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jueves, 7 de septiembre de 2017

American Pastoral.

El Padre del Caos: Ewan McGregor.

En primer lugar, y en mi descarga lectora (no he leído la novela homónima de Philip Roth), ante la admiración por un actor descomunal como, el ahora también director primerizo, Ewan McGregor. Admito que mi interpretación de la obra, American Pastoral, puede haber un desliz generacional y privado, ante las múltiples repercusiones sociales de la Norteamérica contemporánea a la guerra de Vietnam. Y que la historia reflejada por el guion de John Romano (The Lincoln Lawyer), más las escenas comprimidas sobre los sentimientos de los personajes, pueden resultar algo incompletas sobre la época histórica, según la crítica cinematográfica. Pero, no siento que, su trabajo sea insustancial o desaprovechado narrativamente hablando, ni endeble en la interpretaciones. Salvo, un final algo precipitado, cuando los trofeos del pasado se convierte en vestigios hoy.

Todos esperarían, gigantescas columnas de humo y huecos enormes en la vida de las personas, cuando la historia de esta, aparente, unidad llamada los Levov y el cabeza de familia de origen judío, interpretado por el mismo Ewan McGregor triunfador de la tercera temporada de Fargo, se sostiene en el recuerdo perdido y el deseo destructivo. En su círculo privado, y por eso, se convierte en microcosmos dentro del caos social y generacional de una guerra maldita.
Nada sabemos, apenas un reproche de la infancia y unos ojos traicionados, cuando su historia se recuerda a través de las fotografías en sepia y la memoria de un actor (algo desperdiciado) como David Strathairn, la frialdad glamurosa de una Jennifer Connelly como madre estilizada (un amor de juventud, propio y extraño) y estrella apagada por un exceso de celo, por la joven que emergió del hielo de una mirada, en la revolucionaria Dakota Fannig. El tridente de una tragedia americana, no tan pastoral, contada en retrospectiva a través de la efigie de antiguos amigos y la imagen mediática de la perfección, de puertas para afuera. Sin embargo, el efecto que produce esa idealización de amor, puede resultar algo exagerado o sacado de contexto, porque resulta demasiado forzado en el tiempo y la memoria de la joven. Un recuerdo amargo, como veremos a continuación:

En el mundo convulso, cuando el cine llevaba en marcha hacía más de medio siglo o la televisión desplegaba sus primeras dos décadas de hogareños encantos, la guerra volvía a salpicar a la sociedad americana y al mundo, esta vez, mucha más localizada y pegajosa como una mano pringada de cieno pantanoso. Una parte de la juventud de los sesenta, escandalizada por los políticos y las armas, alzaba su voz contra la muerte en territorio extraño, pero, en la Pastoral Americana se concentra en una trayectoria silenciosa de una muchacha y apartada del nido, por una atracción contradictoria y peligrosa, sobre todo, para los inocentes.
Tras las noticias y las bombas de humo, se concentra el fuego de una relación incandescente, grabada en la piel y en las retinas, también bastante acomplejada. Que responsabiliza a la educación de sus tutores, de todos los males habidos y por haber, casi sin responder con su extraño comportamiento y el desorden psicológico. Esas pequeñas turbulencias interiores, que significarán un sacrificio mayúsculo del amor, y un pensamiento interesado o caprichoso. Una especie de pasión inocente, que degenera en un verdadero complejo de Electra, caótico y visceral, sobre la figura de un padre altivo o sufridor, durante sus dos estancias temporales.

En cambio, el proceso posterior, se magnifica ideológicamente y se vuelve atractivo en la mente perturbadora de una amistad inconsistente, que atraviesa la carne en busca del corazón. La situación se vuelve extrema (o extremista), lesiva consigo o la representación femenina de la maternidad, con el recuerdo incoherente y mínimo, de un simple signo no calculado, no cuidado. El guiño o suceso que se vuelve monstruoso, calentado en un crisol de indiferencia, reservado en la mente como un cartucho de dinamita a punto de estallar.
Luego, cuando el pensamiento se hace exclusivo y adolescente, regresa imparable a cobrarse el precio del naufragio familiar, los vestigios de un pequeño e íntimo ´leftover` narrativo. Aquí, sus bocas empiezan a soltar toda la tensión acumulada, frente a un silencio, y las tiranteces terminan saliéndose de sus cauces normales, se retuercen psicológicamente y estiran al límite, mas su consecuencia no puede ser otra que la ruptura. Mientras una huidiza Miss Connelly, confusa en el rol particular, se desenvuelve correctamente, mientras su marido graba y se olvida. Algo no muy corriente...

