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lunes, 29 de agosto de 2016

Fargo.

¿Qué significa Fargo?

Esta palabra es una especie de milagro para millones de espectadores.
Para ello, se tuvieron que establecer en el pasado, las fatídicas coordenadas donde un grupo de ´entrañables` personajes y caricaturizados sospechosos, iban a desarrollar una historia sobre la maldad y las miserias humanas que aparecen tras un contacto nada habitual y así, continuar con una carrera cinematográfica plagada de misticismo coeniano.
Los rostros de aquellos viejos ejemplares vitales, ya prácticamente amigos, han cambiado desde su rodaje en 1996 y algunas de las situaciones contadas, se ven derivadas hacia el borde de un ataque de nervios, el oficio de agente del orden, el despecho y la venganza que involucra a cada personaje, cuando se extiende el reinado de terror sobre la población de Bemidji en Minnesota. A través de la ficción o realidad costumbrista, sus escenas icónicas tienen una fuerte carga sensitiva y despiertan a una profunda reflexión. No sólo en Fargo, ¿por qué ocurre esto?

Todo se recordaba de manera diferente. Aquella sensación de fatalidad de entonces, hoy parece un retrato obsesivo y una cadena de terribles encuentros con un derramamiento de sangre denso y alguno inesperado. Caras con sabañones que han crecido a la sombra del gran William H. Macy (Magnolia, La Habitación) y su espíritu relajado en cualquier tensa situación, controlando actitudes nerviosas y reflejando el carácter en el frío ambiente de una oficina y su odio acumulado. El paso del tiempo en el interior de una región más gélida todavía, pero desprendiendo enormes llamaradas de furor y ácida crítica. La confusión llegaría tras el contrato sin objeciones precisas, cuando el violento Peter Stormare (Asesinato en 8mm., Bailar en la Oscuridad) o un parlanchín y directo diletante cinematográfico, siempre grande Steve Buscemi, deciden cambiar un poco las reglas del juego y se embarcan en un violento viaje a lo desconocido. Nada bueno hacía presagiar sus movimientos sobre la nieve de Fargo para hacer desaparecer las pruebas o esquivar las balas, como ahora ha ocurrido en una fecha indeterminada de 2006 en el horizonte congelado de Dakota del Norte y proximidades. Un inciso en el comentario, para indicar algunos proyectos de Mr. Buscemi, como un suspense político junto a Richard Gere y Michael Sheen en Norman, el filme titulado Lean on Pete y voz en la animación de Dreamworks The Boss Baby o el biopic The Death of Stalin.
Un simple aunque feo, negocio sentimental que acaba convirtiéndose con el tiempo, en una telenovela de pasiones y un ejemplo de creatividad en 10 maravillosos pasos, hacia ese infierno particularmente humano y sus vanidades universales. El hecho paralelo que reportó a los miembros de filmación, en pretérito y ajustado presupuesto, un merecido reconocimiento internacional desde los principales festivales y premios de cine, debido a una idea brillante que evoluciona y crece. En la construcción de un mundo arrasador, original de sus guionistas y directores, los Hermanos Coen y mantenido en el buen trabajo realizado por técnicos o mentes amigas, y un grupo de actores ideales que hicieron de Fargo (y continúan en otro formato), una experiencia única.

Todo comenzaba bajo la batuta legendaria de Carter Burwell y esa mágica sintonía adaptada con toques de cascabeles y rasgueo de cuerdas. El resto ha sido pleno disfrute personal de la memoria, hasta su vuelta veinte años después. De una sencillez aparente, para un asunto complicado que deambula en la cuerda floja con cada movimiento, a punto de romperse en cualquier nudo o ante la tensión acumulada. Sino, que se lo pregunten a los agentes de la ley encargados o forzados, más bien embarazados con tanta algarabía criminal y deseos ocultos, desatados en sus tranquilos parajes y calles, tanto que pareciera escapárseles de las manos a cada segundo, o tras algún que otro tiroteo. Ella fue la magnética y pacífica Frances McDormand (Moonrise Kingdom, ¡Ave Caesar!), dando el relevo a una tierna compañera, de oficio, de calidad humana y similar volumen maternal.
Pues, desde que el agente comercial Jerry Lundegaard mantuviera una confusa postura con la familia y polémica decisión sobre ese aspecto económico, determinante en su matrimonio y, por ende, el futuro en pareja, mucho han cambiado las cosas en Minessota, sobre los recuerdos y pequeños rincones cinematográficos, tan memorables. Esa población norteamericana donde los Coen se sintieron como en casa, son oriundos de la tierra y la sangre, a pesar de encontrarse con unas temperaturas más cálidas para la historia invernal de la zona, y que filmarían con nieve creada artificialmente o desplazando el equipo de rodaje a la vecina Dakota del Norte en el condado de Grand Forks, sobre las surrealistas tribulaciones de una singular pareja de delincuentes entre los vecinos del verdadero estado que les vio crecer. Ayer entre Bismarck y Brainerd, hoy sobre Bemidji, para quebradero de cabeza de sus presentes, oficiales representativos.

Durante el invierno de 1987, perpetraron un crimen que va en aumento como la barriga de la jefa de policía de Brainerd. De una parada inoportuna a otra susurrada y misteriosa, en conversación sobre una sala de hospital con la función de sanar aquellas heridas familiares y desprenderse del polvo acumulado en el camino. Welcome to Brainerd decía el cartel, ancestral tierra de colonos y duros leñadores, escenario de un nuevo crimen y gélido negocio traspasado de la venta de vehículos a los seguros de vida y accidentes, con pequeñas dosis de comedia ´coeniana` habitual y sus diálogos disparatados de alta complejidad filosófica. Si le deseas, y no tanta acción o efectismo, claro está, pregonando... ¡Puto silencio!
Criminal, aunque maravilloso paraje. Fargo está enclavada en una región rodeada de agua y malos humos de una industria creciente de manufacturas. Colinda con la Minnesota coeniana y los bosques del condado de Beltrami (en honor al explorador italiano), sobre la ruta del Mississippi en dirección a esta ciudad de Bemidji, cerca del lago Superior y el escudo montañoso canadiense que delimita las Grandes Llanuras... es decir, Fargo es el simple comienzo de todo, tanto las cosas naturales como los encuentros más artificiosos, en despachos, bares, lagos, interrogatorios, las vías de comunicación, exteriores, interior de vehículos, etc... Todo funciona en la narración desestructurada y una caótica composición, aparentemente.

