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sábado, 8 de mayo de 2021

The Deuce. Season II

 


Seguramente he llegado un poco tarde a este segundo contacto con la serie de HBO, The Deuce.
Después del sexo, viene el amor, o viceversa, que no el cibersexoamor, menudo galimatías, no...

Pero, al igual que pasa con el sexo... siempre es mejor hacerlo un poco tarde, que nunca llegar gasta el deseado final. ¡Siempre que no sea voluntario, claro!

En qué posición quedamos, cuando terminó la primera temporada... espera que recapacite, excite mis neuronas... Ah sí, en lo que quedaba detrás de la garganta y la sombra alargada de la prostitución callejera a finales de los 70 en N.Y y su estallido de colorido a lo Elvis Costello. Algo parecido a lo actual, pero con gente en las calles...
Es decir, en el The Deuce de Simon y Pelecanos. Cuando las chicas de la calle se debatían, no tan incansablemente, entre un trabajo que no se reconocerá socialmente, una esclavitud fantasma que no es combatida con todos los medios por los diferentes gobiernos, la podredumbre que rodea las grandes ciudades... de entonces, y de hoy en día... la violencia que desemboca en las sábanas, y el deseo oculto.

Ahora, una serie que reaparece en la vida, con la voz penetrante de un cantante profundo como Barry White, en un club discotequero de la Gran Manzana, es dar un bocado con toda la intención y la sensualidad. Es como un consolador para la frustración diaria, no pasa desapercibida, es un plus en la puesta de escena.
Sin duda, esta entrada con la canción "Let the Music Play", no pasa desapercibida porque trata de una de esas vidas que se descontrolan en las calles, por convicción propia, investigando desde la llegada de una de las pequeñas poblaciones cerradas a cientos de kilómetros, o por la perversión de un negocio descontrolado y, en muchas ocasiones, contra la voluntad de sus jóvenes víctimas.

La entrada de Maggie sobre la pista del club denominado a falta de un seis "366", demuestra que pisa firme en su nueva condición artística, sin pensar en el pasado. Elevando su mirada a una ventana por la que entra la luz a una cámara, aunque a veces turbia, o sale de un proyector de cine, hacia ese futuro.
Luego, desde la pálida visión de the Cavern, llegará la música en directo en pareja, o grupos, tríos, cuartetos, quintetos... o más... depende de los instrumentos que entren en acción.

HBO.sex

El sexo también va entrando en la televisión, desde el riesgo ecléctico de plataformas como esta de HBO que nos emociona o trata de seducir. Para contarnos con un enfocado guión y grandes diálogos, una determinada versión de su repercusión histórica y de la cita abierta con la pornografía.
Pero antes de ella, existen muchos matices, desde los marrones escatológicos, a la sordidez oscura de las calles, lo amarillento de las enfermedades de contacto, hasta llegar, finalmente a la física coloreada de los fluidos. En último extremo, la sangre.

Las formas de su figura recortada entre bolas plateadas y láseres de disco, nos puede recordar a la expectación causada por un solitario pistolero al abrir y traspasar las puertas batientes de un salor en el viejo oeste. Pisando las tablas con decisión... con todas las miradas furtivas o groseras, puestas sobre ella, esperando un postrero movimiento al acercarse a un rincón separado, o el puesto prominente en la familia barra. Por los rostros ya conocidos.
Todos recordarán, antes de disparar, cuando acercó sus labios al oído, con la misión de solicitar un pedido o último deseo... Mientras, la música de fondo, seguía sonando... como un eco reservado al aforo. Desde un psicodélicos Talking Heads, a los descacharrantes Ramones. Desde la particularidad de T-Rex, a los infernales Rolling Stones. El rock eléctrico nos abría sus puertas.

