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jueves, 7 de diciembre de 2017

2 Historias de Net-King.

Adaptando a Stephen King.

Asunto peliagudo (nunca mejor dicho), éste de adaptar las novelas o historias cortas elaboradas por la mente desdoblada del novelista, porque la suerte de sus protagonistas (además de estar echada o tendida en un catre) ha recorrido los rincones o laberintos más inhóspitos que hayamos recordado, entre el acierto y la crítica feroz. Desde aquella magnífica representación del terror familiar y la angustia femenina, que nos invadiera en 1976 y salpicara gratamente con la mirada de Brian de Palma y Sissy Spacek; hasta la horrible repetición de la novela en 2013, la poco diseñada filmación de The Cell, o la caída a los infiernos de la nueva versión de It y las terribles entrañas de una comercial Torre Oscura.
Cualquier argumento puede pasearse a ambos lados de la balanza, entre el bien y el mal, como siempre haya imaginado el escritor en su cabeza y sentido en su corazón tenebroso, no obstante, el mismo Stephen King tuvo que postrarse herido, para recuperarse de un desgraciado y extraño accidente de tráfico, mientras paseaba por la cuneta de una carretera. Increíble, pero cierto... a veces la ficción se convierte en desagradable realidad. Como los protagonistas, más reales que en otras ocasiones en su literatura y el cine, se trasladan con sus vicisitudes escabrosas a la pantalla de televisión, a través de aciertos de sus directores y la producción de Netflix. ¡Hágase, la oscuridad! Aquí en la tierra de King.

The Gerald´s Game.

Cada espectador tiene sus películas favoritas, a la hora de adaptar las novelas de Mr. King, seguramente muchos coincidiremos en señalar que, las primeras fueron las mejores experiencias con el terror psicológico, o al menos, las más entrañables en nuestra época infantil o adolescente. Desde la ya mencionada Carrie y sus traumáticas enseñanzas, la mente en blanco del escritor o enfermiza del padre de familia, respecto a la creación con la sensacional The Shining del maestro Stanley Kubrick, pasando por los divertidos cuentos de Creepshow, la fuerza de la mente en The Dead Zone de David Cronenberg o la ferocidad del instinto depredador o rabioso, caracterizado en un San Bernardo llamado Cujo. Todo el aroma de sus historias, deambula por las mismas tribulaciones o características terroríficas que nos han asustado o torturado, mentalmente, durante más de 50 años de escritura literaria y grandes best-sellers.

Examinando algunas de esos desarrollos, pasados y presentes, se puede observar que el terror psicológico se activa en las mentes de sus protagonistas, como un asalto inesperado en la noche tenebrosa, donde la entidad familiar se ve acosada por las más diversas causas, con voraces animales o muertos vivientes, rabiosos seres o frenéticos especímenes del inframundo, la psicopatía del ser humano dicotómico, los ambientes sobrecargados por la educación o las creencias religiosas, la superposición de dos universos distorsionados, o la propagación de rumores, sentencias, obsesiones, rarezas, complejos, desequilibrios, enfermedades virales, soberbia... etcétera.
Por ejemplo, engañar o confundir a su público, con esas piezas cinematográficas confusas, que intentan adaptar las reglas básicas y que, con mayor o menor compromiso, se olvidan de colocar sobre el tablero del juego ideado por el escritor de Portland. No es el caso de la presente y la siguiente protagonista de mi comentario, más televisivo que de costumbre.

Nos hallamos, en los subterfugios de la mente, ante la misma disyuntiva patológica que antaño con Carrie, la degradación o el abuso de poder sobre la mujer. The Gerald´s Game es la penúltima adaptación de un relato corto, dirigido por el director nacido en Salem, Mike Flanagan, correcto ideólogo de películas de ciencia ficción, como Absentia, Oculus o Before I Wake, y protagonizado prácticamente en exclusividad por dos representantes de la actuación genérica y la representación teatralizada, con forma de pesadilla.
En el Juego de este Gerald, interpretado por el canadiense Bruce Greenwood (Gold, Kingsman) y próximamente en el filme de Steven Spielberg, The Post, se propone un juego de apariencias y acoso que acaba vertiéndose sobre las sábanas. Una reducida estancia, que propone distancias insalvables y resistencias homéricas, ante la causa bien atada, de la principal protagonista femenina, encarnada (y encaramada) por la actriz Carla Gugino. Contrapuestas interpretaciones, dos a dos, con cuatro mentes, repleta de cuestiones relacionadas con el desarraigo o desamor, las desviaciones sexuales y un juego que, a menudo, termina convirtiéndose en acoso y violencia.