La idiosincrasia particular de sus habitantes en una época más moderna, tiene que ver con el aspecto de su paisaje nevado y sus costumbres ancestrales, las fiestas comarcales que promueven el consumo de productos de la tierra como la caza y la pesca, con concursos característicos y la extraña frecuencia de actos desagradables e inciertos en sus entrañas silvestres. Nada que ver ciertas actividades criminales, referentes a la industria maderera o los afilados (o romos) utensilios que se guardan en sus garajes o se usan en sus campos a la intemperie de los elementos.
El panorama truculento, en estos últimos diez años, ha ido cambiando ligeramente sin apenas darnos cuenta. Ni los nuevos personajes con la historia del viejo Fargo son una muestra de discreción y seriedad, con peso específico en quilates fílmicos, o tal vez un hecho milagroso por fortuna para, sólo algunos supervivientes, gracias a Coen. El texto fue escrito por Ehtan y Joel (ahora en silencio), basándose en unos supuestos hechos, tan verídicos que nunca fueron confirmados en el territorio (siquiera discutidos por algún experto en criminología); porque da igual. Hoy esos acontecimientos narrados mantienen la comedia corrosiva y la calidad a paletadas, pero han dado un giro glaciar y físico, gracias al creador de esta serie para televisión, que desarrolla ciertos resortes anclados en el cine clásico, el cine negro u otros renovados móviles del terror y el suspense, con nuestra desaconsejable identidad, intacta, e incluso su nombre suspendido en otras coordenadas próximas.
El rodaje es veinte años después de aquella aventura atávica, y por tanto, son recuerdos emocionales para los cinéfilos que se guardan en gotas de esencia suprema, de unos admirables y queridos personajes, salpicados de una extraña o fría emotividad, que soporta su truculenta circunstancia, rodeados de toneladas de hielo y esa fina capa de humor negro que conserva la escena del crimen, a ambos márgenes de sus intrincadas y adyacentes carreteras.

Claro que es un asunto milagroso, que una producción de calidad excepcional como esta Fargo, aparezca de pronto en nuestra tele, casi de puntillas y sin hacer ruido, pues posee un tesoro enterrado en su gélido aliento (como insignes directores del pasado dejaron su profunda huella cultural y desbocada imaginación); una mente especial, director de uno de los capítulos, creador o guionista de éxito como Noah Hawley (Bones y próximamente Legion), que llamara la atención de la industria televisiva.
El resto es la historia del cine y de la televisión con mayúsculas. Sólo nos queda pensar que se ha obrado ese milagro, en nuestro salón de estar, como el cine es capaz de ofrecer y no la caja, salvo excepciones, llamada tonta. Ya que la serie sustentada por su base cinematográfica y esos ramalazos de humor muy negro, pervierte la diversión desglosada en diez capítulos casi místicos, para visionarlos reclinados y los ojos humedecidos. Esa mezcla de irreverencia emocional o intelectual, de sus genuinos discursos entrelazados, como los mandamientos de una obra colosal. En efecto sangrienta, pero culturalmente evolucionada del género policíaco, un entramado metafísico sobre la condición humana, que filmaron y narraron los hermanos Coen en 1996, con la modificación de aspectos esenciales para buscar la diferencia, y hallarla en una agradable y sensacional extravagancia de gran creador. Como la búsqueda incesante de nuevos y peligrosos aspectos que varíen sus comportamientos individuales, de unos personajes que calaron tan profundo en los espectadores, como el frío acero atravesando la mano desnuda o fluidos espesándose sobre el piso de hormigón.
Y descubrir otros modelos humanos sobre la región de Los 10000 Lagos, para ampliar el catálogo de excepcionales personajes y actuaciones, tanto que sus palabras expresadas y, especialmente sus silencios, te trasladan al nuevo Fargo, sin estar allí, o nos sumergen en una experiencia extrasensorial fuera del lugar y del tiempo transcurrido. Fargo es ladinamente emotiva tratando de jugar con tus recuerdos, sí, es el mismo Fargo con una nueva capa de excelencia inédita y excepcionales puntos de vista en comparación.

Claro, apenas nos damos cuenta de que han transcurrido 20 años y las tramas modernas varían, pero aquí sin retroceder un ápice en la estética y la esencia detectivesca. Así que la productora Metro Goldwyn Mayer y un canal como FX Networks, la rama adulta de la cadena Fox, contactaron con Hawley y reconocidos directores del medio televisivo, como Adam Bernstein (Ed, Californication), Randall Einhorn (The Office, The Muppets), Colin Bucksey (Breaking Bad, Revenge), Scott Winant, Michael Uppendahl (Mad Men, American Horror Story) o Matt Shakman (Colgados en Filadelfia, The Good Wife), con el fin de intentar ofrecer un producto de máximas garantías y nada superficial... algo así como un seguro de vida para todos los involucrados en el proyecto.
Parecían obligados, casi, a perseguir aquel sueño hecho realidad por los Coen y lograr el éxito que han alabado los medios y críticos especializados en televisión o cine. Una vez logrado su propósito o increíble sorpresa, lavando la cara a un ejemplar y sincero largometraje, esto ha provocado una segunda entrega (si bien reconozco mi retraso, mental o televisivo con la segunda temporada) y estudian una tercera a desplegar al viento invernal de nuevo, por lo que no tardaré demasiado a pesar de críticas negativas de la continuación. Llama a nuestra puerta, esa incógnita, tras nuevas caras y dramáticas evasiones fundadas en el humor inteligente y el carácter retorcido, tal como pediría la ejecución meditada de un crimen profesional, o sino, directo al cerebro como un certero martillazo.

Unos hechos visionarios:

La película en sí, ya era una pequeña joya cuyo guion tenía como fuente, acentos, expresiones escuchadas durante la juventud, o leídas con monosílabos en el libro How to talk Minnesotan (original de los productores ejecutivos Ethan y Joel), merecía un responso consecuente a la imaginación desplegada por ambos, fieles a los suyos, a su equipo en alabanza suprema con la fotografía de su fiel amigo Roger Deakins o el montaje ocultado bajo el alias "Roderick Jaynes", más la ayuda de la esposa de Ethan y montadora Tricia Cooke, y actores destacados por una singularidad desatada, en pequeños platós fabricados o los sensacionales parajes naturales, recogiendo el acento norteño de esa región de bosques caducifolios y temperaturas boreales. En Minnesota (proviene de la palabra dakota), la madera es fuente de riqueza con el consecuente procesamiento de papel en fábricas y las antiguas minas de hierro, quizás, otorgan ese carácter fuerte a sus habitantes.
Si se tratara de una historia real, con muertes en directo y pasiones controladas en el puro descontrol, no supondría ninguna diferencia técnica o estructural en la concepción de la serie, excepto la posición ejemplar del objetivo y las perspectivas, ya que la particular imaginación de los Coen y los directores elegidos frente a Noah Hawley, ejercen con brillantez en ambas obras y mantienen sus puntos diferenciales al respecto. Esto es, un trabajo creativo que afianza su calidad técnica y la labor en edición, tanto en la construcción de los personajes como su ambientación artística, en la zona de Grandes Llanuras frontera con Canadá, para un idóneo pulso y respiración, salvajemente pausada.

Pues lo verdaderamente importante radica en la elaboración de aquellos caracteres esenciales, tics o pequeñas observaciones que conforman su fauna asilvestrada, la manipulación constante de unos hechos dramáticos entregados a domicilio con pólvora y mala leche, y en las increíbles vueltas que puede dar nuestra vida, según los encuentros, casualidades o necesidades del momento. O la de los involucrados en el proyecto, desde el equipo técnico y pensante de FX, hasta los actores que han creado esta mágica vuelta de tuerca, al origen o esencia cinéfila, con una atmósfera intransferible, la estética genuina y diálogos tan trabajados que merecen un punto y aparte. En los dos Fargos, coexiste una relación emocional entre sí, a reconocer como un embarazo y nacimiento aplazado, mediante millones de seguidores en todo el mundo admirando el trabajo comedido y escasamente efectista, que supone una declaración de principios por la belleza de las secuencias y la admiración por este denominado Séptimo Arte. Ahora en luminosa y silenciosa pantalla de plasma.
Igualmente, con esa gratitud obtenida tras un temporal de sensaciones y una dedicación así de determinante, los premios no iban a tardar en llegar justamente. De veinte en veinte... y tiro por que me lleva la gélida corriente infectada de cocodrilos, a Fargo.

