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sábado, 4 de agosto de 2018

Gold / American Made (Barry Seal).

El verano más sudoroso, por otro lado, lúdico, aventurero y vicioso.
Aquel que entre los diferentes estados de la antimateria, digamos humana, deja un hueco divulgativo, para conocer a personajes (digamos, más o menos reales) que mitigan los vapores alcohólicos y la alta gradación del ambiente casero. Pongámonos las gafas de aviador y volemos a parajes inolvidables o incomparables, para descubrir lo que esconden las existencias de aquellos que volvieron al asiento pegajoso de un Cadillac clásico o a un lugar indeterminado, entre la riqueza material o el deceso.

Dos vidas encauzadas a la acumulación y la urdimbre financiera, tenebrosa como una mina en la lluviosa selva Indonesia, plagada de enfermedades tropicales, o devastada como un vuelo de emergencia que portara un cargamento peligroso.
Así, tras temporada y temporada de esas últimas series, las más buscadas de esta o aquella estación, nos embarcamos en la memoria próxima, para surcar los cielos más disparatados u osados, sofocarnos al mando de ventilador manual e ineficiente, alrededor de la canícula que nos invita a meternos con otras historias incontables de cine.
Es tiempo para visitar la historia inconfesable, comentar algunas películas ya licenciadas, que se quedaron atrapadas en un buzón de la memoria sobre la isla de Borneo o abandonando la identidad de estrella fulgurante del Hollywood actual. Para colarnos de polizones de un piloto cuestionado, desde su tierra natal de Baton Rouge, pasando por arco iris químicos en Arkansas y fiesta de altos vuelos, hasta calzarse un viaje por las tierras nicaragüenses y el conflicto político-social. Sin complejos, una travesía por la ilegalidad, el engaño y el estraperlo, en busca de una vida de película.


Gold... o el porqué de un Torrente Dorado.

Un americano del Norte, no tiene porqué conocer a un personaje del cine patrio, discordante y pringoso, como el Sr. Torrente y su bazo. Pero, no cabe duda que la interpretación del actor Matthew McConaughey emula las andanzas de cualquier tipo interesado, que confabula interiormente y maquina un asunto, con todos sus movimientos patosos y los desafueros económicos. Si bien, ambos caminen por diferentes aceras de la verdad (ficción con realismo) o en sentidos "opuestos" de la ley. Que no apuestos, indudablemente...

Para ello, la historia verdadera se ve camuflada tras el aspecto de un individuo, entre simpático y desafortunado, que comienza una odisea hacia la degradación personal y la sorpresa de un negocio dorado, como la orina de un enfermo de fiebre amarilla.
Sirviéndose de otra transformación camaleónica, el irreverente Mr. Matthew se convierte en el empresario encargado de un Gold aumentado, de fortuna áurea, antes de que la herencia de su padre se evapore del todo, como un castillo hecho de polvos, no dorados. En este estado rocambolesco de la epopeya financiera, se alía de un geólogo intrépido, que alberga la esperanza de convertir otra montaña onírica en sociedad, con un apretón de manos. Sita en la isla de Borneo, en un valle repleto de oro, la combustión será inminente, viendo el futuro que el espera al de Texas, junto al actor de origen venezolano, Edgar Ramírez (Zero Dark Thirty, La Chica del Tren), dejando embarrada, esta vez sin dinosaurios, pero con dientes como aquella, a la bella y divertida Bryce Dallas Howard.

El director de todo este despropósito histórico, aunque rebozado de datos camuflados con su realidad, como tramas paralelas y panzas de postín, es aquel guionista del filme Traffic y director de la extravagante Syriana, Stephen Gaghan. Divertido recreando otra metáfora insaciable de la economía y el poder ilimitado, basado en mentiras o patrañas. Eso sí, aquí con un lujurioso sentido del humor y cierta mala uva como ramalazos dicotómicos, emprendedor Robin Hood o bobo estratégico, donde prevalece la interpretación de Mr. McConaughey y los giros dramáticos de este personaje acorralado por las deudas, o eufórico por la gran mentira y estafa.
Sin complejos, se ríen en el espejo físico y el descaro del relato macroeconómico, junto al padre interpretado por Craig T. Nelson (aquel marido acosado de Poltergeist, Increíble y en los Gritos del Silencio), Corey Stoll (involucrado en La Buena Mentira y El Hombre Hormiga), Bill Camp (Molly´s Game, Gorrión Rojo) o Tobby Kebbell, acostumbrado a transformaciones del tipo El Amanecer del Planeta de los Simios, Kong: La Isla Calavera o Un Monstruo Viene a Verme.

Sin duda, uno de los atractivos de la película, además de los grasientos peinados y las desproporcionadas interpretaciones, es la fotografía natural que acompaña a este submundo transversal entre aventura y negocio mayúsculo de grandes cuentas. Parajes espectaculares para un biopic relativo y romántico, que acompaña el guión aderezado de un ácido sentido del humor, que desengrasa la esperanza inmutable, la resistencia al fracaso y las consumiciones desproporcionadas.
Sin olvidar que una guerra es más cruenta, cuando el dinero está por medio. Que tras la caída de una endeble Torre Oscura, queda vida tras la MM con futuros papeles en White Rick Boy (un asunto de drogas juveniles), una comedia desenfadad titulada The Beach Bum y una travesía accidentada en Serenity junto a Diane Lane y Anne Hathaway. Que una peli de aventuras en la selva, está bien acompasada con ritmos de New Order, Joy Division, Pixies e Iggy Pop, y recuerdos de la voz tranquila del recientemente desaparecido Leonard Cohen.

Gold, quizá no sea la película más redonda, pero te desintoxica de una noche caliente de verano, te entretiene con un argumento enrevesado que crece como una estafa piramidal, observas los cambios e inteligencia de un actor como el gran Matthew, se sostiene cinematográficamente dentro de unos parámetros de calidad con el sueño americano o la gran pifia... aún sin un cheque en blanco en la producción de Black Bear Pictures... Más bien sin fondos o condicionados... o, a través de un contrato firmado en un servilleta. Auspiciado por la propia palabra, esa "verdad" y una amistad.

American Made (Barry Seal).

En esta divertida doble sesión veraniega (y algo volatilizada en el año 2017), tendríamos al inefable, incombustible y radiante Tom Cruise, vestido en cueros como piloto atípico. Juerguista imaginativo y falsario contrabandista, destaca en este filme como notable intérprete de confusiones reales y removedor de mierdas varias en la gratificante ficción que desarrolla del pasado. Pues, la no demasiado remarcada por la crítica, Barry Seal, o El Traficante, o allá en tierras del otro lado del Atlántico, American Made, es una entretenida versión del personaje histórico, polémico y algo desconocido para el gran público.
Barry Seal, ex-piloto de la Trans World Airlines o TWA, envuelto en extrañas y explosivas circunstancias, que reflejarán el destino próximo de sus andanzas y otras voladuras de tarro. Convertido en traficante de pequeñas cantidades de anfetaminas, al estilo voladizo de Breaking Bad, sin tanta fórmula o catástrofe aérea en el jardín de casa, aunque si tensión competitiva con aquellos cocineros. Real convicto y retenido por las autoridades por sus frecuentes juergas y elegido como confidente de la CIA, sino la invariable y húmeda trena, durante las siguientes horas y dramáticas actividades en las peligrosas o sufridas tierras de Nicaragua. Sombra de una época, sobre suelo y cielo americano.

El gran sueño americano, hacerse poderoso y activar todos los centros recreativos de tu cuerpo, en el menor tiempo posible, al mando de un Mr. Cruise desaforado en el tramo acrobático y adictivo por tierra o aire. Bastante desfasado en el sentido etimológico del buen actor y dirigido por un buen amigo neoyorquino, conocido como Doug Liman. El mismo de El Caso de Bourne y productor de la serie Impulse, el próximo director de la esperada película Chaos Walking basada en un guion de Charlie Kaufman, con la galáctica Daisy Ridley, Tom Holland y Mads Mikkelsen, y otra vez compañero de fatigas fílmicas, dirigiendo a Tom en una Live Die Repeat and Repeat (segunda parte de Al Filo del Mañana) más un scifi titulado Luna Park.
Mientras en estas tierras movedizas de American Made, aterrizando sobre campos de marihuana en Sudamérica, infectados de RR, no Rock&Roll de la banda sonora, sino del recuerdo histórico de Ronald Reagan, del Irangate, con el negocio de la Contra nicaragüense y los movimientos de los carteles de la droga colombiana. Con las figuras destacadas de los capos Jorge Ochoa y Pablo Escobar, interpretados por el actor mexicano Alejandro Edda (Narcos) y el colombiano Mauricio Mejía.

