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miércoles, 18 de diciembre de 2019

The Sinner (Season II)



La serie creada por Derek Simonds, no contaba a priori, con grandes nombres en su producción o la interpretación, marcada por la aparición y el empoderamiento vengativo, más lucido y onírico de Jessica Biel, contra la violencia de carácter masculino y sexual. Salvo que aquel otro rol de protagonista, recaía en las espaldas laceradas de un detective bastante atípico, con la sapiencia deductiva del gran Bill Pullman.
El agente es un individuo intenso de puertas para adentro (es decir, su vida privada y la conciencia), algo proscrito visualmente por sus tendencias lesivas, que durante el trascurso de los años, ha ido reposando como un buen vino. Sin embargo, agriado por sus fatigas emocionales y algunos instantes en la memoria.

Ahora, tras desempapelar aquel tinglado primero y una manada masoquista, sigue siendo indispensable en la recreación televisiva de USA Network y distribuida por Netflix, con este papel de talante seguro en el trabajo y de personalidad envolvente, pero atormentado. En sintonía descriptiva con los hechos, gratificante con las víctimas y cierto paralelismo con los argumentos descritos en la serie The Sinner.
Lugar introspectivo donde abundan los circunloquios visuales y sugerentes golpes, tan contundentes como severos. En ella se relatan hechos transgresores, que te zarandean por su potencia narrativa e intentan noquear al público, técnica y psicológicamente. En el pecado, hallaréis la penitencia... o no, depende de los padres, o hijos.

También la segunda temporada, comienza sacudiendo esos cimientos habituales del crimen, para camuflar en una mente envenenada, los desencadenantes de una decisión gobernada por rituales extraños y un ambiente violento dentro de una especie sectaria y silenciosa. Tan de moda en The Leftovers u otras con extrañas familias, como en los tiempos del hippismo y unos miembros enloquecidos con las drogas. Un ejemplo de condenados a muerte por Érase una Vez en Hollywood, o igualmente, en las tendencias actuales e interesadas, de nuestra sociedad alienada.
Si en aquella primera y recordada temporada, por las terribles consecuencias retratadas, el oficial de policía de New York, compuesto de nombre duro y sugerente a la vez, Harry Ambrose; se mortificaba cayendo genuflexo ante el deseo o el vicio, se levantaba a duras penas ante un caso de abusos genéricos y continuados, sobre la estupenda Miss Biel, también dedicada a labores de producción.
Como un buen policía o silencioso pecador, demostraba sus métodos deductivos y la capacidad para sonsacar información con buena cara... las críticas al oficio y la vida personal, iban por dentro.
Ahora, en esta segunda oportunidad, tan inquietante como aquella apertura soleada, nos trasladamos a tierras de clausura y libertinaje, rotando entre las caravanas lindantes de Carolina del Sur (de penitencia a su ciudad natal, concretamente Mosswood) y sus alrededores, como centros penitenciarios o juzgados, en decadente y forzado viaje hacia un aluvión o catarata de sensaciones encontradas.

Por consiguiente, un nuevo caso que te va envenenado el corazón, poco a poco, como la mala educación representada del adolescente extraviado, para ir envolviéndose en túnicas sagradas del pasado, secretismo y cintas de vídeo. Más hippie, esotérico y perverso en último extremo, con cierto estilo a Helter Skelter. También gracias a la partitura de la compositora Ronit Kirchman (Limetown), nominada a los Globos de Oro del año 2018 y algunas canciones míticas en el zurrón, encabezadas por bandas como Depeche Mode, The Cure, New Order o Queen, bajo presión junto al admirado David Bowie. A disfrutar, o sufrir con sus repercusiones familiares... ¡es casi Navidad!

Otro sabio... true detective.

En esta ocasión Mr. Pullman, deberá contar con un invitado encausado o sacrificado, bastante especial, con la intención de sacarle entre los barrotes familiares, físicos y psicológicos. Caracterizado de forma introspectiva, a la vez que empática, por el joven actor Elisha Hening, nos veremos abocados a un asesinato con bifurcaciones en la carretera y el tiempo.

Frente al siempre efectivo Tracy Letts (protagonista de Los Amantes, ahora atrapado en LeMans 66) posee otros tres proyectos en la cartera, junto a Florence Pugh la estrella de Midsommar, en el filme Little Women de Greta Gerwig y el proyecto de Adrian Lyne, Deep Watet junto a Ben Afleck y Ana de Armas. Más, la atractiva Hannah Gross, recordada como caso aparte en Marjorie Prime de Michael Almereyda, pieza desactiva de The Joker y episodios de aquella gran serie, antología del crimen en serie, titulada Mindhunter. (Próximamente...)
En racha cataléptica, desplegada en cascada sobre el éxito, la veremos próximamente en Disappearance de Clifton Hill, en la eléctrica Tesla también conducida por el director Almereyda, o en una película dirigida e interpretada por Viggo Mortensen, de título Falling.

Pero volviendo a la realidad ficticia, el detective tendrá que lidiar con la contradicción de la edad a sus espaldas y sus calientes sensaciones. En un caso paralizante de personalidades, para demostrar que ciertas aptitudes de libertad, pueden convertirse en una pesadilla existencial, mientras el hocico de experimentado sabueso, se luce para esta investigación indiscriminada, que se divide en lazos cosanguíneos incompletos y saqueos privados, diseccionados tras los pasos de un parricidio, o caza mayor del abuso adulto a primera vista.
El policía se encuentra con ese fruto prohibido, sobre una relación extraviada en el tiempo y el espacio, sin sorprenderse en absoluto... pobre... con todo lo que tiene tras de sí. Tan perdido que parece el eslabón no engrasado de este caso atípico, como aquella batalla sangrante en primera línea de playa que reconocemos o recordamos.

