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domingo, 24 de febrero de 2019

American Gods.



¿Existen los ínclitos dioses o demiurgos?
Sería la pregunta que se plantea la metafísica, que más ríos de tinta u otros materiales usados para plasmar las ambigüedades que suscita hoy, y en el pretérito imperfecto de los humanos. Con ellos, se intenta dar una explicación a aquellas cuestiones polémicas o improbables, que las necesidades humanas no alcanzan categóricamente, con sus propios medios científicos o conocimientos culturales. Por ello, los ídolos sin oro en las ubres, han ido variando su perspectiva histórica y concepción social, adaptándose a los nuevos tiempos de sequías y guerras, según el saber se ha introducido en los secretos del universo o las miserias del planeta. Pero, existe una aseveración incuestionable para los creyentes e irreflexiva, es que la fe... mueve montañas. Y alguna que otra cosa, más...

A partir de ahí, el vacío de la probabilidad. Cualquier otra explicación sería insuficiente o dudosa, pues las sociedades edificadas bajo esa creencia, sin respuesta, reproducen los sueños que se produjeron hace miles de años y cambiarían para siempre, la imagen retórica de las civilizaciones con sus augurios históricos y pruebas de fidelidad. Por tanto, con la abstracción visual, las imágenes serían una especie de productos mercadotécnicos de las religiones, los maestros de ceremonias de nuestras creencias personales que, cuando las cosas se tuercen o no poseen un desarrollo lógico, se convierten en dogmas.
Como un cuento narrado o una creación artística, son producto de la imaginación y... la gloria.

También, se pueden ver en las culturas antiguas como seres antediluvianos, que precederían a la global incógnita y que su mera negación, influye en la violencia implícita de los hombres. Gigantes dirigiéndose en ambos sentidos (mortal/inmortal) con su propia evolución marcada por los enfrentamientos más sangrientos y crueldades varias. Nuestro pasado, sin registros ni evidencias físicas (por el momento), debido a esa influencia belicosa que sufrieron seguidores y víctimas; de esta manera, en latitudes variadas de la Tierra, los dioses forman parte de su estructura social y participan en sus raíces culturales, desde el Olimpo griego o romano, hasta las naciones que construyen su ideología y su diversidad de creencias.
Es evidente para muchos, desgraciadamente, que continúan situados sobre sus altares subvencionados, mientras se ríen de sus componendas morales y otras aptitudes mortales, confabulando desde el equívoco interpretativo o la trascendencia de esa sangre derramada en el pasado.

Los Dioses Americanos, se arraigan a la tierra, las cosechas y los amores, transformado el panorama según las culturas se fueron solapando y construyendo el nuevo territorio diferencial. Las realidades paganas, frente a otras cuestiones filosóficas, que hurgan en las interioridades de la capacidad humana o, se manifiestan con sus propias contradicciones... Algunos historiadores y creadores del arte milenario, pueden apreciarlo y evaluarlo con la perspectiva visual del tiempo y la imaginación indeleble. Viajando dentro de una especie de guerra decimonónica que se repite secuencialmente, entre los mismos depredadores a diferente escala, o los defensores de lo inexplicable, razonable a ciencia cierta, y que resucita los viejos fantasmas inquisitoriales o extremistas.
Por lo tanto, la estructura de la obra American Gods reproduce esas alternativas filosóficas y culturales, que configuran una mínima superficie. La probable batalla, entre figuras divergentes que confeccionan una fe dividida y los movimientos complicados de sus creyentes alterados, por culpa de costumbres adquiridas, exhortaciones, máximas y acciones derivadas de la duda, ese odio o el miedo.
Así estamos, contemplando las imágenes del pasado, de esta manera trágica y visualmente atractiva, que puede parecer confusa, porque cada visión se plantea desde nuestra perspectiva mortal. Con el telón de fondo de un campo de batalla sacrílego y poco pensante, cuya espada de Damocles pende sobre nuestros defectos e inseguridades. Un arma oxidada, afilada por la mortalidad y las promesas idealizadas, soportada por los ruegos, o ecos que derivan en la composición de posicionamientos actuales. Estos dioses del cuentista Mr. Gaiman, se parecen bastante a nosotros, realmente, somos ellos... con algo de imaginación, por supuesto.

Quizá un virtuoso del cómic, como Gaiman, reflexione profundamente y nos explique en próximas descripciones, cual es el objetivo de esta pantalla luminosa, global y muchas veces, desquiciada. Tal vez, lo sueñe como aquellos predecesores angustiados por las calamidades, o lo imagine bajo una obscuridad ostentosa, que magnifique las siguientes guerras por declararse. Los reajustes adaptados a nuevas alternativas o tecnologías, serán descritos con mandamientos robotizados... Sería necesario una idea práctica o estado del ser, que coincida en el recuerdo e no sobrepase los límites de sus archiconocidas fronteras, que significaría la crítica o la expulsión del paraíso televisivo. No sé... sería cuestión de ponerse a imaginar.
El caso que nos ocupa, contextualiza la construcción de los valores, elevados sobre esos altares o decepciones contemporáneas, plagadas de dudas históricas. Acontecimientos que conformaron un territorio de amplios espacios salvajes y saltos no tan balsámicos, y que sirvieron como escenario sanguinario para las siguientes generaciones, futuras obras o modelo para los artistas de diferentes épocas. Bien fueran cuentos mitológicos o pensamientos elevados de la imaginación, para producciones que juegan con esas teorías alucinógenas o temerosas, junto a personajes todopoderosos. Quizás, los superhéroes que muchos añoran... Pregúntenselo al atlante Aquaman y el kryptoniano Superman.

Por consiguiente, volveríamos al inicio del todo, a la explosión universal o Big Bang, y preguntaríamos si ¿son simples historias o cuentos de dioses? No lo sabremos, sin ayuda...
La mitología prescinde de estas hipótesis, de la inconcreción y la inseguridad, en correspondencia con nuestra propia, variable o desorientada definición. Si existieron los gigantes y reyes, inmisericordes ante los vicios humanos y aptitudes sacrílegas, o fue una ensoñación textual. Una señal de la ´calma` que precedió a sus tormentosas y privadas relaciones, pues la verdad es que nos parecemos demasiado. Más de lo que ellos quisieran o desearan.
La memoria prosigue en las creencias contemporáneas, necesidades irrefutables de autoridad supremas, formando parte de los registros cruentos y decididos a permanecer vivos y coleando por un largo periodo, al menos en la tele. Conviven junto a plagiadores multitudinarios, que se abalanzan desde las pantallas colectiva, como sombras o ídolos caídos. Que precisamente hoy, rememoran aquellas etapas oscuras del ayer, con vías sangrientas abiertas al presente, plasmadas frente a otras ideas más mundanas y peligrosas. Cuando algunos se murieron y seguimos haciéndolo por ellos...