¡Ay expectativas, de cuántos tipos y colores!
Tantos como personajes, huérfanos, cuativos, reivindicativos, liberados, extrovertidos, violentos, perjudicados, exigentes, iconoclastas, clasicistas, involucrados, perversos, pervertidos, ofendidos, encarados, vigilantes, extravagantes, silenciosos, inertes, procaces, confusos, activos, mangantes, reaccionarios, protectores, artísticos, interesados, exitosos, olvidados, evolucionados... rotundos, erectos y... Caperucitas Rojas.

Al otro lado del programa, del ejercicio de exhibicionismo sobre las distintas platas, de las discos o bares a los platós... las chicas tras las barras, sirviendo las copas a nuevos clientes, las de la sonrisa vertical por unos billetes, a veces pringosos. Las que se aceleran en las camas, las que perseveran en nuestras vidas, condicionadas por la visión masculina, la violencia que se desata, también en otros géneros, la efervescencia del triunfo, la escasez de dinero, las que buscan salir de un hoyo, las que no... las que ponen condiciones, o buscan el respeto.

Las que dedican sus esfuerzos para construir su nuevo negocio, al margen de mafias, intentando proteger su negocio a las debacles sexuales o los excesos, con la apertura de esos músicos en directo, una fuente de nueva financiación y salida de copas.
Forman parte de una nueva generación que se regía por la transparencia, la legalidad fiscal y los beneficios... si bien, el verdadero accionista en la sombra, siga rondando el pasado y extrayendo esos mismos, de una silenciada barra metálica con vistas al sexo, arriesgada y profunda, como una garganta que se conviertiera en gran negocio a mediados de los líquidos, setenta. 

Casi a punto de entrar en los divertidos y locos 80, con una estética que empieza a recordarlos, después de tantos envoltorios y pellejos, de tocados rizados transmutados con lacas, de escotes triangulares imposibles, de botas altas en cueros, de collares pesados como los clientes, pantalones acampanados... que van mutando al ajuste, como un un vídeo recién revisionado de Survivor, en el tema Ojo del Tigre... quedaban tan solo, cuatro años.
Estamos desnudos ante el 1978, cuando los chulos y proxenetas se pavoneaban, presumían de su fortaleza con las débiles, de condición física o inteligencia... cuando exigían la nulidad de pensamiento, ni siquiera la posibilidad de leer un libro, que servía para suplantar su supuesta virilidad, su frivolidad monetaria, su falta de honradez, en definitiva.

Poco a poco, va cambiando esa exposición gratuita en las calles de The Deuce, la exhibición sexual frente a los demás, incluidos niños que únicamente vemos llorando en esas habitaciones compartidas, la asignación de protección mafiosa en los negocios que busca otras actividades lucrativas, la resignación de distintos colectivos y la banalidad general del individuo, la extorsión de nuevas ovejas en un rebaño esclavizado, aunque nunca terminará del todo... hasta nuestros días.
Tampoco se conforman los propietarios, en una rendición o explotación casi terrorista de sus negocios, ni los agentes que toman las riendas en latitudes más calientes... Ni los viejos policías, rutinarios de por vida, que van encontrando un puesto acorde con su moralidad y profesionalismo.

Ni siquiera las ávidas caperucitas, que ya no parecen estar tan indefensas ante las fauces del lobo... Un lobo con otra piel, que pretende ser más seductor, si cabe... en tamaño, of course.

Geolocalización.

Indivisiblemente, es una línea delgada, colorista, cubierta por los efluvios del pasado reciente, entre Manhattan y el barrio arquitectónico de Queens, la joya de la corona de Time Square.
Erigida como escaparate donde se comercia en la trastienda, con tugurios ocultos a la vista de nueva generación, que profundizan cada vez más, en la sordidez de una época. Por supuesto, pues todavía persiste el crimen y la esclavitud moderna, que los alcaldes atípicos intentaban reducir a un rescoldo invisible al gran público, a la actividad inmobiliaria y al turismo.
Ese es un tema incandescente, que puede provocar incendios incontrolados, maltratos o violencia en automóviles, construcciones que formarán novedosos imperios... del crimen o del sexo.