Algo se presiente en el ambiente tormentoso, tendencioso y oscuro, que se va complicando más todavía, debido a la escasa experiencia emocional del acusado y sus poses introvertidas frente a las entrevistas. Algo a destacar, como en la serie antes mencionada en este comentario, junto a las crisis paralelas de identidad, interpretadas por el distanciado y llamativo muchacho, y sus contubernios internos con la realidad, algo surrealista o viciada por otro lado.
El actor de pelo ensortijado, con un solo título cinematográfico llamado Future World y apariciones esporádicas en series, realmente deja su marca, reclamando su pequeño lugar e inteligencia (emocional e interpretativa) dentro del conglomerado masificado o los efectos nocivos de Una Familia... Este grupo reservado que resuena con crímenes horrendos, ´y bastante rocoso` en el fondo inhumano, con que se han producido secuestros de mentes sensibles.

El veneno está servido en el plato del policía, en los márgenes de la libertad aparente, de la mentira o los ruegos, los exorcismos grupales, y la salsa de una incógnita materna. Esto es, con el nombre de Comuna ideológica o mágica, desaparición trágica y decadencia del amor libre. O no, claro, depende de aquellas experiencias lejanas.

La inteligencia o la secta.

Por supuesto, como en la anterior entrega maliciosa, lo más interesante de la trama inteligente que se centra en esa memoria condicionada por elementos psicológicos, la sabiduría del experto investigador, las querencias trastocadas de los personajes y una intriga destripada a cuentagotas.

Con estas mimbres identitarias, con sus atributos característicos y planes indirectos en el horizonte, ya suena la tercera, el público se ha ido abonando a sus pesquisas de carácter sexual. A sus revueltas pensantes, poco tradicionales o alternativas, dentro de la anormalidad actual... que no es poco.
Además cuenta con algunas nominaciones y acreditaciones con apellidos míticos en la producción, como Brad Carpenter (no de John, sino hijo de
Boardwalk Empire con Buscemi omnipresente) y el director Antonio Campos, del que pronto veremos sus trabajos esperados The Devil Alt the Time y The Firts Omen.
Igualmente contamos con dirección de Gates Tucker o John David Coles (normalizados trabajadores en series de la cartelera televisiva), con la actriz y directora con raíces jordanas, Cherien Dabis y la siempre interesante mirada de Brad Anderson. Un director que puede otorgar este aire tan tétrico, asfixiante y transgresor de ideas metafísicas o existenciales. Por consiguiente de mentalidades algo confusas, que ya emprendiera en películas espesas como Session 9, la contundencia de El Maquinista o Transsiberian. Con su mente puesta en numerosos proyectos, como el misterio de un Fracturado con Sam Worthington.

Mientras en el guión o los recuerdos telegrafiados de la serie, los capítulos están para ir descifrando su realidad, causar la tensión máxima y reflexiva, a través de la sucesión de pesquisas, interrogatorios intravenosos por parte del agente y las imágenes incendiarias de protagonistas y adyacentes consecuencias. La cuestión en la balanza, entre la pareja racial Natalie Paul (Mr. Mercedes, The Blacklist) con la anteriormente mencionada Ms. Gross, o el actor Jay. O. Sanders.
El sabueso, tan inmaduro emocional, como experto en artes amatorias u otras, tendrá que realizar una desactivación de las leyes y perseguir las pesadillas que esconden, las de todos, mezclarse con terroristas de la personalidad, para abrir las heridas del derecho judicial.

Entre memorias perdidas en viajes recreativos y luctuosos, llamaradas personales e incertidumbre emocional, nos encontramos con una nueva fusión de pareceres, o más bien padeceres, debiendo encerrarse junto a un antiguo mal, hasta engañar su propia perspectiva del tiempo y, por tanto, enderezar la consecución del caso resbaladizo, entre manos.
Conocido como, el pecador (no de la pradera..., ejem), es redentor de estereotipos difusos, donde el personaje interpretado por un racional y fantástico, Mr. Pullman, se presenta afín con el dolor de las víctimas más indefensas o alteradas por reveses extraordinarios.
El crimen como significativo elemento vengativo, que el ser humano común, le devuelve en continua comparación con él mismo.

Resolutivo frente a los marginados, aplicado en su trabajo de calle u oficina, desatascador de varias trabas institucionales, involucrado con su perseverancia crítica, de profesión tan desprestigiada a veces, como orgullo de policía. Es un personaje carismático, normalizado y pleno de empatía con el dolor ajeno, que de forma inverosímil, no busca beneficio, sino redención... Y por descontado, demasiado alienado dentro de este universo opresivo, como casi todos... sentimos.

La Tercera Vía...

Es esa experiencia. Mr. Pullman, nacido en el corazón navideño de New York y reeducado en Universidad de Massachussets (New England), ha pasado por etapa de representaciones teatrales en la juventud, hasta comenzar tardíamente en el cine y televisión, a la divina o anacoreta edad de 33 años.

