Nace y se expannde, una nueva estrella.
En un lejano desierto, muy, pero que muy galáctico... llamado en todo universo conocido como el reflejo de Tatooine... Si ha mucho tiempo que viajaba un Mandaloriano.Dicho planeta, se convirtió en escenario casi telúrico de una saga interminable, que ahora, se diversifica y multiplica exponencialmente hacia otras derivadas televisivas, tras aquel rescate del bloque de carbonita del pistolero Han Solo de garras del siniestro, orondo, viscoso o sudoroso, quién sabe, Jabba the Hutt... y el nombre que inspira la condición y el nuevo camino de The Mando.
Entonces la batalla se traslada en las ondas antes hertzianas y los restos de aquella terrible Segunda Estrella de la Muerte a la caída residual del Imperio Galáctico, enfatizado por un ex-oficial otrora conocido como Moff Gideon de la policía secreta del Antiguo Imperio. Con la aparición de The Mandalorian, algo ha cambiado para bien, porque los contactos con los viejos héroes, se ha hecho realidad a través de los sueños. Los famosos forajidos y vaqueros del Salvaje Oeste, han coincidido con los conciudadanos de Luke y la princesa casi Skywalker frente a los personajes interpretados por sus icónicos actores, y nosotros, los niños o jóvenes que fuimos, con los nuevos seguidores, fanáticos posiblemente, frente al televisor... o la consiguiente Plataforma Digital de la Muerte.
Es inevitable el cambio de frecuencia y los tiempos... This is The Way!
Nuestro querido Maestro Joda, de origen desconocido, sobrevoló esta galaxia, a golpe de efectos visuales, arrugas en la frente de tanto invocar a la Fuerza o los concentrados vocablos enrevesados que dictó para crear un personaje inolvidable ya... Ahora en la piel de la juventud de un discípulo (tal vez, hijo secreto), que se instala en nuestros corazones hasta los 900 años posiblemente, desde los Jedi de la Nueva República, sobreviviendo a las Guerras Clon y su Gran Purga por orden del Lord Sith Darth Sidious/Palpatine, hasta la última gran Guerra Civil... que curiosamente entroncaría con el fin del western tras la sangrienta Guerra de Secesión Americana.
Su fallecimiento fue enmascarado sobre el 4 DBY, cuando su voz característica dejará de sonar bajo los labios de Tom Kane, el gran John Lithgow o el inolvidable Frank Oz, paralelamente a que nuestro actual héroe, el mandaloriano Din Djarin interpretado por el Pedro Pascal, tuviera sobre 31, 32... o casi 33 años.
Bienvenidos amigos miriclodianos, al último éxito Star Wars de Lucasfilm y la perseguida, por numerosos cazarrecompensas del universo, ahora restringido a Disney Media Distritution. Nuestro nuevo Camino, se quiera o no... Este es, como diría el Maestro verde.
El Camino, no de Delibes.
Los escritores inventan demasiado, yo me considero únicamente, un esforzado cazapalabras o forajido de ellas, del gremio de los no ilustrados... seguidor infinitesimal de la orden de Miguel de Cerbantes Saavedra.
Bueno al grano, del gremio de los cazarrecompensas a este lado de la galaxia escrita...
Tatooine es el gran escenario de este space western, sobre las tierras áridas del Sur de Los Ángeles (California), tierra de Jawas y moradores de arena, especies resilientes o jinetes de Banthas, lugar de aterrizaje el Docking Bay 94 del arcaico, pero efectivo, Halcón Milenario. Antes en el borde exterior de Túnez, dentro del sector Arkanis. Vamos un lugar de persecuciones, sobrado de caballos de vapor y tiroteos continuos como en cualquier OK Corral.
Volviendo a las antiguas historias, existe un tipo de western concreto, en el que la figura principal y distante, es un espigado cazador de recompensas, tan indispensable como el vagón de un tren de carbón o un rancho apartado, hostigado por las huestes salvajes de las praderas o asilvestradas de las montañas.
Algunos de estos solitarios caminantes, posiblemente de regiones recónditas al Norte, están relacionados con leyendas de dragones o bestias voraces, alrededor de comunidades salvadas de la bala de forajidos, bandas sin piedad, o de las manos de un determinado patrón despiadado. Boba Fett del gremio, lo sabía muy bien... Era su camino, algunas veces bastante equivocado por unas pocas monedas, quizás 30 o menos.
A su vez, en el cruce o la cruz de sus cascos, coexisten una serie de personajes interrelacionados, adheridos como la piel al hierro forjado, que reciben una mueca invisible, del gran invitado a esta fiesta o refriega de elementos, bichos o razas.
