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domingo, 25 de abril de 2021

Wandavision

 


El escritor Roy Thomas y el dibujante John Buscema sentían predilección por las antiguas historias de espada y brujería, haciendo adaptaciones de los clásicos como El Príncipe Valiente, Tarzán, El Hombre de la Máscara de Acero o Los Tres Mosqueteros. También llevarían al cómic, el personaje de Conan El Bárbaro, dimensionando sus músculos a través de las páginas en blanco y negro.

Atraídos por la fantasía y el género de la ciencia ficción, para todo los admiradores de los Vengadores en Marvel, creaban al metálico personaje denominado Vision. 

Además Mr. Thomas trabajaría junto a los pioneros Steve Ditko y Stan Lee, en historietas sobre el simpar Dr. Extraño, y entre ambos crearían al personaje Vision, en una frialdad metálica cargada de sentimientos cercanos a los seres humanos.


De las cenizas del malvado Hombre Maravilla, su trayectoria ha ido evolucionando desde 1968, hasta acabar en la gran pantalla y la televisión. Casado con la Bruja Escarlata o Wanda Maximoff, ambos personajes se han multiplicado conceptualmente, cambiando la identidad, esta junto a su hermano Quicksilver como parienta malvada de los X-Men y creada cuatro años antes que el primero. Gracias a los grandes visionarios Jack Kirby y Stan Lee, que en paz descansen. 

Ahora en 2021 su imagen se ha refrescado después de desembarcar en la guerra y la era de Ultron, ser que forma parte de su concepción mental y morfológica. Como buena pareja reinante, monta tanto, tanto monta en la televisión, pasan de los tonos grises al ´technicolor`... en la piel de los actores, Paul Betanny y Elisabeth Olsen. 

Esto es, o no... Wandavision.

Bien, pues resulta que esta serie de Marvel, resulta como una parodia o dedicatoria, a una comedia loca de situación con ramificaciones temporales, que entronca desde aquel final de los Vengadores y la extracción de la Piedra de la Mente. Sacada in extremis, del cráneo robótico de Vision, que pasa a una nueva dimensión. 

La emisión, fantasma, rescata aquellos románticos años 50, donde Donna Redd se reinterpretaban el su mismo show en la tele o Dick van Dyke hacía sus peripecias del mundo de las variedades y escribía sobre la misma tele, proveído de risas y aplausos enlatados.

Aquí, en un par de capítulos o saltos temporales inmediatos, pasamos del entretenimiento a golpe de humor, a los superpoderes mentales, a la magia de la percepción. A los caleidoscópicos y lujuriosos, finales de los 60 e inicio de los 70, con tonos pasteles y estampas sobrenaturales. Donde una simpática bruja llamada Elizabeth Montgomery, atraía todos los focos de atención sobre su sexy figura y el gracioso movimiento de su nariz. 

A partir de ahí, la revolución familiar en las próximas décedas, con el humor más casposo y los tirantes de la típica familia norteamericana, en épocas que empiezan a estirarse hasta la irrealidad. Esos miembros de las familias americanas, se colaban en nuestras casas diferentes y alternaban la visión de otros con diferente color.

La única realidad es que, en esta Wandavision que se ha espaciado durante una pandemia irreal, nada es lo que parece... Ni las sitcoms de éxito, ni el reconocido universo de Marvel, ni las clásicas familias que conocíamos... tampoco la recreación de la realidad o los personajes que se representan teatralmente. Donde las emisiones paralelas deforman la información, nos trasladan a una burbuja y por tanto, desvían nuestra atención, o visión. 

Ni siquiera persigue una esperada segunda temporada, nada parece tener sentido, porque Jac Schaeffer (Jacqueline en la intimidad y en la confusión) y el gran jefe bostoniano Kevin Feige, tienen otras pretensiones para trascender en sus vuelos y recalcular las distintas versiones del cómic. A una Séptima realidad post- pandémica, que es el actual cine.

Vision.

En la auténtica dirección semántica de la palabra en cuestión, distinguimos que una misma realidad puede tener diferentes puntos de conexión y alternar dos significados, de por sí contradictorios. Son dos definiciones como el blanco y el negro, como la visión y la Anti-visión.

Es decir, que esta visión nos acerca a una percepción objetiva. Aun concepción que tenemos de nuestra realidad, que pudiera resultar  confusa en un mundo mágico, microscópico y cuántico, como muestra de que nuestros sentidos alterados en el interior de un desconocido cerebro, nos engañan. O algo por el estilo, si la brujería existiera o el color verdadero nos perteneciera...

O una segunda posibilidad... sirviendo de plasmación fantástica, más o menos imaginativa y cercana a esa ficción o plasma, de lo que puede parecer real a simple vista. Pero que, evidentemente, o no... no lo es.

Por si no tenemos lío, mezclalo con Marvel y la tele inconformista del siglo XXI... U otra cosa que todos reconocemos, aunque difícilmente podemos definir.

Esto es lo más parecido a un espejismo en el desierto, o una burbuja que está inflamándose con deseos, placeres ocultos u otros elementos gaseosos. Pero que puede reventar y poner nuestro mundo patas arriba... o abajo, dependiendo de la posición en la que te coja el asunto... la trama, la pareja o el guión.

Aunque éste, puede estar establecido de antemano o, preconcebido con sus reglones... más o menos, alterados, torcidos o descerebrados. ¡Una auténtica locura, vamos! Y por descontado desde un lugar primordial de la casa, el salón, o más concretamente, el sofá.

Por lo tanto, no se pongan tan cómodos, como se vio en las cazas de brujas del pasado... esta letra con sangre entra, con microcircuitos en nuestro cerebro que parecen emborronados, paradigmas o circuitos habituales de la ciencia ficción, como artículos basados en el dinero buscando una vacuna o antídotos, que nos devuelva a la realidad... No es oro todo lo que reluce, si bien, proviene de las estrellas... esencialmente, de una gran explosión macroenergética.

