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domingo, 16 de julio de 2017

Sinister.

















Ethan Hawke, una de cal y arena.

Hace casi 28 años que Ethan Hawke comenzó su profesión de actor, fue con la cinta Exploradores cuando contaba apenas la edad de doce (otra película scifi parece su predilección). Pienso además que tiene problemas con la selección de sus papeles, pues no me acaban de entusiasmar algunas de sus actuaciones.
Aunque siempre correcto en toda la película, parece por momentos, perdido. No sé si estaba muy convencido del trabajo que estaba realizando. Y menos de los propósitos del director, enfrentándose a los tópicos de los siniestro.
Pero Hawke es un profesional del cine, y tiene que poner cara de... si lo entiendo. Continuemos grabando, por favor.

Por otro lado, porqué el director estadounidense Scott Derrickson no ha podido pasar de un aprobado raspado en mis calificaciones (Hellraiser infierno, El exorcismo de Emily Rose y Ultimátum a la Tierra, esta última bastante floja)... Mi teoría es que está obcecado de un espíritu sobrenatural.
Teniendo buenas historias, se esfuerza en estropearlas con efectos bastante maniqueos, a base de bastantes capas de maquillaje que resultan excesivas. Los guiones quedan algo mutilados por conceptos mil veces visualizados, aunque incluyendo escenas de cosecha propia que intentan maquillar el resultado final con algo de acierto.
Parece que su próximo trabajo tiene como propósito acercarse a los temas bíblicos con Goliath, al más puro estilo 300. Ya me entran las dudas.

En el caso de Sinister, trata el manido asunto de los fenómenos paranormales, donde un escritor haciendo las veces de investigador de medios y asesinatos, se ve envuelto en la trama sangrienta con el propósito de escribir su nueva novela.
Visto, ¿no?.
Recordando algunas películas, evidentemente, se viene como primera opción a la memoria, al maestro Stanley y su resplandor. Aún quedando a años luz, en cuanto a su calidad, Sinister bebe de sus fuentes (más bien de la fuentes de Stephen King), sin embargo, se descabalga de la creación de un universo onírico para sumergirse en un universo paralelo de ultratumba encerrado en un celuloide. Ya no cabe lugar, a la introspección mental del protagonista, por que es atacado por un ente "más o menos" real en el film. Esto produce algunas preguntas sin respuesta a lo largo de la proyección.

Si realmente pudieran los espíritus o demonios interactuar con seres y objetos de la dimensión humana e inmiscuirse en sus vidas, para que necesitan de una película de 8 mms., pues aquí radica la única gracia del film. La atribución y resguardo de los crímenes en acetato con sus cualidades diabólicas o asesinas para los futuros inquilinos y generaciones.
Las antiguas películas grabadas es estos sistemas más añorados, como la reproducción del Super8, están de moda en los últimos tiempos.

No hace mucho que visioné el film de terror V/H/S, donde el método es la cuestión. Observamos la grabación con su grano, sus errores y defectos, todos aquellos matices que parecían perdidos con la digitalización. En cambio, sólo tiene parecido con Sinister en la edición.

Más parecido razonable tendría con el incombustible John Carpenter y su episodio para la serie Masters of Horror, El fin del Mundo en 35mm., donde la idea de una cinta con poder sobrenatural evidencia las comparaciones. Para nosotros, una interesante idea macabra con un nivel de perturbación muy superior a la susodicha Sinister.

Por tanto, lo que que podría ser una película amanerada en su guión, aunque divertida, que da paso a una sucesión de acontecimientos irrisorios (a mi juicio) con giros argumentales no muy definidos o poco creíbles. A veces muy cuestionables, en los que predominan los mini sustos, el baño de sangre con denominación de origen y las ralladuras sin venir a cuento.

Vale, la trama investigadora tiene un pase. Sinister comienza bien, pero la base predominante al final no es esa.
Sinister se descabalga con su efectismo fantasmagórico y espiritual.
Y al que suscribe, le provocó la aparición de la risa burlesca en alguna ocasión.

** Regular **


sábado, 22 de noviembre de 2014

Boyhood.


Educando la Personalidad.