Con la cara hundida, bajo la máscara de una especie de titanio endurecido entre diablos, por mil yunques y martillos de enanos curtidos en el acero, el hombre sin rostro, se podría recitar como impenetrable. Solitario samurai en la sombra, piloto de motoristas y escuadrones fantasmas, defensores rebeldes de causas perdidas, entregado seguidor de la palabra, pirata de almas o pistolero de las llanuras de la mente. Un chileno de armas tomar, con raíces cercanas y expresiones medidas como un luchador o gladiador de las ocres arenas, un admirador de los confines pálidos de Eastwood, e historia del cine norteamericano junto a Solo, Chewie y Lando Calrissian. A una ribera del país, o a la otra casi desértica, a miles de kilómetros, en algún lugar de Almería (España).
Pues bien, antes de su Edad Dorada, en el viejo Hollywood o después en el spaguetti italiano, esos pistoleros, a menudo no eran nombrados, apenas sombras desconocidas. Eran hombres sin Nombre, sin dama ni niño, disparando por un puñado de dólares o una sufrida aportación de los feligreses, acongojados por la maldad infinita... que se lo digan al clon de Mr. Clint ´de Eastwood`, donde también confluían esos cazadores a sueldo. Costumbristas caracteres del salvaje siglo XIX, viajando hacia nuevas eras o volando tan rápido como Steve McQueen, en sus bólidos de Ford.
Por entonces, hace más de cuatro décadas, mis queridos amigos de mandos, entes de aspecto antediluviano y otros seres verdes por la envidia, comos como ellos. Jóvenes con aquel pasado caliente de Hollywood, mitos de la historia que ahora pervive entre generaciones distintas. Como diría el propio George Lucas, empuñando un sable de luz frente a la pálida Luna, y su posible alter ego más televisivo y observado en nuestra galaxia...
Este es el camino.
Nuestro camino hasta el mando de Tv, o el Mando del indescifrable Din Djarin.
Otra Vuelta de Tuerca.
Atraído por la sangre de un amor imposible, sufriendo las calamidades (no Jane´s) en las praderas, invisibles a sus rescatadores, aparece él, de frente a sus características de indomable en soledad y casco impoluto, como su alma o palabra. Aclimatado a sus personales circunstancias, a su inalienable fe, al polvo del camino... ahora, como sus antecesores en la gran pantalla, encariñado con un pequeñajo de ojos infinitos. Es decir, emparejado de la mano y mente, de un enternecedor retoño, guiado por la ósmosis de piel y el lagrimeo de sus oscuros iris... Pongamos al Shane de aquella Raíces Profundas de Georges Stevens con el inolvidable Alan Ladd o jinetes pálidos sobre la arena.
Son los mandalorianos, los sucios Harry´s con licencia para matar, por unas piezas frías, pero ricas, de acero beskar, o unas caricias olvidadas de una pequeña mano. Que siguieron sus pasos, los de los hombres estilizados de Toth, como aquel Randolph Scott impertérrito, emparentado con los esbirros emergentes de la Agencia Pinkerton.
Mecánicos poderosos del mundo, uniros.
El metal forjado es el que fusiona sus tiros del pasado, con las espadas y los escudos del futuro, a horcajadas en naves espaciales con velocidades cercanas al viaje de la luz. Como enanos estirados de Tolkien, no sus lenguas que se entrecruzan, porque fueron vuestros antepasados, ocultando sus rostros, a veces refunfuñantes, bajo la máscara que oculta un pelo rizado.
Es posible, que perduren eternidades como en la historia real, ya que las sagas prevalecen en celulosa legendaria o celuloide, de aquí a la digitalización, por las tierras medias de John Ford o el Mordor urbanístico, majestuoso, del Blade Runner enamoradizo de Ridley Scott. Sí, a veces, somos un tipo de investigador privado también.
Construcciones metálicas.
Plank, plank, a martillazos, hasta construir la coraza perfecta, para que nadie ni nada, nos afecte al corazón. Si es posible, que ningún espíritu ajeno, nos separe de la secta innombrable, del resto de nuestra realidad interior. Esta orden, es una entidad casi religiosa, donde perviven los héroes del pasado... los recuerdos y las palabras. Tanto como el fuego que engendró sus pieles adquiridas, curtidas en mil avatares.
Su era tiene marcada la violencia, como la muesca en el rifle EE/3, la boca oscura del lanzallamas de mano, la avanzadilla que ciega con una patada en la hoguera, o un desintegrador de materia... que es el verbo bien lanzado, envenenado como lengua de serpiente de cascabel.Podría a ser una especie de sortilegio, aprendida de tribus ancestrales.
Claro, la historia y la leyenda es oscura, vista con el tiempo y a través del espacio, más. Los lazos sanguíneos se mezclan con el aire de Ford, el fuego de Tolkien y la tierra del rancho de Lucas. Como la Naturaleza de las diferentes especies, que vienen y van, millares de voces y pieles, entre los imborrables resortes, de este universo en crecimiento constante. Directamente proporcional al arcaico clan de Jango Fett.
Mercenarios del mundo en expansión, seguid el camino, sin miraros en el espejo del pasado.