A través del horror psicológico y una fantasía, más onírica que surrealista, el propio guion de Flanagan recrea aptitudes de supervivencia de aquella Carrie engañada, el instinto animal de Cujo, la desaparición familiar e intelectual en Misery, o las conversiones fantasmagóricas de elementos compatibles con el consumo de carne humana y el gore, como cementerios vivientes y demás habitantes del submundo de King. Nociones colectivas que arraigan en la cultura literaria de terror, aproximándose a lo más cercano u horrible, ante esa percepción de lo sobrenatural y desconocido, como la propagación de nuestros propios miedos y la voluntad para arrinconarlos en la nocturna vigilia.
La trama avanza a mordiscos, desangrándose a cada poco, e intenta dar una respuesta más razonable, que convincente en la resolución de la propuesta cinematográfica. Sin embargo, te deja prácticamente amarrado a la butaca hasta el fin.
Para ello, utiliza el mecanismo del pensamiento claustrofóbico, no inusual en el novelista, y superpuesto a la convicción o esa fuerza interior que posee el ser humano para soportar el sufrimiento, de formas inimaginables o imposibles. Sea, esta fortaleza, física o sobrenatural.

La supervivencia, frente a lo irracional o lo abusivo, a cualquier coste, tanto mental como espiritual. Una pareja en posición delicada, subdivide el fracaso personal, promovido por erráticas decisiones en la convivencia, mediante una estrategia inverosímil, maniatada sobre una cama y observando la degradación de carne putrefacta (y lacerada como la conciencia), esquematizada con una representación gráfica del condenado a la crucifixión, en este caso, femenina. Aunque la fe, tendrá más que ver, con la fortaleza o la resistencia psicológica a las distintas formas de Oscuridad, que a motivos religiosos o la idea de un ser todopoderoso.
Así, nos mantienen de la mano de Mr. King, amarrados a radicales circunloquios sobre la confianza, el respeto o el amor, también discrepancia sobre las pasiones secretas o experiencias sexuales más inconfesables, hasta desprendernos de prejuicios o esas cadenas individuales o sociales.
Por que en la noche y los sueños, se van derramando una retahíla de situaciones insospechadas (a veces, algo cansina en circunloquios) a partir de otra especie de rompecabezas o juego infantil de preguntas y respuestas, a dos lenguas enfrentadas sobre las pesadillas.

Paralelamente al contexto de la pareja, el horror se va apoderando del angustioso escenario de depredación animal y la depravación psicológica, a partir de aquella proposición sexual, de la que no recordamos ya, absolutamente nada. Solamente puede quedar un ganador y, en cambio, juegan dos perdedores en pareja. Donde la historia se aferra a esa resistencia de la mujer, sin un componente altamente ideológico, que utilizará cualquier resorte a su alcance o increíble, para combatir todos aquellos agravios o heridas no cerradas.
Heridas en forma de monstruos, acosadores o depredadores del género femenino, en un juego terrible e individual, disfrazado con las máscaras del terror tradicional. Desde representativos conceptos de soledad, la ruptura o el miedo a la oscuridad, hasta cualquier otro territorio común a esas entidades clásicas que pulularon alguna vez, por los entresijos terroríficos del universo marcado por el novelista norteamericano. Ya que la sugestión de los espectadores, procede de la fuente del desconocimiento o el engaño de los personajes (incluido el caracterizado por nuestro querido Carel Struycken en una vuelta física y de tuerca.

Al final, es fundamental, el contexto reducido, el odio creciente y la percepción de mecanismos sangrantes de supervivencia, en el fondo y sobre la superficie del lecho, hacia un desdoblamiento de la personalidad. Entre ese miedo intrínseco y la angustia respecto a un mundo, que se derrumba social y éticamente a nuestro alrededor. Por contra, el problema de esta interesante puesta en escena inicial, es el desarrollo desaprovechado en el juego de Gerald, en cierta forma, se transforma en una bifurcación idealista del pensamiento que adolece de gracia, no de suspense.
Tanto depredador como víctima, acaban provocando una pérdida sensitiva del espectador, con esos aspectos visuales de confusión narrativa, o el juego que termina en venganza, donde destaca una interesante o delicada actuación de Carla Gugino, esencialmente.
Pero, que el hecho cortante, precipita las apreciaciones del horror y las circunspectas expectativas del público, pues los términos de las diferentes resoluciones posibles, se dirigen a una conclusión improbable, científica o médicamente.

