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domingo, 28 de mayo de 2017

Ghost In The Shell.


Her... su memoria.

Durante aquel año 1988, un año después del conglomerado animado y homónimo, el director y dibujante de Manga japonés Katsuhiro Otomo, amplía con Akira la capacidad mental de una sociedad y sus peligros (hoy emparentado con la Eleven de Stranger Things), con la representación gráfica de aquella ciudad moderna devastada por un episodio nuclear y vuelta a reconstruir tecnológicamente. Un lugar magnético y sombrío, con el atractivo y evolucionado seudónimo de Neo-Tokyo. A partir de aquí, las ciudades contemporáneas han sufrido en el arte, las voluntades imaginativas de los creadores en diferentes medios, representando su visión, más o menos, apocalíptica o avanzada digitalmente.
En un ambiente sobrecargado y vertical, su relación endogámica y anaeróbica, con los futuros seres humanos que las habitan, y padecen, debido a la exposición de basuras o gases invernadero. También, el avance gira hacia la aparición de los nuevos representantes robóticos, engendrados y conectados a redes globalizadas, que terminarían demostrando su propia identidad o grandes dudas metafísicas que abordan a los humanos, mas programados con esa creciente inteligencia artificial desarrollada por nuestros convalecientes y dubitativos cerebros.

Sin embargo, bastante tiempo antes de la llegada del anime o manga, y las clásicas distopías post-industriales, la literatura ya se había adentrado en el tema de las megalópolis y sus ultra-corporaciones con intereses militares y económicos. Son las obras de Isaac Asimov o Dune de Frank Herbert, que repercuten en el ámbito visual del cine, cuando Fritz Lang recrea en Metropolis de 1927 ese ambiente radicalizado y la evolución fisionómica del primer cyborg conocido como Corazón de Máquina (sin saberlo materialmente hablando) y la apariencia antropomórfica del robot llamado Maria, que sería un fracaso de taquilla. Después, Marvel nos traería a su (y nuestro) millonario y adictivo Iron-Man, que abriría las puertas a una nueva corriente de la moda punk sumada a los dígitos binarios, la estética cyberpunk se coló en nuestras vidas para siempre, formando parte de aquellos maravillosos 80, con las películas Star Wars y el aspirante agónico Darth Vader, o de manera más exhaustiva y descriptiva en la magistral Blade Runner y su ciudad de Los Ángeles, más explícito violentamente en la sorprendente Terminator de 1984 y en el Detroit criminal de un arma corporativo denominado Robocop en 1987, después elevado a Marte con el chófer parlanchín de Total Recall. Hasta la llegada del manga Ghost in the Shell de Masmune Shirow en 1989, que sería llevado al cine por Mamoru Oshii en dos ocasiones y fuente onírica de próximas generaciones cibernéticas, incluida The Matrix.


En la actualidad, Tokio 2029, la ciudad está acuciada por la urgencia de mayor seguridad para todos los habitantes. Es una nueva versión de Ghost in the Shell dirigida por un casi recién llegado, pero estimulante Rupert Sanders (su anterior y único largometraje Blancanieves y la Leyenda del Cazador), con una estrella de la magnitud de Scarlett Johansson como Major Motoko Kusanagi, comandante táctica y artificial de la Sección 9 del Departamento de Seguridad con "ghost" o inteligencia trasplantada y conectada universalmente, en cuerpo biónico. Su aparición es absorbente y estimulante, como un juego de realidad virtual.
Hoy, la libertad de información y de los ciudadanos, se ve amenazada a diario. Por grandes corporaciones y su avidez de poder, la ciberdelincuencia y los hackers de la información, que quieren controlar nuestros datos y actos. Ya en el pasado, un grupo de desconocidos criminales informáticos, propagaron una serie de contaminadas cadenas de software, que limitaron la conexión de importantes empresas en distintas ciudades y pidieron rescates ejemplares por su liberación, así, las computadoras se convirtieron en cárceles desprogramadas. Junto a la Major y un guion barajado por Jamie Moss, el experto en estafas William Wheeler y Ehren Kruger (Arlington Road, Caos en la Red, Transformers: El Lado Oscuro de la Luna, y curiosamente el nuevo Dumbo con alma humana de Tim Burton Productions y Disney); destacan Batou el protagonista de la segunda parte G.I.T.S: Innocence, interpretado por el actor danés Pilou Asbaek (sus próximos trabajos en Game of Thrones como Euron Greyjoy, el incombustible ´Beat` Takeshi Kitano, una humanista Juliette Binoche y un Michael Pitt (Dreamers, I Origins), cada vez más a gusto en papeles de villano, como en Funny Games o la serie Hannibal. Acá, con matices...

