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domingo, 13 de diciembre de 2020

The Mandalorian


Nace y se expannde, una nueva estrella.
En un lejano desierto, muy, pero que muy galáctico... llamado en todo universo conocido como el reflejo de Tatooine... Si ha mucho tiempo que viajaba un Mandaloriano.
Dicho planeta, se convirtió en escenario casi telúrico de una saga interminable, que ahora, se diversifica y multiplica exponencialmente hacia otras derivadas televisivas, tras aquel rescate del bloque de carbonita del pistolero Han Solo de garras del siniestro, orondo, viscoso o sudoroso, quién sabe, Jabba the Hutt... y el nombre que inspira la condición y el nuevo camino de The Mando. 
 Entonces la batalla se traslada en las ondas antes hertzianas y los restos de aquella terrible Segunda Estrella de la Muerte a la caída residual del Imperio Galáctico, enfatizado por un ex-oficial otrora conocido como Moff Gideon de la policía secreta del Antiguo Imperio. Con la aparición de The Mandalorian, algo ha cambiado para bien, porque los contactos con los viejos héroes, se ha hecho realidad a través de los sueños. Los famosos forajidos y vaqueros del Salvaje Oeste, han coincidido con los conciudadanos de Luke y la princesa casi Skywalker frente a los personajes interpretados por sus icónicos actores, y nosotros, los niños o jóvenes que fuimos, con los nuevos seguidores, fanáticos posiblemente, frente al televisor... o la consiguiente Plataforma Digital de la Muerte. Es inevitable el cambio de frecuencia y los tiempos... This is The Way! Nuestro querido Maestro Joda, de origen desconocido, sobrevoló esta galaxia, a golpe de efectos visuales, arrugas en la frente de tanto invocar a la Fuerza o los concentrados vocablos enrevesados que dictó para crear un personaje inolvidable ya... Ahora en la piel de la juventud de un discípulo (tal vez, hijo secreto), que se instala en nuestros corazones hasta los 900 años posiblemente, desde los Jedi de la Nueva República, sobreviviendo a las Guerras Clon y su Gran Purga por orden del Lord Sith Darth Sidious/Palpatine, hasta la última gran Guerra Civil... que curiosamente entroncaría con el fin del western tras la sangrienta Guerra de Secesión Americana. Su fallecimiento fue enmascarado sobre el 4 DBY, cuando su voz característica dejará de sonar bajo los labios de Tom Kane, el gran John Lithgow o el inolvidable Frank Oz, paralelamente a que nuestro actual héroe, el mandaloriano Din Djarin interpretado por el Pedro Pascal, tuviera sobre 31, 32... o casi 33 años. Bienvenidos amigos miriclodianos, al último éxito Star Wars de Lucasfilm y la perseguida, por numerosos cazarrecompensas del universo, ahora restringido a Disney Media Distritution. Nuestro nuevo Camino, se quiera o no... Este es, como diría el Maestro verde. 

El Camino, no de Delibes. 

Los escritores inventan demasiado, yo me considero únicamente, un esforzado cazapalabras o forajido de ellas, del gremio de los no ilustrados... seguidor infinitesimal de la orden de Miguel de Cerbantes Saavedra. Bueno al grano, del gremio de los cazarrecompensas a este lado de la galaxia escrita... Tatooine es el gran escenario de este space western, sobre las tierras áridas del Sur de Los Ángeles (California), tierra de Jawas y moradores de arena, especies resilientes o jinetes de Banthas, lugar de aterrizaje el Docking Bay 94 del arcaico, pero efectivo, Halcón Milenario. Antes en el borde exterior de Túnez, dentro del sector Arkanis. Vamos un lugar de persecuciones, sobrado de caballos de vapor y tiroteos continuos como en cualquier OK Corral. 
Volviendo a las antiguas historias, existe un tipo de western concreto, en el que la figura principal y distante, es un espigado cazador de recompensas, tan indispensable como el vagón de un tren de carbón o un rancho apartado, hostigado por las huestes salvajes de las praderas o asilvestradas de las montañas. Algunos de estos solitarios caminantes, posiblemente de regiones recónditas al Norte, están relacionados con leyendas de dragones o bestias voraces, alrededor de comunidades salvadas de la bala de forajidos, bandas sin piedad, o de las manos de un determinado patrón despiadado. Boba Fett del gremio, lo sabía muy bien... Era su camino, algunas veces bastante equivocado por unas pocas monedas, quizás 30 o menos. A su vez, en el cruce o la cruz de sus cascos, coexisten una serie de personajes interrelacionados, adheridos como la piel al hierro forjado, que reciben una mueca invisible, del gran invitado a esta fiesta o refriega de elementos, bichos o razas. Con la cara hundida, bajo la máscara de una especie de titanio endurecido entre diablos, por mil yunques y martillos de enanos curtidos en el acero, el hombre sin rostro, se podría recitar como impenetrable. Solitario samurai en la sombra, piloto de motoristas y escuadrones fantasmas, defensores rebeldes de causas perdidas, entregado seguidor de la palabra, pirata de almas o pistolero de las llanuras de la mente. Un chileno de armas tomar, con raíces cercanas y expresiones medidas como un luchador o gladiador de las ocres arenas, un admirador de los confines pálidos de Eastwood, e historia del cine norteamericano junto a Solo, Chewie y Lando Calrissian. A una ribera del país, o a la otra casi desértica, a miles de kilómetros, en algún lugar de Almería (España). Pues bien, antes de su Edad Dorada, en el viejo Hollywood o después en el spaguetti italiano, esos pistoleros, a menudo no eran nombrados, apenas sombras desconocidas. Eran hombres sin Nombre, sin dama ni niño, disparando por un puñado de dólares o una sufrida aportación de los feligreses, acongojados por la maldad infinita... que se lo digan al clon de Mr. Clint ´de Eastwood`, donde también confluían esos cazadores a sueldo. Costumbristas caracteres del salvaje siglo XIX, viajando hacia nuevas eras o volando tan rápido como Steve McQueen, en sus bólidos de Ford. Por entonces, hace más de cuatro décadas, mis queridos amigos de mandos, entes de aspecto antediluviano y otros seres verdes por la envidia, comos como ellos. Jóvenes con aquel pasado caliente de Hollywood, mitos de la historia que ahora pervive entre generaciones distintas. Como diría el propio George Lucas, empuñando un sable de luz frente a la pálida Luna, y su posible alter ego más televisivo y observado en nuestra galaxia... Este es el camino. Nuestro camino hasta el mando de Tv, o el Mando del indescifrable Din Djarin.

Otra Vuelta de Tuerca. 

 Atraído por la sangre de un amor imposible, sufriendo las calamidades (no Jane´s) en las praderas, invisibles a sus rescatadores, aparece él, de frente a sus características de indomable en soledad y casco impoluto, como su alma o palabra. Aclimatado a sus personales circunstancias, a su inalienable fe, al polvo del camino... ahora, como sus antecesores en la gran pantalla, encariñado con un pequeñajo de ojos infinitos. Es decir, emparejado de la mano y mente, de un enternecedor retoño, guiado por la ósmosis de piel y el lagrimeo de sus oscuros iris... Pongamos al Shane de aquella Raíces Profundas de Georges Stevens con el inolvidable Alan Ladd o jinetes pálidos sobre la arena. Son los mandalorianos, los sucios Harry´s con licencia para matar, por unas piezas frías, pero ricas, de acero beskar, o unas caricias olvidadas de una pequeña mano. Que siguieron sus pasos, los de los hombres estilizados de Toth, como aquel Randolph Scott impertérrito, emparentado con los esbirros emergentes de la Agencia Pinkerton. Mecánicos poderosos del mundo, uniros. El metal forjado es el que fusiona sus tiros del pasado, con las espadas y los escudos del futuro, a horcajadas en naves espaciales con velocidades cercanas al viaje de la luz. Como enanos estirados de Tolkien, no sus lenguas que se entrecruzan, porque fueron vuestros antepasados, ocultando sus rostros, a veces refunfuñantes, bajo la máscara que oculta un pelo rizado. Es posible, que perduren eternidades como en la historia real, ya que las sagas prevalecen en celulosa legendaria o celuloide, de aquí a la digitalización, por las tierras medias de John Ford o el Mordor urbanístico, majestuoso, del Blade Runner enamoradizo de Ridley Scott. Sí, a veces, somos un tipo de investigador privado también. 

Construcciones metálicas. 

Plank, plank, a martillazos, hasta construir la coraza perfecta, para que nadie ni nada, nos afecte al corazón. Si es posible, que ningún espíritu ajeno, nos separe de la secta innombrable, del resto de nuestra realidad interior. Esta orden, es una entidad casi religiosa, donde perviven los héroes del pasado... los recuerdos y las palabras. Tanto como el fuego que engendró sus pieles adquiridas, curtidas en mil avatares. Su era tiene marcada la violencia, como la muesca en el rifle EE/3, la boca oscura del lanzallamas de mano, la avanzadilla que ciega con una patada en la hoguera, o un desintegrador de materia... que es el verbo bien lanzado, envenenado como lengua de serpiente de cascabel.Podría a ser una especie de sortilegio, aprendida de tribus ancestrales. Claro, la historia y la leyenda es oscura, vista con el tiempo y a través del espacio, más. Los lazos sanguíneos se mezclan con el aire de Ford, el fuego de Tolkien y la tierra del rancho de Lucas. Como la Naturaleza de las diferentes especies, que vienen y van, millares de voces y pieles, entre los imborrables resortes, de este universo en crecimiento constante. Directamente proporcional al arcaico clan de Jango Fett. Mercenarios del mundo en expansión, seguid el camino, sin miraros en el espejo del pasado. Es inevitable seguir el paso, del rostro impenetrable que lleva sus señas de identidad. Las señas de un gremio inmortal, o no. Impropias con tiempos pandémicos de una redención espiritual, alejada de los escarceos de seguidores acérrimos a un personaje de moda, partido político o determinada creencia, dentro de una red social, como ovejitas tras el monolito. Al final, todos parecemos un poco asociales, bajo nuestras máscaras, silenciados por el martilleo del teclado, tab tab tab... que penetra en los confines de nuestra propia galaxia, que son nuestra conexiones cerebrales. Aunque aferrados a la letra, que con sangre entra, o sale a través de la forja mediática o la palabra de un dios, indeterminado en obra e imagen. Puede ser tu camino, no el de otros... rebeldes. Las estirpes con sus lazos cosanguíneos, pertenecen a la cultura del mito, por valor. Eléctricas o eclépticas, en el caso de algunos robots... los Nosotros del futuro, tal vez. Los que mamaron de antiguos escritos y hazañas monstruosas, creciendo en nuestras entes o la imaginación, porque no toda la verdad o el porvenir, estaría en la realidad. ¿Verdad, amigos de Star Wars? 

La Persecución. 

Eres lo que vales, ¿o lo que piensas? Es la profunda reflexión, tan icónica de los vaqueros impertérritos, que no pudieron estudiar o crecer racionalmente, de samuráis que aprendieron de sus códigos históricos, el dolor... o de los filibusteros que iban saltando de nave en nave... tapando boquete con brea o sus terribles heridas... pero, nosotros crecimos en la imaginación. 
Las especies que persiguieron una vía abierta en la densidad inabarcable, una compuerta a un basurero, saltando de una ficción a otra más lejana, interpretando los personajes de una saga en la Guerra de las Galaxias.
Propuesta que creo, pertenece a esta especie de religión novedosa en la nueva era confinada, de sentimiento que espera una mirada confidencial o un abrazo, o el aumento de la recompensa en nuestras manos enguantados... No del cuero de viejas vacas, sino de futuro. 