En últimos tiempos, se había empequeñecido aparentemente en pantalla, como atribulado en una habitación algo oscura de la crítica, desafiando a la tele tras aparecer en títulos algo ´frikis` de éxito, a lo largo de su carrera.
Acusado en Episodios simpáticos, como Spaceballs o la difusa Casper, la versión norteamericana de Ju-On: The Grudge (aún más borrosa) y alguna que otra transfusión de fluidos más severa, dentro de la serie de Scary Movies. Algo que podía haberle mandado a la lona, definitivamente. Aunque resiste igualmente, a las dos partes incoherentes de Independence Day, maltrató sin piedad en condena temporal, por su épica todopoderosa, odiada por estos lares u otros... cosas de barras y estrellas.

Por contra, recordamos también aciertos básicos o complejos, en divergente sociedad con el Séptimo llamado Arte, como las recordadas experiencias animales, con La Serpiente y el Arco Íris o unas Mandíbulas. La conectividad sexual con la Última Seducción y la libérrima Linda Fiorentino, Lost Highway de David Lynch, o últimas apariciones en The Ballad of Lefty Brown junto a Peter Fonda, la comedia Battle of the Sexes con Emma Stone y Steve Carell y el biopic político Vice.
Así que posee poso, experiencia suficiente para salir a flote de cualquier situación complicada, de cualquier perversidad, con poderío para enfrentar una regresión interpretativa del interior o complejo de nueva hornada. Algo que le viene muy bien, con vista a encarar una nueva temporada de The Sinner, en la localidad de Dorchester, se comenta junto a Chris Messina (Sharp Objects) y Matt Bomer.
Y reclamar un puesto más esencial en esta actual etapa, de creciente producción televisiva y misterios criminales. Quizás por eso, lo veremos comprometido en el filme Dark Waters de Todd Haynes o en The Coldest Game, absorbido por una dura partida de espionaje ajedrecístico.

El detective Ambrose, está relacionado personalmente con los vericuetos criminales, que alterna con prestigio personal y sacrificio ahogado en el humo, produciéndole efectos secundarios dentro de estas investigaciones enrevesadas. Ahora, debiendo encerrarse de nuevo en el pretérito y ver lo que se esconde tras el incendio, respirar en una habitación hermética con una rendija a la sociedad que hemos ido creando, hermetizando en el odio. Erigido sobre un altar de misticismo y mentiras, para salir airoso... si puede ser... salvando al tip@ común, a la pieza más debilitada dentro del pentagrama musical del diablo. ¿Recuerdas a Mason, a Wacco?
Por tanto, podríamos decir que, por la cerradura de este cuarto brumoso, nos encontramos con un individuo cabal, que no se desnuda fácilmente ante esta troupe, demostrando que más vale ser humano e individual caballero, que un luchador efímero en un mundo de apariencias.
Es decir, un verdadero inspector de conciencias, que no se basa en primeras circunstancias, para ir profundizando y sopesando la balanza de lo justo, negacionista de la apariencia, erigido como malabarista de la contradicción.

De aquí, el atractivo de la serie The Sinner, evidentemente. Pues navega por dos estados psicológicos, uno frío y profesional, más otro alterado o confuso interiormente, porque posee cierto paralelismo con vida sentimental o pesadilla personal.
Bastante crítica en ocasiones, poniendo al límite sus estados pasionales o esas actividades sociales que disecciona, que nos tocarían directamente como una perversión sexual. Esos actos, significativamente disfuncionales en la intimidad, que provocan al personal y pueden sucederle a cualquier extraviado de la vida... Si bien sólo, de nuevo, se verán condicionados por el recuerdo de la madre y su decisión relegada... otra herida no cicatrizada del pasado.

Horizonte a un nuevo Pecado.

Pero, en esta distopía criminal, envenenada y algo catártica, además de travestida con túnicas de modernidad más que peligrosa, hallamos una extraña sensación granítica, que resuena en banda sonora, a ecos bajo el éxito de un Álbum Blanco del Rock.
Por supuesto, otra vez de moda, después de la película de Quentin Tarantino y su visión cosmológica o paradigmática de la ficción más negra de Hollywood y sus hijos. Por lo que los capítulos se van desvirtuando conceptualmente en el ocaso del recuerdo, sensorial o estratégicamente, en busca de la involución social actual o el retrato más acorde a nuestros tiempos. Cierta y severa, disfunción familiar...

Basta convertirse en una catarata de ideologías confusas, revolucionarias, entre lazos sanguíneos en busca de una planta tóxica o retoño... cualquiera tendría un hij@ ahora. Este es un apunte para despistar al personal un poco... Época de saltos generacionales a ningún lado y nulas futuras pensiones, al lado de un actor en estado de gracia, que nunca defrauda Mr. Pullman frente a su alter-ego femenino, que he silenciado hasta este momento.
Disfrazada de paradigmática presencia materna, gracias a Carrie Coon (sufrida distópica como en The Leftovers o Fargo), con sus características discrepancias policiales, hasta que la personalidad del agente consigue la definición sincera. De voces silenciadas a voluntad, por el miedo a la manada y sus adulteradas prácticas o la violencia estructurada de una especie de taumaturgo o entidad mesiánica. Vamos un engaño, con esas falsas teorías apocalípticas tan típicas. Que, aquí, se difuminan al final, y parecen despeñarse bajo un halo bastante pétreo o... quizás de total abstracción hacia otra magnitud metafísica. No lo entendí muy bien, ¡la verdad!