Medios y fuerzas que, al final, pagamos entre todos. Para esconder las vergüenzas de la sociedad, no de la siguiente pornografía, que proclama una era de visibilidad para los solitarios o parejas que buscan iniciativas. Focos de diferente inversión. Plataformas en pandemias.
No haremos aquí, la pregunta de si, todo el porno es bueno o malo, si es necesario o un vicio pecaminoso, frustración o resignación, salvación para ovejas descarriadas en el pretérito, una industria que se beneficia de la bajeza humana, o un refugio de incomprensión sexual. Salvando las distancias, con todas las actividades peligrosas, pervertidas a la fuerza o condenables legalmente.

El caso es que, todo parece moverse en esta segunda temporada, hasta los casos escandalosos o las funciones individuales de los personajes, ya reconocibles en cada modalidad o desvirtualización de la legalidad. Pues sus pies embotados, fagocitan la responsabilidad que viene, pisando los luminosos leones y los rostros de sus, digamos cinematográfica y escatológicamente, ´empleadas del hambre`.
Entonces, cuando no tenían salidas ni oportunidades (como algunas ahora), eran muchachas sucumbiendo a los bocados de realidad de esta Gran Manzana.

Otro motivo, además de las infecciones venéreas, para circunscribir su historia, es la dispersión de la oferta de nuevas condenas, drogas de diseño o visiblemente más limpias, que una jeringa sobre la vena. Es una actividad que se realiza a escondidas, y puede llegar no... llegará, hasta los barrios más lujosos y privativos de la costa oeste, en el mercado fílmico de Los Ángeles y alrededores.
Aquí de momento, quedan las provocaciones, insultos y peleas, piropos malsonantes, que van cayendo en desuso según avanza la cámara, incitando a un sexo solitario y diferente, según aumentan las redadas que reclaman el espacio de los amantes, no desnudos, sino bajo las campanadas de Año Nuevo.

Son las páginas históricas de la pornografía, las que quedan por escribirse, por reinterpretarse, de refundarse en una novedosa visión, que desatiende la marginalidad o las demostraciones artísticas... normalmente, los lobos van al grano, al pezón o el clítoris. 
Sin embargo, .... quiere visualizar con una novedosa acometida de aquella garganta 
del éxito descontrolado, con experiencias cercanas al cuento, para demostrar que otra alternativas, pudiera ser posible... o no, quién sabe, ¡Caperucita sabrá!

Regreso al Futuro.

Los saltos temporales, durán poco en esta The Deuce, pues parecen condenados a la evolución, como si fueran seres humanos en la prehistoria. Un documental donde los cuerpos van modificándose, desde la rotundidad a una medida ajustable con los tiempos del cine y los medios de avance y rebobinado, que buscan el momento justo de un futuro próximo... Aún lejos de internet y la propagación infinita.

Aunque el pretérito existe, se mantiene en la sórdida realidad de los elementos buscados por el jefe David Simon, conquistando las calles y los garitos desde su The Wire, pero con más revoluciones... describiendo las realidades coartadas bajo algunos tronos invencibles, hasta hoy, de la city universal, porque sus reyes siguen acumulando diezmos sexuales en el bolsillo de cara confección, mientras otros muchachos invisibles lustran sus zapatos de piel depredadora. Pero ésto, está a punto de acabar, lo que no consiga el cine... Hasta el suicidio bajo las plataformas, las suelas del futuro.

Algunos se verán asaltados en la obscuridad, de su piel o de la modernidad, abandonados a la percepción de una bandera feminista; otros terminando apresados por las instituciones oficiales, dispuestas a modificar las reglas de una jungla sin ley, cambiando sus dientes dorados por el brillo del cemento armado y los grande cristales en edificios con neones.
O simplemente, por aquellas mujeres que observaron un futuro en el horizonte, tras o ante ellas, buscando las cámaras del éxito o el dinero, su propio negocio abierto o financiación... aunque eso, da margen para otras funciones violentas. Los lobos siempre están atentos, para poder hincarle el diente a la industria. Fiscalizado, o no.

