El dolor envenena el alma.
¿Nunca pensaste en no acudir a una determinada celebración?
Porque, creías que no ibas a ser bien recibido o los asistentes a dicha fiesta, te verían como un bicho raro del que mantenerse a una prudencial distancia o contacto. Y más si la invitación, te llega de una pareja que profundiza en los males de un pasado demasiado reciente, un encuentro embarazoso con la realidad candente de tu cerebro, acelerando ciertos cuestionamientos interiores.
Es posible que observaras, sobre este comentario que he comenzado con la duda, que no habría motivos suficientes para no adentrarse en lo desconocido y buscar respuestas; más si tu mirada debe intentar introducirse en la confusa mente de su protagonista y el guión con su juego al despiste, hacia la profunda redención espiritual. Todo se convertirá en una cortina de humo ante los ojos del espectador, pues las creencias están a punto de venirse abajo.
En La Invitación empezamos a plantearnos estas situaciones de la mente y muchas otras que irán emergiendo en los comportamientos, pasados y futuros, con un argumento creado por el equipo compuesto por los guionistas de la película Aeon Flux. Desarrollando un envolvente suspense a cerca de la psicología familiar frente a la individualidad, y con profusión de notas musicales nada amistosas. Ya que su directora, la neoyorkina Karyn Kusama (Aeon Flux, Jennifer´s Body) adentra su cámara en la oscura personalidad de un padre que sufre un proceso traumático, mientras los invitados diseccionan la realidad que comenzase hace algún tiempo atrás, aunque aparentemente sigan actualizando sus constantes actuales como método de adaptación a los nuevos tiempos. El suspense se derrocha en plena efervescencia neuronal e invisible para el público. Hasta ahora. Pues nos veremos sumergidos en el paroxismo, o no.
El pasado regresa sin darnos cuenta, entre conversaciones de distinto calado, y ahora en el presente llama a la puerta con sufrimiento acumulado.
La tensión se presenta en una reunión y copas de vino, repletas de banalidades y con unos participantes cuestionables. Vanos o vehementes según la personalidad del protagonista y los hechos, debido a esos deseos o vicios ocultos que se desbocan entre sospechas y algunos juegos irreverentes. Además, él con su nueva pareja deben desplazarse a una apartada colina residencial en la ciudad de Los Ángeles con cierto nivel económico, para pisar las sombrías habitaciones de una mansión misteriosa y sus ocupantes, que traerá funestos recuerdos y esquinas perdidas en la memoria de aquella maldita jornada festiva.
Desde luego, la actuación de todos ellos es fundamental para crear el ambiente denso (y agradecida por parte del público que visiona el filme The Invitation) ya que nos abandonamos en su mundo de apariencias. Cuando emergen los prejuicios que le acarrean al protagonista, una sensación de vacío y desesperación nada aconsejable para todos los presentes. Es decir, la creencia concisa, sugestionada o meditada de que en este lugar o celebración, nadie (ni siquiera su chica) servirá de utilidad para apagar su fuego interior.
Lógicamente (o mejor expresado, psicológicamente) aquí no acaba todo.
La oscuridad ha ido acumulándose progresivamente sobre la estancia, pues la mirada de este actor Logan Marshall-Green increpa a todos e incita esas actitudes, mientras en el apartado interpretativo, sus inquietantes intervenciones como aficionado al terror (La Trampa del Mal o Prometheus) dotan a su personaje de un halo enajenado, con su físico de anacoreta y dotes para llevarnos de un extremo a otro con su trastorno disociado. Además, estará en la producción Sand Castle, con un grupo combatientes en la guerra de Iraq junto a Henry Cavill (Batman vs. Superman o La Liga de la Justicia I-II, y Nicholas Hoult (Mad Max Fury Road y el papel de Bestia en X-Men: Apocalipsis).
Un desequilibrado padre que ahonda en la actual crisis de valores actual, cuando la directora construye a su alrededor un tejido de dudas y confiere un ambiente opresor que dirige sus conversaciones y la racionada trama.
Todo ello adaptado a la banda sonora, de una atmósfera instrumental a base de elementos de cuerda y agitación mental. Introspectiva o salvaje, como en el misterioso pensamiento de Sir Alfred Hitchcock decidiéndose por unos simples, pero marcados, movimientos de violín entre sonido atmosférico. Aquellos resaltasen con eficacia los vaivenes internos de la mente humana, adicciones o actos violentos, que se suceden tras el estallido de una emocional y sensual, tormenta... o ducha.
Vuelve la tensión en un increscendo argumental, constante y demoledor (si bien algún espectador puede discernir), convence con el juego oculto para cada escena descrita y bien interpretada. El cluedo de quién es quién, aunque más importante es el porqué.
