La llegada de Amy Adams al mundo fue, casi accidental. Diríamos que estaba predestinada a convertirse en estrella, menos luminosa que el resto de las estrellas. Pues su sobriedad y simpatía (a partes iguales), aportarían a su carrera, una línea paralela, entre comedia y drama. Sin llamar demasiado la atención, aunque su trabajo siempre sea destacable y perfecto.
Un advenimiento azaroso, ya que su padre militar estaba destinado en Italia y sus grandes ojos azules vieron la luz en la bella ciudad de Vicenza (Veneto). Hasta que regresaran a su procedencia en Castle Rock... (Colorado) y una familia con fuertes valores religiosos. Allí, comenzaría su carrera artística, sus primeros pasos, donde trabajaría como bailarina en distintas producciones musicales y, posteriormente, ampliaría su faceta interpretativa. Amy se dedicaría a la actuación en obras de teatro, cuando, su gran animadora en Hollywood, sería Kirstie Alley, con la versión de Intenciones Crueles para la televisión.
Un traslado aéreo y el tiempo, la convertirían en una promesa emergente para la gran pantalla, siendo contratada para un llamativo papel en la cinta de Steven Spielberg, Atrápame Si Puedes junto a Leonardo DiCaprio. De ahí, su vuelo estratosférico al estrellato, sin alzar la voz ni ruido alrededor (aunque lo pasara mal junto a David O´Russell), pero no ha parado de incrementar su valor, hasta conseguir auparse entre las 10 actrices mejor pagadas en el pasado año 2016.
Sus dotes para la interpretación sugerida y su mirada inteligente, han dotado a sus papeles de una especial presencia y calma escénica, con sus antepenúltimos proyectos (The Master, Her) cargados de sensibilidad y esa interesante faceta tragicómica que la hace única en ciertas esferas comunicativas familiares y cinematográficas. Recordando que ella, primero creció como cuñada embarazada en el filme independiente Junebug, y fue la siguiente Lois Lane o la ingenuidad romántica dentro de la sombría película Batman v Superman, que repetirá este año con la esperada producción también de Zack Snyder, Justice League.
Por tanto, Amy Adams y su dulce expresión, pisa firme, mientras lee sus próximos guiones con aires predictivos para el éxito. Es ágil tanto en su aspecto físico como en su labor lingüística, que produce una agradable sensación de seguridad en las escenas que representa, y la entrada de aire fresco en el panorama cinematográfico. No es la actriz típica, sin embargo es, un verdadero amor de chica, con un futuro estelar y silencioso.
En la superficie del filme Nocturnal Animals, entre geometría y líneas perfectas, cuadros compuestos de luz y sombras, blancos y negros delimitados, se refugia una historia habitual como la traición. Cuando se rasga el papel brillante, emerge una profunda alegoría o metáfora existencial. Tan sangrienta y magnética, que un mínimo rasguño en la mente del espectador-lector, produce un socavón emocional con cierto sabor a pérdida. Una montaña rusa de dudas y amenazas veladas, o directas al corazón, que el director de Austin (Texas), Tom Ford, camufla en las inhóspitas carreteras del desierto y la mente.
Destaca con su segundo guion propio, tras aquella adaptación de Un Hombre Soltero o A Single Man (dejé escapar entre el trío Colin Firth, Julianne Moore o Matthew Goode, y por allí andaba también el joven Nicholas Hoult de Equals)... pero eso es otra historia apasionada, dentro del romanticismo tortuoso y crítico de su nueva etapa. En su interior espeso, fluye una corriente guiada por rescoldos de odio, que algunos avispados, podrían declarar como una locura oculta y delirante.
Somos como Animales Nocturnos, que planean y otean el horizonte, tratando de apresar a la víctima en sus garras afiladas. Tal que halcones o lechuzas apostadas sobre la rama solitaria, con ojos avizores, mente despierta... donde la caza se manifiesta en forma de gran metáfora de la vida. Al menos, de algunas basadas en la apariencia, la falta de comunicación y la teatralidad del día a día.
Frente a frente, depredadores en camas separadas... cuando los seres humanos sonrientes, mirarían a otro lado para no ser heridos, y donde sus personajes arquetípicos demuestran que dicha felicidad es un roedor que escapa en la noche.