Lo principal de esta historia verídica, es que está tratada como una auténtica aventura cinematográfica al estilo clásico de Hollywood, con claros contrastes ochenteros y gracias al ágil guion de Gary Spinelli, animado de otros interesantes actores como Sarah Wright, E. Roger Mitchell (Sully), el camaleónico Caleb Landry Jones (Get Out, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri), Lola Kirke (Gone Girl, The Leftovers), Domhnall Gleeson (Ex-Maquina, The Revenant) y un actor subido en la cresta de la ola permanente como Jesse Plemons (Fargo, The Post).
Toda una evolución psicotrópica de aspectos individuales, mezclados con la política y la sociedad de 1984, que debería termina dramáticamente, como una paradoja diabólica del alias Barryman. Entre el entretenimiento nihilista y libertino del personaje, la situación económica o los entresijos internos de CIA, DEA, el NFLS de plena actualidad y aquel cartel de Medellín (Colombia). Con el sentido estratégico de un golpe final majestuoso de espionaje, sonado cambalache en labores de inteligencia e infiltrado sobre un peligroso avión militar, de apellido televisivo y cinematográfico, como el Fairchild C-123 Provider. Ah, y un solitario asiento de un Cadillac.

Tom Cruise lo clava como vividor sin límites y mercenario clandestino, refresca la noche calórica con esta divertida película que toca todos los palos de un buen suspense. Traidor en beneficio propio, a través del lavado de dinero, traicionado en condescendiente perspectiva y seguridad, que termina en el silencio de Florida.
Según dictan los grabados periodísticos de la época, la CIA habría movido grandes cantidades de dinero para salvaguardar el futuro de aquella Nicaragua, con la globalización del consumo de cocaína y un paso a EEUU, que se confundiría aún más, tras negaciones de todo tipo y un misterioso suicidio. Además, como dato anecdótico del personaje, existe una producción de 1991 de la mano de HBO, de padre racista, fue compañero del infausto Lee Harvey Oswald y aquel piloto del mito Howard Hughes, se convertiría en el más joven en dirigir un Boeing 747 y ser despedido. Todo un carácter de aterrizajes aguerridos...

Si no acabas desquiciado por el consumo y los tratos gubernamentales, con tus huesos entumecidos por la humedad selvática, machacados por un episodio trágico, recordemos a dos profesionales y dobles de acción fallecidos durante el rodaje sobre los departamentos más polémicos de Colombia... si te has salvado del derretimiento en el sofá... ¡qué son casi 4 horas! Sobre todo, transgresoras, emocionantes y recalcitrantes... algo sudorosas.
Lo dicho, se trata de una buena época para revivir aventuras de todo tipo y con historias atípicas, adentrarse en estas personalidades increíbles que, sin ser demasiado conocidas, trasmiten pasión por el cine, situaciones verídicas y te pueden hacer saltar alguna que otra... carcajada. O no, una mueca risueña... por el calor.
Siempre de humor cítrico y turbio, como una buena y refrescante limonada. Otra interesante propuesta de cine selvático... Con Matthew y Tom... ¡qué monada!

Tráiler Serenity, de Steven Knight.


sábado, 12 de noviembre de 2016

Del Mar de Árboles a Swiss Army Man.

De océanos de árboles y otras brisas.

Hace algunos años, era más intransigente y declaraba con sentencias irrevocables. Sin embargo, el paso del tiempo te confiere otra perspectiva, o lógica más acorde con la situación en el presente o el aprovechamiento de esos escasos amaneceres que nos restan por vivir y aprovecharnos de los bellos paisajes que nos brinda la naturaleza.
En definitiva, seguir adelante, aunque la propia vida te lo ponga difícil en algunas ocasiones y vayas sin rumbo.
Así, aquellas decisiones tomadas por alguna razón de peso, confirieron un sentido determinado a nuestra vida e irán modificando los pasos dados a continuación, hasta un lugar incierto. Ya sea a través de un receloso mar de árboles, interminable y laberíntico como purgatorio de Minotauro, o un trasbordo surrealista que nos lleve a algún remoto lugar de nuestra conciencia. Una vía onírica, como el cine.


Por este camino sugestivo del cine, particularmente, me enfrasqué con una determinante y lógica postura, hacia un viaje con visos de derrota previsible, pero con la narración que ayudara a contemplar una visión distinta sobre este mundo globalizado y voraz, flotando a mi alrededor. Semejante a un espejismo de plasma, que anticipa una reflexión interna sobre esos comportamientos sociales, menos lógicos o viscerales, más propios de náufragos o suicidas de la mente. Muchos, cansados por un peso mayor a sus espaldas, denominado culpa.
En más una razonada ocasión, esas decisiones fueron injustas o erradas, elegidas por vientos en contra. Por ejemplo, en la visión de distintos artistas de la cinematografía, como el director de Louisville Gus Van Sant, a quien siempre reprobaría su, inapropiada como innecesaria, versión de esa obra maestra de Alfred Hitchcock llamada Psicosis. Tanto que me decanté por ignorar su trabajo posterior, sobre todo, a raíz del visionado en 2003 de aquel tratado sobre la violencia juvenil o Elephant, defraudado por su estilizada mirada del horror y esa irreverencia juvenil, trasladada a la pantalla como belleza estética. Hoy, he claudicado en un mar de árboles.

En el otro lado, de esta redención crítica, cuando un personaje no te cala y esperas que el joven intérprete crezca, para poder identificarle con otros papeles posibles y su calidad profesional, como Daniel Radcliffe... a veces, sucede una transformación física, a golpes. Como un potente navío, dispuesto a cruzar los límites de la imaginación y ese costumbrismo visual. Son dos agujeros negros de mi pasado cinéfilo, que han quedado sepultados en la memoria, sumergido en sus últimas producciones. Pues no todo en la vida permanece inmaculado y perfecto, según nuestro cambiante pensamiento. Es decir, que la vida sigue por ahora, y como ella, las decisiones pretéritas no durarán para siempre.
Pilotando el horizonte, con los bolsillos repletos de fariseísmo, se puede comprobar la división de dos caminos posibles hacia esa redención, real o imaginaria. Por mares y bosques, uno se dirige firmemente sobre los restos de un naufragio realista y la tragedia más desesperante, que no aparecería en nuestros peores sueños; el otro se envuelve en un mundo irreal, hasta el jardín de una casa privada. De percepciones surrealistas o reflexiones adornadas con ruidos y quejidos procedentes de nuestro interior. Dos ramificaciones distintas, pero con curiosas verosimilitudes... al menos así lo percibo.
















The Sea of Trees.


Gus Van Sant, el nombre prohibido de (Kentucky), anduvo por mi mente como un vagabundo durante mucho tiempo. Perdido, desde aquellos primeros trabajos destructivos como Mala Noche, Drugstore Cowboy o Mi Idaho Privado, en territorios que abrían nuevas perspectivas inteligentes en el planeta cine. Hasta la caída a los infiernos de una colorista fotocopia, desviado a una posterior redención envuelta en hojas suicidas y ecos desgraciados del pasado, tal que resurrección de un autor maldecido por cientos de lenguas y miradas inquisitorias.
Fuente de dardos venenosos y con motivos razonados, hoy es salvado tras las dudas o imágenes adornadas de una violencia próxima,
Así, alentado por sus dos protagonistas principales y cierta curiosidad sobre un posible planeo por la filosofía oriental, también paseo por la vida y la muerte. Creo injustamente vapuleada, hasta hoy, me sumergí, vigilante, en un océano de verdes y poco contaminados senderos (no he visto El Bosque de los Suicidios en una variación sobre el mismo tema), para asegurarme que una actitud intolerante, sirve de bien poco en esta exánime existencia. Si bien, algunas circunstancias te sigan doliendo... para siempre.

A diferencia de otros conceptos intangibles, como la propia conciencia y el paso del tiempo, esta perspectiva de El Mar de Árboles, se extiende en una sola dirección o realidad, sobre el perdón y la culpa. Un paso adelante, contra la decepción incontrolable y convulsa, que te puede jugar una partida tan macabra, como un suceso increíble.
A veces, en un recodo, toma la dirección del viejo Hollywood o de artistas tan humanistas como el director nacido en Sicilia, Fran Capra. Y sus múltiples fantasías conceptuales (aunque sin su característico humor) sobre la redención. Gus Van Sant se entrega en The Sea of Trees, a un cuento, fábula laberíntica o espejismo de pasiones, que bucea en estas terribles decisiones que llevan al ser humano a erigirse como un vulgar egoísta. Un ser tan despreciable interiormente que toma uno de esos caminos más complicados, y nada utópicos, en una odisea o pesadilla vital que recapacita sobre la propia resistencia al sufrimiento y el dolor. De la mano de un artista incalificable conceptualmente, como los diversos rostros de Matthew McConaughey, en su imagen creciente del anti-héroe.

