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domingo, 14 de diciembre de 2014
Gone Girl.
A veces 1 + 1 no suman.
La filmografía del director nacido en Denver, David Fincher está repleta de características y evoluciones intransferibles como método para elaborar una historia entrelazada, tanto visualmente como en la manera que tiene de contar los sucesos en el horizonte personal hacia el entretenimiento artístico.
Desde la alienada, Alien 3 (quizá su trabajo más cuestionable) ya demostraría que su visión del terror, y del cine en general, tenía que ver con ciertos aspectos que luego serían su seña de identidad en los siguientes proyectos; con su pulcra y perfeccionista forma de rodar llegaría a desarrollar un complejo sistema de parámetros que circularían por sus nuevas películas. Siempre con una ambientación perfecta y la conjunción de un equipo bien engranado.
Cuando aparece el terror, Fincher pierde la sugestión por los escrúpulos y se zambulle plenamente en perturbar y conmocionar al espectador con giros inesperados y comportamientos escandalosos de ciertos personajes, también pudieran ser llamados monstruos. Esto se puede comprobar en El Club de la Lucha y su visión pretenciosa del terrorismo, pero más sensiblemente en su escalofriante Seven dónde priman los bajos instintos de la humanidad. Además de contar con otra de sus temáticas preferidas, la siempre cinematográfica Venganza con mayúsculas.
Es evidente que en el último film Pérdida (la Gone girl podría ser una Refugiada en el Acecho) lleva este aspecto de los ajustes de cuentas hasta su última gota de sangre en el terreno de la moralidad.
Todo aquello que pudiera desprenderse de su sencillo y nada llamativo título, gira alrededor de la mentira como su refugio exclusivo. Lógicamente como buen contador de historias, el cineasta se apoya en aquellas consecuencias que establecen estos comportamientos criminales, tanto en el ámbito de pérdida individual como en los diferentes juicios que plantean en la sociedad. Siento el público del cine, sus más ávidos seguidores de su plasmación cinematográfica sin comprometerse de manera personal. David Fincher se convierte en voyeur de la información que generan los demás en la sociedad.
Esta Perdida, está relacionada con algunos aspectos del cine de uno de los directores más gratificantes e inquietantes de la industria norteamericana, entre las grandes taquillas y una independencia que parece recuperarse de la mercadotecnia. Fincher no ha perdido su mano templada para reflejar la angustia que suscitan los celos o el sentimiento de posesión sentimental, luchando contra los convencionalismos y plantándole cara al tedio (a pesar de una duración extensa de dos horas y media), manteniendo los rasgos reconocibles por el espectador en anteriores trabajos.
Desde las zonas restringidas y cerradas de La Habitación del Pánico hasta la elaborada estrategia de las investigaciones policiales enfrentadas a las pretensiones económicas de los abogados y la temida justicia paralela que se produce en los medios de comunicación (Zodiac o The Social Network).
Sin embargo, tras todo este maquillaje exterior relacionado con la sociedad y sus preocupantes canales, Fincher propone hábilmente, y como es habitual, el juego entre un argumento práctico y la mente imaginativa del espectador. Reconociendo no haber leído el best-seller de Gillian Flynn sobre el que está basada la película Gone Girl, se muestran las intenciones del guión (adaptado por la misma escritora) que se bifurca en el amplio sentido del extravío en todos los sentidos. Desde el inicio, en lo interno y hacia fuera de la gran pantalla, resonando como un eco cuando se ha terminado el pase.
Por un lado, nos trasladamos a una desazón de los protagonistas (también con ese reto interior) mediante la colección de momentos extraños dentro de la institución matrimonial, es decir, con mediación del engaño, la ocultación y el sentido de posesión.
Mientras paralelamente a la lucha emocional que ejercen Ben Affleck (Argo) y Rosamund Pike, nuevos personajes aparecerán en la búsqueda por los distintos departamentos sociales que son para el director de Colorado parte del problema o de la solución.
Ambos actores se lanzan al juego, ofreciendo lo mejor de sí mismos, uno contraído por las circunstancias y empequeñecido ante las noticias que va descubriendo, sereno ante la cámara aunque los críticos con su faceta de actor prefieren a un Affleck suelto tras ella. La otra, dando una muestra de los registros contenidos en una mujer herida, con un aire de suficiencia que le permite haber construido uno de sus mejores papeles (junto a An Education) hasta la fecha. Enhorabuena, su interpretación bien vale algún premio.
En Perdida se abren esos juicios paralelos entre la prensa amarillista, la policía deseosa de una rápida resolución y la justicia, unido todo ello a un sentido del humor negro... negrísimo, casi imperceptible ante los traumáticos hechos difundidos.
