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domingo, 28 de enero de 2024

Love and Death. Season I

 



Los grandes casos se definen por acciones definitorias.

Sin embargo, será en los pequeños detalles donde se encuentran las diferencias, un gesto, un respingo, una palabra... una mirada.

Y esas minucias a veces imperceptibles, para el menos observador, se rodean de hechos circunstanciales que conforman los hábitos y ciertos matices de la personalidad.

Han pasado 40 años desde que George Orwell, concretara esas pequeñas excepciones del pensamiento común, perseguidas por aquella policía de la verdad en su obra 1984. La que se produjo en distintos momentos de la historia de la humanidad, como en aquella Alemania después de la guerra u, otros casos recientes y muy cercanos.

Por el contrario, fuera de las poderosas armas del poder absoluto... si existen alguien que puede sacarlos a la luz con la investigación y el estudio psicológicos de los personajes en cuestión criminal, es un buen doctor en derecho penal... o definitivamente, una fría cámara. Es el retrato de una historia, más o menos real, a través de una cámara de cine o tv... como diría aquel cineasta interpretado por el gélido actor alemán Karlheinz Böhm, en la agónica visualización del crimen de Michael Powell. Un artista con una mirada distinguida y muy particular... con sus ojos, los nuestros. 

Es bastante enrevesado, el tema... como aquel sable desenfundado apuntando al rostro que observa su muerte con muecas de horror. Y el director tras la cámara, divertido, cuya visión tendrán los espectadores en un círculo infinito. Cada uno, con su antagónico miedo... en fin.

Pues lo mismo pasaría en la sala de un juicio... o nuestra butaca o sillón de casa. Con la ficción o una historia real en las noticias. No fakes, claro.

Entre el amor y la muerte, andamos por una casa muy singular, donde los viejos sureños o las familias más jóvenes, representan a aquellos de los años 80, en una congregación metodista. Y eso, ya es una característica a tomar muy en cuenta, xDio. Cada uno en su casa y... bueno, que las relaciones se retratan sarcásticamente, en privado. Excepto, comentarios con algunos fieles... amigos/as.

Sin embargo, bien hubiera podido ser en cualquier otra época, como en aquella residencia de Texas, ya que su creador David E. Kelley, es un embalsamador de cadáveres mediáticos a través de la narración. Algo que viene relatando, incluyendo sus idilios, durante varias décadas de escritura en la televisión. Y desde el frío norte de su frontera canadiense o los corazones del Boston de LA Law junto a Steve Bochco de la famosa Canción de Hill Street, tan admirada entre grandes repuestas a interrogatorios, coberturas y patrullas, día y noche; hasta el calor de los latidos residenciales de la Roma de Wisconsin en Picket Fences, que sin embargo a veces, parecen gélidos de carácter... Rememorando hoy, que el gran Norman Jewison – en el calor de la noche – se nos escapó de la mirada del juego, de las flores, de la cruz y del tejado. Frialdad, no es tanto, dadas aquellas expectativas sexuales de Allie McBeal u otras más cercanas en tiempo y formas, me refiero a Kelley y la tele, claro.

A través del punto de vista femenino, también describió a Nicole Kidman, la productora y sus otros personajes en Pequeñas Grandes Mentiras, para aumentar el catálogo familiar de perversiones televisivas con maestría. Como aquí y ahora, en la relativa tranquilidad de una población sureña, luminosa pero abrasiva por dentro, a la sombra, atormentada mentalidad de la llamada Wylie que es nombre religioso. Pues es un no parar, de meter y sacar en moteles, diferentes cepillos o coros parroquiales.

 

La dimensión periodística de Mr. Kelley es, en ocasiones puntuales, su perversidad psicológica - si bien tenga bajones de conciencia, señalados -  como la simplicidad de Wonder Woman o esa trágica filosofía lujosa de Nine Perfect Strangers, de la que deberán salir rápidamente uds., hacia estas otras obsesiones amorosas más legítimas. Y si te parece poco el hachazo, ¡cambia papá! Madres comienzan la guerra tras desayunos, de Love & Death. Por Joel and Ethan… 

Una historia de amor... y muerte.

