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domingo, 9 de abril de 2017

The Revenant.


Espíritu de la Montaña... 
renacido.

Durante una buena parte del siglo XIX, los territorios salvajes de Norteamérica fueron un hervidero de hombres solitarios o grupos unidos por la riqueza de sus materias primas, que se adentraron para buscar fortuna y se chocaron con los verdaderos propietarios por su pertenencia a la naturaleza y asentamientos nómadas al cabo de cientos de años. Hombres aguerridos como Hugh Glass tuvieron que sobrevivir a numerosas aventuras, pero algunos de sus compañeros no respetaron esa convivencia con los nativos que produciría un cisma social y generacional, con multitud de luchas raciales que desembocarían en un enfrentamiento con las tribus indias, o más tarde entre Norte y Sur, y otros crímenes no juzgados debidamente.
También, sus figuras envueltas en pieles o cuero, serían protagonistas de numerosas narraciones o leyendas que servirían de inspiración para escritores y artistas, como Julio Verne o Jack London, de Melville a Twain. Retratando el esfuerzo hercúleo de exploradores y nativos para conseguir mantenerse con vida o alimentar a sus familias, pues sus cuerpos se enfrentaban a condiciones complicadas para prosperar en las montañas y sudar con el ejercicio diario, esas extremas del terreno o de la climatología. Si caían en la nieve, ese sudor o el hálito de sus bocas, congelaba sus bigotes y barbas, o la sangre se derramaba para defender posturas opuestas, así pelearse con bestias que defendían su alimento o crías, era tan habitual como responder en silencio con sus corazones heridos, es decir, expandir la muerte (justa o no) con la universal venganza.
Décadas después, un nuevo invento llamado cine, se fijó en aquellos hombres legendarios o pioneros, como Jeremiah Johnson de Sydney Pollack y sus trampas ecológicas o El Hombre de una Tierra Salvaje dirigida por Richard C. Sarafian, ambas en 1971.

Normalmente producir una película supone aceptar una serie de dificultades materiales y económicas, pero determinados rodajes son un auténtico reto para los protagonistas y resistencia física del equipo, tanto en el aspecto humano como técnico. Esos rodajes tomados como una aventura en sí mismos, fueron capaces de representar el esfuerzo en base a la determinación de sus directores o colaboradores principales, el entusiasmo por una nuevo proyecto y el amor por el cine. Uno de los bellos resultados es la fotografía meticulosa de la naturaleza a su alrededor.
Estos filmes, que invaden (con respeto) la privacidad de espacios y fauna que habita en ellos, otorgan a una obra cinematográfica, la esencia de los pueblos primitivos y el lado animal del ser humano. El director mexicano Alejandro González Iñarritu ha sufrido a conciencia con frío extremo, el traslado de kilos de material tecnológico a esas últimas fronteras en The Revenant, favorita para premios importantes el próximo 28 de Febrero en el Teatro Dolby de Los Ángeles.

El Renacido trata sobre un tiempo en que, los hombres de una incipiente nación se llamaban a sí mismos ´westman o frontiersman` dependiendo de los caminos que recorrieran en sus cabalgaduras. Entonces, Iñarritu ha guiado sus pasos hacia la colonización de esos territorios salvajes confiado en un equipo encabezado por Leonardo DiCaprio y Tom Hardy, la luminosa frialdad de Emmanuel Lubezki o la música envolvente del gran Ryüichi Sakamoto, creando en The Revenant una antología sobre la supervivencia física y moral, gracias a un guion compartido y sometido a la metafísica de la novela de Michael Punke. Pero, algo está ocurriendo en Hollywood (además de la falta de nominados de otras razas), cuando en los pasados años, el cine de otras latitudes como el imaginado por el viajero Alejandro que se iba haciendo un hueco fundamental en interesantes producciones, desde Ciudad de México a Europa, con gran éxito de crítica y público en general. Sus temas son tan variados como historias paralelas conectadas en su pasado, pasando diferentes problemas económicos que ha enfocado con nitidez hacia la naturaleza de la Tierra y del Hombre, con mayúsculas.
La naturaleza salvaje y la sangre, ambas conexiones orientales con Dersu Usala del maestro Kurosawa recorriendo la taiga siberiana, es innata a exploradores o aventureros de siglos cegados por el filo de un cuchillo o hacha. El director narra una historia con enfoque personal, usando la cámara como un objeto animado que distinga formas y movimiento al lado del espectador, sin respiración, pero no de forma destartalada ya que todo tiene un significado. Hasta que la muerte se convierta en forma de reencarnación hacia una venganza o ajuste de cuentas, con una concepción dividida entre la relación paterno filial y el panteísmo, siempre bajo el prisma de maldad intrínseca, en una sociedad en fase de aprendizaje aún.