Es otra verdad, al igual que el miedo fue esculpido sobre paredes sagradas y frontispicios sagrados, luego sacrílegas representaciones, cinceladas con llagas, sudor y hambre, sajando las venas de los diferentes pueblos y sus ideales universales.
La convivencia es un panteón de rostros, constituye un escaparate asfixiante de texturas o puntos de vista, que mantienen un esfera adicta a la mitología, a esos rasgos que nos faltan o sobran, que complementan su imagen, hasta convertirse en una idealización de la nuestra, de nuestros rasgos culturales. También de los defectos que nos atacan a diario o acosan en dicha obscuridad individual, mientras en un rincón, nos afligimos, lloramos y rogamos por un camino mejor en la vida. Y Neil Gaiman, lo ve con una actitud crítica, semejante a un circo que puede no ser suficiente, para algunos espectadores de la serie. Veamos...

Somos víctimas o monstruos, coincidiendo en la historia, condicionados por todo lo aprendido o sufrido, bajo la sugestión de un manto de estrellas que nos hace, cada vez, más pequeños. Una mínima alternativa filosófica entre multitudes pasadas, que sueña con un Bruce Willis en Glass, o la recalcitrante perspectiva del presente, global. Pero más solitario, a la vez.
En el tablero ideal de los dioses, somos peones que se visten con colores y formas, discuten o se rinden a lo absoluto, escapan al fracaso, pelean de nuevo, resisten, reverencian a otro y ruegan su atención, plegados a las condiciones de la sociedad, desafían, se esconden o mueren en la contradicción. Hasta que la fantasía, se reinicia con una simple firma de su mano todopoderosa, esto es, la resurrección de la misma historia. Amigos y dioses todos... O sus divinas presencias.

En el besamanos televisivo del sacrificio, se reproducen las mismas imágenes en diferentes latitudes, proclamando los mismos problemas en batallas parecidas, alaridos rendidos a esta devoción, que los convierte en estrellas, incombustibles. Bajo el movimiento espiral, envolvente y catártico del universo, más conocido hoy, y nos transforma en plebeyos, básicos. En piezas perdidas de un puzzle complejo, a veces semejante a monedas de cambio, con la efigie que se talló en los mismos monumentos de piedra, en profundas catacumbas que escondieron las culpas y traiciones, en coliseos que fueron escenarios para ídolos deportivos y guerreros victoriosos, representaciones de antiguos enfrentamientos incivilizados, que crecieron con el lema de pan y circo.
Ahora, bits y vino, carne de cañón para picadores de privacidad... llamando a la puerta del victimismo, parte del sacrificio de todos los sufridores pretéritos y viajeros con pasaje al fin del mundo. Pueblos que bañaron con sangre inocente de su propia sangre, caídos en arcanas estratagemas bélicas o rituales salvajes, las velas de expedicionarios que tiñeron el futuro, buscando otra alternativa o tierra, junto invasores de otras culturas y portadores de enfermedades incurables, sin tratamiento... como ahora. Mentes diversas todas. En definitiva, presas de nosotros mismos, ya que la brillantez cegadora del nacimiento del todo, produjo iguales sombras y fases grises del cerebro, que se descompone con el paso del tiempo, que compuso una caligrafía o mezcolanza de ideales, que formalizó esta estructura mística y jerarquizada... dioses mayores con grandes jaquecas, que castigan a humanos por sus pecados, dejándoles en paños menores. Dotándonos de armas suficientes para ajustar una balanza perdedora o, tomándonos como peones manipulables, del juego de banalidades o esfuerzos titánicos, para terminar con la inteligencia... con nuestro recuerdo de la hipotética historia.

Los Rostros Sagrados.

Estudiar los universos alternativos o virtuales, es el objetivo. Como el cine creando también a sus deidades particulares, sus diferentes facetas ideológicas y resistencias primitivas, ídolos caídos a los pies del excesivo éxito... registran las facetas humanas, los argumentos que fueron conocidos o relatados en los medios, las caretas que estrellas de la pantalla, pusieron brillo a nuestras existencias. Condicionadas por la decrepitud generacional, aunque siempre vívidas, de uno a otro fotograma o bit digital, caras inmaculadas, como las de un dios incontestable o un ayer conservado en plasma.

Precisamente, seremos herederos como lo fueron otros, de sus obras. En la construcción de una patria reconocible o extensión para nuestras cosechas, tentadas por las plagas, plagadas de símbolos y palabras, contadas sobre las pantallas anónimas, nombradas para hacerse evidentes en su universo icónico. amortigüadas por el paso del tiempo, evolucionadas (o no) por un viaje paulatino de la cultura y asentadas sobre las raíces de nuestros predecesores. Sin embargo, escoden otros elementos polémicos y actos necesitados de contrición, guiada por perspectivas increíbles que viajan en avión, en asiento privativo de primera clase. Aquellos Dioses Americanos, se corresponden con las facetas de una Sombra, en el presente, en enfrentamiento con las apariencias del pasado y de un porvenir globalizado, bajo las órdenes de un actor misterioso como Ian McShane o Mr. Wednesday, prosiguiendo con la mirada anglosajona del creador). Próximamente en la nueva versión de Hellboy junto a David Harbour y Milla Jovovich, y otro de los personajes del mundo obsesivo y criminal del John Wick III, dirigido por Chad Stahelski y protagonizado por Keanu Reeves. Dioses del cómic amado por Neil Gaiman, los pedazos de nuestra sociedad actual, seguidores del Glass de M. Night Shyamalan.

