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miércoles, 18 de diciembre de 2019

The Sinner (Season II)



La serie creada por Derek Simonds, no contaba a priori, con grandes nombres en su producción o la interpretación, marcada por la aparición y el empoderamiento vengativo, más lucido y onírico de Jessica Biel, contra la violencia de carácter masculino y sexual. Salvo que aquel otro rol de protagonista, recaía en las espaldas laceradas de un detective bastante atípico, con la sapiencia deductiva del gran Bill Pullman.
El agente es un individuo intenso de puertas para adentro (es decir, su vida privada y la conciencia), algo proscrito visualmente por sus tendencias lesivas, que durante el trascurso de los años, ha ido reposando como un buen vino. Sin embargo, agriado por sus fatigas emocionales y algunos instantes en la memoria.

Ahora, tras desempapelar aquel tinglado primero y una manada masoquista, sigue siendo indispensable en la recreación televisiva de USA Network y distribuida por Netflix, con este papel de talante seguro en el trabajo y de personalidad envolvente, pero atormentado. En sintonía descriptiva con los hechos, gratificante con las víctimas y cierto paralelismo con los argumentos descritos en la serie The Sinner.
Lugar introspectivo donde abundan los circunloquios visuales y sugerentes golpes, tan contundentes como severos. En ella se relatan hechos transgresores, que te zarandean por su potencia narrativa e intentan noquear al público, técnica y psicológicamente. En el pecado, hallaréis la penitencia... o no, depende de los padres, o hijos.

También la segunda temporada, comienza sacudiendo esos cimientos habituales del crimen, para camuflar en una mente envenenada, los desencadenantes de una decisión gobernada por rituales extraños y un ambiente violento dentro de una especie sectaria y silenciosa. Tan de moda en The Leftovers u otras con extrañas familias, como en los tiempos del hippismo y unos miembros enloquecidos con las drogas. Un ejemplo de condenados a muerte por Érase una Vez en Hollywood, o igualmente, en las tendencias actuales e interesadas, de nuestra sociedad alienada.
Si en aquella primera y recordada temporada, por las terribles consecuencias retratadas, el oficial de policía de New York, compuesto de nombre duro y sugerente a la vez, Harry Ambrose; se mortificaba cayendo genuflexo ante el deseo o el vicio, se levantaba a duras penas ante un caso de abusos genéricos y continuados, sobre la estupenda Miss Biel, también dedicada a labores de producción.
Como un buen policía o silencioso pecador, demostraba sus métodos deductivos y la capacidad para sonsacar información con buena cara... las críticas al oficio y la vida personal, iban por dentro.
Ahora, en esta segunda oportunidad, tan inquietante como aquella apertura soleada, nos trasladamos a tierras de clausura y libertinaje, rotando entre las caravanas lindantes de Carolina del Sur (de penitencia a su ciudad natal, concretamente Mosswood) y sus alrededores, como centros penitenciarios o juzgados, en decadente y forzado viaje hacia un aluvión o catarata de sensaciones encontradas.

Por consiguiente, un nuevo caso que te va envenenado el corazón, poco a poco, como la mala educación representada del adolescente extraviado, para ir envolviéndose en túnicas sagradas del pasado, secretismo y cintas de vídeo. Más hippie, esotérico y perverso en último extremo, con cierto estilo a Helter Skelter. También gracias a la partitura de la compositora Ronit Kirchman (Limetown), nominada a los Globos de Oro del año 2018 y algunas canciones míticas en el zurrón, encabezadas por bandas como Depeche Mode, The Cure, New Order o Queen, bajo presión junto al admirado David Bowie. A disfrutar, o sufrir con sus repercusiones familiares... ¡es casi Navidad!

Otro sabio... true detective.

En esta ocasión Mr. Pullman, deberá contar con un invitado encausado o sacrificado, bastante especial, con la intención de sacarle entre los barrotes familiares, físicos y psicológicos. Caracterizado de forma introspectiva, a la vez que empática, por el joven actor Elisha Hening, nos veremos abocados a un asesinato con bifurcaciones en la carretera y el tiempo.

Frente al siempre efectivo Tracy Letts (protagonista de Los Amantes, ahora atrapado en LeMans 66) posee otros tres proyectos en la cartera, junto a Florence Pugh la estrella de Midsommar, en el filme Little Women de Greta Gerwig y el proyecto de Adrian Lyne, Deep Watet junto a Ben Afleck y Ana de Armas. Más, la atractiva Hannah Gross, recordada como caso aparte en Marjorie Prime de Michael Almereyda, pieza desactiva de The Joker y episodios de aquella gran serie, antología del crimen en serie, titulada Mindhunter. (Próximamente...)
En racha cataléptica, desplegada en cascada sobre el éxito, la veremos próximamente en Disappearance de Clifton Hill, en la eléctrica Tesla también conducida por el director Almereyda, o en una película dirigida e interpretada por Viggo Mortensen, de título Falling.