El encargo de la serie comienza como episodio piloto hace varias décadas, para llamar la atención con anteriores trabajos de cine y televisión, después del Gran Salto y antes de "El Nota". Para demostrar que tras las hermosas palabras y supuestos actos "verídicos" o ideados, manos en la masa encefálica de la ficción, también es meritorio, la forma de trasladarlas a la televisión de entonces o la pantalla en pleno siglo XXI, apostando por el sosiego del rodaje, la tranquilidad del montaje o la pausa narrativa sincronizada con la acción. Un uso esmerado de la cámara y los encuadres, conforman un universo único con el magnífico guion y matices ocultos en los numerosos papeles, que encierran un regalo de magnitudes coenianas y agradables sinsabores. Una sensación reveladora tan continua, pacífica en lo visual y placentera para el público, que las imágenes magistrales permanecen en la retina al cabo de los días, desmenuzando sus movimientos o redondas escenas, y cuyos instantes narrativos perdurarán en nuestra memoria para siempre.
Es decir, una lección de buen cine con formato televisivo y ciertas reglas que se marcaron en los folletines de suspense de ayer, editados por tipos tan geniales y fascinantes como Alfred Hitchcock, postergando el suspense con giros inesperados y magnéticos silencios. E iniciados con el "cliffhanger" en episodios derivados de los seriales radiofónicos para mantener la tensión y la atención del espectador, o continuados por ilustres creadores como el mismo Steven Spielberg.

En esta visualización admirada y atrasada que he llevado a cabo, pensaba que podría encontrarme con una obra exquisita sobre el poder frente a la humildad, y algo más, una crítica de ciertos valores despedazados por los seres humanos, en general. Sin embargo, me he hallado en otra dimensión desconocida, libre como en casa, reconociendo rasgos universales en individuos normales, rudimentarios o humanitarios, que subyacen en una misteriosa y tremebunda fantasía, de aspecto real. Asimismo, reencuentro con el mal en toda su amplitud de registros, que siempre se abre paso a través de esa verdad aparente, tras las paredes familiares, y frente a la justicia que se muestra heroica, como un vecino salvando la vida a un despistado transeúnte o un sospechoso habitual testificando aunque protegiendo su propia vida frente a los malvados. La serie Fargo propone curiosas aptitudes que son sinónimo de intriga y asombrosa dualidad, por una extraña admiración con los delincuentes, por parte de los telespectadores. Gracias a su fuerza visual, el contenido textual e interpretaciones de unos enormes actores.
Una leyenda que, en Fargo, une a un astuto hombre con una col, un conejillo y un zorro, alrededor de una barcaza y una estratagema nada clara, para propia su supervivencia, que el público estudia en diez pasos, intentando desentrañar las rutas o caminos de esos personajes atrapados por una decisión impredecible. Caminantes por carreteras fantasmales y pasillos distorsionados, sótanos y oficinas, hasta vías nobles manejadas con los hilos de la ética, entre tachuelas y fotos clavadas en un corcho en la pared. El porqué de sus actitudes al límite y otras maniobras en la niebla, es mérito de un equipo y de los numerosos obreros o técnicos, de un reparto que funciona como un reloj, un contrato firmado o una lavadora tecnológicamente avanzada, frente a esas costumbres y defectos enclavados en la tierra de Minnesota y Dakota del Norte, las extremas circunstancias que envuelven a Fargo y producen visiones increíbles o escenas delimitadas en silencio musical, oyendo la respiración jadeante y los acordes de su reconocida banda sonora compuesta por Jeff Russo (Sream 2, Rumores que Matan) como un atmosférico recuerdo y lejano tiroteo sin balas ni cuerpos. Es decir, única sensación de expresión musical como metáfora elevada entre la violencia actual y el arte.

(Entrevista con Noah Hawley para SlashFilm):
Creo que se dijo que ´la película Fargo fue una mala idea`, ¿verdad?
Literalmente, todos oímos que aquella o la serie Fargo se contemplaban como: "Esta es una idea terrible." Pero, también una especie de liberación al mismo tiempo, porque una mala idea que no podríamos convertir en terrible. La segunda idea mala, obviamente, tras intentar lo correcto, tirar todo y empezar de nuevo. Psicológicamente la forma de trabajo "Esto se siente bien y esto no parece tanto", es una prueba y entonces el proyecto se vuelve más ambicioso a nivel de un cuento. Bueno, era Fargo, pero esto también es Fargo.
Noah: No buscamos deliberadamente ese arquetipo. Lo más importante para mí era, ¿cómo devolvemos lo que fuera una lucha interna de dos hombres en la película? Pues la relación nueva de una primera temporada. Una relación dinámica y, obviamente los dos tienen que trabajar juntos, aunque a veces están tirando en direcciones diferentes.

Cómo se piensa que deberían salir del paso y cómo la ciudad piensa que deberían salir de ella, son diferentes. La región, en la película de los hermanos Coen, es un lugar donde la gente pasa por momentos de comunicación difíciles, con información básica entre sí. La comunicación se hace más fría.
Noah: (Risas) No, demasiado. De hecho fue un año mucho más caliente este año. Además, nos fuimos en primavera porque sólo las primeras tres horas de rodaje o así, fueron con verdadera nieve, y entonces se convierte en un sitio marrón, mucho más, pero me gustaba. Me gusta la idea de, si uno mira en una fotografía del primer año y una del segundo año, no te confundes. Se ven totalmente diferentes. Son claramente distintas películas.

De aquellos cuatro personajes embarcados en una trama devoradora y cainita, cabe destacar que sus armas interpretativas vienen auguradas por años de trabajo y duradera confección de telares rústicos. Dejados en perspectiva a nuevas y destacadas presencias, remando para llegar a la orilla del éxito en una recreación actual y cercana a un cuento atemporal pasado oralmente de generación en generación. Así, las cosas del cuento:

La Col: Es un vegetal que simplemente toma prestado del ambiente, aquello que necesita para sentirse cómodo y respetado, sin causar demasiados problemas adrede. Solamente respira y se contagia de las cosas que le parecen oportunas y observando otras cualidades ajenas, como una solemne tontería de rasgos nada aconsejables o edificantes para la especie humana y los habitantes norteños. Hasta que el Jefe vegetativo, algo estúpido y lento en la superficie, con un trasfondo de verdad que profundiza en sus raíces policiales y le llevaron a cierto descontento personal o manifiesto respeto por los héroes. Un jefe que expresa con enorme sinceridad que, lo suyo fue una guiada costumbre al abismo (quizá un impulso familiar) sensibilidad afectada o acomodada posición, sin prestar atención al servicio protector que necesita su comunidad y los vecinos involucrados en los terribles hechos. Su palabra ahonda en la tristeza, pero el actor Bob Odenkirk (Breaking Bad, Better Call Saul) nos complace y convence con su verborrea y presencia, de su calidad humanista, en pos de convertirse a mi parecer, en uno de los eslabones principales de esta serie, y uno de mis personajes preferidos pululando en una Fargo revolucionaria para su medio.
La declaración de intenciones, meridianamente realista o efectista, es uno de los mayores hallazgos de esta magnífica proposición televisiva. Puede ser un pretencioso, con este comportamiento de vegetal sin sentimientos ni culpa, pero su convencimiento final produce un escalofrío que condiciona al espectador y va dando las claves oportunas, acomodadas para contrarrestar la corrección de unos parámetros bien estudiados por el creador, en esa labor profesional que su compañera lleva a cabo de manera sufrida y ejemplar, como la negación de ciertas desgracias que acontecen al resto de los personajes en liza. Un jefe apartado, con todas las de la ley en su contra.

