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domingo, 8 de marzo de 2020

Drácula.


El Mito: Drácula.

Varney el vampiro (o también llamada El banquete sangriento), sería una novela de la época victoriana que contribuiría a difundir el mito de los vampiros en Inglaterra y en los posteriores textos de escritores como Polidori, Charles Nodier, Hoffmann, Samuel Coleridge, Sheridan Le Fanu, Teophile Gautier entre otros. Desde el pensamiento oscuro y la anormalidad, los habitantes de la Edad Media con sus estrictas y moralistas reglas sociales o políticas, trataban de hacer frente (no explicar entonces), los extrañas acciones de sus convecinos, su locura y ciertos rasgos de violencia encarnizada. Nuestros antepasados europeos se movían entre la superstición y las creencias religiosas, para explicar elementos desarraigados y conciencias alteradas del comportamiento ´inhumano`, hasta que la ciencia empezara a demostrar otras teorías.

Varney sería el desencadenante del derramamiento legendario, como Nosferatu lo sería en el cine, ahora que se cumple el aniversario de su primera proyección en Alemania y nos acercamos a los cien años del filme de Friedrich Wilhelm Murnau. No confundir con la novela de Tom Holland en 1996, Banquete de sangre, donde coinciden dos máximos exponentes del terror, ficción literaria o real, como Jack el Destripador y la figura eterna de Bram Stoker. El mito de Drácula, revive en los diferente medios en la actualidad, a través de los persistentes chupasangres y su irreflexiva imagen, con diversos matices. Veremos quién desgasta a quién... o exprime su esencia vital.
El novelista Abraham "Bram" Stoker, era de origen burgués como su archifamoso Conde. Trabajó absorbido en sus labores como funcionario del Castillo de Dublín, nacido en el seno de una familia pudiente británica, con bastantes facilidades para el acceso a cultura y los libros. Se dedicaría también a la crítica teatral, donde observaría la imagen alargada, emergente de un actor y director de teatro, conocido como Henry Irving, que le marcaría con su representación física, regia y totalmente personal de Hamlet. Un referente aseado de las sombras del alma.

Pero, en la niñez viviría con un problema incipiente de salud, convergencias de hoy, junto a su cabellera pelirroja y espíritu aventurero. Que haría de él, un joven postergado y entretenido, o compungido entre mantas por las historias de fantasmas, narradas de propia voz de su madre. Todo un referente de una imaginación femenina que, luego incluiría en sus psicológicas y misteriosas novelas, como una voz sensual que susurra o se convierte en amenaza transmutada de la realidad o el esoterismo. Precisa e incisivamente, aquella semilla literaria estaba creciendo en el interior de su ser, como una enfermedad que infectara sus glóbulos rojos, pero que le hacía desencadenarse del pensamiento eléctrico de la época. Claro, estaba pensando en el otro mito terrorífico e inmortal, un tal Dr. Frankenstein y su monstruo gótico, usurpador del título.

Fuera como fuese, se acrecentaba el hambre, el interés escrito por el misterio o el Mal, un verdadero precursor de sus relatos más conocidos, mordisqueados por el interés general de un público, que deseaba sensaciones fuertes y afiladas. Bram Stoker fue amigo de Oscar Wilde, contagiado de su pensamiento anarcofilosófico contra el estado y seguro admirador de su obra eterna, visitando sus castillos fantasmagóricos como en El Fantasma de Canterville o la inmortalidad del monstruo en El Retrato de Dorian Grey. Toda esta materia narrativa, le acercaría definitivamente a las mordeduras de La Guarida del Gusano Blanco y excepcionalmente, a su omnipresente e imponente conde... Nuestro Drácula... y el fotografiado universalmente en más de cien películas, por el Séptimo Arte.

El actor inglés, Mark Gatiss desde su participación en la serie Henry en 1993, ha ido forjando una carrera dramática (Christopher Robin, The Favourite) y elevando sus apuestas como escritor, creador de nuevos formatos televisivos e incipiente director, acompañado por el escocés Steven Moffat que participara en la BBC con la elaboración de la serie icónica Doctor Who, el guión de The Adventures of Tintin, Jekyll (con nuevo proyecto para el cine) y, sobre todo, la presente serie de la productora Hartswood Films para Netflix.