Te verás junto a sus ojos, protagonista de la honestidad frente a la envidia o el racismo, imbuido por la fuerza de sus imágenes e interpretaciones. Nunca, dentro de una historia vital como lo logra Iñarritu en The Revenant, inmersos en un siglo XIX con Hugh Glass y sus compañeros, un trampero explorador que circundaba Alaska y los amplios paisajes del centro de Norteamérica, por allá de 1820. Invadidos por los paisajes retratados como extraños parajes apocalípticos, desde las faldas rocosas de Alberta hasta la virgen esencia, y gélida del río Olivia en Ushuaia (viaje muy recomendado por el Sur argentino en busca del abrazo perdido, esperemos que sin peludos encuentros).
Antaño en el salvaje y viejo Oeste, se solía decir que un hombre capaz de matar a un grizzly con sus propias manos, piel con piel, sudor o sangre, y sobrevivir a su ataque mortal, sería merecedor de nombrarse poderoso guerrero, en caso de salir vencedor al combate. Y depositario en propio cuello, del colgante con la fuerza o poder casi divino, que representaban las garras de tan digno y natural adversario, el gran plantígrado del Norte. Era otra época, sin duda.

Un mortal capaz de derribar a un animal tan poderoso, con tanta resistencia ante la adversidad, tendría pocos enemigos a su altura. Quizás por ello, Iñarritu ha contado para tan noble papel con un derrotado en mil batallas, por los premios de Hollywood como Leonardo DiCaprio, gran favorito para la mayoría este año, incluido el presente. Di Caprio se ha encaramado a la vida, por ganas y calidad de su interpretación conceptual o física, ha vencido a la oscuridad mental para convertirse en un héroe de leyenda en El Renacido, creo en general, como la luz ha llegado entre acólitos o sus habituales enemigos. Donde Iñarritu indaga en su fuente de poder sobrenatural, al lado de un viaje existencial por territorio esquivo, entre el frío y la oscuridad, que despertará conciencias de hombres enfrentados, de valores tan separados como la codicia o el color de las pieles.
Como contrincante destacado, en nivel superlativo de presencia y caracterización (ya presente en numerosos trabajos anteriores), se elige a un actor tan increíble como Tom Hardy, un acicate más. Ambos actores a vida o muerte en sus trabajos, recital de pasiones y expresiones innatas, gestos que derrocharon potencia interpretativa, en consonancia con la quietud natural y la perturbadora venganza. Los dos son merecedores del aplauso del público y la crítica, porque son ambas caras de una misma moneda, el hombre y las ancestrales creencias del rito, compañeros rivales en una aventura hacia lo desconocido.

Ex-equo junto al director mexicano, marca el triunfo de lo esencial. Del espíritu sobre el materialismo y la negación del prójimo,The Revenant afianza la lucha antagónica de dos seres entregados a la división del todo, en viaje desbocado por la moralidad o el fracaso del humanismo, en época lejana del verdadero renacimiento artístico o intelectual. Aquí, triunfa la violencia en brazos del amor perdido o ese machismo primitivo de otros siglos, la muerte injustificada de víctimas silentes, a la intemperie de ríos que llevaban al final de sus vidas. De frío en las entrañas.
La belleza del horror en parajes inhóspitos, los gritos ahogados por cuajarones de sangre en sus lenguas cuando las palabras se propagan como el odio. Sin respeto a la diferencia o la primitiva creencia tribal, todo se intensifica entre la caída del hijo y resurrección del padre. No un orador, ni un religioso iluminado por la verborragia, ni locuaz shakesperiano en la dialéctica teatral. Sino, frontiersman asilvestrado en la fatalidad. Un nuevo ganador de Oscar, sin palabras.