Esto es un coto reservado, para la caza del love feroz, que ha comenzado a golpe de manivela en los rodajes y en las primeras mesas de montaje o moviolas de los inicios mudos, donde los cortes pueden reproducirse en la realidad, como golpes de efecto en off-line. A salto de evolución gráfica, time code de la serie tiene múltiples facetas que enriquecen el resultado final, aunque durante los primeros capítulos, el argumento se decanta por la descripción, la actividad en los clubes, los escenarios alternativos, la moda que vine del punk y el rock... en definitiva, las relaciones ante el sexo y su perversión paralela en el pago. Una ida y venida, desde el amor al comercio, y viceversa.

D. Simon y su pareja de baile sexual en al sombra, G. Pelecanos, lo han querido así, lo han editado para dejarnos al borde de la profundidad de campo, al borde de una época de cambios radicales.

Historia Sexual.

Ahondando en el guion y la superficialidad de estómagos agradecidos, nos sumergimos, penetramos mejor dicho, en las tomas que escandalizan o excitan a muchos... tomas falsas, más o menos, tras las cámaras, porque lo de delante, aunque real, es ficción desnuda.

De la garganta sobre las tablas, hace apenas medio lustro, ahora medio siglo prácticamente, obtenemos vívidamente las reacciones al frío y las condiciones ambientales, los ritmos jadeantes y las pausas, los silencios entre negociaciones, presiones sobre sus miembros, de todos los colores... agresiones a parte, placenteros, cálidos tirando a tórridos, gélidos como una mirada vacía, polifónicos, lujosos al otro lado e, incluso, familiares. De andar por casa, más reivindicativa, que combate el abuso y la extorsión, los golpes sin disimulo, el contagio incontrolado, el abandono social y política, en conclusión, la muerte en una esquina.

Este combate feminista, es una realidad de esta historia sexual, como también es el ambiente marginal de la homosexualidad en los primeros espacios de las grandes ciudades. En crudo, frente a las cabinas sin plexiglas que desbordan el contacto, frente a los fantasmas del nuevo siglo, que pueden aparecer condenados a la marginalidad o, el ocaso de una era, en un charco sangriento.
Y es que pasados unos episodios más intimistas o de narración más descriptiva (lo dicho casi documental), Caperucita empieza a bailar al ritmo de un Blondie en el Triángulo desnudo de las Bermudas, con Iggy Pop y su Hermana de la Medianoche, Ian Dury y su Sexo, Drogas y R&Roll, hasta las siluetas inconfundibles de Boney M, sobre sus Ríos de Babilonia en versión rastafari. Recuerdos del rasgueo de Shaft.
Cuando los siguientes pasos sonoros irán aumentando a esos decibelios marginales, del punk-rock, de vuelta al humo jazzístico, y los miedos a los que tendrán que enfrentarse los gemelos Martino, en una doble gran intervención y mainstream de la naturalidad, teatral en contrapunto dividido, con un magistral James Franco. Qué redondea con Miss Maggie, para el recuerdo.

Esos miedos auténticos, pueden ser sus propias parejas, la voluntad de ese cambio que sobrevuela, que condiciona a las familias y desangra a las almas perdidas. Hasta erigirse en fantasmas, de los de verdad.
Todo lo contrario a esta "Red Hot", que si bien se asemeja a una serie de enredo en retales de postproducción, con pequeños escarceos frente al objetivo; lo que esconde en realidad, es un cuento básico sobre los rescoldos de Alicia en el País de las Maravillas, revisando por una Pigmalion del sexo sobre las calles de The Deuce.
Por tanto, sus aullidos son ecos húmedos de los sueños del pretérito, sexo primerizo en edición, antes de que J.C. perdiera su sitio, como lo va a perder el auténtico depredador, el Cazador. Cazado y reventado.