Es inevitable seguir el paso, del rostro impenetrable que lleva sus señas de identidad. Las señas de un gremio inmortal, o no. Impropias con tiempos pandémicos de una redención espiritual, alejada de los escarceos de seguidores acérrimos a un personaje de moda, partido político o determinada creencia, dentro de una red social, como ovejitas tras el monolito.
Al final, todos parecemos un poco asociales, bajo nuestras máscaras, silenciados por el martilleo del teclado, tab tab tab... que penetra en los confines de nuestra propia galaxia, que son nuestra conexiones cerebrales. Aunque aferrados a la letra, que con sangre entra, o sale a través de la forja mediática o la palabra de un dios, indeterminado en obra e imagen. Puede ser tu camino, no el de otros... rebeldes.
Las estirpes con sus lazos cosanguíneos, pertenecen a la cultura del mito, por valor. Eléctricas o eclépticas, en el caso de algunos robots... los Nosotros del futuro, tal vez. Los que mamaron de antiguos escritos y hazañas monstruosas, creciendo en nuestras entes o la imaginación, porque no toda la verdad o el porvenir, estaría en la realidad. ¿Verdad, amigos de Star Wars?
La Persecución.
Eres lo que vales, ¿o lo que piensas?
Es la profunda reflexión, tan icónica de los vaqueros impertérritos, que no pudieron estudiar o crecer racionalmente, de samuráis que aprendieron de sus códigos históricos, el dolor... o de los filibusteros que iban saltando de nave en nave... tapando boquete con brea o sus terribles heridas... pero, nosotros crecimos en la imaginación.
Las especies que persiguieron una vía abierta en la densidad inabarcable, una compuerta a un basurero, saltando de una ficción a otra más lejana, interpretando los personajes de una saga en la Guerra de las Galaxias.
Propuesta que creo, pertenece a esta especie de religión novedosa en la nueva era confinada, de sentimiento que espera una mirada confidencial o un abrazo, o el aumento de la recompensa en nuestras manos enguantados... No del cuero de viejas vacas, sino de futuro.
En esta, nuestra pequeña galaxia mediática, de forzada pandemia fílmica, o más bien esotéricamente televisiva tras las máscaras, nos hallamos como niños con ojos brillantes. Por supuesto, esto de las estrellas es algo semejante, a una vocación impertérrita. Somos los seguidores de la mística en el desierto, de Hawks, Mann, Wyler, Peckinpah, o el maestro Ford y su húmeda mirada.
Entonando sus famosas melodías, como borrachines en una cantina o celda, votando a bríos a base de silbidos por el interminable Valle de la Muerte, u otro parecido más al Sur... verdad Mr. Eastwood y Mr. Leone. Dimos el estirón con la trilogía que nos saludó con una expresión... ¡qué la Fuerza os acompañe! Y vaya que lo hizo... de una generación a la siguiente, y a otra... ya van tres y las que quedarán...
Vamos persiguiendo el camino, el crecer en sentido inverso o sucio, y sentir, ahora que recordamos los acordes inolvidables del gran, recordado y admirado, Ennio Morricone.
Pero, esto de las creencias inquebrantables o consagradas a la leyenda, es otro cantar de los cantares... vayamos a los actuales cazadores. Los que suenan a electrónica melodía de western o de Ludwig Göransson... a metal ochentero en memorias de grafito de Amiga u otro por el estilo. Que no heavy... no nos salgamos del camino, compañeros del metal. Encadenando melodías, silbando como un forajido musical de leyenda. Gracias Ennio, maestro.
The Hunt...
Como el rescate de Han Solo, tras la custodia financiera de Boba Fett, la caza es un círculo interminable, que ves cuando empieza, pero nunca donde termina... quizá con tus huesos, en un agujero caliente o tiro de Stormtrooper. O la boca de un Sarlacc, tras la invitación obligada del sable de un pirata espacial, desde su advenedizo trampolín.
Steve McQueen que estás en los cielos, junto a otros velocistas tempranos del Olimpo y disparos a bocajarro, que vinieron de colinas invisibles para los ojos. Han seguido tu camino en el Mustang y las huellas del volante aferrado a tierra, no levitando a unos centímetros, hasta llegar a El Kamino o las arenas de Tatooine, persiguiendo tu sombra de cazador, de rondador nocturno en el espacio abierto... o diurno, que para eso estamos en el desierto de Tatooine. Metalizados como tu placa o complicados como tus volantazos profesionales, indagando señales o los profundos cascos en el terreno, de Wayne, Stewart, Fonda, Peck, Ladd, Glenn Ford, Cooper, Mitchum, Douglas o Lancaster. Muchísimos más, del gremio de pistoleros, con corazón... por ahora, que también los hubo bien negros.