Pero volviendo a la realidad ficticia, el detective tendrá que lidiar con la contradicción de la edad a sus espaldas y sus calientes sensaciones. En un caso paralizante de personalidades, para demostrar que ciertas aptitudes de libertad, pueden convertirse en una pesadilla existencial, mientras el hocico de experimentado sabueso, se luce para esta investigación indiscriminada, que se divide en lazos cosanguíneos incompletos y saqueos privados, diseccionados tras los pasos de un parricidio, o caza mayor del abuso adulto a primera vista.
El policía se encuentra con ese fruto prohibido, sobre una relación extraviada en el tiempo y el espacio, sin sorprenderse en absoluto... pobre... con todo lo que tiene tras de sí. Tan perdido que parece el eslabón no engrasado de este caso atípico, como aquella batalla sangrante en primera línea de playa que reconocemos o recordamos.

Algo se presiente en el ambiente tormentoso, tendencioso y oscuro, que se va complicando más todavía, debido a la escasa experiencia emocional del acusado y sus poses introvertidas frente a las entrevistas. Algo a destacar, como en la serie antes mencionada en este comentario, junto a las crisis paralelas de identidad, interpretadas por el distanciado y llamativo muchacho, y sus contubernios internos con la realidad, algo surrealista o viciada por otro lado.
El actor de pelo ensortijado, con un solo título cinematográfico llamado Future World y apariciones esporádicas en series, realmente deja su marca, reclamando su pequeño lugar e inteligencia (emocional e interpretativa) dentro del conglomerado masificado o los efectos nocivos de Una Familia... Este grupo reservado que resuena con crímenes horrendos, ´y bastante rocoso` en el fondo inhumano, con que se han producido secuestros de mentes sensibles.

El veneno está servido en el plato del policía, en los márgenes de la libertad aparente, de la mentira o los ruegos, los exorcismos grupales, y la salsa de una incógnita materna. Esto es, con el nombre de Comuna ideológica o mágica, desaparición trágica y decadencia del amor libre. O no, claro, depende de aquellas experiencias lejanas.

La inteligencia o la secta.

Por supuesto, como en la anterior entrega maliciosa, lo más interesante de la trama inteligente que se centra en esa memoria condicionada por elementos psicológicos, la sabiduría del experto investigador, las querencias trastocadas de los personajes y una intriga destripada a cuentagotas.

Con estas mimbres identitarias, con sus atributos característicos y planes indirectos en el horizonte, ya suena la tercera, el público se ha ido abonando a sus pesquisas de carácter sexual. A sus revueltas pensantes, poco tradicionales o alternativas, dentro de la anormalidad actual... que no es poco.
Además cuenta con algunas nominaciones y acreditaciones con apellidos míticos en la producción, como Brad Carpenter (no de John, sino hijo de
Boardwalk Empire con Buscemi omnipresente) y el director Antonio Campos, del que pronto veremos sus trabajos esperados The Devil Alt the Time y The Firts Omen.
Igualmente contamos con dirección de Gates Tucker o John David Coles (normalizados trabajadores en series de la cartelera televisiva), con la actriz y directora con raíces jordanas, Cherien Dabis y la siempre interesante mirada de Brad Anderson. Un director que puede otorgar este aire tan tétrico, asfixiante y transgresor de ideas metafísicas o existenciales. Por consiguiente de mentalidades algo confusas, que ya emprendiera en películas espesas como Session 9, la contundencia de El Maquinista o Transsiberian. Con su mente puesta en numerosos proyectos, como el misterio de un Fracturado con Sam Worthington.

Mientras en el guión o los recuerdos telegrafiados de la serie, los capítulos están para ir descifrando su realidad, causar la tensión máxima y reflexiva, a través de la sucesión de pesquisas, interrogatorios intravenosos por parte del agente y las imágenes incendiarias de protagonistas y adyacentes consecuencias. La cuestión en la balanza, entre la pareja racial Natalie Paul (Mr. Mercedes, The Blacklist) con la anteriormente mencionada Ms. Gross, o el actor Jay. O. Sanders.
El sabueso, tan inmaduro emocional, como experto en artes amatorias u otras, tendrá que realizar una desactivación de las leyes y perseguir las pesadillas que esconden, las de todos, mezclarse con terroristas de la personalidad, para abrir las heridas del derecho judicial.