La serie The Sinner se basa en las novelas de la escritora germana Petra Hammesfahr y golpean como un martillo pilón, contundentemente las conciencias desprevenidas sobre un ambiente de estilo negro o suspense policíaco. Con sus imágenes impactantes o sugestivas, su capacidad para remover las conciencias. Dando pequeños toques de efecto, sobre esa fuerza grupal que nos puede condenar a la pérdida, individual o multitudinaria, conformada por fuerzas atípicas o voraces, depredadores con altas perspectivas de hacernos recaer en algún desajuste racional. O en evidente sociopatía.
Un ejemplo perturbador que pudiera convertir a un joven en monstruo, a un hijo en ejemplo perverso de la humanidad, en una mujer o futura madre sin descendencia, heroína del ayer o vengadora del mañana. Contra hordas presentes, las manadas de ayer o aquellas mentes preclaras, que se beneficiarían materialmente de la espiritualidad... Y la debilidad de los buenos sentimientos. Tal vez, al próximo ¿Bill Pullman vs Matt Bomer? Eh!

A mi parecer, creo que la primera temporada fue más directa a la yugular y de movimientos más concretos en cualquier forma de lucha de género contra la violencia machista. En cambio esta segunda, pareciendo más arriesgada y pudiendo haber profundizado en el entramado familiar o las sectas dirigidas por visionarios, al final que un poco difusa. Esperemos a la tercera mirada del detective introspectivo, a ver por dónde nos sorprende el creador y guionista Simonds, y por supuesto, su inteligente protagonista.

En fin, esto es The Sinner. Un veneno indefinido en cada entrega, que hoy invade la sangre de una mujer vacía, entre las venas de un hombre, hijo o policía. Una contradicción familiar con el sexo, que nos revisita periódicamente... Un elemento abstracto que se aparece, como la piedra filosófica de 2001, siempre con los monos batallando por la libertad. Que, en cambio, siempre necesitarían de alguna serie de reglamentos, ante la violencia desmedida o la prisión de cierto tipo de libertinaje... En definitiva, The Sinner es, en completa e inteligente medida, Mr. Bill Pullman.

The Sinner Soundtrack: Big Black Delta - Huggin & A Kissin


Tráiler The Coldest Game, de Lukasz Kosmicki.


jueves, 5 de diciembre de 2019

I am The Night.



Una opinión categórica sobre la obra artística, simplemente, no existe.
A no ser que cierta disposición interesada que abunde sobre otros conceptos, como la política, exenta de buen gusto y un talante bastante impulsivo. La tesis sobre la obra cultural basada en la ideología, es poco imaginativa, displicente y buscadora de mucha polémica intrascendente, que se conforma con complacer a sus acólitos. Por tanto, atacando a otra parte de la sociedad que es contraria a su contemplación, subvencionando a sus partidarios creativos o... plantando una exposición basura en el centro de tu ciudad.

Lo cierto es que cierta expresión del Arte, además de un ejercicio ecléctico de sueños o pesadillas existenciales, por ende surrealista, es profundamente materialista. Por los diferentes medios que patrocinan el evento en cuestión a veces, o compradores adeptos que se retroalientan para su propio beneficio social o provechosamente lucrativo.
Y especialmente, el dinero pertenece a todos los ciudadanos o "paganinis", que no pueden elegir los términos del contrato. La imaginación artística es un asunto polémico en nuestros días, lejos de renacimientos o generaciones literarias, algo meramente especulativo y superficialmente subjetivo desatendiendo a otros factores fundamentales, como la calidad de la obra o el trabajo invertido por el creador de la misma.

Por eso, en la mayoría de aquellas manifestaciones programadas, significa un espacio reservado a la élite o invita a la desconfianza de la gente, que solamente llega a una pequeña cantidad de individuos o adictos a la cacofonía artística. Así que, en contra de la educación y a favor de esa chabacanización creativa progresiva, que se reservaría la posibilidad de adquisición o la simple contemplación de su particular fortuna en un cuarto de baño. A no ser que tengas dinero de la corrupción o los tráficos indebidos que, te permitirían adquirir un Picasso cúbico, un Dalí diluido o un Minotauro de Man Ray.

Sí amigos, en este artículo vamos a hablar también, de depredadores o desviados compulsivos que contemplan la creación artística como una conjura maldita o una observación enfermiza de los factores manifestados, contra la vida de los demás. Ahí tenemos un amplio ramillete de personajes que infundieron su legado mortal sobre la historia, pongamos a los azotes apocalípticos de Nerón o la manipulación familiar de Calígula, las execrables realezas que infundieron el miedo en la ciudadanía, propagando contra la crítica, el pan y el circo. Los manipuladores que cosecharon sus fortunas y amuletos sagrados, saqueando al pueblo o asesinando a sus opositores, de uno u otro lado, por consiguiente adocenando tesoros sobre sus huesos y sangre.
Da igual la forma, imperialistas, latifundistas o revolucionarios que fundieran el oro de sus rivales en otras manos o el expolio de obras particulares, para almacenarlos en cuevas o colgarlos en retretes. A base de cuadros fruto del saqueo comunista o incautaciones racistas del nazismo a familias, corazones arrancados del pecho con sus joyas, artefactos místicos para incrementar el poder psicológico, colecciones gigantescas de zapatos o bolsos, fábricas de balas o imprentas salvajes con sangre, blanqueos contra el erario y el patrimonio cultural, palacios monumentales sobrecargados de arte para recreo personal... Todo bastante abstracto y denigrante.