El viajero sale de aquella caverna, semioscura, lleva en su piel impregnada la memoria de sus ancestros lejanos, forzado a una situación que no entendían ni identificaban. Ya que el dios de la sangre, no se detiene a dar explicaciones, aunque en ocasiones, parezca que atiende a sus plegarias, las escuche y se apiade de su alma mortal. El actor Sombra, Ricky Whittle no posee amplio espectro de trabajos, reconocibles y se ve tentado a aceptar un trato desigual, a través de una odisea salpicada de mitos escondidos. De amenazas o perversiones, junto a otras sombras superiores que, parecen uña y carne, visitando a los siguientes monstruos, dividiendo el tablero entre poderosos y efímeras víctimas. En su soledad son dirigidos, dando tumbos en la vida, cambiando rostros de dolor por otros triunfos, tan amargos como pasajeros, cuando huesos se enclavaron como símbolos invisibles sobre la nueva tierra. Allí tenemos a una resucitada Emily Browning o la resplandeciente Gillian Anderson, al irreverente Crispin Glover, a un duende materialista de la mano de Pablo Schreiber, u otras presencias místicas o evolucionadas de esta guerra entre el populismo y los tronos sagrados de la cultura. Incluso al duro Peter Stormare o la reencarnación de Orlando Jones, después de pasar por Sleepy Hollow.

En los arquetipos de la fundación de la serie y Norteamérica, muchos serían atravesados por puntas de flecha, despedazados por las creencias, hundidos en la intransigencia o la pobreza, poco después, arrancada su piel a tiras, en empresas que deseaban beneficios inmediatos o tenían otros proyectos de futuro, procesando nuevos cultos. De un territorio salvaje, con inocentes sacrificados ante un hecho fortuito o violentados, pasamos a los amotinados contra los avances tecnológicos, los olvidados frente a leyes injustas, dirigidos con respuestas contradictorias, mentiras o medias verdades, vilipendiados sin solución o encadenados en el fondo del mar, de la sin razón y los dogmas adquiridos. Es decir, los Sin corazón, los que pecaron o se plegaron a una maldad visceral, enquistada como las ideologías, rendidos ante el becerro dorado, adorado tras generaciones de renegados y acólitos al crimen organizado, invitados a una fiesta surrealista. Confeccionada por las mentes imaginativas del propio Gaiman, y los productores-guionistas Bryan Fuller (Hannibal o los dioses galácticos de Star Trek) y Michael Green (Logan, Blade Runner 2049), junto a directores reconocidos como David Slade y Vicenzo Vitali, o Adam Kane, el director de fotografía de aquella cinta de culto, titulada The Boondock Saints o Los Elegidos.

En definitiva, un baile de máscaras narrativas, frente a los dioses norteamericanos, pertenecientes a muchos lugares, perdidos en caminos del hambre, la crisis, la necesidad o la tentación, la traición y el odio, que fueron sacrificados en nombre de algún dios menor, pero absoluto entre las sombras... tan insaciable como el poder político. Que, durante la serie American Gods, quieren ocupar nuevos espacios y antiguas casillas, casi desnaturalizadas o medievales, los del otro lado del espejo o campo de batalla.
Las creencias de las distintas civilizaciones o esa mitología sucesiva, fueron transformando la realidad de hoy, la moldearon al gusto de sus hombres poderosos o mandatarios inflexibles, amontonándolas, unas sobre otras, en un tótem infinito. Entre el respeto a la naturaleza y la fuerza animal, y el deseo por construir un futuro mejor y más avanzado científica y tecnológicamente. Frente a las antiguas creencias y su poso temporal, que lucharían por volver al primer plano de la actualidad o la pantalla lumínica.

América es una anciana tierra, de Norte a Sur, confeccionada a jirones, con erosiones profundas que elaboraron su fisionomía actual, cinceladas a un nivel gigantesco, por golpes procedentes de manos dispares. Mientras, sus venas irían articulando las huellas de un pasado más "cercano", a menos literalmente, de un salto de charco...

El Viaje a Lo Intangible.

Es el viaje de la mentalidad, donde aquellas profusas marcas, se instalaron en un laberinto incesante y belicoso, protegido por el cruento Minotauro o el mitológico fauno, donde se crearon auténticos ríos de sangre, que amenazaban a la seguridad familiar, y donde los Jack Torrance caían en la locura, dispuestos a desmembrar los lazos de unión. Separaron las raíces, en ambas visiones de una misma cultura y dirimiendo los múltiples estudios que vendrían después, bajo la presencia de sus variados habitantes. Al igual que sucediera, en todas las épocas pretéritas, Neil Gayman juega con los rasgos culturales, describe las sensaciones de otras latitudes (excepto alguna), convirtiendo la un basto continente, en campo de batalla actual, contra bases difusas, ideales enterrados en el desierto monumental, variables sanguíneas que no dejaron de llegar en oleadas, soltando las semillas de sus mayores y decorando de mitología a sus totems. Quemados, ante Mr. World, arrastrando sus fantasmas pretéritos y modificando las reglas del juego, adaptadas a los nuevos tiempos... Los American Gods, pertenecen a una manida pluralidad, la elaboración civil de la modernidad y el olvido, metidos en un cajón lleno de moho, pero disfrazados de nosotros, con la consabida división institucional o política, que perdura hasta esta primera emisión. Vendrán otras... y otras, efigies... compungidas, divertidas, viciosas... vengativas.

Mientras, tras la memoria de todos ellos, se anuncian en neones llamativos, sobrevolando los nuevos tiempos y el anuncio de una guerra, que no identificamos muy bien. Salen a la luz, a una nueva primavera o nacimiento prematuro, cuando antes se escondían, mientras se plañía en la obscuridad o se negaba la dificultad de la mortalidad, tan insalvable como otro muro infranqueable, que impidiera el paso a globalización. Sólo para dirigirse a cielos cubiertos de verdaderas estrellas, famosos del cine y la televisión, frente a diluvios ancestrales y milagros, promovidos hoy por la fama y el dinero, las apuestas y la adicciones, los tabúes o el sexo prohibido, el poder... que aleja grandes periodos de sequía a los allegados. Por favor, dios de la popularidad y el éxito, tal y tal, te imploramos por aquellas calamidades universales que atacaban a nuestros antepasados que, por otro lado, también desconocían su funcionamiento colosal, entonces... y tal vez, hoy.
Estados Unidos, estratificado en un conjunto, con elementos desunidos en su superficie multicultural, fue emergiendo de un compendio de viajes, de proyectos, fracasos y pensamientos maniqueos, que afloran por estados y carreteras de su variado territorio, asomándose a las páginas mediáticas, emisoras y receptores de imágenes, que se vuelven dioses de la cultura moderna.