Es una historia diferente, porque la violencia personal suele tener otros caminos.

Por ello la estrategia sobre lo patológico o desviado, se sostiene de la complejidad psicológica que escoge el jefe para desarrollar la historia, sutilmente. Excepto, la paranoia en un par de ´cortes`. Y eso que salimos de los 80,calles que eran un hervidero de psicópatas criminales y, más directos que un navajazo. Pero la productora LionsGate y HBO Max, seleccionan el juicio en la primera entrega de Amor y Muerte... veremos si coexisten otras sucesivas... reales de verdad, y algo rural y anacrónico.

Claro que, para comparar estaciones y estados, deberíamos remontarnos a aquellos tiempos en que, los denominados Hermanos de Mineápolis, todavía eran unos pardillos en esto del crimen cultural o familiar. Sin embargo, Joel se familiarizó desde joven con esa violencia en el montaje de pelis de terror y Ethan participaba con guiones en aquella serie de detectives femeninas titulada Cagney y Lacey. Por tanto, ya tenían su mente puesta en el crimen romántico festivo e idealizado, de Sangre Fácil en 1984. Algo que resultaba refrescante con el tono de sus infidelidades y venganzas personales, foreva and neva.

Esas cosas casi insignificantes que perpetran una historia de violencia, también sugirieron la evolución de su Fargo a serie de televisión, donde se mostraban como maestros de lo patético y chabacanamente espléndido de sus personajes, a veces. Y el legado magistral a manos y letra, de Noah Hawley, con ese poco más de frío polar, que por otro lado dibujaban los caracteres calientes de aquellos seres reales, imaginarios. ¿Te lo crees... era real, el caso? Bien.

 

La realidad de Love & Death, no está amortiguada en el dibujo de los personajes, son, aunque más atractivos que los involucrados en el crimen apasionado o circunstancial tras fotos... Rostros concretos, en estado de gracias, gracias a la pasión medida, entre dos protagonistas que sube como la espuma o la… ya sabes, porque el seno de Elizabeth Olsen y el coseno antagónico de su carácter con el marido arrastrado, es majestuosa. Mientras el traicionero al otro lado de sus flores de la Luna y la justicia, se ajusta a ser aconsejado por la otra traicionada, que manda a galeras y matiza el rostro y flequillo luctuoso, brillante de Jesse Plemons.

En los hechos ochenteros, todo es verdadero, excepto lo novelizado para ambientar y rodear la historia, en dirección apuesta a los hermanos, en favor seguramente de crear un estímulo visual o suspense, que esconden los grandes momentos televisivos. Se pueden disfrutar a sorbos o en compartición de desayunos de flakes, familias y fluidos, y jueces extraños. Y te lo crees... tal y cómo te lo cuentan, que es lo disfrutón.

Traslada una especia de realismo mágico y trágico televisivo. La probabilidad de lo intangible e inconcebible, que siempre acabaría golpeando a la puerta, como el Cartero. No el de Pablo, sino el de James M. Cain, que sería artífice de un vértice amoroso de lujo, entre  voluptuosidad y peligro, como rezumaron otros novelistas que conforman el trío negro, como Raymond Chandler y Dashiell Hammett.

Y puestos en esta escena romántica y abrasiva, eso quiere decir grandes cosas para la escritura, horizontal de David E. Kelley... Sin harinas salvajes, pero igualmente pasional a su estilo y maneras. 

Lo imperceptible...

Aquella llamada fue más apasionada y sensual, sólo basta recordar el retrato a los personajes del bueno de Rob Rafelson y en guión de David Mamet, un miembro de la Academia de las Artes y con un Veredicto Final en su currículo; que ahora, Mr. Kelley reproduce sin Jack Nicholson y los pechos turgentes y el bello rostro de Jessica Lange en 1981, pero plagado de minúsculas percepciones de personalidad, torpezas o extravagancias.

Que del clímax sexual, se apartaba de la versión de los años 40 de Tay Garnett con Lana Turner y John Garfield, no del apasionamiento, con el director de Un Yanki en la corte del Rey Arturo y candidato a capítulos de Los Intocables o esa primera Obsesión adaptada del Luchino Visconti. Otro que sabía varios asaltos, de los sujetos aprisionados, detalles nimios y grandes crímenes pasionales en familia.