Entre memorias perdidas en viajes recreativos y luctuosos, llamaradas personales e incertidumbre emocional, nos encontramos con una nueva fusión de pareceres, o más bien padeceres, debiendo encerrarse junto a un antiguo mal, hasta engañar su propia perspectiva del tiempo y, por tanto, enderezar la consecución del caso resbaladizo, entre manos.
Conocido como, el pecador (no de la pradera..., ejem), es redentor de estereotipos difusos, donde el personaje interpretado por un racional y fantástico, Mr. Pullman, se presenta afín con el dolor de las víctimas más indefensas o alteradas por reveses extraordinarios.
El crimen como significativo elemento vengativo, que el ser humano común, le devuelve en continua comparación con él mismo.

Resolutivo frente a los marginados, aplicado en su trabajo de calle u oficina, desatascador de varias trabas institucionales, involucrado con su perseverancia crítica, de profesión tan desprestigiada a veces, como orgullo de policía. Es un personaje carismático, normalizado y pleno de empatía con el dolor ajeno, que de forma inverosímil, no busca beneficio, sino redención... Y por descontado, demasiado alienado dentro de este universo opresivo, como casi todos... sentimos.

La Tercera Vía...

Es esa experiencia. Mr. Pullman, nacido en el corazón navideño de New York y reeducado en Universidad de Massachussets (New England), ha pasado por etapa de representaciones teatrales en la juventud, hasta comenzar tardíamente en el cine y televisión, a la divina o anacoreta edad de 33 años.

En últimos tiempos, se había empequeñecido aparentemente en pantalla, como atribulado en una habitación algo oscura de la crítica, desafiando a la tele tras aparecer en títulos algo ´frikis` de éxito, a lo largo de su carrera.
Acusado en Episodios simpáticos, como Spaceballs o la difusa Casper, la versión norteamericana de Ju-On: The Grudge (aún más borrosa) y alguna que otra transfusión de fluidos más severa, dentro de la serie de Scary Movies. Algo que podía haberle mandado a la lona, definitivamente. Aunque resiste igualmente, a las dos partes incoherentes de Independence Day, maltrató sin piedad en condena temporal, por su épica todopoderosa, odiada por estos lares u otros... cosas de barras y estrellas.

Por contra, recordamos también aciertos básicos o complejos, en divergente sociedad con el Séptimo llamado Arte, como las recordadas experiencias animales, con La Serpiente y el Arco Íris o unas Mandíbulas. La conectividad sexual con la Última Seducción y la libérrima Linda Fiorentino, Lost Highway de David Lynch, o últimas apariciones en The Ballad of Lefty Brown junto a Peter Fonda, la comedia Battle of the Sexes con Emma Stone y Steve Carell y el biopic político Vice.
Así que posee poso, experiencia suficiente para salir a flote de cualquier situación complicada, de cualquier perversidad, con poderío para enfrentar una regresión interpretativa del interior o complejo de nueva hornada. Algo que le viene muy bien, con vista a encarar una nueva temporada de The Sinner, en la localidad de Dorchester, se comenta junto a Chris Messina (Sharp Objects) y Matt Bomer.
Y reclamar un puesto más esencial en esta actual etapa, de creciente producción televisiva y misterios criminales. Quizás por eso, lo veremos comprometido en el filme Dark Waters de Todd Haynes o en The Coldest Game, absorbido por una dura partida de espionaje ajedrecístico.

El detective Ambrose, está relacionado personalmente con los vericuetos criminales, que alterna con prestigio personal y sacrificio ahogado en el humo, produciéndole efectos secundarios dentro de estas investigaciones enrevesadas. Ahora, debiendo encerrarse de nuevo en el pretérito y ver lo que se esconde tras el incendio, respirar en una habitación hermética con una rendija a la sociedad que hemos ido creando, hermetizando en el odio. Erigido sobre un altar de misticismo y mentiras, para salir airoso... si puede ser... salvando al tip@ común, a la pieza más debilitada dentro del pentagrama musical del diablo. ¿Recuerdas a Mason, a Wacco?
Por tanto, podríamos decir que, por la cerradura de este cuarto brumoso, nos encontramos con un individuo cabal, que no se desnuda fácilmente ante esta troupe, demostrando que más vale ser humano e individual caballero, que un luchador efímero en un mundo de apariencias.
Es decir, un verdadero inspector de conciencias, que no se basa en primeras circunstancias, para ir profundizando y sopesando la balanza de lo justo, negacionista de la apariencia, erigido como malabarista de la contradicción.