Producir y filmar una película requiere su tiempo, por supuesto, y esfuerzos hercúleos en los tiempos que vivimos, se podría decir que es semejante a un parto. Pero, en el caso de Boyhood el hecho diferencial es que se trata de un proyecto que tiene la perspectiva de una vida.
Este chico interpretado por Ellar Coltrane en distintas edades, puede significar el relanzamiento de una carrera y un futuro para él, si consigue centrarse en el trabajo de actor.

En el filme dirigido por Richard Linklater se produce un hecho curioso, consistente en que las secuencias rodadas como pequeñas entidades separadas tienen el objeto de construir una historia sobre la familia americana. Aunque, bien visto, en la actualidad los núcleos familiares se han ido mimetizando en la mayoría de sociedades modernas y los episodios que se cuentan en Boyhood son universalmente conocidos.

Los hijos, esa entidad familiar que sufre los vaivenes emocionales de sus padres. El fruto de sus relaciones personales, y una visión particular de los comportamientos internos de las familias, así como un reflejo al exterior de sus actitudes desproporcionadas para su tiernas mentes. Sin embargo, el protagonista de esta esforzada película se convierte en un espejo de la inteligencia endurecida por las circunstancias personales y por la mirada de Linklater.
Los adultos y su complejidad son la excusa perfecta para recrear la institución familiar desestructurada y los cambios en la personalidad según afecten los factores externos a sus protagonistas, tanto mayores como jóvenes.

Pero, el verdadero fruto de esta concepción es el tiempo.
Boyhood se convierte en las manos del director en una extensión de su punto de vista, el fruto de su trabajo durante un periodo extenso de contactos entre él y los actores (algunos de ellos comenzarían como en una especie de juego y acabarían como verdaderos profesionales), exhaustiva realización y evolutiva concepción de un rodaje impactante. Que captará tanto los aciertos como los errores de su propia idiosincrasia en los diferentes momentos en los que se planta la cámara sobre ellos.
Atrapados o libres dependiendo de su propia edad, sobre todo cuando se producen las decisiones que marcarán sus vidas, y cómo éstas se ven a través de los ojos infantiles de dos hermanos. Chico y chica, amigo e hija propia.

En esta película, el protagonista es el tiempo en los cuerpos y las mentes de sus protagonistas, principalmente del joven Coltrane, pero también para unos actores acertadísimos especialmente seleccionados por el propio director, ya que han pertenecido en su mayoría a su lista de elegidos en otras producciones anteriores. Observamos su conversión dramática o rutinaria, desde la edad temprana de los juegos a otras etapas más turbulentas en cuánto a la toma de decisiones, es decir la madurez emocional. Pasando por etapas que reflejarán los defectos y virtudes de los diferentes miembros del reparto, influyendo en el crecimiento y desarrollo social del niño. Todo contribuye a su realización como adulto, impregnándose de métodos educativos y faltas graves en la conducta por parte de los mayores que le acompañan, familia y amistades. Hasta llegar a establecer sus propias relaciones personales con el sexo femenino.

Siempre con el punto de vista de Liklater que realiza su trabajo más minucioso, aunque con alguna fuga de interés. Se esfuerza durante los años de rodaje y montaje en captar escenas importantes o cotidianas de las relaciones de esta familia, compuesta por padre y madre divorciados y dos hermanos con personalidades diferentes. Sobre ellos, recaen las continuas observaciones a modo de amenazas que tratan de influir en sus jóvenes vidas, y los sacrificios que tendrán que afrontar para desarrollar sus personalidades en construcción.

Comenzamos como los nuevos tiempos, mostrando una sociedad convulsa desde el núcleo familiar hasta el mundo educativo y laboral, la toma de decisiones erróneas que marcarán su evolución cuándo los padres (demasiado jóvenes a su vez) se deslizaron entre el deseo y la responsabilidad. Y las consecuencia, como siempre, las sufrieron los vástagos. Es verdad que, ahora, es corriente este tipo de separaciones mas no deja de ser una frustración para los pequeños ver que sus padres no se comprenden. Con el tiempo, llegarán otras relaciones que harán buenas las primeras barreras o distancias físicas entre la paternidad de primera instancia.

