mueca.


Por tanto, es imposible aparcar esos recuerdos. Siquiera evitar silenciarlos en la noche, porque los verdugos siempre vuelven a aparecer dejando su impronta y desbastándolo todo a su alrededor. Como malvados Kruggers de la no vida, que afilasen sus cuchillas dolorosas sobre nuestra seca garganta. Profunda como el silencio, la liberación y el sexo.

¡Clarice, no has despertado aún! Continuas aburrida dentro de la misma pesadilla, pero en peores condiciones si cabe... porque pareces una caricatura, criatura.


Esto, la serie, es una pesadilla interminable de rostros y mariposas, sin lascivia. Si bien, aún restan unos minutos por visualizar in situ, que no creo que cambian esa perspectiva general con tus nuevos compañeros... Los personajes se han diluido en Washinton D.C., un maremágnum de desavenencias, de futilidad o la nada. 

Los killbillies, antropófagos del alma, no son místicos dragones rojos u otros animalejos, te trasladan a historias deslabazadas sin miedo, que inventan las causas perdidas y convergen en la actualidad... Mas sin interés ninguno, ni carisma, ni orden... seguramente sin futuro.


Alex, no tengo el gusto de conocerte, ni sé cuáles son tus motivaciones artísticas, más allá de los reconocidos en ésta o cualquier otra vida. Como un guionista o productor en L.A., Mr. Kurtzman tiene un pasado plagado de fantasmas desde la fresca extravagancia silvestre y sexualizada de Xena, a los primeros pasos como narrador de historias en la gran pantalla, tal que La Isla... esa cosa moderna... Transformer o MI3 y sus explosiones, la semilla de Cowboys & Aliens o la espuria y acomplejada, Momia. Vamos que la traslación argumental, nos convierte en borreguitos trasquilados en el camino, desmantelados de personalidad, personajes abandonados a la intrascendencia, o peor si cabe... despellejados vivos.


¿Dureza? Bueno, inconcreción más bien, como las actuales imágenes redundantes en la CBS, flashazos de violencia inusitada, camuflada para nuestros ojos. Recuerdos que nos golpean creando una realidad paralela, que no nos importa, ni deja huella. 

De una realidad que partió de la imaginación o la intensidad de la mente narrativa, para edificar una novela policiaca que pululaba y salpicaban al lector en el horror, como una polilla se agarra sobre la vestimenta para, poco a poco, ir masticando la glucosa. Firme... como un costurero sobre el patrón, imperturbable a los ruidos ajenos y las visitas incontrolables...


Has pasado de una ficción escrita a 24 patrones dañinos, por segundo, del recordado Jonathan Demme en 24 puntadas visuales sobre una película terrorífica definitiva, con 24 suspiros de terror por unidad de tiempo. Al abandono del buen gusto... o el malo, depende del protagonista psicópata.


Clarice y Cia, la serie de CBS Media, es un compendio cansino de todas esas torturas pasadas y disfrutadas por los seguidores de Hannibal, atravesados por velo de estupor que se repite hasta la saciedad, la desesperación, el descrédito y el aburrimiento. 

Ya no pareces la misma, Clarice. Ni siquiera, piensas o te posicionas igual ante la vida y la muerte, sólo eres... mera carne de portada.

Hoy.

Cuando los viejos fantasmas regresan a visitarte, a veces no los puedes identificar, sentir o retratar... ni mucho menos, alcanzar el espíritu indeleble que representaban gráfica o narrativamente. Son insinuaciones, sin solución.


Ya que, recordando la efigie sobre la calavera, la obscuridad de pensamiento y la sordidez de los hechos, sobre el filme, la anterior representación nihilista de la NBC por capítulos y, por supuesto, la novela de Thomas Harris, no encuentras apenas, razones antropológicas, ni evidencias de identidad con El Silencio de los Corderos.

Del canibalismo nada, ni la trama enfermiza, el sadomasoquismo, la estructura y la ambientación, la transformación, la cadencia narrativa... nada. Por descontado, como dije, tampoco ¡el terror!