Por fin, el argumento termina desangrándose sobre las últimas secuencias del filme, que sin leer la fuente original, hubiera sido mejor proponer el "the end"... sin demasiadas explicaciones.
Así, el juego vaga hacia la pérdida emocional, sobre aquel colchón que intentara amortiguar dichas desviaciones, como la reiteración del ensueño o los diálogos oníricos a dos bandas, los condicionamientos atmosféricos y psicológicos, se apagan con las repetitivas perspectivas de su comprimido montaje. Como los esfuerzos de actores y sus multiplicadas miradas, o ese primerizo interés del espectador, se estrella con la realidad, aunque estuviera presente en la idea original y final de la novela, que reconozco desconocer por completo.
Sin desmerecer, la producción The Gerald´s Game merecía otra alegórica resolución, como la profesionalidad del director y su forma teatralizada de encarar la odisea o pesadilla genérica, como fuera la resolución de aquella dramática y luchadora, Carrie. En mi opinión, sólo hubiera sido necesaria la explicación sobre la primera pieza del puzzle... el desengaño. Lo demás, la ´lógica` fantasía o el terror, territorio del sueño o la mente.

1992.

Por supuesto, de un juego de poder, a otro del que deriva la violencia y donde también participan los mismos protagonistas, Stephen King, el odio o la falta de comunicación, y Netflix.

y aunque, estas palabras suenen como un eco en tu cabeza, taladrándote con historias de terror sobrenatural o gótico, similar a aquellos relatos escritos en primera persona y salidos de la pluma de otra época... 1922 es un número.
No una puerta o dirección, sino un factor histórico que me resulta atractivo por sus extrañas combinaciones, desde el terror psicológico que esconde una historia escrita por Mr. King, a las condiciones ambientales de aquellos felices años 20, todavía sin suicidios mediáticos. Denominación de una etapa económica de prosperidad y esperanza. Hasta aquel maldito Jueves, justo antes de la Gran Recesión y detonante de aquel crack que terminó con los sueños de muchas personas. Si bien cinematográficamente, las características de un juego entre el gato depredador y el ratón, devorado por el queso en su trampa, es mucho más crudo y terrible que un crudo invierno, lleno de frustración, instigación y de culpa. Porque del personaje de la anterior historia, obligado a permanecer atado a una cama, pasamos a otro tipo de enfermedad mental que simboliza la degradación personal del individuo y el fracaso de las relaciones, también matrimoniales, al igual que otras tensiones familiares de nuestras sociedades modernas.
Curiosamente, sobre los artificios sacrílegos en la perspectiva de otra cama.

Medio siglo antes, una primera ola de agricultores con deseos de aferrarse a algo tangible, aprovechó la Ley de Asentamientos Rurales para apropiarse de las tierras de los nativos, sobre el estado de Nebraska, en el futuro sería denominada como la tierra "donde comienza el Oeste". Sin embargo, ahora, el granjero Wilfred James de mirada sincera, pero turbia como una mancha imborrable, reclama para su ´familia`, los derechos legales sobre el hecho de una reivindicación que facilite el futuro de su hijo Henry. Aunque, dicha reclamación apueste contra su propia carne... carne de un futuro que empieza a pudrirse en la fría oscuridad y en su propia mente.
La producción extensiva de cereales, fuera de las áridas badlands, es la base de la economía de estos viejos sufridores y nuevos conspiradores, sobre la faz ennegrecida de la pequeña población de Hemingford Home. Mientras, la esposa discrepa y reclama su libertad comercial en un ambiente que te inquieta y sobrecoge, con la intención de instalarse para siempre en la gran ciudad, la Omaha de sus sueños. Que terminará humedeciéndose bajo la sospecha conspiranoica y la condición nebulosa del alcohol.

Cualquier resonancia del pasado, excepto los pensamientos de la infancia frente a un asesinato en aquella pequeña joya titulada Cuenta Conmigo, las percepciones enfermizas de la desasosegante Misery o las realistas reivindicaciones de Dolores Clairbone, te lleva a una época más actual en nuestra sociedad del siglo XXI. Más cercana visceralmente, que la recóndita y apartada situación de los personajes de esta atmosférica 1922, efectivamente producida y elaborada narrativa o conceptualmente.
Pero, a la vez, transitando por los cuidados territorios de la literatura universal y arrullándose en el regazo oscuro de Edgar Allan Poe, el sacrificio y el sufrimiento. Desde esos quejidos entrelazados con plumas de El Cuervo, tan duro como la cabeza de un conspirador, hasta los barriles de amontillado en macabra venganza o las enfebrecidas elucubraciones del amor romántico, aquí sin resonancia. Tan solo en el pozo putrefacto de la maldición, en contraposición con Ligeia, o más explícitamente, con relatos dramáticos y asfixiantes como El Entierro Prematuro. Y sobre todo, cargados de un peso en la conciencia, las visiones de un Gato Negro o El Corazón Delator. Así de grande, para mi gusto literario y fílmico, anda la cosa...