El Conejo: Ya no es necesario reconocer el valor como actor del gran Martin Freeman, demostrado con ejemplos sobrados de su manifiesta calidad interpretativa y la capacidad para viajar de un extremo a otro del comportamiento, de John Watson mediático a la complejidad de registros en la condición humana. Desde el conejo asustadizo que corre para salvar su propia vida, a la inteligencia emocional para acomodarse detrás de una careta de lascivia u oportunismo, que le puede conferir el aspecto de un auténtico depredador acomodado en la sombra. Si puede se comerá la col, con su automático mecanismo en inseguridad complaciente, intentará engañar al zorro y a todos. Según estudia, todas aquellas tiernas piezas que le rodean, al alcance de sus ensalivadas fauces o apariencia maquillada con lágrimas de cocodrilo. ¡Hambriento animalito!
Siempre al borde de la catástrofe, en simulacro existencial, pero se crece cada vez que las oportunidades le son favorables como buen británico, destacando y corriendo más y más... hasta conseguir transformarse en una atractivo representante de roedor, que se abre paso a dentelladas con siniestras intenciones y voracidad, poco carnívoras por otro lado. Al final, es un conejo algo cabrito, que se precipita hacia la oscuridad en su sombreado agujero o escena del crimen, obcecado con aptitudes impropias para su limitada existencia depredadora. Solamente, se precipitó a ella, motivado por un creciente y recalcitrante odio, o cansancio nada aconsejable para la raza del vendedor sin escrúpulos. En cambio, en la interpretación todo lo hace bien, este monumental actor llamado Mr. Martin "rabbit" Freeman, es un creativo agente de seguros, zigzagueante esposo y amante, o entrañable como asesino silencioso. Un patoso consciente de su nula capacidad para la empatía con las víctimas, sean suyas o de otro auténtico... hombre lobo.
En su mano y carácter patoso, se halla la evidencia de su actuación contrastada y ensangrentada conciencia. Todo un placer visual e intelectual, para nosotros... los admiradores de Lester Nygaard. Su camino tendrá continuidad junto a Harrison Ford y Gillian Anderson en la película del director Justin Chadwick, Official Secrets, en Funny Cow y un trabajo apocalíptico titulado Cargo, y un drama parapsicológico con el nombre de Ghost Stories, además de Sherlock, of course.

El Zorro: Hablando de admiración, restan dos candidatos al podio (que bien podría ser un octógono, o dodecaedro) de la interpretación en Fargo.
Sus ojos aguantan la mirada de los más recalcitrantes, de Dexter a sus comienzos en Bonanza o Kung Fu, con su sapiencia, espíritu pacífico y saber estar en esta parte de Minnesota (incluso, aguantaría la mirada del mismísimo gordo que se enfrentara al buscavidas Paul Newman), porque es un zorro avezado en cientos de aventuras como una película que me fascina llamada Los Duelistas de Ridley Scott, su voz afinada para Nashville de Robert Altman o siguientes crímenes como Forajidos de Leyenda, Choose Me o La Presa. Keith Carradine al acecho de intrusos, en otra época pretérita fue miembro destacado a ambos márgenes, la sofisticación con Alan Rudolph en Los Modernos, Inquietudes o La Sra. Parker y el Círculo Vicioso, o sus duros o tiernos cowboys. Seres cercanos a sus habituales sospechas frente al ínclito mal que se cierne sobre tranquilos pueblos, que se siente y disfruta su majestuosa presencia como gentleman de la escena contemporánea y pretérita, desde Heredarás la Tierra a la Texas de Elvis & Anabelle.
Como buen mamífero, familiar, siempre es protector con sus crías y daría su vida por el mantenimiento de su bienestar, tras las cortinas de un confortable hogar frente a la chimenea y un buen almuerzo con huevos y bacon para comenzar el día. Ahora, es abuelo y regenta una de esas magníficas cafeterías de los Estados Unidos que te mantienen con vigor en la carretera y elabora sus opíparos desayunos o cenas, sirviéndose de la experiencia adocenada para no meterse en problemas. Es capaz de ofrecer una mano amiga a aquellos que quieren ser aconsejados, por otro buen amigo experimentado, en definitiva, es astuto porque conoce bien al hombre. Lo respeta o teme sus distintas variantes, dependiendo de aspectos que, sólo reconoce un agente retirado y curtido en mil batallas... o la sigilosa interpretación de su ojo avizor. Keith es un jovial e inteligente actor, que proviene de una peculiar y enorme familia de Carradine´s, auténticos comediantes o maestros de la farándula, unos enormes zorros del cine. El próximo año volverá con Alan Rudolph tras 14 años de descanso del director californiano, en Ray Meets Helen. Maravilloso.

El Hombre: Al igual que todo ser bípido e inteligente, este hombre tranquilo o Lorne Malvo, siempre interpreta las cosas con dos enfoques, dos maneras contradictorias como su propia existencia. En su inconfundible presencia, asistimos a un baile de cadáveres o a un monólogo, con humor de un acertijo o historia chistosa que sobrepasa la expectativa creada. Posee la típica crueldad del asesino en su afilada lengua y las poderosas manos, pues la labia sarcástica de Billy Bob Thornton se funde con el ambiente musical de Fargo, en una revuelta de aptitudes peligrosas y glamurosos rostros. En sus notas (y botas), reside la vida y la muerte.
Malvo es un papel hecho a su medida, ya que se favorece del aspecto físico agradable para frecuentar esas otras presencias amenazantes, menos respetadas moralmente o francamente poco aconsejables, sobre las calles resbaladizas de una pequeña población norteña y cerrada. Para un ser escurridizo, que desea ser protagonista cruzando todos los límites aceptables, y alguna que otra resistencia pertinaz de locales o diferentes visitantes invitados al chantaje emocional, es una bendición de papel. Pasando de un lado a otro de la charca sangrienta, entre bien y mal.
Si es hombre con rasgos dominantes, como un macho alfa, individual y discreto, una tentación dentro de este milagro. Con altos conocimientos sobre todas las materias que emprende, siempre viaja hacia el monstruo que desconoce la piedad o interpreta convincente a un entretenido conversador, sin necesidad de conocer su pasado. Ni importa su motivación personal o secreto, para hacernos una idea completa de su espléndido trabajo en la serie u otras producciones anteriores, porque pertenece a ese raza de actores y personajes que, ante su sola presencia, nos sentimos rendidos al encanto y ofrece un catálogo variado de innumerables cualidades como gran actor, dotado para la conquista y la seducción. También para hacernos reír con una ocurrencia asíncrona o, congelarnos la expresión en una mueca absoluta de terror.
Vamos que si pudiera, se zamparía a todos los presentes a esta fiesta sangrienta, con una fuerza descomunal y sigilo propio de depredadores en libertad de movimientos, aunque tenga el aspecto de un sencillo turista de vacaciones, un cura o comerciante de todo tipo de armas y propósitos, o un dentista humorista que disfruta con su sádico trabajo, como el magistral Jack Nicholson o el penitente Steve Martin de La Pequeña Tienda de los Horrores, pero en Fargo. El de Arkansas es un prodigio de técnica vocal e interpretativa, o elemento esencial sobre el que giran todas las tramas y personajes alrededor, un monstruoso hombre, lobo y actor que se anticipa a cualquier situación comprometida con su mirada calma o salvaje. Un Mortadelo en cambios físicos con sus gracietas por chistera, da igual si se considera hombre o bestia, nunca lobo, pues estos no atacan sin la necesidad de alimento. Aquel genio que sorprendiera en filmes como Dead Man, U Turn, Fuera de Control; hasta un Hunter Killer submarino o un Bad Santa 2. Luego, las apariciones de Thornton en pantalla y en esta primera temporada de Fargo, se cuentan por el olor de su rastro y los litros de sangre por los que navega o pasea sus garras. Y el gran mérito es, que sus hazañas no se muestran tan lustrosas respecto a la hemoglobina, en la gran mayoría de sus secuencias. Simplemente, es hombre con todos sus defectos y actor con todas sus virtudes.