Era la base como la presión angustiosa, el tiempo que se termina, la gravedad mental, el humor negro, la devastación... simplemente no existen, han sido confeccionadas con otro tipo de piel, demacrada. Una mezclada con otros componentes incoherentes, que la difuminan o distorsionan, creando otra cosa. 

¡Y no eres tú, Clarice!


La futilidad es una condena exasperante. 

El suspense y el horror, se han ido por un sumidero narcisista, clasista de élite y edulcorado, quizá por el que dirán, o la desproporción de los elementos sádicos que causaban el contraste perfecto. 

Lo bueno y lo malo, la amenaza de algo desconocido inimaginable, la devastación psicológica a la vuelta de cada esquina o cárcel. El olor y la náusea, que se manifestaba en cada retrato, pensamiento o visualización de memoria cautiva, que impregnaba cada poro de nuestras pieles como aficionados al género.


Los personajes parecen un borrón, salpicado a discreción, descoloridos ya no en la oscuridad, sino en la percatación preclara del postureo y el sincretismo social. Apariencia, una concesión al buenismo que nos reclama atención universal, intentando disfrazar el dolor, pues la muerte no interesa. 

Por eso, se cometen estos crímenes virtuales, tratando de evadirse de la realidad y conducir el miedo a la reivindicación de la imagen público. El significado de la relativización subjetiva... si es que te dejas llevar a un estado catatónico. Como retratos futuros de Paul Krendler o Ray Liotta.


El personaje que teníamos en mente, parecía inmortal, pero no lo es tanto... Con la versión ha sido enterrado tras una cortina de humores, de risitas insoportables, como algunas presencias en la serie que solamente te alejan del original. Banalización de una historia que se deforma hasta el desmantelamiento, una mera estampa falsificada de aquella discreta agente del FBI, hoy atrapada en la VICAP.

La decrépita apariencia del pretérito criminal, se hunde con una suciedad inexistente, salvo algún muñeco puesto casi de rondón, de igual forma que el suspense, la estigmatización o la ansiedad, que parecen resbalones en un caso torpe y trasnochado. 

El mal transformado en una estúpida fobia, en el que no habíamos reparado, los aficionados del cine de terror. físicos o espirituales, con los cambios evidentes de mariposas a capullos, mediocres agentes de élite o violencia extrema, que acá, no interesa en serie.


Hoy nos informan y aleccionan sobre una ficción, ponen sobre el ojo de la aguja (notable peli de Richard Marquand, por otro lado) algo que no viene a cuento. Que no repararíamos en, si el acusado del crimen execrable, fuera hombre blanco que mata o devora a su amante y que, a la vez, sirviera como bandera para salvar a todos los demás machos. No sé, nos habéis hecho un buen lío... es cosa de la generalización.

Clarice, ¿por qué?


Miss Starling, una prosopopeya en el dorso de una polilla, ya marcada por siempre. 

En angulosa bifurcación de filosofía griega y romana, colgada con una máscara de levedad, inútil, adoctrinada, que se aleja de aromas antiguos y pestes. Una representación teatral de Hannibal en comedia, la operística del tratamiento invisible, en definitiva, de lo que significaba el silencio ante Clarice y esos chillidos, tan concéntricos y amenazantes, como los otros personajes creados por Mr. Harris. Memorias cinematográficas tras la resaca de un Domingo Negro, con familia o amigos.

Ayer dimos un respingo, hoy nada.

Mañana.

Harris escribió esta obra por fascículos terroríficos, para agarrarnos por el pellejo y arrastrarnos a lugares insospechados de la mente, cocinando con nuestras vergüenzas y sirviendo en bandeja, esa parte animal que persiste en la obscuridad. A una libra del peso total de nuestra conciencia, o cualquier otra salpicadura ética por el estilo. Suciedad ambiental en el individuo, que condujo el lujo escénico de Mr. Demme en ese perturbador 1991.

Se me ha caído la cara, tras la máscara.

¿A qué se debe esta ocurrencia, de lo políticamente correcto? ¿Y la irrelevancia de algunos personajes?