En esta, nuestra pequeña galaxia mediática, de forzada pandemia fílmica, o más bien esotéricamente televisiva tras las máscaras, nos hallamos como niños con ojos brillantes. Por supuesto, esto de las estrellas es algo semejante, a una vocación impertérrita. Somos los seguidores de la mística en el desierto, de Hawks, Mann, Wyler, Peckinpah, o el maestro Ford y su húmeda mirada. Entonando sus famosas melodías, como borrachines en una cantina o celda, votando a bríos a base de silbidos por el interminable Valle de la Muerte, u otro parecido más al Sur... verdad Mr. Eastwood y Mr. Leone. Dimos el estirón con la trilogía que nos saludó con una expresión... ¡qué la Fuerza os acompañe! Y vaya que lo hizo... de una generación a la siguiente, y a otra... ya van tres y las que quedarán... Vamos persiguiendo el camino, el crecer en sentido inverso o sucio, y sentir, ahora que recordamos los acordes inolvidables del gran, recordado y admirado, Ennio Morricone. Pero, esto de las creencias inquebrantables o consagradas a la leyenda, es otro cantar de los cantares... vayamos a los actuales cazadores. Los que suenan a electrónica melodía de western o de Ludwig Göransson... a metal ochentero en memorias de grafito de Amiga u otro por el estilo. Que no heavy... no nos salgamos del camino, compañeros del metal. Encadenando melodías, silbando como un forajido musical de leyenda. Gracias Ennio, maestro. 

 
The Hunt... 

 Como el rescate de Han Solo, tras la custodia financiera de Boba Fett, la caza es un círculo interminable, que ves cuando empieza, pero nunca donde termina... quizá con tus huesos, en un agujero caliente o tiro de Stormtrooper. O la boca de un Sarlacc, tras la invitación obligada del sable de un pirata espacial, desde su advenedizo trampolín. Steve McQueen que estás en los cielos, junto a otros velocistas tempranos del Olimpo y disparos a bocajarro, que vinieron de colinas invisibles para los ojos. Han seguido tu camino en el Mustang y las huellas del volante aferrado a tierra, no levitando a unos centímetros, hasta llegar a El Kamino o las arenas de Tatooine, persiguiendo tu sombra de cazador, de rondador nocturno en el espacio abierto... o diurno, que para eso estamos en el desierto de Tatooine. Metalizados como tu placa o complicados como tus volantazos profesionales, indagando señales o los profundos cascos en el terreno, de Wayne, Stewart, Fonda, Peck, Ladd, Glenn Ford, Cooper, Mitchum, Douglas o Lancaster. Muchísimos más, del gremio de pistoleros, con corazón... por ahora, que también los hubo bien negros. Aquí hincamos nuestras rodillas y nos postramos, ante las mejores recompensas, los que lideraron la cara oculta de la Luna o las estrellas de la muerte, en memoria de la imagen borrada de Darth Vader... gracias por todo, Mr. David Prowse. La figura del padre oscuro, un poco de todos. Siempre persiguiéndose, cazándose unos a otros, devorándose entre especies, hermanándose entre razas, pululando entre fauces escondidas, caminando entre dinosaurios de otra galaxia... tras las incorruptibles costuras de la cultura moderna. La caza de unas miradas románticas, las que hielan la sangre a sus antagonistas, descifrando las voces rotundas que sembraron el miedo, tan guturales como espaciales, especiales, especímenes, espeluznantes... ecos. Todos tenemos esa parte obscura, o no. Padres contra hijos, o viceversa. Entre la admiración o el malestar, la compasión o el miedo, el heroísmo o el miedo..., solos ante mil peligros, aventuras prehistóricas, futuristas cazas o recibiendo amenazas de este mundo, u otro. Que difiere con los latidos metálicos de The Mandalorian, con su verdad, pero no en el sentido clásico de los mismos. Que ahí están, se oyen... los ecos de la caza. Seguro que aumentarán en el futuro, ya veremos, se aproxima la segunda entrega y resuenan más. 

Forja, e Infierno. 

Estas comparaciones son un hecho objetivo, o partes de mi subjetivo yo. El que no se aparta de las historias del lejano Oeste, ni del salvaje yo, cinematográfico. Son reflexiones bajo el árbol de un ahorcado actual, que se tambalea entre ayer y hoy. Que entronca con el genealógico de aquellas generaciones perdidas, que admiramos y recordamos ahora. Con sus lejanos parientes, hoy ecos de un láser digitalizado o el motor de un retro-cohete a propulsión. Somos los hijos, no perennes, de Star Wars. Es decir que, esta serie The Mandalorian, contiene sus reglas e idiosincrasia, pero la pudimos imaginar... como podemos imaginar otras muchas en nuestra cabeza. Acercándose a la recompensa del éxito, a la forja de una construcción indestructible, o al infierno que se oculta en la mente. Con un lápiz, al que sacábamos punta con un saca, de metal infatigable, pasado por el tamiz de unos avances tecnológicos, que nos atropellarían como una vaina o moto voladora (vendrán seguramente) y la creación apabullante de su universo con otras miradas. Con nuevos golpes de efecto... o brotes verdes. ¿Eh, Grogu? Entre el infierno y el cielo, hay algo, con tendencia a quedarse calvo... Oh, no! He hecho, un Benjamin Button. Bueno, pelillos a la mar o el cosmos... Este es, el camino recorrido. El hombre sin Nombre en la gran pantalla, el orgullo individual a través del mundo de los sueños, el colectivo de un conglomerado de héroes. Que convierte el poncho raído en tejidos fabricados con nuevas tecnologías, diseñadas para un combate a distancia, con nosotros mismos. Los hijos, el cuerpo a cuerpo, una especie de duelo sin espadas de metal, pero con más daños.. Hidalgos frente a mil avatares diferentes, pesadillas de una reluciente armadura, manchada con vómitos de monstruos, con desafíos en la barra de una taberna. Con el sombrero ladeado siempre ladeado, para no ver la realidad, que nada tiene que ver con el fieltro, sino más bien, con una especie modificada de Yelmo de Mambrino o Bacía de barbero. Indestructible en la historia, indeformable por usos o palabras. Hala, sin pelos en la lengua. Contra mareas y vientos, de molinos, o demonios a retropropulsión, se ha cambiado la arena del desierto por polvo estelar, y dioses por miembros gremiales. Menos cuando regresan a tierra, que se parecen demasiado a fuertes aislados, sin domicilio, pequeños poblachos o laberintos de piedra, donde la caza es más dura y peligrosa. Aquí vienen las disputas entre pobres diablos, héroes sin nombre, Mandos desmandados y encontrados en el futuro, que es pasado para otros. Ícaros acorazados con el mismo objetivo, las manos en el fuego y diferentes estados emocionales en sus cartucheras, desafiando la imagen oronda del fiador que siempre intenta sisar a los encabritados súbditos, a los pendencieros por el brillo del sugestivo oro. La interesada codicia, el abandono del agricultor en su terror o la susodicha, desdichada en viudez. Que finalmente entenderán, o no, el motivo de la espalda recortada a caballo bajo el sol crepuscular. Este malo o capataz deshonesto, pertenece al infierno. Al cazador que se sube por las paredes a la mínima, o máximo interés, apretando el cuello de sus acólitos, salvajes, pero mucho más sensibles o débiles... Todo para conseguir el oro enterrado bajo el nido de víboras. No podría existir el forjado del héroe, si no coexisten, el fuego que arde en las entrañas. Y por supuesto, entre dos fuegos, el Niño. El que aprende a disparar, con pequeñas imprecaciones de su boca, con un movimiento de dedos, aún no adiestrados, con una mirada que derrite. Un tierno que atiende a las sensaciones, las explicaciones profesionales, los peligros que escupen ceniza o manipulan la fuerza de su mente. ¡Qué mono, tan especial... digo espacial! ¿no? 

La Bolsa o las vidas. 

De la mano de la financiación de un apellido francés o canadiense, Favreau, es un gran responsable; una resonancia del spaguetti, Filoni; la diversión natural de la costa neozelandesa, Waititi, el mensaje de una tribu de oriente, Famuyiwa y Chow (frente al futuro de Obi-Wan), y el rojizo californiano, ardiente en la mirada curiosa de Bryce Dallas Howard. Vaya pedazo de coto privado de caza, ok. En la siguiente fase de The Mandalorian, que empieza a entreverse por un servidor o cazador de series y pelis, se sumarían otros nombres, que iremos reconociendo en esta historia. Un buen cazador que se precie, debe ser discreto o especialmente silencioso, hombre o mujer de acción, que aúna el carácter romántico y las pocas palabras, a solamente sentencias y hechos. Al estilo Yo soy Leyenda, peleando en solitario con su compañero inseparable, se podría sentenciar Yo soy el Camino, nos la manada, ávida por hincarle el diente a otra pieza de The Mandalorian. Si le quitaras la máscara, al que descubrieras frente al espejo, podría ser el rostro del diablo. O tú mismo, encarnado al viejo Eastwood de un Pale Rider enajenado, por una pequeña bolsa, recompensa o sus infinitas vidas, un hombre sin perdón, encadenado a su estirpe milenaria, pero con el humor característico de sus personajes más cercanos o compasivos, tipo Richard Jewell. Vamos lo que diríamos, ¡un verdadero héroe! Ya que en el interior, en los más profundo y recóndito de su corazón, circula la sangre roja, muy chilena y picante, y el trono español, de Pedro Pascal. Próximamente en la seie de una Princesa Prometida que recuerda a añoranza, de Jason Reitman (creador de la no princesa llamada Juno) y junto a sus Cazafantasmas del Más Allá. Por tanto, también de otros tiempos fílmicos, porque todos son relativos. El jinete, en ciertas ocasiones opresivas o heroicas, se convierte en ese demonio, alterado por la sangre y el carácter metálico de sus ancestros, por las vidas ajenas, más que la prometida bolsa. Siempre condicionado por la nula expresividad, sólo alimentado por la voz, eco de sus movimientos, de sus vuelos en solitario. Estamos atraídos como clavos sentados en el sillón, por un personaje magnético. Héroes silenciosos, de antaño, o lo que es lo mismo, religionarios ante un antihéroe y su coraza... como el viejo hidalgo. Libre, pero con un conjunto de postulados sagrados en su memoria. Ese es su camino de caballero. Mas, con ese punto de humana simpatía, simpatía por el diablo, pobre o no. Forjado a fuerza de yunque y martillo, por bolsas incompletas de Judas, con un pasado violento, y futuro... ya veremos. Además el papel, no se quema fácilmente, se mantiene con la gran virtud de acercarse al corazón de los más jóvenes, gracias a sus aditamentos naturales y otras mezclas de caracteres sobrenaturales, en ojos de la inocencia y el valor de las vidas todavía incompletas. Son atractivos para los babys, niños entusiastas que se arriman a aquella aventura que empezara en 1977 del creador y visionario, George Lucas. Se podría decir que este hombre, héroe del cine moderno, si que nos ha marcado el camino. George Lucas sobre el recordado David Prowse: "David dio una dimensión física a Darth Vader que fue esencial para el personaje. Hizo que Vader diera el salto de las hojas a la gran pantalla, con una estatura imponente y una actuación en movimiento que se combinaba con la intensidad y el trasfondo de la presencia de Vader. David estaba dispuesto a todo y contribuyó al éxito del que se convertiría en una figura memorable y trágica. DEP". Claro que me está gustando The Mandalorian, como niño con zapatos nuevos, sin discrepancias. Aquellos pequeños que éramos nosotros, imberbes que salían a jugar con sus primeras pistolas, de plástico fino como la canción, con el veneno de la aventura en la piel y las posteriores entregas, que fueron metálicas con postas. Futuras espaldas mojadas de barrios marginales, con vistas a la imaginación. Para intentar soñar o aventurarse en un capítulo diferente de sus corrientes, revoltosas, vidas. 

Una espalda al Pasado. 