Una situación hiriente y claustrofóbica en plena naturaleza, en el parque nacional de Aokigahara en Tokio, a los pies de un volcán de frustraciones y pasos errantes, que te sumerge en la muerte como un océano de árboles, y se extiende como una ruda y tensa soga, lava del Fuji con un corte afilado como la imaginación, o un sueño profundo a raíz de un bote de pastillas, todas del mismo color y único efecto.
El resto, es el espejo sobre el que mirarse o confesarse. En la decadencia de una sociedad enferma, o retrato de unos individuos enfermizos, que Gus Van Sant identifica como cadáveres en vida o esqueletos vivientes, nos inunda con melancolía, rabia y una vía, tan infranqueable, como la mala suerte, encarnada por un personaje enfermizo y bipolar interpretado por Naomi Watts. Pero, frente a la indecisión del cambio, se propone la mirada de un consistente actor como Ken Watanabe, que suaviza un drama encadenado y demasiado doloroso por una sucesión de errores, silencios y agravios.

Motivo de la sinrazón, el egoísmo y la falta de comunicación, frente a nuestros seres queridos, surge esta historia en comienzo depresiva, con un entramado de conclusiones aciagas y vidas errantes que, al término, camuflarán la terrible realidad con una capa invisible de espiritualidad, frente a esa comodidad de nuestra vida para amoldarnos a las posiciones más venenosas. Igual de decadentes que una excursión accidentada, de parados, por el recuerdo de la pérdida. Una etapa cruel al corazón de la humanidad... sobre esa cosa llamada amor.
Por tanto, el Mar de Árboles espera, sigiloso, a otras víctimas despedidas por el deseo cohibido o la desgracia personal, en forma de odisea fantástica o cuento de redención, sin campanillas caprianas ni risas. Excepto, un mínimo encuentro con el adorable George Bailey, el perdón en carne propia, o esas indigestas fechas que nos pueden encaminar erróneamente, hasta la falda de un volcán. Incandescente como nuestra memoria. Pues, el pensamiento oriental sobre la mortalidad y su postura con ciertos tropiezos vitales, transfiere una especie de redención del su orgullo o el honor de antaño, dónde se embarcaron miles de individuos por distintos oceános, batallas perdidas y mares de culpas. Penalidades imprevistas, a la espera de una respuesta, como un negativo de Frank Capra...

Una historia que rellena algún hueco, un campo de batalla de heridos corazones, tirados aquí y allá, demostrando que el perdón puede y debe existir. Al menos, tras un traumático y sugestivo encuentro con ella, la bella Naomi, encarnada por el espíritu japonés de Mr. Watanabe y su tañido invisible, aún inaudible, intangible... mágico y redentor, a pesar de un repentino y innecesario golpe en forma de flashback. Una voz improductiva o conciencia repetitiva, cuando hubiera sido mejor el silencio y nuestra comprensión individual.
En la misma balanza, que el futuro de este comentario, las lágrimas en el rostro de Mr. McConaughey en el filme, se transforman en una resistencia al infortunio y el dolor, esto es, la esperanza como posibilidad de una nueva línea, tan necesaria e intangible como esa felicidad inalcanzable. Hasta que los árboles, nos hablen de nuevo... o una pequeña flor en la roca.

Swiss Army Man.

Parece lo mismo en algún sentido, incluido el natural, pero tan diferente como un suicidio que se representara a una broma pesada.
Dos creativos procedentes del clip musical (Dan Kwan y Daniel Scheinert), ahora directores de largometraje, se embarcaron en este viaje surrealista de Swiss Army Man, que produjo más huidas en Sundance 2016 que desertores en una batalla, en un increscendo sonoro. Se acompañan de dos personajes (e interesantes actores para grandes travesías futuras), embarcándose en una extraña mezcla de recuerdos, viscosidad vital y gases de ultratumba.
Otra odisea personal, en el mismo sentido del cine metafísico, aunque dirección opuesta. Un filme que comienza en esa difícil travesía de la vida y propaga un contenido más surrealista, menos dramático que el océano anterior... más bien, la metáfora de una pesadilla jocosa.

Sobre una playa, donde el existencialismo se vuelve confuso y la realidad, efímera como la vida y la muerte, los mensajes se precipitan a la nada más surrealista, irrisoria, en busca de esa respuesta que indique el camino a la salvación, o la comprensión. Esperando, hasta que ya no aguantas más, resbalas y retumbas con el sonido del más allá, sobre la orilla.
Mientras, el ancla que se aferra a la tierra, te avecina un episodio imposible con un nuevo combustible utópico, mientras tu realidad se transforma en un complejo rompecabezas, como fichas de juguete para la construcción imaginativa. En esta encrucijada con el techo natural de una caverna o troncos adaptables a tu historia, sobreviene el mensaje con la sonoridad saliente de unos alicaídos pantalones.

Cubierto de arena empapada, de posiciones inverosímiles y efectos sanadores, se reciben los recuerdos en forma de deseos surrealistas (más que verosímiles), como fuentes inagotables de sapiencia sonora, conexiones con la conciencia, sexo unidireccional a la deriva y, a bordo, de un amor no correspondido, que nos llena de indecisiones o flatulencias supersónicas. Hola, otra ola... Ya estás al otro lado, en la frontera del realismo exagerado y la tragicomedia. Tu cabello revuelto, con el ´viento` en contra... algo descolocado en la vida, por cierto.
Bajo las mismas premisas, el mar no cesa, tan desconcertante como son las simpáticas embestidas de la vida (en contraposición con el océano anterior), miradas de dos personajes, improbables... o no. También, sueños de su propia salvación, aunque se hallen con el agua al cuello y la vista puesta en una existencia pasada. Swiss Army Man, son luchadores de los futuros errores de su existencia, o fallecimiento prematuro en una lengua extraña, algo soez.

A propulsión hacia la redención o a esa increíble realidad a la que nos deparan las imágenes y sonidos, en la próxima hora y media, provenientes de nuestro interior. Otros dirían zafiedad o truco sensacionalista.
Por tanto, nos encontramos con dos actores en crecimiento disfuncional y paralelo, el vividor fatigado Paul Dano y la fatiga viviente Daniel Radcliffe, como alicientes conceptuales de una estructura cinematográfica, poco vislumbrada con anterioridad... sorprendentemente cómica o, más bien, cubierta de desfachatez irónica. Algo inusual, tal vez digerido, en algunos casos o sentidos, dentro de la filmografía de Luis Buñuel o algún que otro dadaísta, que ahora no recuerdo, abstraído por un tapón monumental en mi cu... conciencia desvariada.
Bueno, al grano... el muerto al hoyo y el vivo... o viceversa. No sé.

La pareja de directores, y sus imágenes interpretativas, tratan de sostener algo tan inconsistente como la brisa o una ventosidad. Aunque persista en el tiempo y el espacio aromático, como ella, la dichosa parca. Una, loca, sonora o imaginativa (a gustos), con forma de verborreíca existencia y pálida instantánea, para proclamar que el individuo, no es nada, sin nadie a su lado. Tan solo, una conciencia cinematográfica que critica, sin saber la razón o la manera de lo expresado. Un muerto viviente, que salió de la cueva y que se ríe como un tonto, entre tanta incontinencia y falsa realidad, en cualquiera de los sentidos, o percepciones.
Un trozo de carne, que aprende a sentir, o a huir a escape... no lo tengo claro.

Lo reconozco, no he entendido el fin, sino el principio de todo. Somos seres vivientes, con ganas de terminar, o náufragos cambiantes. Patrones de lanchas a motor fueraborda que indican el extravío mental, o un regreso de la uniformidad y la falta de congruencia, muertos de risa que se convierten en héroes a la fuerza, depredadores devorados por la fantasía enfermiza... mientras otro voraz plantígrado se ceba con el actor que representa al ser humano, o el ser tras la máscara. Sólo sé, que no ´peo` nada.
Mr. Dano, crucial estrella, es el náufrago que vaga dentro de nuestra cabeza, indeciso y débil, un pedazo de carne que atraviesa el horizonte en una cabalgada enloquecida y desconcertante, hacia un abstracto Daniel Radcliffe... o más bien, encima de su abstracción. Este último decía en THR: “Fue genial y original, emocionante y completamente loco, y diferente a todo lo que he hecho o leído. Me encantó el reto físico, lo doloroso que podía hacer que pareciesen las cosas". Es una evidencia, este, su trabajo en la película.

Es posible que, si no has visto Swiss Army Man, te preguntes: "de qué narices, habla este hombre". Me refiero a mi aportación, claro. Y, te respondería, más que excrecencias nasales y otras señales incipientes, expreso una sorpresa como pocas, fijación por otras partes de la anatomía humana, pongamos por ejemplo... ojos ´perdidos` en una isla, bocas ´de riego` por aspersión, antenas ´para-bolicas` que te dirigen a casa, otros miembros manejados por un maestro de marionetas (en la sombra), pezones que crecen al compás de las olas y la memoria, gargantas profundas y propulsoras de recuerdos, oídos que escuchan pero no comprenden, lenguas viperinas de televisión... y únicos y sonoros... traseros inquietos. Tal que timorato o locuaz provocador, ano de ideas y pasiones diarreicas. ¡Puff, perdón!

Al otro lado de ultramar, allende los mares, aparece una tragedia individual, que amenaza con convertirse en global. Un guion cubista en manos de los mismos autores, idóneo para crear islas solitarias o boyas de señalización al peligro, con una banda sonora de Andy Hull (camarógrafo en la historia soñada) bastante tarareada.
En su irascible incontinencia verbal, la actriz o musa Mary Elizabeth Winstead (Scott Pilgrim, Calle Cloverfield 10), es una invitada a esta producción rodada en Los Ángeles con producción de Blackbird y Cold Iron Pictures. En busca de los paraísos creados o imaginados bajo nuestra celda cerebral o efervescente necesidad, tras los pasos de un hogar, tan inconsistente como una recreación de la verdad. Concluyendo, la desagradable existencia del temeroso en imágenes creadas con efectos especiales y sonoros, una mente sin amor ni amigos, que se mira al ombligo de un muerto, con el silencio de una cueva abandonada o musicalmente rimbombante como cuesco de difunto... es decir, con la compañía y consejo estimable de un compañero de fatigas flatulentas y otras músicas.

Swiss Army Man, podría ser un cambio de aires, tan necesario como la demagogia intestinal del mundo real, mientras otros manejan los hilos desde la sombra y se carcajean con ocurrencias locas. Somos, Dany el muñeco diabólico con el pompi al aire, y surcamos velozmente las marcas de un pasado fotografiado en las redes sociales... hi doll, of black mirror... somos los efectos disfuncionales de un tsunami psociológico, un engaño como los especiales creados en el cine, entre la familia propia o la novia de otro... el futuro riéndose de su fallecimiento.
Ahora, sí que lo confieso, estoy intentando una táctica envolvente, para decirte todo sin decierte nada, porque Swiss Army Man, puede ser todo o nada, como pedo de distintos animales o sus fluídos excretados, convergiendo en polvo estelar o mierda espacial, en una montonera tratada por el director del siguiente videoclip, que se identifique con una nueva estructura que es la misma, el estiercol de la vida.
Un nuevo crecimiento, arraigado sobre lo que fuimos... o un marronazo mayúsculo que huye a escape. Sin saber cómo llegamos hasta allí, o hacia dónde nos dirigimos. Como los excrementos de aquellos dinosaurios.
Una interesante armada de difuntos... no suizos, sino mundiales. Porque, personalmente, prefiero el surrealismo al realismo suicida.





sábado, 1 de octubre de 2016

Free State of Jones.


McConaughey: su estado of wars.

Nunca un nombre tan extendido y corriente entre la multitud de rostros, excepto por la personalidad del actor que se ve involucrado en su desarrollo artístico o cinematográfico, ha significado tanto en la historia de los seres humanos refiriéndose a su libertad. Jones, podría apuntar a la hiperrealidad crónica de la humanidad, con un individuo que se rebela contra la autoridad del poder y sus adláteres corruptos, emprendiendo una campaña por la justicia contra esos que quieren limitar la libertad del individuo o sus familiares. Pero Jones es mucho más que un hombre o su nominativo, pues se trata de un condado en la época de la Guerra Civil Norteamericana, que se convertiría en estado libre por la voluntad de un grupo de humildes granjeros y fugados ante la Confederación del Sur, muchos ladrones o criminales camuflados y, sobre todo, los extremos de los regímenes esclavistas.
Jones es solamente una palabra, pero significa todo. La Libertad de un multitud. Y también, el lugar revolucionado de un gran actor como Matthew McConaughey... Anteriormente de poner voz a Beetle en Kubo y Las Dos Cuerdas Mágicas y cantar como animado Buster Moon en Sing. Mucho antes de emprender la aventura titulada Gold del director Stephen Gaghan con Rachael Taylor y la bellísima Bryce Dallas Howard o vestirse de hombre de negro en La Torre Oscura. Bien ¿no?

No hay nada peor que sentir su necesidad, la pérdida de la misma, cuando las reglas establecidas niegan dicha capacidad y derecho de los ciudadanos para desplegar sus alas y mentes, y por ella, se han librado las más terribles y cruentas batallas en la historia. Entre las que destacan, aquellas que enfrentan a generaciones de la misma sangre y diferentes condiciones sociales, llevando a hermanos, familiares o vecinos, a la cruenta derrota o la muerte. Durante siglos o milenios, la convivencia entre clanes o territorios, ha ido generando problemas que aún perviven en pleno siglo XXI y aberraciones del pensamiento debidas a diferencias económicas e ideológicas; obteniendo como resultado, la guerra civil más inhumana que podamos imaginar. Como ocurrió en nuestro pasado, sin que hallamos aprendido nada por este camino sangriento o sucedió en los incipientes EEUU durante el enfrentamiento entre Norte y Sur, posteriormente al término de la Batalla de Corinth en octubre de 1862, antes de la declaración de los derechos de los ciudadanos y la promulgación de la nueva Carta Magna. Los derechos ganados sobre la sangre derramada por diferentes motivos, terrenos y humedales del Mississippi.

Newton Knight, es el libertario impertérrito, interpretado por un actor en racha como Matthew McConaughey, con más carácter y más involucrado que nunca en los proyectos. En estado de estupefacción ante la injusticia, su nombre es débil, pero fue un campesino duro, pobre pero legítimo, conocedor de pantanos y sabedor de la calidad de los seres humanos y las tierras cultivables, que se convertiría en líder a la fuerza. Un cerebro cargado de moralidad, ante las mentes vacías y los privilegios de las familias ricas que dominaban con el látigo y el fuego, y sublevado contra las exigencias máximas de los jefes del estado confederado. El Robin Hood del pantano y los campos de algodón, blanco como él y sin ninguno de corazón, con un pequeño regimiento compuesto por esclavos fugados de las grandes haciendas privadas, además de otros cansados granjeros hartos de aquellos abusos militares y el hambre provocado por sus dudosas maniobras en terreno amigo.
Este complejo proceso de rebelión o licitación, frente a una Unión observadora o lenta en la promulgación de leyes tras el conflicto armado y vecinal, provocaría la confusión con reacciones criminales de grupos extremistas como el KKK que llegarían meses después, o esos típicos atentados contra las personas libres que prevalecen y se difunden hasta nuestros días.

Entonces, Mr. Newt se declara ser humano con pleno derecho y obligaciones, como todos los demás, sin superioridad moral ni prevalencia por su nacimiento o sus rasgos físicos, e inventa de la nada, o mejor dicho del fango, un estado libre de Jones y un nuevo orden social. Un destino único e igualitario, dentro de las fronteras irreconciliables de nuestro propio fracaso como especie y el futuro entre las palabras universales de la Biblia. Palabra divina para ambos lados y todos los colores.
Algo radicalmente diferente a lo sucedido en otras latitudes, que derramarían la sangre por cuestiones territoriales y sentimientos larvados durante años por sus ideologías. Nada que ver con la libertad universal o los valores democráticos en todas las materias que incumben a los ciudadanos, esto es, un sentimiento personal de envidia ante aquel hombre que emergió de la incomprensión y el rechazo racial, en busca de la auténtica libertad generalizada. Y no simples o vulgares opiniones políticas que invaden la realidad.