Extrapolar el argumento a una advertencia genérica que sirva de reproche a la sociedad, con una puesta en escena de amistad supuesta, compañerismo de pancarta y el activismo visceral... pasando por encima de los personajes... ¿Para qué sirven esos diálogos... y sus comedietas funestas? 

Para rellenar por completar, una cuota, un porcentaje de corrección... un pago a quién... Gracias a una apariencia que desvirtúa la historia ambientada y la ficción.


Entonces esa parte animal que reside en nosotros, desde tiempos remotos al borde de una charca fangosa y simiesca, ha pasado a un Hal social de apariencia. Circunspectos desarrollos sin personalidad perturbada, hacia un apuntalamiento de lo discriminatorio, de un panorama con estética enfermiza, a consideración simplista de la colectivización y cierta venganza... como si no pudieran existir lobos con piel de cordero, en todas las estructuras sociales o posiciones... 

Un caso de divorcio, que no viene a cuento. Más rivalidades genéricas... Por supuesto, también en la mente de los agentes de policía, que aquí parecen una institución enfrentada... con sus propios fantasmas. Esto es, un monstruo reprochable con varias cabezas, un dragón rojo sin fuego en las fauces.


Pero dejando patrones sexuales a parte, hay que recordar que Jonathan Demme (director de El Silencio de los Corderos), se alistó a filas de Roger Corman y abrió esas puertas mentales a una desproporcionada violencia con el nombre de Explotaition Films, reclamando la estética colorista de la sexualidad en la Hammer en los 70. Como después se especializaría salvajemente en la estrategia de Dario Argento para aterrorizar con nuevos aires, un aprendiz avezado de Mario Bava. 

Otra cápsula del tiempo entre Hitchcock (recordando su penúltimo Frenzy), que vuelve a estar de moda, la Lolita de Nabokov y el salto a la pornografía, que tras varias décadas acabaría retratándose en las Crónicas de Times Square o The Deuce. Dónde también había suciedad, crítica y... muertes.


Evidentemente, la ficción de Harris parece condenada a un mañana intrascendente, lejos de una notable Hannibal, con la pena del buenismo oficialista, y la superficialidad de las nuevas caras. Esto es, al lamentable olvido. 

Y viceversa, la condena diaria sería como cargar con los actos violentos machistas, sobre la espalda de todos los hombres sin explicación... sin dejar de lado la sangrante realidad, claro.

Reprimendas colectivas hacia el espermicidio general, cuando en todas las ollas cuecen habas, y algún que otro garbanzo negro... 

O como dice uno de esos elementos innecesarios, desvirtualización de la verdadera Clarice, ¡dónde te juegues la olla, no metas... lo vacuo!


En fin, el futuro es el clasismo digital que nos representa. Ni los buenos parecen tan buenos, ni los malos tienen determinado rostro, aunque una violencia esencialmente sea masculina. Puede que no existan los trastornados genéricos en determinado ambiente, pero sí los depredadores o los malvados en general. Y salvaguardar la ficción.

Los futuros monstruos tienen dientes para devorar, o garras para despellejar, mayoritariamente con rabo... Pero, Clarice es cine y esta vez, claramente, fracasa en el divertimiento... y el terror.

Por último... creo que, sin comprometer a nadie, Mr. Hitchcock no pensaba en la recriminación sexual o la criminalización generalizada del transformismo en su Psicosis...


En definitiva, la crisálida ha mutado en un aleteo sin sentido, reiterado, en una superficie que ha desterrado el miedo de la ecuación. Conclusión de esta investigación: Condenada, e irrecuperable.

Clarice, sintiéndolo mucho, actualmente estás cayendo al vacío... a un pozo sin fondo. Quemada como un truco reiterado ante la cámara, y lo más dramático es que, esencialmente, va a ser muy difícil revocar esa imagen. 

Eres un fantasma irrecuperable, herido por monstruos deformes del pasado y algún que otro cordero...


Todo resulta tergiversado en exceso, tanto que parece exigido por una clausula oculta. Como un rostro memorizado que nos cuesta reconocer en la joven actriz Rebecca Breeds... no pienso que por su trabajo.