The Rules of the Beast.

Simplemente, se dice que las reglas están para romperse o incumplirse... Eso precisamente, es lo que se percibe en la imagen reflejada de Drácula en la serie con homónima dedicación, controlada desde la cámara en su ruptura histórica del caso clínico por el director de Alien Autopsy, Jonny Campbell. Siguiendo sus primeros escarceos amorosos, o no, sus atracciones inmortales y su perspectiva de futuro.

Sin embargo, antes de saltarse algunas normas de nuestro colectivo imaginario, o seguir otros caminos introvertidos de la infección, el siniestro conde se amolda a la rimbombante ambientación generada desde su morada en los Cárpatos (Transilvania) con su carismático aire folklórico, circundando el Castillo de Orava (Eslovaquia) y los Bray Studios de Berkshire. Eso sí, con ciertas licencias, evitando los rodeos de las cartas epopéyicas o su narración entrecortada en personales epístolas, la traslación exacta de Mr. Stoker... que puede gustar o, tal vez.
Directamente, mirando al rostro del monstruo, que en algo trata de imitar a la adaptación, por aquella interpretación de Gary Oldman respecto del personaje observado por la cámara de Francis Ford Coppola. Al menos, en la mirada evasiva, la extravagancia, la formación lingüística, la lujuria excéntrica y cierta personalidad cínica del ser superior.

El égolatra anciano que inicia un rejuvenecimiento del vampiro clásico, aunque mantiene en sus primeras entregas, toda la idiosincrasia nobiliaria, el sarcasmo sexual y escenografía tétrica. Mediante la perspectiva de una narración en primera persona, que facilitan tres personajes, que se van separando de ciertos rasgos enfermizos o heroícos, tanto del personaje mítico en nuestra memoria como de la narrativa. Primero, el incauto viajero Jonathan Harker interpretado por un pálido John Heffernan, procedente de los Dickensianos en serie, contador de secretos de la actriz inglesa Keira Knightley y rompedor de nuevas reglas junto a ella misma, Gugu Mbatha-Raw (The Dark Crystal: Age of Resistance, próximamente en Loki), Jessie Buckley (en la cuarta temporada de la excepcional Fargo) y Rhys Ifans.
Otros jovenes exponentes del cambio, son Matthew Beard o Jack (An Education, The Imitation Game), que viene de dar vida al estudiante de Sigmund Freud, Max Liebermann en la miniserie Vienna Blood, que se separa en ciertos rasgos enfermizos, del personaje romántico y la novela; o Mina, la actriz Morfydd Clark, que luchó por no ser devorada en Crawl y paseará por las fronteras de la Tierra Media en El Señor de los Anillos.

Pero, volviendo al rastro sanguíneo del libro, a veces, iba precedido del cuento terrorífico El Invitado de Drácula o El Huésped de Drácula, interpolada por la esposa de Stoker, Florence Balcombe, que también se dedicara a retirar las copias del Nosferatu alemán, por incumplimiento de los derechos de la obra original. En el primer viaje al centro de Europa, Jonathan Harker, un joven abogado inglés se encuentra aún en Múnich, donde un cochero insiste en volver a casa porque esa noche es la archifamosa de Walpurgis (la misma de la maldición del hombre lobo), antes de tomar un tren que partirá a Viena y a continuación, destino Budapest.
Esta anécdota terrorífica y temporal, entroncaría el carácter femenino y esotérico de una noche del año, que denota el sacrilegio de las creencias religiosas y cierta inhibición sexual. En respuesta a la intercesión por Santa Walpurga, aclamada de los cristianos de Alemania en favor de luchar contra "plagas, la rabia y tos ferina. También a la brujería, que iniciaría la tradición de hogueras contra las embrujadas en la festiva noche de San Juan.