Leyendo los indicios en la naturaleza salvaje de las cosas y metiéndose en diferentes madrigueras, iremos desde el engaño y los celos, a una captura racial contra el foráneo. Una invasión carnal que deriva en sexual, descrita con todo detalle y angustiosas páginas de llantos familiares, propagados por el pasado del ahora. O relaciones antiguas, amparadas en la medianoche, a la luz de una lamparilla amarilla para la lectura.
Es una bifurcación de los caminos del ayer, de aquella juventud nuestra o la que deseábamos tener, que prevalecen sobre las dudas de hoy o se alimentan de ellas. Como los carroñeros nocturnos atravesando una carretera, tras la inocencia, repiqueteando los neumáticos y las botas de cowboy sobre el asfalto de los 40, enfriado. Invadidos por un instinto voraz y insaciable, de torturas maquiavélicas, de intenciones sospechosas bajo el capó y las letras, somos violadores del verso inocente de un escritor... todos, aparentemente, en apuros. Presas.
En la sinécdoque oculta, todos estos animales del anochecer o el hastío de la madurez, se nutren de las mismas historias y cosas, con iguales defectos o formas de pensar, que te podrían llevar a enloquecer. Quizás, todo sea una broma o una caída en la espesura vital, disminuyendo la felicidad esperada entonces, el amor que se escurría entre los dedos, sobre unas manos entrelazadas... mejor no, atadas a la espalda. Y al despertar de una nueva era, te hallas más solo y aterrado, confuso, o habrás inventado una historia de terror. Es probable que, te hayas enviado una nota al domicilio, ideando lo que no ocurrió o desapareció de pronto. Cuando ya no te entienden o reconocen, abandonado en cualquier vía inesperada.
Cubierto de mugres, con elegantes culpas efímeras, encuentros con el mañana ausente y la muerte cíclica, tan violenta como una persecución a ciegas, a dentelladas certeras sobre esa inocencia, la de ellas y la nuestra.
Entonces, vas arrancando las páginas y las conviertes en realidad, en aquella otra tortura que soñaste en la noche, saltando en tinieblas como un cervatillo herido. Mientras el depredador acecha, te acorrala y mira a tus ojos olvidadizos, azulados, esquivos... dándose cuenta que, cada uno, nació con unas arraigadas costumbres o singular apetito.
Sabiendo que, cuando termine de rebañar tus huesos, otros animales o rondadores nocturnos se abalanzarán sobre tus restos, congéneres o propia familia, acosándoles con palabras y hechos, humillaciones, depravación, consumo de carne, rapiña, mentiras, traiciones, fugas... desapariciones bajo la luz de la luna. Sombras enfermas.
Tras la pareja, hallada entre rasguños y peleas, se esconde el trasfondo que les llevó a esta situación imposible, improbable. A un encuentro con los textos y el arte, grabados sobre una palabra enmarcada en una exposición cultural, y natural, que odias, pues no te pertenece. O sí. Porque, la apreciación romántica se borró de un plumazo, ante la insoportable levedad del ser vacío o del artista frustrado. Del actor y sus papeles que otorgan otras vidas, del escritor miserable que encuentra su horma del zapato y su historia, enlazada con grapas.
Entre ella y él, entre ella y su imaginación, se suscita un enfrentamiento inmortal. Con colmillos clavados sobre los sentimientos y ciertos desgarros vaginales, mientras las hienas en su tortura existencialista e histriónica, lanzan sus carcajadas al cielo estrellado. Ríen sobre sus cartas no enviadas, con los libros no escritos e historias no contadas, otean la debilidad para extraer consecuencias, se confabulan mentalmente, en silencio sepulcral. Ahora, al lado de la muerte neuronal, y vuelven a emitir su sonido fantasmagórico, como el eco de pensamientos ocultos y caretas sociales.
Amy Adams y Jake Gyllenhaal parecen ser tal para cual, y viceversa. Se leen entre líneas, pero no se escuchan, ¿son reales o invenciones? No se ven en la distancia ni el tiempo. Son meros recuerdos o simples aves de paso, huesos descarnados, cruzando el horizonte de sucesos ficticios, o verdaderos, ¡vaya usted a saber! Si la carne, fue devorada en alguna otra ocasión... en otra conexión.