Por tanto, novelística y judicialmente, esas minúsculas reproducciones suelen ser las más grandes, saltando del blanco y negro o el rojo ampuloso de Michael Powell; y es que Love & Death, se alimenta de un odio real... que tiene mucho que ver, en el encuentro afilado entre seres y hechos.

En el amor y antes de lo otro – el ocaso definitivo-, se vive bastante de obsesiones acaloradas, silencios melodramáticos o no,  y,  los cargos otoñales de la edad, que se manifiestan de vez en cuando, o descienden,  tal que un juego entre ratón y la gata, maduros. Sin embargo, lo peligroso está cuando se enredan bigotes y las uñas sirven como cuchillas entre felinas, logrando incorporar caos celoso, a la cuestión amorosa y taquicárdica, casi enfermiza. También ocurre en el otro sentido, casi siempre manipulado por la lengua, aunque éste no sea el asunto ahora.

Detalles, ligeras interpretaciones, movimientos de ojos y manos, gestos furtivos, miradas procelosas, abandonos, encuentros en la obscuridad, despertares, miradas en fin… Muestras de desaprobación, o lo contrario, armas residentes en los buenos actores. Una palabra cautiva, una insignificancia aparente, un rasgo escondido, una acción minúscula… son los desencadenantes primorosos de la realidad. El juego de la hipocresía, el fugaz roce indiscreto, la reflexión engañosa, el valor perdido, el refugio, la huida a ningún lado… el silencio otra vez, shhhhh!

No existe futuro sin pasado, la guillotina del tiempo. No existe pasado sin ubicación mediática de la mente. Siempre es un volver a empezar, sin olvidar aquello que fue. O no…

Enormes Brechas…

Ese es el paso empírico, del amor al folleteo, y viceversa.

Cuando los hoteles de carretera se quedaron en el camino, por otras vías más sangrientas, y de lo romántico casi no me acuerdo. Porque en las familias verdaderas, coexisten todo tipo de brechas abiertas, o prácticamente cerradas apenas…

Estas parejas de altos vuelos, esconden esas minúsculas ramificaciones como las de aquellos primeros Coen, antes del desayuno olímpico, que tanto se aproxima a esta madre de Miss Olsen. En algunos aspectos al menos, con senos familiares pero familias más dispares en cambio. También cercanas a aquellas del Hollywood clásico, que estaban programadas para soportar el paso del tiempo y quedarse indemnes en nuestros corazones. Si bien gotearon de sangre, sudor y lágrimas, como nos metieron en harina, desde Minnesota a Texas.

Y es que esto es la vida, como decían entre aquella canción de Aute y la homónima Vivir de Nino Bravo, tocando aquellas fibras que sabían enraizar y entonar como nadie. Apartados de sermones bíblicos o referencias a la fe de los parroquianos que se abandonan al sugestionado pecado. Sin embargo, nos quedan los grandes gestos vívidos, con el maestro Akira Kurosawa en aquel columpio congelado del tiempo, llamadas secuestradas y la identificación con el que se marcha silenciosamente, con la cabeza muy alta.

Así podríamos definir, en lo pequeño o gigantesco del alma, que David E. Kelley es un aspirante definitivo a jefe, de aquellos pequeños relatos de fundidos en negro, o color de senos abandonados a la pasión que saltaron de la primera Hammer a Powel, y la siguiente de los 70. Pues en duelos entrecortados de gigantes y las salpicaduras de fluidos, están los signos de la grandeza. La que es capaz, de revivir a un difunto… órgano.

Y en algunas interpretaciones mayúsculas que acompañan magnéticamente, que son maridos y amistades, apariencias insignificantes que logran dejar una Huella… No la de Mankiewicz que era más reducida en personajes, sino como elementos remarcables de los que se rodeaba Mr. Hitchcock, pongamos, desde los crímenes imperfectos, teléfono, llave, papel, tijeras… a la corbata en el cuello, hasta los líos en el robo de Marnie y su problema, homenajeada en su cumpleaños 60 también.