De otra tinta, Goethe erigió un monumento escrito a dicha noche, Walpurgis, dentro de su obra Fausto, como un pariente cercano al espíritu vampírico y demoníaco. Donde el aquelarre ritual sirve de interludio entre la primera y segunda parte (escritas durante su juventud y la madurez de Goethe, respectivamente), cuya vida circunscribe un sentido inverso al perfil biológico del mismísimo Drácula. El Benjamin Button de los colmillos... en busca de la esencia vital de la eterna juventud. Cosa que no pudo, el bueno de Bela Lugosi, sentenciado en aquel féretro de vergüenza ajena.
Y así como sus principales destinatarios díscolos, Fausto y Mefistófeles, se divirtieron saltándose las reglas morales durante la noche de brujas, en esta leyenda alrededor de Brocken, reivindicando la línea sanguínea de una oposición a la fiesta de Todos los Santos celebrada el 1 de noviembre. Ya que celebrar ritos paganos seis meses después, es una manera de darle vuelta herética a su significado religioso. Un dato aparte... las puertas se adornaban con crucifijos.

Igualmente, podría asemejarse el viaje de Mr. Harker al foso del deseo y el consumo de la sangre, como un oscuro descenso jockeriano, concretamente, a los laberínticos y tumultuosos infiernos de Dante. Hasta llegar a enfrentarse, cara a cara, con el mismísimo Diablo, o también conocido como Lucifer, Luzbell, Satán, etc... Un ser sobrenatural maligno, manipulador, libidinoso y tentador para todos los pensamientos ocultos de los seres humanos. Especialmente féminas, aunque no hace muchos ascos a chupar de otros frascos.
El pecado original en persona, con cuernos y alas, pero sin capa, que fue idea de algún director europeo... seguramente, Tod Browning.

En otro orden de cosas siguiendo el contexto histórico, sin duda, sería la figura de Vlad III la representativa en la historia, que se revolvería de su tumba cincelada en mármol y la sangre derramada en cientos de batallas, para erigirse en héroe nacional y consagrarse como vampiro más popular. El narcisista y embaucador que mutó en la literatura y el cine, en su aspecto físico, también conocido como Vlad Tepes, Vlad el Empalador horrible, o Vlad Drăculea de la Orden del Dragón (Sighișoara, Transilvania; 1428/1431-1476/1477), que cambiaría principado de Valaquia por condado rumano, inconcreto o fantasmagórico, del que se empalaría al mito del horror translúcido, con una famosa dinastía de monstruos o, no muertos.
Parece ser que la inspiración de la residencia de Drácula, podría venir del Castillo de New Slains, en Escocia, cuando Bram Stoker fue invitado por el conde de Erroll, o bien, por las descripciones de “El castillo de los Cárpatos” de Julio Verne, posesión de las melenas cenicientas del Barón de Gortz, que epataron en otras representaciones fílmicas.

Por diferentes motivos, casi todos transmutaciones del texto fundacional o, el contexto viajero del vampiro en busca de nuevas circunstancias alimentarias, los escenarios se dirigen a salas de entrevistas en estancias palaciegas, o carcelarias hacia la mente, conventos que abren la puerta al efecto masculinizado, o no, con otras alternativas sacrílegas, veremos. O sobre la cubierta de un navío que es tránsito entre tierras, morada y despensa, que traslada a turistas de clase, ratas de cocina y otros elementos marginales, con mucha voracidad. Por no hablar de otras perspectivas, que me reservo... por ahora.
Existen otras dos patas, de este animal herido, hambriento, sacrificado en pos de la modernidad (aunque mantenga la esencia del clasicismo mítico), pertenecen a dos voces enfrentadas, dos géneros con múltiples matices de atracción, inventados o no.
Una pertenecería al músico y actor nacido en Dinamarca, Claes Bang, superviviente de un capítulo de Borgen, inductor en The Square de Ruben Östlund, Sasha Mann de The Affair y próximo vikingo en la película The Northman del director Robert Eggers (El Faro, The VVitch: A New-England Folktale), alrededor de un trío de campanillas como Alexander Skarsgård, Nicole Kidman y Anya Taylor-Joy; la otra se apoyaría, en la actriz londinense Dolly Wells, con sus curiosos matices profesionales e intromisiones genéricas-científicas que comulgan con el ADN del gran murciélago, y fuera parte importante del increíble filme ¿Podrás perdonarme algún día?, con una absorvedora de energía, verdadero o falso.