Esos pequeños demonios, que fuimos nosotros... y éstos, confinados en juegos de ahora. Esta nueva The Mandalorian, es parte de nuestra endiablada historia, jugando a ser héroes con un puñado de reales, yendo al cine de barrio por unas pesetas, vendiendo el alma aventurera por unos lingotes de Beskar, o unos cromos. Desenterrados lingotes dorados, hoy, de agujeros repletos de serpientes de cascabel, de bichos que se devoran entre sí. Mentes preclaras para resolver entuertos, dentaduras desatadas en el casco, puños de hierro en tabernas, saltos mortales al vacío interestelar, láseres construidos con palos tallados y onomatopeyas, animales mitológicos a los que domar o torear, saltos mortales con madelmanes, droides que circulan como Pedro Pacal por su casa. Que es la nuestra, nuestro pequeño averno particular, la memoria. Queridos... Hamill, Ford, Guinnes, Cushing... Fisher, amores extraños, la otra princesa comprometida con la aventura. El Mandaloriano y sus huellas, recorrieron el camino instalado en el recuerdo, algo hipócrita de Hollywood, que siempre aprovecha para hacerse de oro. Pero, esta vez, está muy bien, por nosotros. Nos visitan de nuevo, como visitamos sus mitos en un pequeño rincón de la sierra de Almería, hasta el ilustre patio de encuentros de la histórica y suntuosa Naboo. Andalucía se remonta a aquellos antiguos nombres de los exploradores del espacio Star Wars, que lucharon durante generaciones, aunque estuvieran tan alejados, en modo y forma. Sí, para reencontrarse con los nuevos (a la vez ancianos compañeros) de cada tiempo cinematográfico, que sólo tenían que ver con nosotros en la imaginación. Hasta la última inspiración, con la espalda frente al último rincón de una galaxia muy, muy lejana. Sin embargo, la estructura del universo Star Wars, no se limita. Nunca para de crecer, añadiendo nuevos relatos y personajes (contamos hasta 10 novedosas en el horizonte), que transforman una historia, en algo universal ya. Casi un rebelde sin causa, que se enriqueció en el mundo de la ciencia ficción y el cine. Desde un barrio bajo, hacia un verdadero imperio. Se Buscan... nuevos vaqueros para cabalgar entre las estrellas. Espaldas solitarias como aquellos cazarrecompensas. Se emprende una caza, a través del espacio temporal. Añadiendo una saga de hombres de acción, todavía sin tallar en los créditos, con ojos enrojecidos. El espíritu individualista necesario y carácter mental de la unión, el colectivo de saga. O especie singular de gremio imaginativo, que persigue una creencia casi religiosa y mitológica, ya que ¿seguiremos siendo aquellos pequeños y queridos seres, antihéroes parcos en palabras...? Que no en sueños. Espaldas que no se ven, pero se vislumbra, tras la voz profunda de Nick Nolte (Kuiil) o la chispa metálica de Taika Waititi (el droide IG.11), hasta los pollos que monta Giancarlo Esposito (Moff Gideon), de los Breaking Bad de toda la vida. Hasta un Cliente inesperado en la saga, como Werner Herzog, o el Apollo luchador que cambió los guantes dorados por una pistola láser. Y otras estrellas de tiempo fugaz... que otearemos en el espacio entre nosotros. Ya he visto alguna, viajando a la velocidad del sonido. La luz es imposible por ahora. 

Ese camino... o la luz. 

Los hombres de acción... los niños de mañana... con máscara o sin ella, serán más poderosos. El pasado se convierte en una nueva esperanza, cuando el muchacho hambriento, siempre, y juguetón... se convierte en una imagen nuestra de ayer, con otro color. Eligen su nombre para enfrentarse a los poderes de la batalla universal, entre padres e hijos. La que configuró Star Wars, en diferentes capítulos desde la gran pantalla a nuestra pequeña irrealidad. Aquí comprimidos y anclados a nuestro sofá y manta para el camino. Hágase la luz, en tus dedos, pequeño padawan de Yoda o hijos de Mandalore, nómadas en busca de su líder Boba Fett, o lo que queda de él. Por tanto, Grogu es algo más. Es la simiente de la Fuerza en estado puro, cuando apenas se conocía. Es el aprendiz avanzado, que expande sus méritos a base de "galletas", sin ser el Triki de Jim Henson, que tanto hizo por nuestros amigos, los muñecos.
Es el fuego que buscaron nuestros antepasados para ser más fuertes y autosuficientes. Es el motor de la industria del entretenimiento actual, el futuro económico de una franquicia, alimentada con ilusiones de ´friquis` y de los más pequeños, en aprendizaje de la caza. Y además, protagonista de portada... ¡Es tan mono! Muack. Por consiguiente, entre el pretérito y nuestro porvenir, como especie vírica que se expande, nos basamos en los axiomas temporales que vivimos o sufrimos, semejantes a nuestros propios recuerdos. Repetidos por episodios, hasta el final. Grogu es el lingote, la gallina de los huevos de oro, lo que busca el malo para hacerse inmortal. Él es nosotros, y no lo sabemos aún... porque seguimos creciendo. Y la mente también... 

Capítulo aparte. 

Así, este es el camino que vivimos. Hasta The Mandalorian. Los capítulos que conforman nuestra leyenda como humanos en crecimiento, los pasos que dieron nuestros héroes... aunque fueran simples mercenarios, con una T mayúscula en el casco. Miembros de un clan, de nueva creación... junto al televisor. Caballeros... bueno veremos de qué orden. Esperando cada episodio, ya he vivido la primera novedad y me ha parecido la historia de San Jorge y el dragón, como una nueva oportunidad para adentrarse en el mito, a aquellos cazadores de presas, infortunados o no, nómadas de un desierto, enterrado de almas. Testigos cruzados en el espacio temporal, soldados o droides, de sentimientos almacenados que se desempolvan. Hoy, otra vez. Memorias que conforman una serie notable, que recuerda al far west de nuestro ancestros, a historia de caballerías, navegantes que mutan en diferentes latitudes o situaciones, oteando las estrellas; pistoleros que estiran las piernas y necesidades, tras un trago de espeso café en una noche de insomnio vaquero, indagando en nuestras presentes pesadillas y futuros sueños. Armado hasta los dientes para defender la inocencia, frente a una rancia lata de alubias, en un fuego compartido con un grupo bienavenido, o no. 

 Mientras, los aprendices de tiradores, juegan con postas de fogueo, se ríen ante un pequeño animalejo o tuercen el ceño ante una bestia, una visión mínima sobre el ojo velado por la pasión, que activa la realidad de una caza. El maestro y el aprendiz, padre e hijo adoptado, mostrando los trucos del juego, de la caza, cuando su nombre sonaba a... Shane. Luchamos por nuestra generación, aprendemos de la experiencia o la historia, definimos los conceptos de la estirpe y reubicamos los versículos de nuestra religión. Blandimos la dureza del metal, cuando nos reblandecemos en casa y frenamos el ímpetu de la sangre mortal, desacelerando nuestro corazón. Los conceptos de amistad y amor, perdurables, se niegan hasta una nueva misión. El vaquero cabalga hacia el sol de poniente y no mira hacia atrás. Casi nunca... Porque, este Mandalorian amenaza con volver... no quiere caer en la repetición. En cada episodio una nueva aventura, una banda diferente, sonidos que recuerdan a otras eras, con la ambientación de su escenografía, que respira la pólvora de antaño y mastica el polvo del Kamino, el polvo de las estrellas de Hollywood, el precedente callado de Boba. Érase una vez, in the West, al otro lado de la fuerza y la obscuridad. En otro confín lejano de la galaxia más próxima, a millones de años luz. Hasta que se encienda de nuevo, la llama del viejo e impávido caballero de los Colts, más allá del rancho perdido, donde conoció, por primera vez, al niño con aspecto de anciano. Sabelotodo y gracioso, mágico como un movimiento del prestidigitador con los dedos. Un poder que arranca cualquier coraza del corazón. El nacimiento de un Niño. 

El Futuro del Clan. 

Ahora que estamos unidos por un corazón, salvaje desde 1977 (año de creación de las primeras estrellas entre la vida y la muerte), nos despertamos vestidos con el traje de niñera. El padre ni se conoce... no hace falta. Reviviendo la fauna que se machaca en las tabernas y la ilusión de aquellas refulgentes llamaradas, como vestigios de samuráis, bucaneros, caballeros andantes y vaqueros. Los nuevos vikingos del Clan Cuerno de Barro, o acero. Siguiendo los pasos emergentes hasta 10, sin saber cual será el final de un camino, que se extiende cada vez más. Hasta que no quede nada, o se convierta en otro todo. Cuando no queden pantallas, de aquellos cines de barrio, ni matinales, pero si imaginación. Cuando los herederos de aquellas Naves Misteriosas (tú ya sabes), avanzadas futuristas sobre caballos de vapor o flores en el pelo, nos conduzcan a nuevas recompensas emocionales. 

Encuentro furtivo con nombres perdidos como John Leguizamo, Clancy Brown, Timothy Olyphant y Michael Biehn, o estelares como Rosario Dawson, en The Mandalorian Season II. No se si habrá princesas, pero sí, espaldas solitarias combatiendo en silencio, desafiando la monotonía de la vida, la nuestra. Pisando las huellas de los ´eastwoods` inmortales (no los ewoks que se andaban por las ramas, tras la segunda estrella), contra los mal encarados y los animales heridos, las almas oscuras de una Orden venidera, más peligrosa. El salto mortal del Imperio de los nuevos sentidos, nacido hace más de 40 años. Y he de decir, que el primero me ha entusiasmado, soy un niño, jugando a la caza mayor, porque los indios montan en banthas y Tolkien sigue vivo, en sus caballeros y armaduras. Por ahora, seremos los antepenúltimos mohicanos, resistencia de rebeldes ante aquellos lacayos, que están por venir aquí, a nuestra pantalla. Buscando a los jóvenes, futuros Skywalkers u otras sagas, que no han descubierto su fuerza todavía, ¿quién se lo iba a decir al ´viejo` Niño de entonces? Al cazador fronterizo entre los dos mundos, ayer y hoy, con sus cartucheras de juguete y sus ofrendas sagradas, luchando en novedosos escenarios que respiran la arena de aquel desierto visitado, ya antiguo, que vivimos en una viaje de este a oeste. Pisando el acelerador y disparando en espacio abierto, con su cara tapada, no con un pañuelo tejano, sino con el sello de una estirpe que no hace más que aumentar... que creció en nuestra memoria. Hasta el segundo, y el tercer, advenimiento. El poder de la juventud. A la caza, que siempre trae problemas, a los participantes. 

La caza de una irrealidad, que naciera de las entrañas de las montañas, desde el río Colorado a las estepas de la era Tolkiana. Enanos de relucientes armaduras y pocas palabras, forjadas en batallas de infancia o pubertad, casi a regañadientes. Viendo que el porvenir, podría ser semejante a un infierno de sangre y carne chamuscada, pasando de la aleación perfecta y lustrosa (parecida al T-1000), hasta reaparecer en el tiempo. Como un esqueleto draconiano conformado por los huesos de ayer y de hoy. Los espectadores del mañana, serán fiadores del antiguo camino, recompensados por la búsqueda de los criminales que escapan de un juicio justo, por unos lingotes de beskar. Nos espera otra sorpresa, la penúltima, con el imaginativo Georges Lucas y sus acólitos de la imaginación. Reanimados por otras batallas de clones al filo de próximos avatares en la televisión y el 7º Arte, abriremos la frontera, los espacios pueblerinos y sus cantinas, los huesos metálicos abandonados, corazas. A vueltas por el espacio candente, con Pedro Pascal, dónde no se oyen los gritos, pero se ven los efectos de un creador como John Knoll, para una revisión fría o caliente, dependiendo del lugar y el estado ambiental de los capítulos. Junto a Gina Carano o la espartana Cara June, su alter ego en la batalla y en el apellido ilustre de la ciencia ficción que llegará próximamente. Gusanos terrestres voraces, armados de dientes, que son como ballenas que ... Pero, esa es otra desértica historia... Como representantes de la ilusión que volverá a visitarnos, soy infante sobre cabalgadura esquelética, de plomo y fuego, de nuevo. Me asomo al diminuto camino del soñador, delimitado en su casa, aunque infinito en el espacio. Conectado a la mitología clásica de Star Wars, después de Vader y su obscuridad segunda, me persigno ante los storyboards de créditos, que son increíbles. Gracias Mr. Favreau, por su inspiración en la animación artística, muy del estilo a cómic.