Para estrellas, las de la tele, ya que tenemos al dúo compuesto por Mr. Bettany y Miss Olden (Wanda sin Vision), en versión alternativa del romanticismo, que salieron del grupo de los Vengadores como unidad. Allí luchando con sus propios ancestros desde Ultrón y su capacidad para manejar el personal, al martillo pilón que era Thanos... una especie de Sttepenwolf algo menos diabólico. Acá como una respuesta dramática a la memoria.

Esa maldad de otro universo, casi invisible salvo por escarceos finales en títulos, fue creada por el misterioso Dr. Hank Pym y el guionista-dibujante Jim Starlin, arrancando el adamantium programado en la cabeza de Vision con el fin de controlar a éste y su universo mecánico-cuántico. Con el poder de hacer desaparecer al personal como Lindelof y a Iron Man, pero con la Gema puesta en la Mente y el dolor universal. 

Y ahora, cuando los casi invisibles seres humanos, vuelven poco a poco, estos Leftlovers no tan cómicos, se encuentran dentro de una burbuja de manipulación, estipulada para mantener una relación en pareja... otro rollo. Vamos la vida misma.

Ay, los hijos de... un día están y al rato, desaparecen. 

Tan mansos y rechonchos, van creciendo a golpe de ocurrencias y caídas simpáticas, propias de una sitcom familiar que se refunda y condensa... hasta que un buen día, ahí los tienes, al mando de una revolución. Pero esa es otra historia pandémica... con Marvel o sin ellos.

Ahora Vision es otro... siempre apareció apuesto y apolíneo, naturalizado con esa chispa característica de los Dick van Dyke de turno o el Richard Allen de Indiana, como el afable y accidentado Dick York. Al final otro tipo de Dick, Sargent.

Bruja y Escarlata.

Bueno, pues Vision permanece en nuestras vidas, gracias a los influjos sistemáticos de una bruja, que se subdivide a su vez. Madre dedicada y estrella divina, que vino montada en una escoba y la difamación del pasado, y que en el futuro podría tener una tonalidad bastante diferente. Desde una estancia romántica multicolor a la "locura escarlata" en femenino... un cambio en la visualización y el carácter de siglos.

Pero de vuelta a una infinita variedad de tonos grises, u oscuros, pasamos a la modernidad.

Como dije su realidad se remonta a unos siglos turbios, también patrocinados por esa obscuridad reinante en la sociedad y posteriores pestes negras.

Estamos saltando amable y peligrosamente, al convulso 1968, era de su creación comiquera y emancipación genérica, cuando Lucy enamoraba en la tele en blanco y negro y la variedad gesticular, o como después, la actriz Elizabeth Montgomery nos dejaba boquiabiertos con sus ocurrencias mágicas. Atractiva era... y algo alocada, con escoba.

Cada semana o capítulo, un despropósito, intentando ver dónde metía su espléndida naricilla en el guión y las estrategias visuales que ideaba para mantener su relación amorosa o matrimonio a flote, sin hijos. Algo que, entre bruja y sintezoide reproductivo, no podía durar mucho, la verdad.

Así comenzaba cada emisión nueva y resplandeciente, con el viejo truco de mover la nariz, desde aquellos amorosos dibujitos de los títulos iniciales, o la cabecilla llena de pájaros infantiles. Arrebatados quedaban los seguidores, pendientes de sus trucos y chistes emocionales, de sus reacciones o cambios de humor, con una Bewitched que arrastró espectadores desde el 1964 al 72. Una generación trabajando como bruja muy chic en la tele, cuando ya había estado al lado de los grandes secuestradores de risas del cine, como el gran Sammy Davis Jr. y Dean Martin.

Sin embargo, tenía otras dobleces o estereotipos, como interpretar un papel primerizo en la Corte Marcial de Billy Mitchell del gran Otto Preminger, junto a Rod Steiger y el gran Gary Cooper, que estás en los cielos, cambiantes como Wandavision.


Aquí estamos acurrucados, junto a una Elizabeth Olsen disfrazada en tonos y su inusual transparencia interpretativa. Condicionada por lo fantástico en segundo término, que será el primero, cuando Wandavision se vaya abriendo a la realidad y de paso al aquelarre visual de los últimos desencuentros bélicos. Cuando no, al amor. Lo que caracteriza a la serie, y a esta pareja.

Esta hija del mismísimo Magneto, no tiene otra alternativa que... visualizar la prisión desencadenada, que causa su amor, abrir los ojos de la antigua Wanda Maximoff viendo sus series norteamericanas preferidas de antaño y su guerra, hasta paralizar la bomba que está a punto de estallar bajo su corazón.

Buuuummmm! Ya estamos otra vez, si es que no te puedes enamorar...

Espejismo en Marvel.

En otra alternativa correctiva, volvemos a la Vision que parece masculino singular, con acento en español como visión de un sintético humanizado y mezcla de varias tecnologías avanzadas, u otros quebradores de cabeza de espermatozoide extraterrestre. 

Algo espacial, que deseaba la destrucción de los viejos Avengers, hasta que terminó huyendo a otra piel. Contra un ser casado, domesticado y que pronto, volverá a la vida salvaje, de soltero. En apariencia incolora e indolora...

Por eso, la definición del espejismo de este Marvel televisivo, son los claroscuros, ficticios o amorosos. La cuestión es la confusión dramática... que no la pérdida. 

Alternando varias capas de maleabilidad visual, metamórfica y colorista, como un Bluff, hasta acabar con la estrategia de una enigmática evidencia, un golpe de realidad que nos vuelve románticos empedernidos. Caídos bajo el influjo magnético, endiablado, de una reina del caos distorsionado... 

Wanda, la que inventa, más que anda... más bien, que nos lleva en volandas.