En última instancia, otra carta viajera... el pensamiento medieval y posteriores que influyeron en la leyenda, hasta nuestra era de contagios misteriosos... Introdujo las distintas reglas sociales o manifestaciones del comportamiento, que algunos se saltan como verdaderos vampiros o monstruos prevaricadores. Ya que la espiritualidad, simplemente queda relegada, en una sociedad globalizada, donde todo se contempla descarnado, sin anestesia por las diversas arterias mediáticas, y se registra descontextualizado o mintiendo sin complejos.
Las creencias persisten como una mera rivalidad entre etnias, o un episodio en la televisión, en el que los dioses se pelearían con los novedosos erúditos de la modernidad, por una solemnidad perdida en las mentes de los espectadores. Creyentes, o no...

De eso, trata la serie de BBC, de la imagen icónica y alargada de Drácula y sus ramificaciones en el tiempo (Mr. Lee que estás en los cielos, en triunvirato), de sus diferentes pieles en el debate, de sus normas que se han modificado, alterado en pos del éxito, en contraste con los nuevos tiempos. Con ese apetito insaciable por el conocimiento, la división de clases en sus personajes (que nacieron en épocas sin derechos apenas, ni igualdad) y la mezcla contagiosa de sangres, por la reivindicación del derecho femenino y la igualdad representativa, por la defenestración en cierta manera, del macho, en dialéctica castración. Aquel corruptor de tiernas mancebas, bajo su influjo y sus ojos enigmáticos... Y especialmente, por las repercusiones colectivas de nuestra actual, forma de vida... o de muerte.

Blood Vessel.

Todo transmutó en el interior del buque sangriento, que era rufugio de aventureros y mapa para nuevas rutas de escape, reconocido en el mundo entero como The Demeter. Sabido es, que una enfermedad se apoderó históricamente de sus ocupantes, al menos en su novela de miedo, con distintas funciones y capacidades para discernir lo verdadero, separarlo de lo irreal, según la visión de su director, Damon Thomas.
Este director que participara en capítulos de series como Penny Dreadful (próximamente con nueva temporada abierta en nuestras venas), In the Flesh o Killing Eve, donde circulan rumores de ese cambio inherente al clasicismo y el romanticismo gótico. Dirección, la tierra de los sueños y fin de los abrazos contaminados... la frontera del halo de Drácula, y su hambre de siglos.

Ese factor animal del Conde...

Precisamente el nombre "vampiro" le daría, el naturalista Conde de Buffon en 1761, a un pequeño murciélago hematófago conocido como Desmodus Rotundus, originario de una región de América del Sur, de hábitos nocturnos y que se alimenta habitualmente de sangre de ganado bovino. Vamos, el auténtico de la naturaleza, en comparación con otras supersticiones en ataúdes vilipendiados por el desconocimiento y el miedo.

Después de tentar a las monjas con pequeñas teorías sádicas, lúbricas y exhibicionismo de andar por Europa, el chico del pelo engominado (otra invención del cine y el bueno de Christopher Lee), decidió que mezclar es lo mejor... Libres y borrachos, ebrios por la sangre de tiernas víctimas. Así que, se hizo el atillo al ala, metió toda la tierra posible en las bodegas del navío Demeter, y se lanzó a la conquista intravenosas del Nuevo Mundo... un mundo de oportunidades infinitas, de vidas eternas en familia. Definitivamente, lo típico en la mayoría de sagas o manadas.
Aunque la persecución de Van Helsing es atípica, porque no siente demasiada atracción por la nobleza y sus rasgos distintivos, sino por otra manera de dirigirse al mundo de los vivos... y coleando, bajo del maaaar!