Además, en este recorrido por las historias con calado misterioso que parecen una fábula con mensaje implícito, existen muchos recovecos que vienen sugeridos por el perfecto reparto y los prodigiosos personajes que ahondan en la trama principal. Destacando una serie de parejas (siempre en problemas, excepto la principal curiosamente) conformadas por actores de carácter como un hermano involucrado en la piel de un alucinado Joshua Close y el omnipresente Oliver Platt (con sus ojos temerarios puestos en Cut Bank) demostrando sus múltiples facetas, o hermanos de sangre como Russell Harvard y Adam Goldberg, los malotes de cómic, con tintes chapuceros en recordatorio de Stormare y Buscemi al margen de la ley, o dentro de un FBI con la baja guardia o algo desarchivado para las nuevas tácticas en seguimiento policial, con Keegan-Michael Key y Jordan Peele. También, las chicas de Freeman con sus dotes variadas para cautivarnos como Susan Park, Julie Ann Emery, Rachel Blanchard, Kate Walsh... hasta el último y sombreado cadáver.

Sin embargo, en una tierra de contrastes tan radicales, los agentes de la ley son primordiales en la investigación y respetados vecinos en el servicio de la protección del ciudadano, con su propagación de ideas y costumbres detectivescas, su acción indispensable para confeccionar una o moraleja de fábula. Son los verdaderos héroes de esta aventura o fantasía, ya que ellos ofrecen la cara amable frente a sus familias y amigos, hombres y mujeres de bien. Rostros familiares en defensa de los inocentes o la limpieza en el currículum de falsos culpables, bienaventurados salvo excepciones en el cuerpo, curiosos observadores y profesionales ante las heridas y los cadáveres que encuentran una bala perdida, atravesando cualquier situación o aptitud sospechosa. Ella es entrañable, admirable y abrazable como un blandito peluche, deshilachado por nuestra niñez en la piel de Allison Tolman de Sugarland (Texas), pero con una fe ciega en sus ideales, su estirpe y dispuesta para la resolución de un caso que afectó algunos seres queridos. Pasará con facilidad de la oscuridad en El Regalo, Krampus o La Barracuda, a la cómica The House.
Como un escudero, algo tímido y torpe en la discreción, se convierte en la ideal pareja asíncrona, fagocitado en la historia de un crimen en serie. Dubitativo y pensante, da muestras de comprensión con diferentes registros que van hacia la heroica oportunidad, rasgos propios de una familia de comediantes con Mr. Tom Hanks y Samantha Lewes, y elaborados con perfección sistemática por el actor Colin Hanks, en una serendipia argumental que enderezará sus pasos o le postergará en una cama convaleciente. La ´Quijote` exhaustiva y crítica, con el Sancho Panza plácido y directo, llamado a las huestes de Elvis & Nixon. Igualmente, conforman una pareja ideal y aire fresco para nuestras perspectivas cinéfilas. A Band Aid...

Pero, en esta leyenda rústica sobre el instinto de la depredación y las desafortunadas presas (son muchas para este comentario), todo cambia cuando un obstáculo aparece en tu trayecto. Una mancha grisácea viviente, recortada en la nieve con la visión de un lobo vigilante, oteando las distancias y otras posibles aptitudes. En sus puntiagudas orejas hallamos los ecos del lado animal, dirigidas al horizonte para mantenerse alerta frente a cualquier peligro o eventual aparición. Esa clave, puede ser una amenaza o simplemente advertencia, se advierte en el contrario como una presencia acechante, oculta en la penumbra y con la temible osadía de un hombre de ciudad. Bueno, tal vez no un hombre y punto, sino una alimaña que mata por placer o dinero, y se complace en recalcar la maldad en sus entrañas o hacerla presente como una explosión nuclear, hasta la revancha incontrolada de su frustrada vida o esa lacerante realidad de la sangre en casa. La propia y de sus próximas víctimas.
No, no... mejor dicho, muta a monstruo de sonrisa sincera que oculta afilados colmillos y unas manos hábiles, para manejar una situaciones peculiares o manifestar su oposición a ciertas reglas establecidas, y contratos apalabrados. Con su peculiar humor o más bien sarcasmo, frío como un fantasma o fallecido, por consiguiente, hace muchos años mentalmente, en las garras de sus tutores. Lo complejo de esta evolución personal y profesional, es encajar a la perfección en el reparto coral y el debate sobre la condición humana, porque Malvo es capaz de una acción bidireccional para crear el mal en cualquier latitud o temperatura ambiente. En Fargo, se convierte en imagen o autorretrato de nuestra propia estupidez (hoy diríamos selfie como mantiene Hawley en su tercer y siguiente fragmento), un ogro que todo el mundo teme y admira por sus métodos drásticos, no recapacita en sus propios horrores. Unos desean encerrarle en una jaula o acabar con él de una vez por todas, y otros fanáticos con su estampa alargada de depredador humano y las ´idílicas` relaciones que tiene en cada segundo de emisión.
La duda permanece con él en el aire, después de su determinante posicionamiento con lo artístico y el suspense, como muestra de un orgullo que admira el género negro o la risa hueca que sale ostentosa de sus pulmones tras su apariencia enfermiza... ¿es monstruo u hombre?
Simplemente, las dos caras complementarias de una moneda. Significa un motor para una gran serie u obra maestra, que une realidad y ficción en diez mandamientos a seguir, y que se esconde en el interior de nuestro ser, animal y humano.