Por eso en la serie, I am The Night, todo parece desenfocado, psicótico, envenenado por una educación rígida y desquiciado por falta de cariños, como muchos otros casos que intentaremos descifrar en otros comentarios próximos. Un arte triturado y convulso de huesos, que durante la vertiginosa etapa de los 60 y con el telón de fondo del racismo inherente en la época, con la tortuosa guerra de Vietnam en ciernes y todos los movimientos de protesta por los derechos civiles, no pasaría desapercibido para el gran público y las alcantarillas mediáticas de la sociedad norteamericana e internacional.
Una era de altercados callejeros (tan presentes en nuestros días, en eco repetitivo) que se vio salpicado por la inviolabilidad del poderoso y la cuestión de una violencia machista, que sigue perpetrando sus crímenes hoy en día, ya no tan impunemente. ¡Afortunadamente!.

Con la permisividad de ciertos ámbitos sociales, la propagación en viajes sin control de esas mentes desquiciadas por el mundo globalizado o la peligrosa denegación de penas más rígidas y rutinarias, para tan execrables violadores o asesinos.
Por desgracia, un retrato inherente al ser "humano", a la compulsión entre sexos, a la vez marginal y universalizada. Primeramente por las víctimas de bajo nivel social, aquí en la ficción real, casi desconocida aún, y de violencia camuflada por aquella decadencia socializada e interesada.
Un tema que salió del anonimato o los medios dedicados a la crónica negra, que creció libremente hasta nuestros días y las opiniones que restan de aquel macabro descubrimiento en negro y dalia.
El componente artístico fue demasiado feo y demencial, tan efímero y profundo, como provocador, frío y peligroso.

Esto es, la herida profunda en la sociedad artística, producida por un filo extremadamente cortante de una parte de la modernidad y el miedo, como también una de las páginas más oscuras del clasismo intelectual, dentro y fuera del Séptimo Arte.
Del mismo nivel sacrílego o la misma altura vomitiva, que los dramáticos hechos contados por la película Once Upon a Time en Hollywood... Una pena que únicamente se pueda hacer una especie de rechazo social contra los falsos profetas o aprendizaje cinematográfico contra el Mal y... no se pueda cambiar la endiablada historia, con humor ¿verdad D. Quentin Tarantino? Of course.

El maniqueísmo de L´avant-garde o el kitsch...

Esa es la cuestión, la propuesta de una versión que no deja indiferente. La lucha, algo incomprensible en el guión, que una preciosa nieta, de ojos más cándidos y penetrantes, progresó en los escritos y el tiempo. Que, aquel frío acero azul, seccionó una parte importante de su infancia, presentando con pavor a su patético pariente, un monstruo que se satisface en secreto con extremada violencia, en un momento definitivo de la acción determinante, viciosa, sadomasoquista y todopoderosa.
Una condena personal y sanguínea, mucho después de que fuera vilipendiada por su apellido, apartada por la débil personalidad de una madre desinteresada, en manos del libertinaje individual y fruto de un abuso familiar, que la marcaría en la piel y la borró en los documentos o los destinatarios de una fortuna manchada. Por ahora... habrá que descubrirlo y desenmascararlo.

La bella niña, entregada a un convento, sería dada en adopción a una mujer de clase baja y del color epidérmico de la revolución que comenzaba a ser explícita en las calles, en proporción aumento de panteras negras.
La historia privada que, sin embargo, otras veces sale de lo privado y enclaustrado por distintas voces, proclamando una exhibición que es monumental en los medios. Nada de museos o salas adoctrinadas para el gran público, sino como el mejor ejemplo de la memoria criminal de una sociedad enferma o la expresión intocable de sus habitantes más ilustres. Aquellos que estuvieron en algún momento, involucrados en otros casos como los asesinatos del Zodiaco, en alusión cinematográfica al gran David Fincher y a sus Mindhunters, en singular.

No... esta historia no es vanguardia. Ni el caso particular de un revolucionario del arte, es otro macabro ejemplo de ´sacrificio artístico`... por la nada.
Tampoco me refiero a que la serie de TNT, sea un producto kitsch que no demuestra ninguna evolución creativa, producida entre otros por Patt Jenkins (directora de Wonder Woman y un piloto de The Killing) y su esposo, el cerebro creativo y guionista Sam Sheridan no muy prolífico hasta ahora; más bien desarticulado en el interés conceptual, con un desequilibrado encuentro de capítulos. En los que se nota demasiado, la mano tras la cámara y la concreción de los diálogos en el guión.
Nos va descubriendo la trama irresoluble, tras la "obra" de un psicópata con ínfulas de superioridad intelectual y mediocridad clasista, con el apoyo de muchas voces silenciadas y la persecución periodística que quedara en un cajón.

El actor convertido en productor resolutivo y personaje apartado de la realidad, interpretado por Chris Pine, es un espejo empañado que se frustró en la calle y la guerra de Corea... Que intenta rescatar la memoria y retratar el ambiente, muy bien inspirado por otro lado, sobre aquellos terribles sucesos en los que se basa y salta entre bastidores del arte macabro. Una fotografía aún candente, de acuerdo a la memoria de la chica en problemas, con el libro "One Day She-ll Darken: The Mysterious Beginnings of Fauna Hodel" y que investiga la complejidad dramática de su argumentario criminal. Por supuesto, aún sigue sin ser resuelto, al menos en su totalidad comprobada y ejecutada judicialmente. Quedando la figura de la dama o contorno seccionado, dibujada eternamente en la acera y borrada del libro familiar.