La mente de Drácula es poderosa, se puede saltar cualquier pensamiento iracundo, en un tris tras, como si con él no fuera la cosa, sin embargo, un texto sagrado es una putada descomunal, como un crucifijo que te salvaría de cualquier mal o una sopa de ajo. Por tanto, en lugar tan frío y espacio tan reducido, lo mejor es un buen caldo, cosecha victoriana de 1900, dejada reposar con imprecaciones a la soberbia y la incredulidad, apartada del terrible salitre. Como diría un tal Hannibal Lecter, en una reunión de sibaritas o afinados gourmets, a mí no me gustan los corderos, sólo me los como. U otra reflexión típica, las emociones más positivas son un regalo de nuestros ancestros animales, la crueldad sería un regalo de nuestra propia humanidad. A lo que Drácula respondería, me comí su hígado, acompañado de... no vegetales, no... y un buen chianti, de mi propia cosecha particular, claro. Y espeso...

Se dice que los primeros ciudadanos en la civilización griega, ofrecían libaciones propiciatorias para evitar que los difuntos volviesen al mundo superior, resurgieran de sus tumbas para «perseguir» a quienes no les habían dado un funeral adecuado. Succión y seducción, van de la mano cuando fallan las transfusiones, siempre buscando la línea hereditaria de la sangre a lo largo de las edades del hombre y el mito de los vampiros. Como ellos, no pueden tener hijos por el medio convencional, se dedican a sacarlos de su sueño casi eterno, para devolverlos a una familia que permanece unida, más allá de su instinto animal.
Y en esta tripulación parece no haber candidato, sino meros trozos de carne para desangrar en la bodega y beber sin contemplación, ni misericordia, ni remordimientos. Sólo mordisquitos en el cuello... Aquí, si que se parece más, al de la inolvidable Hammer y sus perspectivas sangrientas, salpicadas en vestimentas ligeras de tul, fabricada con sirope rojizo u otras esencias pringosas, pero más que una señal que fluye y da vida, en la serie Drácula de la BBC, es más como un afluyente que conecta con otras vidas posibles. Es decir, una posibilidad abierta al futuro.

Si en la mitología griega, Caronte​ o Carón (brillo intenso) era el barquero de Hades, encargado de guiar las sombras errantes de difuntos recientes a otro del río Aqueronte, cerca de su reposo eterno. Siempre que determinaran un óbolo para abonar el viaje (pago en moneda antigua), aquí se percibe el inicio de una maldición. Algo extraño para Drácula y su pertinaz idea de la eternidad y la conquista territorial. Todo fluye de un lado a otro, menos la leyenda y nuestra idea incrustada en las venas del tiempo.
Después en otra era, un mortal logró cruzar océanos, o ríos como el Aqueronte, un tal Orfeo quería traer a su amada de aquel hoyo profundo y silencioso, como la muerte. En cambio, Drácula quiere conocer a su futura partener, Eurídice/Lucy, para poseerla en el silencio de los fluidos, en la ralentización de los latidos, hasta alcanzar el amor inmortal. O, al menos, apagar el deseo... que es otra cosa muy diferente, entre la novedosa capa burguesa de la gran ciudad y la administración del poder. Sangre contaminada en cualquier caso, de Atenas a cualquier otro camino navegable, que nos lleve a Roma, o los modernos USA.

También en Roma, existían unos sacerdotes victimarios que vivían consagrados únicamente a Plutón, se sacrificaban como antepasados al Hades griego, regado con su esencia vital de color oscuro en número par... ¿Por qué? No sé, y no viene a cuento. Después las víctimas se reducían completamente a cenizas, pero antes de las inmolaciones calóricas, se cavaba un hoyo para recoger la sangre y se vertía el vino de las libaciones, como un santuario megalítico o selvático, de plegarias a sus dioses iracundos.
Este barco se ha convertido en una especia de Cluedo, sin ningún detective que se atreva a hacerle sombra, porque el vampiro está de lo más disfrazado (con piel de lobo, of course) y además, es el príncipe de las tinieblas, sin reflejos. En esta despensa flotante, descansen los restos de intrépidos y no tanto, el actor Jonathan Aris, reflejo efímero de Black Mirror, Sherlock y Rogue One, o el ´priest` en la serie, La Guerra de los Mundos. El doctor interpretado por Sacha Dhawan que también participara en un episodio de Sherlock (como no) y en Iron Fist, y por supuesto, el despistado Jack interpretado por un joven Matthew Beard, que pervive de aquella notable película titulada An Education o The Imitation Game, y proviene recientemente de Vienna Blood como alumno adelantado de Sigmund Freud y ayudante en investigación de asesinatos victorianos.