Veremos si acaba perdiendo.

Claro su esencia, nos ha sorprendido, para bien o el mal. El que se acerca, no en próximos episodios, que parece ser, sino en películas, largometrajes con magia sin tregua, que volverán a juntar a hijos y padres enamorados hasta la eternidad. 

Esas familias de andar por casa, en pantuflas o bata de guatiné con sitcom o sin ella. Con mascarilla o sin ella...

Resultado de este encuentro temporal con el masculino cibernético, en color o sin, vamos avanzando hacia el interior de una compleja relación disfuncional, dónde ese tiempo energético es una comedia dramática, un enredo como aquella famosa serie que nos hacía partir la caja, mental o cibernética... donde todos parecían locos de atar. 

Ya que ahora, la tendríamos que ver en nuestra posesión más enclaustrada, que es la realidad informática. Si te la encuentras...

Todo con el tiempo, va perdiendo esos colores tan atractivos, definitivos, aunque no signifique una pérdida de potencia, ni de visión ni de singularidad... De hecho has tenido, hijos, en un periodo reducido (para otros eternidad), que te han crecido hasta hacerse unos verdaderos mutantes, en este caso llamados Wiccan sin calificativo, y Veloz.

Tanto que así, como quién no quiere la cosa, será su otra vida, al otro lado de la emisión. Junto a nosotros, estrambótica y disyuntiva generación, en lucha con decisiones que convertirán a los Leftlovers, en amantes separados indefinidamente, casi eternos. 

Ay, ¡Wandavision! ¿Qué es lo que te ocurre, que misterios tendrás...?

Sencillamente, es más fácil de decir que no de ver. 

Porque la verdad es, que no sabemos si nos vemos atrapados en una burbuja pandémica o bajo los recuerdos emocionales, de una madre o bruja de Marvel, que nos parió. 

Parecemos algo desubicados, absortos en el sillón, cuando en realidad, todos fuimos concebidos bajo los influjos de una tele en algún tiempo. Una especie de metáfora, del Espíritu Santo o un brujo energético que contesta llamadas al otro lado, que sirvió de trampolín para crear un negocio multimillonario, a través de sus creadores hoy digitales. Jack Kirby y Stan Lee, dos magos de los retuladores y las ideas.


Ahora a vueltas con la Bruja Escarlata y Falcon y su soldadito de invierno, pasando por Loki sin Thor, la Viuda Negra sin el Capì, El Doctor Extraño con ella y sus mundos paralelos o eléctricos, divergentes como Spiderman y Dr. Octopus, mecánico. Míticos como los Inmortals de Angelina Jolie, Kit Harington y Richard Madden, oscuros de Venom, todo bajo la perspectiva de Kevin Feige, el amo de esta cosa dolente, llamada Amor.

Mientras a Paul Bettany lo desciframos, bajo el colorido, como lo vimos en una cálida Mente Diferente, llegando a la destrucción biológica de Master y Commander o psicológica de Dogville y, aún sin futuro por confirmar, renace de las cenizas; en cambio más dinámica, a Miss Olsen, la veremos en Dr. Strange in the Multiverse of Madness, proviniente desde aquella notable inconsciencia llamada Martha Marcy May Marlene, o la simpar violencia de Wind River... Puede que Mónica Rambeau, se convierta en Capitán Marvel II, Photon o Pulsar en otros universos, también llamada Spectrum, como el aparatito diabólico de los primeros juegos.

Esta es la realidad.

Vamos un no parar de interpretar, destruir o jugar. De amar... entre el bien y el mal.

Romanticismo Singular.

Poesía en movimiento, eres tú, como el agua de una fuente escarlata. Burbujeante como una historia que tiene diferentes visiones de la verdad... de todo lo que necesitamos en este mundo. El Amor... como el Odio.

Esto ha marcado siempre el camino de los superhéroes, o brujas rivales, desde la última guerra de los Vengadores, hasta los inicios de aquel viejo Supermán batallando en la Tierra, o la publicación Timely Comics buscando su hueco, junto a la Antorcha Humana, un ser llamado Ángel y el antecesor oceánico, Namor. 

Hasta el Capitán América con sus guerras mediáticas, también con deslices románticos en el tiempo. Y la hermosa Mujer Maravilla, en otro universo.

Claro que sí, el amor también significa destrucción, alternativamente. 

Cenizas incandescentes de lo que fue, de lo que pudo haber sido, de lo que jamás será... En la extracción de esa roca ígnea o corazón, permanecen los retazos de los desaparecidos, de los recuerdos que todos fuimos en algún momento, como lelos, dentro de la historia de otros, también fulminados o enloquecidos. Atrapados en un círculo vicioso, o no.

En definitiva, piezas de un rompecabezas que no termina, infinito como la gema, que parece una película de terror que nos engulle o brujería de la mala, de ciencia ficción en la mente, o... simple y llanamente, de peli de amor. 

Un traje a la medida para los viejos románticos, antiguos como las imágenes de esta Wandavision, ecléptica y manipuladora de sombras en nuestro pasado, recuerdos de estallidos y revueltas, cambios de personalidad, contra los protagonistas del cuento. Los héroes, mañana no.

Frente a la ceremonia caótica en familia, a la otra que está sentada a tres metros de la televisión, esperando los nuevos capítulos de una guerra de héroes y villanos, como si fueran uno. Entre magas basculantes o políticos corruptos, mandos desmandados, bombas de destrucción masiva, acordes de finales de los sesenta y desacordes de la actualidad en color. 

Detectives de entonces, en otra dimensión, indagando imágenes de otras épocas, parejas con derecho a risa, historias de Lucy en el cielo con diamantes, casas de lujo, embrujadas, diversión, encantamientos o fórmulas de enamoramiento, muecas como un cimbreo de la nariz...la nuestra de espectadores.