No de un futuro espléndido en el cine, para su principal protagonista californiana, conocida como India Eisley (Underworld Awakening, The Curse of Sleeping Beauty, Look Away) y familia de actores. Cuya increíble mirada observará los acontecimientos salvajes de la maratón de Boston en el filme Altar Rock, estará inmersa en el crimen de The Dougherty Gang o en You Belong to Me con Michelle Monaghan y Casey Affleck, dirigida por Vaughn Stein conocido por su trabajo Terminal.
En fin, que nadie podrá entrecortar su avance firme... ¡creo!

El Arte de lo Macabro.

Pero antes de lo macabro u obtuso, ese periodista llamado Jay Singletary con un peso pretérito demasiado doloroso, colgado de su cámara, inicia una carrera irreal, interpretado por el mismo Chris Pine, en aumento de malestar y pesadillas violentas. Se declara desahuciado por la profesión y los ´enemigos policiales`, dispuesto a colgar su pasado, bajo el techo más sombrío de la vida.
Él, también californiano como la desgracia, que se las tuvo que ver con los asesinos de Ases Calientes, las guerras raciales y las sombras de Star Trek o Jack Ryan, la traducción inglesa de Chico y Rita, la última obra del malogrado director Tony Scott, a la Hora Decisiva o la gran movida de Comanchería de David Mackenzie... y a la misma Wonder Woman o el aracniverso animado de Spiderman... y lo que vendrá a continuación, ¡morena! Tranquila que parece buen tipo.

La cuestión es que, tras temporadas dándose golpizas contra molinos de viento, recuerdos de hidalgos desafortunados, una voz le susurra con altos indicios de graduación, procastinada por los acontecimientos en años 40... que existe una declaración a la que aferrarse, una nueva foto en Los Ángeles ´del infierno` y otro viaje de redención, que realizar en el tiempo.

Esto vendría por, la llamada que un alma cándida, para plantearse el conocer su identidad, enfrentándose juntos, aferrados a una herramienta afilada, a su familia y sus rasgos perdidos, como los pasos de aquella, la de negro. Alrededor de su historia familiar, tan recortada por una obsesión maldita, como parte de la población de Sparks (del estado de Nevada), donde los hombres que tratan de acosarla, como ocurriera con aquella sombra o rosa marchita por los sueños, va a caer entre los cuernos de un... hdep...
Paralelamente el periodista se reencuentra, como Mr. Pine con los peligros que se ciernen sobre Wonder Woman 1984, con Gal Gaddot, Pedro Pascal y la misma Connie Nielsen, que se desviste y descalza. O en la piel de un marine en Violence of Action y un agente de la CIA junto a Michelle Williams en All the Old Knives, del director James Marsh. Vamos muy movido en acciones, pintorescas más que pictóricas.

Ambos, con el alcoholismo en venas curtidas en el odio y la pobreza, que naufraga dentro de cualquier cuestión de género, de escándalos médicos o familiares, por una partida de nacimiento, que lleva tiempo escondida entre un resquicio del alma de Jimmie Lee y un lobo feroz. Que no dice una palabra más alta que otra, excepto cuando se cabrea o le replica Rachmaninoff. O el susurro impreciso del Marqués de Sade, convertido en res diabólica.
Ese contacto conflictivo, es lo que reactiva I Am the Night, espeso como un siseo sinuoso, artístico como un parto, doloroso como una incisión del pasado. Será el famoso bufido, ayer y ahora más, del doctor George Hodel, un nuevo Mengele, kitsh como las babas del surrealismo enfebrecido.
Un monstruo en su grandilocuente mansión de Los Ángeles, que ya fuera investigado por el periodista tras unos feos asuntos relacionados con abortos ilegales en clínica furtiva de Hollywood y tras posible confesión sin pruebas, que parece transparente en los ojos de la indefensa chica. O no...

Sobre hechos repugnantes, se dibuja la farsa del doctor, en el pretérito de una ciudad ahogada por los disturbios (como ahora) y otras insidias mortales, que fueron retocadas sobre tabloides o mentes sin escrúpulos.
Ese médico de la muerte, viaja con un maletín, repleto de aquellas circunstancias no cerradas y argumentos personales, que no curan por supuesto. Con un estilo venenoso, estirado hasta la náusea y dispuesto a cerrar la persecución. El resquicio del caso de la Dalia Negra, joven mujer soñadora y adictiva, que fue hallada muerta en una extraña y macabra situación. Que soñaba con ser actriz de impacto, con sus propios medios, belleza o facultades, llegando más alto que los bombarderos de la II Guerra Mundial, sobre aquella sociedad obscurecida de 1947.

El Ogro Surrealista.

Sin embargo, aquel hombrecillo es el motor, por lo inhumano y sus dotes para esquivar cualquier destino entre barrotes. Que fuese descrito por su nieta en el libro, como vil asesino de mujeres, por que tenía otra vena artística que decayó en la educación. Podría, como ella misma declara y otro detective real encargado de las pesquisas, estar relacionado con más de un asesinato surrealista y literalmente pervertido. Buff, resoplido reiterado de toro embravecido...

Por ende, causante de una especie de obra macabra sin fin, entre su mente superdotada, para el mal, como diría a la vanguardia del arte sucio, sin más, y un método tan vulgar de repugnancia o ejemplo de ese estilo Kitsch, que odiaba.
Las palabras que le espetó la joven inquisidora, al ogro, mirándole a los ojos y sintiendo como sus tripas, se revolvían en el interior por el abuso familiar y el recuerdo de una pobre alma y estilizada en negro, Elizabeth Short. Tú, eres el Arte de lo Macabro y Nauseabundo, bueno no, me lo he inventado...