Fargo es un lugar insospechado, íntimo y salvaje, donde el hombre puede traspasar todos los obstáculos que se interpongan. Capaz de comerse a un zorro relleno con la carne de un tierno conejo, que fuera aderezado de una simple col, sin otras verduleras obsesiones. Más bien reflejos de nuestra propia imagen en múltiples direcciones, pues... Qué importan los trayectos, ni aquellas vías secundarias o puentes que cruzaríamos para ser odiados hasta la agónica realidad, si en la ficción nos hacemos respetar por la mayoría y el desprecio a la vida ajena, como vecinos ocasionales, voyeurs y ciegos seguidores de Fargo.
A esta parte del congelado río o receptor clásico, seccionados. ¡Grande y universal Fargo!

(Entrevista con Joel y Ethan Coen, para Cinephilia & Beyond)
JOEL COEN: En su estructura general, la película se basa en un hecho real, aparentemente, pero los detalles de la historia y de sus personajes son ficticios. No estábamos interesados en hacer una película documental, y no hemos hecho ninguna investigación sobre la naturaleza de los crímenes o los eventos conectados a ellos. Pero al advertir a los espectadores que, habíamos encontrado nuestra inspiración en una historia real, se preparan para no ver la película, como un filme de suspenso ordinario.
JC: Hay similitudes con nuestra películas anteriores, pero también diferencias importantes. Las tres son producciones a pequeña escala, de temas principales relacionados con la criminalidad, o el secuestro, y también muy específicos en referencia a su localización geográfica. Por otra parte, Frances McDormand juega un papel esencial en Fargo y Sangre Fácil. Pero siempre pensamos que Blood Simple, pertenece a la tradición del melodrama extravagante, como se expresa en las novelas de James M. Cain, además de alguna influencia de película de terror. En Fargo, probamos un enfoque estilístico muy diferente, introduciendo el tema de una manera bastante seca. Nuestra intención era también que, la cámara debía contar la historia como un observador más. Cuando la escribimos, tuvimos que imaginar el mundo donde se desarrolla la historia. La diferencia es que hasta este punto, en las anteriores, estos universos eran pura ficción, mientras que en el caso de Fargo había un aire de autenticidad que debíamos comunicar. Dado que venimos de la zona natal, que nos ayudó a tomar en cuenta el carácter particular del lugar.
JC: Estábamos intrigados desde el primer momento en que empezamos a rodar, por la noción de interacción entre ellos y por la expresión impasible de John Carroll Lynch, que parecía satisfacer el tono de la filmación perfectamente.
Él es la encarnación idónea de la personalidad poco demostrativa, de las personas de esa región. Las relaciones entre marido y mujer se basan en lo que no se dice, y tienen éxito. Sin embargo, la comunicación, falla en otro sentido. Cómo acaba sucediendo en Fargo.

Fargo (TV series Season 1) OST - Bemidji, MN

Fargo - Season 2 Tráiler:

domingo, 29 de marzo de 2015

The Hobbit.

















J.R.R. Tolkien y la explotación.

Si te preguntas porqué la obra de J.R.R. Tolkien tiene tantos devotos en todo el mundo y los personajes son reconocidos universalmente, además de la magnífica imaginación y la capacidad lingüística del autor de El Señor de los Anillos y El Hobbit, habría que observar que nos interesan sus aventuras porque todos podríamos ser los protagonistas de las mismas.
Todos somos diferentes, pero las pasiones y los miedos son referentes extendidos de los comportamientos humanos y nos identifican como a los exploradores de su universo, nos vemos representados en sus acciones y decisiones.
Cada uno de nosotros, podemos ser un hobbit o un hombre, en ocasiones un elfo o un enano. Por supuesto, algunos tienen en algún lugar oscuro de su psique, el pensamiento de un orco o el aliento incendiario del dragón.

Los señores oscuros han cambiado, algunos se mantienen en el recuerdo o materializados en diferentes formas y otros se complementan con la voz de sus dueños artísticos tras la producción visual y digital emergiendo como poderosos enemigos.
En primer lugar, la pieza clave en esta jugada a múltiples bandas (pero con dos bandos bien definidos en El Señor de los Anillos) es el rey negro o Sauron, en la voz de un actor neozelandés llamado Sala Baker y que retorna al pasado como Nicromante en otra voz mucho más cotizada de Benedict Cumberbatch y compartida con el dragón Smaug. Es una cuestión de efectos sonoros.
Mientras Christopher Lee y Andy Serkis se identifican con sus antecesores sumando algún año más a sus huesos, el primero y representante de los ´Drácula` de toda la vida tuvo que administrar los viajes a las antípodas debido a su comprometida edad.

Aquí en el Hobbit, otro representante de baja estatura ha tomado la representación de la codicia en dos estados distintos, el héroe y el sombrío desorden de su interior. Se trata del actor inglés (como muchos de los participantes de las islas británicas que pertenecen ahora la mundo de Tolkien, identificados en papeles destacados Martin Freeman, Ian McKellen, Ken Stott, Graham McTavish, James Nesbitt, Jeffrey Thomas, Orlando Bloom, Ian Holm y otro grupo de actores australianos-norteamericanos como el resto de enanos o la elfa interpretada por la canadiense Evangeline Lilly), Richard Armitage es las dos caras del Rey en la Montaña Thorin Escudo de Roble, que participase en numerosas series de televisión y diera el salto a la gran pantalla en un pequeño papel de Star Wars: La Amenaza Fantasma, Frozen y haciéndose conocido del gran público en El Capitán América.

Y por último, interpretaciones animadas que poseen músculos incluso en sus voces guturales, identificados en los grandes orcos de esta nueva trilogía a través de la colosal figura de Manu Bennett como el Jefe Azog de Moria y Conan Stevens como su hermano Bolg.
Sin embargo, sus apariciones son esporádicas y debemos primero acostumbrarnos a esta nueva y numerosa compañía de enanos en busca de la Montaña Solitaria o Erebor antes de la caída en manos del Balrog, y los elfos comandados el rey Thranduil interpretado por Lee Pace, junto a su hijo Legolas por la memoria de su madre la elfa silvana del Bosque Negro. Ya están casi todos reunidos... sólo faltan los Grandes Elfos que construirían Rivendel a los pies de las Montañas Nubladas, dirigidas por Hugo Weaving como Elrond y Cate Blanchett como Galadriel, que posteriormente fundaría los jardines de Lórien, más allá de las Puertas de Moria.

El Hobbit ha llegado y no nos hemos enterado.

me pregunto: ¿quién es Peter Jackson?.

En mi pasado juvenil, le consideraba era un interesante cineasta, reconvertido en poderoso productor gracias a un esfuerzo titánico en la realización de varios films de culto y aquella trilogía inicial basada en J.R.R. Tolkien.
En cambio, pasado el inexorable tiempo en el tablero digital, la mirada postrera me devuelve un director venido a menos.
Atraído por el poder de la meca cinematográfica y por unos valores en el celuloide que se alejan, sobre manera, de la idea que poseía con sus trabajos anteriores (ahora fastidiada su filmografía con un King Kong demasiado animalizado).
Quizás, sea la tan cacareada idea del viejo Tolkien, y aquella atracción por el vil metal de sus escritos, y por ende la consecución de una estimada cuenta bancaria que le separan de mis cánones cinéfilos.
El tiempo es maléfico en ocasiones como Smaug adormecido durante años y su desolación ansiosa por las riquezas materiales y el establecimiento vecino de los hombres. Malvado como la mayoría de los personajes de esta nueva trilogía, que en su fuero interno todos tienen alguna debilidad que esconder o de la que avergonzarse.