Tanto que, únicamente, te puedes divertir con sus chascarrillos y confidencias, si en ella ves la imagen parecida... de la querida (no por todos) ... Isabel Díaz Ayuso. 

Es la serie o no, ¿un chiste...? 

Silencio ¡pssst!

sábado, 8 de mayo de 2021

The Deuce. Season II

 


Seguramente he llegado un poco tarde a este segundo contacto con la serie de HBO, The Deuce.
Después del sexo, viene el amor, o viceversa, que no el cibersexoamor, menudo galimatías, no...

Pero, al igual que pasa con el sexo... siempre es mejor hacerlo un poco tarde, que nunca llegar gasta el deseado final. ¡Siempre que no sea voluntario, claro!

En qué posición quedamos, cuando terminó la primera temporada... espera que recapacite, excite mis neuronas... Ah sí, en lo que quedaba detrás de la garganta y la sombra alargada de la prostitución callejera a finales de los 70 en N.Y y su estallido de colorido a lo Elvis Costello. Algo parecido a lo actual, pero con gente en las calles...
Es decir, en el The Deuce de Simon y Pelecanos. Cuando las chicas de la calle se debatían, no tan incansablemente, entre un trabajo que no se reconocerá socialmente, una esclavitud fantasma que no es combatida con todos los medios por los diferentes gobiernos, la podredumbre que rodea las grandes ciudades... de entonces, y de hoy en día... la violencia que desemboca en las sábanas, y el deseo oculto.

Ahora, una serie que reaparece en la vida, con la voz penetrante de un cantante profundo como Barry White, en un club discotequero de la Gran Manzana, es dar un bocado con toda la intención y la sensualidad. Es como un consolador para la frustración diaria, no pasa desapercibida, es un plus en la puesta de escena.
Sin duda, esta entrada con la canción "Let the Music Play", no pasa desapercibida porque trata de una de esas vidas que se descontrolan en las calles, por convicción propia, investigando desde la llegada de una de las pequeñas poblaciones cerradas a cientos de kilómetros, o por la perversión de un negocio descontrolado y, en muchas ocasiones, contra la voluntad de sus jóvenes víctimas.

La entrada de Maggie sobre la pista del club denominado a falta de un seis "366", demuestra que pisa firme en su nueva condición artística, sin pensar en el pasado. Elevando su mirada a una ventana por la que entra la luz a una cámara, aunque a veces turbia, o sale de un proyector de cine, hacia ese futuro.
Luego, desde la pálida visión de the Cavern, llegará la música en directo en pareja, o grupos, tríos, cuartetos, quintetos... o más... depende de los instrumentos que entren en acción.

HBO.sex

El sexo también va entrando en la televisión, desde el riesgo ecléctico de plataformas como esta de HBO que nos emociona o trata de seducir. Para contarnos con un enfocado guión y grandes diálogos, una determinada versión de su repercusión histórica y de la cita abierta con la pornografía.
Pero antes de ella, existen muchos matices, desde los marrones escatológicos, a la sordidez oscura de las calles, lo amarillento de las enfermedades de contacto, hasta llegar, finalmente a la física coloreada de los fluidos. En último extremo, la sangre.

Las formas de su figura recortada entre bolas plateadas y láseres de disco, nos puede recordar a la expectación causada por un solitario pistolero al abrir y traspasar las puertas batientes de un salor en el viejo oeste. Pisando las tablas con decisión... con todas las miradas furtivas o groseras, puestas sobre ella, esperando un postrero movimiento al acercarse a un rincón separado, o el puesto prominente en la familia barra. Por los rostros ya conocidos.
Todos recordarán, antes de disparar, cuando acercó sus labios al oído, con la misión de solicitar un pedido o último deseo... Mientras, la música de fondo, seguía sonando... como un eco reservado al aforo. Desde un psicodélicos Talking Heads, a los descacharrantes Ramones. Desde la particularidad de T-Rex, a los infernales Rolling Stones. El rock eléctrico nos abría sus puertas.