Para Cinecomio, el filme se divide en tres partes diferenciadas según la edad de los protagonistas, en especial de Boyhood. Enmarcadas en las diferentes etapas de su desarrollo y la complejidad argumental de la situaciones, pues los momentos elegidos deambulan entre lo trascendente y lo cotidiano, entre causas-efectos y anécdotas en conversaciones privadas. Parecido a echar un ojo a la cerradura de una casa particular, pero conocida por todos.
Fundamental el trabajo de post-producción, imaginamos a Linklater y su equipo devanándose los sesos para encajar las piezas, en un puzzle del tamaño de una pequeña vida. O al menos, de esos doce años de trabajo cinematográfico e interpretativo. Un aprendizaje para todos, incluso los más maduros intelectualmente.

En esta selección de secuencias, momentos señalados más o menos importantes como las instantáneas de un fotógrafo oculto tras las cuatro paredes de su propia hogar, descubrimos a unos actores elegidos por su gran talento y profesionalidad. Como los maravillosos Patricia Arquette y Ethan Hawke, con Marco Perella, Steven Chester Prince que participaron en anteriores rodajes del director de Houston (Texas) y el crecimiento paralelo de su hija Lorelei Linklater.

Primera etapa. El estadio infantil de juegos, que observan y no comprenden los comportamientos de los mayores, como si el juego se hubiera detenido demasiado pronto y los chicos tuvieran que profundizar en temas que no afrontan otros compañeros de su colegio. Esta época es la más significativa porque marcará el carácter y la personalidad en su vida adulta, tomando en consideración las promesas incumplidas y las faltas de cariño, así como, el esfuerzo en la educación de una madre que no se verá recompensado. Al menos, en esta película.
Los protagonistas durante este primer tercio están absolutamente brillantes y conmueve su trabajo.

Segunda etapa. La variable e indefinible pubertad, que demuestra los altibajos en el carácter de los jóvenes y también de sus interpretaciones, pues se desdibuja su trabajo entre acnés y personalidades demasiado endebles. Como si no tuvieran (y no tenían) bastante asumido su responsabilidad ante la cámara, con escenas algo forzadas y demasiado violentas que subrayan esta volatilidad y credibilidad ante las escenas que se suceden ante nuestros ojos. El alcohol se presenta amenazador, pero a la vez impredecible, así que nos agarra desprevenidos sin protección y nos zarandea, de igual forma que a los jóvenes aprendices de actor. Es un período grave y necesario, aunque coquetea con un cierto desbarajuste que enfría el guion.
Este argumento errático que funciona a saltos en este tramo, también provoca cierto enfriamiento en parte del elenco. Aunque claro, esto es un hecho particular que probablemente otros espectadores no detecten, o no piense de igual forma.

Tercera etapa. La toma de responsabilidades, aparece cuando empezábamos a salir de la historia y nos vuelve a sumergir en procesos reconocibles por la mayoría. Siempre desde un punto de vista político y social particular del director.
Los pequeños han crecido en profesionalismo y su trabajo hace bien al resto de la producción o de nuestra atención como público, además de las nuevas incorporaciones a la trama que dan empaque a los sentimientos. Se produce el síndrome del nido vacío que proporciona el dramatismo y la frugalidad de la convivencia bajo el mismo techo. A partir de ahí, cada uno elegirá su camino para bien o para mal y tomará responsabilidad de sus propias acciones. Incluso tendrá el derecho a confundirse como sus propios padres, quizá no se vuelvan a encontrar a menudo y las comunicaciones serán más frías y distantes. Es posible que se reúnan en ciertas celebraciones, y la atracción comience en un amanecer cualquiera de su vida en el futuro.

La música generacional acompaña a la acción, siempre desde la decisión personal de Linklater, lo cual es muy de agradecer por tener una melodía que sintoniza con el buen gusto.
A pesar de esa etapa intermedia, de cambios y vaivenes interpretativos, mi calificación que tendía a lo interesante, volvió a tomar el camino del notable.

**** Notable ****

En la Banda Sonora de Boyhood:

Family of the Year - Hero


Gotye - Somebody That I Used To Know


The Hives - Hate to Say I Told You So



The Black Keys - She's Long Gone


Gnarls Barkley - Crazy

Cinemomio: Thank you

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