Aquí hincamos nuestras rodillas y nos postramos, ante las mejores recompensas, los que lideraron la cara oculta de la Luna o las estrellas de la muerte, en memoria de la imagen borrada de Darth Vader... gracias por todo, Mr. David Prowse. La figura del padre oscuro, un poco de todos.
Siempre persiguiéndose, cazándose unos a otros, devorándose entre especies, hermanándose entre razas, pululando entre fauces escondidas, caminando entre dinosaurios de otra galaxia... tras las incorruptibles costuras de la cultura moderna. La caza de unas miradas románticas, las que hielan la sangre a sus antagonistas, descifrando las voces rotundas que sembraron el miedo, tan guturales como espaciales, especiales, especímenes, espeluznantes... ecos.
Todos tenemos esa parte obscura, o no. Padres contra hijos, o viceversa. Entre la admiración o el malestar, la compasión o el miedo, el heroísmo o el miedo..., solos ante mil peligros, aventuras prehistóricas, futuristas cazas o recibiendo amenazas de este mundo, u otro.
Que difiere con los latidos metálicos de The Mandalorian, con su verdad, pero no en el sentido clásico de los mismos. Que ahí están, se oyen... los ecos de la caza.
Seguro que aumentarán en el futuro, ya veremos, se aproxima la segunda entrega y resuenan más.
Forja, e Infierno.
Estas comparaciones son un hecho objetivo, o partes de mi subjetivo yo. El que no se aparta de las historias del lejano Oeste, ni del salvaje yo, cinematográfico.
Son reflexiones bajo el árbol de un ahorcado actual, que se tambalea entre ayer y hoy. Que entronca con el genealógico de aquellas generaciones perdidas, que admiramos y recordamos ahora. Con sus lejanos parientes, hoy ecos de un láser digitalizado o el motor de un retro-cohete a propulsión. Somos los hijos, no perennes, de Star Wars.
Es decir que, esta serie The Mandalorian, contiene sus reglas e idiosincrasia, pero la pudimos imaginar... como podemos imaginar otras muchas en nuestra cabeza. Acercándose a la recompensa del éxito, a la forja de una construcción indestructible, o al infierno que se oculta en la mente. Con un lápiz, al que sacábamos punta con un saca, de metal infatigable, pasado por el tamiz de unos avances tecnológicos, que nos atropellarían como una vaina o moto voladora (vendrán seguramente) y la creación apabullante de su universo con otras miradas. Con nuevos golpes de efecto... o brotes verdes. ¿Eh, Grogu?
Entre el infierno y el cielo, hay algo, con tendencia a quedarse calvo... Oh, no! He hecho, un Benjamin Button.
Bueno, pelillos a la mar o el cosmos...
Este es, el camino recorrido. El hombre sin Nombre en la gran pantalla, el orgullo individual a través del mundo de los sueños, el colectivo de un conglomerado de héroes. Que convierte el poncho raído en tejidos fabricados con nuevas tecnologías, diseñadas para un combate a distancia, con nosotros mismos. Los hijos, el cuerpo a cuerpo, una especie de duelo sin espadas de metal, pero con más daños.. Hidalgos frente a mil avatares diferentes, pesadillas de una reluciente armadura, manchada con vómitos de monstruos, con desafíos en la barra de una taberna. Con el sombrero ladeado siempre ladeado, para no ver la realidad, que nada tiene que ver con el fieltro, sino más bien, con una especie modificada de Yelmo de Mambrino o Bacía de barbero. Indestructible en la historia, indeformable por usos o palabras. Hala, sin pelos en la lengua.
Contra mareas y vientos, de molinos, o demonios a retropropulsión, se ha cambiado la arena del desierto por polvo estelar, y dioses por miembros gremiales. Menos cuando regresan a tierra, que se parecen demasiado a fuertes aislados, sin domicilio, pequeños poblachos o laberintos de piedra, donde la caza es más dura y peligrosa.
Aquí vienen las disputas entre pobres diablos, héroes sin nombre, Mandos desmandados y encontrados en el futuro, que es pasado para otros. Ícaros acorazados con el mismo objetivo, las manos en el fuego y diferentes estados emocionales en sus cartucheras, desafiando la imagen oronda del fiador que siempre intenta sisar a los encabritados súbditos, a los pendencieros por el brillo del sugestivo oro. La interesada codicia, el abandono del agricultor en su terror o la susodicha, desdichada en viudez. Que finalmente entenderán, o no, el motivo de la espalda recortada a caballo bajo el sol crepuscular.
Este malo o capataz deshonesto, pertenece al infierno. Al cazador que se sube por las paredes a la mínima, o máximo interés, apretando el cuello de sus acólitos, salvajes, pero mucho más sensibles o débiles... Todo para conseguir el oro enterrado bajo el nido de víboras. No podría existir el forjado del héroe, si no coexisten, el fuego que arde en las entrañas.
Y por supuesto, entre dos fuegos, el Niño. El que aprende a disparar, con pequeñas imprecaciones de su boca, con un movimiento de dedos, aún no adiestrados, con una mirada que derrite. Un tierno que atiende a las sensaciones, las explicaciones profesionales, los peligros que escupen ceniza o manipulan la fuerza de su mente. ¡Qué mono, tan especial... digo espacial! ¿no?
La Bolsa o las vidas.
De la mano de la financiación de un apellido francés o canadiense, Favreau, es un gran responsable; una resonancia del spaguetti, Filoni; la diversión natural de la costa neozelandesa, Waititi, el mensaje de una tribu de oriente, Famuyiwa y Chow (frente al futuro de Obi-Wan), y el rojizo californiano, ardiente en la mirada curiosa de Bryce Dallas Howard. Vaya pedazo de coto privado de caza, ok.
En la siguiente fase de The Mandalorian, que empieza a entreverse por un servidor o cazador de series y pelis, se sumarían otros nombres, que iremos reconociendo en esta historia.
Un buen cazador que se precie, debe ser discreto o especialmente silencioso, hombre o mujer de acción, que aúna el carácter romántico y las pocas palabras, a solamente sentencias y hechos.
Al estilo Yo soy Leyenda, peleando en solitario con su compañero inseparable, se podría sentenciar Yo soy el Camino, nos la manada, ávida por hincarle el diente a otra pieza de The Mandalorian.
Si le quitaras la máscara, al que descubrieras frente al espejo, podría ser el rostro del diablo. O tú mismo, encarnado al viejo Eastwood de un Pale Rider enajenado, por una pequeña bolsa, recompensa o sus infinitas vidas, un hombre sin perdón, encadenado a su estirpe milenaria, pero con el humor característico de sus personajes más cercanos o compasivos, tipo Richard Jewell. Vamos lo que diríamos, ¡un verdadero héroe!
Ya que en el interior, en los más profundo y recóndito de su corazón, circula la sangre roja, muy chilena y picante, y el trono español, de Pedro Pascal.
Próximamente en la seie de una Princesa Prometida que recuerda a añoranza, de Jason Reitman (creador de la no princesa llamada Juno) y junto a sus Cazafantasmas del Más Allá. Por tanto, también de otros tiempos fílmicos, porque todos son relativos.
El jinete, en ciertas ocasiones opresivas o heroicas, se convierte en ese demonio, alterado por la sangre y el carácter metálico de sus ancestros, por las vidas ajenas, más que la prometida bolsa.
Siempre condicionado por la nula expresividad, sólo alimentado por la voz, eco de sus movimientos, de sus vuelos en solitario. Estamos atraídos como clavos sentados en el sillón, por un personaje magnético. Héroes silenciosos, de antaño, o lo que es lo mismo, religionarios ante un antihéroe y su coraza... como el viejo hidalgo.
Libre, pero con un conjunto de postulados sagrados en su memoria. Ese es su camino de caballero. Mas, con ese punto de humana simpatía, simpatía por el diablo, pobre o no.
Forjado a fuerza de yunque y martillo, por bolsas incompletas de Judas, con un pasado violento, y futuro... ya veremos.
Además el papel, no se quema fácilmente, se mantiene con la gran virtud de acercarse al corazón de los más jóvenes, gracias a sus aditamentos naturales y otras mezclas de caracteres sobrenaturales, en ojos de la inocencia y el valor de las vidas todavía incompletas. Son atractivos para los babys, niños entusiastas que se arriman a aquella aventura que empezara en 1977 del creador y visionario, George Lucas. Se podría decir que este hombre, héroe del cine moderno, si que nos ha marcado el camino.
George Lucas sobre el recordado David Prowse: "David dio una dimensión física a Darth Vader que fue esencial para el personaje. Hizo que Vader diera el salto de las hojas a la gran pantalla, con una estatura imponente y una actuación en movimiento que se combinaba con la intensidad y el trasfondo de la presencia de Vader. David estaba dispuesto a todo y contribuyó al éxito del que se convertiría en una figura memorable y trágica. DEP".
Claro que me está gustando The Mandalorian, como niño con zapatos nuevos, sin discrepancias.
Aquellos pequeños que éramos nosotros, imberbes que salían a jugar con sus primeras pistolas, de plástico fino como la canción, con el veneno de la aventura en la piel y las posteriores entregas, que fueron metálicas con postas.
Futuras espaldas mojadas de barrios marginales, con vistas a la imaginación. Para intentar soñar o aventurarse en un capítulo diferente de sus corrientes, revoltosas, vidas.
Una espalda al Pasado.
Esos pequeños demonios, que fuimos nosotros... y éstos, confinados en juegos de ahora.
Esta nueva The Mandalorian, es parte de nuestra endiablada historia, jugando a ser héroes con un puñado de reales, yendo al cine de barrio por unas pesetas, vendiendo el alma aventurera por unos lingotes de Beskar, o unos cromos.
Desenterrados lingotes dorados, hoy, de agujeros repletos de serpientes de cascabel, de bichos que se devoran entre sí. Mentes preclaras para resolver entuertos, dentaduras desatadas en el casco, puños de hierro en tabernas, saltos mortales al vacío interestelar, láseres construidos con palos tallados y onomatopeyas, animales mitológicos a los que domar o torear, saltos mortales con madelmanes, droides que circulan como Pedro Pacal por su casa.
Que es la nuestra, nuestro pequeño averno particular, la memoria. Queridos... Hamill, Ford, Guinnes, Cushing... Fisher, amores extraños, la otra princesa comprometida con la aventura.
El Mandaloriano y sus huellas, recorrieron el camino instalado en el recuerdo, algo hipócrita de Hollywood, que siempre aprovecha para hacerse de oro. Pero, esta vez, está muy bien, por nosotros.
Nos visitan de nuevo, como visitamos sus mitos en un pequeño rincón de la sierra de Almería, hasta el ilustre patio de encuentros de la histórica y suntuosa Naboo. Andalucía se remonta a aquellos antiguos nombres de los exploradores del espacio Star Wars, que lucharon durante generaciones, aunque estuvieran tan alejados, en modo y forma. Sí, para reencontrarse con los nuevos (a la vez ancianos compañeros) de cada tiempo cinematográfico, que sólo tenían que ver con nosotros en la imaginación. Hasta la última inspiración, con la espalda frente al último rincón de una galaxia muy, muy lejana.
Sin embargo, la estructura del universo Star Wars, no se limita. Nunca para de crecer, añadiendo nuevos relatos y personajes (contamos hasta 10 novedosas en el horizonte), que transforman una historia, en algo universal ya. Casi un rebelde sin causa, que se enriqueció en el mundo de la ciencia ficción y el cine. Desde un barrio bajo, hacia un verdadero imperio. Se Buscan... nuevos vaqueros para cabalgar entre las estrellas.
Espaldas solitarias como aquellos cazarrecompensas. Se emprende una caza, a través del espacio temporal. Añadiendo una saga de hombres de acción, todavía sin tallar en los créditos, con ojos enrojecidos. El espíritu individualista necesario y carácter mental de la unión, el colectivo de saga. O especie singular de gremio imaginativo, que persigue una creencia casi religiosa y mitológica, ya que ¿seguiremos siendo aquellos pequeños y queridos seres, antihéroes parcos en palabras...? Que no en sueños.
Espaldas que no se ven, pero se vislumbra, tras la voz profunda de Nick Nolte (Kuiil) o la chispa metálica de Taika Waititi (el droide IG.11), hasta los pollos que monta Giancarlo Esposito (Moff Gideon), de los Breaking Bad de toda la vida. Hasta un Cliente inesperado en la saga, como Werner Herzog, o el Apollo luchador que cambió los guantes dorados por una pistola láser. Y otras estrellas de tiempo fugaz... que otearemos en el espacio entre nosotros.
Ya he visto alguna, viajando a la velocidad del sonido. La luz es imposible por ahora.
Ese camino... o la luz.
Los hombres de acción... los niños de mañana...
con máscara o sin ella, serán más poderosos.
El pasado se convierte en una nueva esperanza, cuando el muchacho hambriento, siempre, y juguetón... se convierte en una imagen nuestra de ayer, con otro color.
Eligen su nombre para enfrentarse a los poderes de la batalla universal, entre padres e hijos. La que configuró Star Wars, en diferentes capítulos desde la gran pantalla a nuestra pequeña irrealidad. Aquí comprimidos y anclados a nuestro sofá y manta para el camino.
Hágase la luz, en tus dedos, pequeño padawan de Yoda o hijos de Mandalore, nómadas en busca de su líder Boba Fett, o lo que queda de él.
Por tanto, Grogu es algo más. Es la simiente de la Fuerza en estado puro, cuando apenas se conocía. Es el aprendiz avanzado, que expande sus méritos a base de "galletas", sin ser el Triki de Jim Henson, que tanto hizo por nuestros amigos, los muñecos.
Es el fuego que buscaron nuestros antepasados para ser más fuertes y autosuficientes. Es el motor de la industria del entretenimiento actual, el futuro económico de una franquicia, alimentada con ilusiones de ´friquis` y de los más pequeños, en aprendizaje de la caza. Y además, protagonista de portada... ¡Es tan mono! Muack.
Por consiguiente, entre el pretérito y nuestro porvenir, como especie vírica que se expande, nos basamos en los axiomas temporales que vivimos o sufrimos, semejantes a nuestros propios recuerdos. Repetidos por episodios, hasta el final.
Grogu es el lingote, la gallina de los huevos de oro, lo que busca el malo para hacerse inmortal. Él es nosotros, y no lo sabemos aún... porque seguimos creciendo. Y la mente también...
Capítulo aparte.