Ejemplos familiares tenemos en el cine más cercano… el frío Terminator del que se cumplen los 40 este año, el frío mecanismo para acabar con la semilla del amor futuro. El romance extraño, como aquel viaje glorioso de Fernando Fernan Gómez al mando, que se vuelve voluptuosamente anguloso y violento, festivo, y no cuando Buster & Billie, que cumple los 50, nos muestra el lado fangoso de manadas, tan mediáticas hoy.

Mientras el panadero, The Baker se lanza a la aventura para salvar el apellido de la nieta, tan manido como Max Payne u otro cercano y silencioso, conociendo que el pasado está ahí oculto, tras la masa y el rodillo. Sangre y manos a la masa encefálica… es el cine de Mario Bava, que casi antes de que se supiera de asuntos internos del giallo, ya tenía a inspectores calculadores, investigando al asesino innovador, salvaje, tras Norman Bate´s o Peeping Tom´s, llenando a las parejas de dinero manchado, impávido ante traiciones girando alrededor.

En Love & Death, no existe ese ámbito familiar, de buscar, es celo puro enloquecido, más Sangre Fácil, que violencia voyeurística del engaño en el Doble Cuerpo de Brian de Palma. Felicidades, este año, caen 40 desde la ventana, de tío Alfred… Y por último dos buenas investigaciones, una interna en Reptiles del novel Grant Singer, que promete esclarecer entuertos, sino familiares de sangre, familiar a lo cosa, Nostra; y el del argentino Damián Szifrón, me gusta más el título To Catch a Killer, que se embarca en una Navidad pasada por agua, sangre y lágrimas viendo aquel silencio de Corderos inocentes… Porque es Clarice, y Ben Mendelsohn es la glorificación de aquel Jefe… el asesino de las pieles, no, el otro. Pero, el dolor está bastante bien demarcado sobre sombras… y luz. Se acabó hasta el próximo caos de una Noche de Paz… colorido, o ya veremos…

Mientras nos metemos un desayuno de campeones y homicidas psicópatas… soportando el remake de una mujer conductora con gafas y un fusil. La de Anatole Litvak - la tendría que volver visualizar con Oliver Reed, que tanto supo de inocentes ovejas, amoríos y lobos - hasta la llegada de los celos de Cómodo en Gladiator. Next, action!

 





domingo, 14 de enero de 2024

El Hombre de Castañas (Kastanjemanden). Season Otoñal.


Parejas de investigadores en las producciones cinematográficas y televisivas, hay tantas, como castañas pilongas a remojo para ablandar el asunto… y casos literarios que toman visos de realidad, también.

Algunos a esta variación que proviene de los hielos escandinavos, la denominan Nordic Noir, como las truculencias de Hollywood clásico, pero más recargado de sus agrestes paisajes, grises que perfilan la dicotomía psicopática. Historias que tienden hacia la tortura sicológica del gran público unida a la violencia extrema de lo personal. En algunas latitudes (Escandinavia), incluso con marcado carácter infantil muy habitualmente. Pareciera una firma de procedencia, desde los grandes directores suecos y daneses, del pasado, desde Ingmar Bergman o Carl Theodore Dreyer, hasta Lars von Trier... pasando por la fría Centroeuropa del caliente, Michael Haneke.

Aunque parecen que van disminuyendo, esas parejas detectivescas convulsas por sus caracteres divergentes, siguen siendo una de las principales premisas de atracción de aficionados al negro y sus resoluciones polémicas, o imposibles. Por consiguiente aquí, ellos/as, son los que deberán intentar sacar a las víctimas, o las castañas… del fuego de la historia del novelista Soren Sveistrup, el de la sangrienta The Snowman, con el guionista Mikkel Serup de The Killing, que recoge diferentes familiaridades deformadas de una realidad aumentada. Autor de Crónica de un Asesinato y la serie The Kingdom de Mr. Trier, recordando que tengo pendiente de la directora Susanne Bier, su producción Bird Box.