Todo emerge bajo el amor, fluye y se distorsiona, cae dentro de un vórtice de los sentimientos inmemoriales, parecido a un enorme agujero, no negro en esta casa, sino escarlata... Algo que nos devora desde las entrañas, sin saber muy bien porqué, ni que resortes químicos nos trasladan a esa sensación de vacío. Que es capaz de borrar la consciencia o la personalidad, hasta convertirnos en algo incoloro, nada concreto, volátil... Son cosas de las sitcoms del siglo XXI, que cuando parece que van por aquí, se van por allá... de la risa al llanto, o viceversa, del amor al odio. De Marvel en celulosa, a la tele en cables.

Los humanos, sin poderes, siempre saldrán perdiendo en esta batalla, pues todo acaba. Gracias a dios, el odio irracional, también. El entretenimiento nunca. Hasta el final y más allá, que diría un artilugio infantil.

Pasado y Futuro.

Las imágenes en b/w nos han ido trasladando, e expansión de diferentes gamas, por el tiempo y el color. Lo avejentado de ayer, se ha ido transformando en un instante, en un nuevo comienzo. De brujas irreverentes a mutantes enamoradas, de militares en batallas contra el mal, a mandatarios corruptos, de hombres a payasos, de petardazos nucleares a una Vision diferente... de ovnis u objetos invisibles o prefabricados, a extraterrestres libres, que van y vienen... como Pedro o la chica de la tele... por tu casa.

¿Y los hijos inquietos...? A jóvenes vengadores. Pues, con dos no basta.

De las series románticas entre los 60 y 70, hasta una realidad compleja de nuestros días, donde esa tele que conocíamos, va creciendo al ritmo de los nuevos tiempos y la imaginación, vertiginosamente. Del viejo Disney y sus puros, a un Marvel sin humos, del amor de Romeo y Julieta... a esto, que no ha cambiando nada.

Si bien, todo es apariencia o un espejismo que puede engañarnos, ya veremos... que diría una versión replicada de nosotros mismos, en el futuro... A seres jugando con unicornios de papiroflexia.

Esperábamos un nuevo episodio, y era el mismo, el de nuestros héroes moldeados, hijos y brujitas de entonces, que pertenecían a los despistados detectives en gabardina, somos ojeadores de imágenes digitales en una pantalla. Contagiados con las imágenes y memoria, o no, en esta nueva pandemia que son las plataformas y redes sociales.

Es como una esfera que nos envuelve a todos, coartando nuestra libertad, y no va a detenerse. Nos transmuta en zombies, asalariados, sonrientes o no, obedientes... con sexo de un día para otro.

Ahora los duelos, entre aquellos vaqueros que se medía por capítulos y carteles de ´volverá`, se ven en el cielo colorido de internet, convertidos en parejas todopoderosas. Bonanzas, Furias y Zebulones Macahan´s, pies en Ponderosa, que se mueven entre la risa y el sentimentalismo, entre lo esencial como el amor y lo catastrófico... El amor y la guerra. No hemos cambia tanto en el fondo, verdad llanero solitario.

Esto es la vida misma del superhéroe o la heroína, a solas o en pareja, en un multiverso de luz y de color. O madness... pero pendientes de una cara risueña, con un ligero cimbreo de su nariz.

domingo, 11 de abril de 2021

Gámbito de Dama.

 Inequívocamente, oteando la superfiecie de un tablero bicolor y sus 64 escaques arlequinados, el ajedrez se representa como un auténtico campo de batalla. 

El manifiesto bélico de la serie de Netflix titulada Gámbito de Dama, se divide en dos referencias paralelas bastante representativas actualmente, según los media y otros subproductos. 

Una está referida a la descomunal lucha de género que nos envuelve, algo atenuada por la singularidad del personaje protagonista. Se reproduce a través de la historia de una joven moldeada de manera soberbia y calculada, por la actriz de moda Anya Taylor-Joy. Esta reivindicará  su puesto competitivo e imaginativo, en un universo ajedrecístico casi exclusivo de los hombres. Hasta ahora, con la multiplicación de próximas participantes...

En segundo término, no menos interesante, la conclusión de un pasado dramático como metáfora sexual, que responda a esas expectativas de libertad e igualdad, más o menos representativas. Durante un acto invisible, o sin pormenores gráficos en la pantalla, se superan las distintas fases de la conquista. Desde la probatura iniciática, la idealización del otro, el toqueteo piadoso, una respuesta alternativa, el rechazo, la derrota o el fracaso, y por último, el deseo reprimido y desmitificado. Es decir, la vida misma...

El ajedrez en serie, convierte a los abandonados en pequeñas máquinas que viven otra realidad, distinta al resto de ciudadanos, absorbidos por su estética, la superación, la rivalidad y la consecución de cierto poder, o manipulación mental del rival.

Esto es, una especie de western sobre blanco y negro, que se basa en la destreza o la imaginación, más que en la fuerza o la cantidad de balas en tu cartuchera.

El Reloj. 

Poco tienen que ver los marcadores de los tiempos estipulados, en Gámbito de Dama, con otros ejemplos cinematográficos en la historia. Aunque la repercusión diegética del sonido en la acción del duelo, se reproduce como un tic-tac para magnificar la acción entre el silencio espectral. Pongamos la relevancia significativa de aquel elemento en el orificio de un personaje invisible en la gran Pulp Fiction, todo silenciado, mientras se recrea la pasión y el sacrificio, hasta la muerte; o la más calculada o milimétrica, con el enfrentamiento del Carillon entre el carisma, el Indio (Gian María Volonté), El Coronel (Lee Van Cleef) y el Manco (Clint Eastwood), marcando los tiempos de la masacre o la supervivencia, hasta la interpretación de un clásico degüello a tres bandas... La victoria... ¡Muchacha te has hecho rica!

Y, ¿la sociedad...? Tal vez, algún día... Aquí el carisma, con significado femenino.