En estos dos niveles del relato, de la imaginación de Tom Ford y la reconstrucción de un sueño alimentado con la narración paralela, más original si cabe, un actor tal que Michael Shannon, se viste de ángel caído con punteras de cuero y estrella de vaquero. Acento profundo que marca las líneas de su rostro quemado y las heridas de su corazón, hastiado con el trato proferido por la ley, en tantos casos sin resolver o desleídos sus informes. Pero, su papel tiene que crecer hacia la enfermedad que algunos pintan o deletrean, sobrevolando sobre la mental, en una galería de monstruosidades u obras de éxito efímero; porque se enfrentarán en un duelo desigual, tal que un hombre y una mujer, en busca de una segunda oportunidad.
Las aves emigran hacia lugares más cálidos, aparentemente reconfortantes y vindicativos sobre un óleo o collage, aquellos rincones conocidos o precalentados con los años, siempre que aún se consiga avivar la llama. O se provoque una pequeña ignición interna o nocturna, invadida de nostalgia y errores, de ausencias. Mientras, nos transformamos en insectos aplastados sobre el cristal y segados por un tenaz limpiador, zig-zag, zig-zag... ahora estás, ahora no. Y las hienas se sonríen, viendo los trozos de insectos, el arrastrar de pies y la bajada de cabeza, las luces palpitantes de la ciudad de los Ángeles en el horizonte, la lujosa iluminación de interior de una mansión de Malibú, al contraste tenebroso y el resplandor del sol en el desierto de Mojave, en California. No sé, si volverán a irradiar su imagen paradisíaca.
Las voces se desvanecen en pocos minutos, las actrices... hija y esposa, los depredadores aparecen tras años de anonimato..., como los invitados se despiden en una fiesta de apariencias y trajes de etiqueta, tremendamente aburrida como sus vidas. Esconden su verdadera apariencia, todos, hasta evitan el contacto de su picadura mortal, los unos, fantasmas, los otros, escorpiones camuflados en la arena. Familiarmente espanzurrados sobre la luna, mientras los murciélagos disparan contra los restos, sus chillidos de baja frecuencia, revoloteando remotamente. Todos los Animales Nocturnos, tarde o temprano, se encuentran con la horma de su zapato o garra afilada, tal que los últimos minutos de un documental de la naturaleza salvaje, narrado por una voz en off o tercera persona. Cuando el cazador despliega sus armas y el pequeño roedor salta a otro lugar indeterminado, una localización abrigada del frío de la noche, en busca de una palabra plasmada en obra artística... algo relativo a la sangre inocente, derramada.
Una vez, sus huesos están limpios y libres de culpa, lo menos relevante o superficialmente inocuo, reside en su banda sonora, que funciona como un desesperante lamento de ayuda. No aprecio su valor intrínseco dentro de la historia, o el sueño o juego narrativo, pues las imágenes son suficiente motivo para acabar su lectura. Cuando los padres abandonan a sus crías, según su propio instinto reproductivo, sobre expuesto con ADN residual y arañan la piel del otro futuro, también abandonado. Envuelto en otra metáfora siniestra y real, que en el fondo parece otra película de terror o, simplemente, una pesadilla camuflada sobre deseos incumplidos y exigencias ridículas. Abortado desde su origen, un tanto empobrecido o débil de espíritu, como un pequeño gorrión aterrorizado.
De aquellas dos almas nocturnas, lector y escritor, siempre uno vence. Pues, su sombra se retuerce bajo la lamparilla de la mesilla o el deslumbramiento de un faro de coche americano, y una mente profunda como una madriguera. Son dos elementos de adorno, personajes de una ficción entrelazada, hasta la muerte. Pesadilla de uno o ambos, víctimas de sus pronósticos familiares y pasados, de su extraño movimiento titubeante o ronda nocturna. De sus ojos cerrados ante el fracaso personal o la reapertura, del nuevo amanecer y sus historias por separado, sin tocarse ni herirse, tal vez no.
Los nocturnos son actores y escritores, por tanto, que deambulan entre errores y mentiras, personajes de novela o un best-seller que no va más allá. Dos figuras convalecientes, seleccionados por su naturaleza o fuerza empírica, animales de la escena del crimen, o la cinematográfica, que exhiben sus cualidades ante la cámara.
Incluso, motivan más otras, pues son vidas errantes, mientras el guion principal ha permanecido siempre inmóvil, parapetado en la oscuridad, enloquecido con sus renglones torcidos por la violencia, en la frontera del lujo y la Texas más salvaje. Ellos, permanecerán atentos a cualquier indicio de peligro, igual que lechuzas con sus pupilas dilatadas o fantasmas sin vida, como vaqueros tísicos de vidas cancerígenas, para el otro.