Gracias por retratar sus numerosos especímenes que forman ya, parte de nuestra familia mágica, desde Jawas a Razorcrest (en la nueva galería de Disney). Gracias al rending a tiempo real para la nueva tele, que nos mira como seres antediluvianos de un museo y nos zarandea en sus entrañas. Gracias a todos los que forman parte de la familia o el gremio cinematográfico de The Mandalorian. Por último, hasta nuevos recovecos en el camino, o el estómago, reconocer la admirable mirada y creativa batuta, de Rick Famuyiwa, Deborah Chow, Dave Filoni, Bryce Dallas Howard y Taika Waititi; como volver a recordar la música de Göransson en recuerdo al maestro que nos silbó otra trilogía, el Gran G, Ennio Morricone. Este es el camino de la Fuerza de un grupo, muchos invisibles, pero que forma parte tangible de la creación, o el Niño. Como el poder de una pequeña mente, que creció hasta los cuarenta y tantos añitos, uniendo sus ánimos, los hermanos Sister, Filoni y Favreau. Miembros invitados para siempre, del rancho de Georges. Que también es un gran paso a la pequeña pantalla de su Luz y Magia (no MalPaso), los que idearon sin medios, los animatronics de arrugadas pieles,las maquetas hacia esta Nueva Orden del CGI, junto a su Mando, nacido antes del 19 Aby. Vader mediante. Mis reverencias a Randolph Scott, a Ladd el gran Shane en el filme de Georges Stevens, a los agentes de Pinkerton, la espalda enmarcada del Duque por el gran Ford. A los clones de Clint Eastwood o harrysucios del oeste, con una idea en la mente, retirar al malo o guiar sus pasos al calabozo... las menos veces... Que la Fuerza nos acompañe, por muchos años. Serie o guía de héroes, que entronca con el pasado de una estirpe que lidera, la Tribu de los Mandalorianos junto a los cazarrecompensas del cine, señuelo de las cucamonas de graciosos seres verdes, ranitas sanadoras, cura y sana, culito de... Disney. Y nada más, bueno sí... hasta luego, Lucas.



Star Wars: The Bad Batch - Official Trailer




domingo, 8 de marzo de 2020

Drácula.


El Mito: Drácula.

Varney el vampiro (o también llamada El banquete sangriento), sería una novela de la época victoriana que contribuiría a difundir el mito de los vampiros en Inglaterra y en los posteriores textos de escritores como Polidori, Charles Nodier, Hoffmann, Samuel Coleridge, Sheridan Le Fanu, Teophile Gautier entre otros. Desde el pensamiento oscuro y la anormalidad, los habitantes de la Edad Media con sus estrictas y moralistas reglas sociales o políticas, trataban de hacer frente (no explicar entonces), los extrañas acciones de sus convecinos, su locura y ciertos rasgos de violencia encarnizada. Nuestros antepasados europeos se movían entre la superstición y las creencias religiosas, para explicar elementos desarraigados y conciencias alteradas del comportamiento ´inhumano`, hasta que la ciencia empezara a demostrar otras teorías.

Varney sería el desencadenante del derramamiento legendario, como Nosferatu lo sería en el cine, ahora que se cumple el aniversario de su primera proyección en Alemania y nos acercamos a los cien años del filme de Friedrich Wilhelm Murnau. No confundir con la novela de Tom Holland en 1996, Banquete de sangre, donde coinciden dos máximos exponentes del terror, ficción literaria o real, como Jack el Destripador y la figura eterna de Bram Stoker. El mito de Drácula, revive en los diferente medios en la actualidad, a través de los persistentes chupasangres y su irreflexiva imagen, con diversos matices. Veremos quién desgasta a quién... o exprime su esencia vital.
El novelista Abraham "Bram" Stoker, era de origen burgués como su archifamoso Conde. Trabajó absorbido en sus labores como funcionario del Castillo de Dublín, nacido en el seno de una familia pudiente británica, con bastantes facilidades para el acceso a cultura y los libros. Se dedicaría también a la crítica teatral, donde observaría la imagen alargada, emergente de un actor y director de teatro, conocido como Henry Irving, que le marcaría con su representación física, regia y totalmente personal de Hamlet. Un referente aseado de las sombras del alma.

Pero, en la niñez viviría con un problema incipiente de salud, convergencias de hoy, junto a su cabellera pelirroja y espíritu aventurero. Que haría de él, un joven postergado y entretenido, o compungido entre mantas por las historias de fantasmas, narradas de propia voz de su madre. Todo un referente de una imaginación femenina que, luego incluiría en sus psicológicas y misteriosas novelas, como una voz sensual que susurra o se convierte en amenaza transmutada de la realidad o el esoterismo. Precisa e incisivamente, aquella semilla literaria estaba creciendo en el interior de su ser, como una enfermedad que infectara sus glóbulos rojos, pero que le hacía desencadenarse del pensamiento eléctrico de la época. Claro, estaba pensando en el otro mito terrorífico e inmortal, un tal Dr. Frankenstein y su monstruo gótico, usurpador del título.

Fuera como fuese, se acrecentaba el hambre, el interés escrito por el misterio o el Mal, un verdadero precursor de sus relatos más conocidos, mordisqueados por el interés general de un público, que deseaba sensaciones fuertes y afiladas. Bram Stoker fue amigo de Oscar Wilde, contagiado de su pensamiento anarcofilosófico contra el estado y seguro admirador de su obra eterna, visitando sus castillos fantasmagóricos como en El Fantasma de Canterville o la inmortalidad del monstruo en El Retrato de Dorian Grey. Toda esta materia narrativa, le acercaría definitivamente a las mordeduras de La Guarida del Gusano Blanco y excepcionalmente, a su omnipresente e imponente conde... Nuestro Drácula... y el fotografiado universalmente en más de cien películas, por el Séptimo Arte.

El actor inglés, Mark Gatiss desde su participación en la serie Henry en 1993, ha ido forjando una carrera dramática (Christopher Robin, The Favourite) y elevando sus apuestas como escritor, creador de nuevos formatos televisivos e incipiente director, acompañado por el escocés Steven Moffat que participara en la BBC con la elaboración de la serie icónica Doctor Who, el guión de The Adventures of Tintin, Jekyll (con nuevo proyecto para el cine) y, sobre todo, la presente serie de la productora Hartswood Films para Netflix.

The Rules of the Beast.

Simplemente, se dice que las reglas están para romperse o incumplirse... Eso precisamente, es lo que se percibe en la imagen reflejada de Drácula en la serie con homónima dedicación, controlada desde la cámara en su ruptura histórica del caso clínico por el director de Alien Autopsy, Jonny Campbell. Siguiendo sus primeros escarceos amorosos, o no, sus atracciones inmortales y su perspectiva de futuro.

Sin embargo, antes de saltarse algunas normas de nuestro colectivo imaginario, o seguir otros caminos introvertidos de la infección, el siniestro conde se amolda a la rimbombante ambientación generada desde su morada en los Cárpatos (Transilvania) con su carismático aire folklórico, circundando el Castillo de Orava (Eslovaquia) y los Bray Studios de Berkshire. Eso sí, con ciertas licencias, evitando los rodeos de las cartas epopéyicas o su narración entrecortada en personales epístolas, la traslación exacta de Mr. Stoker... que puede gustar o, tal vez.
Directamente, mirando al rostro del monstruo, que en algo trata de imitar a la adaptación, por aquella interpretación de Gary Oldman respecto del personaje observado por la cámara de Francis Ford Coppola. Al menos, en la mirada evasiva, la extravagancia, la formación lingüística, la lujuria excéntrica y cierta personalidad cínica del ser superior.

El égolatra anciano que inicia un rejuvenecimiento del vampiro clásico, aunque mantiene en sus primeras entregas, toda la idiosincrasia nobiliaria, el sarcasmo sexual y escenografía tétrica. Mediante la perspectiva de una narración en primera persona, que facilitan tres personajes, que se van separando de ciertos rasgos enfermizos o heroícos, tanto del personaje mítico en nuestra memoria como de la narrativa. Primero, el incauto viajero Jonathan Harker interpretado por un pálido John Heffernan, procedente de los Dickensianos en serie, contador de secretos de la actriz inglesa Keira Knightley y rompedor de nuevas reglas junto a ella misma, Gugu Mbatha-Raw (The Dark Crystal: Age of Resistance, próximamente en Loki), Jessie Buckley (en la cuarta temporada de la excepcional Fargo) y Rhys Ifans.
Otros jovenes exponentes del cambio, son Matthew Beard o Jack (An Education, The Imitation Game), que viene de dar vida al estudiante de Sigmund Freud, Max Liebermann en la miniserie Vienna Blood, que se separa en ciertos rasgos enfermizos, del personaje romántico y la novela; o Mina, la actriz Morfydd Clark, que luchó por no ser devorada en Crawl y paseará por las fronteras de la Tierra Media en El Señor de los Anillos.

Pero, volviendo al rastro sanguíneo del libro, a veces, iba precedido del cuento terrorífico El Invitado de Drácula o El Huésped de Drácula, interpolada por la esposa de Stoker, Florence Balcombe, que también se dedicara a retirar las copias del Nosferatu alemán, por incumplimiento de los derechos de la obra original. En el primer viaje al centro de Europa, Jonathan Harker, un joven abogado inglés se encuentra aún en Múnich, donde un cochero insiste en volver a casa porque esa noche es la archifamosa de Walpurgis (la misma de la maldición del hombre lobo), antes de tomar un tren que partirá a Viena y a continuación, destino Budapest.
Esta anécdota terrorífica y temporal, entroncaría el carácter femenino y esotérico de una noche del año, que denota el sacrilegio de las creencias religiosas y cierta inhibición sexual. En respuesta a la intercesión por Santa Walpurga, aclamada de los cristianos de Alemania en favor de luchar contra "plagas, la rabia y tos ferina. También a la brujería, que iniciaría la tradición de hogueras contra las embrujadas en la festiva noche de San Juan.

De otra tinta, Goethe erigió un monumento escrito a dicha noche, Walpurgis, dentro de su obra Fausto, como un pariente cercano al espíritu vampírico y demoníaco. Donde el aquelarre ritual sirve de interludio entre la primera y segunda parte (escritas durante su juventud y la madurez de Goethe, respectivamente), cuya vida circunscribe un sentido inverso al perfil biológico del mismísimo Drácula. El Benjamin Button de los colmillos... en busca de la esencia vital de la eterna juventud. Cosa que no pudo, el bueno de Bela Lugosi, sentenciado en aquel féretro de vergüenza ajena.
Y así como sus principales destinatarios díscolos, Fausto y Mefistófeles, se divirtieron saltándose las reglas morales durante la noche de brujas, en esta leyenda alrededor de Brocken, reivindicando la línea sanguínea de una oposición a la fiesta de Todos los Santos celebrada el 1 de noviembre. Ya que celebrar ritos paganos seis meses después, es una manera de darle vuelta herética a su significado religioso. Un dato aparte... las puertas se adornaban con crucifijos.

Igualmente, podría asemejarse el viaje de Mr. Harker al foso del deseo y el consumo de la sangre, como un oscuro descenso jockeriano, concretamente, a los laberínticos y tumultuosos infiernos de Dante. Hasta llegar a enfrentarse, cara a cara, con el mismísimo Diablo, o también conocido como Lucifer, Luzbell, Satán, etc... Un ser sobrenatural maligno, manipulador, libidinoso y tentador para todos los pensamientos ocultos de los seres humanos. Especialmente féminas, aunque no hace muchos ascos a chupar de otros frascos.
El pecado original en persona, con cuernos y alas, pero sin capa, que fue idea de algún director europeo... seguramente, Tod Browning.

En otro orden de cosas siguiendo el contexto histórico, sin duda, sería la figura de Vlad III la representativa en la historia, que se revolvería de su tumba cincelada en mármol y la sangre derramada en cientos de batallas, para erigirse en héroe nacional y consagrarse como vampiro más popular. El narcisista y embaucador que mutó en la literatura y el cine, en su aspecto físico, también conocido como Vlad Tepes, Vlad el Empalador horrible, o Vlad Drăculea de la Orden del Dragón (Sighișoara, Transilvania; 1428/1431-1476/1477), que cambiaría principado de Valaquia por condado rumano, inconcreto o fantasmagórico, del que se empalaría al mito del horror translúcido, con una famosa dinastía de monstruos o, no muertos.
Parece ser que la inspiración de la residencia de Drácula, podría venir del Castillo de New Slains, en Escocia, cuando Bram Stoker fue invitado por el conde de Erroll, o bien, por las descripciones de “El castillo de los Cárpatos” de Julio Verne, posesión de las melenas cenicientas del Barón de Gortz, que epataron en otras representaciones fílmicas.