Estos son los cambios significativos de una generación, o un grupo de cabezas de Cerbero, separadas y entregadas al odio irracional. Salvo la mente compasiva del director, personaje literario y protagonista de la película, que emerge como un fantasma a la frustración y ese mal incrustado entre ojo y ojo, ojo por ojo, desencantado y esperanzado, pero humillado.
Existe una pequeña corriente fresca, que invade algunas escenas con descaro, bajo la interpretación de la actriz de Orange County, Valorie Curry, entregada al engaño (y próximamente al director Fernando Diez Barroso en la cinta After Darkness) con desenfrenado placer sexual y ese cocinado caldo de cultivo que termina en sopa boba, húmeda, eso sí. En fin... Todo acaba en una fuga, sin sentido, un paseo marginal por el recuerdo de una época y una historia romántica, que degenera en tragicomedia griega. Un precedente, quizá, de la desconexión que nos acosa, con dudas y dolor, con un mundo que se desmorona por el egoísmo, el pánico o la incultura. Vamos, nada nuevo, pero globalizado.

Por tanto, American Pastoral, no es un canto de libertad, siquiera un mero poema idealizado. Tampoco una súplica, sino, un simple gesto que termina por explosionarte en la cara. Ya que se sustancia en la inocencia, disfrazándose de rebeldía o amenaza juvenil, para termina sucumbiendo en la edad adulta, cuando solo resta un vestigio sobreprotegido de los buenos tiempos. Un recuerdo doloroso, y sangrante, como un espejo que se refleja en la época actual, por muchas latitudes del globo. Pero, al que le falta brillantez o más peso narrativo, más descenso a los infiernos, cuando todo se desmorona y vuelve estereotipado, incluso la película.
Derritiendo las emociones en un amasijo incomprensible, o demasiado retorcido, con un protagonista invadido por los acontecimientos externos y la marginalidad padecida en carne propia. Un partido que empieza a perder, este jugador llamado Ewan Mcgregor (apalizado por la crítica general), pero que no se desilusiona por esa falta de calidez profesional o, la pérdida de valores de los protagonistas. Igual que un eco del pasado, resonando en sus cabezas, la desgracia atraviesa una fotografía en blanco y negro, para atravesar la vitrina de los numerosos trofeos de antaño y establecerse como una especie de muesca, algo disminuida o camuflada por el paso del tiempo. O del montaje y el presupuesto...

En definitiva, interesante salto al vacío, con un arranque frustrante y polémico, que no se hace El Sueco. Que se mueve por estancias celosas de la privacidad (meramente religiosas, machistas o culturales), para desembocar en el horror social y terminar recordado como un flashback amistoso. Algo decepcionado o atónito, por las revelaciones ocultas en capas sociales y la destrucción de un sueño, infantil, por una bomba ideológica.
Jennifer Connelly será protagonista en la película Only the Brave, junto a Taylor Kitsch (John Carter, American Assassin), Miles Teller y Josh Brolin; mientras que Mr. McGregor regresará como intérprete en Zoe de Drake Doremus (Equals) y como Christopher Robin frente a sus pequeños, el autor de Winnie the Pooh, entre otros. Sean felices y coman perdices... si pueden.

Tráiler Only The Brave, de Joseph Kosinski.


Tráiler Detroit, de Kathryn Bigelow.



sábado, 4 de marzo de 2017

Perfect Sense.

No hay sentidos perfectos.

Seguramente, nunca habrás visto ni oído nada semejante.
Los sentidos son importantes en una película, pero en esta Perfect Sense lo son todo. Técnicos de luz, sonido, cámara... Rodando. El director británico David McKenzie, se ha tomado esto del scifi, muy pero que muy en serio.
Tan en serio, que se ha empeñado en jugar con el espectador. Al escondite.
Y... esto en la ciencia-ficción es una magnífica idea. Ocultar sus cartas, teniendo un repóker de cinco sentidos en sus manos.