En sus pinturas negras, cercana y próxima en el tiempo a la historia real de El Renacido, una obra sobre la conciencia humana que el mismo Francisco de Goya retrató, con esta rivalidad de dos hombres en Duelo a Garrotazos, que parecían enterrados en un material incoloro, casi blanquecino (realmente el tiempo se encargó de mitigar el terreno, junto a la escasa conservación de antigüedades pictóricas). Fantasmal, lienzo en esas fronteras que en The Revenant se encaraman a la bestialidad u odio en la nieve. El ayer como el hoy, aún no comprendido del todo, de mortales que repiten iguales circunstancias, sea en un campo castellano o en la helada estampa de las Rocosas, en las Montañas Blancas de Arizona o la Sierra Madre. Los hijos imitarán los errores de sus mayores, y las generaciones se mirarán en charcos de sangre de sus antepasados... ¡pero no ven!
Iñarritu reaviva los ritos sangrientos de aquel espíritu salvaje del oeste, y ha construido una monumental obra de supervivientes y caídos. En las escarpadas estribaciones, hacia el atardecer lechoso del día, se lucha a rostro descubierto con miedos propios o tu indefensa debilidad. Entonces, la herida se curaba cortando la carne, cuando el calor del hogar fue destruido por la explotación de riqueza que os llevó a un mundo distinto, apartado de grandes ciudades. Ruido de sables de Duelistas de otra época, como en los Inmortales.

En cambio, aquellos grandes jefes tampoco necesitaban palabras huecas, ni permitían que hijas fueran víctimas del mal de los hombres, del abuso o deseo enfermizo y la muerte intuida por incomprensión, otra aniquilación de cualquier indicio humano por culpa de residuos sociales atemporales o desquiciados con la violencia generalizada.
The Revenant, significa la vida o la muerte... en manos de un mexicano iluminado. E ilusionado con la pasión del cine.

domingo, 8 de febrero de 2015

Birdman.


Volar o no volar... 
he ahí la cuestión.

Se podría decir que los momentos más reflexivos de los seres humanos, se afrontan desde las alturas a través de las ventanas que separan nuestra realidad del exterior. Así, cada individuo lucha con la Insoportable Levedad del Ser o no Ser. Esa es la cuestión, que expresaba el gran William.
Si bien, los caminos o representaciones ficticias son tan variados como los personajes de una obra de teatro, que cambian a cada instante mostrando sus diferentes caras, fingiendo o engañando a cada paso hacia el triunfo o el poder. También se puede ganar jugando a otras cosas, apostando por la verdad o el amor. ¿O no?

El amor se mimetiza a través de la función teatral, que se confunde con el engaño de la vida, de alguna forma revive en Birdman los escenarios que otros directores visitaron en su cine en el pasado. Ejemplos como Robert Altman desmontando El Juego de Hollywood o La Última Función invadida por un cínico sentido del humor, con Woody Harrelson a la cabeza, enloquecida. Por otro lado, sentimos que La Inesperada Virtud tiene mucho que ver con Peter Bogdanovich en The Last Picture Show con el cambio de una época mítica del cine, y otras dónde los protagonistas usan Máscara para ocultarse de la fealdad que les rodea, hasta conseguir que el teatro sea un reflejo de sus vidas y se debate entre una buena obra o ¡Qué Ruina de Función! (Noises Off!).
Pero, sin duda La Ignorancia tiene mucho que agradecerle al gran Ernst Lubitsch su aportación a la comedia salvaje y despiadada, al doble sentido y al amor por el teatro, la literatura universal de Shakespeare y el cine.

En Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia, las ventanas de la libertad se enfrentan con las puertas que separan las distintas realidades, siendo éstas pertenecientes a un teatro de Broadway. Mientras, los actores que deambulan por la obra de textos erráticos como los personajes, algunos de What We Talk About When We Talk About Love de Raymond Carver, además de hacerse la preguntas transcendentales sobre el amor, la vida y el éxito personal, se introducen en su mundo literario del llamado realismo sucio. Quizá, el hiperrealismo que se pronuncia en algún momento del filme dirigido por otro autor nacido en Ciudad de México, Alejandro González Iñarritu. Demostrando de nuevo, el mágico y poco volátil instante del cine mexicano actual como ocurriese en épocas doradas de su pasado cinematográfico.

Las puertas en Birdman no se abren para enseñar los sentimientos ni las dudas solamente, sino que sirven para enlazar la característica principal del cine de Iñarritu (Amores Perros) en la utilización de la cámara y adentrar al público en su espectáculo de imágenes y sensaciones. En esta ocasión, el héroe o actor de Broadway interpretado por un Michael Keaton renacido con su esfuerzo, es un compendio de experiencias vitales y del rodaje con travelling continuo, arriesgado y fascinante, mediante una producción que rinde homenaje a sus determinantes pasados. Uno como figura universal de éxito emergente tras su vida personal (con marcados parecidos) y el otro de estudiante.
Iñárritu estudió dirección de teatro durante 3 años de la mano de un maestro dramaturgo y director de teatro polaco Ludwik Margules y con Judith Weston en Los Ángeles. Demostrando en este nuevo trabajo, el estado personal adecuado de sus carreras, lo que significa o lo hará para cada uno de los participantes en el proyecto, sus fobias y dudas, sus anhelos y sueños, mediante la magia del cine y el teatro. Para demostrar si es amor o trabajo lo que llena nuestras vidas o si su falta es un hoyo de decadencia, que entierra nuestros defectos o miedos con capas de sedimentos, historia o de detritus del pasado.

Cada puerta que se abre o cierra, puede ser una entrada a un espacio luminoso dónde el humor se mezcla con los ácidos del estómago, funcionando como un resplandor que lucha contra las máscaras impuestas por la sociedad. O también, puede ser la salida o fundido en negro, que marca lo oscuro de las decisiones humanas, dónde descubrimos el sentido trágico de nuestras decisiones, cuando algunos personajes tienden al realismo al subirse o sobrevolar las tablas de un escenario. O de la vida.
Esta forma de rodar, tiene un mérito que confiere a Birdman un viaje hacia lo desconocido, a lo novedoso, con una banda sonora atrevida y absorbente, sirviendo de vehículo para el lucimiento de unos actores en completa simbiosis con el director.

Una vez conocidos los premios otorgados por la Academia (atención que algunas personas creen que los Oscars están votados únicamente por los críticos) se observa que los profesionales del cine, directores y actores, sienten una atracción muy edificante por los argumentos que tienen que ver con el mundo del teatro y sus dificultades para llevar a escena una obra cualquiera. Por eso, estoy contento con las categorías que han volado tan alto ayer para esta película y el cine mexicano, no por ninguna motivación especial pues realmente no tengo demasiado interés personal en apoyar ninguna producción en particular. Dicho de otra forma, tampoco me hiere no haber acertado otros años alguno de los premiados.
Si tengo que matizar que Michael Keaton se merecía el Oscar a mejor actor por un papel lleno de matices, con un lenguaje no muy habitual en el cine y aspectos técnicos que hacen de Birdman una colección de sensaciones que transitan desde las luces de Broadway hasta los entresijos de las bambalinas plagadas de polvo y lágrimas. Otra vez será, o no será.