Por diferentes motivos, casi todos transmutaciones del texto fundacional o, el contexto viajero del vampiro en busca de nuevas circunstancias alimentarias, los escenarios se dirigen a salas de entrevistas en estancias palaciegas, o carcelarias hacia la mente, conventos que abren la puerta al efecto masculinizado, o no, con otras alternativas sacrílegas, veremos. O sobre la cubierta de un navío que es tránsito entre tierras, morada y despensa, que traslada a turistas de clase, ratas de cocina y otros elementos marginales, con mucha voracidad. Por no hablar de otras perspectivas, que me reservo... por ahora.
Existen otras dos patas, de este animal herido, hambriento, sacrificado en pos de la modernidad (aunque mantenga la esencia del clasicismo mítico), pertenecen a dos voces enfrentadas, dos géneros con múltiples matices de atracción, inventados o no.
Una pertenecería al músico y actor nacido en Dinamarca, Claes Bang, superviviente de un capítulo de Borgen, inductor en The Square de Ruben Östlund, Sasha Mann de The Affair y próximo vikingo en la película The Northman del director Robert Eggers (El Faro, The VVitch: A New-England Folktale), alrededor de un trío de campanillas como Alexander Skarsgård, Nicole Kidman y Anya Taylor-Joy; la otra se apoyaría, en la actriz londinense Dolly Wells, con sus curiosos matices profesionales e intromisiones genéricas-científicas que comulgan con el ADN del gran murciélago, y fuera parte importante del increíble filme ¿Podrás perdonarme algún día?, con una absorvedora de energía, verdadero o falso.

En última instancia, otra carta viajera... el pensamiento medieval y posteriores que influyeron en la leyenda, hasta nuestra era de contagios misteriosos... Introdujo las distintas reglas sociales o manifestaciones del comportamiento, que algunos se saltan como verdaderos vampiros o monstruos prevaricadores. Ya que la espiritualidad, simplemente queda relegada, en una sociedad globalizada, donde todo se contempla descarnado, sin anestesia por las diversas arterias mediáticas, y se registra descontextualizado o mintiendo sin complejos.
Las creencias persisten como una mera rivalidad entre etnias, o un episodio en la televisión, en el que los dioses se pelearían con los novedosos erúditos de la modernidad, por una solemnidad perdida en las mentes de los espectadores. Creyentes, o no...

De eso, trata la serie de BBC, de la imagen icónica y alargada de Drácula y sus ramificaciones en el tiempo (Mr. Lee que estás en los cielos, en triunvirato), de sus diferentes pieles en el debate, de sus normas que se han modificado, alterado en pos del éxito, en contraste con los nuevos tiempos. Con ese apetito insaciable por el conocimiento, la división de clases en sus personajes (que nacieron en épocas sin derechos apenas, ni igualdad) y la mezcla contagiosa de sangres, por la reivindicación del derecho femenino y la igualdad representativa, por la defenestración en cierta manera, del macho, en dialéctica castración. Aquel corruptor de tiernas mancebas, bajo su influjo y sus ojos enigmáticos... Y especialmente, por las repercusiones colectivas de nuestra actual, forma de vida... o de muerte.

Blood Vessel.

Todo transmutó en el interior del buque sangriento, que era rufugio de aventureros y mapa para nuevas rutas de escape, reconocido en el mundo entero como The Demeter. Sabido es, que una enfermedad se apoderó históricamente de sus ocupantes, al menos en su novela de miedo, con distintas funciones y capacidades para discernir lo verdadero, separarlo de lo irreal, según la visión de su director, Damon Thomas.
Este director que participara en capítulos de series como Penny Dreadful (próximamente con nueva temporada abierta en nuestras venas), In the Flesh o Killing Eve, donde circulan rumores de ese cambio inherente al clasicismo y el romanticismo gótico. Dirección, la tierra de los sueños y fin de los abrazos contaminados... la frontera del halo de Drácula, y su hambre de siglos.

Ese factor animal del Conde...

Precisamente el nombre "vampiro" le daría, el naturalista Conde de Buffon en 1761, a un pequeño murciélago hematófago conocido como Desmodus Rotundus, originario de una región de América del Sur, de hábitos nocturnos y que se alimenta habitualmente de sangre de ganado bovino. Vamos, el auténtico de la naturaleza, en comparación con otras supersticiones en ataúdes vilipendiados por el desconocimiento y el miedo.

Después de tentar a las monjas con pequeñas teorías sádicas, lúbricas y exhibicionismo de andar por Europa, el chico del pelo engominado (otra invención del cine y el bueno de Christopher Lee), decidió que mezclar es lo mejor... Libres y borrachos, ebrios por la sangre de tiernas víctimas. Así que, se hizo el atillo al ala, metió toda la tierra posible en las bodegas del navío Demeter, y se lanzó a la conquista intravenosas del Nuevo Mundo... un mundo de oportunidades infinitas, de vidas eternas en familia. Definitivamente, lo típico en la mayoría de sagas o manadas.
Aunque la persecución de Van Helsing es atípica, porque no siente demasiada atracción por la nobleza y sus rasgos distintivos, sino por otra manera de dirigirse al mundo de los vivos... y coleando, bajo del maaaar!

La mente de Drácula es poderosa, se puede saltar cualquier pensamiento iracundo, en un tris tras, como si con él no fuera la cosa, sin embargo, un texto sagrado es una putada descomunal, como un crucifijo que te salvaría de cualquier mal o una sopa de ajo. Por tanto, en lugar tan frío y espacio tan reducido, lo mejor es un buen caldo, cosecha victoriana de 1900, dejada reposar con imprecaciones a la soberbia y la incredulidad, apartada del terrible salitre. Como diría un tal Hannibal Lecter, en una reunión de sibaritas o afinados gourmets, a mí no me gustan los corderos, sólo me los como. U otra reflexión típica, las emociones más positivas son un regalo de nuestros ancestros animales, la crueldad sería un regalo de nuestra propia humanidad. A lo que Drácula respondería, me comí su hígado, acompañado de... no vegetales, no... y un buen chianti, de mi propia cosecha particular, claro. Y espeso...

Se dice que los primeros ciudadanos en la civilización griega, ofrecían libaciones propiciatorias para evitar que los difuntos volviesen al mundo superior, resurgieran de sus tumbas para «perseguir» a quienes no les habían dado un funeral adecuado. Succión y seducción, van de la mano cuando fallan las transfusiones, siempre buscando la línea hereditaria de la sangre a lo largo de las edades del hombre y el mito de los vampiros. Como ellos, no pueden tener hijos por el medio convencional, se dedican a sacarlos de su sueño casi eterno, para devolverlos a una familia que permanece unida, más allá de su instinto animal.
Y en esta tripulación parece no haber candidato, sino meros trozos de carne para desangrar en la bodega y beber sin contemplación, ni misericordia, ni remordimientos. Sólo mordisquitos en el cuello... Aquí, si que se parece más, al de la inolvidable Hammer y sus perspectivas sangrientas, salpicadas en vestimentas ligeras de tul, fabricada con sirope rojizo u otras esencias pringosas, pero más que una señal que fluye y da vida, en la serie Drácula de la BBC, es más como un afluyente que conecta con otras vidas posibles. Es decir, una posibilidad abierta al futuro.

Si en la mitología griega, Caronte​ o Carón (brillo intenso) era el barquero de Hades, encargado de guiar las sombras errantes de difuntos recientes a otro del río Aqueronte, cerca de su reposo eterno. Siempre que determinaran un óbolo para abonar el viaje (pago en moneda antigua), aquí se percibe el inicio de una maldición. Algo extraño para Drácula y su pertinaz idea de la eternidad y la conquista territorial. Todo fluye de un lado a otro, menos la leyenda y nuestra idea incrustada en las venas del tiempo.
Después en otra era, un mortal logró cruzar océanos, o ríos como el Aqueronte, un tal Orfeo quería traer a su amada de aquel hoyo profundo y silencioso, como la muerte. En cambio, Drácula quiere conocer a su futura partener, Eurídice/Lucy, para poseerla en el silencio de los fluidos, en la ralentización de los latidos, hasta alcanzar el amor inmortal. O, al menos, apagar el deseo... que es otra cosa muy diferente, entre la novedosa capa burguesa de la gran ciudad y la administración del poder. Sangre contaminada en cualquier caso, de Atenas a cualquier otro camino navegable, que nos lleve a Roma, o los modernos USA.

También en Roma, existían unos sacerdotes victimarios que vivían consagrados únicamente a Plutón, se sacrificaban como antepasados al Hades griego, regado con su esencia vital de color oscuro en número par... ¿Por qué? No sé, y no viene a cuento. Después las víctimas se reducían completamente a cenizas, pero antes de las inmolaciones calóricas, se cavaba un hoyo para recoger la sangre y se vertía el vino de las libaciones, como un santuario megalítico o selvático, de plegarias a sus dioses iracundos.
Este barco se ha convertido en una especia de Cluedo, sin ningún detective que se atreva a hacerle sombra, porque el vampiro está de lo más disfrazado (con piel de lobo, of course) y además, es el príncipe de las tinieblas, sin reflejos. En esta despensa flotante, descansen los restos de intrépidos y no tanto, el actor Jonathan Aris, reflejo efímero de Black Mirror, Sherlock y Rogue One, o el ´priest` en la serie, La Guerra de los Mundos. El doctor interpretado por Sacha Dhawan que también participara en un episodio de Sherlock (como no) y en Iron Fist, y por supuesto, el despistado Jack interpretado por un joven Matthew Beard, que pervive de aquella notable película titulada An Education o The Imitation Game, y proviene recientemente de Vienna Blood como alumno adelantado de Sigmund Freud y ayudante en investigación de asesinatos victorianos.

Mientras tanto, en otra dimensión del espacio y el tiempo, Marte, dios de la guerra, se puede transmutar en lobo sediente de sangre... como otros, no incluidos en el Olimpo de los dioses antiguos. Que ahora vegetan en las profundidades, esperando que un pequeño piscolabis, les devuelva a la orilla... No Origi, que nos conocemos...

The Dark Compass.

Plutón era ese pequeño dios del inframundo, no verbenero, que mantuvo sus galones hasta el final de las creencias, no como determinados planetas enanos. Así que mantuvo su estatus como equivalente tenebroso a Hades, de la Inframundo Street. Sus súbditos eran como sombras, intangibles y miserables, tan numerosos como las olas del mar o los restos que dejó Drácula tras de sí... antes de conocer a la colorista Lucy Westenra interpretada por Lydia West, que parece una poligonera con brillantina ajustada, y el muy esperado, Mr. Renfield. Aquel que experimentara apetito infinito por los insectos y pequeños animales, o fuera manipulado por la conciencia esquiva de Drácula, no a su imagen y semejanza, sino interés dramático. Esto es, un esclavo de pacotilla o abogado que tiene, ahí colgado.

Por eso, ha perdido el norte, como un barco que encalla en las últimas olas de la época victoriana, víctima del desvarío inhumano o el olor a la sangre fresca, y en esta serie guiado por la mano ya experta, de un letrado Mark Gatiss. En otro orden de cosas, erigido en máximo exponente de la producción, escritor y cerebro en la misma, que se ha dejado dirigir por Paul McGuigan, mutando el ojo con lupa modernizada de Sherlock a un fracasado Victor Frankenstein, y de los músculos de acero de Luke Cage, a la estampa de este Drácula de 2020.
Hasta aquí hemos transmitido el contagio de cientos de años, doscientos o ´tropocientos`, pasando por infinitas guerras mediáticas y enfermedades que te dejan para el arrastre, sobre la tierra de un ataud o debajo del agua.
En el subconsciente colectivo, sobre el vampiro folclórico, los síntomas enfermizo que exponían los pacientes de enfermedades, se acompañaban de agitación creciente y agresividad máxima, insomnio, fotofobia, hidrofobia (que parecería el añorado Mr. Lee, en Drácula Príncipe de las Tinieblas), y la foribunda hipersexualidad.

El término vampiro que nació entre aquellas leyendas ancestrales, infundidas por el terror campesino y las pandemias emergentes, mutó en las concentraciones populares de crecientes ciudades por toda Centroeuropa, desde la oscura Edad Media a décadas posteriores, con todas sus variaciones grises, hasta hoy. Quizás en la misma leucemia, entonces desconocida, como desprenden series como Penny Dreadful en aquellas calles atestadas de elementos excesivos y falta de higiene...
Mírate al espejo, con terribles espasmos musculares en cara, faringe y laringe, sonidos roncos, exabruptos de dolor, con retracción de labios, de forma que aparecen dientes e incisivos, como si fueras un animal. Problemas para tragar tu propia saliva, causan que se acumule y gotee de tu boca formando espumarajos, coronadas con disociación mental.

El Tiempo: enfermedad de nuestro ídem.