De Profundis, la psique humana. Ante el título clasista del relato, nos retratan un horizonte plagado de campos de maíz y sangre (ecos lejanos de aquellos malvados chicos), en un ambiente totalmente rural, empequeñecido y básico en educación, no tan comprimido por el escenario ni los matices de la producción como el anterior, porque se abre en un abanico de notas asilvestradas, detalles mortales y rojos atardeceres, con reminiscencias a aquel sufrimiento de la mente de Poe.
Nota sincera, es la descomunal interpretación de un actor de Baltimore, Maryland, que reproduce un gutural y amenazador acento, un Thomas Jane (The Thin Red Line, Magnolia) alejado de la imagen del héroe, que ya nos asustara dentro de una escatológica invasión, de ambiente "stephenkingniano" con Los Cazadores de Sueños o la distópica Niebla, y próximamente tras las huellas de The Predator, junto a una rompedora pareja Yvonne Strahovski y Jacob Tremblay. Aquí en un cuento de terror, que recuerda a los seres rudos y malévolos de Charles Dickens, ahora que estamos a las puertas de la visita navideña. El horizonte se cierne cerrado como la mente árida de su personaje, nos dicta con pasmo y la memoria de aquellas fábulas contadas en primera persona, como se convirtió en un conspirador... o emergió la imagen de un cazador, cazado. Simplemente magistral, en la reproducción de los dejes, las especulaciones psicológicas y los estados de ánimo.

Aquí, en la dimensión agrícola del cerebro, nos guía por el terror clásico, el director Zak Hilditch (The Toll, Las Últimas Horas), para relatarnos al oído, hacia el fondo de nuestro ser, las intranquilidades de la mujer evolucionada emparentada en una simpática actriz canadiense y luchadora madre, Molly Parker (American Pastoral, House of Cards), la debilidad juvenil del hijo interpretado convincentemente por Dylan Schmid, cuya primera experiencia en el cine fue en el filme Horns; y las conclusiones extremistas de un conspirador, que de no ser ésta, una producción televisiva, o mi opinión estar tergiversada por la escasez de visionados de cine, recalcaría como ´posible y merecido` ganador de un Oscar por su magnífica interpretación de radical fracasado y contador de relatos, visitado por el recuerdo. Uno plagado de dientes, frío y fístulas... ¡he dicho!
Un triángulo de tensiones acumuladas, similar a una bifurcación truculenta de Dickens hacia la angustia de Allan Poe, o la transmutación metafísica en el campo del sueño de una lechera con perspectivas inciertas de futuro. Como aquella involución psicológica del escritor llamado Jack Torrance, alterando sus percepciones de legalidad, frente al amor paternal o las manifestaciones inteligentes de un ser racional, arrebatado en brazos de la locura en el interior del Hotel Overlook... rememorando los recuerdos y otro número, el 237 de aquella habitación.

Como dije, 1922 no pertenece a una puerta abierta a la imaginación, sino que destaca por su ambientación apocalíptica, dentro de un mundo interior, cada vez, más y más oscuro. Solitario... un ejemplo visual o perspectiva del mal, en el contexto de una fecha concreta para la historia de EEUU, donde los personajes describen las tensiones de una perspectiva hermética, un alejado futuro en el medio rural, con participación de un matrimonio roto y sus disputas territoriales o emotivas, más, la consideración teórica y confusa de un hijo entregado al poder absoluto y corrupto. Un triángulo tan estirado y extremo, que se rompe en pedazos, con las decisiones catastróficas que terminan en crimen familiar y avisado a trazos. Un atardecer rojizo, que no matiza las intenciones ocultas, un vistazo a una mirada enfermiza y colérica, por su realidad distorsionada tras la paredes. la ojeada al mango de un hacha sobre el tocón, clavado sobre sus anillos, una tapa de madera cartesiana frente al porche de su hacienda, que podría convertirse en la tapadera de la vergüenza familiar o la culpa, y el mango hiriente de un instrumento de cocina. Nada romántico por supuesto, sin embargo, comparable visualmente a las distorsiones oníricas de Poe, en aumento imparable hacia las tinieblas personales, e igualmente descrito con precisión literaria... aunque, menos quirúrgica de lo deseado para algún pensamiento demasiado alegre, a priori...

Hemos dejado el instinto animal de Cujo y la postración obligada de Misery, mutado por un asco visceral, el odio patológico y la mente conspiradora del hombre. La posesión sin aceptación se oscurece en repugnancia y sonidos de elementos escatológicos o naturales, que residía en las diminutas e insistentes mandíbulas del Alimento de los Dioses o Willard. Ante la decepción y la desgracia de un antiguo compañero, ´descarnado` por un siempre interesante actor como Neal McDonough, conocido por aquella terrible Ravenous, su aparición en Star Trek, Minority Report y Banderas de Nuestros Padres, o protagonista en series como Arrow, Agent Carter y Legends of Tomorrow. Muy recomendable su diálogo ante el gélido ambiente de la decepción y la repugnancia.
Todo tan cambiante, tan tenebroso, que parece increíble que el detonante fuera un práctico y simple cambio de planes. Dos pareceres tan divergentes como encontrados sobre los muelles oxidados de una cama étilica; mientras el conspirador corrompe los oídos inocentes, alza la voz que se confunde en la noche como un cuervo negro, porque la oscuridad no acaba más que empezar sobre su cabeza, goteras y nieve, recrea futuras conexiones emocionales con películas sobre bandidos del tipo Bonnie & Clyde, ahora sí con un romanticismo llevado a la exageración... ¡aquellos malditos dientes!, resonancias del Spider de Cronenberg, negras como las alas compungidas por el miedo, la soledad, herméticamente encerrado en su propio desvarío psicológico y una decrepitud física... ¡Nunca más!