El carácter minimalista de la música jazz, a través de un batería esencial en la historia llamado Antonio Sánchez (Pat Metheny Group) que aporta un ritmo y una impronta que sugiere la ciudad de New York y las multitudes en sus calles, o los encuentros azarosos de los personajes entre sí, o con las disquisiciones del personaje principal entre frustraciones y esperanzas de cambio.
Todos tienen algo que ofrecernos, pues el guion demuestra que Birdman es una película esencialmente de actores y su mundo, de hombres y mujeres con sus miedos, de un director con un conocimiento perfecto de los mecanismos de comunicación... y con un Michael Keaton, intenso y desdoblado en dos personalidades propias de su profesión, con una estatuilla dorada prácticamente asegurada en sus manos. Porque ha demostrado que es un actor con todas las letras, y me alegro.
De igual forma que señala la gran fotografía, de un profesional como Emmanuel Lubezki que ya se hiciera con el premio Oscar por su trabajo en Gravity el año pasado.
El cine mexicano, ha dado un paso hacia un futuro brillante, de nuevo. Enhorabuena por el éxito en la gala de anoche.

Acá, muchos han ahondado en la inesperada virtud de la ignorancia para renacer (o algo parecido) de sus cenizas, director, actores o personajes de ficción; en una lucha interna que intenta separar el personaje del contenido. Dónde las máscaras funcionan como fondo para ocultar los sentimientos, dónde los fantasmas viven en la sombra, en las profundidades de una ciudad y sus barrios, se quedan ocultos con su nueva personalidad (nariz) o miran por una ventana al futuro. Preguntas sobre si dicho amor absoluto existe en realidad sobre el tejado de un edificio que sirve también como escenario.
Ya que la máscara se usa en las más diversas ocasiones, desde una función y su producción inherente que arriesga la estabilidad económica de los que apuestan por el arte. Hasta el mundo de la crítica y los espectadores, deseosos de llamar su atención o de marcar las diferencias con los artistas y sus caprichos, obsesiones y tics, cuando todos formamos parte del proceso de la creación. Pero, hay que ser humildes y reconocer que sólo son opiniones personales aunque escribas para un medio multitudinario o te hagas famoso con unas imágenes furtivas y virales.

Por otra parte reconocer una gran labor de casting, con este reparto compuesto por Emma Stone, Edward Norton, Andrea Riseborough, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Andrea Riseborough y Amy Ryan. Es curioso que la parte cabreada e irresistible de su conciencia, esté protagonizada por un actor semi-oculto, tanto en la transfiguración de su disfraz como en el eco resonante que trae reminiscencias de un personaje exitoso como Batman, en la figura de un actor poco conocido como Benjamin Kanes.

Podría estar escribiendo infinidad de páginas sobre las sensaciones y circunstancias que rodean la película, o de la Insoportable Levedad del Ser sugerida con los iconos que se representan en la pantalla y que forman (de alguna forma) parte de nuestra existencia, pero tengo o tenemos UNA vida propia que se aleja del mundo de la farándula. Y el éxito económico o social, tiene muchos caminos que al final pueden estrellarse contra la acera o comenzar una nueva. Por lo que la existencia entraría en el mundo de la fantasía y la imaginación de cada uno, de la máscara que estuviéramos dispuestos a usar o fingir, a desear o compartir.
Como está de moda ofrecer los premios y triunfos profesionales a los miembros recordados de nuestra familia, este comentario va dedicado a todos aquellos que luchan por la felicidad de sus seres queridos, y no se arrastran por los derroteros del ridículo y superficial éxito personal.

Si Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia, cree que el éxito personal se basa en el amor, veremos si se convierte en realidad el próximo día 22 de Febrero de 2015 en el Teatro Dolby de Los Ángeles, y los miembros de la Academia le otorgan las mieles del éxito. Esta vez, muy merecidas a mi juicio.
Si no, volveremos a las caretas que olfatean con dificultad la magia y la convierten en desfigurada ignorancia.

***** Excelente ****

Birdman SOUNDTRACK - Flying Theme


Birdman soundtrack - Antonio Sánchez

Cinemomio: Thank you

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