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sábado, 5 de agosto de 2017

Alien: El 8º Pasajero / Aliens.



Al final de los 80, el terror llegó del espacio

Un joven director británico, Ridley Scott, idea junto a el productor y director Walter Hill (Forajidos de Leyenda, Danko) y el diseñador gráfico y pintor surrealista, el suizo Hans Ruedi Giger, una de las películas más terroríficas de la historia.
Se encargan de crear un mundo, por entonces nunca visto en la pantalla, donde la humedad, la viscosidad y la obscuridad hermética, son los protagonistas del film. También de una estrella emergente, que brilla más allá de los demás, aunque, cada uno concentra su propia energía interpretativa. ¡Welcome to Space, Sigourney Weaver!

Además, diseñan un Alien demoledor en nuestras pesadillas (no en la pantalla) que desaparece físicamente en muchas escenas, para enfrentarse a una heroína de carne y hueso, inspirada en diosas escénicas. De concepción vital en el interior de los cuerpos humanos y efectos demoledores. Inspirándose en las enseñanzas de Hitchcock, nos oculta casi totalmente al monstruo entre las sombras y los vapores en su edad adulta. Pero, consigue una entrada estelar como alevín, en una de las escenas del cine de terror y ciencia-ficción, más recordadas de la historia moderna y próximos viajes a los confines del universo.

En el set del plató, Scott oculta a los propios actores protagonistas, lo que va a suceder. Su criatura se reserva para los paladares más críticos. Para mantener intactos, los mecanismos del efecto manufacturado y las salpicaduras de sangre. Así, lo demuestra el gesto aterrorizado de Verónica Cartwright (actriz en Los pájaros, de A. Hitchcock), que jura en arameo extraterrestre.
Dejando aparte esta escena espectacular y sanguinaria, como dije, me parece que Alien bebe de la sabiduría del gran maestro, ya que se basa en el suspense, en las tinieblas y bufidos, los ruidos inquietantes y la expresión de los actores. El sudor en el frío estelar, las filtraciones de vapores, la condensación en cristales, y con un decorado de alto contenido sexual subliminal, creado por H.R. Giger que otorga ese impulso conceptual redondeando la ambientación.

Destacable, también, el protagonismo de la música del mítico Jerry Goldsmith. Mayúscula partitura minimalista, entre el sueño y la pesadilla estética.
Solamente, veríamos al Alien, en una secuencia rápida frontal, donde el disfraz del nigeriano de dos metros, Bolaji Badejo, cantaba escandalosamente; la escena con el gato de protagonista donde nos cortaba la respiración y el inolvidable final con Sigourney ´Ripley`, donde estábamos más pendientes... ejem, de otras cosas más calientes, que aquella masa viscosa y húmeda desenredándose. ¡O no!

Alien, el 8º Pasajero.

Corría el año 79, apenas dos después a Star Wars y cinco antes de que Terminator llegara a la Tierra y se diese un baño de multitudes estelar. Cuando algunos jóvenes espectadores se vieron absorbidos sustancialmente, por el guion de Dan O´Bannon y Ronald Shusett y la sorprendente aparición de una criatura que, no surgía del frío o la literatura clásica. Sino que, su crecimiento metabólico se alimentaba con las nuevas perspectivas de un viaje a los límites del cosmos y emitía el terror en cualquier confín del universo. Algo, pocas veces visto entonces, pues la mayoría de expediciones fueron formuladas en sentido contrario, cuando las invasiones extraterrestres y literarias, venían e instalaban en nuestro hogar para enseñarnos su inteligencia y hambre, sus armas personales o elaboradas con tecnología, capaces de destruir o conquistar un planeta.
Aquel colono o invasor, era diferente, semejante a un miembro revolucionario o evolucionado de la prehistoria, confeccionado a base de piel viscosa y huesos protegidos de una coraza, al estilo de los engendros cableados y entubados, que recorrían los seres sexuales y algo demoníacos, del artista suizo H.R. Giger con sus surrealistas conceptos, pero, regados con tripas y ácido sanguíneo, no sabemos si con material ribonucleico.

Aquella mirada de velocirraptor voraz, garras para destripar, látigo acabado en pica huesuda, fuerza descomunal y adaptación a las diferentes condiciones ambientales, reproducción asistida, gestación ovípara y siniestra, sexto sentido de instinto ´escuálido`, resorte mandibular coronado de dientes afilados, mala sangre y crecimiento des-comunal en comuna... soportaría el tamaño de un planeta o mundo perdido, y el peso de la supervivencia. Significaba un gran descubrimiento biológico para buscar remedios a nuestras debilidades, y un residuo de la Prehistoria con genética cocinada singularmente, por la consabida evolución de las especies, o no.

Esta cinta humilde, apenas 11 millones de dólares de inversión, se reproducía por 7 y se alimentaba de la tensión extraterrestre. De nuestro miedo psicológico entre las estrellas, que serviría para la consagración del director de South Shields, Ridley Scott, como la siguiente avanzadilla de una diferente generación de duelistas de la cámara dentro del cine moderno. Creadores de monstruos evolucionados de aquellos clásicos que sorprendieron por su capacidad conceptual y la imaginación para clonar nuevos espacios o elementos discordantes de inteligencia artificial. Una nota de color rojizo, con sombras perfeccionadas para alimentar los miedos intrínsecos a la infancia, soledad en un recinto cerrado, vapores y sudor, puertas hidraúlicas y cadenas chorreantes engrasadas con babas, presencias invisibles, con un engendro que atacaba de repente y se reproducía de forma violenta, como una víbora venenosa o un insecto desproporcionado, un soldado de un enjambre que defendiera a su reina.
En definitiva otro duelo épico contra la enorme Sigourney Weaver.

Condicionamientos de aquel rodaje...

Ellos se acercan con precaución a un destino vaporoso, oscuro y profundo, sobre la luna cercana a un gigante de tonalidades amarillo-azuladas, encontrándose casi de inmediato con una visión enorme y grisácea. Un navío anclado no se sabe hace cuánto tiempo, herrumbroso y destartalado por el impacto, que no avecina la forma violenta de cómo pudo llegar hasta allí, ni qué tipo de inteligencia lo dirigía. Sólo la estructura fósil de un viajero espacial de aspecto humanoide, doblando la estructura de los seres humanos, y que años después, descubriríamos como auténtica deidad al borde de la decapitación integral y provocando la expansión de su información genética a una catarata de naturaleza casi mágica.

Aunque, eso, transcurrió a finales del siglo XXI y sería descubierto en el pasado por otra tripulación navegando a bordo de la Prometheus (destino a un nuevo amanecer del horror o Covenant), completando un círculo que empieza estructurarse ahora... primero, nos centraremos en estos siete héroes actuales y su mascota gatuna (podría ser el pasajero ocho, más bien, no)... nos adentramos, con los ojos bien abiertos sobre estos espacios alucinantes, con conexiones narrativas con Dark Star de John Carpenter y la futura Dune de David Lynch, al son aspirado de la banda sonora de Jerry Goldsmith, o los arquetipos gráficos, eclépcticos y surrealistas, del dibujante francés Jean ´Moebius` Giraud.
Una aventura que pasaría a ser considerada como terrorífica, adelantada a nuestro tiempo, con la que nos encaramamos a una vista existencialista de la supervivencia. Aquel aviso de ayuda, se convertiría en una advertencia desgarradora, pues: "en el vacío, no se podrán escuchar sus gritos".

Tras estas increíbles vistas espaciales, las máquinas computerizadas por Madre y su discípulo clónico, se interesan sobre manera con las novedosas estructuras y su contenido vital, demostrando que la inteligencia artificial puede tener otras perspectivas espectaculares y dramáticas, que marcaron su destino y la división de su corteza imaginativa, debido a una curiosidad individualista y un aprendizaje polémico. Fue el comienzo de unas especulaciones más evolucionadas... y de todo lo demás.
De la apertura anticipada de aquellas cabinas de criogénesis, y del descubrimiento de su apartada localización, de una misión sangrienta, de contingencias relacionas con los sueños y futuras pesadillas que retornan con El Regreso, de muchos otros. De quejidos animalescos que perforan los tímpanos y queman con su sangre (la sección del guion que sería silenciada y luego, reventada en vivo), de los designios creativos de un grupo de visionarios, cerebros no programados para lograr retos e ideas oscuras, estrategias de un futuro que deberemos enfrentar, tarde o más temprano. La sombra estratégica de un hacedor sintético, recreaciones de estancias con válvulas hidraúlicas, golpes y sonidos de cadenas, su grito, sótanos metálicos y húmedos, maullidos defensivos, puertas automáticas que no cierran en el instante oportuno, o sirven de lanzadera para desechos biológicos, ya reconocidos, al igual que una nueva héroe.

Aquella nave espacial Nostromo, se diseñó como entramado de pasillos, condensación y luces de emergencia rojizas, de alaridos apagados, estancias con conversaciones existencialistas, mientras el vacío rodeaba a los protagonistas y no dejaba escapar ningún sonido monstruoso, más allá de aquel otro monstruo metálico. Incluso, la ocultación de otro rastro perdido sobre el terreno en terraformación, provocaría susurros inalcanzables por cualquier oído o comunicación humana, a millones de años luz de la Tierra.
No fue una pesadilla, sino una evidencia, que produciría la gran tragedia, como el salvaje oeste vencía a los sencillos colonos que buscaban otra tierra para el desarrollo de sus familias. Ripley, tuviste que volver vestida de pistolera, protectora o guerrera dotada con armadura mecánica, para descubrir a una pequeña sustituta de la muerte concebida, en un salto temporal enorme para ti y para nosotros. Aquel segundo avistamiento, conlleva una carga personal y un equipo de marines adiestrados, no tan románticos como los siete primigenios, pero con su particular manera de pensar o ser (uno de ellos, el temeroso Bill Paxton recientemente fallecido) y con sus armas incompatibles con salpicones de ácidos o indefinibles comentarios carentes de demasiada inteligencia. Sólo mucha acción al mando del nuevo capitán, James Cameron (supervisor de efectos especiales para Roger Corman), adiestrado en amenazas cyborg y aprendiendo para definir otros seres abisales, fuerzas bélicas con tecnología futura y esencias agrupadas en comunas, hormigueros, colmenas...

Esta conexión misteriosa, produce restos viscosos de aquel ser, de aspecto xenomorfo y fluidos insaciables de cazador, como un agresivo velocirraptor de sustancia sulfurosa, dispuesto a merendarse a cualquiera guiado por una misión suicida. O una colonia pretérita bajo una mente experimental, de la que no se salva ni el "tato", porque el gato sí que respira, en un salto mayor a medio siglo, a salvo y coleando.
Luego, la esencia vital del Alien, se perdería en reclusiones de almas y extraños, pero divertidos Guardianes de la Galaxia, vistos ahora. Con diseños que sufrirían varios grados de separación con el suspense de Ridley Scott y sus esfuerzos actuales para regresar a la historia. Significaría la pérdida del cabello por invasiones de piojo, y el comienzo de un gran creador como el director David Finncher, pero, también una pesadilla cinematográfica y agorafóbica, de tonos apagados u ocres, suciedad de un antro espacial, limitación de conceptos narrativos, persecuciones alocadas por diferentes medios, tal que colosos en llamaradas (sin puerta de Tanhausser ni anillos de Orion) o espectáculos de otras épocas al estilo Titanic o Poseidón, y otras criaturas con instinto de Leviatán de las profundidades... Aquel Alien diseñado para invadir y arrasar en próximos paraísos, que proclamaban diversión metafísica y quedó en extravagancia visual. Aunque, a continuación el gamberrismo espacial se extendiera a través de una mente preclara, como la del galo más surrealista Jean-Pierre Jeunet.

Visionándola de nuevo, en cualquier época actual, Alien el 8º Pasajero, sigue siendo una obra maestra del scify y el terror moderno... con permiso de la majestuosa Blade Runner.

Datos curiosos del film:

- El director Walter Hill, sería el encargado del comienzo del rodaje.
- El guionista Dan O´Bannon, se basó para la historia de Alien, en unos gremlins que en la Segunda Guerra Mundial, averiaban un bombardero y liquidaban a la tripulación.
- Nostromo: nave de carga remolcadora de 243,8 metros.
Nombre proveniente de la novela homónima de Joseph Conrad, donde así denominaban los pilotos maestros de barcos. También, escribió "Los duelistas".
- El nombre original del carguero es Leviatán: Bestia marina del Antiguo Testamento, asociada a Satanás y creada por Dios. "En ese día, el Señor castigará con su espada grande y de gran alcance, Leviatán la Serpiente que se desliza, Leviatán la Serpiente enrollada; Él destruirá al monstruo del mar".
- El Alien, es denominado polizón. Habiendo así, una reciprocidad en el término espacio con el mar.
- El efecto corrosivo de la sangre alienígena, fue una mezcla de cloroformo, acetona, ciclo-hexilamina y ácido acético sobre una base de Styrofoam.
- En los años ochenta, una industria incipiente, la informática y la inteligencia artificial está en auge. Al piloto automático de Nostromo se le da el nombre de Madre.
- Parte de los decorados y el alien, se basan en su obra pictórica "Necromon V" del suizo-polaco Hans Ruedi Giger, ganándose un merecido Óscar al mejor diseño de decorados.
- El mítico anuncio promocional, no presagiaba ningún aspecto definitorio del film. Por lo que el público primerizo, desconocía su trama, sólo un huevo quebrándose, liberando luz amarillo-verdosa y vapor. El lema: "En el espacio, no se escuchan sus gritos".
Genial.

***** Excelente *****

Aliens: Curiosidades de xenomorfos.

No siempre segundas partes fueron malas... dijo no sé quién.
Aquella terrible invasión en las alturas de la creación, no podía ser olvidada, sin enviar una misión de acción que investigara los orígenes de un posible foco infeccioso o una presencia incómoda. Por tanto, el director Ridley Scott formó un pequeño grupo o avanzadilla bélica, armada hasta los dientes que intentaría llevar a la teniente Ripley al lugar de sus pesadillas, para combatir a la criatura que segó las vidas de su tripulación en la nave....
En esta ocasión, los soldados forman parte interesada de esta expedición a la colonia atacada, con otra mente clonada que demuestra interés por el instinto de supervivencia y la calidez de las relaciones humanas, con nuestras emociones, dudas intrínsecas y, también, con nuestras deficiencias conceptuales o errores fundamentales. La guerra siempre ha sido parte de nuestra existencia, de los enfrentamientos raciales, de la lucha entre especies para no ser exterminadas o borradas de la faz de la Tierra, disparado para ser descubierto.

Proporciones de la segunda invasión xenomorfa.