Imparable descenso a los infiernos, con procesos oscuros de un Eclipse Total en sentido contrario, locura aún sin Cell, Plymouth Fury´s o ´Dolores`, y más obcecados que una mirada a La Ventana Secreta. Apuntes rememorados de la conexión del mundo literario con la reflexión o la patología narrada paralelamente, percepciones fantasmagóricas que se tocan en la oscuridad de la mente, semejante a esa sensación de una constante amenaza, aderezada con chillidos estridentes y penetrantes, como una mordedura sobre la carne, y en primera instancia, la exhibición de un horror con reminiscencias góticas en tonos y profundas perspectivas de espanto. Porque, inversamente, 1922 posee memorables actuaciones y se materializa en ´resplandeciente` adaptación de un cuento de realismo terrorífico por el director Hilditch, el canal de televisión Netflix mezclado de cine con mayúsculas y el rescatado novelista Stephen King.
Aunque, inevitablemente como la muerte... no los veamos cubiertos de oro.

Castle Rock Series.


Tráiler Small Crimes, de E.L. Katz.


Tráiler Proud Mary, de Babak Najafi.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Before I Wake (Somnia).
















Las Sustancias del Sueño.


¿Qué significado tienen los sueños?
Si fuera Sigmund Freud, diría que los sueños se producen en una fábrica que nunca descansa. Una barrera entre el subconsciente y el inconsciente, que delimita una relación irreconocible según las reglas aceptables dentro del mundo sensible y que puede significar una inquietud interna o tener un significado para explicar algún hecho de nuestro pasado.
Todo lo contrario al cine, sin embargo. Pues, un espectador dormido, no puede reconocer la interpretación real de las imágenes que propone el director sin profundizar en la historia, sino que crea su propia película, tal como le ocurriría a nuestro familiar sesteando durante una pérdida de atención prolongada o a los protagonistas confusos. Y entonces, se produce un bucle del que es imposible salir, entre una posible ´realidad` cinematográfica y el verdadero pensamiento onírico, maleándose.

Bueno, los sueños aparecen cuando el cerebro descansa, evidentemente, como consecuencia se establece una comunicación paralela del subconsciente en relación con la percepción y nuestros deseos o miedos a lo largo de una vida. Al menos, antes de que suene el despertador y procedamos a una explicación, más o menos, surrealista. Si es el caso de un niño, un mundo propio sin delimitaciones.
Así, pueden desaparecer esos rasgos de felicidad familiar, cuando nos visitan sombras del pasado y el dolor brota en transformación sensorial con nuestro propio organismo y realidad. De eso trata el filme Before I Wake del director Mike Flanagan (Absentia, Oculus), del cambio metafísico que experimenta un joven inteligente interpretado por el simpático Jacob Trambley, como un pequeño Kafka que escribiera su propia historia en un cuaderno, abandonando aquella carcasa protectora o crisálida de la infancia para convertirse en un nuevo ser. Siempre intentado alejarse de un peligroso y actual Morfeo, junto a sus hermanos Fobétor o Icelos (el que asusta) y Fantaso, hijos de la diosa Nyx de la noche eterna e, Hypnos el dios del sueño y hermano de la muerte representada por Tánatos.

Con esta premisa inconsciente de la mitología, el director nacido en la ciudad de Salem (Massachussetts) construye una parábola que se impregna de los cuentos infantiles o algunas producciones con la infancia de protagonista, desde las novelas con referencias fantásticas medidas como la Alicia en el País de las Maravillas del matemático Lewis Carroll o la fémina Coraline del escritor Neil Gaiman, a ciertos aspectos góticos del sueño que Guillermo del Toro o Tim Burton impregnan a sus mágicas historias.
O la expresión infantil, esta vez de una sensibilidad masculina con matices en forma de presagio existencial, dentro de una pesadilla emocional que tiene al pequeño actor Jacob Trambley de puente entre los dos mundos. Realidad o fantasía, en otra habitación evolucionada que le sumerge en su universo especial y chocando con el carácter pragmático de los adultos en general, o el dramático de sus próximos tutores. Eso sí, con otro punto de vista diferente al que contase la notable película del irlandés Lenny Abrahamson (Room), con acontecimientos más fantásticos que aquella fantasía real y psicológica del hermetismo, y la misma fuerza interpretativa del pequeño actor en crecimiento constante.

