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martes, 21 de mayo de 2019

Love, Death & Robots.


Con aquella aventura pionera del inventor y cineasta Georges Méliès, como lo hizo otro compatriota universal con aquellos viajes extraordinarios, el novelista de Nantes Julio Verne anticipando el vuelo de tres astronautas en aquel Apolo 8 en plena era del Programa Espacial durante el mandato de J.F. Kennedy. 66 años antes, el hombre se acercaba a otro Viaje a la Luna en 1902, de manera premonitoria con esos esfuerzos de valientes aventureros que vendrían después, y mediante la imaginación exclusivamente... También, consecuencia de los trucos del recién inventado cinematógrafo.
Un pequeño salto para el ojo del artista que era irreproducible en imágenes, todavía no éramos robots, como ahora, pero sin un enorme esfuerzo manual y la participación casi primitiv de los medios visuales. Especialmente para los denominados, y futuros emblemas dinámicos del cine, efectos especiales.

Las grandes transformaciones sociales y laborales, habían venido de la mano de la gran revolución industrial, con las primeras máquinas reptando por la tierra y rugir de los motores a vapor, que iniciaban un cambio mayúsculo en nuestras ciudades. El primer recorrido sin viento en las velas o galopes embravecidos a la grupa, quedaba en manos de las máquinas y sus caballos de potencia. Así, los hermanos Méliès se habían fijado en la visión De la Tierra a la Luna de Julio Verne y aquella otra novela científica de H. G. Wells titulada Los Primeros Hombres en la Luna, no reproduciendo los pasos, sino los ojos del futuro. Donde los sufridos seres humanos se lanzaban a un imperialismo universal, dentro de unos aparatos voladores muy básicos, inseguros y, por supuesto, desprovistos de una avanzada inteligencia artificial. Segundo gran o problemático, paso, estaremos atentos... por la cuenta que nos trae.

Los autómatas y sus calientes chips, debían esperar su turno. Personajes narrativos, compuestos por infinitos artilugios mecánicos y ruedas de precisión sincronizadas al estilo Tiempos Modernos de Charlie Chaplin con sus problemas de la nueva alienación, que comenzarían a recorrer las fábricas. Por no hablar de androides o los más animados cyborgs, que andaban en etapa prenatal sobre un universo utópico o imaginario de la literatura de ciencia ficción.
Tendría que llegar un director inquieto y magistral como Fritz Lang, después de su Mujer en la Luna, para dar a luz a The Maschinenmensch en la piel de la actriz alemana Brigitte Helm y crear esa obra monumental llamada Metrópolis. Basada en una brillante idea de la novelista bávara, Thea von Harbou y elevando el futuro del trabajo a un sórdido y revolucionario 2026.

Ahora, estamos observando los cielos, con la mente puesta en los límites de un universo u otros paralelos, reproduciendo la visión de aquellos primeros seres y fotografiando el espacio infinito, pero mirando de reojo a la temida singularidad en una imparable espiral tecnológica y microscópica a grandiosa distancia.
Las claves de dicha incertidumbre y temor de la humanidad, ya las reprodujo en 1950, el gran Isaac Asimov en sus increíbles paradojas de Yo, Robot y la enunciación de las primeras leyes fundamentales de la robótica, en su relato "El Círculo Vicioso". Introduciendo algunos factores psicológicos que engendraría la A.I. de dichas máquinas y polemizando sobre, cómo convivirían los humanos al lado de una nueva especie creada a su imagen, con exponencial inteligencia.

1. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que éste sufra daño.
2- Un robot debe cumplir las órdenes dadas por seres humanos, a excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la 1a. ley.
3- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección, no entre en conflicto con primera o segunda ley.

Así que estamos entrando en un terreno farragoso, donde las perspectivas van cambiando a medida que nos acercamos a las historias fantásticas o películas, cuyos protagonistas se confunden en nuestra sociedad y los valores, chocan con nuestras ideas de seguridad y libertad. La serie animada Love, Death & Robots, producida por Blur Studio y distribuida por Netflix, se aproxima a las máquinas o robots avanzados, desde un punto de vista conceptual, desarrollando diferentes episodios sin nexo común, a través del terror o la comedia existencial. Sólo en busca del pensamiento crítico o la diversión... Tornillos desencadenados entre corazones sangrientos o desarrollos metafísicos.



Yo, Robot... Animado.