Peero... siempre hay un pero, todas aquellas catástrofes del pasado, condicionan la manera de pensar en el presente o futuro, de forma que modifican el comportamiento, ante tanta oportunidad... a la que hincarle el diente. Una nueva serie de monstruos, entre toda esta caterva de descerebrados, indocumentados que no comprenden a los pertenecientes a otras épocas. Corderos, víctimas y posibles fieles, que se abrirían de par en par, a la especulación, la vida al límite o la superstición de la sangre. Mucho antes de que emergiera la eficacia de la medicina moderna, para encontrar un remedio a la enfermedad o las vacunas para las terribles invasiones cromosomáticas, los antibióticos de última generación para curas de eccemas, llagas y terribles heridas abiertas en el pasado.
También dar solución a otras alteraciones psiquiátricas, que sufrieron intérpretes de Renfield en otros tiempos, por ejemplo Alexander Granach en Nosferatu, Dwight Frye en el Drácula de Bela Lugosi, el aspecto secundario al enloquecido Klaus Kinski o Roland topor, Jack Shepherd en otra producción de la BBC, el increíble Tom Waits en el de Mr. Coppola, y Arte Johnson en la humorada ligera de Amor al Primer Mordisco. Investigando, incluso, en la piel de un actor madrileño llamado Pablo Álvarez Rubio.

Después de saltarse las reglas y comerse toda la despensa, hemos despertado en otra dimensión y perdido un poco la brújula, las estrellas del firmamento tienen otro color y la muerte tiene otro sabor, dulzón de sabor a alcohol y drogas de diseño. Como diría Mors (o el famoso Tánatos), esa muerte y su cosecha sobre la Tierra, vuelve a caer bajo el cetro de este dios, antes pálido y negruzco en la vestimenta. Aumentando su riqueza, pero convirtiéndose en su presa, porque empieza a hecer preguntas o responder a cuestiones, que le dejan colgado como un murciélago... patas abajo. Y tú, ¿qué buscas, tronco? Bájate de ahí ya, y olvídate de la capa y las cenas profusas, que te va a dar un empacho, que te cagas.
Pues eso, nos pasa un poquito... por lo menos a un servidor (que no esclavo), que estamos bastante despistados con el ambiente creado o fuera de lugar... ya nos ha pasado otras veces, nada grave.

Tánatos, el día en que inauguró su reino, no tuvo rival. Ninguno de sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una rebelión o mínima travesura, porque si no... matarile y a otro episodio. De aquellos soberanos que controlan el mundo, él, exclusivamente no temería nunca a la insubordinación o la desobediencia genérica, cuya autoridad se reconoce universalmente hasta el fin de los tiempos... Entonces, ¿quién es esta ´tipa`...? (no, no lo diré...), corramos una tupida capa.
Resulta que la criatura que se alimentaría de la esencia vital de muchos, para así mantenerse de pie indefinidamente, y reconquistar el mundo con su imperio de tinieblas y su convencimiento innato, ahora duda. Quizás, sean los tiempos del empoderamiento, que deja gagá hasta a los vampiros más clásicos y varoniles.

Vamos que no se ve, pululando la noche sin una pareja o loba decente. Es una enfermedad que acusan los solitarios de distinto pelaje y condición, no sólo los condes sin título.
Como la diosa Psique, personificación del alma que Zeus haría inmortal, mirándose al espejo tras su unión de Eros, y concebir a una hija llamada Hedoné (para griegos) o Voluptas (en mitología romana), que se entrega a la cosificación del individuo, el placer sensual y el deleite epicúreo, sin más. Tela, tanto pelear en el panteón, para hacerse conseguir un nombre... psycho, significa «soplar»... lo contrario a chupar para adentro. Así el sustantivo soplo, hálito o aliento, se exhalaría al morir el ser humano, u otras cosas de andar por casa. La petite mort, que dice Drácula en los momentos de placer sobrehumano, una eternidad que parece un segundo...

Definitivamente, cuando la psique escapa del cadáver, lleva una existencia autónoma y los griegos la imaginaban como figura antropomorfa, alada, un doble del difunto que generalmente iba a parar al Hades, donde perviviría de forma sombrío y fantasmal. ¡No sé a qué me recuerda esto!
Esa es la infección que buscabas, ¿Drácula? Una peste, enfermedad infecciosa transmitida pulgas o roedores, que tanto le gustan a tu Rendfield... foco de epidemias al mayor estilo tuyo o vampírico que triunfó en el medievo... Fuente de historias como el Nosferatu de Murnau o de Herzog.
Los hombres y mujeres, se aferraban a la leyenda y el esoterismo misterioso, para encontrar un remedio a esas enfermedades, cada vez más siniestras y horribles, que llegarían a la conclusión de aquellas jornadas con la eléctrica Miss Shelley, Lord Byron y tu precursor, Mr. Polidori.

Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental (Silesia y Bohemia, como los artistas a que contagiara), para evitarlo, el contagio lógicamente, o no, las víctimas eran enterradas prematuramente sin constatar la muerte clínica. Imagínate, lo que sufrirían algunos, intentando rasgar las tapas de sus féretros o escarbar al exterior de sus tumbas... Otras enfermedades, el carbunco, o la anemia con su déficit de glóbulos rojos, implementaban la palidez, como la rabia producida por mordedura de perros, lobos o murciélagos, afectaba al sistema límbico, caracterizado por cuadros de "rabia furiosa".
La porfiria y sus deformidades faciales, con hirsutismo o crecimiento anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades, incluso, en zonas inusuales como las palmas de las manos, que crecen al calor de otra leyenda... Si bien, Bram Stoker incluye esta característica capilar, en su novela al describir por primera vez al conde Drácula. También producía cierta intolerancia al ajo y mejora de la salud con aquellas antihigiénicas transfusiones de sangre.

La serie pega un cambio tan brusco, al estilo Drácula 2000 o La Momia de Tom Cruise, que te deja descabalgado, lejos de las reglas primerizas, que mantienen la imagen lacónica y clásica, tanto como la sangre coagulada en el tiempo. En cambio, la sangre es lo que tiene, que no cesa... el viaje ha producido una larga espera, que distrae aquella pertenencia histórica o el arraigo. Si bien aumenta las posibilidades de la caza nocturna, que algo tiene que ver con los depredadores sexuales actuales y su anonimato en la multitud, cosa que no está demasiado evolucionada narrativamente, una pena. Así como, el influjo del macho o la entrega en sus brazos, materia delicada para exquisitos paladares de la actualidad.
Tampoco importan ya, aquellos elementos religiosos característicos de la templanza vampírica, ni la seducción en tiempos de guerra genérica, ni las transfusiones que serían un vertedero de infecciones, solamente nos queda la ciencia en la posibilidad de una continuación, no sé. La seducción es pálida e inconsistente, tanto como el salto temporal, las transformaciones metabólicas, el hambre insaciable y la muerte. Todo decae, por un influjo... el de la mirada de Miss Van Helsing. En fin...

El caso es que Drácula ha pervivido al designio de los tiempos y las amenazas futuras, siempre seguirá siendo un referente del terror. Los matices modernos van disminuyendo su imagen icónica y su lívido monstruoso, ha resistido a embates de la personalidad cambiante y la narrativa contemporánea, la imagen digitalizada, a las sagas cubiertas de brillantina y reflejos en la piel, a las mutaciones víricas... a monstruos que se alimentaron de su ser, como extraterrestres o aliens, zombies acelerados, brujas bañadas en sangre, cenobitas y otras Cosas flexibles, a la sangre coagulada en el tiempo por los viajes de placer y el sexo, a los cambios de rostro o cuenta camuflada, a la influencia de redes sociales y registros de sexualidades, invadiendo territorios inexplorados, alternativos. Con su traje de diseño, la sonrisa afilada, la gomina y el respeto por la figura de su creador, Bram Stoker. Más o menos... ya que en ocasiones, ha sufrido más de lo normal. Mejor dicho, anormal.

Si quieres hablar del Vampiro, con otras sensaciones triviales, no lo digo por esta serie... por favor, ¡No le llames Drácula! Llámale San-guijuela... o Conde de Colmillejos. Verdad, ¿Blade?

martes, 11 de febrero de 2020

Miracle Workers.


Te imaginas que aquel que cambiaba de tamaño, gigantesco protagonista de Watchmen y nuestra memoria, capitalizador de batallas inhumanas y otras atracciones sensuales o atómicas... estuviera con el batín de casa, estableciendo normas hogareñas, pasando de milagros, indiferente a la globalización de sus queridos seres humanos y, siempre muy atento con sus pequeñeces comestibles.
Pero, el vigilante azul por excelencia y especie de deidad en pelota picada, no poseía una efigie tan conocida, como otros, para ser reconocidos como dios...

Así que te imaginas, hubiera sido interpretado por otro coloso actor, con su gesto característico... por ejemplo el del simpar Steve Buscemi...
Sin duda que, primero Malin Akerman alias Silk Spectre number II, y después, la relación colorida y mutable con Silent Night, hubieran formado parejas significativas. No sé, si más duraderas, pero si más chistosas, al menos. Hubieran disfrutado más en jocosa compañía, de este semidios fluctuante y con el tiempo, hasta se habrían sentido más alegres y saciadas satisfactoriamente... casi una eternidad.

Ahora, viendo sus movimientos caprichosos y fábulas domésticas, se trata de un ser especialmente práctico o inteligente, espiritual, surrealista y superior cómicamente hablando.
Cuando vieran dirigir con superficialidad dogmática y su singular carácter, despreocupado desde el
No todo se vería muy distinto, de otro color, grisáceo como su cabellera y algo amarillo, como su humor. Emergente desde el origen de los tiempos, simplista como dos empleados divergentes. Craig y Eliza, son los que comienzan a tomarse su tarea en serio, desde un punto muerto, más bien apocalíptico.

Bueno, no tanto, porque son ángeles simpáticos, estos de la serie Miracle Workers, con diferente disposición a la empatía, eso ´sí, pero de humores solapados y muy blancos. Gracias a dos actores que provienen del mundo de diversión, en otra esfera testimonial, en divergencia laboral respecto a un humanismo que debería prevalecer en vida. O no...
... Y ¿la privacidad...? Pues, no existe, dentro de un caso romántico para la observación sentimental, la práctica y su estudio caústico en los noticieros.
Los de este mundo... y el otro, el que fue creado con un chasquido de dedos de Mr. Steve Manhatan Buscemi y ojos de pícaro. No de viciosillo, que el horno no está para bollos. Ya que Él está en otras cosas, ahora. De aquí a la Tierra, sus súbditos y sus milagros.


El Todopoderoso Buscemi.

Simples costumbres, soplapolleces rutinarias, trabajos duros de recogida de excrementos callejeros, vicios bajísimos o caprichos anecdóticos... de padre a padre. Él los representa, con un vacío solitario en el alma. Mr. Steve de barba desaliñada y mirada de... esto no va conmigo, tío.

Mientras en las profundidades de su escala de valores, aquellos mandados reunidos en caótico destino, antes idílico en el pensamiento metafísico, deberán lograr solucionar un asunto más terrenal. Siempre en la amplísima y altísima... distancia. Sino, podría significar el fin del engranaje celestial que ha regido desde tiempos de Matusalem, bien prefabricado o azaroso.
¿Vos qué creéis? Plan o no plan, esa es la cuestión.

Aunque los milagros no son fáciles de realizar, a priori. Mirad a Moisés separando las aguas del Mar Rojo con movimiento rápido de mano, la ayuda del Todopoderoso o, la zarza ardiente, que se mantuvo ardiendo sin apenas combustibles fósiles o naturales. O ese otro, de los panes y los peces, multiplicados sin una calculadora de piedra o una impresora 3D.
Sin embargo, con este Buscemi impredecible como sus ideas básicas, y la compañía de sus acólitos sin alas... los golpes del destino, aunque microscópicos o improbables, parecen cosa de niños. Inocentes jugando a crear una serie de catastróficas desdichas, que sobrevinieron de un mal inicio o génesis, que se fue de las... reglas universales.