En este último caso, y no me refiero al Hartung de 2021 que visiono ahora, sino a las grandes evidencias terroríficas que provinieron de aquellas mentes agraciadas y la imagen cruda, con sus parábolas bíblicas o sagradas, frente a la referencia del pecador mortal, la muerte provocada. Y  los hamlets varios que proclamaban el dolor del ser o no ser, como Gabriel Axel de El Festín de Babette o el padre del cine nórdico August Blom, de los primeros en atreverse con el caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hide. ¡No va más en disfuncionalidad!

Me quedan algunos referentes, guardando un asunto puntiagudo, que van del Bilie August de Pelle o Smila, en sentencias de muerte, gélidas; o las series danesas de Erick Balling en Mitad de la Noche y el caso Borgen de Soren Kragh Jacobsen, un tema personal pendiente. Más la mente turbia de Anders Thomas Jensen, dando de beber a su mítico Mads Mikkelsen; el vigilante nocturno y la sustituta, dolores de Ole Bordegal; y un capítulo para Janus Metz en True Detective, antes de meterse a raquetazos psicopáticos entre Borg y McEnroe… Ah, y por supuesto, Nicholas Winding Refn, al volante enérgico de la acción brutal, que fueron rompiendo las olas de aquella Europa del caos, tierras de perros, y bailes en la obscuridad con el anti algo y sexual. Ninfomanías… ¿O no, fuera de la casa de Jack? Otro Torrance cercano a lo congelado y extremo. En fin… estaba y se murió.

La Madre que los…

Y antes de hablar con estos 3 showrunners que componen al castañero y sus ritos maternales en Netflix, definir la música del compositor Kristian Eidnes Andersen (Ida, Vivarium) y el guión firmado por el escritor de La Llegada, venga… más, la serie The Undoing con Nicole Kidman y Hugh Grant, creada por David E. Kelley, de Big Little Lies. Este otro administrador de papeles criminales y acusaciones híper-legales, desde la Alli McBeal a la extraña Picket Fences, el Lincoln Lawyer, y las pendientes, Mr. Mercedes o Love & Death. No va más, con mogollón de duelos interpretativos de interés, of course… af korset!

Dinamarca, alias, nos centramos en la periferia mortecina de Copenhage y alrededores agrestes, con una manita de ambiente sobrecargado, más o menos… manos. Tierra de contrastes y cambios en los biorritmos vitales y sombría luz, marcan las horas de mitos a los celtas ibéricos, dice que sostenían llevar una castaña en el bolsillo o colgada al cinturón, para aliviar resfriados y hasta reuma… Pues eso… Aquí cualquiera puede aparecer enfermo, o plomizo en el aire. Y enfermizo… por descastañado.

Mientras aquí y allá, se siguen los métodos ancestrales para corregir los males y resultados de fiestas paganas, que se han ido apoderando de las mentes populares, hasta cancelar los propios, trayendo máscaras de miedos a los días de la Castaña. El 1 de Noviembre, donde producían altas cantidades de vitaminas y ácido fólico, para repartir, a base de frutos para la memoria y el organismo oxidado. Vamos que, Mr. Krueger se ha instalado en esos sueños húmedos de sangrientas masacres con Myers y demás, dando a la fibra del cuchillo o sierra, y nos ha costado un riñón. O una huella, ponte tú a buscarlos… sí, no existen…

En el llamado Magosto, asándolas al fuego compartido en época otoñal y tostarse con vino u orujo, por los adentros… se aprovecha la recogida de la vendimia de septiembre, así es una verdadera fiesta de la Castaña… ¡La madre que los parió! A los sajones, pienso, menudos fantasmas...

Por otro lado, asuntos horrorosos que nos traen historias de miedo de verdad, o leyendas de espíritus que regresaban a casa de los parientes, más sensibleros; recibidos como una celebración, acaso, mas no confundir con… ahora sí vienen… los erizos puntiagudos de leyendas en blanco y negro, que infundieron el terror a lo extraño, y sus malas madres… Pongamos, la del vampiro M de Mr. Lang, antes de ese gigante de El Cebo de Mr. Ladislao Vajda, con sus p… puntas de choco y todo, como las castañas envueltas en espinas atrayentes, que darían forma a la de la Psicosis de Mr. Hitchcock, no hay otra igual…  y la del acoso religioso materno-filial, hija Carrie de Mr. King y el De Palma, que estarás por allí... ¡lejos de la hostia, madre!