Al final, resta un rumor sobre la vela encendida, un canto desesperado. El rescoldo de una relación pasajera y huérfana, humillada, rendida, ideada... ya no arropados ni amenazados con aventuras sangrientas, sino huyendo de todos los animales, propios y extraños. El ganador es el fuerte, siempre, poco evolucionado intelectualmente, incluso. Con deje calmado y asintomático, de profundo malestar, calculado. La trampa que se extiende para cazar a la víctima, ataviada de pequeños obsequios para llamar su atención... asesinatos literarios, madrigueras pretéritas, o nidos imposibles. Otro plato que se sirve frío, extremadamente gélido, una sopa de letras hecha con tibieza, errática, cambiante... y vuelta a tachar, palabras que empiezan por r o v. Novelas titubeantes, sobre ese mínimo rayo esperanzador del nuevo amanecer. Esperanza o la muerte.
Este año (probablemente no resultará vencedora, no es pronóstico), porque Amy Adams no se refugia ni se tapa ante el riesgo. Su segura apariencia y mirada fresca, soporta las inclemencias y la rigurosidad de una atmósfera contaminada, posee la paciencia para leer y enseñar, es la heroína que podría salvar a este planeta condenado.
En el exterior, parece preocupada con el paso inescrutable del tiempo. Pero, internamente, se decanta por el acercamiento y la comprensión de lo diferente. Dicho de otro modo, reabre sus perspectivas como actriz segura del momento, con vis cómica y crecimiento dramático. Cuando se pone la piel y la escafandra de aventurera lingüística, u otros papeles como el anterior, en una filmografía que representa su identidad y su realidad más familiar. Sus mujeres interpretadas, establece en pantalla, sus miedos con aceptación y riesgo, haciendo cara a los problemas y sus relaciones, pasada o futuras, con los hijos.
Mientras que el director Denis Villeneuve (el del fuego de la guerra en Indendies, el maltrato de Prisoners, el existencialista pesimista de Enemy... y el Sicario vengativo), en plena forma física e intelectual, concurre a este espacio con una visión positivista del género de la ciencia ficción. Algo, raramente alcanzado por ningún otro. Firme como una aparición sobre nuestras cabezas, plegado a cualquier imagen o palabra prestada, a través de la adaptación de Eric Heisserer (Nunca Apagues la Luz) sobre el relato "Story Of Your Life" de un novel escritor llamado Ted Chiang. Donde se abunda en la desunión y la falta de comunicación, generalizada.
Desde luego, la carrera del director canadiense es de otro planeta, se salta todas la reglas y sintaxis cinematográfica, para describirnos un concepto científico que se aparta de lo divino.
Aquí en Tierra, Villeneuve introduce a los protagonistas en un gran laberinto, sopa de letras invertido, casi otro sueño.
En Arrival, La Llegada de una anunciación (no virginal), aquellos padres de escritos arcaicos y dotadores de experiencias únicas a las antiguas civilizaciones (supuestamente), propagaron la semilla de la inteligencia emocional, incluyendo la paz, la comprensión y la reflexión en las nuevas generaciones venideras. Son los dioses de siete tentáculos, como las arañas de la maternidad, son los padres de la comedia existencialista, del surrealismo vertical convertido en horizontal, de la respiración de los pequeños pájaros y la escritura avanzada. Son la voz gutural de la expresión bondadosa, o monstruos incomprendidos, ante nuestra manifiesta incapacidad comunicativa.
Entre alumnos perdidos, desprotegidos y asustadizos como animales heridos, su expresión es la revelación, ante todos aquellos problemas causados por la incomunicación, o la falta del deseo para hacerlo. Siempre, las cosas más relevantes parecen desintegrarse ante el espacio más terrenal, de los ciudadanos, esperando las decisiones de seres poco inteligentes, humanos.
La señal en el horizonte, amenaza, o ilumina el futuro. Es una señal de odio o de esperanza... terror recurrente que se instala en las mentes, negando la realidad de un entendimiento, una y otra vez, como en el pasado histórico, en los albores de la civilización de Kubrick. Una muestra sordomuda, una lectura ciega, cuyo sentido desconoce el ser humano plegado a su debilidad, la mortalidad. Siempre divididos, atacados entre sí.