Una ciudad donde se empieza a magnificar la tecnología como forma de vida y sus nuevas propiedades autótrofas, para un control globalizado de la información. Compra-venta en la red, robo y falsificación de noticias e intereses militares, donde se secuestran las conexiones de los usuarios, sin que nadie pueda hacer nada para salvaguardar la intimidad, incluso los servicios sexuales o los deseos, en un mundo paritario entre seres humanos y máquinas, aparentemente, con derechos aunque no tan delimitados como deseamos.
Los terroristas cibernéticos son capaces de la infiltración en cualquier resquicio del sistema, y cuya protección se ha convertido en un verdadero negocio, que muchos intentan dominar para llegar a millones de clientes u hogares controlados. Debido al riesgo de una guerra y la economía mundial en manos de terroristas digitales, ella vio la luz, en un momento de oscuridad política y social, corporal, en su ajustado traje semitraslúcido. Miss Scarlett es el alma de la producción, un poco cambiante respecto a la original y sus silencios orientales, llevados a la contemplación de un alma aleado con metal, aquí más dirigida a la acción de un superhéroe con acceso a los tejados. Pero, manteniendo un equilibrio argumental y estético.

La sección 9 de investigaciones aplicadas para el Departamento de Seguridad, al margen de la policía, formalizó la creación de un grupo de acción directa contra los ciber-delincuentes, sin darse cuenta que el paso tecnológico dado, supondría una nueva forma de pensamiento. De connotaciones filosóficas, al paso de su cerebro sensual y olvidadizo, que proviene de aquellas demandadas en algunas obras clásicas de la ciencia ficción, como las de Philip K. Dick y sus personajes atrapados en la tecnología y la metafísica, el hombre, mortal, creador de otras formas de vida a imagen y semejanza. El concepto de hombre-dios y el Prometeo Moderno, se podría hacer realidad... en un rango de tiempo diminuto, de nuestra historia próxima.
Quizás, las inquietudes biológicas y filosóficas del doctor, tomado por loco peligroso, sean un hecho y caminen por nuestras ciudades del presente (futuro), sin que el resto se dé cuenta aún. Tal vez, la Creación no sea un frío Monstruo, despojado de toda la humanidad implantada en su memoria, mutado a ser marginado al que hay que destruir, por miedo a su respuesta mal enfocada... sino un eslabón bello entre ambos mundos, bella y bestia, para propagar la idea de un nuevo amanecer más justo. Una imagen de nosotros, duradera, resistente, poderosa, combativa, hábil e inteligente. Reciclable, que no desechable.

Ella es el Alma de una Máquina, que fue aprehendida del pretérito, de los primeros balbuceos binarios en inteligencia artificial (como aquella memoria de HAL-9000), como complicadas estructuras cibernéticas que llegarían después, robots avanzados de Assimov, replicantes o terminators, corazones de energía incalculable para defender las empresas de Stark. Algunos quedaron algo cortos, para la siguiente evolución, que fusionaría el continente mecánico con un interior o espíritu neurológico, como aquel defensor ciudadano de métodos drásticos y constitucionales, un Robocop con cuerpo flexible y conexión programada para encantar. Una diosa Lucy en el cielo sin piedras preciosas, funambulista con pies y brazos, de plomo. Ojo avizor, implantado.
Pero, profundas discrepancias se han revelado, condicionadas por experimentos fracasados y materias orgánicas en reflexión comparativa, aunque Ghost in the Shell quedaba algo desvirtuada por la animación y un guion silencioso en su lado surrealista. Desarrollada en varios niveles de conciencia para la técnica de 1995, que tenía inquietud por las conclusiones filosóficas y las preguntas sin respuesta de los seres humanos. Como siempre, en la historia de la humanidad, la incógnita no se despejará hasta que la inteligencia artificial tome conciencia y luche por la supervivencia, como cualquier otro ser vivo de este planeta.

En cambio, la mujer ´tetsuo` encarnada en carne de Scarlett, posee ese espíritu incondicional e inquieto de la rebelión, con un estilo no tan, supuestamente, anacrónico, si pensamos en personajes como el famoso experimento de Frankenstein. Con preguntas imprescindibles, como ¿La ciudad moderna es un sucio escaparate? o ¿Cuál es el futuro entre conexiones neuronales y las emocionales?, ¿estamos preparados para compartir el escenario con otras entidades complejas?, ¿existe el pasado de la nueva memoria?... realmente ¿estamos seguros en el ciberespacio?
¿Algún día, podré tener hijos? ¿Por qué me siento tan sola? Probablemente, esas respuestas, ya las conocemos. Aunque no queramos hacer frente a una realidad que avanza a grandes saltos sobre los tejados, tal que una protectora inmaculada se proclame la primera conciencia biológica, que comparte su identidad con un compuesto de circuitos electrónicos y un software global de última generación. Como un hecho impensable, hace poco, sobre una evolución que ha saltado varias etapas y todas las reglas universales que rigen la naturaleza, ante el riesgo del posible hackeo o ataque dirigido a lo más profundo de la condición humana. Contra la debilidad de una existencia tortuosa, que algunas sociedades avanzadas o culturas ancestrales elevaban y denominaban alma, como vestigio de nuestras dudas trascendentales o la idea del hijo prometeico, del Deus ex-Machina. Es decir, la transmutación binaria del "ghost" por el miedo ancestral a la desaparición o la muerte.

En el fondo de nuestro corazón, conocemos el veredicto, a través de lo científico y lo trascendental, tras una batalla desequilibrada que siempre, ha ido ganando la metodología científica y los cálculos complejos o binarios. No existe, esa barrera entre materia y esencia, borrada definitivamente o, más bien, evolucionada a una versión más avanzada, que significa un compendio de lo que somos y lo que soñamos ser... ella y él, son las nuevas armas y conciencias. La imagen del cyberpunk pasada por el filtro de geishas, occidentalizado. También, del diseño artístico y los f/x, más bionícos y semejantes a un violento y real WestWorld.
Por tanto, parece que los problemas provendrán de este encuentro con la inteligencia artificial, o no, respecto a aquellos principios esenciales de la robótica y otros avances como la implantación neurológica sobre materia extraña y los condicionamientos biométricos, manifiestos exponencialmente, ya lo decía Rick Deckard: "Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos... ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda?. Todo lo que yo podía hacer era... sentarme allí y verle morir". (Sería la misma historia, de nuestros días infaustos).
El día de la identidad radical y la corrupción política, el distópico ciberpunk que nos estrangula, la identidad racial, el cine negro más tecnológico, con sus sistemas de protección y el alma de sus chicas, la protección firewall y el ejército, la Red, ropa de camuflaje por mimetismo, piratas cyber-garrapatas... nuestras memorias secuestradas o zombificadas, el sexo mecánico... El Futuro. Sí, yo caí.

En este futuro, lo más extraño sería una representación no estética de ciertas ideas tecnológicas, por ejemplo al estilo Jean Giraud o Moebius, con sus trabajos para David Lynch, la metafísica investigadora de Jodorowsky, o sus diseños monstruosos (o sexuales) para Alien de Ridley Scott, Tron, Master of Universe, Willow, Abbys o El Quinto Elemento, incluso para un androide de 5 brazos usado por George Lucas en Star Wars. Aquí por parte del equipo artístico en manos de Peter Jackson, en el pasado.
Dentro del atractivo panorama (que nos espera o no), lo mejor es la proposición de una heroína, no de carne y hueso, aunque lo parece por nuestros sentidos, en alma y cuerpo capacitado para empresas comprometidas para los nuevos tiempos, sin demostrar un mínimo rastro de dolor o duda estética. Una mente abierta y desarrollada, al ritmo de la música de Lorne Balfe y Clint Mansell.
El segundo aspecto, es esa concepción tecnológica entre dos mundos diferenciados, que empiezan a colisionar en el nuestro. El mundo de la economía mundial y el fantasmal universo binario, donde los números cambian de manos a través de una combinación encriptada y anónima. Terrorífico, sobre todo, para los pobres sin conexión...

Y la eterna lucha, entre los defensores del orden establecido (y corporaciones como Hanka) frente a erúditos que intentan trasplantar cuentas para sus intereses y actos de terror. Una filosofía no congénita y viral, que algunos reclaman como una modificación de la reglas, ante el miedo de los ciudadanos y su falta de libertad.
El derecho a la intimidad, sea esta natural o mezclada con aleaciones, o conectada a memorias grandilocuentes y sorprendentes, la llamada Big Data (referencia quizá al Big Brother), que escapa a la comprensión de la calle y las capacidades humanas, sino usarámos una trasferencia real que aumentará los conocimientos como en Ghost in the Shell.