Para algunos estudiosos de los procesos eléctricos y químicos que se producen en nuestra mente, dicho potencial psíquico o capacidad intelectual que incluye nuestra poderosa imaginación, demuestra actos reflejos como consecuencia del estado de inconsciencia o debilidad interior, y la fuerza inventiva a determinadas edades.
Desde esa cueva oscura de la que desconocemos sus límites o todo su poder real, como subyace de la capacidad intelectual o la física compleja establecida entre sus conexiones o infinitas ramificaciones neuronales que nos sumergen en otro mundo con sus propias reglas, por ejemplo, sobre la muerte. Dicho potencial pudiera ser producto de nuestras frustraciones personales y las relaciones con los demás a nuestro alrededor, como deseos y temores que las percepciones construyen en una realidad aparte y confunden la luz en oscuridad, de una forma tan verídica, que inventa imágenes tridimensionales y multicolores con nuestras dudas o frustraciones más humanas. Luego, Antes de despertar y en esta inombrada Somnia, todo parece ser posible, incluso que la infancia sea capaz de imaginar aquellos terrores del pasado en una confusión extrasensorial y transportarlos modificando el comportamiento de la física a nuestro alrededor.
Siempre con la voz sosegada o dulce del inocente Jacob y su mirada limpia para envolvernos en esta trampa emocional con respuestas metafísicas, a través de un guion firmado junto a su socio narrativo Jeff Howard, describiendo a una familia de acogida interesante compuesta por la vaporosa Kate Bosworth (Still Alice, Amnesiac) próximamente en Finding Steve McQueen, y el nebuloso Thomas Jane (El Cazador de Sueños, Vice) aquí también racional.

El pequeño actor tuvo un sueño.
Convertirse en un grande o protagonista de su vida, en una mágica carrera con las fuerzas de la edad y de la interpretación adulta en el cine. Jacob se apodera de la escena en cualquier ocasión, como un auténtico y sobrio profesional, apoderándose de una cámara que atraviesa el espejo azul de su mirada. Sencillo y lúcido, como si estuviera maquinando en una habitación rodeado del equipo técnico y de numerosos instrumentos de rodaje con su frialdad material, hasta que el juego se impregna de su carisma y simpatía para llevarle a alzar su dedo al mundo desde la Habitación, y una multitud de nuevos fans aclamaran su desparpajo y ese espíritu cándido aprehendido de un extraterrestre. Diciendo, aquí estoy yo y mis nuevas circunstancias, interpretativas o cinematográficas.
Mientras unos ojos encerrados donde se reflejaban los de otros muchos soñadores, abrieron su puerta consciente a la nueva estrella emergente, afable como su interior o aquel anterior papel de protagonista, y que en Before I Wake gira hacia otras profundidades más ex
esotéricas en la ciudad de Fairhope en Alabama, en esta producción de Intrepid Pictures, dónde los cambios significan ligeros matices en la interpretación y la evolución de una entidad parapsicólogica a través de la muerte accidental, o no. Todo se refleja en la visión particular de este pequeño y real soñador, sin sueño.

Al despertar, decidirá entre el bien y el mal, porque... ¿es su papel una especie de dios?
Podría ser, sin embargo, sus visiones representan todo aquello que conforma la existencia de sus nuevos tutores, en la percepción de un arreglo milagroso. Con una eficaz e imaginativa puesta en escena, el filme se transforma en un plató fantástico surgiendo del interior de sus mentes, inconscientes o no, e indagando en los extraños poderes entre vigilias, o incontrolables sensaciones que van desde unas bellas alas de colores y sus caleidoscópicos vuelos de fábula, a esa oscuridad enmarañada o más enraizada en el subconsciente traumático de un niño de pocos años, con manifestaciones inquietas.
En el otra lado de la irrealidad y la insustancial idea (a veces inconsistente también), se hallan dos espléndidos actores, adultos convencidos de la magia del cine y, no tanto, del juego que proponen sus reglas cambiantes y peligrosas en la película, teledirigidas por un ser envolvente (espectral, aunque no tan carismático a posteriori) llamado erróneamente o no, The Cranker. Y descubrir si estamos ante un capricho infantil o una alucinación, donde entran en acción con tranquilidad, otros resortes que aumentan la apuesta parapsicológica con tintes a lo Sexto Sentido. Quizás de ahí, su poca estimación o carácter de permanencia, ya que una visualización fantasmagórica puede resultar suficiente a nuestra mente, como la de ella principalmente y su duda existencial como entidad unida o familiar. Es decir, menos terrorífica de lo que suponía al principio.