En Perfect Sense y su repóker, McKenzie nos va desproveyendo de los sentidos, uno a uno. Pero además, nos hace viajar por los terrenos del terror absoluto. Hasta llevarnos al límite de la locura. En un mundo frío, que se aleja de los páramos calientes de una magnífica Comanchería y antes, de su nuevo título Outlaw King, actualmente en rodaje con Florence Pung (Lady Macbeth), Aaron Taylor-Johnson (Kick Ass) y Chris Pine (Hell or High Water, Wonder Woman).

¿Qué nos hace ser humanos?.
La inteligencia, claro está. Sin embargo, podríamos llegar a perder nuestros rasgos intrínsecos que caracterizan nuestro raciocinio. El director inglés nos muestra todos nuestros "super-poderes" a la deriva.
Acaso no seríamos como superhéroes, si arrebatados de ellos no cumplimos bien nuestra función. Aquello que nos hace crecer como homo sapiens. Personas.

Cartel americano del film. Presentado en el gran Festival de Sundance (de mi valorado Robert Redford).
Al final, siempre nos quedará el amor y los buenos o malos recuerdos. De aquello que fuimos alguna vez.
Efectivamente lo es. Para dar muestras de que el amor es lo importante en la vida (si crees en él), Mckenzie debía encontrar una pareja profesional y creíble. Asimismo que tuvieran esa innegable cualidad cinematográfica... La Química.

Y es que, sin Ewan Mcgregor y Eva Green (bellísima) esta película no hubiera funcionado del todo. A pesar de su poderoso guión. Desde la época dorada de Hollywood, en que las grandes estrellas poseían esa química, ellos dos son su acertado relevo. Pareciera que se están amando y odiando de verdad, en sus extremos más recalcitrantes.
Postdata... Además podemos ver a Eva Green en su maravillosa desnudez.


Perfect Sense es aquel film, que Soderberg ni siquiera había soñado hacer, cuando cogió los mandos de la cámara para rodar su fallida Contagio. Y más a más, el film te lleva cinco grados más allá o sentidos, que lo hizo el director brasileño Fernando Meirelles adaptando la novela de José Saramago "Ensayo sobre la ceguera", en la pasable Blindness en 2008.
Tres años más tarde, McKenzie nos hace viajar una ensoñación terrible.

Perfect Sense es un horror... para tus sentidos. Mucho ojo y oído.

**** Notable ****

Perfect Sense Soundtrack - Luminous, de Max Richter.



domingo, 25 de diciembre de 2016

El Contable / Un Traidor Como Los Nuestros


The Accountant: un Rain Man, a tortas.

Todos recuerdan a Dustin Hoffman recreando a una personaje con un severo grado de autismo, confundido con su obsesión por el orden y la afectación de aquellos rasgos emocionales que confunden sus relaciones hacia los demás. Un individuo con ciertas particularidades personales, con el mismo derecho que los demás y poseedor de un alto cociente intelectual o dominador de otras funciones neuronales como el cálculo matemático. Aquel Rain Man retratado por un inteligente director como Barry Levinson (El Secreto de la Pirámide, Good Morning Vietnam), se aproxima en la letanía narrativa a este vivaz Contable de 2016, más flexible y estabilizado mentalmente que aquel recordado Charles Babbitt, al menos en apariencia.
Aquí, este hombre especial está interpretado por un Ben Affleck, calculado, dirigido por Gavin O´Connor y responsable de sus desgarros familiares, aventuras extremas u otros movimientos pugilísticos, tal que aquellos hermanos enfrentados en su notable película Warrior.

Para ello, el director cuenta con un entramado corrupto, dentro del espionaje más actual, que va desde una investigación en el seno empresarial hasta los primeros pasos de un pasado oscuro, por medio de un entretenido guion de Bill Dubuque (El Juez).
Los diferentes líos de Rain Man, provenían de la actitud egoísta de su hermano de pantalla Tom Cruise, también relacionados con determinados asuntos económicos y viscerales, pero este experto contable conocido como Christian Wolff posee otras características familiares, motivaciones artísticas y filantrópicas, o acciones que suceden a un aprendizaje erróneo o complicaciones derivadas de un tutor y combatiente, demasiado exigente. Por consiguiente, en el camino de tan desestabilizada situación personal y enigmática, se puede comprobar su extrema dificultad para relacionarse en la vida privada, apartándose de su labor profesional. Sentir determinadas apreciaciones o querencias, llamémosles habituales en nuestra condición de ser racional y emocional, especialmente si, en frente, se aparece la sonrisa cordial de Anna Kendrick.