Mientras tanto, en otra dimensión del espacio y el tiempo, Marte, dios de la guerra, se puede transmutar en lobo sediente de sangre... como otros, no incluidos en el Olimpo de los dioses antiguos. Que ahora vegetan en las profundidades, esperando que un pequeño piscolabis, les devuelva a la orilla... No Origi, que nos conocemos...

The Dark Compass.

Plutón era ese pequeño dios del inframundo, no verbenero, que mantuvo sus galones hasta el final de las creencias, no como determinados planetas enanos. Así que mantuvo su estatus como equivalente tenebroso a Hades, de la Inframundo Street. Sus súbditos eran como sombras, intangibles y miserables, tan numerosos como las olas del mar o los restos que dejó Drácula tras de sí... antes de conocer a la colorista Lucy Westenra interpretada por Lydia West, que parece una poligonera con brillantina ajustada, y el muy esperado, Mr. Renfield. Aquel que experimentara apetito infinito por los insectos y pequeños animales, o fuera manipulado por la conciencia esquiva de Drácula, no a su imagen y semejanza, sino interés dramático. Esto es, un esclavo de pacotilla o abogado que tiene, ahí colgado.

Por eso, ha perdido el norte, como un barco que encalla en las últimas olas de la época victoriana, víctima del desvarío inhumano o el olor a la sangre fresca, y en esta serie guiado por la mano ya experta, de un letrado Mark Gatiss. En otro orden de cosas, erigido en máximo exponente de la producción, escritor y cerebro en la misma, que se ha dejado dirigir por Paul McGuigan, mutando el ojo con lupa modernizada de Sherlock a un fracasado Victor Frankenstein, y de los músculos de acero de Luke Cage, a la estampa de este Drácula de 2020.
Hasta aquí hemos transmitido el contagio de cientos de años, doscientos o ´tropocientos`, pasando por infinitas guerras mediáticas y enfermedades que te dejan para el arrastre, sobre la tierra de un ataud o debajo del agua.
En el subconsciente colectivo, sobre el vampiro folclórico, los síntomas enfermizo que exponían los pacientes de enfermedades, se acompañaban de agitación creciente y agresividad máxima, insomnio, fotofobia, hidrofobia (que parecería el añorado Mr. Lee, en Drácula Príncipe de las Tinieblas), y la foribunda hipersexualidad.

El término vampiro que nació entre aquellas leyendas ancestrales, infundidas por el terror campesino y las pandemias emergentes, mutó en las concentraciones populares de crecientes ciudades por toda Centroeuropa, desde la oscura Edad Media a décadas posteriores, con todas sus variaciones grises, hasta hoy. Quizás en la misma leucemia, entonces desconocida, como desprenden series como Penny Dreadful en aquellas calles atestadas de elementos excesivos y falta de higiene...
Mírate al espejo, con terribles espasmos musculares en cara, faringe y laringe, sonidos roncos, exabruptos de dolor, con retracción de labios, de forma que aparecen dientes e incisivos, como si fueras un animal. Problemas para tragar tu propia saliva, causan que se acumule y gotee de tu boca formando espumarajos, coronadas con disociación mental.

El Tiempo: enfermedad de nuestro ídem.