Etimológicamente, esta lucha intelectual y calculada, que significa el ajedrez, entronca desde aquellos tiempos de la conquista persa por los árabes. Mediante la participación de los cuatro tipos de ejércitos (chatarunga) de la época,k que predominaron en maniobras bélicas sobre la moderna Irán. Siglos después se expandiría a través de la ruta de la seda, hacia otras latitudes de Oriente (o viceversa) cuando los gobernantes musulmanes que intentaban apoderarse de los viejos pueblos de la Europa premedieval, adoptarían las costumbres y juegos que provenían del imperio sasánida. 

Los herederos del zoroatrismo y de las arenas del tiempo marcado. De igual forma se absorbe la expresión Shat Mat o rey acabado, hoy bastante vigente, que repetirían jugadores de todas las cortes, desde Iván la del Terrible a un Alfonso X El Sabio, experto en casillas sonoras. Pasando por labios conquistadores de Alejandro Magno, gracias a un regalo del califa Harún al-Rashid. En esos momentos no había fotografías, ni flashes... sólo memorias.

Sin embargo, la estampa cuadricular moderna, un salto gigante de caballo rampante, no se reglamentaría hasta el s.XV, junto a los movimientos agilizados del alfil, significado de un elefante apisonadora, y la omnipresencia poderosa de la reina. En todas las posiciones posibles, ampliando las tácticas que utilizaron sus precursores europeos, detallando las primeras aperturas testificadas por escrito en países como Italia y España. 

Así se extiende la fiebre hasta la actualidad, con la respuesta de peones doblados, las defensas expandidas por diferentes movimientos estrategas o la presencia amenazante en el ataque de dicha dama, en referencia para los más antimonárquicos... La reina de todas las salsas. Como la referencia gestual en una fotografía antigua.

El resto del juego, es una serie de miradas entre pausas, alternativas de poder, el autocontrol temperamental, la desviación de la imaginación con elementos mágicos, u otros, la emancipación personal frente a lo institucional y el desarrollo íntegro como persona... como verdadera dama. Eso sí, con una estrategia frente a nuestro tablero de la vida.

Competición: Apertura.

En El Libro de los Juegos, cuyo autor Luis Ramírez de Lucerna editaría en Salamanca, se proclamaban los primeros movimientos sobre el tablero, cuando la competición se abrió sobre el escenario internacional de Felipe II, junto a Rodrigo Carón y Rodrigo Ruy López de Segura como vencedor del primer torneo de maestros, registrado o manuscrito. Enfrentados a los genios italianos del ajedrez, Paolo Boig y sobre todo, el gran campeón Leonardo de Catri.

El sacerdote ajedrecista, Ruy López, sería también el autor del libro La Invención Liberal y el Arte del Juego de Ajedrez, datado en Alcalá de Henares en 1561 y creador de la famosa apertura española.

Las primeras mujeres profesionales, antes de esta magnífica ficción y la emancipación actual de su género, no llegarían a copar los escenarios bipolares, hasta que la URSS de los años 50 y 60, ensalzara su intelecto. Válido y efectivo por sus métodos, para dicho enfrentamiento contra sus congéneres masculinos.

Era una especie de apertura intelectual en plena guerra fría, como alternativa al hermetismo político que recorría el mundo en confrontación tanto, hegemónica como social, y un paso hacia una gran división... Digamos, sino bélica, si temporal ante el estrado de muchos juicios paralelos o futuros.

Aún así, ejemplo del control mental de las reacciones ante un posible mate, y el respeto legítimo hacia las féminas y su posicionamiento en el ajedrez, está condicionado por un predominio masculino que perdura hasta nuestros días. Sin embargo, todo cambia, hasta el temperamento con los años.

El fuego que derrite o fustiga, pelirrojo, predomina y destaca ante esta dicotomía visual, como un telón que cae ante la profundidad de los ojos que se clavan sobre el rival, el irresponsable indolente o el amante. Siempre bandidos, o débiles víctimas.

Al modo de una inmortal, vampira, de otros tiempos.

Pero, basta de hombres... Estamos apenas una década después, con la apertura de unos alternativos y musicales 70, con una pequeña de carácter rojizo y de armas deslizar... La joven Beth, interpretada lúcidamente por una novel Isla Johnston, se entrega al romanticismo clásico de esta batalla cerebral, frente a la historia, la soledad y ella misma. Con tendencia a la observación, el minimalismo emocional, el exceso y ciertas expresiones litúrgicas del ajedrez... digo lisérgicas.

Los cuadros incitan a la exacerbación, como la orfandad obligada por los hechos y cierto machismo, se dirige a las alturas y a la cristalización racial del pensamiento, quizás liberación. 

No sobre la cabeza de la niña, sino surcando los techos, como una iniciación. Casi una experiencia, no religiosa, prácticamente sexual... más bien, profundamente onírica. Se puede decir, ¿fálica?

Este movimiento exclusivo en tiempos del deseo, viene proclamado por la ayuda práctica de William Shaibel, ejemplarmente blanco, cabal y asexuado. Por y en la piel del actor Bill Camp, otrora en otras fiesta con Vicios, Juegos con Moll y otros Gorriones Rojos, con la brillantez del novelista Walter Tevis, por bandera... a cuadros. Gracias a la experiencia programada desde Escocia del productor Allan Scott y la excelencia visual del director Scott Frank, máximo ideólogo en letras de The Wolverine y Logan.

El clasicismo se amplia a lo alternativo, como un western surrealista, enclavado por una factura impecable sobre el tratamiento de las imágenes y la puesta en escena de los personajes, a veces como preparativo de una pelea encarnizada. Sin derramamientos, sanguíneos que no alcohólicos. Frente a la frialdad del muchacho huérfano, sin harmónica, de una pieza, en aprendizaje vital, sólo amenizado por el sonido de un proyector y el calor de su lámpara, el puro vicio. Se alza un estilismo magnético, comparativo, enérgico, sobre el romanticismo que impregna la praxis y el estoicismo del juego mental.