En otro orden de cosas, The Accountant posee una trama camuflada, responsabilidades encubiertas y ejecuciones amorales, conflictos familiares, mientras se desarrollan atractivas escenas entre la pareja protagonista y un conjunto de grandes actores, como el duro Jon Bernthal o los ya experimentados, Jeffrey Tambor (There's Something About Mary, Hellboy), un apreciado todoterreno que siempre capta nuestra atención, tal que John Lithgow (Footloose, Rise of the Planet of the Apes) y no menos fiable, el genial redescubrimiento del panorama actual, un J. K. Simmons (Spider-Man, Whiplash), captador de miradas y poderoso recitado en su oficio de actor, desarrollando una magnífica tercera juventud profesional.
En nuestro mundo real, no es de extrañar, este conflicto generado en medio de un ambiente generalizado de corrupción, ni las radicales propuestas de una trama, que autoriza sus movimientos al margen de la ley. The Accountant lucha en un mundo plagado de oportunidades para el crimen global, por eso, el personaje de Affleck se defiende con todas las armas mentales y algunas sorpresas adicionales. Este Rain Man, no deja nada al azar, ni siquiera el arte.

Su inteligencia unida a la capacidad física, sirve para olvidar ciertas manías y desatascar, aparentemente, su vida cotidiana, como las tareas automatizadas, escrupulosa situación de los objetos u obsesiones propias de su carácter hermético. Se podría decir que, es el Bourne o Jack Reacher que acomete las justas más peligrosas, con el uso de números a fuerza de golpes. Así, su identidad se enfrenta a complicaciones generadas por su actividad ilegal, o no... su mente a esos procesos cuantitativos y pasionales, su ser al proceso educativo de la infancia y la imagen paterna de un guerrero, como el soldado y fracasado en su matrimonio. Manteniendo oculta esa desproporción modal y sistemática del héroe de acción, o sus habilidades propias del contable preparado para ciertas maniobras de combate exponencial, que chocan como unos suaves labios contra el cemento armado, o entre diferentes piezas del puzzle familiar.
Es mimético, desapercibido y perfeccionista, educado y pragmático, pues posee una mente programada para afrontar cualquier problema o cálculo milimétrico, resolver un conflicto con infinita puntería, o capaz de desmontar su praxis secreta, económica y solitaria, en favor de una labor más romántica. Como un posible Robin Hood de autismo controlado. Mente está estructurada, despierta y precavida, frente a dicha corrupción financiera y política. Sus manos precisas, como el ojo pegado a un objetivo último... contar y ser tenido en cuenta. Al menos, en el futuro cinematográfico.

La joven se fijó en él, en maniobra accidental y calculada sobre el cristal, ensimismada con su aptitud y brillantez, confundida por su frialdad comunicativa e íntima, atraída por un complejo entramado de datos y una mente dosificada. Uniendo los retales de un posible amor... en cambio, lejano. O´Connor se deshace en otros halagos, más dirigidos a los aficionados del género de acción, cerca del suspense con movimientos mafiosos alrededor, muchas acrobacias heredadas de aquellos agentes actuales y piezas de un ajedrez policial, que maneja una renegada con el rostro de la actriz sensual, nacida en Londres, Cynthia Addai-Robinson (Arrow).
En definitiva, entre golpes de ingenio (y otros más efectivos), tiros o corruptelas varias, El Contador contiene trazas interesantes, sin exagerar, transformando perspicacia e inteligencia, en un típico arma de destrucción masiva. Corrección dentro del denominado género thriller, con sorpresa final y matices que transitan ambos lados de la frontera del crimen, o fragmentos del comportamiento humano y el romanticismo huidizo. Puesto que, aunque se pierda en un simbolismo gestual o singularidad de una mente extraordinaria, desembocando en la personificación de Rambo y el combate cuerpo a cuerpo de un Bruce Lee de etiqueta, James Bond sin actitudes para la conquista o seducción, sus inclinaciones son culturales y altruistas, eso sí. Lo peor, algo de ambiente sensiblero en la última suma, multiplicación o división...

Soundtrack The Accountant, de Mark Isham:


Our Kind of Traitor: Traicionar a uno de los suyos.