Este enfrascamiento maternal, es un tema referencial en la serie The Chestnut man, proclive a la hipertensión entre parientes y adoptados, anestésicos, para las jóvenes que ejercerán enseñanza a vástagos, como filón de lo visual aciago, esto es, perseguidas, hasta la extenuación. También es asfixiante, el caso de los gemelos y tendencia agradecida con sus cabezas pensantes o confabuladoras, dádivas en casas apartadas y ofrendas en los ambientes gélidos, dese Hansel y Gretel, que dan mucho juego y pavor. A ver quién se lo niega… a los Hermanos Grimm.

Pues todo acaba confluyendo en estos, hijos de mala madre, brujas auténticas, que derivan a los psicópatas de turno, dejados de la sidra y el orujo, para meterse en el papel de verdaderos Lobos, frente a esas Caperucitas del bosque. Como Perrault y otros daneses, sembrarían… hasta el ocaso oscuro, con Mr. Edgar Allan Poe.

Fotos y dibujos, en síntesis.

Un buen investigador que se precie, busca la estructura escondida, y debe tener todos sus elementos, a la vista. Ahí colgados de la pared con sus cintitas sujetas a corchos, tachuelas de colores o clips para cada sospechoso, para saber por dónde se andan, sin perderse… o, a Nos.

Algunos fantasean con magos que entienden los entresijos, como los duendes de la informática y los médicos forenses, o la Marlene Dietrich de Sed de Mal, que de esto del negro sabía latín, o cueros, el maestro Orson Welles. Y Garci lo sabe, nuevamente.

Usan psiquiatras, y otros menos sociales para la psiquis, compañeros de turno que te sacan del quicio de una puerta, del anatómico… ahí espiando por si las moscas… Dibujitos y collages, en la piel, hechos por infantes, pequeños hijos de… que no, que son víctimas, casi siempre. Pero los otros, fueron niños antes, en este y otros casos… que se la arrancaban a tiras o comían, fuera del veganismo actual. Puede que algún día hable del sonido de la Libertad, pero el asunto no viene al caso ahora, ni su forma cinematográfica, que no es comparable…

Salvo, la envergadura animal, de este Hombre Castaño, al carbón vegetal, ofreciendo tensión y sugestión… excepto en algún término que contaré… pues las maternales, con diferentes comportamientos, ven que existen los lobos. Como los muñecos castañas, que van perdiendo peso calórico según se aproxima el fin otoñal, hacia esa maternidad que se celebraba en el tramo del medievo, desde la antigüedad de las civilizaciones. Recordando la universalidad del tema, pues la castaña, Madre, proviene de Asia Menor, y se extendió a Egipto, la China, la política griega, el imperio romano, y hacia la Europa del Norte al Sur, con sus conquistas culturales y celebraciones embarazosas… Es decir  Norteamérica, por ejemplo, hablando de ricas familias políticas, dolor fisionómico y tantas variedades pilongas, como dulces apócrifos en un pozo y el silencio de los inocentes corderos. Cuando Kill Bill se hacía un traje con ellas, o esa conexión evidente al Mads Mikkelsen más sibarita y licenciado en artes metafísicas, que era su Hannibal. ¿Hambre, menos lobos…? Calla y come niño, no me seas Hansel.

Saltar de Sartén a…

Como deflagraciones, púas de pinos, saltan las castañas perdiendo su masa o grasa vegetal, sudando, secretada por sus venas, con sus pelillos chamuscados, que dejaban el aroma de una pasión. Oculta.

Los ritmos circadianos, nos tiñen de colores otoñales típicos, sin nieve aún, sabores que están condicionados por fiestas y los desagradables encuentros, sangrientos quizás… y olores, que huelen a fosfatina, ¿verdad?

Y es que los finales, como las castañas pasadas, pueden pegar un salto mortal y descender al abismo. Pasando de frías oficinas, a las mesas de casas de campo, alejadas de los parques que trajeron el panorama terrorífico en la juventud, dando lugar a aparecen que no te dejan congelado, porque hay bastantes calorías ya, en el ambiente. Tanta comida y cenas, camellos, bueno que me salgo a lo Hansel y Gretel… Para sentir las deflagraciones que son una exageración de lo casual a lo visceral, e incendiario. En fin, que las series a veces terminan un poco castaña, no del todo, no… porque el mal existe, doblando la esquina.