De aquí, el atractivo de la serie The Sinner, evidentemente. Pues navega por dos estados psicológicos, uno frío y profesional, más otro alterado o confuso interiormente, porque posee cierto paralelismo con vida sentimental o pesadilla personal.
Bastante crítica en ocasiones, poniendo al límite sus estados pasionales o esas actividades sociales que disecciona, que nos tocarían directamente como una perversión sexual. Esos actos, significativamente disfuncionales en la intimidad, que provocan al personal y pueden sucederle a cualquier extraviado de la vida... Si bien sólo, de nuevo, se verán condicionados por el recuerdo de la madre y su decisión relegada... otra herida no cicatrizada del pasado.

Horizonte a un nuevo Pecado.

Pero, en esta distopía criminal, envenenada y algo catártica, además de travestida con túnicas de modernidad más que peligrosa, hallamos una extraña sensación granítica, que resuena en banda sonora, a ecos bajo el éxito de un Álbum Blanco del Rock.
Por supuesto, otra vez de moda, después de la película de Quentin Tarantino y su visión cosmológica o paradigmática de la ficción más negra de Hollywood y sus hijos. Por lo que los capítulos se van desvirtuando conceptualmente en el ocaso del recuerdo, sensorial o estratégicamente, en busca de la involución social actual o el retrato más acorde a nuestros tiempos. Cierta y severa, disfunción familiar...

Basta convertirse en una catarata de ideologías confusas, revolucionarias, entre lazos sanguíneos en busca de una planta tóxica o retoño... cualquiera tendría un hij@ ahora. Este es un apunte para despistar al personal un poco... Época de saltos generacionales a ningún lado y nulas futuras pensiones, al lado de un actor en estado de gracia, que nunca defrauda Mr. Pullman frente a su alter-ego femenino, que he silenciado hasta este momento.
Disfrazada de paradigmática presencia materna, gracias a Carrie Coon (sufrida distópica como en The Leftovers o Fargo), con sus características discrepancias policiales, hasta que la personalidad del agente consigue la definición sincera. De voces silenciadas a voluntad, por el miedo a la manada y sus adulteradas prácticas o la violencia estructurada de una especie de taumaturgo o entidad mesiánica. Vamos un engaño, con esas falsas teorías apocalípticas tan típicas. Que, aquí, se difuminan al final, y parecen despeñarse bajo un halo bastante pétreo o... quizás de total abstracción hacia otra magnitud metafísica. No lo entendí muy bien, ¡la verdad!

La serie The Sinner se basa en las novelas de la escritora germana Petra Hammesfahr y golpean como un martillo pilón, contundentemente las conciencias desprevenidas sobre un ambiente de estilo negro o suspense policíaco. Con sus imágenes impactantes o sugestivas, su capacidad para remover las conciencias. Dando pequeños toques de efecto, sobre esa fuerza grupal que nos puede condenar a la pérdida, individual o multitudinaria, conformada por fuerzas atípicas o voraces, depredadores con altas perspectivas de hacernos recaer en algún desajuste racional. O en evidente sociopatía.
Un ejemplo perturbador que pudiera convertir a un joven en monstruo, a un hijo en ejemplo perverso de la humanidad, en una mujer o futura madre sin descendencia, heroína del ayer o vengadora del mañana. Contra hordas presentes, las manadas de ayer o aquellas mentes preclaras, que se beneficiarían materialmente de la espiritualidad... Y la debilidad de los buenos sentimientos. Tal vez, al próximo ¿Bill Pullman vs Matt Bomer? Eh!

A mi parecer, creo que la primera temporada fue más directa a la yugular y de movimientos más concretos en cualquier forma de lucha de género contra la violencia machista. En cambio esta segunda, pareciendo más arriesgada y pudiendo haber profundizado en el entramado familiar o las sectas dirigidas por visionarios, al final que un poco difusa. Esperemos a la tercera mirada del detective introspectivo, a ver por dónde nos sorprende el creador y guionista Simonds, y por supuesto, su inteligente protagonista.

En fin, esto es The Sinner. Un veneno indefinido en cada entrega, que hoy invade la sangre de una mujer vacía, entre las venas de un hombre, hijo o policía. Una contradicción familiar con el sexo, que nos revisita periódicamente... Un elemento abstracto que se aparece, como la piedra filosófica de 2001, siempre con los monos batallando por la libertad. Que, en cambio, siempre necesitarían de alguna serie de reglamentos, ante la violencia desmedida o la prisión de cierto tipo de libertinaje... En definitiva, The Sinner es, en completa e inteligente medida, Mr. Bill Pullman.

The Sinner Soundtrack: Big Black Delta - Huggin & A Kissin


Tráiler The Coldest Game, de Lukasz Kosmicki.


Cinemomio: Thank you

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