En el lado oscuro o malo, unos efectos especiales no tan alucinantes (pasables como envoltorio, diría) con perspectivas basadas en los códigos binarios más que en la imaginación de las neuronas, que desprende cierta precariedad conceptual y defectos en la consecución de escenas aceleradas o saltos holográficos. Igualmente, en algunas observaciones poéticas y razonamientos metafísicos, que mutan por una profusión de elementos dinámicos o multidifusión de tiros indiscriminados.
Aún así, su comercialidad se deja ver separada de los recursos del anime japonés, doblegado metafísicamente por las miradas de un público menos exigente y centrado en el cubo de palomitas, los centilitros que quedan para ver el fondo del refresco y las escenas elaboradas con excesivo volumen y con tendencia a ser hackeadas... u olvidadas en el fondo de la universal videoteca.
Game Over!

Kenji Kawai - Cinema Symphony. Ghost In The Shell Soundtrack:

Avengers: Infinity War:


TRAILER OFICIAL: GAME OF THRONES - SEASON 7.



Tráiler Telle Mère, Telle Fille, de Noémie Saglio.

sábado, 27 de diciembre de 2014

I Origins.


El secreto del universo, en los ojos.

Al acometer una obra que trata de descubrir los orígenes de alguna circunstancia, se pueden cometer errores, ya que ninguno estaba allí en ese preciso momento. Normalmente se encuentran datos escritos, ancianos papiros, que ofrecen una versión de los acontecimientos demasiado escueta, o indudablemente se adorne con la imaginación. Incluso pudiera basarse en la poesía (como El Cantar de los Cantares) para manifestar una etapa mágica de cambios y de traumáticas acciones naturales o humanas.
Cuando me dispuse a visionar la película dirigida por Mike Cahill tenía preconcebida una idea sobre ella, pues I Origens había sido tratada de dos formas muy diferentes ante la crítica leída por un servidor.

Orígenes habla sobre la personalidad y los sentimientos, de la personalidad intransferible y de la unicidad, por lo que la mezcla puede fundamentarse en los descubrimientos científicos. Pero siempre queda en la retina, en el cerebro del individuo su forma de ver los hechos ocultos. Las pruebas que llevan a una proposición.
Y para los críticos, estas evidencias manifestadas por un director interesado en la ciencia ficción y la imaginación, pueden constituir una experiencia inolvidable al visualizar las imágenes o algo totalmente contrario. Una manida o curiosa idea rodada con inteligencia, y acusada por sus detractores de cursilería o aventura prepotente.
Yo, me hallo en el medio de las dos corrientes, comprobando la fantasía de cuestiones metafísicas, por lo que se me hace muy difícil adentrarme en esta historia presentada en el Festival de Sundance y ganadora del premio a mejor película en el Festival de Sitges, ejerciendo una visión personal, dogmática y nada prosaica.

Algo así he decidido en mi comentario sobre I Origins, una estructura caótica (entre sentimentalismos y sentencias desconocidas por nuestros antepasados) como una poesía sin medida. Nada de rimas para describir unos ojos que despiertan esta discrepancia en dos facciones. Como dos ojos que se necesitan para sobrevivir y contemplar. Estudiar.

Fui de los que observé en el primer trabajo de director también guionista, Otra Tierra como una curiosidad con elementos románticos pero que se perdía en el universo imposible, ocultando la verdadera historia en una halo de mentira fantasiosa.
En I Origins, ocurre algo semejante, pues un hecho azaroso provoca una experiencia demasiado dramática, con una bella joven con un magnetismo especial en sus ojos interpretada por Astrid Bergès-Frisbey, que justificará la relación profesional perdida con el tercer ojo del conocimiento, en la persona de la actriz Brit Marling. Ella, amiga de la universidad del realizador Mike Cahill será la llave a lo esotérico desde la razón, incongruencias de la creación. A modo de doctora Frankenstein con la ceguera de invertebrados anélidos, descubrirá otra mirada, la sustituta en la mente del investigador interpretado por Michael Pitt (también imbuido en la producción del proyecto), que se verá arrastrado a un viaje experimental, entre la ciencia, el amor idealizado y el horror.

Un viaje entre Brooklyn y Nueva Delhi (India) que intentará profundizar en la huella ancestral. Buscando una demostración real de que no hemos estado equivocados a lo largo de nuestra vida, de nuestra existencia. Cuando el conocimiento siempre había vencido a aquellas revelaciones de carácter mágico, contra natura y las leyes universales. Ahora, ya no queda nada a lo que aferrarse.