La respuesta está en la incómoda atmósfera y un racimo de sensaciones que van desde la cordialidad o el amor universal, hasta la angustiosa y peligrosa realidad. Sólo tenemos que abrir la prensa cada mañana.
De cada nota, cada palabra o sentimiento profundo, se desprende la pincelada dramática de un compositor Theodore Shapiro (Trumbo) crecido entre comedias alocadas, pero aquí se vuelve terroríficamente magnético. Donde el público se ve arrastrado en sugerente armonía a un universo de ocultación de su memoria cinematográfica, a un borrado de datos y evidencias de lo ocurrido en el pasado que difumina el presente. El montaje es una modificación sonora de diferentes o discutibles puntos de vista de los protagonistas a La Invitación, llevando la fiesta a un paradigma de nuestros defectos humanos, al grado de horror que invadirá la casa y sus habitaciones en el futuro.
Perdidos como rasgueos de cuerda entre violines de reproches, gestos falsos o jadeos placenteros, tapados por sus propios gritos. El hombre atribulado y sus cuestionables ´amigos`, procederán a una invasión de la intimidad que degradará su ética colectiva, hasta que la reunión se transforme en un desastre de magnitud universal. Un reencuentro a mesa puesta, que provocará que ninguno de ellos, vuelva a ser el mismo.
El escenario elegido en esta Invitación, es otra mansión diferente de tantas visualizaciones clásicas, estilo contemporáneo y moderno que delimita otro personaje más, entre las atribuladas conversaciones de sus ocupantes y sus naturales propietarios, la concepción emocional de todos los miedos y creencias. Lugar sacrílego o habitación del pánico, donde las conversaciones privadas o grupales resuenan en sus rincones lujosos, escondiendo la verdadera y horrible presencia que acabará con el suspense en pos de la monstruosidad. Convidado de piedra de un Frankenstein concebido por todos, en su interior neuronal y muerto finalmente, como evidencia de la responsabilidad o fracaso de sus creadores.
La imagen del hijo vengándose de sus desprevenidos padres.
Mientras la joven acompañante y protagonista interpretada por Michelle Krusiec (la veremos en la cinta de horror The Unbidden y en MacGyver), se pregunta y presiona a su hombre para ver la reacción ante oscuros pensamientos y desequilibradas sugerencias. Si no cambia su actitud y la confianza en la pareja, no podrá servirle de ayuda. Luego, el problema sería él.
Tantas películas han mostrado comportamientos extraños en la mesa... desde los caballeros de Arturo cuestionando la amistad y emprendiendo la búsqueda de la inmortalidad frente a sus copas de vino, hasta comilonas que emergen del sentido de la vida y ojos como los de Marco Ferreri en su juego de suicidio colectivo. El humor queda lejos de la celebración y caricatura de Peter Sellers en El Guateque o una comida nada frugal de ciertos representantes de la sociedad tanta veces representados por Fellini, Berlanga o Buñuel, desde el ejército y el clero, hasta las perdidas nuevas generaciones y sus fiestas desfasadas, o los nuevos ricos. Pero, no os distraigáis, no tiene fundamento hacerlo con estas mimbres.
En el exterior todo parece tranquilo, no ruidos o jolgorio electrónico, ni visitantes inoportunos pues serían rechazados por cargantes.
Los convidados al evento están atrapados en el silencio de una relación paterno-filial, que vuelve a golpear con oscuridad a los diferentes escenarios de la vivienda. Demostrando su malestar ético y rechazo del traumatizado amigo, despersonalizado y herido... (sin desvelar sus deseos intrínsecos y desviaciones del comportamiento)... así, los instrumentos de cuerda seguirán tocando bajo un fuego confuso de caldeadas palabras.
Si te introduces en este apartamento de individualidades invadidas, vanidades y defectos, habrás aceptado La Invitación y serás protagonista, otro más, confundido tras un aspecto de divinidad vilipendiada y arrastrada en el fango de la incomprensión. Porque de aquel día nefasto, cambiamos en la muerte, emergiendo este comportamiento actual y, tal vez, el uso de la fuerza.
La moraleja de este filme de terror psicológico es, probablemente, que no debieras haber contestado a aquella llamada. Algo salvaje te condujo siniestramente a otra atractiva presencia, y esta invitada no pertenece a la ficción sino a la realidad más horrenda. Te verás condicionado por sus comensales, convidado a unos juegos traicioneros aparentemente vacuos, mientras tu cabeza empezará a ver cosas incomprensibles, sonidos y actuaciones dramáticas que no son muy aconsejables para la salud. Sino, que se lo cuenten a otros vecinos, puerta con puerta, de este centro residencial de pasiones y crímenes que vivimos hoy.
B.s.o. The Invitation: