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sábado, 7 de marzo de 2015
Fading Gigolo.
El Gigoló y la... Celestina.
Nos hemos acostumbrado tanto a los ritmos jazzísticos y a los escenarios por los que pasea Woody Allen y sus personajes, que si los sacamos de sus escenas costumbristas en el variopinto Nueva York, pensamos que ya no es lo mismo. Esto le llevaba pasando a su cine en los anteriores trabajos hasta su reaparición en Blue Jasmine, con su nueva musa Cate Blanchett, otra de las características de sus películas. Porque evidentemente, la figura femenina se ha establecido en toda la imaginería o realidad sarcástica sacada de su brillante cerebro, como la protagonista principal de sus guiones.
Ahora, cumpliendo su dualidad de director y actor (como ya ocurriera en otras ocasiones, por ejemplo la magnífica Sueños de Seductor) entrega su personalidad problemática, contestona e protestona, en las manos de un actor que se deja caer de vez en cuando por detrás de la cámara como John Turturro. Y éste, le hace divagar por las calles de su ciudad natal cambiando el protagonismo principal de la mujer, en una pareja masculina compuesta por "alcahueta" y prostituto. Porque no todas las putas van a ser mujeres, y menos en los tiempos que corren. Un trabajo que busca su sitio en una sociedad de metas conseguidas por féminas directivas y triunfadoras.
Yo Turturro, yo puto genial. Que comenzase en esto de Hollywood con un pequeño papel en la mítica cinta de Martin Scorsese, Toro Salvaje allá por 1980. De procedencia italiana, padre contador de historias y soldado en el famoso día D del desembarco y su madre una cantante de jazz (otra guía de sus producciones musicales), llegaría a participar en una capítulo de aquella Miami Vice.
Unos años después se pondría a Buscar a Susan Desesperadamente y convertirse en una figura del cine independiente, tras participar en el reparto del filme rodado en 1986, Hannah y sus hermanas. Años más tarde antes de convertirse en social sexual de Allen, escribiría con su vecino de Brooklyn una historia para Broadway titulada Relativity Speaking, alrededor de la misma temática de Fading Gigoló.
Es curioso el despertar de estos instintos comerciales, con Turturro entregado a los placeres de la carne y las tarjetas de crédito (tras su paso por producciones del estilo Transformers, con lo que había sido), y observar a Woody como Celestina, proporcionalmente a sus experiencias acumuladas con el sexo opuesto. Pues, su dilatada carrera cinematográfica está plagada de momentos amorosos (y sexuales) resueltos entre reproches, pasión y sábanas a medianoche.
Es Fading Gigoló, una curiosidad de este momento en que los años van cayendo, y empieza a consolarte el entretenimiento y el surrealismo emocional, mezclado con unas gotitas de voyeurismo llamando a las puertas del deseo. Como un Casanova de los barrios judíos, pero con su carabina de Brooklyn.
Sin embargo, no es una película del maestro de la dualidad mental, Woody Allen se entrega a un juego entre el exhibicionismo y las diferencias sociales y culturales. Pero, bajo la mano del director de orígenes italianos, como un maestro titiritero manejando a su alter ego sexual con el control de sus órganos en los dedos. Una gracia sobre su imposibilidad con las mujeres de bandera... lógicamente es una broma, pues todos le deseamos a Allen muchos años más de sexo salvaje o tántrico.
Y esta especulación sobre la masculinidad deseada, se rodea de mujeres de distintos vuelos aunque sobradamente preparadas para las cuestiones sensuales, como Sharon Stone y Sofía Vergara, y más recatada pero con indudable atractivo en la perdida para cuestiones cinematográficas Vanessa Paradis. Esta última en lucha con los estereotipos y los mandamientos religiosos, y con las coletas del judaísmo arcaico fuera de lugar. Así como su entregado admirador, un Liev Schreiber atrapado entre el deber y el amor.
Como Woody Allen ha delegado sus funciones habituales, se encuentra con el protagonismo vocal mientras que John Turturro se maneja en las escenas de "acción" y un conciencia precavida respecto al nuevo trabajo, pragmático y silenciado en su figura largilucha de potencial latin lover. No será su película en la dirección más redonda, pues Fading Gigoló es la quinta en esta faceta y tiene elementos suficientes para dibujarte una sonrisa en el rostro, haciéndote sentir a gusto, paseando por las calles y locales del neoyorquino mundo alleniano. Seguro, echamos de menos una entrega más ácida y atrevida en determinados momentos, pero se trata de una comedia ligera sin demasiadas pretensiones de escandalizar.