La misión, como ejemplo de película de ciencia ficción, es salvar el destino de los seres humanos. Vamos lo típico, la pobre Tierra, que está a un credo de hacerse cenizas. Un asunto peliagudo entre gente espiritual, que empatiza con el recuerdo legítimo de cuando meaba con forma corpórea en su cuarto de baño, y se siente conectada a la responsable causa, la realidad o comunión de la humanidad. Eso sí, salpicándose los zapatos. Es decir, algo alienada en este siglo, viendo de lo que tratan los telediarios y la individualidad que genera soledad.
En fin, el destino de los hombres y mujeres terrícolas, juntos o separados, depende de la conciliación de los caracteres y la comprensión de los géneros, que cada vez están peor alineados. Son chorritos divergentes, cada quién con su estado de ánimo. Su timidez alegórica, su desprecio o concepción del ánima.

Esta misión destartalada, además de un reto divino, significa un divertimento sobrehumano casi imposible, debido a la aparente irresponsabilidad del jefe. Quizás, hasta pecaminoso mirando las repercusiones alrededor de sus acciones, los peligros creados y los chistosos comentarios. Si es que Steve Buscemi, consigue que se centren en la cuestiones importantes, esto es, casi ninguna, comprobando como degenera el panorama celeste y laboral.
Mientras en ese espacio idílico, de destinos imposibles y prácticas abandonadas, oficinas paradisíacas se vuelven herméticas y las feromonas suspendidas, quizá porque los ángeles no tienen sexos. A la vez, los departamentos se contradicen, discuten y se vigilan, funcionan como peligrosos mamporreros solemnes, donde existen divisiones de control, que no vigilan. Para nada, estilo parental, sino sobre su humanidad o potencia.
Los diferentes elementos, cambian registros y demandas, manipulan pruebas o simulan datos, falsifican los testimonios, archivan los asuntos imposibles, crean expectativas costosas y las abandonan de repente, condicionan presagios... alteran los rumbos... de uno, o de dos en dos.

Por muchos rezos o creencias consagradas que arriven a buen puerto, o malo (el puerto del otro lado), todo parece quedar sin aliento... o llamando a las puertas del cielo, como diría el otro vigilante de la guitarra y la armónica. Nada es fácil, en estas condiciones estratégicas, de primeros auxilios.
Parece que no hay nadie allí, arriba, comunica o sin cobertura. Sin embargo, un ser celestial y funcionario desilusionado, se confunde con las cajas amontonadas de comida basura, los ruegos ajenos y no pide aumento de sueldo. Mago entre milagros y chistes, cambia la varita de otros tiempos, digamos respuesta a las normas o los mandamientos en tablas, por un computador milagroso. Pleno de imágenes de última generación y cachivaches, como los videojuegos. Bueno, realmente, también de primera generación, ya que los dinosaurios y los monos no contarían creativamente mucho, en esta actual época. Aunque dramatismo, hubo siempre, romanticismo no.

Una pareja de altos vuelos, para bajos instintos. Tiene momentos chispeantes, uno ascendiendo desde los libros juveniles, y el otro consagrándose en esto tan difícil de hacer reír, como mostrase durante su elevada carrera de actor cómico. Pero no siempre fue así, antes de convertirse en este personaje despreocupado y algo vagabundo en aspecto, pero clasista endiosado, sufrió las calles. En el fondo, buscó otras identidades en el cine.
Mr. Buscemi es el hilo conductor, de esta empresa visionaria, dentro de un paraíso no tan atractivo o mágico, como nos pintaban los ancestros en sagradas escrituras, ya que pareciera más, una institución pública de funcionarios aburridos y decadentes. Con sus vías vacías y un trabajo tortuoso, nada creativo, divina monotonía o suplicio descafeinado de interés. Allí, cerca de sus trabajadores, robots sin alma, alejado de sus condiciones profesionales y padeceres individuales, observa desconectado de todo, donde se dirigen nuestros ruegos o simples pecados. Al desagüe de los media.
Los vicios se tratan como una consulta del psicólogo, donde este dios parlanchín, no ejerce, ni se presenta ante el diván. Sólo contempla su visión material, porque no cree... claro, es el mismo Dios.

Exactamente, interesado en los calamares de goma, pero para meterlos en un bocata. Como si al Dr. Manhattan, le hubieran desteñido las meninges y desintegrado el cerebro emocional de nuevo, en otra identidad. Y al final de la cuenta atrás, sus neuronas se hubieran reunido al libre albedrío... de forma jocosa, cachonda o sobre una cadena caótica de acontecimientos universales, gracias a la experiencia de siglos. Tendremos tiempo, aunque se trate de minúsculos fascículos, para comprobarlos y saborearlos, un pis-pas de veintitantos minutos, cada pis y cada pas. Capítulos, que no versículos de gloria.

Un Nota del Apocalipsis.

Esa pizca de inutilidad planeada, podría ser contagiosa, ante su rebaño.
Pero, indudablemente, no sería lo mismo... gracioso. Sin su prestancia sobrevenida de Brooklyn y firme pedaleo en el mundo artístico, sus raíces familiares, su apariencia distintiva y la capacidad para llegar al gran público. Porque el carácter del actor, el nombrado David Chase en The Sopranos y su particular filosofía de vida, frente a su ilegítima verborrea, se ha ido cosechando una merecida fama de calidad profesional. Entre una fabulosa dualidad de la Familia y esa biz cómica, que ha demostrado con rotundidad a lo largo de su extensa existencia en las pantallas, que no para, ni aburre de ella.

Desde sus inicios en el cine independiente, nacido en gracia ociosidad, su presencia magnética se fue aderezando con el humor negro y el trabajo sacrificado, frecuentando una crítica reivindicativa sobre los pobres, monstruos humanos. Tanto empeño en la tarea, que podría haber terminado de color amarillo... https://tv.getyarn.io/yarn-clip/13f422f8-53cb-44ea-9373-77f0c0b6117c
Pongamos que hablo de algunos guiones propios, que fue elaborando entre clubes y humos nocturnos, como su historia musical con el inolvidable Lou Reed, e incluso la dirección en el filme Tree Lounge. Demostrando identidad, esencia dramática y sabiduría de calle, que fue reposando ante la mirada genial de otros, como Jim Jarmusch (Coffe & Cigarettes, Mistery Train), Woody Allen (Historias de N.Y.), James Ivory (Esclavos de N.Y.), Abel Ferrara (El Rey de N.Y, es evidente), los Coen Bro. (Miller´s Crossing, Barton Fink, El Gran Salto, Fargo), Robert Benton (Billy Bathgate), Phillip Kauffman (Sol Naciente), Tom Dicillo, Tim Burton (Big Fish), Gary Fleder (Cosas que hacer en Denver...) y, por supuesto, Mr. Quentin Tarantino.

Es lo que tiene ser una deidad, entre los elegidos... Representa la mezcla visceral de la sangre, la violencia o la comedia, representadas en esta serie que se alimenta de pensamientos ligeros y actuaciones sintéticas, hablando de síntesis espacial. Que atrae recordados papeles como, en las pelis Vibes, Tales from the Darkside, Cabezas Huecas, In the Soup, Living in Oblivion con el majestuoso debut de Peter Dinklage, Escape from L.A., Con Air, Ghost World o siendo voz de Monsters Inc, que demostrarían esa versatilidad cómica,sarcástica y dual.
Ahora, esperamos su presencia divina en Los Muertos no Mueren, de nuevo con Jarmusch, junto a sus compis Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Danny Glover, Caleb Landry Jones e Iggy Pop. Sorteando una especie de muerte celestial, junto a los genios... y sus cerebros.

Si Miracle Workers se tratase, de una nueva serie elaborada por David Fincher, se habría centrado en personajes más oscuros sobre la faz de la Tierra, como si esos cazadores de milagros del otro mundo, estuvieran tentados de comprender las dramáticas acciones de los hombres, o observadas monstruosidades. Pero no, estos son milagros de serie de televisión, con ángel y la ´indivisible` facha de Steve Buscemi... en compromiso celeste. A Dios rogando y con el humor dando.
Más vale muerto, que sencillo, lejos de los psicópatas amorosos y homicidas de nuestra razón humana.
Realmente, o mejor divinamente en serie... ¿es así o esconde un secreto?

Lo sabremos después de unos comerciales, de voz de su joven creador y director, según la sección de previsiones climáticas y ejercicios de cálculo. Alrededor de una parte del mundo, que parece tan lejana, a kilómetros de dádivas en supervisión, mientras sigue leyendo las instrucciones de uso del microondas. Hacia un siguiente nivel del apocalipsis anunciado, las resoluciones con acidez bíblica y la breve comunión desde el Génesis.

Misión: Salvar la Tierra.

En esta emisión de TBS, e-misión de televisión de cable para el otro mundo, se hacen entrevistas, contrataciones odiosas, despidos trifásicos y pruebas de calificación de peones. Así que las cosas no son como parecen, sino que se suceden de manera ilógica. En un acontecer diario, demasiado terrestre, desconcertantemente a veces. Son funciones mínimas, estrafalariamente religiosas... que se conducen o condicionan sobre una pantalla de Gran Hermano, estratégico. Muy crítico con la especie. O gran cámara oculta de asuntos milagrosos, con una voz cantante que va a lo suyo.

Claro, sin dejar esa comedia delirante de lado, que nos va aniquilando en una cuenta atrás, que de eso saben bastante los seres humanos... y los dioses.
Véase a God, alimentándose con comida... basura, desastres y guerras.
En cambio la violencia, se evita en imágenes sangrantes, es decir, aquí mucho más light que una gominola sin azúcar, ni proteínas animales. No, no como animales, pero me inflo a ositos gomosos, tendinosos y muy azucarados... Empalagosos como un beso por fases distróficas, entre mentes cuadriculadas, muy separadas por costumbre o devoción. Si bien, eso es otra romántica historia... La leyenda de la humanidad, sin nombre.

Antes de la cuestión del amor, habrá que presentarnos y buscar una filosofía para la salvación. Donde los episodios acontecen en un suspiro, son ágiles y simples reflexiones del carácter, concisos en lo caótico y divertidos en su esencia. Desenfadados narrativamente, al máximo, en algunos argumentos creativos y diferenciales, otros no tanto. Tan escuetos, que no te da tiempo a digerirlos, viendo como se disfrazan los acontecimientos cíclicos o se aderezan los sucesos divertidos, cuando la tensión argumental se acerca a ese momento culmen. Pero, ligero como las alas de un ángel, ¿verdad Clarence? Qué bello sería vivir...
Rozando este final edulcorado, el que las teles no presagiaron con imágenes... cae sobre el redactor de las noticias. Siempre a través de los renglones torcidos, entre el cuerpo y la sangre, de Él, el actor Steve Buscemi. Un hippie con triangulito sobre la cabeza, que no fuma, ni tiene malos humos, apenas.

Antes de la salvación, como mandan los cánones del humor alocado. Un actor sin complejos o surrealista, que parece improvisar. Que surgió del frío de la guerra y las calientes raíces de una Europa en llamas, a salto de Brooklyn, sepultado en New York. Pensando en caliente y haciendo el humor en frío... el frío de la noche atlántica. Ahora dirige una cadena de montaje de miedos, angustias y dejadez habitual.
Así fue como pasaría a ponerse en la piel abrigada y abigarrada, del león cobarde del Mago de Oz... ¿hay algo más surrealista que un disfraz?
Una deidad, tal vez.

Dios del sarcasmo en clubes de comediantes nocturnos y lo absurdo, siempre con supervisión espiritual, convaleciente o desinteresada... algo pasota a corto plazo, bastante, ante una universal crisis de valores. Al estilo estimulante de un Jeff Bridges y su misión amparada con grácil Nota, de notable ante los malos, que se asemejaría diabólica y posturalmente al simpático SteveB. Tal vez, God de los filibusteros desventurados, a imagen estereotipada, pelo y semejanza.
Bien, un dios que viene a montar el show, con un recién aparecido, como lo hizo junto a grandes directores que reabrieron esa reservada individualidad y una rotunda carrera profesional... hasta el fin de los días... y aquellas noches.
El Nota de Dios, pasa, está a lo propio (que sería lo nuestro), o no. Dirige el cotarro desde su elevado apartamento de diseño para niños, con cierto desdeño como buen creador, sin comprometerse en el destino, ni mover aquel mísero dedo. Para eso está, el otro director, Mr. Simon Rich y la producción de Broadway Video.