Esta película titulada en España, Un Traidor Como los Nuestros, está más definida y desarrolla una trama articulada entre la casualidad y la mafia. Con una pareja conformada por el actor escocés Ewan McGregor, antes de la animación The Land of Sometimes, Trainspotting 2 o La Bella y la Bestia; y la londinense Naomie Harris (Moonlight, Collateral Beauty) que demuestra sus dotes para caminar sobre el alambre de los sentimientos y el fracaso de pareja, si bien, el mayor peso de los acontecimientos se desvían a la madeja de corruptelas, sobre la figura arrolladora en actitud criminal y el acierto vocal de un actor descomunal, como el sueco nacido en Gothenburg, Stellan Skarsgard. Él, es el padre y el amante llamado Dima, el engañado peligroso o el prestidigitador del engaño, el invitado en la boda y el Maestro de Ceremonias a este evento, a la vez, el prófugo rebelde y el jefe de la banda... el traidor, ruso traicionado. Será partícipe de El Hombre que Mató a Don Quijote, con próximas aventuras en el filme de Martha Coolidge, Music War and Love, Return to Montauk de Volker Schlöndorff y, echará una mano, a Borg/McEnroe del director danés Janus Metz Pedersen.
En muchas ocasiones (sobre las páginas de este blog cinéfilo), he comentado que un hecho fortuito o acontecimiento forzado a nuestras espaldas, puede modificar radicalmente nuestras vidas. Por ejemplo, que tu ayuda desinteresada puede modificar las expectativas de otros o significar, por el contrario, una tangible amenaza para dichos individuos involucrados. Es decir, la confianza es la madre de todas las traiciones posibles y venideras.

En Our Kind of Traitor, la directora Susanna White (La Niñera Mágica y el Big Bang), se propone el mismo juego a dos bandas, o bandos irreconciliables, que motivan un encuentro casual y causal. Demostrado con profesionalidad y visión posterior, que nada es tan artificial, sobre todo, cuando los protagonistas tienen dichos nombres y su ficción filmada posee matices, que desembocan en un sentimiento o vínculo personal, del cual es imposible escapar, sin permitir una especie de degeneración de la personalidad o, incluso, la pérdida de alguna vida.
Por eso, el guion del iraní Hossein Amini (Drive, Las Dos Caras de Enero), basado en una obra del escritor británico John Le Carré..., invoca a la aparición estimulante de un espíritu libre o provisto de cierta lealtad, con un personaje pragmático y decidido en los momentos oportunos, que persigue una acción consecuente. Ewan McGregor da vida a un profesor universitario, que verá su aparente tranquilidad enfrentado a una estructura piramidal, contagiosa y dramáticamente fiel. Esto es, un intelectual en crisis, enfangado en una vorágine de traiciones internacionales y débiles desencuentros en el extranjero, más emocionales que inteligentes, dado su función educativa.

Aunque todo el asunto se presenta sin excesos o florituras episódicas, la historia crece y se mantiene una coherencia argumental o suspense exponencial, para una coproducción entre Francia, Gran Bretaña y Rusia, sobre la amistad y otras relaciones, digamos, más interesadas. Pero, el verdadero protagonista de acusaciones, falacias y represalias, tiene la voz de un actor completo y el rostro ambiguo (para el bien y el mal) de Mr. Skarsgard, manifestado a través de su poderosa o pausada interpretación. Tanto que el espectador acaba arrastrado hacia su magnético encanto y su fuerza para representar individuos extremos y violentos, en esta ocasión, matizada con diferentes ejemplos, como padre de familia y acorralado protector.
Si bien, la estructura de sus relaciones familiares y negocios, se narren de manera incompleta al principio, casi testimonial frente a los conflictos y movimientos que se desarrollarán a continuación. Ambos personajes y amigos forzados, se conocieron en aquella fiesta privada como resultado de un secreto inconfesable o mortal, y el conocimiento postrero de otros comportamientos corruptos, pues de aquel silencio o una especial "omertá" azarosa... dependería el futuro de sus relaciones y sus propias vidas.