Las relaciones comerciales fuera de la legalidad, se decantan por cuadros de composición esporádicos y aquella cosa llamada amor. Mientras vemos desfilar el choque cultural y diferencias de edad por apartamentos o barrios a ritmo de saxofón, junto a levitas y postizos rizados, también encontramos una familia semi-oculta, poco convincente e irreal. Chistes sobre la convivencia con hijos traída por los pelos contra el humos de sofisticación sexual en dormitorios y hoteles de lujo.
Sin duda, este juego es más atrayente para el espectador, ávido de encuentros sorprendentes, tríos de ensueño y juegos léxicos de amantes lenguaraces, con un Allen entregado a la comedia picantona. Un juego entregado a la cámara que no a la cama del de Brooklyn.
Con todos estos mimbres, el cesto se queda deshilachado por el lado romántico, sobre todo en el poco creíble de la familia numerosa desajustada. Pues, el verdadero fondo del recipiente se encontraba en el profesional comercio carnal, no en consejos sumarísimos sobre la castidad religiosa.
Es su parte final dónde se pierde el terreno conquistado, con gracias ajadas y añejas, como un sofisticado vino con sus propiedades embriagadoras apagadas por la soda. El absurdo se desvía hacia un potencial sin demasiado interés y las situaciones correctas sobre el amor, en lugar de posiciones sexuales más atrevidas.
Turturro no pretendía el crecimiento de este medio latino judío llamado Fioravante. No estaba por esa labor y ha perdido una ocasión de sofisticar este argumento y las opciones con las que contaba a priori, por supuesto, esa vuelta de tuerca supondría cambiar el estilo y pisar terrenos sobre cambios de registro o de papeles, convertirse en un cine cercano a La Venus de las Pieles. Más bien, se quedó en un reclamo a las segundas oportunidades por contraposición a la soledad por decreto.
He leído algunas críticas que señalan a Fading Gigoló como un intento de copiar las películas de Allen, de forma negativa.
Vamos a considerar que participa en papel relevante el propio director y cómico, que se desarrolla en los ambientes propios a su filmografía, recorriendo semejantes escenarios y recurrentes frases, con personajes rocambolescos de sus comedias y guiños relativos a las relaciones de pareja y el sexo... además de su humor y su música.
Pero, nadie ha pensado en un sencillo homenaje a su cine, con Woody de protagonista.
Claro, por supuesto, no es lo mismo. Aunque el director se haya transformado en una judío sefardí reconvertido del latino.
** Pasable ***
jueves, 29 de enero de 2015
God´s Pocket.
Entre dioses o diablos.
Mickey Scarpeto es un miembro como otro cualquiera de un pequeño barrio, casi un suburbio o gueto, en el que se mira de soslayo a cualquier individuo que no venga de fuera. Que no pertenezca a la familia, y más si sus orígenes italianos pasan inadvertidos en una sociedad de raíces irlandesas como God´s Pocket.
En realidad se hace referencia en la novela de Peter Dexter a Devil´s Pocket en el sur de Philadelphia, un lugar dónde Scarpeto se encuentra en muchas ocasiones fuera de lugar, ejerciendo unas labores y actividades que le han llevado a esta última situación en la que se halla. Aquí, sentado y esperando a que las cosas tomen su camino natural basado en la violencia.
Cuando pasas por sus calles o entras en sus pequeños bares de reunión, miras con extrañeza y hablas con tus vecinos como si fuera una pesadilla o un divertimento muy negro. Las expresiones con escasez de educación son acusaciones lanzadas a propósito, se convierten en un reguero de sentimientos encontrados, avisos o amenazas que relegan a esta población a una especie de pesadilla social, tan real como sus personajes nos puedan hacer creer con situaciones tan viciosas como risibles.
Quizás hasta peligrosas, pues sus ciudadanos se confunden en la masa y pueden surgir como una jauría humana en la oscuridad o una mano empuñando cualquier tipo de arma. El hombre que se siente extranjero en su propia casa, la mujer reprochando su apatía, un amigo que apuesta su último riñón en una carrera, un enterrador que no sabemos si busca dinero o su muerte, un escritor que se encuentra sólo con el alcohol, y otros muchos vecinos hablando de las cosas de la comunidad en su lugar habitual.
Todo parece fuera de la ley, con humor negro aceptado, e igualmente silenciado para los extraños.
Como se dice en el texto, en God´s Pocket (presentada en el Festival de Sundance) todo el mundo ha robado algo a otro alguna vez... Y este Scarpeto con el rostro inolvidable de la profesionalidad y el vicio, se mueve en los ojos sombríos aunque vivaces del gran Philip Seymour Hoffman. Otro ladrón de escenas y carne que si bien no pertenece a dichas raíces sanguíneas, también participa de la vida salvaje a veces y contemplativa en otras de la idiosincrasia particular que envuelve a sus habitantes misteriosos, o cómicos.
God´s Pocket podría nombrarse como la Sin City de lo cutre, con lo anti-higiénico de la muerte, la violencia que se mezcla con los vicios, sexo, alcohol y juegos, o las mujeres transformándose en las defensoras del negocio familiar, como figuras emergiendo de una película de Scorsese (The Wolf of Wall Street) o de los hermanos Coen, asumiendo parecidos razonables.
Aquí en el primer largometraje dirigido por un actor llamado John Slattery y autor del guion adaptado junto a Alex Metclaf, junto a unos personajes bien interpretados por buenos actores, se halla la defensa de unos valores erróneos en el tiempo que vivimos, el rigor de la mafia y el ensalzamiento de la venganza, confundida por la xenofobia, los efluvios de alta graduación o el linchamiento público como escarnio.
El vicio y los comportamientos alterados es la clave para desarrollar una historia entre la marginalidad y la delincuencia, con toques de lúcida ironía humorística, como si fuera una parte de la sociedad que acepta un mundo sin reglas, la corrupción o la búsqueda de pruebas a cualquier precio. Y esto se advierte con un elenco preciso y de nivel, con Christina Hendricks (Drive), Richard Jenkins (The Cabin in the Woods, Jack Reacher), John Turturro o Eddie Marsan (Tyrannosaur, The World End´s). Y el aprendiz de psicópata Caleb Landry Jones (Antiviral, Byzantium), con una presencia pequeña aunque relevante e inerte.
Los personajes que giran alrededor son lo más eficiente y divertido de la peli (incluso los papeles que no tienen un nombre conocido detrás), a través de sus conversaciones entre tensas e irracionales se muestra su ecosistema en crisis, dónde la cultura es vista como un enemigo indiscreto, y los muchachos juegan a ser los psicópatas del futuro, puede que ninguno. También dónde las madres practican el tiro en los parques, esperando juntos el momento en que la familia se acerque a reclamar, presionar y sentenciar.
Dónde se busca una fortuna rápida y sin esfuerzo, porque el hastío de la gente busca el placer en otras materias más perjudiciales, también nos volvemos erráticos respecto del amor y el sexo. God´s Pocket es una muestra de cine independiente significado por la vida que nos rodea; o sino, miren a su alrededor y comprueben que muchos comportamientos están flotando en el aire. Simplemente, es un reflejo de la decadencia y la corrupción moral, y un enfrentamiento de un actor que se planteó demasiadas cosas a la vez o se vio superado por su entorno.
El caso es que cuando se abre el telón, el último viajante de Arthur Miller, se mueve con la tranquilidad o la gesticulación adecuada a cada secuencia, como si un dios pisará la escena o un pobre diablo entregara su propia alma con su trabajo. La profesionalidad de Philip Seymour hace que te olvides de su terrible destino, porque la película se ve como un homenaje a los espectadores por su parte. Y nosotros se lo devolvemos, con admiración.
Porque sí, es el último buen regalo que nos ofreció el vencedor tantas otras veces con su magnética presencia, desde que empezara interpretando a un abogado en la serie Ley y Orden hasta su magnífico trabajo sin fisuras en Capote, y tantos otros.
No podemos ver esta película sin emocionarnos un poco, porque oímos su voz ofreciéndonos un recital y le sentimos vivo, como una figura eterna y reconocida por la crítica y la industria cinematográfica.
Pero, además de cierta tristeza, Philip Seymour permanecerá siempre en los papeles que nos regaló a los aficionados y nosotros seguiremos aplaudiendo a este actor neoyorquino, con la cara tan jovial como triste... igual que la vida misma.
Así que God´s Pocket es una experiencia no del todo triste, gracias Philip. R.i.p.
*** Buena ****
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