Pareciera una propuesta ideal, para que una actriz invadida por los sueños, no pueda salirse de sus casillas y utilice todas las prácticas seductivas a su alcance. Hasta llegar a ofrecer una partida redonda y emocional, como punto de equidistancia. 

Hasta las más prohibidas, retos que más le acercan a lo terrenal, aunque sus celestiales ojos indiquen otras perspectivas más elevadas. Incluyendo futuros proyectos en la gran pantalla, como hija de norteños o salvajes reabriendo las cicatrices de Mad Max, hacia la locura femenina que activa una trampa desenterrada por el tiempo.

De otro lado, la banalidad materialista nos dirige hacia un encuentro en Moscú, junto a los cerebros más grandes dedicados al ajedrez, manuales como propuesta de una prevalencia histórica. Pues normalmente siempre ha sido así, a pesar de la ficción, hasta los grandes duelos entre el calculador Karpov (influenciado por Capablanca) y el directo Gaspárov, emparentado con la juventud victoriosa de Beth, Bobby Fisher y el gámbito de dama... monta tanto, o viceversa. 

La mente está abierta a todos los objetivos, siguiendo diferentes vías y edades virtuosas, pensamientos o estilos geniales, sin cerrarse a otras aperturas más imaginativas. Ya que la originalidad reside en ella, la mente... y en la belleza... atacada por residencias partidistas y rivalidades burlescas, aptitudes acosadoras, pregúntenle a Miss Anya... 

Así la defensa se enroca, por equivocaciones que alicataron su camino de baldosas amarillas o vuelo mágico, según cierto amarillismo que marcará el destino solitario o el futuro de campeona.

En el mundo masculinizado del ajedrez y la imagen, se aviva una rival que se sienta y perturba, emociona o cautiva con una mirada descuidada, que distrae con picaresca o invade tu espacio, con una mueca, que secuestra las miradas mediáticas, derrite los flashes y desbarata las coordenadas de la historia. 

El presente varonil, se persigna ante ella, la Reina. Su fuerza, su figura estilizada e intelecto, olvidándose de choques y hospicios, viajes al sótano y la sobriedad, de posibles amistades, caídas entre anfetas y botellas, polvos románticos o somatizados, casas sin tutoría, revistas robadas, esclavismo sin efectivo o postreros estertores de libertad, nos veremos junto a ella, en competiciones meteóricas contra el ego, ataques y contragolpes... miedo a lo desconocido. 

Lo que viene del otro lado de la cama, o del telón de acero.

Nos subiremos en sus tacones, con los ojos pintados en gótico negro, con sus trajes de diseño a cuadros, que destacan entre el blanco de un western y su contrario ajedrecístico. Para pasear palmito y clase, entre hoteles internacionales de lujo, los oropeles que no poseías para comprar el último número de la revista, el libro prestado o el tablero no magnético, más deseado para el entreno. Las pastillas que ahora consigues sin respirar apenas...

Cuando casi te costaron huesos y vidas... hasta paseos a un estercolero en la Gran Manzana, muertes entre alcohol y sexo... o un emocional manifiesto genérico hacia un parque de jubilados.

Sería el cierre perfecto, para una gran apertura.

Desarrollo, la vida.

La competencia es dura, sin duda, ya lo decían padres y madres, conocidos o no.

Aunque a las lágrimas saladas, les cueste un universo, aflorar sin dolor, sobre piezas de ébano y marfil que no necesitan mojarse o se resbalan de las manos... y sirviendo de parapeto, ante las pesadillas que nos atacan, cuando nosotros nos concentramos en otro mundo... flotando sobre nuestras cabezas. 

Porque esta chica, miss Beth Harmon, no hace otra cosa, sino pasarlo mal... A veces...

Resulta dura, resistente y extrema, pero no más, que una primera relación no satisfactoria, que no marca, pero resulta sexualmente dramática, inofensiva. Tan desilusionante, que tu intención es probar de nuevo, para comparar en el futuro. 

La vida es un teorema geométrico a resolver, con ideas preconcebidas debido a la experiencia o las palabras, esperando un próximo movimiento, que te puede enviar al abismo o hacer abrir los ojos, de una vez. Siempre mirando al frente, arriba, enterrando recuerdos u otras vidas, no las lágrimas confortantes, que van ahogando las penas con grados de alcohol en las venas o resacas simplistas; o esquivando besos que te sobreexcitan sin necesidad, ante el reto en el horizonte, horizonte del tablero. Ni barbitúricos se prescriben ya, contra el dolor del alma.

Ahora eres la reina de los EUA, en incómoda rivalidad, la Eva de todos los adanes. Lo conseguiste porque arriesgaste, luchaste y venciste, como Julio César u otras emperadoras, que vencieron en la historia de su ajedrez contemporáneo y vital.

Aquel antiguo consejero todopoderoso del Rey, se convirtió en señora, se cambió por la imagen predominante de una Isabel la católica, la Reina. Como el que ponía una traba masculina en el camino o zancadilla (dare il gambetto, de gamba), para dar una patada al prójimo, al que destaca... en este caso, una mujer sin fisuras en el juego. 

El novelista de The Queen´s Gambit, Walter Tevis, fue el gran creador del juego en El Buscavidas y El Color del Dinero, sabía a lo que se enfrentaba, como de la fantasía, pues escribió El Hombre que vino de las Estrellas, interpretada por el divino Bowie. Aquí, lo enmarca y lo promueve en memoria de las féminas de Estados Unidos, aquí desde Lexington en Kentucky, su tierra materna y recreo memorial.