Como consecuencia (de aquel trabajo camuflado), la pareja protagonista tiene su peso en el desarrollo de los hechos adaptados de Le Carré, pero el punto final, está en la virtud cinematográfica retratando las acciones de políticos corruptos, venganzas arraigadas entre compañeros, vidas camufladas y, por encima de todo, en la responsabilidad profesional de Stellan a la hora de construir un personaje como miembro importante de la mafia rusa. Ya que el punto de ebullición, se eleva cuando cada secuencia encuadra su figura y matiza su presencia, cuando el micrófono se empapa con sus entonaciones clásicas, y por tanto, su vitalidad garantiza la acción, convirtiéndose en el principal atractivo de esta producción de StudioCanal, Anton Capital y Film4.
Las bifurcaciones del argumento clásico y mafioso, significan una resistencia numantina ante diversas acusaciones de uno u otro género, para desembocar en una terrible persecución personal, que no posee marcha atrás o niega la escapada a través de un callejón sin salida. Otra realidad, persigue la ocultación de los crímenes, en persecución de la familia y una acusación agravada dentro del contexto sanguíneo frustrado y de la lealtad, viciada.

Integridad, anonimato, personalidad, dudas, fortaleza interior... son motivos para acercarse a los dos retratos de la corrupción. Y los más importante, el acto de la traición que embarga los corazones en todas las direcciones posibles, dentro y fuera de sus familias, en oficinas y fiestas exclusivas, tratos ilegales y amenazas, por tierra y aire, ajustes de cuentas y encuentros inesperados; apuntando a un posible desencuentro internacional o escapadas al margen de los medios, del ambiente familiar o los cuerpos policiales, la presión o no, sobre el blanqueo de capitales, inversiones oscuras y salidas imposibles. Aquellos que, cinematográficamente, buscan el servicio a la sociedad, frente al enriquecimiento prematuro y dramático de sus cuentas vigiladas, escurridizas, ensangrentadas... son los nuevos héroes fuera de la ley, tras años de grises desfalcos movidos tras las fronteras tecnológicas y la receptividad comercial, transacciones envenenadas y vuelos a ninguna parte. Al final, la separación crítica es producto de todo aquello, por demasiada o escasa comunicación, algo desdibujada entre su nivel social, el tenis y unas vacaciones de conveniencia por Marruecos. Una línea salvadora, convertida en un infierno personal, entre Moscú y Londres, vía Alpes Suizos. Fin de la transmisión...

En esta organización del comentario, sobre el contexto de una inteligencia acosada o viveza sensorial, el diferente es el más cabal. Susanna White es mi ganadora (si bien páginas digitales den ganador al retrato Contable de O´Connor), por los pelos más matizados de Ewan, aunque ambos creadores dan muestras de calidad: películas de leitmotiv violento y clanes mafiosos, con loables actuaciones y evoluciones narrativas. Unas más efectivas que otras, pero de excelente calidad técnica y trazas de una salud envidiable para dicho género o secretos criminales.
Aquí, el azar inicial, gana un contrato incierto entre dos personalidades contrarias y cerebros distanciados, como diría la familia Corleone... por más de una cabeza de caballo de distancia, entre sus pies intranquilos y la almohada. O el baile de esta Traición.

martes, 19 de marzo de 2013

Big Fish: Peces mitológicos, padres e hijos.


Tim Burton: realidad... o fantasía.



En una jornada como la de hoy, feliz día del padre a todos ellos, que mejor que revisar un filme recordado por todos.
Justo cuando el esfuerzo para sacar adelante una familia es más complicado. Como antes, cuando nuestros padres eran jóvenes y se sacrificaron para traer al mundo nuestras insignificantes vidas, en términos de globalidad, nos hallamos en una situación económica en la que vuelven aquellas miserias de antaño.
Su fuerza y la magia de la vida hizo lo necesario para que estemos luchando ahora, en la actualidad.

Tras el estreno reciente de una revisión del cuento clásico Jack y las judías mágicas, Jack The Giant Slayer, (o el caso menos cualitativo de Hansel y Gretel) es buen momento para reencontrarse con una película que reúne un compendio de todas aquellas historias universalmente mágicas. Es el caso de Big Fish del director californiano nacido en Burbank, y padre e hijo, Tim Burton.

Los cuentos y el cine se dan de la mano de nuevo, cuando se cumple el décimo aniversario de esta entrañable y bonita historia basada en la novela de Daniel Wallace, con el título Big Fish: a novel of Mythic, y adaptada a la gran pantalla por el guionista John August.
Y es que todos los participantes y el espectador mismo se puede ver reflejado en la historia de Ed Bloom.
También esta estructura de protagonistas fue una interesante y onírica casualidad.