Peero... siempre hay un pero, todas aquellas catástrofes del pasado, condicionan la manera de pensar en el presente o futuro, de forma que modifican el comportamiento, ante tanta oportunidad... a la que hincarle el diente. Una nueva serie de monstruos, entre toda esta caterva de descerebrados, indocumentados que no comprenden a los pertenecientes a otras épocas. Corderos, víctimas y posibles fieles, que se abrirían de par en par, a la especulación, la vida al límite o la superstición de la sangre. Mucho antes de que emergiera la eficacia de la medicina moderna, para encontrar un remedio a la enfermedad o las vacunas para las terribles invasiones cromosomáticas, los antibióticos de última generación para curas de eccemas, llagas y terribles heridas abiertas en el pasado.
También dar solución a otras alteraciones psiquiátricas, que sufrieron intérpretes de Renfield en otros tiempos, por ejemplo Alexander Granach en Nosferatu, Dwight Frye en el Drácula de Bela Lugosi, el aspecto secundario al enloquecido Klaus Kinski o Roland topor, Jack Shepherd en otra producción de la BBC, el increíble Tom Waits en el de Mr. Coppola, y Arte Johnson en la humorada ligera de Amor al Primer Mordisco. Investigando, incluso, en la piel de un actor madrileño llamado Pablo Álvarez Rubio.

Después de saltarse las reglas y comerse toda la despensa, hemos despertado en otra dimensión y perdido un poco la brújula, las estrellas del firmamento tienen otro color y la muerte tiene otro sabor, dulzón de sabor a alcohol y drogas de diseño. Como diría Mors (o el famoso Tánatos), esa muerte y su cosecha sobre la Tierra, vuelve a caer bajo el cetro de este dios, antes pálido y negruzco en la vestimenta. Aumentando su riqueza, pero convirtiéndose en su presa, porque empieza a hecer preguntas o responder a cuestiones, que le dejan colgado como un murciélago... patas abajo. Y tú, ¿qué buscas, tronco? Bájate de ahí ya, y olvídate de la capa y las cenas profusas, que te va a dar un empacho, que te cagas.
Pues eso, nos pasa un poquito... por lo menos a un servidor (que no esclavo), que estamos bastante despistados con el ambiente creado o fuera de lugar... ya nos ha pasado otras veces, nada grave.

Tánatos, el día en que inauguró su reino, no tuvo rival. Ninguno de sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una rebelión o mínima travesura, porque si no... matarile y a otro episodio. De aquellos soberanos que controlan el mundo, él, exclusivamente no temería nunca a la insubordinación o la desobediencia genérica, cuya autoridad se reconoce universalmente hasta el fin de los tiempos... Entonces, ¿quién es esta ´tipa`...? (no, no lo diré...), corramos una tupida capa.
Resulta que la criatura que se alimentaría de la esencia vital de muchos, para así mantenerse de pie indefinidamente, y reconquistar el mundo con su imperio de tinieblas y su convencimiento innato, ahora duda. Quizás, sean los tiempos del empoderamiento, que deja gagá hasta a los vampiros más clásicos y varoniles.

Vamos que no se ve, pululando la noche sin una pareja o loba decente. Es una enfermedad que acusan los solitarios de distinto pelaje y condición, no sólo los condes sin título.
Como la diosa Psique, personificación del alma que Zeus haría inmortal, mirándose al espejo tras su unión de Eros, y concebir a una hija llamada Hedoné (para griegos) o Voluptas (en mitología romana), que se entrega a la cosificación del individuo, el placer sensual y el deleite epicúreo, sin más. Tela, tanto pelear en el panteón, para hacerse conseguir un nombre... psycho, significa «soplar»... lo contrario a chupar para adentro. Así el sustantivo soplo, hálito o aliento, se exhalaría al morir el ser humano, u otras cosas de andar por casa. La petite mort, que dice Drácula en los momentos de placer sobrehumano, una eternidad que parece un segundo...