Ambas acciones se mezclan, chica y periodista, teniendo aquel terrible asesinato o involución humana, siempre en la ente. Con los diferentes protagonistas y nosotros como telespectadores de la serie I Am the Night, buscando la paz en el futuro, si se puede o pudiera. Como Tarantino...
Sin apenas tocarse, porque las fotografías ya están trastocadas, empolvadas en el cajón de la historia del viejo Hollywood en sepia, o blanco y negra, mientras la joven busca sus propias respuestas, que aclaren su borrosa situación. Que no, mirada.
Envuelta en una piel que no le corresponde, vigilada como Caperucita, en apariencia, ya que su mundana madre no concuerda con estas provocaciones que recibe a diario. Aunque sí, de la visita cobarde del lobo, disfrazado de cabestro.

Tras el trasfondo, nada surrealista, de una sociedad negra castigada por la superioridad moral, política, social y física, condicionada por el supremacismo blanco de esa época sombría de los USA en movimiento y la guerra de Vietnam. Es decir, Fauna como el poema, no se siente totalmente integrada por su aspecto e inteligencia, entre dos mundo, incluso, insultada o maltratada por ambas partes, frente a su arrojo y decisión por encontrar la verdad. Lo que no resulta fácil para una refulgente estudiante, escurridiza obra artística ante los hombres de negro o blanco. Al igual que las caretas del cuervo alado, igualmente, demasiado equilibrada en las fiestas y bella máscara por descubrir, como actriz de carácter.

La guapa en cuestión, con rasgos indefinidos en superficie, es India o Fauna, que tendrá que reunir fuerzas con el vapuleado Chris Pine en la selva (próximo Walter Cronkite en película titulada Newsflashs), frente a los dos primeros capítulos dirigidos por Patty Jenkins, algo pesados o enfangados, que no demuestran el potencial argumental y efecto visual suficiente. Adecuados con las palabras de clase más baja, ante los graves acontecimientos que pretenderá, hasta su encuentro personal, casi reflejo de Jodie Foster y sus ojos, con la altivez asesina de un Anthony Hopkins, muy sibarita y sibilino. Igualmente hambriento, según algunas fuentes... literarias.
Simplemente, resignados a contar la historia intrafamiliar y escarceos sociales con estudiantes, los escurridizos movimientos de un fotógrafo de sucesos, l@s palizas del departamento y las relaciones periodísticas, resueltas con coágulos pretéritos, amarillistas, frente al poder en la ciudad y la indefensión de su trabajo con los medios a su alcance. Una revolución silenciosa contra la corrupción inherente, el pensamiento arraigado en la sociedad y otras muertes no solucionadas, que se suceden en páginas con el identificativo borroso de Romeo Sangriento... Siempre con víctimas femeninas, como aquella oscura flor.

Poco a poco, vamos vislumbrando con producción de primer orden y ambientación cuidada, profusa en detalles y movimientos estilísticos, recuerdos de la literatura, escultura y, especialmente, la pintura de los maestros surrealistas... lo que se esconde bajo un mentalidad de profunda superioridad intelectual, alto cociente de inteligencia en desagravio y una historia familiar sobre la alta sociedad angelina, que está bajo los focos futuros de su posible psicopatía criminal.
Los cuatro siguientes capítulos, a razón de dos por cabeza, con la supervisión de Victoria Mahoney y Carl Franklin (los postreros), autor de alguno increíble de la serie Midhunter y The Leftovers, así mismo, director de películas como El Diablo Vestido de Azul o el drama racial de título Bless Me, Ultima. Buenas interpretaciones de Leland Orser, delator y jefe de periódico, Connie Nielsen, la recortada esposa y arte en movimiento con rasgos europeos, Golden Brooks con la sartén en el fuego, Yul Vazquez como la Bilis con dos eles, Dylan Smith aprendiz de rumiante, pero sin destacar más que el nihilista sádico y misógino distante, interpretado por Jefferson Mays (Inherent Vice, La Balada de Buster Scruggs).

Nos queda la música para descubrir al verdadero monstruo, realizada en las sombras por el compositor David Lang, mano orquestada del director italiano Paolo Sorrentino en triunfal La Gran Belleza y emocionante Youth, también arreglista de Réquiem por un Sueño. Ta-ta-chán!

La Historia Siniestra.

Mientras, la serpiente se retuerce en la memoria, en la California o Hollywood de 1947, recordando la historia de la Dalia Azul, protagonizada por Alan Ladd y Verónica Lake, en historia novelada de Raymond Chandler. Aquí, trata de esquivar los olfatos de sus perseguidores, que despistó en la austeridad social y el padecimiento asmático de su víctima, la bella camarera, aspirante actriz, Elizabeth Short.
Joven nacida en Boston (Massachusetts) abandonada por padre como sus cuatro hermanas y madre, con novio muerto en accidente y detenida por beber alcohol sin mayoría de edad. Luego execrable descubrimiento en la Avenida de la Muerte, como sombra de un ser humano, maniquí roto exclamaron en principio, cuando se aproximaron y vieron lo horrendo del crimen.