Siete años después, el novel director James Cameron convence al elenco inglés de este film y a los productores Scott y Hill, de su valía. Mostrándoles un visionado de su anterior trabajo "Terminator".
Tendría muchos problemas, por su forma de trabajar, con el protagonista de la cinta Bill Paxton, recordado con su arma al hombro y recientemente fallecido este mismo año 2017. D.e.p. En cambio, esa tensión se confunde entre tanta testosterona que preconizaba el cartel "Es tiempo para la guera" y la labor profesional de los soldados. Se echa en falta alguna mente menos proteíca y desnaturalizada, aunque en ella, milite el sintético bondadoso y reprogramado, interpretado por un notable y medido actor como el neoyorquino Lance Henriksen.

Quizás un punto por debajo a la primera, es decir, mantiene el suspense y el ritmo, mas se repite en la estructura narrativa. Por tanto, el filme no desmerece en su función de entretenimiento, ni limita el suspense a su predecesora. Continuación, con personajes algo menos mitificados.
Luego, el terror sigue ahí, pero da paso a la divertida acción y al producto más pirotécnico. Sin embargo, dota a la historia de unas secuencias resolutorias de la vida alienígena muy acertadas, convenciéndonos que su ataque tiene una verdadera misión por descubrir. Será en el futuro o no será, puede que con Prometeo en el pretérito imperfecto...

Sigourney es la estrella de la época, y el cyborg, ahora interpretado por Lance Henriksen crece en notoriedad. Los aliens comunales y los marines harán el resto.
Los actores principales tuvieron que leerse "Starship Tropers" y tener un entrenamiento militar. Mientras, que Cameron desesperó en el casting para encontrar a la niña, pues muchas reían al terminar sus diálogos.
Al final, solo actuaría en esta única película, pero se haría amiga de Sigourney Weaber y la acompañaría en otros estrenos posteriores.
Así, la lucha final contra la reina madre, (quizás lo que no pudo hacer Ridley Scott por los recortados medios), infundiría el poderoso clímax con increscendo agobiante, que será recordado siempre por los amantes del género.
Apoyado en la música épica, esta vez, de James Horner.

**** Notable ****

El suicidio de la saga

Por último, seis años después a Aliens y con guión del propio Walter Hill, un desconocido director (ahora gigante), entra de lleno en la saga, se trata de David Fincher.
Bastante más floja que las anteriores, esta tercera no alcanzaría las expectativas.
Lo más destacable a mi juicio, sería la ambientación diferenciada con las dos primeras entregas de esta odisea espacial y vital, lo que lastra visualmente el mundo creado por el pintor y escultor suizo, el surrealista H.R. Giger. Como en el carácter conceptual de Prometheus y Covenant.

La historia es original, pero los esfuerzos son baldíos, no conseguirá los momentos de suspense ni el poder de atracción de antaño. También, de destacar algunas interpretaciones y las pesadillas recurrentes de la heroína y tripulante de la USCSS Nostromo, nacida en Olympia (Luna) en el año 2092, la Teniente Ellen Ripley.
Curiosidad: Cuando Ridley Scott, da nombre a la compañía militar y armamentística, utiliza los apellidos de dos vecinos merecedores de su antipatía, Wegland-Yutami.

*** Pasable **

Un comentario breve, a la descastada y alocada cuarta entrega, con un equipo de locos de diferentes personalidades que establecen diversión sin fronteras y dosis de "macarrismo" ilustrado con divertido gore. Bien dirigida por un creador natural del departamento del Loira (región alpina del Ródano francés), Jean-Pierre Jeunet en 1997. Lo mejor es este grupo irreverente, que se decide por seguir a una Sigourney más atlética, disyuntiva y poderosa de lo habitual por estos páramos a miles de kilómetros de la Tierra.
En ella se nos ofrece otra visión francamente inverosímil, jocosa y delirante, de conversiones genéticas con aliens y encerramientos dudosos, de disparos en el interior de una nave, rostros conocidos y posicionamientos salvajes, taquicardias coloristas en persecuciones desenfrenadas por decorados irreconocibles en la saga de Ridley Scott. Un producto naif con mentalidad europea (francesa por descontado), eclecticismo estético y cierta corrosión en los minutos finales. El monstruo o criatura se estira como un chicle y ya no pega...

La trama ocurre 200 años después, y la compañía Weyland, ya no existe. Es cambiada por una fuerza militar denominada United Systems Military.
Estos monstruos cambian el terror por las risas, y los xenomorfos en depreciación ascendente hacia esa criatura deformada y poco temible. Sin embargo, no empaña la diversión de la primera hora y las ocurrencias de este equipo que ha crecido en el tiempo y se desenvuelve con gracejo de nivel internacional. Precursores de nuestros Guardianes de la Galaxia más modernos... de acuerdooo, no tanto, que nacieron en 1969 de la pluma del atípico dibujante Gene Colan. Pero, recordemos: una dulce sintética con Winona Ryder, el lustroso y alocado galo Dominique Pinon, un racial tirador por Gary Dourdan, el canadiense salido de El Cuervo, Michael Wincott. El incombustible Dan Hedaya, uno de los mejores traseros en el espacio, el de la bailarina y actriz Kim Flowers, el contagioso Leland Orser y J.E. Freeman fallecido hace 3 años(Corazón Salvaje, Muerte entre las Flores).

Para el final, me dejo a dos personalidades dentro del fantástico, el rebelde Brad Dourif jugando a cabrear alienígenas y un camorrista Ron Perlman, sin libros, rosarios ni rosas. Pero, más camorrista que nunca y divertido. Si bien, Sigourney le deja a la altura del betún, en manejo de pelotas... de basket, ¡claro!

Curiosidad: En este film, Bishop interpretado magistralmente por Lance Henriksen en el pasado, se significa como fundador de la compañía militar, cuando en Aliens III, se esclarecía que el fundador había sido un empleado humano llamado Michael Bishop. Clonado, clonado y vuelto a clonar. No me extraña lo más mínimo, magnífico actor.

Tras años, se introdujo otra derivada y una devaluada secuela de Alien vs. Predator, de la cual mejor no acordarse demasiado. Curiosamente dirigida por Paul W.S. Anderson, el mismo que se calzara esa pesadilla conceptual llamada Horizonte Final, aquí con un resultado demasiado comercial y alien-dimórfico. Hasta la próxima, xenomorfos.

Por los pelos... Miau


Alien Soundtrack, de Jerry Goldsmith.



Alien Covenant.


Megalomanía en AI y la mente depredadora.


Hace mucho, mucho tiempo. Bueno, bastantes lunas atrás. Esto es, espacio.
Un viaje extenso, pero aparentemente calmo, se transformó de la noche a... la noche, en pesadilla cósmica. Todo comenzaría con un sorprendente despertar más allá de los sueños, más allá de toda lógica binaria. El tiempo detenido, congelado, empezaría a contar de ahí en adelante, hacia una etapa de oscuridad, gritos y sangre.
Aunque, como expresara el profesor Albert Einstein con espacial acierto, el tiempo es relativo. Al igual que sería la naturaleza o la vida, cuando las sensaciones que te devuelve la música son particulares para cada oído, humano o sintético...

Y bien que lo sería, dependiendo del punto de vista y el desarrollo de la ciencia. Por ejemplo, para un británico hacedor de historias fantásticas llamado Ridley Scott y su grupo colaborador de hombres y mujeres, ese despertar se propagaría como un comienzo histórico. La película Alien relanzaría sus carreras, meditando sobre una odisea espacial, más bien, pesadilla evolucionista. Una propuesta diferente sobre el desarrollo y reproducción de una nueva forma de vida, con la contemplación (o parte de ella) de un elemento nervudo y óseo, de aspecto e instinto depredador.
Un ser antediluviano, resiliente, indomable... alienígena, o no, más cercano a lo que imaginábamos o deseábamos, que regresaría para recorrer el espacio profundo a bordo de la nave Nostromo, y una intención en su mirada insondable. Ir tras una tripulación de siete más el gato, rastrear su carne y esencia, como lo harían los viejos dinosaurios antes del pétreo destino llegado desde el cielo. Del lugar, donde la semilla se introdujo en aquella nave.

Claro, Alien fue ese octavo pasajero, la octava maravilla entre simios evolucionados (sin contar a sigilosas mascotas), llegaría oculto en aquel año de 1979 a las pantallas del mundo conocido. Su impenetrable imagen, impactó a una generación de aficionados al cine de ciencia ficción, recalcando que el futuro se extendía desde aquella sala a oscuras, hasta la negritud insondable del espacio en un lejano 2122, aún. O lo que es lo mismo, tiempo o espacio después de que otros cargueros espaciales cruzaran el cosmos, en busca de planetas adecuados a los que transformar para la habitabilidad de los seres humanos y la explotación de sus materias primas o riquezas naturales.
Gracias... o no tanto, a aquella archifamosa empresa Weyland y su creativo padre, interpretado por Guy Pearce, que plantea los instantes más significativos con su atmósfera neutra, metafísica y privilegiada de los minutos iniciales. En el comienzo, el argumento se presenta similar a otros grandes monopolios comerciales de la ciencia ficción... ¿imaginen cuáles? Hay un puñado de experiencias semejantes e ilegales en el pasado, que avanzan el futuro. Su mente es la encargada de manipular datos vitales, mentir y dedicar ingentes cantidades de recursos y dinero, para enviar partidas de colonos allá, a lo desconocido.
Por supuesto, sin demostrar demasiado interés por la vida, de acá... ni la de aquellos exploradores infinitesimales y sus familias.

Llegó la hora de la reentrada... durante el habitual y monótono siseo electrónico, un zumbido o gorjeo mecánico, en modo secuencial y programado, produce una indicación inesperada.
Tal y como ocurriría en diferentes etapas de nuestro futuro cinematográfico, iría despertando a la sugerente tripulación de actores y aquella historia iniciática, gobernada por un cerebro con dispersas evoluciones y sangre color de la horchata.
Madre y el grupo de siete astronautas, técnicos especializados (que no preparados para el sacrificio), se reunirían en torno a la mesa, encabezados por una valerosa teniente y piloto comercial conocida desde entonces, como Ripley. También compondría uno de los repartos más recordados en la historia del Séptimo Arte, ya que al mando decidido de aquella joven, deberían enfrentarse a un desceso infernal a las fauces más temibles y desconocidas, de éste y el otro lado del universo navegado... hasta hoy. Mañana mejor dicho, perdón.

Un espacio vacío, sin gritos o ecos profundos, encorsetado y asfixiante. Estático, para que Ridley Scott lo comprimiera con su cámara, más si cabe, soñando sus pasillos metálicos y su doble fondo, en distintos niveles de magnífico suspense y gotas de sudor frío o sulfurosas.
Las formas estarían cubiertas de brumas artificiales y chirridos, de óxido y desgarros guturales, para recrear un infierno que serviría para redefinir el terror más animal y salvaje. Un demonio oscuro, que escondía su aspecto depredador y se abría paso a través de aquel ojo con visión cristalina, hacia un horizonte temporal que deseaba aproximarse a la faceta humana, hacerla suya. La criatura que establecería los resortes de una cacería, tal como lo hicieron nuestros antepasados, y tan solo unos años antes de la aparición de un Depredador y el luchador Arnold Swarzenegger, para disputarse la adquisición de trofeos y la supervivencia. Por ende, la supremacía sobre aquellos malditos extraterrestres tecnócratas, de mandíbulas batientes y dominadores de conocimientos avanzados.

Sin embargo, este terror impactante y ultra-violento, casi hubiera pasado desapercibido a no ser por la estructura estelar que nos invadió con sorpresa y admiración. Antes de los gratos momentos de un fantástico suspense narrativo, así como por la ocultación adulta de aquella vital y terrible especie diseñada para despedazar. Luego, sabríamos que indican restos biológicos semejantes a los de la era Jurásica.
Algo cartilaginoso y excretor, recubierto de mucosidad y mucha mala baba, que continuaría creciendo en el interior de un alma caída en desgracia y que amenazara el equilibrio de los seres humanos en cualquier superficie y rincón del espacio. Si bien desconocemos su interés universal para la ciencia y sus raíces etimológicas o su origen, detenerlo por todos los medios e inteligencias artificiales. Hasta ahora, hasta la apertura de nuestra conciencia... y la mirada a un pretérito imperfecto.

Hoy, 38 después de aquel comienzo silencioso y aquella marejada visceral posterior, se abre la semilla del mal, mientras esta fecha futurible nos queda más cerca... apenas a una generación de distancia, cuando nos hallamos en pleno proceso de involución en la Tierra.
Por tanto, en un posible cambio coyuntural y tecnológico, las medidas de seguridad que los científicos actuales tendrían que plantearse, serían: establecer un posible choque con especies peligrosas e invasoras, o incluso, más avanzadas tecnológicamente. Con la misión de impedir algún tipo de contagio herético, genético y puro, o una verdadera invasión programada que atacara nuestra privacidad o realidad interior, nuestras entrañas filosóficas.
Vamos, que no te inoculen ningún gusano devorador de carne o bichejo risueño que se abriera paso a través de un estallido en tu pecho.

Sino... ¡ya puedes empezar a rezar! No servirá de mucho, pues, como te dijeron a finales de aquellos maravillosos ochenta, tus gritos no serán escuchados en el espacio. Y con un xenomorfo en camino, seguramente las creencias religiosas, las distancias políticas, la apertura de horizontes, se suplantarían por simple y pura supervivencia. Otro tipo de fe mucho más peligrosa y salvaje. Mas primero, vayamos al grano, al bicho y a la nave Covenant... a Michael Fassbender.


Alien: Covenant.


De hecho, 37 aniversarios no es nada, porque quedarían exactamente 105 años para arribar a otra superficie planetaria a la que terraformar con éxito. En cambio, encuentros con el esqueleto petrificado de un gran Jinete y la fecha de la primera incursión en el planeta LV algo, es más cercana en nuestras vidas reales. Un lugar inhóspito, pero sorprendente, con un clima y un aspecto, más o menos agradable. A pesar de las tormentas y los enormes espacios verdes para que correteen los pequeños colonizadores, incluso, fértil. Por consguiente, la vida podría evolucionar, a no ser que aquella nave alienígena se encargara de plantar los huevos accidentados de la discordia, en algún lugar húmedo y recóndito... ¡Ojo a tu espalda!
Otra vez, esas sensaciones, ese hormigueo en la espina dorsal, que echábamos de menos.

Las decisiones impersonales de Madre evidencia, con su deseo establecido y coordinado, la exploración de otras fronteras y posibles formas de vida, aunque los espectadores ya lo sabemos. La presencia de un cyborg, no pronostica un ente divisorio entre programación y conciencia, en cambio, establece unos primeros minutos de calidad biométrica. El resto de la tripulación, ya pueden ser quince, o cien, no se distingue de otras masacres fílmicas, no impacta ni se queda en nuestra retina.
Solamente avanza hacia otra misión, diseñada por el jefe de la empresa número uno en creación de nuevos mundos, fértiles y habitables. La conciencia de un explotador y sus dudas existenciales, se pierde como lágrimas en la lluvia, ante el sincretismo robótico.

Ciertamente sus ejemplos atemporales poseen un dominio comercial y despiadado, que deriva en algo inalcanzable, intangible... indivisible o no. Ambos con su batuta bicéfala, se encuentran en la nada, al mando de un grupo sorprendido (también por su inconsistencia narrativa), despiertos del descanso no eterno. Sin saber que hay, allá abajo, en el profundo averno natural e ilógico. Tan imposible de descifrar como elaborar una obra maestra, o componer una sinfonía perfecta, que te ataca y sobresalta por las noches. La idea desería estar perdido en el silencio mortecino y regresar a la vida como monstruo, como fantasma de una ópera futurista. O tal vez, una pesadilla existencial...
El caso de esos durmientes de Covenant, es caótico. No establece los códigos necesarios para abrir una puerta al escepticismo o la crítica filosófica, por que su trascendental labor deriva en simple paseo hacia la Muerte, al pecaminoso principio de Todo o el Paraíso Perdido, con su delicada posición de inferioridad ante los nuevos dioses. Sin embargo, todo sería demasiado perfecto, una obra de arte maquinada con curiosidad, un poema idílico leído ante una inteligencia autosuficiente.

A bordo, de nuevo, desciende partido al igual que su corazón pretérito, gemero y unificado en una idea replanteada, conflictiva para el devenir del valioso cargamento criogénico y ético. Y ni siquiera, todavía han aparecido.
Pero la doble personalidad, singularidad, poco emparentaría cinematográficamente hablando, con aquella notable tripulación de actores que descubrimos. Un ideal western compuesto por siete jinetes magníficos, ante la Muerte, con el gigante bonachón Yaphet Kotto, la asustadiza Veronica Cartwright, el informal Harry Dean Stanton, el paciente Tom Skerrit, el admirado John Hurt que en paz descanse, o el imprevisiblemente frío, esta vez, Ian Holm... y la auténtica jefa, Sigourney Weaver, en el papel de esa infatigable teniente Ellen Ripley, antes de ser violada, muerta y resucitada. Por tanto, a aguantarse amigos, con el equipo en cuestión, con la evolución visual y ética narrativa, la estética dentro de esta nueva entrega. Sobreponerse a esta caída a los infiernos, condicionada por la mente de Ridley Scott, sobre las maravillosas tierras de Australia y los parques naturales de Nueva Zelanda.

División, Alien 8: Nostromus vs. Alien: Convenant.

No todo es malo... toda obra que aspira a la perfección tiene instantes para el recuerdo. De esta manera, puede implosionar y lanzar pequeñas partículas que crecerán individualmente en consistencia. Llevamos dos entregas desde la aparición de la duda, de aquel maldito Prometeo y su novedosa teoría creacionista, proveniente de las entrañas de un Ser Superior o bestia todopoderosa. La vida de ámbito universal y científico, se abría paso, emparentada con el origen y nuestra evolución de las especies, del nacimiento de la criatura en regueros maleables, lejos de nuestra atmósfera terrestre, cerca del paraíso y el averno ígneo.
Por ello, significa la vuelta a aquellos orígenes, con un pasado plagado de sustos en recovecos o compartimientos numerados, describiendo una elipse casi cerrada. Fue otro descenso al infierno dantesco, lo que depertó al hijo de la bestia, al hito imaginativo de los ochenta, aquí y ahora, en el acontecer de ayer. Volveremos a observar esos encontronazos provocados por la sugestión de cada espectador y su capacidad para descifrar los sueños... o las pesadillas, siempre que el deseo del Creador se manifieste tarde o temprano. Como la idea de Mr. Michael Fassbender y su proyecto en la sombra, a sus espaldas. ¿O no es verdad, que un líder debe proteger a sus súbditos, o compañeros...?

Algo planificado, condicionado por otra inteligencia, que no desdibuje el destino de la raza y trate a sus 15 como carne sin ojos ni cerebro. O sí... el espejo te devuelve la imagen con todos los defectos pretéritos. Pilotando desde la cabina, al lado de un definido Mr. Scott, se siguen las indicaciones de los guionistas, Jack Paglen (Trascendence) y Ronald Shusett (Linterna Verde), más un habitual en sus filmes como el escritor de Chicago, John Logan, produciendo un desajuste en los circuitos o distorsión emocional. Esta vez, el californiano Logan y sus divergentes ideas, está acorde con otras cintas controvertidas artísticamente y aciertos, como Un Domingo Cualquiera, Gladiator, La Máquina del Tiempo, Star Treck Némesis, El Último Samurái, El Aviador o Swenney Todd. Algunas interesantes y otras, irascibles para cualquier crítico viajero del futuro.
También visualmente, confundidas en determinadas tomas y luchas frenéticas, conversaciones privadas sin demasiada relatividad o importancia y difuminadas escenas de acción en superficie. Aunque sus textos sean decididos, a establecer un nuevo signo para la Humanidad, con la posibilidad de un primer encuentro extraterrestre. Abrazarse hasta confundirse en un orgasmo ácido, tal que la sangre corrompida en el óxido metálico del espacio, pero sin H.R. Giger. Por ende, la propagación de aquellos endiablados bichos de nuestro pretérito cinéfilo, con su lenguaje no estructurado, gutural, estridente, y su ceño fruncido al estilo cretácico cárnico de la era Mesozoica, poseen mucha peor sangre, si cabe...

Para ello, deberíamos contar con el arte Séptimo, u octavo viajero resistente a la cuestión económica y la era digital. Cuando Scott establece el conjunto variable, con nuevos rostros que se pierden en la bruma y la doble personalidad robótica, algo cuestionable, pues la lucha queda incompleta ante el interés de un maestro de ceremonias, que ejercería de Doc Frankenstein en un acto glorioso y épico. Mejor concebido y expresado, un ´master of puppets` de la próxima generación de depredadores y guía de nuestros sacrificios pretéritos, que no olvida las cuerdas de la música que toca.
Sus veinte dedos, empiezan una batalla psicológica entre Nos, (no Nostromo sino Covenant), que es la odisea más indescriptible. Marcando el comienzo de la generación dormida o el nacimiento del Monstruo, como un Darwin siniestro con distinta teoría antropológica y, ciertos abcesos de dictador megalómano en su mente. Otro clonado que cambia nuestras dudas metafísicas por certezas, ya consabidas en aquel vacío y caliente futuro, con graves consecuencias o efectos mortíferos para nuestro ´body`. Cuerpo que se han de comer estos gusanos... sino que se lo pregunten al pasaje de la reciente Life.

Covenant, posee un motor potente, una carrocería brillante, digital y naturalista. Con un significado oculto, paralelo a nuestra propia naturaleza destructiva, o necesidad para expandir la simiente sagrada, describiendo ese círculo que engendraría la noción de un Dios irascible con nuestros pecados originales, en un Ser vengativo e inmisericorde. Concepciones del hombre y la naturaleza divina, la forma del creador ambivalente, entre Bien y el Mal puro.
La metafísica dio un salto mortal con Prometheus, e impactó en la superficie. Incorporar la idea de ese dios primigenio o hacedor de especies diferentes, era necesario, sufrible en estructuras incomprensibles para nuestra inteligencia y de variables perspectivas vitales, que crearon el caos. Presas y depredadores, unificados como siempre, dispuestos a una batalla ancestral. Pero guiados por una mano todopoderosa, como imagen de la amenaza más intropectiva del hombre, y sus dos caras.
Hoy esa síntesis reproductiva, se separa de la natural división celular y la evolución biológica de libre albedrío, hacia una concepción más herética y genética. Un tema sugerente, condicionado y peligroso, sobre todo, si la inteligencia artificial que pretende su expansión está comprendida entre dos mentes o concepciones tan parecidas, dios y diablo. Enfrentadas en el espejo neuronal y físico, una lucha irascible entre dos Michael Fassbender... con diferentes rasgos antropológicos, sintéticos. La idea de conservación de lo establecido y otra, la ambición acariciando ese cambio deseado o el poder de un cataclismo ideológico.

Luego, antes de llegar a esta lucha intersticia o fraticida, poco divertida fílmicamente, veremos la interpretación física de ese pasado. Es otro intervalo temporal que nos retrotrae a etapas de colonización o episodios de, esa cuestionable y cara terraformación, comenzada en mundos lejanos, apartados de nuestro sistema solar. Por supuesto, eso nos llevaría a replantearnos ciertas cuestiones en la navegación, si bien... no hay espacio ni tiempo.
Ni necesidad, de establecer diferencias con los medios acertados o no, pues la producción digital contra los menos avanzados tecnológicamente, produce un salto demasiado inestable para ser evaluado. Los procesos que se realizaron a finales de los setenta y mediados de los ochenta, con Alien y su segunda avanzadilla bélica Aliens, son mis preferidos. Aquí son más filosóficos y sintéticos, digitalizados y por tanto, menos divertidos.
En consecuencia, la angustia de aquellos largos estancamientos espaciales, explosiones en el vacío, motores y rugidos agonizantes, fue perdiendo su atmósfera asfixiante y estructura concreta, ya que el agobio físico ha ido ascendiendo a otras esferas cíclicas y prosopopéyicas, como sería la duda metafísica y el pensamiento religioso. El que define el mundo en dos planos espirituales que reflejan la perspectiva existencialista del hombre y la ética de la ciencia ficción. Hechos basados en teorías imaginativas o antiguos escritos de nuestra memoria. Como este famoso descenso a los infiernos de Dante, como en aquellas otras ocasiones filmadas del pecado original, con seres que despedazan a los condenados. Malditos xenomorfos, fieles al Satanás, Fassbender.

La Tripulación Maldita y el caldo de cultivo.

En la realidad del 2104, cerca de 75 años antes de que Ripley visitara el planeta Origae-6 y sus instalaciones deshumanizadas, la historia se repite como en 2122, dando un salto mortal hacia atrás en aquel viaje interrumpido de la Nostromo.
Trayendo noticias de un nuevo amanecer, desdibujado por las personalidades infaustas, desde el protagonismo femenino de una incierta Katherine Waterston (Puro Vicio, Animales Fantásticos) y ese mismo terror evolucionado en probetas, distorsionado por la biomecánica de los tejidos como avanzase Jeunet y los efectos de nueva generación. La inconexa relación con una inteligencia artificial revisada o actualizada, criticando su propia naturaleza con la raza humana y sus deseos expansivos. Los demás, aún más indefinidos y despedazados sin piedad.

Son espejismos en el desierto paradisíaco, podríamos enumerar su orden de aparición y nombres, pero no serviría de nada. Nada comparable a la experiencia del creador protagonista, el otro cerebro que exige las excelencias de un eterno Prometeo, más flexible, efectivo y letal. Un engendro o colonia menos inteligente que su Madre en el Regreso, formado por soldados guiados para colonizar sus huecas entrañas, con instintos primitivos y ferocidad. Son los verdaderos protagonistas preparados para la conquista de nuevos terrenos y cuerpos, menos bucólicos y románticos, que aquel ser reconstruido con desechos humanos, por un tal Víctor F.
Fassbender se convierte en la carne incorrompible ante el espejo, su otro yo, es la imagen que representa nuestro lado incierto, como especie inteligente o no. Su oda reclama ese hueco protagonista, como lo será en otras pesadillas existenciales del futuro... ¡dios mediante!
Hijo de Satán, que estableciera su base creativa en de la famosa isla del doctor Moreau y sus razas de noche, descritas por H.G. Wells, aunque sin descifrar, todavía, sus experimentos siniestros y pretenciosos. Claro está, contra la humanidad.

Padre manda un nuevo comunicado a otra tripulación, perdida en el sueño, que nos recuerda la antigua canción con otro género e intención: Soy protagonista. Recuerda a los actores en aquellas primeras misiones y sus amigos cableados, describiendo una parábola hiperbólica y sangrante, semejante a la de James Franco en Covenant. Pero, sin el significado primigenio de la sorpresa. Configuraciones biológicas interceptadas por un mero comunicado o sonido interno, para próximas visitas inesperadas, que nos recuerdan que sustancialmente, los humanos no somos nada. Sólo una mirada temerosa, una onda perdida en el vacío... tal vez energía nuclear.
La tensión transformada en realidad virutal, la del terror más gore, evidenciando que las condicones para recrear el Mal, con mayúsculas, son semejantes al estilo producido por un salvaje Event Horizon (no tan conceptual), o con la rebeldía de un replicante llevada al extremo. Fassbender nace impoluto y excelso, se esconde y acontece en una sinfonía espacial épica, elaborada por el compositor Jed Kurzel, después de visitar con sus notas, la Australia de Snowtown, los cuentos de The Babadook y la odisea formidable en Slow West.
Posee la capacidad todopoderosa de interpretar y crear crecimiento en otro planeta prohibido, en el pretérito ancestral y la historia bíblica, bajo una tormenta apocalíptica que esconde la semilla del horror. El Octavo Pasajero de un nuevo episodio que cambió nuestra percepción científica, la mente tras las hordas vivientes de muerte que, como había previsto la clásica The Thing, cultivó Orson en oleadas escritas por Wells.

Ajustado en su traje, sin la ropa interior de moda en los ochenta, otro discurso diferente se reproduce, mucho menos dramático en los círculos cercanos... la diligencia y sus ocupantes hacia un destino incierto o la muerte. Que no, en sus percepciones de creador o condicionantes destructivos, dirigiendo el esbozo de un creador de mundos pintados de rojo sangre y cultivando la simiente de nuestros terrores más ocultos. Apretando las delicadas zonas corporales (desdibujadas como dije) y dejando un reguero de episodios terroríficos en un nuevo parque jurásico de nueva generación, con efectos especiales de la empresa BOT Vfx, recordándonos su complicado trabajo tras Harry Potter y Narnia, hasta un Capitán América: Civil War o Guardianes de la Galaxia 2, pasando por revisiones dudosas: Tron, Dredd, Total Recall... y llegando a su parte más sustanciosa en Ant-Man, Animales Fantásticos y Marte.
Nos quedaríamos con las imágenes del descenso y caída natural, de estos viajeros del tiempo, similares a los capitaneados por Charlton Heston en su planeta invadido. El futuro de las razas agarrándose a sus tripas con programados bríos, curiosamente, condicionados para la destrucción de esta especie supuestamente inteligente. Completamente invasora, como la suya.

En los confienes del espacio, una nave se aproxima al destino, con inteligencia diabólica y una serie de armas diseñadas para descubrir constantes vitales en la superficie lejana, que comenzarían una guerra o caza nada piadosa. Hijos de un Dios Menor que no paran de sorprender, en busca de espectadores, huéspedes de otro mundo a los que explotar o colonizar, como aquel pequeño estallido se convirtió en una inmensa fuente iniciática. Para descubrir que dientes o garras, puden sentenciarnos en el próximo y último juicio.
Se vuelven a aferrar a las pesadillas a través de nuestra energía, con transformaciones sin suspense, o fuerzas que podríamos encontrar en los planetas más recónditos e insondables, mañana. De la fría perspectiva del dolor y el fin de los días, hasta los últimos momentos de la película Alien: Covenant, donde la idea de un Mr. Fassbinder poliédrico, transparente, se erige en horizonte infernal. Parecido a un dictador con ínfulas megalíticas y esas maneras de megalómano indescifrable. Pero, con un dedo acusador que apunta desde los confines del universo a nuestra residencia. Donde Covenant significa.... miedo al futuro.