Definitivamente, cuando la psique escapa del cadáver, lleva una existencia autónoma y los griegos la imaginaban como figura antropomorfa, alada, un doble del difunto que generalmente iba a parar al Hades, donde perviviría de forma sombrío y fantasmal. ¡No sé a qué me recuerda esto!
Esa es la infección que buscabas, ¿Drácula? Una peste, enfermedad infecciosa transmitida pulgas o roedores, que tanto le gustan a tu Rendfield... foco de epidemias al mayor estilo tuyo o vampírico que triunfó en el medievo... Fuente de historias como el Nosferatu de Murnau o de Herzog.
Los hombres y mujeres, se aferraban a la leyenda y el esoterismo misterioso, para encontrar un remedio a esas enfermedades, cada vez más siniestras y horribles, que llegarían a la conclusión de aquellas jornadas con la eléctrica Miss Shelley, Lord Byron y tu precursor, Mr. Polidori.

Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental (Silesia y Bohemia, como los artistas a que contagiara), para evitarlo, el contagio lógicamente, o no, las víctimas eran enterradas prematuramente sin constatar la muerte clínica. Imagínate, lo que sufrirían algunos, intentando rasgar las tapas de sus féretros o escarbar al exterior de sus tumbas... Otras enfermedades, el carbunco, o la anemia con su déficit de glóbulos rojos, implementaban la palidez, como la rabia producida por mordedura de perros, lobos o murciélagos, afectaba al sistema límbico, caracterizado por cuadros de "rabia furiosa".
La porfiria y sus deformidades faciales, con hirsutismo o crecimiento anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades, incluso, en zonas inusuales como las palmas de las manos, que crecen al calor de otra leyenda... Si bien, Bram Stoker incluye esta característica capilar, en su novela al describir por primera vez al conde Drácula. También producía cierta intolerancia al ajo y mejora de la salud con aquellas antihigiénicas transfusiones de sangre.

La serie pega un cambio tan brusco, al estilo Drácula 2000 o La Momia de Tom Cruise, que te deja descabalgado, lejos de las reglas primerizas, que mantienen la imagen lacónica y clásica, tanto como la sangre coagulada en el tiempo. En cambio, la sangre es lo que tiene, que no cesa... el viaje ha producido una larga espera, que distrae aquella pertenencia histórica o el arraigo. Si bien aumenta las posibilidades de la caza nocturna, que algo tiene que ver con los depredadores sexuales actuales y su anonimato en la multitud, cosa que no está demasiado evolucionada narrativamente, una pena. Así como, el influjo del macho o la entrega en sus brazos, materia delicada para exquisitos paladares de la actualidad.
Tampoco importan ya, aquellos elementos religiosos característicos de la templanza vampírica, ni la seducción en tiempos de guerra genérica, ni las transfusiones que serían un vertedero de infecciones, solamente nos queda la ciencia en la posibilidad de una continuación, no sé. La seducción es pálida e inconsistente, tanto como el salto temporal, las transformaciones metabólicas, el hambre insaciable y la muerte. Todo decae, por un influjo... el de la mirada de Miss Van Helsing. En fin...

El caso es que Drácula ha pervivido al designio de los tiempos y las amenazas futuras, siempre seguirá siendo un referente del terror. Los matices modernos van disminuyendo su imagen icónica y su lívido monstruoso, ha resistido a embates de la personalidad cambiante y la narrativa contemporánea, la imagen digitalizada, a las sagas cubiertas de brillantina y reflejos en la piel, a las mutaciones víricas... a monstruos que se alimentaron de su ser, como extraterrestres o aliens, zombies acelerados, brujas bañadas en sangre, cenobitas y otras Cosas flexibles, a la sangre coagulada en el tiempo por los viajes de placer y el sexo, a los cambios de rostro o cuenta camuflada, a la influencia de redes sociales y registros de sexualidades, invadiendo territorios inexplorados, alternativos. Con su traje de diseño, la sonrisa afilada, la gomina y el respeto por la figura de su creador, Bram Stoker. Más o menos... ya que en ocasiones, ha sufrido más de lo normal. Mejor dicho, anormal.

Si quieres hablar del Vampiro, con otras sensaciones triviales, no lo digo por esta serie... por favor, ¡No le llames Drácula! Llámale San-guijuela... o Conde de Colmillejos. Verdad, ¿Blade?

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