Aquellos hermanos franceses conocidos como Lumiére asombrarían a los ilusos espectadores, en un corto pero gran recorrido, como la haría más tarde el propio Méliés, al contrario. Esculpiendo los primeros prototipos fílmicos encapsulados en el cine mudo, sin prever las condiciones, limitaciones y los recursos del ser humano. Luego, permanecerían estos viajes orbitales con sabor a terracota y modelando ambientes en yeso, para adaptarlos a los rostros de desconocidos actores o alrededor de sus movimientos en pantalla, que tendrían que interpretar oníricamente en una especie de arcaico croma. Son los primeros efectos pictóricos o magia artística de Monsieur Georges, que grababa imágenes en los huecos de la película rodada en primer lugar, modificando su estructura o los tiempos de proyección. Concatenaciones temporales y visuales, a través de empalmes físicos y uso de fondos oscuros que camuflaban la imagen preconcebida, sin tratar. Un visionario universal de la ciencia ficción, como lo serían tantos después, creando robots, artefactos rotatorios y cerebros virtuales, verdad ¿Mr. Kubrick...? Can you hear me?

Aunque en el caso de la animación primigenia, deberíamos fijarnos en determinados cortometrajes en blanco y negro, retocados con tonos de color al estilo manufacturado de Méliès y, por supuesto, reflexionando sobre los seriales de Amazing Stories, donde la ciencia ficción crecía de forma imparable, para quedarse en nuestras vidas y corazones. Fue una explosión colorista, tras la llegada de Metrópolis en 1926, donde las publicaciones se hacían eco de esta inquietud tecnológica, con tiras basadas en los dos libros del escritor Philip Francis Nowlan y su personaje interespacial, Buck Rogers dibujado por Dick Calkins. A la espera de un salto generacional de impacto colosal, cuando Flash Gordon introduce las denominadas space opera, con el dibujante Alex Raymond y las historias de superhéroes como Superman, creado por Jerry Siegel y el dibujante canadiense Joe Shuster para Action Comics, que brindarían sus espacios rotulados o radiofónicos, a la productora de animación Fleischer Studios, en otro salto épico de aquella Metrópolis.

Aquellos primeros 17 cortos, sentarían los cimientos de los próximos años de la ciencia ficción y los comienzos de los F/X, entroncados a la primera animación tradicional o manual, y que elevaría a Ray Harryhausen al olimpo de los elegidos o maestros de los trucos. En el filme Earth vs. the Flying Saucers, se daba un impulso a dichos trabajos manuales y la imaginación, a los trucos de una serie de pioneros en las técnicas visuales que emprenderían un trayecto infinito, hasta otras precursoras de la proto-ciencia-ficción y los efectos especiales. Producciones en blanco y negro, como Destination Moon, Conquest of Space, First Man into Space,o e Thing from Another World, Invasion of the Body Snatchers, It! The Terror form Beyond Space y la radiante The Day the Earth Stood Still, más conocida por estos lares como Ultimátum a la Tierra.
Anocheceres en vela a la luz de bombillas o lámparas catódicas, junto a aquel casi desconocido Leslie Nielsen, Morbius, Robby y aquella animación gloriosa de Disney, antes del enorme salto físico del Hombre a nuevos territorios inexplorados y la magnífica perspectiva ilustrada por el gran Stanley Kubrick y su maestría focalizada en múltiples universos cinematográficos del Ser. Empezando por 2001: A Space Odyssey y la novela de Arthur C. Clarke del mismo 1968, con la que el scifi, ya no sería nunca lo mismo, ni las fronteras iguales...
Ni nuestra visión de supuestas "amigas", las máquinas. Señalada por aquella voz de Chaplin en Charabiano premonitorio, of course!

Aquella historia poliédrica y metafísica, exponía teorías disuasorias de la evolución y explicaba los problemas físicos, con aseveraciones del estilo: "Era muestra de barbarie destruir algo que no se podía comprender". En cuyas respuestas, se leía: "No construían ya naves espaciales, sino que ellos mismos, eran naves espaciales".
Hoy, los productores Jennifer Miller y directores como Tim Miller (Deadpool y fundador de la empresa Blur) o el habitual en Netflix y nuestro admirado cineasta, David Fincher (acostumbrado a los cerebros de House of Cards y Mindhunter), han invertido en una producción arriesgada en la televisión moderna. Con los 18 cortos de Love, Death & Robots, nos sumergimos en los avances tecnológicos y nuestras imaginarias memorias, a través de los cómics y aquellas aventuras gráficas de la ciencia ficción o el terror.

Entonces... escarbando en la basura y los encuentros imposibles, hallarás algún objeto de calidad o la salvación de los primeros animadores y su recuerdo, aunque pueda costar un ojo o propiciar algún que otro sobresalto. Ponte cómodo, piensa y disfruta.

Una Historieta muy animada.