Su camino en esta nueva tierra, se encuentra con estructuras reconocibles de pesadillas, para describir una parábola cósmica de la creación y el mecanismo infinito de auto-destrucción. Sus coordenadas ovíparas establecen otra vuelta de tuerca, donde los hombres son perseguidos por los simios (nada inteligentes a priori) o perros adiestrados por la mano de dios. Cuya simiente permanece adormecida, continuadora de unos terrores intrínsecos, que amenazan con terminar nuestra especie a bocados. Como los dinosaurios frente a sus vegetarianos vecinos, acosaban la carne de especies menos armadas para el choque directo con el músculo y los dientes, una máquina diseñada para nutrirse y multiplicarse exponencialmente. Mientras, las víctimas descubrían tardíamente, que aquel mensaje de auxilio se transformaba en una cacería de proporciones antropológicas y el caos de la razón.
En el futuro pasado, más palabras se perderán en el vacío, más instinto animal se alzará con el control genético y otro cerebro con la apreciación de un dios vengativo. Manteniendo las cámaras hiperbáricas y sus incomprensibles errores de cierre.

Más vidas evolucionadas verán la claridad criogénica y las tormentas épicas que oscurecieron la Nostromo, con aquella violencia intrínseca en las entrañas. Preservando al preciado cargamento del lúgubre destino, que solicitará más almas, más alimento, más sufrimiento. O no serán los nuevos hijos malditos, de un ente superior, caótico y robótico.
En aquel barco navegando a través de las estrellas, las distancias retornarán impensables, en un salto imposible, con nuestra generación a bordo. Recuerda que próximas aventuras hibernadas, tendrán que revisar sus condiciones para la resistencia, que las mentes se abrirán meticulosamente a posibles peligros o pisarán el terreno desconocido con más inteligencia y control. Quizás, como aquellos 7 tripulantes y aquella mascota maulladora cazando a salvo en la Tierra, que no tuvieron más remedio que abrirse, de par en par, a una invasión impresionante y sorprendente. Con un metabolismo preparado para nutrirse y reproducirse, escondiendo un devastador ecosistema con forma de gran colmena y a su reina.

Protegida por Padre, y quizás Madre, las dos caras de un Fassbender que no logra la altura deseada, a través de su obra... por ahora.

Tráiler Blade Runner 2049, de Denis Villeneuve.



Tráiler Phoenix Forgotten, de Justin Barber.


domingo, 25 de junio de 2017

The Martian.

La vida es una tómbola... de luz y de color.

Hace un puñado de años, parecía imposible un viaje a los planetas más cercanos a la Tierra, hoy pensamos en mandar una nave tripulada por humanos a Marte, mientras el cine y la productora 20th Century Fox presenta la nueva película de Ridley Scott en el Festival de Cine de Nueva York, con el título The Martian.
Para ello, se entrega a un argumento basado en los avances científicos y la calidad visual, transformando el desierto de Wadi Rum o Valle de la Luna en Jordania, en un mundo marciano castigado por terribles tormentas, y los estudios Korda y alrededores húngaros en las salas avanzadas de la NASA.
Así comentaba Scott (desde su primer y magnífico largometraje Los Duelistas, todo evolucionó como dijo don Hilarión: Los tiempos cambian que es una barbaridad), su trabajo al lado de especialistas de la agencia espacial para preparar los datos reales, respectos al clima marciano o la resistencia de los organismos: "Cuando intentas grabar imágenes 'sin gravedad' es como si estuvieses en El Circo del Sol. Moviendo la cámara de aquí para allá... puede volverte loco. Y a los actores también".
Ridley Scott sabía "hace meses, pero demasiado tarde" que la NASA había encontrado agua en Marte.

Tanto ha cambiado el panorama espacial, que el astronauta Mark Watney interpretado por Matt Damon, se ha ido infiltrando en los últimos tiempos en el género de ciencia ficción, con resultados casi legendarios para algunos. Por tanto, también ha cambiado sustancialmente su vida como actor, desde que en 1988 participara en aquella Mystic Pizza. De hecho si el anuncio de la existencia de agua en Marte hubiera sido un poco antes, Matt se hubiera dado de bruces con algún tipo de glaciar y su mundo reducido en el invernadero habría mutado científica y biológicamente hablando.

Matt Damon se ha convertido, con su estilo simpático y templado, en un héroe por diferentes terrenos de la acción, enfundándose en trajes espaciales con voluntad férrea de mostrar que, es válido para aventuras más elevadas (de momento, volverá con Bourne, la construcción de la Muralla China o un trabajo más terrenal y esperado de la mano del gran Alexander Payne). Mientras, Ridley Scott intenta devanar los sesos para lograr de nuevo encandilar a los antiguos seguidores de primeras fantásticas películas, siempre interesado en el cosmos e historias de supervivencia personal (aviso de nueva trilogía de Alien, sin la teniente Ripley suponemos). Scott desde 1979 dirigió su mirada a la navegación por otros mundos alejados, con resultados destacados en el recuerdo del aficionado scifi.
Pero el secreto o logro de suscitar en los espectadores, el suspense tiene sus pautas y no tienen que ver, tan sólo, con la calidad fotográfica y visión artística. Para ello ha contado con un guionista en ascenso Drew Goddard, director de La Cabaña en el Bosque que adapta en Marte, el libro de Andy Weir.

Además, Scott confiere a sus personajes, una perspectiva épica para sobrevivir a las diversas amenazas, casualidades catastróficas, por factores sofisticados de seres, más o menos, evolucionados. La supervivencia tiene dos pilares fundamentales, dominio del medio y el abastecimiento de agua o alimentos, necesarios para transformar a sus protagonistas en luchadores, sustitutos del hombre o depredadores. Sin embargo, en 2015 (33 años después de la obra maestra Blade Runner) el director británico aprovecha ese empuje inercial de contemporáneos viajes intergalácticos, para ofrecer en The Martian, efectos probables de una dramática evolución en territorio inhóspito, con procesos biológicos forzosos en un ambiente tan agresivo como el planeta rojo.
Materia que queda apartada en otras vicisitudes de héroes del cine actual, pues se busca la efectividad de la acción o la imaginación; con algunas excepciones, como sucede en filmes como Naves Misteriosas o la reciente Gravity, abordando la complejidad de los viajes espaciales y el riesgo de pérdida de exploradores en el gélido vacío.
Así con la conocida misión del Apollo XIII, el público comprobó que esos problemas (debidos al escaso margen de error en medio hostil) o términos como distancia o tiempo, eran un objetivo tan alejado de nuestras posibilidades futuras, como el mismo Marte. En cambio, el hombre tras la cámara (como viajero tras la visera de su escafandra) se convence de que el abandono significa inanición o defunción, porque la necesidad de experimentación siempre intenta sobrepasar nuestros límites, de resistencia o del conocimiento. Sencillamente, la elección de decisiones futuras en caso de un peligro vital, y real.