Gary Ross garantiza esa reunión entre esencia y la calidad cinematográfica, (como autor del guion de Big y director de filmes como Plesentville o Seabiscuit) trasladándose a los escenarios de la Guerra Civil, sobre los territorios de New Orleans, Lafayette o Louisiana. Decidido a recrear el resquebrajamiento y posterior reconstrucción de una nación, de una tierra con distintas memorias y matices culturales o raciales, en el fondo profuso de la oscuridad del alma, que esconde una batalla entre hermanos y, una misión indiscutible, la nueva configuración en verdaderos estados con hombres o mujeres, al fin, libres. No privilegiados.
Al menos, eso es lo que nos gustaría a los ciudadanos pacíficos y las mentes abiertas, frente a una maquinaría interesada en la violencia y casi materialización medieval de la política. Es decir, adocenados a una ideología partidista que separaría a los seres humanos, entre los que aceptan unas reglas acordadas y los que no, como aquellos que manejan el poder absoluto. Antes de defender a todos los firmantes de ambos lados, contra los que persiguen destacar o consiguen saltarse y modificar sentencias en favor de su ego, según su singular parecer, moralidad y dramático pensamiento. O incluso, ante el intento de controlar el amor por una ley demasiado pretenciosa y bastante irracional.
La nueva regulación de Jones sería que... no existe diferencia ninguna entre hombres o mujeres, con los pies en la tierra y la mente para soñar. La base igualitaria de una verdadera constitución.

El guion del propio Ross se moja y enfanga hasta los tuétanos, ya que se basa en la biografía escrita por el también productor Leonard Hartman, natural de Ohio, que enfatiza los rasgos genéticos de la Justicia. Mediante la fantástica fotografía de Benoît Delhomme (La Propuesta, La Teoría del Todo), iluminando visceralmente entre dos razas y un corazón herido, y música deL pianista y compositor Nicholas Britell, para enfatizar una biografía, retratada a pinceladas coloristas y fijaciones de la óptica histórica en blanco y negro. Free State of Jones, no es trama simple sobre el individuo y su estirpe (aunque también), sino un canto común a la libertad, sin anestesia, frente a la amenaza del sectarismo y sus serias zonas pantanosas o múltiples particiones clasistas; porque su vida fue tan real como ese pasado eterno que describe los distintos derramamientos de sangre en el desarrollo de la ´Humanidad`.
Aquellos, Hombres Libres de Jones, masacrados especialmente por la maquinaría bélica, o todos los actuales que litigan ante la imposición ideológica de cualquier tipo, la división, y por ende, el incremento del odio, sería el motor legendario de todas las incursiones vitales de hoy, con sufridos anónimos ante el control poderoso y político, en favor de todos. Una mirada que no desea violencia, pero mantendrá la decepción humana con el arma de la venganza en sus manos.

Para más inri, la Norteamérica de finales de 1885 y el término del conflicto armado, sufrió la división derivada de la conciencia medieval de la propiedad y la tierra, la deserción ante el crimen continuado y la incomprensión legal, la herencia desvirtuada con el establecimiento de otras leyes de terribles consecuencias para débiles o perseguidos por su piel. Una derivada convergente de recalcitrante actualidad.
Aunque, alguna fragilidad conceptual rodea el filme, ya que Ross pasa a hurtadillas sobre los restos del conflicto, sin involucrarse en los designios de una defensa a ultranza. Hoy algo cuestionada... como aquel derecho a la protección del individuo y su libertad a cualquier medio, que creció en la oscuridad de las calles. Se extrajo una consecuencia hiriente e infinita, como es la proliferación indiscriminada de armas en diferentes estamentos de la población, legítima y civil, como algo turbio que subyace de fondo y en silencio, sobre los cadáveres. Caminando sigiloso entre el barro y carne sin vida, amigos, pasando de puntillas sobre los restos de miles de cuerpos mutilados, niños, de aquellos (y estos de hoy o mañana), jóvenes soldados o posibles habitantes libres de nuestra sociedad futura. En ella, respiramos el humo de la batalla perdida y el aroma de la sangre fresca o agria intemperie, una y otra vez, sin descanso. Ni paz. Esa guerra tuvo un legado, como otras tienen otros problemas enterrados e inabarcables ya.

El estado de Jones y los muertos que no resistieron las balas, están representados por un reparto uniforme, de héroes y fantasmas... mujeres fuertes en la piel de Gug Mbatha-Raw (próximamente en Miss Sloane de John Madden, junto a Mark Strong y Jessica Chastain, o el interesante scifi a priori titulado God Particle y la nueva versión Disney de La Bella y la Bestia) y la actriz Keri Russell. Luchadores curtidos de piel e interpretados por Mahershala Ali, lo veremos en el reparto de una misión especial en Hidden Figures, la serie Luke Cage y el drama familiar The Personal History of Rachel Dupree; Sean Bridgers (La Habitación, Los 7 Magníficos), Christopher Berry (Django Unchained, 12 Años de Esclavitud) o Bill Tangradi en el papel de un teniente secesionista y criminal confeso, que también aparecerá en el western Brimstone con Kit Harington, Guy Pearce, Carice van Houten y Dakota Fanning, o un papel singular en la nueva Twin Peaks.

Fuera del estado fílmico, el resto es meditación en la oscuridad. Apoyados indefinidamente sobre el terreno enlodado y la justa propiedad que necesitamos para alimentar la familia, recapacitando sobre esos pasos emprendidos en charcos rojizos, para alcanzar derechos de un ciudadano libre, observando leyes que nos defiendan a todos, olvidando los horrores de un conflicto bélico en nuestras propias carnes... sin comprender la situación que se aproxima tan rápido como el ferrocarril.
Y, por tanto, sentados en el porche, esperando un nuevo orden o etapa luminosa, donde los hombres se sientan realmente libres e iguales. Como diría alguien, fumar bajo las estrellas y esperar a mañana, o más... Demostrando que los seres humanos no estamos preparados ni hemos entendido nada, aún. Viendo a este Matthew de Jones, un hombre libre con alma oscura.
Free State of Jones Soundtrack - Taking Daniel Home


domingo, 15 de marzo de 2015

True Detective. Season I
















Mi verdad y los Oscar´s

- Qué me has hecho Matthew... el Lobo era yo - Leo, dixit.
- La justicia es la verdad, y yo, soy la verdad.

(Estimados amigos, este comentario sobre una serie fue escrita justo tras la entrega de Oscar´s en la gala de 2014)

¡Qué mala suerte para DiCaprio! tener que encontrarse con la figura alargada y omnipresente del actor texano de moda en Hollywood. Ahora, tiene la propulsión necesaria para alcanzar el hiperespacio.

Casi 25 años después de la aparición del cadáver televisivo más notorio del siglo pasado, artística y mediáticamebte, ahora en 2014 dos Detectives de la Verdad, se superan en pesquisas. Se han encargado de un nuevo caso inquietantemente violento, que emociona a todos los espectadores (y la mayoría de cinéfilos por su factura y grandes diálogos). True Detective en su temporada I, es ya historia de nuestras vidas, pensamientos y percepciones.

Cada vez que suenan los compases de la cabecera de la serie True Detective, sabemos que nos sumergimos en la oscuridad absoluta, con respiraderos y olor a tabaco de antaño, hacia la narración salvaje y moderna. Nada quedará intscto en ningún sentido, ni para personajes ni televidentes. 

Hablando de visiones, con un vaso de bourbon y discos de blues-rock en la cuidada atmósfera, el ambiente es claustrofóbico, distendido por sus propias conclusiones morales y el aspecto personal que interpretan todos, especialmente, esta psreja de sabuesos, sin filtros, que protagoniza el caso.

Antesy sonadamente, sería el compositor Angelo Badalamenti el responsable de sumergirnos en una investigación onírica-épica, cambiando las montañas ficticias con su misticismo electrónico, aquí amparados por los acordes moteros de la Louisiana más árida y trágica, como si una Hammet modernista se escondiera en sus notas ocres.
También con los nuevos detectives y sus diversas caras temporales, tres ... o más, se participa de la fiesta electrónica moviendo la acción trepidante, en algunos temas y episodios.

Hoy los Oscar´s han decidido decantarse por la banda sonora que por otra parte era algo hueca y poco clásica. Dinero en los ritmos.
El vacío del espacio no requería de compases, bastaba con el silencio y la respiración. En cuanto a la mejor canción se decanta por Let it go, facturada y embalada con dulces de Disney para mayores y peques

David Lynch plasmó la investigación surreal en manos de un actor de la época, meritorio en otros largometrajes del director y emergiendo como estrella televisiva Kyle MacLachlan, cuando había viajado en montura a lomos de gusanos con él. Su personaje era observador y paciente con un pasado difuso; al igual le pasa a Rust Cohle el detective de las miradas y la mente divagante entre la metafísica y la antropología divergente, por este y algunos más papeles en la gran pantalla. 
Con el cowboy drogadicto de Dallas Buyers Club, el otro en cuestión es Matthew McConaughey, equien se lleva la dorada estatuilla, junto a su hermano caracterizado de héroe social, en enfermiza fase terminal, un excelente, Jared Leto. Impresiona e impresionante.