Dados sus dos últimos trabajos tras la cámara, mis sospechas se han confirmado. A más dinero, menos interés por el cine de siempre, entregado en este caso, a la nueva era digital.
De Nueva Zelanda y aquellos lustrosos a la par que casposos filmes ochenteros, muy del culto de muchos de nosotros (con cierta benevolencia), pasamos al Hollywood fagocitario de las enormes producciones digitales actuales. Me quedo con aquellos ancestros. El alargamiento sin tacto ni sentido funcional, no produce la misma satisfacción.

Esas producciones alargadas hasta el punto de ruptura, estiradas como chicles de sabor desgastado. Extirpadas de todo condimento y sazonadas en demasía. Hollywood está creando monstruos fagocitados por sí mismos, como dragones alados e idolatrados en exceso.
Si J.R.R. Tolkien estuviese vivo, no sé exactamente que pensaría. Pero, viendo su obra y los valores que en ella se divulgan, me temo que no cedería los derechos. La sobre explotación de los bienes cerebrales, no estaría en su ánimo, aunque perteneciese a otra época. Eso me gustaría pensar.
Quizás, vería con agrado las diferentes versiones cinematográficas... En el caso del Hobbit, creo que no. Un libro no es un profiláctico irrompible, tiene fallos y se rompe por la parte más frágil. El Hobbit es una forma de alargar el sufrimiento.

Esta semana, asistimos al pase de prensa, en una sala abarrotada como es menester de producciones de este estilo. Gafas de tridimensionalidad en mano... ¡Horror!.
Qué no quiero gafas, leñe.
En primera instancia, cuando se apagan las luces y comienza a emitir la blanquecina luz del proyector, y los primeros compases de El Hobbit empiezan a sonar, me pongo los plásticos de ver profundo. Mas, ¿y la luminosidad?... ha desaparecido, maldición.
Pienso que la pérdida de visibilidad es de, al menos, un cuarenta por ciento.

Tras contemplar como los tiempos de oscurantismo han regresado a La Comarca, nos presentan a los 11 enanos y al principal protagonista de la película, el rejuvenecido Bilbo Bolsón. Quizás, lo más prometedor de las trilogía elevada a la enésima potencia monetaria.
Pero, yo sigo en mis trece. A estas alturas ni Sauron, ni el Nigromante que lo fundara, me va a hacer creer que los viejos tiempos obscuros se deben al Mal de unos orcos como montañas de músculos diseñados, ni siquiera al vomita-fuegos de Smaug. Señores, son unas malditas gafas de plástico.

Más sufrimientos... creo que las próximas entregas las haré sin ellas.
Luego, voy a ahondar un poco más en la técnica en la que me he embarcado con este terrible, archiconocido y malvado 3D. Esta técnica no es lo mío. Para que necesito ver paisajes profusos y profundos, si no se ve lo que está en primer orden.
Mis ojos pasan de lo profundo del bosque verde, al Rivendel élfico, de persecuciones entre personajes que se lo pasan como enanos aunque yo me vuelvo a marear. Ahora volando, rebotando, cayendo, gritando, la música épica por doquier. Me mareo, va a ser que esto de las gafas no me viene demasiado bien.

Volviendo a lo interesante del argumento.
Con estas lentes, veo a Frodo mucho más joven, aunque empiezo a vislumbrar una antigua expresión extraña, como perdida. Pero, si todavía no ha sido atacado por el poder del anillo, ni nada. ¡Ay, una antigua desolación mía!
Al menos, está Bilbo a su lado, que le da empaque a la nueva misión, ancestral enfrentamiento de las hordas del Mal y el Bien. El actor Martin Freeman va lanzado por el momento. Esperamos de él momentos de gloria porque parece un acierto como protagonista. La gran altura de su calidad interpretativa, corre paralela al personaje que representa y la actuación con su depurada entonación.
Martin Freeman es lo que salva en gran medida El Hobbit: un viaje inesperado.

En una adaptación literaria de calidad, los personajes míticos han de estar consecuentemente interpretados. Y en El Hobbit, siguen estando todos los grandes, lo cual es otro punto a su favor. Pero, lo realmente importante son sus acciones y, sobre todo, lo que dicen y conversan entre sí. Los diálogos, por tanto, no me parecen brillantes en muchos momentos del film. Es como si estuvieran alargados, en la misma medida que lo hace el metraje.
El camino ha comenzado, es un viaje largo y fatigoso. Por veredas, montañas e impresionantes paisajes y parajes. Esto no desmerece en absoluto El Hobbit, con la anterior trilogía cinematográfica. Otro pequeño acierto.

Así, tenemos de nuevo a los intérpretes más longevos. Junto a Gandalf, Bilbo y los "eleven" barbudos nuevos amigos, menos uno ya conocido. Los elfos rejuvenecidos de Rivendel, el mismo Gollum digital, los orcos-trasgos-trolls-wargos de negra sangre que no brota (creo que por cuestiones de calificación por edades), y otros muchos más que se irán incorporando en próximas intervenciones.
En fin, todas las criaturas pertenecientes a la Tierra Media.

Un largometraje tan estirado (más de 2 horas y 45 minutos) nos propone una prueba de resistencia en la butaca. Además, cuando comprobamos que lo proyectado en pantalla es más de lo mismo. Incluso, tirando a peor.
El nuevo film de Jackson no aporta nada novedoso. Repetitivo y cansado para la vista. Con diálogos de relleno y un cierto tufillo a eliminar cualquier componente sanguinolento o excesivamente violento. En fin, un desgaste y desacierto.

Por último, tenemos la mosca cojonera todo el rato delante de nuestros ojos.
Un trozo de plástico proveniente del petróleo sobre la nariz.
Una espada de Damocles sobre mi cabeza.
Una molesto artefacto infernal.
Un mareo tridimensional.
Un odio y repudio.
El 3D.

** Pasable ***

El Hobbit: La Desolación de Smaug y La Batalla de los Cinco Ejércitos.

Aquel tablero de los juegos y de la fantasía, ha cambiado en esta trilogía.
Ya no se espera algo novedoso, sino una ampliación de algunos males que caracterizaban El Señor de los Anillos, pero multiplicado por tres innecesarias y redundantes películas. Aquella epopeya visual de hace diez años, ahora tiene menos sentimientos encontrados con su público y los comportamientos valerosos de los protagonistas transformados en meras comparsas de la acción.

Desde La Desolación de Smaug hasta La Batalla de los Cinco Ejércitos ha pasado solamente un año real de nuestras vidas, aunque verdaderamente en las películas ha sucedido un abismo insondable con el pasado. Pues las técnicas de fabricación de criaturas y movimientos cíclicos en la pantalla animada son la piedra angular y mareante del asunto, con todo lujo de detalles, eso sí.
Los valores humanos han quedado un poco apartados por la factura y los personajes (es verdad que no son tan relevantes como en El Señor de los Anillos en un libro mucho más reducido) deambulan entre soflamas y aventuras más infantilizadas.

El amor y el odio han quedado marginados a los gritos guturales, la amistad se resquebraja entre efectismo y sentimentalismo hueco, la felicidad y el dolor se han transformado en rostros pálidos y trucos de cámara, el temor y la valentía se enfrentan en un combate irrelevante y poco creíble, el pasado ha traído el futuro más devaluado (según mi gusto personal).