Para ello, Mr. Villeneuve (antes del Blade Runner de 2049), basa toda la estructura narrativa en el propio lenguaje y el contraste artístico, de brumas y ciencia avanzada. Como único método posible, para no caer en otras soluciones más drásticas y habituales del cine scifi, plagado de violentas respuestas, sin apenas silencios. Su solución no es belicista, aunque los ecos lo anticiparan como conquista, pero sí, una posible amenaza o aumento del terror nuclear, alrededor del planeta. Donde la profesora y lingüista interpretada por Amy Adams, es el centro ´virginal` de todo, protagonista de un encuentro onírico, cubierto por paralelismos metafísicos, entre dioses y monstruos tentaculares, comunicadores y oídos sordos.
Arrival, visita el pasado y descubre un futuro confuso (rodado en Québec, Montreal), un mundo perceptivo que envía una especie de obsequios fonéticos en otro plano dimensional e intelectual. E irá descifrando la realidad, con formas elípticas o circulares, un rompecabezas sintáctico para asombrar con su pacífico testimonio sobre la vida y la muerte. Pues, estos visitantes no parecen primerizos, vinieron junto a dinosaurios o monos, fueron el sonido del espacio y el monolito, propagaron la semilla mental, planificaron, dejaron a nuestro albedrío las respuestas, promocionan la confianza, sin ocultación del rostro o los ojos azules. Sin indefinición en el discurso, sino profundidad para comprender que la naturaleza ofrece todos los conocimientos, y la tecnología.
Las secuencias, más surrealistas no lo son, pues esto es la ciencia ficción. Imaginación en la repuesta a las vanas plegarias, para ayudar a someter a nuestros miedos más recalcitrantes, el temor al otro, al llegado de fuera. Al que viene a aportar, no a destruir. Podría ser (o debería), la sangre de un nuevo futuro.
Frente a esa superioridad moral, del humano, La Llegada confirma las apariencias y disfraces de la sociedad y algunos mandatarios, las diferencias entre bípidos y supuestos heptápodos más avanzados, la comunicación básica contra la universalidad del lenguaje. La frustración contra la esperanza. El amor a otro nivel, haciendo cara a nuestros odios acérrimos. La profundidad de lo dicho por 12 enviados, contra la beligerancia ante lo desconocido o mal interpretado, la inteligencia de Villeneuve y el texto escrito, frente a la desesperación de los que abandonan sin calma, este espacio cinematográfico.
Incapaces de entablar una comunicación fluida con las imágenes, incluso, entre ellos mismos al cruzarse en el pasillo o el baño. Con sus vecinos, desconocidos. Sin duda, un defecto que refleja nuestro lado más intolerante y despreciativo, la inseguridad ante lo extraño, que depara siempre una confrontación desigual e invasiva. Como aquella borrosa aparición en el pasado de nuestro antepasado, quizá.
En el aspecto técnico, más material, destacan los efectos digitales bien empleados y la calma para enlazar las secuencias, con movimientos precisos y palabras claras. También, aportan las apariciones casi sugeridas, flotantes, de actores como Michael Stuhlbarg (Dr. Strange y tercera temporada de Fargo), el hongkonés Tzi Ma, un cuidadoso Forest Whitaker (Rogue One) y el abducido por la mirada e inteligencia del papel de Amy Adams, Jeremy Renner, el Ojo de Halcón que visitará Wind River, del actor y director primerizo Taylor Sheridan, acompañará a Vengadores, Hombres Hormiga y los sonidos de otros animales del Ártico.
En definitiva, Denis Villeneuve vuelve a escoger la figura representativa de la maternidad, alargada de nuevo, para trasladarnos la idea tutorial de unos seres "lenguaraces" y protectores, si bien, la estrategia elegida se desenfoca en diversos advenimientos y predicciones, no tan asumibles por un cerebro corriente, basado en la apreciación visual. Sobre todo, en la divulgación de hechos emocionales y reproductores, donde el futuro pertenece a los genes, vinculados a las estrellas. Es decir, a una docena de apóstoles evolucionados.
Dice Amy Adams: "El Oscar de Hollywood, no es necesario para tener una carrera exitosa"... y añado: "Ni unos ojos transparentes y limpios".
Jóhann Jóhannsson - Heptapod B [From "Arrival" Soundtrack]
Nocturnal Animals Soundtrack - Suite (de Abel Korzeniowski)