Vencedores junto a Cate Blanchett vestida ´no de jazmín azul` anoche, para ganar yuna  Lupita Nyong’o que confirma su esencia racial com estrella emergente en 12 Años de Esclavitud.

Por otro lado, comentar que en esta gala presentada por Ellen DeGeneres (no culpable del descalabro)... se truncaron las expectativas de emoción y distracción del televidente, con un ritmo y guion bastante deslucidos para mi gusto. Aburrida sin más. 

Y en un In Memoriam, que nos dejó lastrados moralmente, por la irrepetible personalidad memorable de los fallecidos este año. Lágrimillas a discreción.
Una gran emoción en concurso, igualmente para las interesantes películas que competían este año. Quizás un polifacético Woody Harrelson hubiera sido un emblemático y “verdadero” salto de calidad en pista con ella. Hubiera dado el do de pecho entre pechos y espalda.

Volviendo a True Detective... es posible que su impacto en nuestra generación, se distancie por la diferencia de visión étics de los tiempos que vivimos, y la enorme distribución televisiva del anterior Twin Peaks. Pero irá creciendo con los tiempos sin duda.
También el nombre de Cary Fukunaga con dos buenos trabajos en la pantalla grande, no es tan reconocido como el gigantesco Lynch y su extendido trabajo, más glorioso aún. Pero promete grandes experiencias con su visión cinematográfica de impacto y el futuro en serie. Ya lo es... 

Fotografía y montaje que funcionan como un guante para el asesinato ficcionado en encuentros metafísicos, otros muy físicos con sus rituales macabros, tema espeso y nivelado, a sus historias comprometidas con la injusticia social y la personalidad apabullante de los protagonistas.
La pareja conformada por McConaughey y Harrelson, será  referente para los fanáticos del thriller, sin paeangón, siendo la comedia negra una parte referente, con esa desviación sexual y el peligroso realismo. Una incursión fascinante y claustrofóbica, en la investigación de los asesinos en serie.

Aunque comparta pasión, con Leo DiCaprio en un sonoro golpe de pecho y reverencias hacia el oportunismo y la exageración irradiada por la economía mundial, y la magia palidez de un Jared Leto al borde de la muerte en pantalla, True Detective es monumental y a la vez, íntima. 
Amigos en fin, en dilemas contrarios,y coadyugantes.

Aaí, Dallas Buyers Club se enciende como una notabilísima pesadilla del recordado director canadiense Jean-Marc Vallée y se distingue también como vencedora, que desde Quebec ya había dado muestras de enorme talento para la dirección con C.R.A.Z.Y. o La Reina Victoria. Dep.

Pero volviendo a lo radical y lo elevado espinosamente por la interpretación, y al guionista y creador de True Detective, se eleva Nic Pizzolatto. Con él viajamos al inframundo de la mente, porque  se ha encargado de crear una colección de personajes que amplifican las imágenes y las experiencias paralelas de la serie,  con sus discursos inteligentes, brillantes y oscuros, que te dejan boquiabierto. Violencia, esoterismo y dosis de humanismo, en las relaciones personales entre ellos, son la pirámide de los sueños encendidos, coléricos, pesadillas con visos a lo real, para atrapar al gran malvado del año, the Yellow King. Un alias que es referencia, al universo de los sin sentidos de Lovecraft, en significado terrorífico, litúrgico y lisérgico.

Estas bifurcaciones de personalidades opuestas y extremo coqueteo con las adicciones,  en planos diferestes, verticales u horizontales según las posturas halladas y fotografiadas a la perfección..., dan el escopetazo conceptual a esta marejada de sexualidad con etapas narcóticas y desencuentros privados, que nos salpican. Wow, algunos se quedan grabados para siempre.

En este apartado de historias atrayentes, celebrar también, el excelente guión original del Spike Jonze con su película Her, que se queda para reinstalado de igal forma, más romàntica pero gélida en gestos, en memoria, y el más acomodadamente adaptado al gusto de la Academia de 12 Años de Esclavitud, que puede pecar de minutaje.

Pero… con la incredulidad, hemos topado.
Mucho público joven se ha identificado en los últimos registros de Matthew McConaughey, casi convenciéndoles (yo incluido) de que la verdad era lo que se representaba. Su principal agradecimiento al recoger el Oscar fue hacia sus padres y a Dios. Si ha llegado a convencer a discípulos cinéfilos de otras ideologías o pensamientos, eso quiere decir, lo gran actor en que se ha ido convirtiendo. Gracias Matthew, aunque no seamos coetáneos en dogma, al menos te acordaste también de los soñadores.

Por último, True Detective es todo lo contrario a la 86 edición de los Oscars de Hollywood, enigma, pasión y divertimento extremo, emotivo y elevado. La próxima ganadora de los principales Emmy Award sin discusión. 
Regocija adentrarse en el mundo creado por Pizzolatto, de la mano de actores en grado de excelencia, una factura cinematográfica colosal y seguidores que se multiplican como la nieve en Nebraska. 
Por cierto, gran título de otra de las tristes películas perdedoras de la noche, por su historia llena de humanismo cualitativo, interpretativo y su diseño en pantalla.

El espectáculo debe esperar a próximos premios, algunos cantados, otros sorpresivos. El caso es la introspección interior, la formación de los gustos personales y el cine… recordar que todos interpretamos algún papel en la vida. Como los detectives verdaderos.

Tal vez, el mejor personaje animado desde hace años y oscarizado, Olaf desde su verano nos hubiera hecho más divertida la pasada gala. Si el Sol se lo permitiese, claro. Mientras tanto nos desplazaremos por el espacio a tu ritmo, con el mensaje oído esa noche de ´Viva México, cabr... alleros` y damas, con toda la Gravedad.

True Detective (Excelente) 10 – 86 Edición de los Oscars (Aburrida) 0

Hasta la próxima entrega con diferentes protagonistas en True Detective2 y otra galita más de los premios de Hollywood... Ciao!


Intro / Opening Song (The Handsome Family - Far From Any Road)


The Black Angels - Young Men Dead


The Builders and the Butchers - Bringin' Home the Rain


Kavinsky - Nightcall



martes, 2 de diciembre de 2014

Interstellar.


Padre Nolan, qué estás en los cielos...

Es manifiestamente evidente que el mundo de la cinematografía en su género más fantasioso, la ciencia ficción, ha cambiado mucho en las últimas décadas, prevaleciendo la acción sobre el atrevimiento y las ideas. Las películas dedicadas al scifi en tiempos pasados se recreaban con historias repletas de criaturas inventadas llegadas desde otros planetas y viajes lineales en el tiempo y el espacio, ahora se tiende hacia el cómic o la posible búsqueda de respuestas para establecer teorías basadas en la nueva realidad.
Pero, como todo ha cambiado con los nuevos éxitos cosechados en el terreno de la cosmología y los avances técnicos en las expediciones espaciales. El cine de los últimos tiempos, trata de convertir las guerras de las galaxias en aventuras épicas y sesudas sobre la supervivencia humana, volcándose en el realismo más que en la imaginación.

No es de extrañar, de tal manera, que uno de los filmes imprescindibles de todo buen aficionado a la ciencia ficción sea de los favoritos del director de Christopher Nolan. Ya que muchas de las suposiciones que el gran Stanley Kubrick ideó en la historia del hombre moderno mirando al espacio exterior, han ido apareciendo en el horizonte de Interstellar, con más o menos bríos, sirviendo de fuente o ejemplo para muchos cineastas actuales. Entre ellos C. Nolan director nacido en Londres, con películas como Memento o The Dark Knight Rises. Lógicamente, algunas cosas han cambiado desde que el mono se alzase al espacio en los años ochenta, sobre todo, técnica y visualmente, pues el desarrollo digital ha revolucionado la forma de concebir el cine.
Si es para bueno o no, ya se verá con más perspectiva ´kubrickiana`.

2001: una odisea del espacio, fue resultado de una mente privilegiada para aspectos visuales y el estudio de las posibles capacidades técnicas del hombre en el futuro. Esto es, la imaginación.
Kubrick confeccionó una de las historias fantásticas más relevantes en el devenir de la historia del Séptimo Arte; ya que aparecían las grandes preguntas que han inquietado y sugestionado a los cineastas y artistas de nuestra época, dirigiendo los comportamientos o aptitudes del ser humano en el pasado hacia una nueva visión.
Una perspectiva evolutiva que aún no ha cerrado su círculo, y al que se van añadiendo nuevas capas. Magnitudes esféricas que se van convirtiendo en las protagonistas de estas aventuras cósmicas, ya mostradas en el filme relativo a la odisea espacial y ahora modificadas con las imágenes espectaculares de los rastreadores humanos.