Como otras europeas o asiáticas, se vuelve una tierra donde se exhiben los enfrentamientos en prime time, colgando imágenes de los derrotados o vencedores en batallas, rascando la superficie ludópata en busca de fortuna y saltando de costa, cuando el alimento se agotó para sus familias. Meditando en la oscuridad, cuando aquel que calla y no otorga, no ha abastecido a sus progenitores con lo suficiente... ¡plagas!, las llamaban en otros tiempos. Sin embargo, en este extraño deambular entre la vida y la muerte, nos sentimos perdidos en muchos instantes, cuando nos adentramos en matices y colores dérmicos, en gritos histéricos y decapitaciones entre rivales, dando vueltas incesantes en una noria de notoriedad o intrascendencia. Que conectan con las implicaciones, sobre otras localizaciones del mundo, simplemente, cambiando de estado o ciudad, de casa o burdel, de bar distópico o escenario televisivo, producido por Canada Film Capital (adicta a héroes místicos, titanes y vengadores) con la pantalla de Starz!, para bifurcar sus caminos y reticencias, a paraísos materiales e infierno por llegar.
Los protagonistas encadenan esfuerzos mayúsculos, con miserias humanas, sin hilatura aparente, transforman sus bases y divinas providencias, en palabras perdidas cubiertas con demasiada sangre, gangrenada entre las ideas... que terminan diseminadas alrededor de una mansión lujosa.
A lo mejor, por ese motivo, la serie American Gods y su equivalente literario escrito por el británico Neil Gaiman (artífice de los maravillosos Mundos de Coraline), se evade ante tanta grandilocuencia, sale de la cueva con la visita a los viejos mitos, y se mete en un pozo insalubre, en una caída paulatina que suena como una repetitiva plegaria, hoja tras hoja, imagen trucada tras imagen, por segundo... por existencia.

Son nuevos desafíos de su triste existencia, llamar la atención en los nuevos tiempos. Como deidades de la tierra de los sueños, de apagados nuevos sueños americanos, Odín, como Sandman (proyecto hercúleo de la animación digital), la reina de Shaba y su alianza sexual, los dioses egipcios y otras figuras mitológicas, Jesucristo plagiado hasta la saciedad, deshumanizado en altar levantado de los pecados y vicios... todos se confunden en un escenario idílico y placentero. Hasta que llegan aromas a enfrentamiento contra los nuevos dominadores, de nuestras frustraciones y anhelos. Deberán aceptar las pruebas mediáticas, para volver a sentirse protagonistas de aquellas antiguas alabanzas o la serie que digerimos en silencio. A oscuras, en brazos de un Morfeo, que parece dormido frente a la visitas extrañas y su viaje de redención que, personalmente, no pareciera tan relevante como cabría de suponer, dadas las trazas de sus creadores. Las posibilidades visuales o narrativas, quedan arrinconadas ante la trascendencia de las intenciones, más hablando de subjetivas divinidades y complejas vicisitudes que se anuncian, que se repiten entre el amor y el sexo, con nula sintonización de sus diversas variantes.
De tal forma que es difícil, discriminar lo que vemos, o reconocer lo que experimentamos, cuando salimos a esta aventura del saber por la mitología popular, a través del resignar o el vivir, en todas sus extralimitadas medidas y retratos fantásticos.

Ascensos y descensos vertiginosos, a través de vertientes lúdicas, valles perdidos, viajes a contracorriente, desvíos inoportunos o innecesarios, epifanías de poder, físico o digital, caídas al infierno de los errores humanos y crímenes. Ya nos hemos olvidado, y van x capítulos... del solitario que traspasaba los barrotes de su propia realidad, del barquero y sus monedas mágicas, del olor a putrefacción y el sexo voraz, de las extrañas de la tierra, de las pruebas históricas y desmanes, de los bailes marchitos, de cuentos clásicos,de súcubos y Juanito Manzanas, y marchamos hacia otro lugar, plantando sus semillas. Irreconocible dentro de las futuras oportunidades de negocio y macabras escenas.
En cambio, un hombre y una mujer, casi siempre hay una, dentro de una historia aparentemente romántica, volverán a iniciar una epopeya de la pasión y la muerte por inanición, entre esa extraña vida trascendental y la extralimitada culpa, con que se burlan los de arriba. Faroleros, demostrad vuestra existencia... porque nadie comprende en la extremas condiciones de la chica, que parece lunática como su nombre, y su viaje eyaculado por carretera. Con qué sentido... Hay que ver, siempre, por un quítame esas pajas...

Recorren una estrategia en direcciones opuestas, una no muerta y un colgado en la copa del Árbol del Mundo, para descubrir que pertenecen a categoría diferentes, implícita en una guerra entre el gran Odín y Loki, ¡qué jolgorio!tan convexo del encuentro con esos ancianos dioses y otras realidades intangibles, al menos, en el sentido dérmico. La diosa información y el odioso resentimiento, el olvido contra el Morfeo de América, que pretende salir a la luz, después de un tiempo adocenado, por la amargura de las noticias exteriores y las condiciones "alérgicas" de su amo, que indican una dificultad mayúscula en sus próximos pasos y guerras. Es un hecho, visual y narrativamente, no sé si me convencen.

Ahora, no es de extrañar la pérdida, ante las condiciones o axiomas increíbles que nos vamos a encontrar y las exhibición de imágenes truculentas, con las que deberemos lidiar en adelante. El hombre acusado, que se enfrenta a la traición impúdica y la burla de otros, va a adentrarse en un mundo de extremos que nos desborda, por la fantasía confusa de la novela y la decisión de guionistas o directores, en la apreciación visual de American Gods.
Vapuleados por problemas modernos, nos movemos dentro de un universo complejo, a veces muy caprichoso, a través de derechos u obligaciones de ciudadanos norteamericanos, que parecen marionetas, sin estar demasiado presentes. Al menos, para marcar la distancia con los protagonistas.
Aunque se entreven, las relaciones entre machos o hembras, con sus decisiones polémicas de última hora, que ya no atienden a gestos trasnochados u oraciones de antaño, sino, a una muestra de su posicionamiento social o laboral, en manos del capital amasado o bajo los movimientos de protesta, según su intención o reivindicación. Todos conducidos entre las enfermedades mentales, los abusos físicos y la ultraviolencia, que nada tiene que ver, con la de Kubrick, por desgracia.