Ilógicamente, fracasa en su misión milenaria, olvidando consultar a oráculos subterráneos, a pléyades del viento o las fuerzas de la naturaleza, los misterios del mar o las calles de Atlanta (Georgia) en tormentas impredecibles... para acabar acercándose de tapadillo, a esta especie de vigilante cámara de realidad terrestre. Que no se persigna de signos relevantes, que nos atravesarían y condenarían como especie invasora. También de esos otros factores divinos o milagrosos, más pequeños, pecadillos que dan título a esta temporada de Miracle Workers, en reproducción amable por TNT o Warner TV.
Y que llevarían una eternidad... bajo una capa de polvo. Amontonados sin atención.

Ese polvo crítico de la redención, poco romántico. Muy aburrido en labores de control del destino, perdido bajo la isla de las vanidades y una torre de documentos inviables. Muerto pero animoso como pedo, y gestual, que es el reciente retrato de su pareja de baile espiritual... Mr. Radcliffe.
Próximamente dios prisionero, Daniel de las Guns Akimbo y pertinaz blanco en un agujero oscuro de Pretoria, socavado justo en la Sudáfrica del apartheid. Dos hombres divertidos y un destino espiritual... con otros invitados a la ´party`.

Repercusiones Celestiales.

Entonces nos materializamos, sobre las coordenadas celestes del espacio crítico paralelo del mundo. Sobre sus relaciones personales o laborales, inabarcables como arca de Noé. Junto a un joven novelista y cómico de la palabra, el neoyorkino Simon Rich (de juvenil apariencia un poco harrypottiana) remarcado por ediciones semanales y satíricas de revista New Yorker, para encontrarnos con una fábrica, de sonrisas, de elementos engranados, algo tortuosos y difusos... tal vez... como nosotros. Depende de las circunstancias magnéticas y emocionales de cada grupo, que podamos hallar en acciones y motivaciones interesadas, en confusiones amistosas con el resto de trabajadores angelicales. Siempre combinadas en paralelo, con sus diferentes puntos de vista como actores de comedia y, también, personas de carne y hueso.
Sus personajes, ya son otro cantar... u orar. Geraldine Viswanathan, Jon Bass y el actor de Nueva Delhi, Karan Soni, es un triángulo adyacente al dúo titular, con muestras clarividentes y sombras, junto a dios y ángel condenado en cueva particular... amigos del divino cachondeo, Steve Buscemi y Daniel Radcliffe.

El vacío existencial, la desmotivación y la alienación individual, en el extramundo, se ha ido apoderando del muchacho que venció a un tal Voldemort. Mago de mala muerte, tuvo que tratar con el espíritu de una mujer de negro, creó un cuerpo vivo de la nada aparente con nombre Frankenstein y, se tiró cuescos divertidos, pero sacrílegos o sacrificados, junto a Paul Dano. Daniel Radcliffe ha cambiado, ha visto la luz al final del túnel (o el rayo) en forma de serena aparición, casi intangible, si bien perpetrada de otras formas y colores. También más emprendimiento con piel formal de la actriz Geraldine Viswanathan, en ligera reivindicación del rol femenino.
Esta simpática historia de no presencias y tragedias casuales, amoríos de baja intensidad dramática, está basada en la novela What in God's Name de Simon Rich, a lo largo de siete capítulos con una tendencia comprimida hacia lo apocalíptico, como efecto secundario del humor... y último.

Tal vez, un poquito trágica e irreverente hasta la visualización digital, de una reconciliación emocional que ayude al omnipresente, a congraciarse familiarmente... con el absoluto, padre de Todo. Con Buscemi en plan, maestro de ceremoniales, una pizca de depravación cultural, manipulación histórica, gracia caústica e irregularidades existenciales. Un tratado de la salvación individual, a escala global, a viva voz y cámara espía en mano.
Un todo repleto de imágenes retóricas y acusaciones de fracaso, que rivalizarían en extrañeza con las historietas de una Twilight Zone, con su presentador achuchable como osete solitario... en particular tono de gominola. Previsto desde las alturas, como diagnosticaron aquellos American Gods, saltando de las páginas a las pantallas.

Ahora, señalan con dedos acusadores, sentados alrededor de una mesa, los miembros. Un parapeto emocional de la sangre, frente a sus mentes divergentes. Frente a las ideas innovadoras de antaño, que se vinieron abajo como castillo, o capricho de dioses. Discutiendo sobre circunstancias alternativas, vías muertas y decisiones irrisorias, en claro choque generacional. Falsificaciones paternales de la realidad, por educación desviada o descrédito individual, que se niegan a librar del mal, a esos degenerados terrestres o algún hijo de... embaucador. De perdidos al río... Esto es Jackass, digo Miracle Workers.

Protagonizada por elementos dispares en la comedia, que se abrazan en determinados momentos, olvidando los ocultos juegos de tronos y combaten con sus armas, en el cuerpo a cuerpo (alma a alma) con la narración simple del humor. Pero, con doble sentido que garantiza el entretenimiento, la memoria colectiva y la correspondencia alienada de nuestra sociedad moderna. Factores como la violencia, las variaciones emocionales y otros desencadenantes de la naturaleza, conllevan la personalidad variable de los seres humanos. Como todas esas consecuciones de pequeñas desdichas... las diarias y las, no demasiado frecuentes, azarosas... como una caída emocional, un tropiezo fortuito o el castigo penitente. Rematado por cierto gusto pecaminoso a chuche azucarada, hasta saborear la profecía de un beso.

Amor, sin avances tecnológicos.

El amor no es sólo, lo contrario al odio. En esta ubicación inconcreta e institucionalizada del más allá, parece ser lo que mueve al mundo... o lo salve en el último suspiro. Y posiblemente, de otros universos que se desarrollen independientemente en paralelo...
Mas, ¿y la muerte? Será condescendiente con aquellos elementos vivos y manipulados, que sueñen con ovejas eléctricas o tendrán fecha de caducidad. Gracias a las manos de un fabricante o Ser Superior, sin descendencia directa... ¿soñarán con unicornios o besos?
En aquella serie American Gods, estas improcedentes deidades y sexualidades varias, mezclaban con humanos, barajándose y despedazándose. Para combatir creencias básicas o ancestrales, y crear ídolos incidiendo en sus perspectivas globales, sus necesidades básicas u objetivos a largo plazo. Pero dejándose ver en exceso, en carne y hueso, ¿y alma? Quizás esté contenida en ese ósculo, como un arca perdida.

Como los droides y las supuestas emociones. Están programados o dispuestos intelectualmente, para solucionar o magnificar los problemas creados, para defendernos de nuestra propia estupidez y sus reglas omnipresentes, ¿para amar?.
Hartos como demonios, o no, de la irresponsabilidad humana... aunque mirando al altísimo, ¿no sé? El viejo y el triángulo, es un Nota con mirada cristalina y un cerebro difuso, que siempre parece enfadado externamente. Que produjo este caos reinante sobre la Tierra, pero... ¿lo hizo adrede o fue producto de su distraída personalidad?
Somos creaciones arbitrarias o funciones abigarradas, para el mantenimiento de un sistema de valores o fe... no como otro. Ya que parece darle igual.

Ya que en esta serie de la cadena TBS, los castigos corporales y derramamientos de sangre (inocente o no tanto) son dispensados por pensamientos materialistas, la violencia proviene en gran medida, del aumento del odio y la incomunicación. La soledad es el resultado en los ángulos de cámara y resortes estereotipados de nuestra comunicación socializada. Es decir que, pronósticos o graciosas revelaciones, son meramente testimoniales, catárticas para un funcionariado desalmado y bastante surrealistas, ante the Death, the Love and, los peones automatizados. Por lo tanto, el amor/odio es una consecuencia mecánica, y la muerte un destino, no sabemos si espirituosa.
Somos representaciones icónicas de lo más variado, cómicas o dramáticas, con episodios sanguinolentos, románticos e irreverentes, como muestras de esa encarnación caricaturesca o culpa irredenta, obras del mito de Prometeo. Más preocupado, aparentemente, en limpiar la piscina que en su creación.

Quién sabe si en un futuro próximo, antes o después de un último juicio o caos programado, también nuestros sentimientos se vean interceptados o interferidos, modificados por una lógica incomprensible o truncados por los bytes ante nuestros ojos o cerebros digitales. Mutados por una nueva forma de adaptación fisiológica, menos distorsionada y visceral, o simples fotocopias de nuestros defectos... esto es, observados y perseguidos al cometer algún crimen, tipo Minority Report, o se activarán otros mecanismos ocultos, enterrados en una oficina oscura y apartada de cualquier tipo de registro, pongamos la fe.
Sin embargo para gran mayoría de pecadores, hoy en día, la ilusión real es un programa de televisión. Una serie de fenómenos o cuentos asombrosos, fuera de catálogo, que leímos en cómics y ahora, se desarrollan en directo. Ejemplos de representaciones paralelas en una realidad ambivalente.
La hemoglobina sólo se menciona, como elemento mediático del caos, defecto familiar o consecuencia inevitable de estas catastróficas desdichas, en apariencia casuales. En algunos momentos, confundidos con productos mecanizados o robots.

Según Simon Rich y su novela, somos números funcionariales, residuos chistosos dentro de una serie elevada y no limitada de intangibles. Espacios individuales, donde todos los amores y distintos caminos, confluyen en una vía... muerta. O sentencia de muerte, en manos de graciosillo.
Pero, antes del conocimiento superior, fue la escritura, como forma de Revolution... junto a la comedia. Surgida en pantalla, desde una parcela de la película In&Out a la Historia Secreta de las Mascotas, muy animadas y risueñas, pero dependientes. Picajosa como un pepinillo americano con Seth Rogen, con picante en el horizonte, me refiero a la salsa del guionista y insultantemente joven creador Mr. Rich, claro.
En estos momentos, mirando a su esquemática representación medieval en Miracle Worker: Dark Age, sentimientos frente a las ´viejas` tecnologías, saltando conceptualmente desde esta visión esotérica y avanzada, hasta el regreso a los cimientos oscuros de la vieja Europa... Que no encuentro, por cierto.

Veremos la involución con producción de Lorne Michaels, escritor y comediante salido del Saturday Nigth Live, procedente de NBC canadiense (en Toronto tierra de prehistóricos depredadores), como otros revolucionarios de la tele como Conan O´Brien, Jimmy Fallon, Seth Meyers y sus experiencias gamberras junto a The Coneheads, Mike Meyers, los mismísimos Blues Brothers... etc.
Simpáticos productos generacionales, parecidos a dos desconocidos, dispuestos cíclicamente en distopías espaciales que entrechocan o repelen, como los amantes en órbitas no celestes, muriendo o sobreviviendo, dentro de esta caótica globalización. Una globalización iconoclasta, solitaria o televisada, a imagen y semejanza de un ser que, no olvidemos, nació en Brooklyn. Se alimentó de los ´amores` de Jim Jarmusch, Woody Allen y Abel Ferrara, que falleció atemporalmente en Los Soprano, y resucitó en cruce de caminos con los Coen, entre el Big Lebowski y conversaciones en la cena última con Quentin Tarantino. En busca de un Joker...

Sin duda, la historia de Miracle Workers podía haber dado, mucho más de sí. Con su catálogo infinito de probabilidades y fuentes milagrosas, para la búsqueda de un propósito y la solución de los múltiples problemas existenciales, sociales, personales... amorosos. Los viejos axiones de las leyes o mandamientos, se tambalean, viendo esas reacciones paralelas con los estúpidos humanos, sentenciadas entre noticias mediáticas de chiste, o miedo. Declaraciones de intención ante la cámara, viendo el interés de los implicados en desconocimiento mutuo, el amor autárquico. Y discurso de preservación de una realidad, tan caótica como humana.

Sus pasos creativos e imaginativos, sus impulsos casi mecánicos, en el ámbito rutinario en el trabajo y el enamoramiento heterótrofo, según nuestras obligaciones con compañeros y familiares... por no hablar de los vigilantes en las redes sociales. En todo caso, defensores o invasores espontáneos, desprovistos de privacidad, si es que el Sr. Buscemi en batín, no nos busca otra perspectiva asistencial. Que sería la experiencia... en que todos coincidiremos, tarde o temprano.
Una estrecha relación extracorpórea, entre personas, bastante inhumanas. Si es que existe un paraíso para espíritus, en esta ciudad de vacaciones forzadas. Pero creíais que este paraíso, ¿era menos físico y tendente a lo laboral?
El amor es un chiste. Un robot o replicante, harto de su vida esclava, pensaría... si tuviera inteligencia o propio raciocinio... ¡vaya tela!


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