Personalmente, he intentado desprenderme de los rasgos de la pieza maestra de Stanley Kubrick (con mucha dificultad) y no fijarme en todas las opiniones positivas más los prejuicios ocasionados por la crítica más agresiva frente al llamado “nolanismo”.
Sentado en la buta, dispuesto a orbitar en una gozosa aventura, me entregué a la observación de un espectáculo visual y sus innovaciones cinematográficas. Sin embargo, no he hallado muestras de dicha espectacularidad (las imágenes de diferentes universos, ya no es tan eficaz como antaño), ni restos de una epopeya dramática, fuera de los vórtices del sentimentalismo más ñoño.

Más al contrario, me he alargado como una extensión de la mente en el cuerpo vacilante, y he cubierto las dos horas y cuarenta minutos de duración entre frustración intelectual y aburrimiento generalizado. Poco o nada, se recuerda de la existencia de conceptos artísticos o miradas conceptuales del diseño de escenarios, y mucho menos de la poesía visual de la Odisea de Stanley. Los recursos técnicos no son suficiente carga para abastecer los deseos de un buen aficionado a la ciencia ficción, viendo espectaculares imágenes por las ventanas de una nave y una parte de su fuselaje. A no ser por la tecnología de una nave que parece aprovechar los nuevos avances en la resistencia de las estructuras frente a la velocidad y la atmósfera, para significar una mayor maniobrabilidad en las acciones del vuelo espacial.
La ambientación requería más explicaciones en el espacio exterior, pero principalmente aquí, en la Tierra.

No voy a profundizar demasiado en el aspecto científico y las derivadas que florecen del filme Interstellar, pues aparecen como un falso maquillaje de profundidad. Por ejemplo, si nos centramos en elementos esenciales como el mantenimiento de una vez que permanece en el espacio por un periodo tan extenso, o se oculta el proceso involutivo de una persona abandonada en el insondable vacío existencial. La singularidad del universo multiplicado en el abastecimiento de provisiones o la amenazante reserva de oxígeno tan relajada como obviada, para conseguir avanzar en el tramo final.
Tampoco haré demasiada “sangre” con ciertas resoluciones al considerar un robot como paradigma de la evolución científica del cerebro humano, cuando se asemeja más a una "gacheto" torre de alta fidelidad al estilo de los noventa, convertible en rueda dentada o remolino salvador.

Me he plegado entre agujeros negros, intentado penetrar en el horizonte de sucesos sin tener claro como alcanzar la velocidad de la luz, abarcando todo el espacio y tiempo necesario para doblegar el bostezo, con una propulsión extraordinaria aportada por un litro de café y paciencia infinita ante unos diálogos bastante mediocres, y he conseguido que el Tirón de Gargantúa no me tragara como un gigante hambriento de sueños, aguantando hasta los títulos de crédito. Pues, en su parte última está la esencia de una película que no necesitaba de tanta abstracción ni mensaje pesado durante tantos minutos de metraje.
Jaleado por los universos paralelos, me he estirado como la espina dorsal de un gato, entrando en el núcleo a través de la ergosfera en estado inmaculado, y no me he quedado traspuesto entre la cuarta o quinta dimensión de mi butaca del cine. Entre las estrellas, descafeinado, he resistido hasta el final. Quizá, lo más interesante.

¡Quédate! Decía mi mente... Pero, esta se debatía entre alterar el estado de las cosas o mirar de soslayo la esfera de mi reloj, en unos minutos que parecían no avanzar las manecillas.
No he contemplado aquella ansiada poesía conceptual, ni explicaciones de las incógnitas que surgen en la Tierra apocalíptica ni en un viaje de millones de kilómetros, por el intento de salvación de toda una especie.
Sólo me encuentro, una y otra vez, con palabras cargadas de contenido letárgico.
Y rostros cansados, demacrados, sin fuerzas para cumplir la misión de entretener, son los restos de una civilización que se destruye a sí misma, o es la imagen de unos actores circunspectos ante las pretensiones del director.

He visto cosas que vosotros no creeríais... a Matthew McConaughey entre sollozos, gimoteos y sentimentalismo barato, a la interpretación con menos brillo en la carrera de Jessica Chastain de las que he podido ver. A un robot con carisma entre una cafetera y un chistoso de sin gracia, a Matt Damon alejado de papeles de héroe y con sus músculos perdidos en la inmensidad gravitatoria, con Michael Caine centrado como siempre pero lejos también de ser recordado por este papel. Siento que tengo a Anne Hathaway atragantada (no en la garganta de Gargantúa) desde hace alguna película... y a Nolan creyéndose un máster del universo con su cámara de última generación, olvidándose de los buenos diálogos.

Interestellar no me aporta mucho artística ni visualmente aunque entiendo la fascinación por teorías nuevas, sobre todo de los más jóvenes, pero escasea de ideas científicas o premoniciones de algo más intangible. Así que estamos ante la lucha de la ciencia ficción o la imaginación, por supuesto, y un filme de entretenimiento.
Lejos de la obra maestra de Kubrick, siento esta película desprovista de emoción o suspense más allá del infinito, y con cierta tendencia al lagrimeo artificial. Una ocasión perdida de rememorar odiseas y consagran personajes míticos.
Es mi opinión... Recordando que no por tener opiniones contrapuestas sobre una obra, se es enemigo de nadie.

** Regular **

INTERSTELLAR Soundtrack - 05. Stay (Hans Zimmer)


INTERSTELLAR Soundtrack - 07. The Wormhole


2001: A Space Odyssey 1968 - Movie Soundtrack(Music By: Aram Khachaturian, Richard Strauss...)


viernes, 31 de octubre de 2014

Dallas Buyers Club


Matthew y Jared, pareja de oro.

Vivimos en la sociedad marcada por la desilusión, despiadado Far West.
Aquellos vaqueros han sido trasladados de antiguas películas del western, a este caótico y salvaje oeste de la gran ciudad. A través de la incomprensión y el aislamiento.

Vaqueros atrapados por su machismo desfasado (cabalgando toros y hembras) en la medianoche texana, y montando su particular Drugstore Cowboy para alimentar su miseria y sus venas. Olfato para el vicio y el negocio que está perfectamente representado por unos protagonistas antagónicos que, sin embargo, tendrán que compartir los negocios y los quebraderos de cabeza por motivos de la enfermedad y su especial personalidad.
Un buen día su mundo se derrumba. Los amigos y compañeros giran sus ojos a tu paso, insultos y repulsa. Es el fucking Cowboy de Medianoche buscando su camino final.

Como en los alocados años finales de los 80 y comienzos de los 90, reinos de drogas, nos llega un cowboy de medianoche en la piel escuálida y blanquecina de Matthew McConaughey para intentar aullar a la luna de Scorsese. Porque Dallas Buyers Club comparte año cinematográfico con El Lobo de Wall Street, en diferentes festivales y premios. Un duelo colosal entre el vaquero y el lobo, con interpretaciones, tan distintas y tan cercanas a la vez. Magistrales trabajos.

Ocurre que la pareja formada entre Matthew y Jared Leto se ha convertido en la sombra alargada de Dustin Hoffman y Jon Voight en el nuevo milenio. De Nueva York a una Texas más cerrada pero igual de despiadada, pasando por el ámbito salvaje de la incomprensión social, ante una enfermedad traída de la mano del diablo. Un demonio convertido en virus asesino y travestido.
Uno es el consumismo exacerbado, el otro es la máquina dispensadora de vida, dispuestos a luchar contra los círculos viciosos de los tiburones financieros. Ambos son un poco con su comportamiento, como una especie de Robin Hood´s modernos, a su manera. Como lobos perseguidos por la caza furtiva.

El cowboy McConaughey luchará hasta el final por el premio, la vida o el Oscar, está dispuesto a morir con las botas puestas y el culo al aire, en su traje de superviviente. Es decir, la ´fucking` bata de hospital. En un círculo se rodea de un grupo diferente, también de los suyos (por ejemplo, con una Jennifer Garner en su mejor papel a mi juicio hasta la fecha), defenderá su posición indoblegable ante las leyes de los políticos intentan imponer, por el control de la vida. Aunque con este enfrentamiento, le pueda costar la soledad.