Como una trampa siciliana que Ruy López adquiriera en sus viajes, donde fundara el juego a la ciega, esta poco emocional Miss Taylor, se va enmacipando convirtiéndose en faraona de los desfases, para despertar a la realidad de las diferencias sociales... y cierto nihilismo de buscavidas. Desde su papel de huérfana, casi abandonada a su muerte, excepto por su adoptiva madre interpretada por otra pelirroja y directora Marielle Heller, hasta los viejos que anticipan su suerte en los tableros de las calles moscovitas, se rinden a su taco o juego experimental, que es el cerebro.

Ya que, en aquel primer Torneo de Ajedrez Mundial, Ruy vs de Catri, tuvo el reflejo de una época, donde se perpetuaba el sacrificio, aceptado o no, del famoso Gámbito de Dama. Así sea.

En eso consiste lo oculto en serie, en la aceptación de uno mismo, o ella. La pelea por el centro, el predominio histórico, la exaltación de lo imaginativo, la perseverancia en el ataque, frente a la necesaria defensa interior, la caída de los roles, la perspicacia para anticiparse, casi femenina... como Isabel, frente a su madre, como Beth Harmon...

Claro, su presencia destaca desde el primer movimiento, de cámara. Con esos ojos que se comen el mundo del tablero, candentes y certeros, esconden la frialdad de los sentimientos, almacenados en un disco duro prohibido... mucho menos accesible que, el de aquella primera máquina Deep Blue, que derrotara en partida semiartificial, al gran Garri Kaspárov en 1997. Así fue.

El Gámbito de Dama.

Al fin, nos acercamos tras siete piezas de las seis posibles en ajedrez, al momento de la verdad, el ajedrez en imágenes. Que nos acerca Mr. Frank y Allan Scott, recordando a los niños del pasado en orfanatos u otras ferias, como Leolo o el Totó de Cinema Paradiso, la Ofelia del Laberinto, otro juego mortal, el frío sádico de El Perfume, sin excesos sangrientos... o los viejos tunantes, avispados en el arte del engaño, que salieron de la pluma del gran Charles Dickens.

Con una imagen que, en momentos determinados, recuerda en cierta medida a la obscuridad de lúgubres estancias, golpes familiares y desencantos privados, pequeños hurtos, juegos favoritos de la etapa victoriana. En cambio, en la comparación y la dicotomía, permanece la esencia de un buen Gámbito, de reyes a damas. De blancas a negra, y viceversa.

Llegamos al avance indubitable, que pareciera defensivo al principio y resulta triunfal, ante otro resiliente por otros motivos, pues comparte el conocimiento en grupo y reconocemos como Borgov (Marcin Dorocinski), debatiéndose entre el combate y el arrodillamiento  o rendición adorativa. Y que deberán aprender los norteamericanos, con los actores Thomas Brodie-Sangster y Harry Melling, antes amantes, a la cabeza.

Es una clásica visualización, del enfrentamiento social y político, el desencanto frente a la necesidad de cambio, de perspectiva enclaustrada en el techo, por un panorama abierto, donde juventud y senectud se den la mano. Lucha encarnizada en la historia, patrocinada en los trajes de la protagonista, como ejemplos de una magnitud casi bíblica, entre el blando y el negro.

Aunque, en ocasiones en la serie y última entrega, más vale, nos detengamos en antros de perdición, soberbia borrachera, ambientes nublados entre la perspectiva del Bar Korova Milk, por los colores alternos del bis a bis; o un campo de batalla visceral y más terrenal, entre seres humanos, viciado ligeramente con el toque de Boyle, en la intimidad de un retrete alucinatorio, o defensa Luzhin consigo misma. Con una foto del pasado y un posible futuro inconcreto con Jacob Fortune-Lloyd, el deseado, inalcanzable.

Por ende, la perspectiva es la competencia con su propia realidad, con la jugadora que se esconde tras el engaño, su punto de vista, borroso por el distanciamiento de la emociones, el litigio con sus pesadillas, el distanciamiento social, la reivindicación de su género, que es la libertad.

El espíritu no es triunfal, ni demostración mediática de su intelecto, sino la esencia del ser humano, sea masculino o preferentemente femenino. Contra el abandono, la aridez sentimental o la cobardía. Lo que importa, necesariamente, es dar un paso adelante, resaltar la idea de familia (sea cual fuese) y la amistad, que no distingue entre claroscuros individuales.

Esa es la estrategia personal y la resistencia moral en la obscuridad... seguramente, intentar dar luz, carta blanca también, a los olvidados.

Jaque... ¿o mate?

Como el ébano y el marfil, agua salada y petróleo entremezclados... confluyen los temperamentos.

Tan distantes como dos ciudades separadas, a miles de kilómetros en un tablero que nos acerca, cada vez más, virtualmente. Como dos fronteras enemistadas, que trata de esconder sus próximos movimientos o los ejércitos impertérritos, encarados sobre el tablero de la historia, con sus escuadrones de elefantes zaheridos, caballerías e infantería destartaladas, por aquí por allá, casi sin estrategia aparente, y carros de combate, incendiados... con todos sus ocupantes olvidados en esa historia del pasado... o del futuro, sin fueran entes biomecánicos.

Tal vez no recuerdes a aquel primer cerebro artificial, el MacHack-VI fabricado por un estudiante de Massachusetts, pero no importa, igual que la chica juegue con blanca o negras, porque juega ante sí, y nosotros también, lo aclaramos en el tiempo. En un sacrificio de Dama... como al que nos incitó, su madre.

Así es interiormente, la pequeña Beth, armoniosa en una fachada rectangular, no tan medida, que internamente tiembla, se estremece... aunque sus labios no demuestra un ápice de remordimiento o júbilo. Sólo sus ojos.

Es bella, rítmica, calculadora, flota infinitesimalmente, en dispersión cósmica con sus recuerdos, que se asoman a la mirada con una lágrima, al padre perdido y desconocido, imagen de una fotografía que eriza el tablero de la piel.