Ridley Scott se entrega a la recreación de mundos en territorios salvajes, intentando hacer comprensible a una mayoría de público con conocimientos básicos, la tecnología, biología o botánica y la navegación cosmológica o uso de materiales. Si bien, mantener su interés de interés durante más de dos horas y cuarto, y desarrollar un argumento que fluctúe adecuadamente, debe transpirar suspense sin excesos. Es decir, que las casualidades no se apoderen de una aventura de supervivencia tecnológica. No siempre se consigue.
Para este viaje, harán falta este tipo de hombres y mujeres dispuestos, resolutivos como la pareja Damon y Jessica Chastain, más científicos que persigan un sueño de la humanidad para colonizar nuevas fronteras fuera de la atmósfera terrestre, como héroes de la mente, Scott se rodea de actores de peso y convicción como Jeff Daniels, Sean Bean, Kristen Wiig, Kate Mara, Michael Peña, y un convincente Chiwetel Ejiofor, cada vez más presente en grandes producciones (Triple9 de John Hillcoat o Doctor Extraño de Scott Derrickson).

Para mí, uno de los principales problemas es llegar a aceptar a Matt como científico del máximo nivel, esa capacidad de convicción para separar el recuerdo de otros personajes de acción habituales. Pero, a pesar de determinadas elecciones en rodajes de esta categoría, entre aciertos y dudas, el objetivo de la cámara siempre se dirige a la recreación de ambientes, en juego del espacio y la ciencia, como unos ojos femeninos y masculinos que se reencuentran a miles de kilómetros del hogar, con un baile del que dependen sus vidas e ilusiones. Mientras en ese sepulcral silencio, el latido acelerado de sus corazones (o último aliento) irá destinado a la solidaridad y el compañerismo:

- Este es el comiendo de una bella amistad.
- Pero, sólo eso Jessica, que los gustos musicales nos convierten en mundos alejados.
- Sí, siempre nos quedará Marte para recordar. O no...

lunes, 16 de mayo de 2011

Blade Runner: mito de Prometeo




Prometeo, era un Titán en la mitología griega, uno de los doce gobernantes y amigo de los mortales. No temía a Zeus, le engañó, y le robó el fuego de la Inmortalidad y las artes para dárselos a los humanos para ganarse la vida.

Zeus había enviado a Pandora esculpida en barro, a su hermano Epimeteo, y casóse con ella. Esta abrió la caja donde se hallaban todas las desgracias existentes, para castigar a la humanidad. Prometeo, ya había advertido a su hermano de no aceptar ningún regalo y que preferiría el castigo a ser el siervo de Zeus, siendo encadenado por éste a una roca. Para infundirle dolor, le enviaba todos los días a un águila para comerle el hígado. Como Prometeo era inmortal, el órgano se volvía a regenerar. Hasta que fue liberado por Heracles, hijo de Zeus.

Prometeo le enseó a Heracles a obtener las manzanas de las Hespérides.
Prometeo es considerado en algunas versiones como un daimon, ángel y demonio. Ya que intentó rivalizar con el Dios, creando a los hombres del barro e infundirles el deseo de poseer y hacer las cosas divinas.

En el año 1982 todavía no era un ser adulto, totalmente formado racionalmente... Me senté a ver un programa de cine de terror y ciencia ficción, un maratón de los de antes... El ente, Aullidos, El ascensor, El engendro mecánico... hasta que llegó el turno de: Blade Runner.

Ya llevaba unas cuantas horas de vigilia y visionado de aquellas divertidas películas, y el registro cambió por completo.
Me fascinó el comienzo, la estética, Harrison Ford en su mejor momento, Edward James Olmos en el papel de su vida, los replicantes, las replicantes... Pero, sacrilegio, quizás debido a mi corta edad, me dormí.
Después del tiempo, no se cuanto exactamente. Pero, ya había madurado lo suficiente. Volví a visionar Blade Runner (de un Ridley cuando era Mr. Scott, el director con más futuro de su generación, lástima en que se ha convertido en un replicante de su hermano Tony Scott), y la inaguantable levedad del sueño de antaño, se convirtió en la revelación de un género que se hacía adulto, la CIENCIA-FICCION.

Como se cambia en un corto periodo de tiempo...

Esas pequeñas cosas (o grandes en la actualidad) que me cautivaron, se elevaron hasta los altares de la metafísica y el Ser creador de la vida.
Uff, casi nada.

La estética de ese futuro visionario pasó a ser arte en la "séptima dimensión". Harrison Ford cautivador, mutó a Bogart con su gabardina y todo.
Edward James Olmos se materializó en el mejor papel de su vida y la estética de su personaje inolvidable.
Rutger Hauer la bestia, se convirtió en el nuevo Prometeo de la historia del cine y se amansó hasta morir, poco a poco, creciendo en nuestras mentes.
Las replicantes crecieron y ya no eran bellas damas, eran peligrosas y atractivas hasta el fetichismo letal y sanguinario.

Blade Runner se configuró como obra maestra del cine, cerrando la trilogía de la creación humana y el moderno Prometeo: Frankenstein, Hal9000 y Rutger "Roy" Hauer.

Ridley Scott el maestro odiado.
¿Ya nunca serás capaz de tan altos fines?
¿Ya no soñarás más junto con Philip K. Dick?.
Él no puede. ¿Tú, tampoco?
Y los sueños, sueños son.
Cuando el año próximo se cumplirá el 30 aniversario del estreno de Blade Runner, la productora californiana Alcon Entertaiment ha confirmado que habrá una secuela (tal vez precuela) del mítico film , obra cumbre de la ciencia ficción.
Aún se desconoce ningun tipo de dato, pero si parece claro que Ridley Scott (no podía ser de otra manera se hará cargo del ilusionante proyecto, y sin tener de momento reparto, no existe noticia de que participe mr. Harrison Ford. A la espera de nuevas comunicaciones oficiales, mientras se conforma el nuevo film, en 2012 celebraremos el cumpleaños de los replicantes más famosos del cine.
Confirmadísima... jajaja.

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Ya se ha cumplido el trigésimo aniversario de Blade Runner, y visionada por no sé cuánta vez. Crece y no para de crecer. ¡Felicidades a todos los aficionados al scifi!.

Sólo nos quedan 7 añitos para el 2019, y la ciencia avanza que es una barbaridad. Aún no tenemos los vehículos aero-terrestres, ni los cyborgs han avanzado lo suficiente. Pero, todo se andará. Esperemos que sea un cambio a mejor, y las ciudades no se conviertan en vertederos humanos.

Se acaba de descubrir la partícula primigenia de todo, el Bosón de Higgs. ¿Qué otras circunstancias nos deparará el futuro?.
El mundo y la ciencia avanzan, en una carrera que debería ser el comienzo de una nueva era. Una era donde el hambre y las guerras desaparezcan. Dónde todo ser, replicante o humano pueda soñar y amar, sin pensar que comerá mañana.

Todo el mundo debería tener derecho a una vida larga y digna. La fecha de caducidad no debería estar marcada en nuestro ADN, pero sin amor... Hasta las bestias dejarían de luchar si su tiempo no se acabara.
Por lo tanto, el cerebro y el corazón deberían regir los destinos de estos próximos siete años.
Ser felices... ¿Pero, quién es feliz?

Hablando del mejor Humphrey Bogart. Un regalo cinéfilo, cortesía de Cinecomio y YouTube. As time goes by:


Hasta la espera de su nueva producción Prometheus, la precuela de Alien, Ridley sigue con su empresa Scott Free. Con Michael Fassbender y Charlize Theron. A los mandos de la nave, el navegante Ridley Scott.

Cinemomio: Thank you

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