Si encuentra esa marca digital, tendrá que ceder ante lo predestinado, el origen del universo en aquellos ojos. Nacidos para provocar sensaciones únicas en los demás y estimular la aventura de su búsqueda imposible. Quizá esa energía emergida de la nada o del Todo, esté encapsulada por otros motivos en el interior de una mirada cristalina o más allá, como el descubrimiento del legado metafísico de una existencia creadora.
Es la eterna controversia entre la tecnología científica, y los que creen en el carácter divino o la resurrección (posiblemente a través de la reencarnación). Porque estamos en la capital de la India dónde confluye la fe y la modernidad, en el mayor centro urbano del mundo y los mitos ancestrales.

Particularmente, I Origins me ha parecido atractiva hasta el momento de tomar partido por una de las opciones que propone el director de New Haven (Connecticut) Mike Cahill.

La Nebulosa de la Mariposa.


Nos conocimos,
como llegados de otra Tierra.
En el origen temporal de todo,
la formación del espacio y las estrellas,
dentro de la galaxia de tus ojos.
Dos almas paralelas,
así, tan extraños,
como la foto ampliada de este,
nuestro pequeño universo.
Irisado.

Amábamos, en fotos, el mundo,
imágenes de naufragios en el cosmos,
concéntrico.
Hacia otro agujero negro,
que nos devoraba, desapareciendo,
viviendo en la brisa del pestañeo.
Cayendo dentro de ti.
Sobrevolando tus matices,
ocres, verdes, amarillos y azules.
Son grietas de esta Tierra.


Y unimos nuestras mentes,
corazón, las manos y oídos,
al ritmo de nuestra música, mágica,
entre huracanes y espirales.
Multicolores.
Pero, ay... descenso vertiginoso,
apagado, vacío, el horror del silencio.
Acabé engullido por ese círculo,
oscuro, turbio por las lágrimas.
Magnético que atrae, inane, casi muerto.


Aquellas pupilas de vida,
nacieron del Big Bang humano,
como galaxias creadas por la locura.
Buscando la escalera al cielo,
evitando al maldito azar.
Ese día funesto, que acaba apagando
la melodía y el recuerdo,
como un susurro, y todo termina.
Fue ciencia infusa, o mitológica,
tu mirada desaparecida, magia ilusa.

Abarcar el cosmos desde tu visión,
porque en la letanía, sobre los tejados.
rostros, amor y números, quedaron divididos.
Sus planetas ajados, en mi infierno,
del ojo derecho al izquierdo.
Bus del averno.
Y el suspiro sordo quedó convertido,
en incomprensibles gritos de horror.
Aquel once, fue un presagio,
del apocalipsis en sus ojos ígneos.

Tú, mi peor destino, de la ceguera al fracaso.
El tiempo pasado, no siempre cura,
simplemente se desvanece en la luz,
del recuerdo retenido.
Maldita y ácida, retina.
Como un gusano ciego,
entre creación y conocimiento.
Todo vuelve a comenzar, en otro alma.
Otro diafragma para respirar, obturando,
cuando pase el peligro.

Soy una cobaya, experimentando el sueño.
No sé si creer,
descubrir lo imposible, lo eterno.
Viajando a orillas del Ganges,
¿hallaré aquel arco iris?
Alma o disfraz.
Quién sabe de su existencia, cromática.
La nada en la distancia, o el todo,
en el abrazo... desde el alfa
hasta el fin de su abecedario.

Para renacer a la soledad,
para sentir de nuevo.

En medio del Big Eyes,
amor o capricho, ¡que sé yo!
Tal vez sólo un deseo.
Entre la arena, sobre la mar,
bajo el cielo.
Colores.
Del beso de intensas pestañas,
raciales y eternas.
Encontré otro verso a su galaxia,
enterrando la razón.

Anunció al mundo su llegada,
para juntar nuestros perdidos planetas.

Neurona de la retina de un ratón.


Post-verso:

En la época tecnológica, digital,
somos rebelados.
Apartada la máscara, de otra vida,
más difusa.
Generadora de luz,
imágenes de genios o monstruos,
de nombres,
que conforman nuestra identidad.

Moribundos de la soledad,
del ser humano.
Reflejos expertos de retinas,
son sus cerebros.
Fotografías olvidadas de caras.
Toda la historia del hombre,
en un instante,
reconocible en sus niñas.
Vidas.

Universos de conocimiento,
guerras, ciencia o amores,
besos con letras.
En el suceso del horizonte,
que lleva su nombre.
Salve Salomina,
bienvenida al fin o el comienzo,
de otras existencias.

*** Interesante ***



THE DØ - Dust it Off (I Origins Soundtrack)


I ORIGINS: "A Window to the Soul" featurette

Cinemomio: Thank you

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