Si bien el director de la película iba a ser otro mago de los cuentos e historias fantásticas, el mago del cine juvenil otrora Steven Spielberg, las casualidades y el destino unió Big Fish con el director de cuentos y animaciones para la gran pantalla más gótico y divertido.
Tim Burton imaginó un protagonista para el argumento como Jack Nicholson y estaba decidido a convertirlo digitalmente en su propio hijo rejuvenecido, al final la magia de nuevo, trasladó el papel a manos de dos grandes actores (convencido de su gran parecido físico) como Albert Finney y Ewan McGregor, y sus respectivas parejas en la dimensión histórica y amorosa fueron Jessica Lange y Alison Lohman. Cuestión de la fantasía del séptimo arte.

Este desdoblamiento entre personajes y diferenciación de la vida en actos reales y ficticios, lleva a construir un cuento de vida admirable. Una historia de amor y reencuentro entre padre e hijo, y entre hombre y mujer fielmente enamorados.
Además, las viejas fábulas e historias sacadas de la pluma de fabulistas y cuentistas de siglos anteriores, se ven reflejadas en una colección de personajes mitológicos, o quizás, falsamente oníricos en nuestra imaginación. Porque, Tim Burton transforma esa metáfora en una colección de imágenes sacadas de su portentosa mentalidad, visualmente hablando. El hermoso guión se plasma en pantalla para darnos una lección sobre la vida de sus protagonistas, que bien podríamos ser cualquiera de nosotros.

Pues bien, esta relación tan especial, paterno-filial convulsiona en la mente del espectador, para ofrecer un reflejo sobre la vejez, el amor y la muerte. Etapas que todos "disfrutamos" en alguna ocasión en nuestras diferentes edades.
Ese camino recorrido del filme, se disfraza con diferentes encuentros fantásticos con seres sacados de la vieja tinta de cuentos. Como el gigante y la bruja visionaria, animales de bosques encantados y sirenas, personajes de circo extraños, freaks unidos a un mismo cuerpo y corazón, hombres lobo que presentan números de equilibrio y amor, guerras mundiales y robos a escala de ladrones y financieros... y sobre todo, el pescador de sueños en busca del animal fabuloso.

Todos se dan cita en un reparto ejemplar con la esposa del creador y encantadora bruja Helena Bonham Carter, el hijo interpretado por Billy Cudrup, la bella Marion Cotillard, el gigante Matthew McGrory, el lobo y hombre Danny deVito, el fiel Robert Guillaume, las siamesas Tai (Ada y Arlene) y como no, el siempre magnífico ladrón y amigo Steve Buscemi.
Todos con guiños cinematográficos monumentales a los cuentos, todos cómplices en la unión de dos seres que fueron uno, padre e hijo, y de una historia conmovedora de amor y fidelidad ante las vicisitudes de la vida.

Big Fish fue rodada en Alabama (tierra originaria del autor de la novela), por tanto sus tierras también son protagonistas. También lo es la inolvidable banda sonora creada por Danny Elfman y con canción de Eddie Vedder, ganadoras de sendos y respectivos Oscar´s. Así como, un esfuerzo por crear ilusiones ópticas y la perspectiva visual con efectos especiales sin el rebuscamiento y frialdad digital.
Todo esto es Big Fish.
Cuando una relación que parecía perdida por falsas enfermedades mentales, se abrazan en el último instante.

El éxito o el fracaso en la vida, no demostrado en la economía, ni el futuro incierto de la realidad diaria. Más bien, en el recuerdo que dejamos en nuestras familias y en la cantidad de amigos que conocimos.
Porque en la mente de nuestros padres se halla el camino de nuestra propia historia. Su fidelidad a la esposa y la magia de la transformación entre pescador y pez mitológico.
Siempre por el camino del amor, la libertad y una senda, surrealista o fluvial en la que convergen todas aquellas vidas con la nuestra.

Esta fabulosa historia no terminará aquí.............. Películas y Cuentos.

**** Excelente *****

Big Fish - Man of the Hour, by Eddie Vedder.


Big Fish - Soundtrack.

Cinemomio: Thank you

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