En la batalla, destaca el fuego, de un cabello de medusa, que petrifica con un desafío rutilante, cuando el rival deposita su invalidez sobre dos piezas que destacan, más abajo. Esta bipolaridad es retratada visualmente con excelencia, desplegada metafóricamente, por una voz que radia la posibilidad del éxito, ante una expectación creciente y el despertar de un deseo.

El jaque parece meridiano, cuando abrimos fuego frente a los hombres que la rodean, y no son, como la huella familiar que fabricó una expectativa distinta en ella, los recortes que se amontonan en un tablero cubierto de polvo, y otros que se quedaron en la caja de madera, o la de Pandora.

El mate, se produce cuando vemos al hombre, alguien invisible a priori, salvo por una intención y una foto, congela una enseñanza gratuita sobe el arlequín, un monstruo bicéfalo que nos atrapa, entre el padre desconocido y un tutor que muestra sus cartas marcadas, un gámbito del abandono.

Ambas personalidades, marcarán el próximo paso, lo que fomento su carácter gélido o neutro, hasta la demostración a través de una fotografía en sepia, ese salto a caballo de niña, a mujer. De peón, a rey del ajedrez callejero, o reina casi inmortal.

Tú, ¿qué prefieres el jaque de la victoria instantánea... o para siempre, un buen mate?

Por consiguiente, hemos visto desbaratado en el argumento completo, todos los escudos o defensas, desde la siciliana que significa el vicio, la frialdad eslava, la romántica francesa o una más moderna, anclada en la sociedad actual. La diferencia es un hecho que marca vitalmente, la emancipación personal es respuesta de los sacrificios acumulados y la lucha, 

la razón sobrevive a las prácticas abusivas y otros defectos temperamentales, la memoria despierta la gracia ante la venganza, y el abandono de ciertos amores indeterminados, nos enseña a dar jaque sin pronunciar palabra, ni derribar la pieza rival...

Pequeña, ya eres una maestra. Reina del sacrificado y deportivo arte de la imagen, y del gámbito intelectual por excelencia. Jaque... y mate, miss Taylor.

Next Game.

Siempre en rivalidad con la muerte, siguiendo los talones de Hitchcock y su tensión por fascículos, o frente a ella como Igmar Bergman. Aprendiendo de Flandes, en la búsqueda de la esencia del conocimiento y del comportamiento humano. Como se buscaba la excelencia junto al pequeño Bobby Fisher, sobre aquello que destaca entre los demás. 

Equiparando la fuerza colectiva del reconocimiento individual, hasta conseguir un apretón de manos de tu contrincante, del enemigo... incluyendo un vitoreo de un forzado equipo. 

¡Tú, cada uno de nosotros!

Ese mate último, significa un punto sin retorno ante el riesgo, o posiblemente, el inicio de una nueva partida... Así es el ajedrez y la interpretación, un juego de poder que se reinicia, una participación incesante en la caza, o una máscara, para construir una nueva realidad, otro orden. Un juego...

Así es la carrera meteórica de Anya Taylor-Joy, incombustible como el avance de dama, entre el misterio y el miedo, un juego de poder entre hombres y mujeres también en el horizonte, con desenlaces familiares y raíces entre Miami, Inglaterra y Argentina, salpicados de sangre española; ante el espejo de un éxito sin fronteras, saltando y recalando en pretérito, sin mover la ficha, entre recuerdos mágicos de bosques encantados. Hasta el verdadero brillo dorado del triunfo, que significa un premio merecido. 

Veremos en el futuro, ya que no piensa como estrella (parece o no), siquiera una mera pieza a devorar por el Hollywood depredador. Muchos/as han sido devorad@s. Movamos, juguemos.

De momento, el aplauso, cuando el misterio es un asunto fundamental en su mirada, que no deja vislumbrar el futuro, salvo por un movimiento discreto de labios incitando al juego o por una gota furtiva rodando en su blanquecino  rostro. Bien, ante una broma entre compañeras, un recuerdo de familia o un deslizamiento en la cama. Todo depende de las posiciones, la pandemia laboral en cada momento de la historia... o esta resaca que no se para.

Ella trama y convoca a espíritus gambeteros, enlaces con propuestas fantásticas o históricas, casi fálicas sobre los límites del cielo vikingo de The Northman o futurista Furiosa. Que alimentan el alma, como el chocolate o las drogas sintéticas, sirven como sustituto del apetito o el sexo.

Ante el arlequinado, un tutor desconocido la crió anticipando unas cartas o fotografías marcadas que, con toda probabilidad, destacarían los dos ángulos de la batalla personal. El gélido y el inspirado. De niña a mujer, hemos convivido con su gámbito de dama, con su sonrisa y el reconocimiento del trabajo bien hecho, con la razón frente a las prácticas abusivas, con la razón por bandera y la evasión como forma de vida.

La vida es un juego de poder real, que puede arrastrar vidas, si no estamos muy seguros o cambiamos hipócritamente, nuestra máscara de los valores. Entonces, haría falta una actuación magistral, como la presente. Entre hombres o figuras de alabastro, atravesando bosques encantados, sin demostrar que su verdadero brillo es dorado.

Aunque impertérrita en el estudio, es misteriosa, sus ojos no pueden evitar la ilusión. Una estrategia para vencer al mundo, que sustenta perseguir una meta concreta, o amar, quién sabe. Destino de una brujita rubia, que se enmascara de rojo, para parecer una solitaria fantasía, una sustitución sexual sobre los límites del cielo o... el techo.

No es reina rodeada de ejército vasallo o cercada en una cuadrícula privada, de amigos falsos, no es dama en apuros, ante un gámbito de un Rey invisible... sin intercambio aceptado, o no. Es Anuy Taylor-Joy, espejo para muchas chicas que sueñan... Y otros piezas.


Carlos Rafael Rivera - The Queen's Gambit Soundtrack

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