Así, este es el camino que vivimos. Hasta The Mandalorian.
Los capítulos que conforman nuestra leyenda como humanos en crecimiento, los pasos que dieron nuestros héroes... aunque fueran simples mercenarios, con una T mayúscula en el casco. Miembros de un clan, de nueva creación... junto al televisor. Caballeros... bueno veremos de qué orden.
Esperando cada episodio, ya he vivido la primera novedad y me ha parecido la historia de San Jorge y el dragón, como una nueva oportunidad para adentrarse en el mito, a aquellos cazadores de presas, infortunados o no, nómadas de un desierto, enterrado de almas. Testigos cruzados en el espacio temporal, soldados o droides, de sentimientos almacenados que se desempolvan. Hoy, otra vez.
Memorias que conforman una serie notable, que recuerda al far west de nuestro ancestros, a historia de caballerías, navegantes que mutan en diferentes latitudes o situaciones, oteando las estrellas; pistoleros que estiran las piernas y necesidades, tras un trago de espeso café en una noche de insomnio vaquero, indagando en nuestras presentes pesadillas y futuros sueños.
Armado hasta los dientes para defender la inocencia, frente a una rancia lata de alubias, en un fuego compartido con un grupo bienavenido, o no.
Mientras, los aprendices de tiradores, juegan con postas de fogueo, se ríen ante un pequeño animalejo o tuercen el ceño ante una bestia, una visión mínima sobre el ojo velado por la pasión, que activa la realidad de una caza.
El maestro y el aprendiz, padre e hijo adoptado, mostrando los trucos del juego, de la caza, cuando su nombre sonaba a... Shane.
Luchamos por nuestra generación, aprendemos de la experiencia o la historia, definimos los conceptos de la estirpe y reubicamos los versículos de nuestra religión. Blandimos la dureza del metal, cuando nos reblandecemos en casa y frenamos el ímpetu de la sangre mortal, desacelerando nuestro corazón. Los conceptos de amistad y amor, perdurables, se niegan hasta una nueva misión.
El vaquero cabalga hacia el sol de poniente y no mira hacia atrás. Casi nunca... Porque, este Mandalorian amenaza con volver... no quiere caer en la repetición.
En cada episodio una nueva aventura, una banda diferente, sonidos que recuerdan a otras eras, con la ambientación de su escenografía, que respira la pólvora de antaño y mastica el polvo del Kamino, el polvo de las estrellas de Hollywood, el precedente callado de Boba.
Érase una vez, in the West, al otro lado de la fuerza y la obscuridad. En otro confín lejano de la galaxia más próxima, a millones de años luz. Hasta que se encienda de nuevo, la llama del viejo e impávido caballero de los Colts, más allá del rancho perdido, donde conoció, por primera vez, al niño con aspecto de anciano. Sabelotodo y gracioso, mágico como un movimiento del prestidigitador con los dedos. Un poder que arranca cualquier coraza del corazón. El nacimiento de un Niño.
El Futuro del Clan.
Ahora que estamos unidos por un corazón, salvaje desde 1977 (año de creación de las primeras estrellas entre la vida y la muerte), nos despertamos vestidos con el traje de niñera. El padre ni se conoce... no hace falta.
Reviviendo la fauna que se machaca en las tabernas y la ilusión de aquellas refulgentes llamaradas, como vestigios de samuráis, bucaneros, caballeros andantes y vaqueros. Los nuevos vikingos del Clan Cuerno de Barro, o acero.
Siguiendo los pasos emergentes hasta 10, sin saber cual será el final de un camino, que se extiende cada vez más. Hasta que no quede nada, o se convierta en otro todo. Cuando no queden pantallas, de aquellos cines de barrio, ni matinales, pero si imaginación.
Cuando los herederos de aquellas Naves Misteriosas (tú ya sabes), avanzadas futuristas sobre caballos de vapor o flores en el pelo, nos conduzcan a nuevas recompensas emocionales.
Encuentro furtivo con nombres perdidos como John Leguizamo, Clancy Brown, Timothy Olyphant y Michael Biehn, o estelares como Rosario Dawson, en The Mandalorian Season II.
No se si habrá princesas, pero sí, espaldas solitarias combatiendo en silencio, desafiando la monotonía de la vida, la nuestra. Pisando las huellas de los ´eastwoods` inmortales (no los ewoks que se andaban por las ramas, tras la segunda estrella), contra los mal encarados y los animales heridos, las almas oscuras de una Orden venidera, más peligrosa. El salto mortal del Imperio de los nuevos sentidos, nacido hace más de 40 años.
Y he de decir, que el primero me ha entusiasmado, soy un niño, jugando a la caza mayor, porque los indios montan en banthas y Tolkien sigue vivo, en sus caballeros y armaduras.