Por el otro lado, mientras Mr. Fincher mantiene un escrupuloso rigor visual, se decanta por confundir con imágenes su propia opinión y dejar la sentencia en manos del público, zarandeado de una banda a otra como una caja de cartón con un misterioso contenido rodando a su libre albedrío. Y aunque, todo parece perdido, salpicado por la sangre y fuera de la ley, está atado con inteligencia y bien atado.
Este juego entre el argumento y el voyeurismo mediático, despierta la participación o la curiosidad, por lo que es imposible desprenderse de la acción sin emitir juicios continuamente y ejerciendo una fatal atracción hasta la última secuencia. No por casualidad, su filmografía contiene un título llamado The Game.
Gone Girl encuentra lo que buscaba, la pérdida en distintos niveles del emisor y el receptor, con preámbulos de otras películas para envolver una sociedad enferma con los lazos del amor. El juego y la lucha, el compromiso o la pasión desenfrenada.
Aquí, perdidos, nada parece lo que verdaderamente es, pues los puntos de vista son infinitos. Tantos como ojos observen los dramáticos, esperpénticos, sucedáneos sucesos. Zarandeándonos con la maldad intrínseca sacada de los pecados capitales, hasta jugar al gato y el ratón en tiempos del zodiaco. Todo encerrado y controlado desde su cámara que es la antesala del pánico y el caos psicológico, con tendencias al terror y el frío asesinato; siempre ayudado desde la interpretación de un elenco perfecto y sus colaboradores musicales Trent Reznor y Atticus Ross, acrecentado con una partitura tensa y enigmática, ese sentimiento de pérdida en una frontera u otra de la historia.
Si nos convertimos en una especie de juez, el filme y su carismático director habrán conseguido su desafío. La hipocresía tiene un carácter surrealista como una fotografía a destiempo, o exhibicionista, según las repercusiones lleguen a las redes sociales y medios de comunicación. Observar como el amor es un personaje más, que puede recorrer el sentido contrario al romanticismo exacerbado, al contemplar como Benjamin Button se deshace como un azucarillo en el tiempo y es devuelto por la corriente de lo aparente y aceptado socialmente.
Una de mis pasiones, es imaginar.
Imaginemos pues, esta relación enfermiza con síntomas de psicopatía como podría desarrollarse sin cámaras de televisión ni juicios al margen. Solamente en la intimidad de cuatro paredes cargadas de reproches y miedos... acaso, la pareja no se transformaría en los personajes cínicos y mentirosos de La Guerra de los Rose, dirigida por un Danny DeVito en plenas facultades.
Ya casi estoy viendo a Michael Douglas y Kathleen Turner colgados del techo, vapuleándose con tumores gangrenados y sentido del humor ácido salido de sus estómagos devorados por el odio. Recuperar los viejos tiempos y el amor perdido, o morir en el intento a base de vitriolo.
David Fincher ha sido seleccionado a los Globos de Oro a mejor dirección, junto a tres premios más. En Cinecomio aún restan un puñado de filmes académicos por visualizar, pero su candidatura no parece perdida en saco roto, por los comentarios emitidos en la red social.
*** Notable ****
Tráiler The War of the Roses (1989)
The Way he looks at Me - Trent Reznor y Atticus Ross (Gone Girl Soundtrack)
2
lunes, 8 de abril de 2013
Jack Reacher: La diferencia entre el bien y el mal.
Del conflicto a la interpretación.
Nunca hemos reconocido en Cinecomio a Tom Cruise como un actor de carácter, pero hay que reconocerle un rostro capaz de hacer dinero en todo los trabajos que haya realizado. Esto le supone una "mérito-cracia" en lo referente al público, ya que ha sido vituperado en sus films en infinidad de ocasiones (seamos o no seguidores de su forma de entender el cine). Tom Cruise siempre ha representado el espectáculo y el glamour de Hollywood.
Nosotros aquí le reconocemos su valía en el aspecto de superar una dislexia (le impedía leer y escribir con cierta displicencia) durante su juventud. Por tanto, hacer frente a un problema con un cierto grado de superación.
Jack Reacher parece un papel hecho a su medida, con todos los tics de sus papeles de duro de sus comienzos, pero con la diferencia de un peso elevado en la mente del actor por los años de rodar por los platós. También es el segundo trabajo del director Christopher McQuarrie (ahora se habla que pudiera enfrentarse a otra entrega de Misión Imposible) y autor de algunos guiones de éxito como Sospechosos Habituales. Por lo cual, se puede decir que Jack Reacher tiene una base argumental por encima de la media de otras producciones semejantes.
