En la historia del Séptimo Arte, abundan esas familias dedicadas en gran parte a la ficción filmada, que han evolucionado en distintos planos temporales y crecido junto a algunos de nosotros, los cinéfilos. Tenemos algunos casos señalados con diferentes miembros famosos, concentrados especialmente en la interpretación o con ciertas labores en otros campos, tal que el desarrollo de guiones, producción o la dirección inclusive; estas familias como los Barrymore, Carradine, Baldwin, Phoenix, etcétera... Pero, sin hablamos de una determinada concentración sobre el estado de Illinois (más definido, en la localidad de Evanston), nos hallamos con sangre irlandesa corriendo por sus venas y esta pasión por el oficio de actor, dónde nacerían varios actores, Ann, Bill, Susie, y sobre todo, con más repercusión internacional o fama, los mayores representados por Joan y John Cusack. Todo un plantel de artistas con importantes papeles y personajes cinematográficos.
El joven John sería otro pequeño prodigio, que seguiría los pasos familiares desde bien niño, acudiendo a sus primeras clases de teatro o prestando su voz en distintos comerciales. Hasta intervenir a la edad de 16 años en su primer largometraje con el título de Class. Además, su carrera incipiente le llevaría a interesarse por el trabajo de guionista y prestaciones ocasionales como fundador también de un grupo propio de teatro, igualmente dedicado a labores de producción, tanto dentro de las tablas como en la pantalla de cine.
De nuestro recuerdo, el enfoque personal impregnando la escena con su dicción, siempre vendría dado por cierta madurez intelectual y toque de distinción, incluso en trabajos de sus comienzos o historias sobre la juventud. Especialmente, tendríamos presente, las pequeñas intervenciones en algunas películas corales con esa ambientación juvenil ochentera, como Un Gran Amor de Cameron Crowe, Class, 16 Velas de John Hughes, Persecución muy muy Caliente junto a un joven Ben Stiller, Creadores de Sombras de Roland Joffé, Juegos de Amor en la Universidad o la maravillosa Stand By Me de Bob Reiner en 1986.
Luego, llegaría su gran aportación al thriller y el interés por ese lado oscuro de los negocios, de la mano de una producción de Martin Scorsese y con dirección de Stephen Frears, llamada The Grifters o Los Timadores, una joya que significaría un determinante punto de inflexión en su incipiente carrera y un salto cualitativo hacia otros papeles, que posteriormente con True Colors, le abrirían la puertas del éxito y el acceso a producciones mayores o grandes recaudaciones en taquilla. Si bien, John asegura que "la Fama es lo peor que le puede ocurrir a un actor".
Los noventa se convertirían en un camino prolífico, quizá su etapa más brillante de intervenciones sonadas, a través directores importantes y sus títulos más recordados. Desde un cameo en la multitudinaria Ciudadano Bob Roberts, a la que seguirían Money for Nothing o Map of the Human Heart, o principalmente una interesante aportación en rodajes de carácter independiente o el mal expresado, cine de autor. Encabezando filmes inolvidables para varias generaciones, desde Sombras y Niebla o su divertido personaje en Balas sobre Broadway de 1994 con Woody Allen, El Balneario de Battle Creek de un Alan Parker al cual añoramos, City Hall dirigida por Harold Baker junto al bestial y omnipresente Al Pacino, Un Asesino Algo Especial, Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal de un siempre comprometido Clint Eastwood, un viaje desde el Corazón de Paul Quinn, la maravilla visual y conceptual de Terrence Malick en La Delgada Línea Roja, su divertido y cruel enfrentamiento Fuera de Control de Mike Newell, el enloquecido mundo teatral de Tim Robbins con Abajo el Telón, la increíble Being John Malkovich con el surrealismo de Spike Jonze, y esa excelente mirada nostálgica al vinilo de High Fidelity, estrenada en 2000 antes de que la concepción digital recayera sobre la industria de la música actual con un cambio de milenio.
Muchas maravillas del actor, hoy incomprendido por el gran público, aunque con una leyenda inconclusa.
John Cusack y su coqueteo terrorífico.
Después de esa exhibición interpretativa, persigue el éxito con grandes superproducciones y profusión de escenas de acción, empezando por Con Air y algunas actuaciones más dirigidas hacia el crimen y los sustos, con historias de asesinos-violadores, degenerados varios y entradas traseras por el género del terror.
En este punto me detengo, para comenzar a comentar dos intervenciones de John Cusack (una postrera y otra olvidada) macerando el miedo en los ojos del espectador, con personajes atrapados por la soledad más tenebrosa o el desequilibrio mental, que proporcionan diferentes concepciones de la existencia humana. Dos cintas de terror (entre la curiosa Maps to the Stars de David Cronenberg) de distinto pelaje e incongruente producción, esto es, sin excesivos medios a su alcance. Con The Frozen Ground y la memoria cargada de asesinos de género como los clásicos estranguladores y descuartizadores de la criminología mundial, y esos abyectos o perversos como Ed Gein o el asesino del Zodiaco. Un filme con semejanzas a Maniac, de otro aparentemente manso como Elijah Wood, killers australianos de Snowtown, etc...; por otro lado, la reciente idealización de un peligro coral y basada en una novela y los consejos personales de Stephen King, titulada Cell. De una habitual metafísica narrativa o conceptual, aunque algo cutre visualmente, eso sí.