Por ahora, seremos los antepenúltimos mohicanos, resistencia de rebeldes ante aquellos lacayos, que están por venir aquí, a nuestra pantalla. Buscando a los jóvenes, futuros Skywalkers u otras sagas, que no han descubierto su fuerza todavía, ¿quién se lo iba a decir al ´viejo` Niño de entonces?
Al cazador fronterizo entre los dos mundos, ayer y hoy, con sus cartucheras de juguete y sus ofrendas sagradas, luchando en novedosos escenarios que respiran la arena de aquel desierto visitado, ya antiguo, que vivimos en una viaje de este a oeste. Pisando el acelerador y disparando en espacio abierto, con su cara tapada, no con un pañuelo tejano, sino con el sello de una estirpe que no hace más que aumentar... que creció en nuestra memoria. Hasta el segundo, y el tercer, advenimiento. El poder de la juventud.
A la caza, que siempre trae problemas, a los participantes.
La caza de una irrealidad, que naciera de las entrañas de las montañas, desde el río Colorado a las estepas de la era Tolkiana. Enanos de relucientes armaduras y pocas palabras, forjadas en batallas de infancia o pubertad, casi a regañadientes.
Viendo que el porvenir, podría ser semejante a un infierno de sangre y carne chamuscada, pasando de la aleación perfecta y lustrosa (parecida al T-1000), hasta reaparecer en el tiempo. Como un esqueleto draconiano conformado por los huesos de ayer y de hoy.
Los espectadores del mañana, serán fiadores del antiguo camino, recompensados por la búsqueda de los criminales que escapan de un juicio justo, por unos lingotes de beskar.
Nos espera otra sorpresa, la penúltima, con el imaginativo Georges Lucas y sus acólitos de la imaginación.
Reanimados por otras batallas de clones al filo de próximos avatares en la televisión y el 7º Arte, abriremos la frontera, los espacios pueblerinos y sus cantinas, los huesos metálicos abandonados, corazas.
A vueltas por el espacio candente, con Pedro Pascal, dónde no se oyen los gritos, pero se ven los efectos de un creador como John Knoll, para una revisión fría o caliente, dependiendo del lugar y el estado ambiental de los capítulos. Junto a Gina Carano o la espartana Cara June, su alter ego en la batalla y en el apellido ilustre de la ciencia ficción que llegará próximamente. Gusanos terrestres voraces, armados de dientes, que son como ballenas que ... Pero, esa es otra desértica historia...
Como representantes de la ilusión que volverá a visitarnos, soy infante sobre cabalgadura esquelética, de plomo y fuego, de nuevo. Me asomo al diminuto camino del soñador, delimitado en su casa, aunque infinito en el espacio.
Conectado a la mitología clásica de Star Wars, después de Vader y su obscuridad segunda, me persigno ante los storyboards de créditos, que son increíbles. Gracias Mr. Favreau, por su inspiración en la animación artística, muy del estilo a cómic.
Gracias por retratar sus numerosos especímenes que forman ya, parte de nuestra familia mágica, desde Jawas a Razorcrest (en la nueva galería de Disney). Gracias al rending a tiempo real para la nueva tele, que nos mira como seres antediluvianos de un museo y nos zarandea en sus entrañas. Gracias a todos los que forman parte de la familia o el gremio cinematográfico de The Mandalorian.
Por último, hasta nuevos recovecos en el camino, o el estómago, reconocer la admirable mirada y creativa batuta, de Rick Famuyiwa, Deborah Chow, Dave Filoni, Bryce Dallas Howard y Taika Waititi; como volver a recordar la música de Göransson en recuerdo al maestro que nos silbó otra trilogía, el Gran G, Ennio Morricone.
Este es el camino de la Fuerza de un grupo, muchos invisibles, pero que forma parte tangible de la creación, o el Niño. Como el poder de una pequeña mente, que creció hasta los cuarenta y tantos añitos, uniendo sus ánimos, los hermanos Sister, Filoni y Favreau. Miembros invitados para siempre, del rancho de Georges.
Que también es un gran paso a la pequeña pantalla de su Luz y Magia (no MalPaso), los que idearon sin medios, los animatronics de arrugadas pieles,las maquetas hacia esta Nueva Orden del CGI, junto a su Mando, nacido antes del 19 Aby. Vader mediante.
Mis reverencias a Randolph Scott, a Ladd el gran Shane en el filme de Georges Stevens, a los agentes de Pinkerton, la espalda enmarcada del Duque por el gran Ford. A los clones de Clint Eastwood o harrysucios del oeste, con una idea en la mente, retirar al malo o guiar sus pasos al calabozo... las menos veces... Que la Fuerza nos acompañe, por muchos años.
Serie o guía de héroes, que entronca con el pasado de una estirpe que lidera, la Tribu de los Mandalorianos junto a los cazarrecompensas del cine, señuelo de las cucamonas de graciosos seres verdes, ranitas sanadoras, cura y sana, culito de... Disney. Y nada más, bueno sí... hasta luego, Lucas.