Por ello, la banda sonora de Danny Elfman y The Newton Brothers ayudan al director a proponer este juego entre inteligente y engañoso, de identidades falseadas o secuestradas por los sentimientos (demasiado tal vez), que intentan manipular las percepciones del espectador con trucos retóricos, manipulaciones inconscientes o representaciones holográficas de alta definición que, en ocasiones, parecen ´muertas` o demasiado sensacionalistas. Si bien interesantes, ya que en el fondo subyace una historia atractiva sobre el crecimiento o el paso incesante de nuestra evolución intelectual, dejando sitio para la aparición de una pesadilla alegórica, mucho más profunda y sensitiva. Como si los sueños del pequeño, se mimetizaran con las protecciones tutoriales en su nueva acogedora estancia, a partir de aquel reflejo infantil que cambiase su existencia, de mano en mano.
Los deseos se convertirán en un toma de contacto imposible de complejas derivadas familiares, una manifestación que sobrepasa las leyes de lo conocido que invade su nueva idiosincrasia sensitiva en el hogar, o un poder de su mente que cambia las reglas de aquella jugada terrorífica, propuesta por el recientemente fallecido Wes Craven con Pesadilla en Elm Street. Aquí mucho más descafeinada (he dicho café), por tener un consumo no apropiado para la juventud del protagonista principal.

Pero, la fuerza y voluntad del joven cambiará la percepción adulta y modificará esos pensamientos complejos, por una claridad básica de la vida y el amor, enfrentándonos a necesidades incompletas o luctuosas del pasado, con fatídicas repercusiones en el futuro de todos los protagonistas. A no ser que el ´jodío` monstruo acabe siendo devorado por una cerebro menos previsible, u otro ´jodío` niño se despierte de una vez por todas... si el público tiene conocimiento de su exhibición, claro.
Está claro que, Jacob va eligiendo sus participaciones en la gran pantalla con total acierto (muchas producciones sueñan con su calidez) y no se deje llevar por la complejidad de ciertas experiencias con los adultos o el estrellato, que pudieran producir algún tipo de trauma pretérito o realidad engañosa. Cuando un juego se propaga sin control (de los padres), el sueño se puede volver enfermizo con contraindicaciones tantas veces observadas en el cine, con lecturas trasnochadas en la oscuridad de una habitación, a la altura de otros elementos químicos que producen el nerviosismo o la inseguridad. En manos temblorosas, conoceremos esa historia extendida en la realidad, al margen de golpes de efecto, sincera por las participaciones de unos actores convencidos con una nueva etapa artística y el trabajo, en busca de una espiritualidad que explique los mecanismos secretos del corazón y el oficio de actor.

En una bañera cubierta de lágrimas y mariposas que demuestran sus intenciones ocultas, como aguijones químicos de efectos alucinógenos y desvelos que mantienen encerrado al monstruo del armario;la entomología tiende al estudio de lo diminuto y sus habitantes extraños, con la textura suave de viejos recuerdos pintados por una mano inocente y blanditos peluches, que dibujan otra psicología distinta a la de los mayores. Eso es Before I Wake, una historia construida de un material blanco y negro del cine expresionista con monstruos infantiles, pero con una capa multicolor de sueños actuales.
Acaso... ¿los sueños nos avisan sobre una existencia convulsa al otro lado? O, ¿es la vida plagada de horrores que se despliega a diario? Tal vez, el futuro que desearíamos para olvidarnos de penas y faltas, para volver a creer en el amor y comenzar de nuevo.
Es una metáfora que transcribe la debilidad de nuestro cerebro infantil en formación, respecto al crecimiento inadvertido que presagia un pensamiento más complejo y la fuente de un comportamiento adulto, por ende, más racional que y imaginativo. Por eso, lo terrorífico proviene de lo real. Creo que va a ser eso... ¡Craker!

Tráiler Shut In (2016) dr. Farren Blackburn. Reparto: Naomi Watts, Charlie Heaton y Jacob Trambley.


Tráiler USS Indianapolis: Men of Courage, dr. Mario Van Peebles. Reparto: Nicolas Cage, Tom Sizemore y Thomas Jane.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Oculus.


Espejo, esp... íritu.

Oculus (Oculum/Oculi), nominativo latino con el significado en español de ojo.
Como nos descifrara Guillermo de Baskerville en la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, nos descubría una puerta con un secreto escondido, a través de la cual se ocultaba lo perverso. Reverso del mal atrapado en un espejo de tiempos pretéritos, como figuras demoniacas danzando burlescamente ante la mirada atónita del lector. Helada la risa, por la amenaza del maligno o el miedo más humano.