Demasiado poco tiempo para una unificación, y mucho menos para otorgar a esta película dividida en tres una atmósfera y una producción significativamente distinta a la anterior trilogía. Poco atrevimiento por parte de Peter Jackson y su equipo para enfocar y dar luminosidad con otras técnicas a los personajes que se enfrentan a nuevas (más bien antiguas) aventuras.
Seguramente con la necesidad de crear algo relevante como en El Señor de los Anillos, se ha dado demasiada importancia al hecho técnico y los efectos en la post-producción, y se ha abandonado a los personajes un poco a su suerte. Con cariño, eso si que se nota, pero vacíos respecto a sentimientos y concreción de sus personalidades individuales.

Si en la primera trilogía rodada, se ofrecía una imagen del mundo en la Tierra Media que, a base de ser imaginado, la mayoría de espectadores coincidiría en calificar de una buena adaptación de aquel poderoso viaje iniciado en la mente de J.R.R. Tolkien, con los rostros reconocibles de los personajes idealizados de nuestra infancia; ahora, El Hobbit ha roto el tablero de un manotazo y ha sido sustituido por un videojuego. ¡Ay!

A grandes rasgos, el trabajo realizado por un equipo de técnicos al mando del director neozelandés ha ido redondeando una historia que empezó bastante desconcertante, y ha terminado en la última entrega siendo más consecuente con las historias narradas, el concepto de Tolkien sobre la amistad y el amor imposible en tiempos de guerra, y mantiene los rostros petrificados en sus protagonistas. Entonando, pero plastificados.
Adecuados, más o menos, porque en cualquier película tan coral (y en este caso tres interminables) se puede sacar punta "como flecha de elfo" a alguno de ellos, y asestar con el filo de la queja cualquier extensión excesiva del filme, del modo que un enano blande su pesada y fatídica hacha. No me entretendré en identificar aquellos actores que ofrecen esa frialdad en sus trabajos.

Sin embargo, después de observar la primera entrega con los ojos inflamados y enrojecidos como si oteara el horizonte desde el Monte del Destino, prefiero recordar el esfuerzo incólume que recrearon en El Señor de los Anillos, sus múltiples escenarios e interpretaciones más estructuradas, tanto visualmente en la acción como en los diálogos. Ahí, estaban las tramas subyacentes en el texto de Tolkien, eran reconocibles y su anillo triunfal ha quedado (y quedará) a buen recaudo entre los adeptos a la Literatura Fantástica. Caballeros enfrentándose con sus espadas asidas contra los monstruos de su bestiario, los partidarios reconocibles de la maldad frente a pueblos separados por sus intereses particulares que confluyen en la misma fuerza. Y luchando por la vida de sus seres queridos y adoradas damas.
Los enanos se dejan llevar más por la irracionalidad y carecen de ellas a su pesar.

Con la última gran batalla (que no parece tanto por reiterativa y confusa) se ha cerrado una segunda adaptación por parte de Peter Jackson con más pena que gloria, sin innovación ni una mirada diferente del mundo de Tolkien. El Hobbit se mantiene entre personajes bastante planos, sin duda las circunstancias han cambiado y su representación no es tan elevada como en LOTR, pero una parte del público se ha dado cuenta de los trucos que bajan su calidad, y aumentan su impaciencia.
Ya que el texto, se ha extendido hacia otros márgenes que no se sostienen sin las palabras del creador Tolkien, y la duración extendida se ha convertido en versión requete-extendidda de la novela original para sacar un mayor rendimiento económico, y eso se ha notado y mucho.

Se demuestra con El Hobbit y la avaricia para abarcar nuevas secuencias, que los planos son excesivamente rebuscados, prefabricados para causar efectos y diferentes puntos de vista, en muchos casos vistas aéreas con tomas circulares abriendo el objetivo y cayendo en picado. Denotan una irrealidad no necesaria en un mundo fantástico, pero natural. No aconsejable para una película de aventuras.
Ese intento de renovación mediante picados, contra-picados, visiones periféricas y flotantes con cámaras de última generación (puede que incluso posicionamientos digitalmente planificados) se han masificado de tal forma que resultan en muchos instantes, indefiniblemente cargantes.
Además, algunos cortes para ofrecer los puntos de vista de otros personajes intercalados en la acción con sus conversaciones pírricas o estructuralmente desorientadas, otorgan a la longitud del metraje esa pesadez y personajes poco relevantes individualmente, sobrepasados por la acción de sus luchas cuerpo a cuerpo finales. Por su parte, más semejantes a una pelea del videojuego Tekken que una batalla ideada por Tolkien.

En esta priman los escenarios repetitivos y grandilocuentes, las conversaciones poco concretas y desviadas del espíritu aventurero, el diseño informático y los movimientos algo torpes de grandes figuras animadas, y la gran novedad de utilizar momentos ralentizados (que me repelen), tan falsos como una montaña de monedas multiplicadas al igual que los orcos en una batalla desconcertante. Sobre todo, viendo las grandes batallas confusas y con una percepción personal de intentar quitárselas de encima, lo antes posible.
Incluso en el caso de la interpretación y la flema británica de Mr. Martin Freeman o Ian Mckellen se empieza a notar una especie de cansancio de tanto viaje, y tanto defenderse de la avaricia humana, enana o elfa, y la natural negrura orquiana.

Un ejemplo de la devaluación de la nueva franquicia es una banda sonora que no arriesga porque no posee un ápice de novedad, y se multiplica en la épica mastodóntica y rimbombante. Pienso que se podría haber dado oportunidad a otros sonidos más naturales, con innovación e introducción de otros instrumentos aparte de la gran orquesta que otorgaran un carácter menos visto, o mejor dicho, escuchado.

Por tanto, en esta adaptación de El Hobbit se pierde a mi parecer, bastante del espíritu de Tolkien. Aquella composición entre la aventura y efectos especiales, pero predominando los protagonistas frente a los planos rebuscados; y la gran batalla entre la luz contra las sombras que parece quedar relegada a un espectáculo visual sin emoción. Ha triunfado el estilo y el marketing de los videojuegos, las arengas y soflamas o las interjecciones épicas algo irrelevantes en el contenido.
Aguanta en la base de la historia, la marca de ese sentido de la amistad propio del escritor nacido en Bloemfontein (Sudáfrica) hacia personajes tan diferentes entre sí, y un amor imposible dentro de los límites permitidos para todos los públicos.

Como reflexión postrera, pienso que el cine de aventuras en el Hollywood actual tiene un problema o enfoque, pues intenta parecer demasiado a los medios jugables de consolas y ordenadores, cuando debería distanciarse como una plataforma de diversión totalmente situada en las antípodas. Aquellas que llevaron a Peter Jackson a consagrarse en el mundo del scifi, como diferente.

Al menos espero que un equipo tan extenso y durante tan larga temporada de filmación, se lo pasaran tan bien como enanos... bueno, excepto por el hecho de que éstos no tuvieran contacto con el género femenino. Salvo algún enamoramiento élfico.

** Interesante ***

The Hobbit: The Battle Of The Five Armies - Billy Boyd: The Last Goodbye


El Hobbit Un Viaje Inesperado Soundtrack (Howard Shore)





Cinemomio: Thank you

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