Cabe la posibilidad que el comienzo de una película se propague como un reguero de pólvora, en el cual el espectador se ve arrastrado y enganchado a la historia. El director McQuarrie consigue dicho efecto, sin la presentación del rostro mundialmente conocido de Cruise. Pone en los primeros minutos de metraje toda la pirotecnia necesaria para crear una ambientación de thriller policiaco atractiva, con el terrorismo internacional y el espionaje industrial en escena.
Tampoco aparecen otros rostros, protagonista principales del filme, como la pareja de sufrimientos interpretada por Rosamund Pike, ni la sugestiva imagen de dos buques insignia de la cinematografía americana como Richard Jenkins o el querido por todos Robert Duvall. Siempre una imagen mayestática de saber estar en estos dos grandes actores.
El guión de Jack Reacher, en manos del propio director basado en una novela del británico Lee Child (como dato curioso aparece en un pequeño papel en la película como sargento de policía) nos adentra en una trama de espionaje y asesinato, algo confusa en algunas de sus partes. Sin embargo, consigue mantener el ritmo de la trama hasta el final sin demasiados problemas.
Cuenta historias sobre seres escapándose de realidades o de pasados afilados en sus carnes. Hasta aquí, todo correcto y con cierta contundencia en las imágenes y diálogos.
Sin embargo, las deficiencias aparecen con la suficiencia de los gestos y acciones del protagonista, cuando el policía militar se convierte en una máquina de matar y un cerebro superior a la media de sus enemigos. Por otro lado, el aspecto de galán arrollador y atractivo de Tom Cruise con las mujeres de cualquier edad, es un hecho que no me preocupa especialmente, más bien, lo ignoro en la crítica actual. Pero, está ahí.
Las tensiones que se derivan en los encontronazos (más o menos esquivos) del policía militar en la clandestinidad y la abogada interpretada por Rosamund Pike (Orgullo y Prejuicio, An Education) producen una extraña y misteriosa pareja. Y el director explota una imagen de dureza con cierta ambigüedad al romanticismo.
La tensiones derivadas de la acción principal, quizás, conforman los altibajos que sacan al espectador de la trama en ocasiones, cuando el flirteo y la profusión de atractivos sexuales y sentimientos no redondean las relaciones con el género femenino en el film. Jack Reacher se mueve en los terrenos de la profesionalidad y los medios de combate cuerpo a cuerpo... pero solamente en los barrios, parques y puentes de Saltsburg, Pennsylvania, dónde está rodada la acción.
Ahora bien, esto no es óbice para la consecución de otros retos al alcance del guionista y director. La investigación pseudo policial (por estar al margen de los actitudes habituales de los mandos policiales) depara encuentros con lo más interesante de la película, sin lugar a duda.
Profusas y espectaculares escenas con tiroteos y la aparición en escena de los malos de la cinta, con un peso sin parangón para un grandísimo Werner Herzog en el papel angustioso y maligno al extremo de The Zec. También acompañado de forma terrorífica por un puñado de matones y asesinos a tener en cuenta, y alguna sorpresa que hay que desmadejar en su visionado final.
La violencia de gesto y mirada del maestro Herzog, es suficiente para conseguir un estado de alarma y deseo de su próxima aparición en la gran pantalla. Sin concesiones, este actor y genial director de filmes, y sobre todo documentales, simplemente con su profunda y arrastrada voz nos prepara para caer en la maldad absoluta.
Para finalizar, como la trama en algunos momentos se hace espesa y rebuscada, con una investigación que produce instantes de pérdida del hilo argumental, y algún que otro papel cuestionable para mi gusto, diremos que en la maldad radica su esencia.
Sin esta acciones reprobables y herzognianas, no sería lo mismo. Por lo tanto, podemos acreditar que os divertiréis con Jack Reacher y su semejanza a otros personajes ochenteros del cine.
*** Interesante ***
Oblivion, de Joseph Kosinski (TRON: Legacy). Reparto: Tom Cruise, Nikolaj Coster-Waldau, Morgan Freeman, Olga Kurylenko, Zoe Bell, Melissa Leo, Andrea Riseborougn, Lindsay Clift.
Películs Mud (Barro), de Jeff Nichols (Take Shelter). Reparto: Matthew McConaughey, Jacob Lofland, Tye Sheridan, Reese Witherspoon, Michael Shannon, Sarah Paulson, Ray McKinnon, Sam Shepard, Paul Sparks, Joe Don Baker. Espectacular elenco.
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