Jean Marc Vallée se mantiene firme en su toro mecánico durante toda la película. Comprometido y echando un vistazo a atrás, a través de Schlesinger o Van Sant, pero con un estilo propio que ya demostrara en anteriores trabajos. Y parece que próximamente volverá más Salvaje. Se consagra como director de culto con esta magnífica Dallas Buyers Club.
Esto no es Philadelphia y el lujo. En Texas sobrevivir curte la piel, disparando balas envenenadas contra los malos, o los tiburones financieros de las grandes compañías farmacéuticas y las leyes de políticos que las controlan. Frías como el cañón de un revólver sin usar, pero amenazantes.
La mala sangre corroe las mentes, hacia el interior y el exterior, pero la enfermedad hace que te yergas cada día. En su Idaho Privado, McConaughey se mete de lleno en los huesos y la cabeza de una realidad apabullante, una máquina de la interpretación perfecta. Su duelo con DiCaprio promete ser sonado. Qué grande es el cine.

Y con Leto, de gran dama en busca de hombres, quizás le caiga uno dorado. Porque han creado una pareja de cine perfecta. El director canadiense Vallée es atrevido, adapta historias comprometidas, con el punto de vista de su cámara (delicada o despiadada) capta la marginalidad de una lacra social y del rechazo. Algo se ha avanzado y los tabúes van cayendo con las botas puestas.
Ni Errol Flynn con su general Custer (en su carácter más agrio) o la desgraciada caída de Rock Hudson en sus últimos tiempos, se ven reflejados en la interpretación de Matthew, con un papel más semejante a un tipo algo frío y duro como Henry Fonda llevando a sus hombres a la victoria (o mejor dicho, la derrota) en Ford Apache. Todo se compra y vende desde los deseos hasta la propia vida, llevada hasta las últimas consecuencias.

Desde luego, yo entré desde su comienzo en ese Club de compradores de sustancias prohibidas en Dallas y me fascinó este trío enorme formado por Vallée y su visión del cine, la creación de Leto y el camaleónico poder de McConaughey.
Cabalgar en un toro salvaje corriendo por las venas, es más difícil que aguantar los 8 segundos encima de un verdadero en un rodeo. Si no la has visto, mucho más recomendable romperse la espalda en este club que en almibaradas montañas.

***** Excelente ****

Shuggie Otis - Sweet Thang


The Airborne Toxic Event - Hell And Back


T.Rex - Life Is Strange (1973)

sábado, 19 de octubre de 2013

Mud: De aquellos polvos estos barros.



Del director de Arkansas Jeff Nichols.

Hace más de una década ya, corría el año 1999 cuando un joven actor será acusado por disturbios y tenencia de cannabis. Estaba en su casa y fue obligado a pagar una jugosa multa.
Era Matthew McConaughey (nacido en Uvalde, Texas) y aquel dinero se antoja harto grandilocuente, teniendo en cuenta que en la actualidad muchos desfalcadores y defraudadores se van de rositas después de acumular grandes cantidades. Sin pagar un céntimo.

Matthew parecía un actor abandonado a su mediática mala suerte (ya que parte de la crítica mundial no le reconocía grandes méritos, Cinecomio incluído), a pesar de un comienzo esperanzador con films como Tiempo de Matar de Joel Schumacher, y participar en trabajos junto a Robert Zemeckis y Steven Spielberg. Sin embargo, su carrera parecía a la deriva.
El actor había abandonado sus estudios de derecho tras una estancia en Australia lavando platos, por una incipiente carrera de actor y su inclusión en una saga tejana como La Matanza de Texas.

Aquellos tiempos quedaron atrás y otras vicisitudes acudieron a McConaughey. Quizás se replanteará su trabajo en estos años desde sus problemas con la sociedad vecinal, o tal vez el convertirse en padre haya centrado su labor interpretativa.
El caso es que en la última etapa, y sobre todo en este 2013, su vuelta ha sido próspera para los aficionados a la interpretación con dos títulos enlazados satisfactoriamente. Tanto para prensa como público.
Ahora Matthew tienen un lema "Just keep livin" encabezando una fundación que ofrece ayuda a adolescentes con problemas.

Todo parecía ir según lo previsto, cuando participa en películas de baja calidad, hasta que tras una pequeña remontada de la mano de Ben Stiller y su film Tropic Thunder, empieza a ofrecer su lado más rebelde y salvaje.
En la actualidad tiene el respeto de la industria y la crítica, con sus dos trabajos The Paperboy y el que viene a colación en esta página, Mud de un director creciente en interés como Jeff Nichols (Shotgun Stories y su notable labor en la oscura y maravillosa Take Shelter).

Una vez escapado de su fama juerguista, Matthew pareciera haber sacado su cuerpo de la prisión dorada y ofrece un repertorio de acento sureño y personajes fuera de las leyes comerciales de Hollywood.
Mud tiene dos visiones diferentes unidas por el nexo común, la vida fluvial de un conjunto de individuos y su mundo cerrado.

La primera tiene reminiscencias a olores de una juventud aventurera y de primeros amores. Echando la vista levemente a películas de verano caluroso (aunque en Mud bien pudiera ocurrir la historia en cualquier estación) en las que varios chavales se enfrentan a la aventura de la vida, con emoción no exenta de peligros.
Por supuesto, se viene a la memoria la fantástica Stand by Me, del director Rob Reiner. O la precursora idea de Mark Twain y Las Aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.

En cambio, Mud se ve desprovista en su totalidad de un sentido del humor auténticamente juvenil, para mostrar una visión infantil más cercana a la madurez emocional. Muestra de que los tiempos pasados han cambiado. Y algún afluente regando el estado de Alabama nos cuenta la historia de estos chicos y prometedores actores Tye Sheridan (El árbol de la vida) y Jacob Lofland con el omnipresente Mud y sus relaciones amorosas y fuera de la ley.
Este río es el lecho de un pequeño terruño aislado en el que los personajes se desenvuelven entre Crusoes, aunque más cercano Mud a Edmundo Dantés. Arracimado y cobijado en unos maderos mohosos guarda su corazón a prueba de balas que serán escupidas desde la otra orilla. Una, algo más peligrosa.

El caudal del film de Jeff Nichols va acumulando otras aguas igualmente artísticas, como personajes arrastrados por la corriente salvaje y que dotan de mayor empaque al trabajo en común. Como muestra un botón en forma de bala, con Paul Sparks y el gran Sam Shepard y ese monstruo interpretativo llamado Michael Shannon. En un lado más sutil pero igualmente agradecido están Reese Witherspoon, Ray McKinnon y Sarah Paulson. Un reparto de lujo.

Aún con todos ellos, la historia sigue estando en el "bote" de Matthew McConaughey con una vuelta de tuerca interpretativa del antihéroe y la jauría humana. Esta nueva y prometedora imagen con personajes atrapados, cargados de dotes resolutivas que van dejando un poso de buen cine en el espectador.

Mud es un thriller aventurero, escrito por el propio director, sin grandes novedades o sorpresas pero brillantemente ejecutado por sus protagonistas. Es esta interesante visión la que aumenta su categoría estilística. Una forma de contar la historia personal de un hombre en el fango, solitario (al menos en principio) y rodeado de una atmósfera opresora o sofocante, que irá derivando a una búsqueda interna de libertad.
Por tanto, Mud es el protagonista principal seguido por un casting perfecto. Y un río siempre presente en los acontecimientos. Su variopinta población entre la libertad y la marginalidad, nos enseñan la vida con pocas pertenencias y alimentándose de los que las aguas ofrecen.

Unas veces serán los desperdicios traídos aguas abajo, sin valor o restaurables.
La pesca y los negocios más o menos turbios en aguas más enlodadas.
Porque en Mud prevalecen las balas... y la amistad.
Y además, Matthew ha vuelto para quedarse.

**** Notable ***

Especial Tráilers nuevos trabajos con McConaughey.

Dallas Buyers Club, dirigida por Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y y La Reina Victoria). Reparto: Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto, Steve Zahn, Dallas Roberts, Denis O'Hare, Griffin Dunne. Dirigida por Martin Scorsese, El Lobo de Wall Street. Reparto: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Kyle Chandler, Rob Reiner, Jon Bernthal, Jon Favreau.

Matthew en el nuevo film de Christopher Nolan, Interstellar. Reparto también Interstellar: Anne Hathaway, Jessica Chastain, Bill Irwin, John Lithgow, Casey Affleck, David Gyasi, Wes Bentley, Mackenzie Foy, Timothée Chalamet, Topher Grace, David Oyelowo, Ellen Burstyn, Michael Caine, Matt Damon.

Cinemomio: Thank you

Las más alteradas del Cinecomio

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