¡Ay expectativas, de cuántos tipos y colores!
Tantos como personajes, huérfanos, cuativos, reivindicativos, liberados, extrovertidos, violentos, perjudicados, exigentes, iconoclastas, clasicistas, involucrados, perversos, pervertidos, ofendidos, encarados, vigilantes, extravagantes, silenciosos, inertes, procaces, confusos, activos, mangantes, reaccionarios, protectores, artísticos, interesados, exitosos, olvidados, evolucionados... rotundos, erectos y... Caperucitas Rojas.

Al otro lado del programa, del ejercicio de exhibicionismo sobre las distintas platas, de las discos o bares a los platós... las chicas tras las barras, sirviendo las copas a nuevos clientes, las de la sonrisa vertical por unos billetes, a veces pringosos. Las que se aceleran en las camas, las que perseveran en nuestras vidas, condicionadas por la visión masculina, la violencia que se desata, también en otros géneros, la efervescencia del triunfo, la escasez de dinero, las que buscan salir de un hoyo, las que no... las que ponen condiciones, o buscan el respeto.

Las que dedican sus esfuerzos para construir su nuevo negocio, al margen de mafias, intentando proteger su negocio a las debacles sexuales o los excesos, con la apertura de esos músicos en directo, una fuente de nueva financiación y salida de copas.
Forman parte de una nueva generación que se regía por la transparencia, la legalidad fiscal y los beneficios... si bien, el verdadero accionista en la sombra, siga rondando el pasado y extrayendo esos mismos, de una silenciada barra metálica con vistas al sexo, arriesgada y profunda, como una garganta que se conviertiera en gran negocio a mediados de los líquidos, setenta. 

Casi a punto de entrar en los divertidos y locos 80, con una estética que empieza a recordarlos, después de tantos envoltorios y pellejos, de tocados rizados transmutados con lacas, de escotes triangulares imposibles, de botas altas en cueros, de collares pesados como los clientes, pantalones acampanados... que van mutando al ajuste, como un un vídeo recién revisionado de Survivor, en el tema Ojo del Tigre... quedaban tan solo, cuatro años.
Estamos desnudos ante el 1978, cuando los chulos y proxenetas se pavoneaban, presumían de su fortaleza con las débiles, de condición física o inteligencia... cuando exigían la nulidad de pensamiento, ni siquiera la posibilidad de leer un libro, que servía para suplantar su supuesta virilidad, su frivolidad monetaria, su falta de honradez, en definitiva.

Poco a poco, va cambiando esa exposición gratuita en las calles de The Deuce, la exhibición sexual frente a los demás, incluidos niños que únicamente vemos llorando en esas habitaciones compartidas, la asignación de protección mafiosa en los negocios que busca otras actividades lucrativas, la resignación de distintos colectivos y la banalidad general del individuo, la extorsión de nuevas ovejas en un rebaño esclavizado, aunque nunca terminará del todo... hasta nuestros días.
Tampoco se conforman los propietarios, en una rendición o explotación casi terrorista de sus negocios, ni los agentes que toman las riendas en latitudes más calientes... Ni los viejos policías, rutinarios de por vida, que van encontrando un puesto acorde con su moralidad y profesionalismo.

Ni siquiera las ávidas caperucitas, que ya no parecen estar tan indefensas ante las fauces del lobo... Un lobo con otra piel, que pretende ser más seductor, si cabe... en tamaño, of course.

Geolocalización.

Indivisiblemente, es una línea delgada, colorista, cubierta por los efluvios del pasado reciente, entre Manhattan y el barrio arquitectónico de Queens, la joya de la corona de Time Square.
Erigida como escaparate donde se comercia en la trastienda, con tugurios ocultos a la vista de nueva generación, que profundizan cada vez más, en la sordidez de una época. Por supuesto, pues todavía persiste el crimen y la esclavitud moderna, que los alcaldes atípicos intentaban reducir a un rescoldo invisible al gran público, a la actividad inmobiliaria y al turismo.
Ese es un tema incandescente, que puede provocar incendios incontrolados, maltratos o violencia en automóviles, construcciones que formarán novedosos imperios... del crimen o del sexo.