Difícil tarea explicar con palabras, lo inexplicable o intangible... más bien, ¡hercúlea!
La América final, se forjó con todos estos componentes, románticos o mediáticos, retales de humanidad, cuando la parte animal del hombre o ese ánimo belicoso interior, se hacía evidencia en visitantes y razas sumadas al todo, pacíficos y salvajes, fundidos en un todo con diferentes perspectivas. El mundo atravesó mares y fronteras ideológicas, para construir América del Norte (y el Sur que también existe), para establecer un territorio homogéneo, de contrastes, premoniciones de acciones violentas, xenófobas o altercados mayúsculos, donde se acabaría en guerras infames. Donde emergía la diversidad cultural y asomaban las cabezas perdidas, reclamando sus derechos indubitables, que no todavía, la estructura social y actual, la filosofía evolutiva de los atrevidos viajeros en el tiempo y el espacio, enclavados en sus pensamientos sacrílegos cuando salen de la atmósfera, en busca de respuestas, al fin del mundo.
O aquellos deseos inalcanzables y asuntos irrespirables, sobre la arena de una playa o el desierto, sobre las cimas de virginales Rocosas o los glaciares en retroceso, en los espacios alargados por carreteras, de asfalto e informáticas, en la profundidad de grandes lagos y océanos demagógicos, recorridos por kilómetros de cableado, a ambos márgenes de la costa atlántica y del Pacífico. En la herencia, no tan atlantes, ni tan llenos de paz.

Pues bien, a través de aquellas historias o viajes desafortunados, llenos de accesos y pústula, de dudas febriles y aciertos cortantes, miedos concurrentes en distintas épocas, confusiones de solitarios y otras elegías nostálgicas en grupo, nacieron una serie de epílogos. Guiones temerosos, impregnados por la pátina histórica y contagiosas súplicas a aquellos que no vemos, pero que algunos sienten, indicándonos los designios de nuestras frustraciones individuales o problemas colectivos. Ya fueran dentro de rasgos tribales americanos o fruto del mestizaje con europeos, u otros, pieles doradas bajos soles generacionales, quemados pueblos africanos por el racismo, escandinavos rústicos, anglosajones épicos, héroes metafísicos, mentes exóticas y demás tribus de este a oeste, que no aparecerían (ibéricos furtivos) o serían mencionados por un súbdito inglés.
El resultado, una serie de escritos clásicos o apócrifos, mezclados con enfoques fantásticos, que intentan adquirir rituales de la antigüedad con una mirada alternativa, una metáfora de conclusiones caústicas, que dejar a generaciones posteriores, plagando el terreno de confusión dramática y buenas obras, así como de pensamientos tergiversados, demagogias, venganzas genéricas y otras muertes.

De ahí, esa particularidad de dirigir palabras adecuadas y mortales hacia ellos, a los resilientes, en nuestra desbordante, globalizada y disparatada actualidad, incluyendo algunas imágenes modernas que influyen en el conjunto de American Gods. Bien lo deberían de haber sospechado, entre sombras retóricas y Shadow, el escritor Neil Gaiman y productores de la serie... Cuando de repente, se hizo... la sombra. Asunto más peliagudo y polémico de llevar a cabo, si queremos formalizar o registrar la construcción de un continente, y luego, una nación.
A que atenernos, comportándose como aquellos niños que no crecieron lo suficiente, asombrados y arrastrados por los cuentos imaginativos, o arrancados de sus familias que, apenas conocieron la luz... al lado de otro niño grande, o loco que sale de prisión y se encuentra con noticias veraces de un negocio, que parece increíble. Contra el patetismo ilustrado, la lógica aleatoria, el adoctrinamiento ideológico u otro tipo, persiguiendo una historia que no nos pertenece, porque es imposible de sustentar con sombrajos de realidades.

Esto significa adentrarse en un nuevo territorio, casi virgen, que se definió entre costumbres ancestrales y educaciones enfrentadas, definido por ideologías incompletas o distintas ecuaciones vitales, que se basan en la muerte, en la trascendencia de viejos presagios o creencias interesadas. Estimuladas mediante empresas infectas de la historia, infiltraciones poderosas y combates a cara de perro. Será el todo o la nada...
Bajo otra forma más tangible, que tampoco escuchará la petición o súplica.
Cambios horarios y de posición futurista, para conexiones dirigidas a la ciencia experimental y los avances científicos, que se deberían alcanzar en estos momentos mágicos del pensamiento, gracias a una absorción de culturas y diversificación en los rostros... en las mentes. Aquellos que quedan en pie, de tendencia pacífica, no putrefactos, vivos y coleando... pero nunca endiosados. xDio

La Cueva de Plutón.

El pensador griego o filósofo, escriba, conocido como Platón, identificó la confusión de las percepciones humanas, recreando una especie de extraterrestre subterráneo. Las catalogó de sombras en las paredes, levantadas desde el cautiverio atemporal, iluminadas desde un foco externo que nos engaña, con subterfugios. Al igual que el protagonista de American Gods, abre de nuevo sus ojos acostumbrados al cerramiento social, frente a las viejas realidades y teorías conspirativas, que no eran como se preveía, en un principio. Sino peor.
Es decir, los ojos le convencieron en la realidad de esa sensación cerrada o perversión limitada de experiencias, cuando había un mundo, o varios, por descubrir, donde la violencia prevalece. Las lenguas viperinas se enrollaron alrededor de sus pensamientos, como la serpiente marcó a la manzana con el veneno, alterando las percepciones de sucesores extranjeros, próximos movimientos a realizar y modificando las sensaciones... los sentimientos.
Por lo tanto, el viejo Platón y su creación encarcelada en una pantalla temporal, (recuerda a aquellos tres de Kripton atrapados en un espejo), perdiéndose en el frío horizonte, compartiendo una ceguera actual, entre cadenas populistas y definiciones más sensibles que efectivas. Observaron que esa verdad, se escondía bajo un montón de soberbia u orgullo, de condena y derrotas trucadas, discursos estereotipados, sin recorrer el mundo... o el universo, hablando de divinidades.

Temores aterrizando ante nuestros ojos contemporáneos, encapsulados en cambio, ante la actual situación del individuo descrito, como Sombra Lunar, fuerte y exótica recreación del pasado, recubierto por testimonios subjetivos y raíces ancestrales. Alimentados por el ADN de sus familias encadenadas, desangradas o actualizadas de aquellas historias tan crueles, sin imágenes... Sólo nos quedan los ecos de sus antepasados, los gritos y los sollozos, que entierran los viejos ideales de libertad e igualdad, que avergüenzan a los victoriosos en desigual batalla. Prisionero de creencias soterradas y extremistas, de engaños impensables (sólo válidos entre dioses burlones), bajo la exigencia piramidal o divina que exigen los poderosos, ante una extrema cobardía o categórica pereza.
Somos su sombra, rodeados de tabúes, como el resto, que precedieron a la catástrofe. Cuando el contrato se firma a la salida, de una cueva imperfecta y su realidad sombría de la historia, preveyendo la alienación o esta pérdida moderna bajo la visión de las estrellas. Somos caminantes cegados sobre un novedoso planeta, o Plutón luminoso entre pantallas digitales, donde sus residentes cambiantes y anónimos, todos se parecen, plutonianos y venusianas, no se comprenderían lo suficiente... paradójicamente como divinidades altivas.
O sencillamente, no quieren, pues existen reglas escritas, castigos y nombres no revelados, que te ofrecen una oportunidad última, si no quieres caer en el ostracismo o la falta de medio para ganarse el pan y la vida.

En definitiva, aquel muchacho sin suerte, se ve impelido por la luz, a un mundo desconocido de viejas leyendas, con ideas anticuadas o enquistadas en el encarcelamiento, sin darse cuenta aún, de que el mundo exterior ha cambiado, que sacrificios o plegarias, se realizan desde un púlpito anticuado, sobre esos nuevos dioses de andar por casa... No, mejor dicho, a mitos que se miran al ombligo (otra vez, repleto de pelotillas y trepadoras), viendo nuestro fracaso, que es el suyo.
Hasta que, en último suspiro, nos veamos recogidos por brazos vengativos, ejerciendo la presión necesaria, para arrancar cabezas a cambio de una moneda, a estrellarnos en el infinito mundano, ante una simple rociada en la boca que, ya no hablara más... o sí. Nunca se sabe entre una pareja tan atípica y divergente, que sueña con reencontrarse, que deambula entre viscosidad dudosa y malos olores. O a naftalina, de túnicas.
Mientras el resto, cae en el Olimpo internacional, con registros variados de diferentes culturas, consultando al oráculo de Mr. Gaiman, y poniendo las alabanzas o castigos, en manos de Bruce Langley, Yetide Badaki, Mousa Kraish, Omid Abtahi, Kahyun Kim. Pero... la mayoría de nombres, no son lo que parecen o, tal vez fueron... otra entidad.

En ellos/as, se dan las objeciones del maldito pasado y sus acciones sangrantes o prohibidas, se postulan con los consejos poco avenidos de otros, las teorías neófitas de última generación o las empresas que terminan en viejas filiaciones y fobias. Aquellos tiempos muertos que pasamos bajo la penumbra, los prejuicios pasados y pecados futuros por cometer... los errores por corregir o los contratos por concretar. Todo forma parte de aquel plan oculto y eterno, que pareciera manejarnos como monigotes en el tablero, hasta lograr una alternativa coherente o no, una oportunidad para salir del infierno mundanal. Como la que, un personaje no identificado, te ofrecería a través de un sello sanguíneo con tinta de tus venas, o un aventón del padre, del hijo del Trueno.

El Ascenso al Poder.

El escritor de Portchester (Hampshire), Mr. Neil Gaiman, dejó sus estudios en la ciudad de Sussex y comenzó a desarrollar historias relacionadas con su pasión a los cómics, arrancándose por un mundo mitológico basado en Morfeo y los denominados Eternos para Marvel Comics. Que llamarían la atención de Alan Moore y la producción televisiva de esta década, pasando del desarrollo de algunos capítulos para Doctor Who, a la intervención acompasada para la adaptación de su propia novela American Gods. Parece clara la inclinación de Gaiman por los mitos y los cuentos macabros, cuando empezase su colaboración con Terry Pratchett sobre un apocalíptico encuentro entre figuras fantásticas y la ciudad de Londres. Sus creaciones terminarían traspasando la pantalla cinematográfica con su historia mágica titulada Stardust y especialmente, la historia distópica de la pequeña Coraline, una maravilla infantil y viaje terrorífico, al fondo de la psiquis, coloreada entre sombras por el gran director Henry Selick.

Para conseguir este distópico, ascenso al poder, como los deseos belicosos de alguno de sus principales soñadores o seres fundidos en misma pesadilla existencial, se pliega a las tentaciones de un personaje interpretado por Odín, en la serie. Algunos críticos se significan respecto, a esa disposición caprichosa de rigurosos dioses, que modifican su status, sigilosamente o no, dentro de un turbio entramado con la modernidad. Las cosas marchan bien estéticamente, con episodios cíclicos al comienzo que, luego, poco tienen que ver con el desarrollo de los capítulos. Parecido a gotas de lluvia, que se pierden en lágrimas del pasado. La historia es caprichosa como Ellos, se modifican los designios de la vida, con vacíos metafísicos y confabulaciones clasistas, sobre todo, en ese tramo último que nos deja obnubilados.
Doblegados al poder cósmico e ilimitado, al igual que Fausto se dispuso a firmar el trato desigual con un Mefistófeles risueño y burlón, nos vemos salpicado por una serie de satisfacciones populares o débitos impagables sobre la función empobrecida de sus contactos o pérdida de seguidores. Esto es, una especie de red social para vagos y guerras virtuales.

La deuda será la sangre como siempre, y el cansancio narrativo. El encuentro de dioses autóctonos y foráneos, no contempla la parte humanista, bajo la singularidad de poder traspasar diferentes fronteras físicas, tecnológicas y, hasta psicológicas. Con momentos deshilachados en los que Shadow Moon, parece entregado a placeres mundanos y extrañas batallas festivas, sin saber la dirección de sus pasos o herencias, a un cierto arrepentimiento que le guíe sobre los secretos que guardan los inmisericordes o pacíficos soldados de dios.
Aparecen como seres abstractos, ´irreales` bajo la comedia, en el interior de nuestra pantalla globalizada y binaria, sin regenerar aquel perdido abrazo de Shadow, que le persigue desde el pasado trágico y sentimental. En definitiva, una vez fuera de la caverna gris, sin contrastes, todo parece un caleidoscopio conformado por colores caprichosos, texturas pixeladas, esencias pecaminosas, sangre derramada sin sentido y extraños pensamientos sobre la modernidad.
Es difícil explicar este ascenso al trono de deidades e incorporarse a sus planes, con esta mimbres muertas, porque el paralelismo que se desarrolla alrededor de la pareja, deshumanizada, condiciona la relación entre un mortal corazón y la pútrida materia. Se va desestabilizando según los caminos se separan o se encuentran sin motivo, se cercenan los miembros y modifican la realidad de sus sentimientos. American Gods, parece dirigirse hacia otra historia más ambiciosa, que no conocemos. Especialmente, sin leer la novela.

Marchamos en un viaje histórico, demasiado falsificado y testimonial, sin relación con la fábula tecnológica o la creación de los mitos antropológicos, que saltaron de otras eras, a esta pantalla. Conocemos poco, sobre las gentes de aquí o allá, rivalizando sin estadísticas, sobre mares de información esquiva. Cruzamos, montañas o praderas por el asfalto, con efectos y consecuencias insospechadas, con giros que no tienen conexión con el folklore o la política, de los actuales Estados Unidos de América.
Por consiguiente, la serie American Gods es también, la falta de crítica en estas encrucijadas visuales, con muchos factores que edifican su mundo de contradicciones y figuras salvajes, forjándose a hierro inventado y fuego, sobre las entrañas de la bestia. La bestia de una guerra, que amenaza con volver, según las imágenes de su próximos enfrentamientos internos.
El caso es que vamos profiriendo, golpe por golpe en fragua irreal, una cadena de acontecimientos nebulosos como la vida mitológica y la muerte. Incandescentes como desamor y sangrientos, tal que un acto sexual con la mujer pantera o sra. Mantis religiosa, diosa de fertilidad africana, nada condescendiente con los insípidos y anónimos machos.
La violencia es la conexión que conducirá a ese poder eterno, para atraer más riqueza y relaciones absolutistas y estimuladas. Jugaron a conseguir apuestas jugosas, entre damas y monstruos, que desencadenan más horror o pobreza, vicio y ruina por adicción, que marcó el destino de las futuras mafias, plantadas sobre un pedestal. La globalidad de las prohibiciones enmarcadas en la ideología, el desencanto del sueño americano... ¡Cuidado con las posibles caídas!

Hoy, esta generalización que aligera los contactos y subvenciona desordenes de todo tipo, aligera los sentimientos trastocándolos por decepciones o frustraciones comunes. Así, los condenados en la nueva red oscura, o estereotipada desde el exterior, se convierten en los maltratados o apartados de la sociedad, los violentados sexual o económicamente, los que oran a escondidas pidiendo misericordia a un ídolo digital o ser superior, de la comunicaciones y loas arbitrarias.
Leemos a gente pidiendo más suerte, o muertes, poder monetario para hacer el mal o éxito en las relaciones... menos humanas. La serie realiza un salto mortal, sin red en un círculo infinito, rezando a los ídolos de internet o las redes sociales, que volverán a dejar vacías las emociones, en caminos de comunicación baldía. Al final, los nuevos zombies se verán acosados por la falsedad o la superioridad moral, los deseos de los nuevos becerros de oro. Sin embargo, esto no lo observamos, salvo en escenas ostentosas, pero, poco entrelazadas con el argumento principal. Una pareja imposible... los ritmos del corazón parecen detenerse por momentos.
Pero unidos, por la madre... tierra o carne.

Abismo de Mentiras.

La profunda garganta se traga las mentiras... como agujeros negros devoran a gentes en las aceras, como súbditos invisibles del cinismo caníbal y la crisis económica, echando la culpa al tabaco, u otras adicciones. Somos nosotros, esta alienación que nos despedaza, nos entierra, poco a poco, silenciando el trino de un pájaro, el discurso de una estrella, que iluminaba dentro de su hermética jaula, al viajante entre clases. Para hallarse con la añoranza y extravagancia de otros tiempos y la no vida... de ella.
Frente al abismo de lo absurdo, compuesto por caminos áridos al cielo y desérticos oasis, descendemos a un terreno salpicado por drogas y alcohol, sexo estigmatizado, poder y sometimiento, enfermedad o locura, laberintos judiciales e informáticos, prostitución de ideas, verdades a hurtadillas, trabajo poco remunerado, paganismo electrónico y huidas mortales... ¿adónde? No sabemos, ni en sueños.

En la actualidad, la fe se desmorona, debido a una indestructible montaña de temporalidad, salpicando de restos, a heroínas sin aliento y diosas sincréticas... ¿De dónde salen, porqué?
Demasiadas preguntas sin respuesta, rodean a un hombre oscuro que vio la luz y vendió sus armas. ¿Cuáles...?
Las que van levantado imperios con mentiras, mientras el guerrero solitario se enfrenta a la no muerte, ¿qué significa...?
Leyendas que impregnan mundos desdoblados, desde fuera o el interior de la mente, describiendo el legado de un antihéroe, convertido en dios de repente, sin buscarlo. Que se encamina hacia su propia falsedad, cerrando un círculo mitológico, frente a esas estrellas mediáticas o Media (Marilyn Monroe, Lucille Ball, Judy Garland o Ziggy Stardust), que se mostraban incólumes, sobre caballos de hierro y ondas binarias. Que no envejecerán en la memoria colectiva, recorriendo sus huellas y palabras, oyendo los latidos de otro corazón solitario, al ritmo de un "feo, fuerte y formal"... El futuro es imposible, mediante la falsedad.
Casi imposible, verificar las imágenes cubiertas de vanidad y desvelos, por tareas inacabadas y guerras interminables, que sajaron los continentes, y vemos sus anhelos, insatisfechos con el resultado. Aquí abajo, tras los márgenes de sus redes visuales y modernas.

Con la intención o el pretexto, de revisar con dioses o personajes abstractos, una nueva época de oscurantismo (bajo el primas británico o sajón), del individualismo o el imperialismo de bandera, nos quedamos sin palabras ante la disposición de estos demiurgos y su falsedad. Es decir, la aleatoriedad de seguidores pacíficos, a pie de guerra, aunque con costumbres surrealistas y rigurosas en su especie.
Dudamos de esta alternativa a los problemas habituales del hombre, o la mujer. Otro nuevo campo de batalla, eléctrico, digital y divergente, generador de importantes desavenencias, sin contacto, que nos atacan ahora, en diferentes realidades de la igualdad y el clasismo en la red global.
Igualmente, dudas entre el paso del arte escrito con la palpable cinematografía. Mediante el collage de culturas y trazos, condicionados por las próximas pesadillas que suceden en la pantalla, sin trastienda histórica o lejos de la esfera privada de los personajes. Tan separado por un destino caprichoso, como los corazones desunidos, por una batalla que amenaza con repetirse, una y otra vez.

Los mitos clásicos, en contraposición a la modernidad, es un hallazgo interesante, que no identifica las infinitas líneas de comunicación, enclavadas en cada sociedad, o mentalidades. Únicamente tratados como matices de temas tabúes o excrecencias pecaminosas, sin entrar en el fondo de los conflictos, o salpicados por defectos y virtudes, que pertenecen a toda la raza humano y no a los norteamericanos en exclusiva.
Tampoco se erigen las reglas o leyes dudosas, para la batalla, ni un mínimo a debate exterior de humanos, solo postura inmutables de dioses, surgidos de nuestro lado más oscuro y temeroso, que rugirían en las alturas... pidiendo sacrificios.
Hoy los excelsos, se aparecen a nuestra vista como humanos, vestidos de calle y calzados de moda, invirtiendo todas aquellas confusiones mentales que nos adornan, sobre la vida (que no, la dama negra, siempre vestida igual) y tremendas dudas, alrededor de los cimientos formadores de una nación. Ni como la diversidad, los vicios que crean riqueza a espuertas, los juegos y la tecnología, empezarían a condicionar su propia existencia inmortal... o no. Los dioses también lloran.

Es un abismo compuesto de amigos de un Odín televisivo, gran tridente de la ambición: padre, hijo y espíritu, no santo, sino pagano. Contra la sabiduría de la ciencia, a través de la forja manual de un Vulcano, identificado con Corbin Bernsen (aquel Dentista de Bryan Yuzna), moldeando el metal de su espada para un guerrero pendenciero. Observamos, los contactos bélicos, una renegada maternidad, la convivencia asocial de vagabundos emocionales, fachadas de ostentación, desvíos de humanidad, a través de la mirada de una bonhomía intrascendente. Una diosa embargada por lo superfluo, un Jesús en chanclas y gafas de sol, no otros.
Pero, figuras que se incorporan de otras representaciones actuales, parecieran inconclusas, ¿qué habrá de realidad en sus leyendas o escrituras, no tan sagradas? Posiblemente, el retrato de nosotros mismos, en un espectáculo mediático, formando un collage de dioses incomprensibles, defectuosos, arrogantes, vagos... interpelando la vieja teoría del inicio. Tan dramático para la humanidad, como su posible final.
Se hizo la luz, ampulosa, ambigua de la situación en la que nos encontramos, sentados tomando una copa, viendo demasiados picos y valles profundos, que no conocemos, recorriendo unas carreteras que no sentimos ni absorbemos; pues, este planeta celta, conocido como Plutón U.S.A., tiene su propio reglamento interno y otros factores desconocidos.

Sus imágenes confusas en la tele o falsos ídolos, los queridos del universo pop, pertenecen a un presente marchitado, como maestros de sus hijos, convulsionados entre guerras fraticidas y populistas, de vuelta a su miseria mediática, silenciados con cadenas oxidadas y nuevas heridas, sacrificados en la red. La esclavitud no termina, en otras condiciones distintas, marcadas por el dinero y el éxito, condena que no cesa, o la falta de contactos o poder, que te deja fuera del tablero y del juego.
Únicamente siendo un dios, podrás contar, no ser un número más en la sombra.
¿Cuál sería la misión en el futuro? Ayudar a ámbitos sociales más castigados, iluminar los múltiples males de la humanidad, combatir las peleas infructuosas, incidir por los derechos humanos, ilegitimar la diferencia racial, linchar al violador, sentarse en un charco de sangre ante la modernidad y el conocimiento... ¿contestar por fin, a los incomprendidos sociales y vilipendiados en medios públicos?
Aunque tuviéramos que alzar los ojos al cielo, de nuevo, y rezar a nuevos dioses, ufanos o paganos, demandando esa parte animal que sirva para enemigos indetectables, nos hallaríamos en la misma situación de pérdida. Con la misma ansia de supervivencia, que antaño.
El arcaico tótem compuesto por un águila, que podría verlo todo, el viejo lobo, infatigable caminando por el horizonte de nuestro desierto, y el búfalo rugiente, de ojos vengativos y ollares ardorosos, son la naturaleza muerta que resucita.

Al final el sentido de supervivencia, y el término abierto de la temporada de dioses, es una posibilidad para enderezar las cosas, devolver la vida a esos espacios de encuentro o rechazo, cauces para ganarse la vida, delimitar los excesos y pagar las consecuencias. No quedar sentenciados a una existencia competitiva u obligados a prostituirse por unas escasas monedas, movidos por ese poder excelso que promueve el maltrato psicológico o peor aún. Se han cambiado las respuestas, por oraciones pretéritas, por ídolos del estraperlo comunicativo, e imperfectos, como cualquier otro. Sea cual fuere, su tiempo.
Ahora también, se moldea el contorno de EEUU, pero, más su estructura interna. Una naturaleza salvaje, más arraigada a la tierra y esquiva a los pies de caminantes, por otra frontera ideológica (Eh! el resto de lugares de forma parecida...), sabiendo que los mortales, de aquí y allá, llorarán o caerán de rodillas en ella, en la última visita.
Mientras, la nueva madre Tierra es Internet, la comunicación que pare a sus hijos o los devora, los arrastra a un vórtice, que acaba en el tranquilo Olimpo o un Coliseo, donde se despedazarán los próximos gladiadores. Morfeo y la mujer mitológica, a los dioses contratados que aplauden a sus servidores, bajo presiones o faltas, marcados por el color de los billetes, engañados por el control del juego, sus reglas cambiantes según florezca la primavera, la siniestra voluntad sexual en sus diversas formas, el tablero del odio, el dolor y el placer.

Repito y recito, de aquellas pajas, estos lodos... Este dios pagano posee las armas de la modernidad y la falsa comunicación, representante de los descubrimientos de ambigua hornada: ciencia, fortuna, medicina, suciedad, soledad y tecnología globalizada. Esto es, un Ser dominante... de todas las voluntades.
De cara a un enfrentamiento bélico, que termine con los complejos o defectos estéticos, la variedad de pensamiento, el abolicionismo y el libertarismo, hasta la enfermedad, el hambre o la muerte, que alimentaba a los viejos dioses. Todos iguales... o soldados caídos en el frente.
American Gods, pertenece a una esfera alienada, con el hombre y la mujer, una torre de Babel de lenguas desconocidas... que empezamos a descubrir, que dilucidaremos en la segunda parte y posteriores, con voces disueltas en creencias ácidas y reverencias en grupo... a través del nuevo vacío existencial, una escabechina a otro nivel, devorados por la fuente de la vida o el placer básico. Y sin muerte... destino de todos los dioses... humanos y débiles.

¡Hasta luego cocodrilo! Águila o búfalo... luchador natural entre dioses paganos.



Hellboy, de Neil Marshall.


Cinemomio: Thank you

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