Antes de los robots dibujados o los animados, la literatura encontró un resquicio sobre el metal, para proponer un mundo fantástico, sin ordenadores personales. Con historias inolvidables como el ojo premonitorio de 1984 de George Orwell, que pasaría al cine como el distópico Faherenheit 451 de Ray Bradbury, El Planeta de los Simios de Pierre Boulle o la sensual Barbarella, más curvilínea o apuesta que una mona, ambas también dentro de aquel señalado año 1968, donde se produciría un despegue de lo fantástico.
Después golpearía la década brillante de los 70, donde el universo no pararía de crecer, invitando a la animación a viajar a otros espacios imaginarios en el futuro, a través de libros especiales como Solaris de Stanislav Lem, y su posterior adaptación por el director ruso Andrei Tarkovsky, THX 1138 de un casi desconocido George Lucas, que esperaba otra idea fantástica o los simpáticos robots de Naves Misteriosas de un natural Douglas Trumbull, precursores de sus amigos mecánicos en las Star Wars en 1977. Así como aquel primer androide con conciencia asesina, tan de modo en la actualidad, en el interior del Westworld con rostro de Yul Brynner en aleación y el curioso ojo crítico de Michael Crichton.

A raíz los piratas o samuráis, de nuestra juventud, de los vaqueros y las princesas, chatarreros y mandíbulas se combinaban con droides, mundos mágicos dentro de un Imperio Galáctico. La evolución sería tan espectacular como un Encuentro en la Tercera Fase con Steven Spielberg en el cine, de la fantasía extraterrestre a los problemas de Ridley Scott con la voracidad de un depredador carnívoro y demasiado ácido para el gusto de los gatos. Hasta que llegó la maestría absoluta, en la mente mecánica de un discutible negocio temporal en la city de neón, por piezas envenenadas de nosotros... de nuestro corazón. Sí, era la distopía existencialista y romántica de la obra redonda, Blade Runner.
Así robóticos, policías cibernéticos o armados con la tecnología sentimental en sus conexiones nanotecnológicas, nos enfrentamos a nuevos desafíos programados y los sinsabores entre especies coloreadas por el cine moderno. Con nuestros protagonistas especiales, invitados a la fiesta tecnológica por esta animada pareja, Miller y especialmente un David Andrew Leo ya habituado a redes sociales, siempre interesado por esta técnica de contar historias coloristas, desde su participación en la cinta Twice Upon a Time o para Industrial Light & Magic con El Retorno del Jedi. Luego vendría su enlace piojoso con Alien 3 y algunas ideas animadas en el tintero, sabiendo sus preferencias entre otras, por aquel primigenio y revelado Alien de Ridley Scott, The Terminator de James Cameron y el Robocop del holandés Paul Verhoeven en 1987. Comenzaba una era cinematográfica de nuevas ilusiones, dramáticas, ópticas y digitales.

Pero antes del movimiento, los jóvenes de mundo y medio... en la carne y metal de nuestros antecesores, nos aproximamos a los penny dreadfuls. Eran cuentos vendidos en USA a 10 céntimos de dólar, que pasarían de las arcaicas historias bélicas o de cowboys, para adentrarse en la nueva era, con la estética pulp de moda o las temáticas que dispararían nuestras expectativas futuristas. Viajando hacia otros planetas en Tv con Star Treck, entre libros y cómics, con superhéroes de Dc o Marvel y mentes diferentes a las conocidas con neuronas, como el Hombre de Hojalata de El Mago de Oz. Historias encajadas en cuerpos metálicos, lentes ópticas enrojecidas de cólera y garras de adamantium, junto a los agentes destructores o shaverianos de Richardd Shaver en aquellas ilustradas Amazing Stories.
Así empezaron a recorrer nuestra debilidad, con los pies o motores sobre la ilusa Tierra, todavía sin reconocer las palabras mágicas, ciencia y ficción. Aparecerían los nombres de Theodore Sturgeon o Isaac Asimov, paralelamente a otra revista mítica, Fantastic Adventures, narrando aventuras cercanas a las "marcianadas" del escritor Edgard Rice Burroughs o los comienzos literarios de Ray Bradbury y sus Crónicas Marcianas.

Como contraste de movimiento acelerado, la primera película de animación de la que se tenga noticia y dirigida a público adulto, se trata de una joya fantástica con los primeros valientes, que se asomaron a esa pequeña ventana de la robótica más "cárnica"... si hablo de la Creación, del Monstruo de Frankenstein. Después, vendrían otros a cuentagotas, precoces, voraces o filosóficos, hasta que los dibujos animados se volcaron en la inocencia, el humor y los buenos sentimientos.
En brazos del amor romántico, la muerte pasional y los corazones reblandecidos por la humanidad, se establecen algunos de los mejores capítulos de la serie, Love, Death & Robots, aunque lo primordial, como ocurriera con Georges Méliès o Fritz Lang, serían las relaciones o las increíbles conexiones. Los retos utópicos que abrirían camino a siguientes creadores de la literatura fantástica y el cine, creando caos o destrucción, pensamientos recurrentes sobre la vida y el sexo... la muerte.
Las obras fantásticas, sentían esa necesidad de establecer niveles y abrir el universo ciego, a su mente y la nuestra como seguidores empedernidos, abriendo la curiosidad ante los retos utópicos o contra los prejuicios o tabúes. La imaginación del amor carnal frente a la obsolescencia.