Son dos vías evolucionando por distintos caminos ensangrentados o posturas contrapuestas, la del asesino en serie con mente perturbada y el forzoso sanador ante el mal global, que sofoca como puede el virus de nuestras conexiones diarias, transformándose en un héroe inconsciente de esta humanidad, de pasos deshumanizados.
Esta es la delgada línea roja para un actor (entrado recientemente en la cincuentena) que ha preferido un género querido por muchos aficionados al cine y decide surcar páginas cruentas de referentes literarios para evolucionar. Esperemos crezcan los trabajos, con esta década posterior al OO y una significativa inclinación por el lado oscuro. Donde coexisten títulos dispares como las entretenidas Identidad y La Cosecha de Hielo, la voz animada de Igor, The Contract o Gran Piano fríamente malogradas, o las errantes 1408 y El Enigma del Cuervo.
Tras sentir la llamada del suspense en todas sus formas, su figura se ha visto transportada por una oscuridad aplastante y creciente, de fiel servidor del mal a las órdenes de directores que promovían el extremo oscuro, es decir, la tensión básica de unos comportamientos inherentes, para conseguir hacerse un pequeño hueco en el suspense o el cine fantástico. Recordemos también El Jurado, Negocios de Guerra, 2012, o la locura de Jacuzzi al Pasado, además de su seriedad dramática con El Mayordomo, Maps to the Stars o Love & Mercy o The Paperboy.
Así, los aficionados suelen pasarlo ´bien` con desviaciones sucias u obsesiones del ser humano, en el interior de sociedades que frecuentan las tinieblas interiores de sus monstruos más violentos, y erigirse en actor habitual del género que, generalmente, nos cae bien o hace reflexionar sobre otras cuestiones fantásticas, más propias del surrealismo que del efectismo.
Aunque, algo ha cambiado, regresando al comentario que me ocupa... estas dos películas tienen aciertos narrativos y variantes más psicopáticas en sus personajes, que se desvían de la idea que poseía el seguidor de Mr. Cusack en el suspense o la comedia. También alguna sangrante decepción escénica, representada por la pésima integración de los efectos digitales o cortes sincopados en un montaje vagamente televisivo, si bien resultan interesantes de la mano de dos directores noveles.
Poco habituados a actividades paranormales o cierta debilidad por la mentalidad apocalíptica, sin embargo, ambas propuestas son heterogéneas dentro del género y sobre nuestra existencia moderna, mediante sugestiones o acciones dramáticas sobre la soledad creciente, ante una masa informe que deriva en enfermedad mental y contagiosa, o esa necesidad de conectar con los demás, que lleva al peligroso exhibicionismo de nuestra realidad cotidiana.
Pocas oportunidades, hemos tenido de comprobar la parte innata de un serial killer dentro del cuerpo elegante y flemático de John Cusack, con esa apariencia infantil que le desvía de una amenaza terrible hacia la cita sexual placentera. Pero, cómo se suele decir o demuestra la realidad, aquellos que parecen insignificantes o pasan desapercibidos para sus vecinos, son lobos que emergen de las tinieblas con una doble personalidad que pretende atacar la debilidad.
En esta película de 2013, somos los monstruos de una sociedad tan individualista o pragmática, que esconde bajo su aspecto inocente y placentero, al depredador con alta capacidad para causar dolor y devastación a su alrededor, oculto, vicioso, silencioso. Con el director Scott Walker, el enfrentamiento diabólico es verídico, comienza dentro de la mente de un psicópata real y estalla en una habitación con un impulso escalofriante ante nuestros ojos, como aquel elemento interpretado por Elijah Wood en la versión actualizada de Maniac, como aviso de nuestro universo cambiante y sus crueles recovecos mentales.
Ambos personajes, el de John y Elijah, serían los hermanos gemelos que acompañasen los pasos de Hannibal y su estudiado procesamiento de datos, aunque sin la inteligencia gastronómica ni la flema del personaje creado por Thomas Harris, disfrutando con superioridad intelectual del sufrimiento ajeno o la dominación efectiva sobre su víctima, de mente y cuerpo.
Dolor, sí, algo que mantiene al espectador brincando en sus butacas, pues sugestionan la real emisión de imágenes en noticias a diario, perpetuando un atroz comportamiento de la humanidad y esa salvaje fuerza interior, de fieras encerradas en una entidad insignificante o patéticamente neutra. Mediante ese atractivo aciago que involucra y puede evocar la simpatía en sus víctimas, o cualquiera de los espectadores, para acercarse al filo desafiante y magnético de sus enrojecidos ojos.
Tras Cusack, la visualización de un Nicolas Cage en proceso de desintegración metafísica (que tendrán otro proyecto conjunto y criminal en la cinta Southern Fury), más las siempre atractivas e interesantes actrices, Vanessa Hudgens (Cucker Punch, Spring Breakers) y una preferencia personal del terror como Radha Mitchell (Silent Hill, The Crazies), en la actualidad algo más desvirtualizada o menos activa. Caza al Asesino es un interesante aunque desagradable filme... como todos los de este tipo de personajes verídicos y perversos.