El Hombre de la Castaña se mantiene firme, dado lo emocional y narrativo del caso, gracias a sus tres personajes principales, representados por el excelente trabajo de Danica Curcic, primera danesa de Netflix en Equinox y La Niebla (deficiente dicha pesadilla en tele), y él, en segunda danesa de Netflix, Mikkel Boe Folsgaard y su The Rain, que es un detective muy racial y empapado en lágrimas, tras un incendio pretérito y la recuperación con ese regalo final… Al otro, no sentenciaré, pero pertenece a los Tinker Tailor Soldier Spy, La Chica del Dragón Tatuado y una parte presidencial de Chernobyl, la serie. Mr. Dencik, de alias Gorbachov, con el calor residual de aquellos días calientes…

La diosa… del infortunio.

La condena del dolor, sirve a pobres y familias ricas, políticas, cuando les toca la pedrea del infortunio, que está ahí, esperando y entonces mueven palancas sin parar.  Y otorga a cada quién, ese Hombre de las Castañas, determinado y singular, que sirve a cada serie.. Y a este Netflix en danés, que es cruel y salvaje, como aquel lado obscuro de Mads Mikkelsen y su doctor. Aquí más campero o pedrestre en arte.

Son maldades parasimpáticas, tal que el sufrimiento extremado de un Tom Cruise en tren endiablado y vuelos sin motor, con vistas a las profundidades de la última Misión Imposible, en Sentencia Mortal. Es un sin vivir de asesinos posibles frente a salvadores del planeta, recordando lo atómico globalizado,  a lo maquinista de la general en acción. Pues, qué decir del final de Mr. Keanu, tras la molienda, no del pan de castañas, sino de la masa con que se hacen las tortas, cronometradas hasta el hartazgo, en su John Wick bajo la Torre Eiffel y olé. Se acabó, las hostias que se daban… como trenes expreso.

Y qué decir de, el The Killer obsesivo con la preparación física y casi mesiánica, de Michael Fassbender, para acabar con ellos y ella, la Tilda Swinton más sibarita. Mira que David Fincher sabe de estos tipos y los mindhunters, pues nada, que se queda uno con el cerebelo taladrado… cómo coj… a un asesino meticuloso, se le queda la mente encerrada en la música de Morrisey y The Smiths, solo y para siempre… y qué, pues que el rico gane, porque es el que mañana podría darle de comer, es asín… en garrulo del pueblo castañero. Al calor de matarile contratado, digo.

El muñeco castañero, conecta casos críticos. La política con desaparición, las ofrendas festivaleras en el campo, los gemelos que se corrompen en el tiempo, los embalsamientos a lo Joan Doe, el compañero tiñoso o envidioso de no sé qué, el retirado del método, jubilado detective, el extraño, el padre o madre coraje, la incomunicación con jefes o entre parejas, el político que se mueve al interés… y el pringao, al que siempre podrían reventar, quemar como hombre de paja o mimbre. Estructuras de alambre como cornamentas colgadas… y castañas como cerebros.

Me queda la venganza del Baker de Ron Perlman, que fue caso para Guillermo de Baskerville, sin el perro de Holmes, y las chicas… no las de caperuza roja, aguardando la caída de la castaña, hacia la nueva fiesta oficial del paganismo, que celebre la cosecha y esa maternidad arcaica y dolientemente eterna. Sino, las que no esquivan a los lobos y sus erizos picudos en el camino… Pongamos de Clarice Starling, u otras que vendrán en la continuación de esta maquiavélica, entrada del presente, cuando los corderos son castañas sin alas… ¿Se dirijan a cual…? Próximamente, hasta la primavera de la siguiente matanza en Copenhage, o en Minesota, o más allá, el universo… Pringadillos loberos y otros foros, fargos asesinos… en los días sangrientos de las flores y la luna, de ídem... ¿O no, King?




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