En contraposición, con aquellos desgraciados diminutos seres, mortales y carnales, que nerviosos paseaban sus miedos intrínsecos a la especie y decepciones amorosas, aparecen las antologías dibujadas que dejaban el existencialismo en manos de los escritores y dibujantes. Monstruos del Scifi, dentro de Planet Stories con el primer cuento del gran Philip K. Dick o, las Weird Tales más apegada al estilo Cthulhu de H.P. Lovecraft y Conan el Bárbaro de Robert E. Howard. Además extendían el mercado al cine, con guionistas como Leigh Brackett (The Big Sleep, The Empire Strikes Back), y las Weird Fiction comenzaban a fantasear con el sexo incipiente en los cuadernos gráficos. Cuando los mecánicos empezaron a mezclarse entre ideas revolucionarias y nosotros, nos despertaron el hambre o el dolor, desesperados por el deceso frío, como ellos por la caducidad de su corazón biónico.
Intentando separarse moralmente de extraños comportamientos de sus contemporáneos humanos... o no! Ellos con sus chips neuronales en disminución temporal, ampliaron la inteligencia artificial, para incluirla en los robots articulados y guiados con mano revolucionaria. Ayudaban en tareas sacrificadas, repetitivas, o imposibles de realizar por la débil carne o los vestigios sanguíneos de un ictus regresivo. En definitiva, se harían fuertes ante nuestro envejecimiento o el insufrible Alzheimer, la trilogía del Prometeo, xDios... no, xHal.

Con la vista puesta en los dibujos y en los artefactos que convivirán previsiblemente con Nos, los antiguos habitantes y pintores en frescas cavernas con su curiosidad innata, animarían en el pasado los cortos proyectos de hoy. Segundo de Chomón para la productora Pathé, haciendo de nuestras cabezas y manivelas, verdaderos tiovivos de ética natural, primeros stop-motions, luz sensitiva y otras planificación. Una mirada programada, ante la imparable evolución hasta Pixar y el primer render 3D, que nos va encaminando hacia la visión robótica de la actualidad. Luego, los jóvenes o adultos de mi generación, se fijaban en seres animados más poderosos mediáticamente, gracias al humor y sus músculos como Popeye o los atractivos movimientos de Betty Boop, ambos cobrando vida desde el conocimiento gráfico de los hermanos Fleischer. Hasta la llegada de Mickey Mouse (u el polémico conejo Oswald) y el imperio humanista de Walt Disney antes de Tron, nacido de una cámara alquilada para ir pagando facturas y letras inmóviles en el Hollywood de los sueños... hoy muy animados, heroicos y espaciales.
Después de los famosos de Warner, los alocados Tex Avery de la Metro o Hanna-Barbera con sus lunáticos Jetsons o Supersónicos y demás picapiedras, los televisivos Thunderbirds o Guardianes del Espacio, el Flash Gordon de Alex Raymond, que anticipa el underground más setentero de Barbarella de Jean-Claude Forest. El anime de Mazinger Z de Gō Nagai. los Defensores de la Tierra de Marvel Productions, Ltd. y King Features Entertainment, comandos G y ultramanes, Ulises 31, Los Caballeros del Zodiaco y, sobre todo, las figuras maestras del dibujo. Enormes procedentes de otras latitudes como Ralph Bakshi entre fantasía gatuna o universo Tolkien, los mecánicos de El Planeta Salvaje de René Laloux, el anime de Osamu Tezuka con Astroboy, el Akira de Katsuhiro Otomo, la magia estilizada de Henry Selick y sus fantasías, por supuesto, el naturaleza incesante del viento en Hayao Miyazaki y sus héroes comunes, deidades y otros Gigantes de Hierro o soldaditos de plomo.

Especialmente, recordando a un antiguo amante de la fantasía, la animación y los cómics, Ivan Reitman produciría la cinta Heavy Metal y el estilo RanXerox de la portada underground de Frank Zappa y los dibujos de los italianos Andrea Pazienza y Tanino Liberatore, o los colores mutantes de Richard Corben y los fantásticos de Jack Kirby (ayudante en la animación del Marino y sus Espinacas). Precursores de Transformers, Ghost in the Shell de Masamune Shirow o los American Gods de Neil Gaiman, basados a su vez en la Trilogía Cósmica del escritor C. S. Lewis.

Ahora, espacio y mente, son infinitos. Con infinitas posibilidades...

las 18 diferencias robóticas.

En este nivel de creatividad, en primer lugar y tratándose de una serie de dibujos animados para adultos, los creadores van intentar conquistar nuestros corazones, con un poquito de amor, chatarras emocionales de distintos signos (positivos o negativos) y un "poquito" de derramamiento temporal de sangre. Respirando por los poros fijados, de aquellas ideas fantásticas, incluidas en los cómics que recogían las debilidades de artistas gráficos, con tendencia a la tecnología y los cuentos de horror evolucionado.