Medios y fuerzas que, al final, pagamos entre todos. Para esconder las vergüenzas de la sociedad, no de la siguiente pornografía, que proclama una era de visibilidad para los solitarios o parejas que buscan iniciativas. Focos de diferente inversión. Plataformas en pandemias.
No haremos aquí, la pregunta de si, todo el porno es bueno o malo, si es necesario o un vicio pecaminoso, frustración o resignación, salvación para ovejas descarriadas en el pretérito, una industria que se beneficia de la bajeza humana, o un refugio de incomprensión sexual. Salvando las distancias, con todas las actividades peligrosas, pervertidas a la fuerza o condenables legalmente.

El caso es que, todo parece moverse en esta segunda temporada, hasta los casos escandalosos o las funciones individuales de los personajes, ya reconocibles en cada modalidad o desvirtualización de la legalidad. Pues sus pies embotados, fagocitan la responsabilidad que viene, pisando los luminosos leones y los rostros de sus, digamos cinematográfica y escatológicamente, ´empleadas del hambre`.
Entonces, cuando no tenían salidas ni oportunidades (como algunas ahora), eran muchachas sucumbiendo a los bocados de realidad de esta Gran Manzana.

Otro motivo, además de las infecciones venéreas, para circunscribir su historia, es la dispersión de la oferta de nuevas condenas, drogas de diseño o visiblemente más limpias, que una jeringa sobre la vena. Es una actividad que se realiza a escondidas, y puede llegar no... llegará, hasta los barrios más lujosos y privativos de la costa oeste, en el mercado fílmico de Los Ángeles y alrededores.
Aquí de momento, quedan las provocaciones, insultos y peleas, piropos malsonantes, que van cayendo en desuso según avanza la cámara, incitando a un sexo solitario y diferente, según aumentan las redadas que reclaman el espacio de los amantes, no desnudos, sino bajo las campanadas de Año Nuevo.

Son las páginas históricas de la pornografía, las que quedan por escribirse, por reinterpretarse, de refundarse en una novedosa visión, que desatiende la marginalidad o las demostraciones artísticas... normalmente, los lobos van al grano, al pezón o el clítoris. 
Sin embargo, .... quiere visualizar con una novedosa acometida de aquella garganta 
del éxito descontrolado, con experiencias cercanas al cuento, para demostrar que otra alternativas, pudiera ser posible... o no, quién sabe, ¡Caperucita sabrá!

Regreso al Futuro.

Los saltos temporales, durán poco en esta The Deuce, pues parecen condenados a la evolución, como si fueran seres humanos en la prehistoria. Un documental donde los cuerpos van modificándose, desde la rotundidad a una medida ajustable con los tiempos del cine y los medios de avance y rebobinado, que buscan el momento justo de un futuro próximo... Aún lejos de internet y la propagación infinita.

Aunque el pretérito existe, se mantiene en la sórdida realidad de los elementos buscados por el jefe David Simon, conquistando las calles y los garitos desde su The Wire, pero con más revoluciones... describiendo las realidades coartadas bajo algunos tronos invencibles, hasta hoy, de la city universal, porque sus reyes siguen acumulando diezmos sexuales en el bolsillo de cara confección, mientras otros muchachos invisibles lustran sus zapatos de piel depredadora. Pero ésto, está a punto de acabar, lo que no consiga el cine... Hasta el suicidio bajo las plataformas, las suelas del futuro.

Algunos se verán asaltados en la obscuridad, de su piel o de la modernidad, abandonados a la percepción de una bandera feminista; otros terminando apresados por las instituciones oficiales, dispuestas a modificar las reglas de una jungla sin ley, cambiando sus dientes dorados por el brillo del cemento armado y los grande cristales en edificios con neones.
O simplemente, por aquellas mujeres que observaron un futuro en el horizonte, tras o ante ellas, buscando las cámaras del éxito o el dinero, su propio negocio abierto o financiación... aunque eso, da margen para otras funciones violentas. Los lobos siempre están atentos, para poder hincarle el diente a la industria. Fiscalizado, o no.