Oculus es un filme de terror dirigido por el norteamericano Mike Flanagan (nativo de una ciudad con referencias a la historia del ocultismo como Salem en Massachusetts) y que ya había dado muestras de su predilección por argumentos extraños como Still Life o sobre todo llamando la atención de los aficionados al scifi con su anterior filme Absentia.
A pesar de las visiones forzadas, no siempre lo reflejado es sinónimo de acierto. En Oculus algunas partes de la trama sí, otras es un simple engaño visual.

El guion de Jeff Howard de tintes paranormales (otra película más en la extensa actualidad scifi) se centra en un objeto como precursor del advenimiento maléfico, pero alejada de otras que marcaron por siempre a sus protagonistas como el maldito Dorian Grey. También se enmarca en la sucesión de películas con casa que son atacadas por un ser malicioso, con efectos más o menos agradecidos, pero alejada de aquellas antiguas mansiones plagadas de Psicosis u hoteles que dieron un Resplandor más terrorífico. target="_blank"
Aquel reflejo del maligno entraba a través de la figura de un Jack Nicholson espectacular en su fisionomía e interpretación, una transformación fantasmal y sangrienta atribuida al esfuerzo mental por el proceso de una novela en ciernes.

Aquí, un espejo intenta producir semejantes efectos, extraños comportamientos y posesiones de la conciencia alterada. Con un poder fantasmagórico que trata de abrirse paso por una puerta del pasado, los deseos de una venganza que vuelve a atacar a una familia compuesta por los progenitores, interpretados convincentemente por Katee Sackhoff y Rory Cochrane llegado de CSI Miami, y los desafortunados hijos en la piel atacada por las revelaciones por una joven y pelirroja Amaliese Basso (futuro trabajo junto a Viggo Mortensen) y Garret Ryan que ya apareciera en la tenebrosa Insidious 2.

Desde su Salem de brujería, Flanagan acierta con el viaje al estado de posesión, de una amenaza oculta por los rincones de una casa de sombras y vicios sugeridos. Filmados como flashbacks de una tragedia acontecida años antes a la presentación del filme, ya que Oculus comienza con un manido y cansino argumento menos interesante que los recuerdos. La aparición de sus dos protagonistas principales, la fotogénica modelo y actriz Karen Gillan y Brenton Thwaites se ven algo perdidos en la anodina inicial investigación paranormal.
Sin embargo, si nos fijamos bien en sus figuras recortadas en este cristal semiopaco, podremos reconocer a la pelirroja escocesa en el papel de Nébula de Los Guardianes de la Galaxia y a un joven australiano de Queensland intérprete del príncipe Felipe en Maléfica y The Signal. Sin duda tendrán oportunidades para resarcirse en próximos proyectos cinematográficos.

Los medios técnicos actuales esconden la puerta abierta años antes en el largometraje Poltergeist (1982) dirigido por Tobe Hooper, solo que con menos gracia y sustos cualitativos, y con otros dos hermanos atrapados en fenómenos extraños en una casa y un ente amenazador. Una historia merecedora de la máxima, ojo por ojo, espejo por televisión. En el sentido fantasmal.
Si tienes paciencia (es decir si eres fiel a las películas de terror) y aguantas tanta cháchara inicial y explicaciones ineficaces, tras esa primera hora de tanteo se va produciendo un cambio en el sentido del reflejo, hacia un clímax más certero pero sin alardes.

Y es que se enfrasca en explicar demasiado estos avatares tecnológicos, cuando es sabido que el terror se magnifica en las mentes, traspasando la frontera de la pantalla con la especulación de lo que pudo haber sido. Una fractura tan cristalina que tarda una eternidad en cicatrizar, tanto como tardan en desaparecer los protagonistas de la farsa inicial, que lucen sus atractivas imágenes pero su crecimiento no tiene el resultado angustioso de sus pasados angustiosos. Al lado de unos padres que logran una divertida conversión de sus caracteres.

En ciertos momentos (escasos) este Oculus tiene el aspecto de aquellos viejos espejos con pátina que devuelven una imagen diabólica de sus personajes, de nuevo un intento de volver a filmes del pasado como los ya mencionados anteriormente de la cinta producida y coescrita por Steven Spielberg o la transformación de un padre escritor basada en la novela de Stephen King, pero alejados como la imagen reflectada y deformada de un espejo de circo. Al final nos encontramos con una producción mínimamente digna aunque bastante olvidable.

Por tanto, ante todo este reflejo de males, nos encontramos con una película dividida entre lo bueno y lo malo, esa parte dedicada al efectismo y la palabrería técnica. Contra aquella otra, más psicológica y desasosegante que se halla difuminada y tarda en salir a la superficie. Al final termina algo ahogada por tanto espejismo para acabar con el maligno, cuando la obsesión debió centrarse en la sugerente enfermedad mental.
¿Verdad, Jack?

** Regular **

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