Aunque, a los relatos animados (clásicos o digitales) fue costando un poco, acostumbrarse a estas complejas relaciones que se intuían en los nuevos espacios cibernéticos, que empezarían a propagarse por las pantallas. Estrapolaciones narrativas de la novela gráfica y otras texturas visuales, que se fundían en nuestra memoria, dejando rastros imborrables de imágenes y nombres, que llevarían a una Nueva Ola de autores de ciencia ficción en la revista New Worlds y dibujantes que nos embelesarían con el cyberpunk en los años ochenta.
Por todos estos motivos y satisfacciones personales, expresar mis gratitud a aquellos audaces de décadas o siglos pretéritos, a los que tomaron relevo de las páginas de sus libros clásicos, que miraron con otros ojos (y corazón) a los tebeos o revistas dedicadas: Asimov's Science Fiction, Nueva Dimensión, Tótem, Comix, 1984 o El Víbora en España; y las pantallas del cine scifi o, en este caso audaz, mutan a la televisión del querido steampunk o el futurismo extremo de la novela gráfica más violenta. A los grandes artistas conceptuales como Enki Bilal, Nivanh Chanthara, Katsuhiro Ōtomo, Jean Giroud "Moebius" o H.R. Giger, con el pulp robótico entre el horror, la comedia satírica y la space opera de metafísica, que nos introduce en una cápsula a nuestro pasado juvenil. Bienvenidos al universo animado de diversas procedencias, entre Blur Studio y Mr. Fincher.

No me voy a extender demasiado sobre las diferentes miradas y estilos de animación, son entidades adultas que pueden respirar por sí solas, redenciones conceptuales o una antología de pequeñas maravillas, a las que nombraré con asterisco para manifestar una recomendación y simple referencia narrativa:
Sonnie´s Edge (Alita de Netflix), Three Robots (Wow, Idea! *)
Suits (Granjeros de Connecti-cut), The Witness (Muertes Paralelas *)
Sucker of Souls (Ni pega ni muerde), When the Yogurt Took Over (Cachondo surrealismo *)
Shape-Shifters (Menos Lobos), Beyond the Aquila Rift (La más Lem *)
Lucky 13 (la Halcona Milenaria), Hunting (Pura fiebre Mononoke *)
Helping Hand (Una mano a Tótem), The Dump (veneno de Víbora)
Fist Night (Pesadilla Fluorescente *), Zima Blue (Azul Reflexivo Profundo *)
Blindspot (Robot-Assault), Alternate Histories (Locura antifascio *)
Secret War (Apocalipsis Rojo), Ice Age (Distopía visual, algo gélida *)

Por estos motivos, brillantes o cojos arcanos, debemos seguir animando. Dicho en plata o de manera intelectual, a los buscadores de estas propuestas imaginativas y a aquellos, que se arriesgan más de lo recomendado en ocasiones, tender la mano abierta o las prótesis. Para adentrarse en universos paralelos, la mente y la imaginación, donde las capacidades de nuestros autores de la ciencia ficción preferidos, los guionistas y sus conversaciones plasmadas en dibujos y los selectores de gráficos programados en televisión, tanto digitales como clásicos, sean uno... o tres, ya diré porqué.
Los viejos cuentos nos acercan a esta bonita realidad de hoy. Sien envidiar a los grandes estudios de animación, ni los mundos mágicos de la producción a gran escala, temporal, técnica u operacionales. Es decir, gracias por seleccionar historias que alimenten nuestros sueños y responder con crítica más humana, a numerosos conflictos internos o contradicciones de la especie. Como la libertad, la supervivencia y... el amor carnal.

En definitiva, por abrir la ventana de la imaginación a la innovación visual y narrativa... y porqué no, a ventilar los arcaicos cajones, donde se guardan las frustraciones del pasado, los recuerdos juveniles y los deseos... de esta complicada vida. O las probables vicisitudes en el futuro. Con la intención sana de propagar aquellas pequeñas debilidades, trazos que nos hicieron sonreír, bocadillos de padecer o amar. Aquellos cuentos asombrosos que entraron en nuestros cerebros impacientes, con una explosión, al abrir las páginas de un tebeo y ponerlos en animado movimiento, aquí y ahora, delineando a trazos manuales o cibernéticos, nuestro mundo.
La rotoscopia conceptual ha comenzado a girar, el color se desparrama en la tele en menos de cuatro horas alternativas, calambres o impactos visuales, a través de esta serie de catastróficas desdichas o 18 desafíos totales. Con diversidad narrativa o utopía selectiva de humor, densidad atmosférica y terminación razonada, sexo encapsulado de acierto variable... es decir, algún cable pelado también.

Dibujos que pasan por diversos territorios de la ciencia ficción adulta, otorgando una oportunidad excelente a algunos, futuros maestros de la animación para enseñar su arte e iniciados en el mundo fantástico, hoy. Ejemplo televisivo arriesgado que, por mi lado o gusto, debería continuar en otros proyectos o medios. To be... continued. Life!