Esto es un coto reservado, para la caza del love feroz, que ha comenzado a golpe de manivela en los rodajes y en las primeras mesas de montaje o moviolas de los inicios mudos, donde los cortes pueden reproducirse en la realidad, como golpes de efecto en off-line. A salto de evolución gráfica, time code de la serie tiene múltiples facetas que enriquecen el resultado final, aunque durante los primeros capítulos, el argumento se decanta por la descripción, la actividad en los clubes, los escenarios alternativos, la moda que vine del punk y el rock... en definitiva, las relaciones ante el sexo y su perversión paralela en el pago. Una ida y venida, desde el amor al comercio, y viceversa.

D. Simon y su pareja de baile sexual en al sombra, G. Pelecanos, lo han querido así, lo han editado para dejarnos al borde de la profundidad de campo, al borde de una época de cambios radicales.

Historia Sexual.

Ahondando en el guion y la superficialidad de estómagos agradecidos, nos sumergimos, penetramos mejor dicho, en las tomas que escandalizan o excitan a muchos... tomas falsas, más o menos, tras las cámaras, porque lo de delante, aunque real, es ficción desnuda.

De la garganta sobre las tablas, hace apenas medio lustro, ahora medio siglo prácticamente, obtenemos vívidamente las reacciones al frío y las condiciones ambientales, los ritmos jadeantes y las pausas, los silencios entre negociaciones, presiones sobre sus miembros, de todos los colores... agresiones a parte, placenteros, cálidos tirando a tórridos, gélidos como una mirada vacía, polifónicos, lujosos al otro lado e, incluso, familiares. De andar por casa, más reivindicativa, que combate el abuso y la extorsión, los golpes sin disimulo, el contagio incontrolado, el abandono social y política, en conclusión, la muerte en una esquina.

Este combate feminista, es una realidad de esta historia sexual, como también es el ambiente marginal de la homosexualidad en los primeros espacios de las grandes ciudades. En crudo, frente a las cabinas sin plexiglas que desbordan el contacto, frente a los fantasmas del nuevo siglo, que pueden aparecer condenados a la marginalidad o, el ocaso de una era, en un charco sangriento.
Y es que pasados unos episodios más intimistas o de narración más descriptiva (lo dicho casi documental), Caperucita empieza a bailar al ritmo de un Blondie en el Triángulo desnudo de las Bermudas, con Iggy Pop y su Hermana de la Medianoche, Ian Dury y su Sexo, Drogas y R&Roll, hasta las siluetas inconfundibles de Boney M, sobre sus Ríos de Babilonia en versión rastafari. Recuerdos del rasgueo de Shaft.
Cuando los siguientes pasos sonoros irán aumentando a esos decibelios marginales, del punk-rock, de vuelta al humo jazzístico, y los miedos a los que tendrán que enfrentarse los gemelos Martino, en una doble gran intervención y mainstream de la naturalidad, teatral en contrapunto dividido, con un magistral James Franco. Qué redondea con Miss Maggie, para el recuerdo.

Esos miedos auténticos, pueden ser sus propias parejas, la voluntad de ese cambio que sobrevuela, que condiciona a las familias y desangra a las almas perdidas. Hasta erigirse en fantasmas, de los de verdad.
Todo lo contrario a esta "Red Hot", que si bien se asemeja a una serie de enredo en retales de postproducción, con pequeños escarceos frente al objetivo; lo que esconde en realidad, es un cuento básico sobre los rescoldos de Alicia en el País de las Maravillas, revisando por una Pigmalion del sexo sobre las calles de The Deuce.
Por tanto, sus aullidos son ecos húmedos de los sueños del pretérito, sexo primerizo en edición, antes de que J.C. perdiera su sitio, como lo va a perder el auténtico depredador, el Cazador. Cazado y reventado.

Esto si que, significa un golpe de efecto definitivo, un terremoto que desencadena el horror... o tal vez, un nuevo amanecer. Quizás un paradigma de sonrisas.

L.A. my Lady.