También, Mr. Cusack demuestra fuerza de voluntad para sobreponerse a cualquier situación imprevista, o la marginalidad de un trabajo poco publicitado, ya que hace frente a una estructura visual que se resiente por escasez de medios o un presupuesto recortado, hablando de Cell. Incluso, apareciendo como estrella en una producción donde, existe cierto ninguneo a la imaginación conceptual o se margina la creatividad, por un resultado más dinámico y efectista en algunas escenas de acción, pero con alguna emisión bien cargada de simbolismo zombificado o involución existencial.
Se trata de una pequeña producción o pesadilla electrónica, basada en la obra número 33 del escritor Stephen King, con reminiscencias de un apocalipsis caníbal o zombies mediáticos, con sus propias reglas o condicionamientos propiciados por esta tecnología globalizada, que nos atrapa con su adición descontrolada y exhibicionista.
En cualquier espacio que recorremos, desde el comienzo de las hostilidades, descubrimos que no estamos a salvo, porque todos caemos en una corriente de información extendida hasta el infinito, pudiendo ser dramática y violenta, o castigando el futuro intelectual de la sociedad y la comunicación entre semejantes. Se crea la masa informe de lenguas, opiniones, voces de seres sin personalidad y dispuestos a devorar todo a su paso; en contraposición al avance, intentando sobrevivir al caos aceptado. O distanciándose, aquellos como el papel de Cusack, que se desconecten a tiempo e informen al resto de las posibles consecuencias a la incorporación contagiosa, a dicha respuesta... algo inconsistente que proviene de un origen tan desconocido como caprichoso. Una llamada hueca para nuestros cerebros conectados.
El director Tod Williams (Una Mujer Difícil, Paranormal Activity 2) se comporta algo indeciso, tras un caótico montaje, como un simple mecanismo o aviso de peligro, insustancial con los interlocutores y los medios. Un resorte mecánico en forma de trampa colectiva, o una llamada entrante que no responde a las expectativas, ni se ajusta a los resquicios idílicos de la ciencia ficción y su base conceptual, en favor del efectismo más agrio o el gore resabiado que impregna un desastre mundial o mediático.
Aunque sus fronteras globalizadas quedan limitadas a un receptáculo excepcional y acompañamientos estratégicos como el inolvidable Stacy Keach de American History X o Sin City (en la memoria queda su Mike Hammer televisivo), la joven actriz Isabelle Fuhrman (La Huérfana, Los Juegos del Hambre) y el siempre carismático Samuel L. Jackson; cuyo resultado final se presenta diminuto ante el alcance propuesto de nuestra existencia y la relevancia pretendida con la comunicación. Todo circula en favor de las conversaciones nerviosas e imágenes digitalizadas, tal que una guerra ZZ contra humanos resistentes en una multitudinaria ruleta rusa... puede que, con sentido contrario a la marcha de los demás.
Un abrir de ojos, y oídos en el aeropuerto de Boston, directo a la locura masiva (como tantas veces Mr. King narra en su obra) encerrado en su dominio informático o guiado por este zumbido magnético que inunda su mundo irracional de parcelas enfermas o brotes psicóticos, en círculos como un Expreso de Medianoche. O Una Noche de los Muertos Vivientes, a toda ´hostia`.
Pero, abandonando la incapacidad por trascender de aquellas obras maestras y dejando el recuerdo gratamente cinematográfico aparte, esta Cell se muestra incapaz de manejar todas las mentes y sus posibles consecuencias de aspecto ´cronenbergiano` (perdón por la palabrota ;) ante un contagio. Tras un ataque indefinido o choque de ondas en nuestras manos desprotegidas ante la inoculación tóxica, pasa a tierras algo movedizas, presentando la acción de manera atropellada y cierto descontrol en el aspecto visual. Algo, en cambio, ya demasiado habitual en otras adaptaciones sobre King llevadas al cine (salvo honrosas excepciones, sobre todo, las ochenteras) o poco apropiado para un reparto con garantías de éxito, como este. Cell, por tanto, podría haber ofrecido una propuesta más arriesgada o menos sensacionalista en el aspecto metafórico y global de nuestra civilización moderna.
Aún, con desajustes visuales o interpretaciones extremas (acordes a su otra imagen), John Cusack sigue siendo un referente, para lo bueno o malo, por su calidad interpretativa y dentro de cualquier género cinematográfico, incluido el horror más recalcitrante. Esperemos que siga creciendo en otros papeles o aspectos cinematográficos. Si bien, le veremos en próximos trabajos algo descafeinados, sus expresiones artísticas, pueden evolucionar... aunque asesine o fallezca, visualmente hablando en la pantalla o por los críticos, ¡viva el oscuro Mr. John Cusack por muchos años!
Tráiler Chi-Raq, de Spike Lee.
The Velvet Underground - Oh! Sweet Nuthin' [VINYL] High Fidelity Soundtrack 12" [RSD Orange]