Excelso runner o mal replicante.

De manera, no Manara Milo que era más dérmico, que ocurriera en aquellos primeros cuadernos dibujados del cómic y sus códigos adelantados al tiempo, hacía falta desprenderse de la carga infantiloide o cortocircuitos lógicos. Lo mejor es anteponerse a la exclusividad mecánica de nuestro yo, con la alternativa de valores futuros o la distinción artística de respuestas filosóficas y conceptos proféticos. Esto es, diversificación de ideas... o sueños.
El salto al vacío, es sideral, ahora mediante algunas alegorías futuristas o con sugerentes ofertas que funcionan como islas en el espacio. Nos precipitamos a una falta de sintonía orquestal, organización de propuestas desorganizadas, que conforman un entorno tan variable, como... la falta de sexo interesante, declaraciones románticas en el vacío y dolor carnal. Como diría un cyborg W. Shakespeare confuso...
Muchas muertes... y poco amor.

Alguna se saborea despacio, u otras caen como un yogur caducado en estómago, pero se desprende aroma a creatividad sincera, inquietudes intelectuales, trabajo en equipo y esfuerzo laborioso en los componentes de la animación digital o gráfica. A veces algo disperso, conceptual o narrativamente, pero con varios aciertos narrativos o lúdicos, como productos autónomos gracias al emprendimiento, el esfuerzo técnico y esa labor imaginativa que empieza con la sustancial creación.
Las historias gráficas o visuales, ya no se plegarían a estereotipos, viejas tendencias o críticas anquilosadas, porque los que crecieron leyendo tebeos de superhéroes, robots amorosos o no, y otras batallas bélicas, estarían acostumbrados al medio y crecidos en él. Los nuevos lectores o visionadores, seguirían aceptándolos en tareas más sacrificadas, románticas y sexuales, violentas o intelectuales. Pero, ¿serían capaces de reproducirse y convertirse en la última plaga existencial...?

Se podría abrir un debate, sobre cual es el corto de más calidad o vuestro preferido, cada uno elegiría libremente o asociados a sus mejores recuerdos, así algunos permanecen en nuestra memoria por diferentes motivos o sensaciones adultas. La linterna mágica se ha encendido en nuestra tele y la mente, con esta serie experimental y atrevida, conocida como Love, Death & Robots.
Sí es verdad, algunas no llegan a alimentar a nuestra bestia, poco animada, se caracterizan por la reflexión leve o pocas expectativas creadas hacia el mundo robótico, al que no se canalizarían todos nuestros recalcitrantes deseos. Pero tampoco decepcionan del todo, ya que encuentras diversos detalles visuales, diversiones sin complejos o percepciones conceptuales, que persiguen el bonito sueño de aquellos viejos, cuentos asombrosos o mutaciones tempranas. La misión era sugerir, divertir o simplemente pasar un buen rato, manifestarse en pantalla, llamar a nuestra atención aventurera, expandir la frontera de nuestra imaginación. Vivir, pensar... o morir.

Las texturas y diálogos, provienen de varios equipos internacionales, desde Venice (California) al resto de mundos, que exponen su visión en diminutos retales de fantasía. Entre el dolor, el humor o el placer, cuando los pasados soterrados del miedo, son un presente plagado de dudas o amplifican sus consecuencias apocalípticas... el futuro es un ente distópico, como la carne, el hueso y el metal de sus protagonistas.
Nosotros somos y los observamos por dentro.
Los subterfugios raciales de nuestra civilización futura, son referentes, tendrán que moverse entre el temor a lo diferente y la duda del existencialismo, a la fuerza. Son cimientos endebles, en el mantenimiento de una sociedad que podría caer o ser inestable, por la inconsistencia mediática de sus lazos sociales o familiares, acosada por problemas que surgirían del metal andando por nuestras calles... equivalencia ¿recuerdas a Alita o los replicantes de Blade Runner?

Nuestra sociedad estigmatizada por los efectos de una productividad e inteligencia, alternativas... ¿Serían competencia alternativa o ayudarían a alcanzar nuestras metas...? La búsqueda de nuevas oportunidades, podría transformarse en una auténtica batalla, donde los mitos ya no serían importantes, sino el dramático choque de entidades diferentes y la supervivencia.
Aquí están todos esos detalles, piezas cibernéticas de inteligencia y espacios de exploración, como ocurre en la serie Altered Carbon o el filme Días Extraños, sin perder de vista la acción. Por supuesto, tampoco el pensamiento crítico y esa extraña relación, o posiblemente cercana, aún casi prehistórica, con las frías y programables máquinas. Es la inteligencia artificial que sirve de parapeto a nuestros temores o pervierte el equilibrio, cuando algunos pasos, parecen ya demasiado audaces o polémicos... veremos si con el corto número... el dos.... el tres.... etc.

Con aquel tipo semejante a Roy Batty, tan exigente en expectativas temporales y fortalecido con tendones compuestos, que tuviera la mente puesta en desarrollos animados para el Séptimo Arte y esperó su turno, ahora, el director David Fincher da rienda suelta a los nuevos John Lasseter (ya fue animador en Young Sherlock Holmes), Andrew Stanton (Wall-E), Brad Bird (The Iron Giant, The Incredibles) o Pete Docter, con sus renderizados mágicos e ilusiones para todos los públicos.
El mago del movimiento había disparado la ilusión en seguidores y despertado a sus neuronas, con atractivos proyectos que mecanizaban la labor de los dibujantes, recordando a los viejos amigos de la ciencia ficción en distintos medios, como defensores biónicos de ácidos alienígenas, enjambres depredadores, abejas o arañas controladas, u otros engendros mecánicos, casas inteligentes que se comportaban como madres protectoras para sus no-hijos, antes de que existieran ordenadores personales para capturar a un asesino resbaladizo, o diseñando juegos recreativos que serían reemplazados por el CGI y los videojuegos de alta resolución. Sin embargo, su mente sintió que la relevancia cultural del cómic y la inquietud de los seres humanos por el futuro, sería la pieza clave en sus manifestaciones, el apoyo a creadores y alimento para la memoria infantil o nuestras pupilas.

¡Hasta el infinito... y más allá! Esperando mucho más...


Futuro: la Carne y el Metal.

Heavy Metal... Alguna cualidad, empezó a crecer y apoderarse de las relaciones, cada vez más directas, engendrando unicornios en las emociones de la literatura o guiones cinematográficos, pasando de cuentos infantiles a las travesuras placenteras para mayores. De orquestas a músicas eléctricas, entre asesinatos pronosticados, guerras cibernéticas o basureros sentimentales, alternando visitas atmosféricas por otros planetas y vacaciones infernales, taxis y patrulleros voladores, reverencias a científicos locos, espacios alternativos del fanzine, viajes temporales y reencuentros sexuales de ciencia ficción...
Donde la palabra cyborg (el, simplemente autómata del pasado), iba a convertirse en protagonista universal, soldado de numerosas aventuras y ejecutor de nuestro futuro. Y el metal, sonido de imágenes fantásticas, distopías terroríficas y muerte.

Siendo capaz de mover los hilos en el interior de Netflix, con pequeñas obras para encajarlas dentro de un todo. Una especie de motor, secuencial o binario, que aspiraría a cierto movimiento continuista y uniformemente acelerado, que empezara en tiras inmóviles y cavernas oscuras, atravesadas por la luz.
Puede que siga existiendo un mercado interesado en dicho sacrificio profesional y económico, dadas las repercusiones y comentarios. Este puesto estaba vacante, al que aspirarían estos escuetos cuentos y que podrían alcanzar cierta relevancia en este mundo mágico de la animación para adultos. Gracias al atrevimiento de la causa y las distintas propuestas, amorosas o mortíferas, que viene con 18 patillas de serie y varias tonalidades, texturas, pensamientos... encajadas en el monstruo de la animación o títere binario. El que despertara en busca de calor, para encontrarse con un conjunto de seres injustos, aunque sin tornillos en la cabeza.

Programados para amar o matar, con la cabeza puesta en otras materias más elevadas, científicas, existenciales o apocalípticas, emocionales... Por ejemplo, recreando en distintas décadas de la historia gráfica, los desequilibrios intelectuales, la moral de la ciencia o el temor a la tecnología y la convivencia de creadores humanos con estos seres pluscuamperfectos, que podrían identificarse con los poderes de auténticos superhéroes, los artilugios mecánicos de Batman, el Pingüino y el Joker, o las proezas de mitológicos dioses.
Los osados Miller (próximo referente de Terminator y el cómic 143 de X-Men) y Fincher (ideando la digital guerra WWZ2), han reunido estas piezas como dije, deslabazadas o siendo eslabones independientes de un pack completo, valle de lágrimas o piscina azul, para coronarse como defensores de aquellas arcanas revistas gráficas, sus creadores ilustres y los gráficos de última generación.

En el ayer temprano, ​circularon noticias de que David Fincher y James Cameron, podrían combinarse como productores ejecutivos y dirigiendo varios segmentos proyectados para un nuevo largometraje de Heavy Metal, pero permaneció en el olvido... o una caja de resonancia metálica, cuyos ecos son esta realidad. También, se promocionaban espacios para Kevin Eastman (editor de la antigua revista y co-creador de las Tortugas Ninjas), también el amigo Tim Miller, los cineastas Zack Snyder, Gore Verbinski y Guillermo del Toro. Hasta el proyecto con el estudio Quick Drax, que quedara en el cajón de Robert Rodríguez, antes de su acierto gráfico en Alita, con el título homenaje a H.G. Wells y su conquista galáctica publicada en la revista, esto es, Guerra de los Mundos: Goliath.

Los episodios independientes de Love, Death & Robots, se generalizan por el humor a diferentes escalas, la violencia y la crítica a los comportamientos humanos, más interesados en la procedencia de las cosas o su satisfacción, que el propio mundo que están construyendo. Donde las distopías, como los trabajos numerados con robots, entran dentro de esa categoría superior, y sus protagonistas, merecedores o posibles alternativas para animaciones desarrolladas para la gran pantalla. Sí, hablo de los reyes magos o animados, Tres Robots.
Por consiguiente, a través de estos cortos variables, se observan las consecuencias de nuestros actos como especie evolucionada y la percepción de nuestra ciencia cibernética, adaptada a menesteres prácticos del día a día o grandes aventuras fuera de nuestros límites terrestres.
Efectos dramáticos, en manos de la defensa universal, los viajes intergalácticos o sugerencias alternativas, encuentros con monstruos o deidades, que son mitos referenciados entre las novelas de escritores de la ciencia ficción más filosófica, como Stanislav Lem, Isaac Assimov o el gran Philip K. Dick, abrir los libros de Dune el novelista Frank Herbert, o la conquista de los mundos desde la radio norteamericana, llegando a receptores en cualquier punto de nuestro mundo, con los elementos amenazadores, sangrantes y gigantescos de Orson Welles.

Es vuestro tiempo, soñadores...

This emission is out

El otro amigo de Netflix y el director de.... nacimiento, también avala esta serie animada con referencias a aquellos viejos cuadernos de la juventud, que sorprendían por su fuerza creativa y referencias metafísicas. Aderezando el hueco televisivo actual, con salpicaduras imaginativas y dinero necesario para esas historias que nos transportaban a otros mundos paralelos, envueltos con olor a celulosa y tinta. Algo diferente, que abríamos con ojos deseosos, ante el colorido y los temas exóticos, refrescando nuestras neuronas cinematográficas, del ambiente sobrecargado para la animación cinematográfica, entre seres inanimados que cobran vida, animales deslenguados y otras acrobacias dirigidas al circo de "enanos". Son nuevas experiencias distribuidas por distintas capas del multiverso gráfico, aunque sólo, una pequeña muestra sería válida para una gran historia amorosa con el largometraje.

Todos los trabajos se mueven en dichos márgenes computacionales, que nos recuerdan a retos universales del pensamiento filosófico, cuando las experiencias adquiridas, formarían parte de un espacio profundo, suplantando nuestra superioridad intelectual o la emocional inteligencia. De tal forma que, los resultados son diversos y cambiantes, tanto como los humanos y sus guerras particulares, en busca de la salvación entre los elegidos o la destrucción total de la llamada, civilización. Ética vs. poder, humanidad frente a nuevas razas inteligentes, y por tanto, el control de las ideas para la seguridad, como pronosticara el Gran Hermano de 1984 y .... El amor ha sido más complicado encontrarlo, excepto en exiguas dosis.... son diminutos y exquisitos bocados de una realidad humana, que no está tan evolucionada en las historias de Love, Death & Robots.

Por último antes de la desconexión, la serie LDR consiste en un ramillete de cables, o proposiciones cerebrales que buscarían no dejar indiferentes a los admiradores de los dibujos. Voracidad visual entre el manga japonés y las animaciones que proceden del fanzine occidental, la cultura underground o las viejas historias, leídas para no dormir. Según diversos estilos, exigencias argumentales y episodios laboriosos, diseñados para contar la irrealidad del subconsciente o el sacrificio sobrehumano... O alrededor de cierto surrealismo cósmico que nos haría despegar, de momento, la cabeza de nuestra Tierra, en busca de la deseada velocidad de la luz.
La AI o Inteligencia Artificial, es la frontera que nos acerca a la frialdad de las máquinas, cuando introducimos en ellas, aquellas cualidades que nos corresponden como especie inteligente y, donde inculcamos el libre albedrío, o no, para recalcular atómicamente, los procesos matemáticos o exponenciales de crecimiento autónomo. Es decir, la procreación o reproducción.

Sin embargo, ciertas expresiones sentimentales o las emociones, se encontrarían almacenadas como diamantes por pulir, en ocasiones, entre el dichoso amor y la gélida muerte. Abstenerse los que esperen una gran película de vasos comunicantes o hilos subordinados, simplemente, son muestras de animación o pequeños bocaditos de irrealidad. Falta música, claro, seguiremos esperando... conectados.

Dos piezas, o tres casi maestras (dentro del mundo de los cortos animados), es suficiente para aconsejar su visualizado, poco exigente por otro lado o entregado a la causa. Donde la innovación visual es referente, con dibujos alargados hasta el infinito o texturas que se acercan a la perfección digital, se deben al experto trabajo o inspiración de sus equipos de trabajo animado, apareciendo junto a estas buenas ideas de sus guionistas o creadores intelectuales.

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