De aquel agujero negro de perversión, a la diversión del Club 366 regentado por Vincent y Frankie de Franco, no Battiato, o un salto más lujoso, donde las caperucitas se disfracen de estrellas premiadas del cine porno. Dejando atrás sus contactos o protecciones mafiosas.
Algunos negocios se mantienen en pie, debido a la creciente demanda de sexo pagado, como los cines con antiguos asientos de madera, la verdad debían ser muy poco cómodos, los nuevos videoclubs que anticipan la llegada de las últimas novedades como cámaras de grabación en vídeo Beta o Vhs, que moriría sin estrella, y por supuesto, los locales con exhibición en directo como el Show Land.

Los Ángeles y Hollywood se transforman en la cuna del sexo y las chicas de otra generación, bailan o fornican al ritmo magnético y rockero de la magnética Debbie Harry. Llegarán los años ochenta de sopetón, los clientes no parecen los mismos, la profilaxis se va extendiendo al igual que se esnifa el polvo blanco en mayor cantidad. Se dice que la salud es lo primero, pero no para el cerebro del ser humano.
Entonces, Candy se va acercando a su nueva versión o esa otra "raison d´être" que suena a modernismo o new wave, como si se tratara de un surfista en la costa del Pacífico.

En las viejas Crónicas de Time Square, se ha cambiado los adornos fálicos del árbol de Navidad, que invitan a nuevos sueños, húmedos, hacia una celebración que se comparte en los bares del centro histórico, creándose un definitivo agujero espacio-temporal de celebraciones y polvos, con una nueva dimensión en el futuro. Qué lejos quedaba nuestra ´querida` pandemia...
Ahora el sexo callejero es una industria cinematográfica sin límites, un camino de violencia que transita por las redes... llegarán en próxima temporada, los excesos y la depredación...? Veremos, si Mr. Simon se decanta o prefiere el documentalismo, que parece irle muy bien...

Los incendios son privados, no locales, las amenazas machistas se esconden y lo harán más en las redes (internet aparece en .........), los ajustes de cuentas bancarias, dinero negro a raudales, actores ídem en la exposición entonces de un universo para hombres y caucásicos, ascensos con placa desgastada, cambios del paradigma sexual, como lobos de medio pelo, mutados a machos alfa... como una caperon rouge transformada en querida lady L.A.

¡Es la hora de la década prodigiosa, los 80 y más allá!
Ahora la singularidad de aquellas primeras pelis como ejemplo de separar el polvo de la paja, se destapan como un mercado tridimensional y universal, donde yacen el placer, la privacidad y el dinero... Porque el pensamiento está supeditado a la costumbre de la cartera, y la supervivencia se divide en dos géneros, o más...

Lady L.A. discutirá sus divergencias en las camas de los platós, posiblemente frente a otros abusos o problemas de la globalización, que aumentará exponencialmente en próximas décadas. El VHS rebobina las perspectivas visuales del deseo o la masturbación, a la espera de la digitalización actual a través del cable... Los sonidos se van alternando en los 80, camino de un movimiento de perro o perreo, que detesto más que un rapeo, pero mucho menos que esta guerra de depredación sexual, con pederastia o asesinatos en serie.
Se terminó frustración, que no el activismo, nos despedimos del burdel callejero en el dontown.........., que no el escaparate... enterramos al chulo de barrio, o lo movemos de sitio hacia los aparcamientos y los polígonos del extrarradio... 

La guerra es la guerra, no sé que pasará en futuras temporadas (ahora comienzo la 3), ni si persistirá la explosión de fluidos sanguíneos, que es lo que ha hecho crecer esta historia del sexo continuo en televisión.
Nos encaminamos entre años de vivencias y recuerdos, a una pandemia virtual, en manos de las querencias del gran público y el montaje expresivo de la mente de David Simon. Decididamente, garantía de éxtasis colectivo y de entrada dorada en el Salón de la Fama. Que no bajo la lluvia... esa es otra confusa historia.. volverá a correr la sangre... u correrán otros fluidos...? Seguramente, pues esto parece una fuente sin final.

Caperucita es la cuestión y el lobo, una víctima... entre el rodaje pornográfico, la salsa de tomate... y ella.
Posiblemente, la chica de algún año... en nuestras vidas, o el cine. Los buscavidas.


 

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