No me extenderé demasiado, cortado y desangrado en nuestra mente, seccionado en desagües, rostro con la imagen del Joker en The Dark Night, pero sin ninguna gracia, llamada sonrisa de Glasgow en referencia a los hooligans o pandilleros escoceses con su manejo de las navajas en rostro ajeno.
Por lo visto, y no exagerado, lavado el cuerpo, tendida de espaldas en ritual simbólico para el surrealismo, esquizofrénico y psicótico, arrancados de su interior ciertos órganos, mutilación e inserción inexplicable por lo macabro, fracturadas piernas y cráneo con objeto contundente, vamos un cuadro para la indecencia humana. Como otros que llegarían y serían investigados por el nuevo departamento de Ciencias de la Información del FBI.

Al lado o cerca, se halló huella de tacón masculino y líneas de neumáticos, posiblemente de un Ford Sedan del 36, que no tapó las marcas en sus muñecas y tobillos, ni las gotas de agua ensangrentada sobre un saco de cemento...
Gracias al trabajo interpretativo de un inquietante actor, inspirado por la grave expresión de aquel individuo misógino y depravado, podemos reconocer el verdadero rostro del serial killer, inconfeso y no detenido. Parece que nihilista o manierista en aspecto (amanerado en formas, quizá), siempre tuvo en mente a la joven Fauna, como la misma realidad de sus episodios criminales, comentados por su nieta, que descubrió los sacos de obra en aquella gran mansión, diseñada por Lloyd Wright como templo maya, para sus orgías reconocidas. Amante de la música a piano, admirador de Man Ray (amigo personal del Doc) y los surrealistas, que trataba de imitar en las obras pictóricas, sin conseguirlo supongo.

Ni el abuso con violación a su hija, ocultan las laceraciones, desollaciones o quemaduras, ni las otras posibles víctimas del Zodiaco o del Romeo sangriento, ni las llamadas que realizara al L.A. Examiner mandando pruebas o incriminando a un propietario de Club Nocturno, donde bailaba o trababa, la Dalia Negra. Otro testigo pasó la prueba del pentotal o suero de la verdad, sin determinar su participación luctuosa y criminal, hasta que llegaron más cartas con el nombre "Vengador de la Dalia Negra", su color habitual en la ropa.
El psicópata presuntamente retiró una maleta en la estación de autobuses, dejando bolso y zapato de la chica en la Av. Norton. Más de 50 hombres, y mujeres, se atribuyeron los hechos en confesión, cuando el sargento St. John declararía: "Es asombroso como muchas personas... señalaron a un pariente como el asesino".

Garry Ramlow, periodista de L.A. Daily News, indicó que los periódicos pisotearon pruebas y retuvieron información para obtener primicias, exageraron la vida y costumbres de D.N., creando sospechoso al padre, que declaró no saber nada de su hija. Entonces en el tiempo, surgiría la teoría de Steve Hodel, jefe de División de Higiene en el Departamento de Salud de Los Ángeles, gracia a un investigador privado que descubrió foto de su padre con mujer morena parecida a Ms. Short, tremenda coincidencia de apellido... Era especialista en enfermedades venéreas, que algunos testigos afirmarían ser culpable de abortos clandestinos y verlos juntos como amantes. Su escritura o letra, parecida a autor de las cartas a los periódicos.

Con la ayuda de otros adecuados intérpretes, que van tomando peso en la historia, se va desenmascarando a la terrible incógnita, con un aumento del suspense y la calidad de los diálogos, hasta su final. También gracias a destripar al rumiante en la sombra, abandonando la pobreza de los suburbios en contrate racial y adentrarse en este ambiente más profusamente estiloso y clasista, en contraposición con el horror de lo descrito anteriormente. Recargado y apestoso, como las ambiciones artísticas del abuelo Hodel en la efigie de Black Dalia y ese hastío masculinazado en apariencia, que alimenta la historia bajo los hocicos humeantes y ensangrentados de un cornúpeta famoso.
Brian Carr, policía encargado del caso, grabó en su casa y descifró las declaraciones de abortos clandestinos, consciente de la causa no probada, con chanchullos entre compañeros y otros médicos, con la intención de mantener la imagen pulcra de L.A. No el trabajo retocado con las fotos o el aerógrafo en medios sensacionalistas como The Examiner o L.A. Herald, también con algunas mentiras demostradas para alimentar el morbo.

El Arte de lo Macabro, es una pesadilla que abandona todo estilo o profundidad existencial, por el patetismo de un individuo que, por otro lado, no tendría ningún derecho para seguir respirando entonces... Violador de su propia hija Tamar, huida a Hawai... Mena Suvari hizo de una especie de Dalia Negra en American Horror Story, cuando un dentista y un abortista, la sedan con una flor en el pelo, mientras un cirujano se dispone a cometer la atrocidad, por pura diversión.
Su propio hijo, retirado de la policía, afirmó que podría ser el autor inconfeso, de unos 20 casos más como serial killer, incluyendo a su propia secretaria, debido a que aireara sus fraudes u otros secretos, posiblemente.

Fauna Hodel, tuvo clara la culpabilidad de su abuelo y sus horrendos actos de sadismo. Tanto como los de aquellos otros, que se consideraron por encima del bien y del mal, a través de un tipo de repugnancia sádica con rituales odiosos. Que penetrara en forma de mente de profetas o supuestos dioses, hoy casi olvidados o poco retratados por Mr. Tarantino.
Amos a la fuerza, sobre la vida de otros inocentes o más débiles. Pongamos asesinos en serie de la historia sangrienta de la humanidad y demás locos de remate, como BTK, Manson, Stalin o Hitler... un ejemplo tenebroso y conciso, de barbarie kitsch más que sobresaliente... y menos de brillantez intelectual o gusto artístico por la belleza.

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