Esto si que, significa un golpe de efecto definitivo, un terremoto que desencadena el horror... o tal vez, un nuevo amanecer. Quizás un paradigma de sonrisas.

L.A. my Lady.

De aquel agujero negro de perversión, a la diversión del Club 366 regentado por Vincent y Frankie de Franco, no Battiato, o un salto más lujoso, donde las caperucitas se disfracen de estrellas premiadas del cine porno. Dejando atrás sus contactos o protecciones mafiosas.
Algunos negocios se mantienen en pie, debido a la creciente demanda de sexo pagado, como los cines con antiguos asientos de madera, la verdad debían ser muy poco cómodos, los nuevos videoclubs que anticipan la llegada de las últimas novedades como cámaras de grabación en vídeo Beta o Vhs, que moriría sin estrella, y por supuesto, los locales con exhibición en directo como el Show Land.

Los Ángeles y Hollywood se transforman en la cuna del sexo y las chicas de otra generación, bailan o fornican al ritmo magnético y rockero de la magnética Debbie Harry. Llegarán los años ochenta de sopetón, los clientes no parecen los mismos, la profilaxis se va extendiendo al igual que se esnifa el polvo blanco en mayor cantidad. Se dice que la salud es lo primero, pero no para el cerebro del ser humano.
Entonces, Candy se va acercando a su nueva versión o esa otra "raison d´être" que suena a modernismo o new wave, como si se tratara de un surfista en la costa del Pacífico.

En las viejas Crónicas de Time Square, se ha cambiado los adornos fálicos del árbol de Navidad, que invitan a nuevos sueños, húmedos, hacia una celebración que se comparte en los bares del centro histórico, creándose un definitivo agujero espacio-temporal de celebraciones y polvos, con una nueva dimensión en el futuro. Qué lejos quedaba nuestra ´querida` pandemia...
Ahora el sexo callejero es una industria cinematográfica sin límites, un camino de violencia que transita por las redes... llegarán en próxima temporada, los excesos y la depredación...? Veremos, si Mr. Simon se decanta o prefiere el documentalismo, que parece irle muy bien...

Los incendios son privados, no locales, las amenazas machistas se esconden y lo harán más en las redes (internet aparece en .........), los ajustes de cuentas bancarias, dinero negro a raudales, actores ídem en la exposición entonces de un universo para hombres y caucásicos, ascensos con placa desgastada, cambios del paradigma sexual, como lobos de medio pelo, mutados a machos alfa... como una caperon rouge transformada en querida lady L.A.

¡Es la hora de la década prodigiosa, los 80 y más allá!
Ahora la singularidad de aquellas primeras pelis como ejemplo de separar el polvo de la paja, se destapan como un mercado tridimensional y universal, donde yacen el placer, la privacidad y el dinero... Porque el pensamiento está supeditado a la costumbre de la cartera, y la supervivencia se divide en dos géneros, o más...

Lady L.A. discutirá sus divergencias en las camas de los platós, posiblemente frente a otros abusos o problemas de la globalización, que aumentará exponencialmente en próximas décadas. El VHS rebobina las perspectivas visuales del deseo o la masturbación, a la espera de la digitalización actual a través del cable... Los sonidos se van alternando en los 80, camino de un movimiento de perro o perreo, que detesto más que un rapeo, pero mucho menos que esta guerra de depredación sexual, con pederastia o asesinatos en serie.
Se terminó frustración, que no el activismo, nos despedimos del burdel callejero en el dontown.........., que no el escaparate... enterramos al chulo de barrio, o lo movemos de sitio hacia los aparcamientos y los polígonos del extrarradio... 

La guerra es la guerra, no sé que pasará en futuras temporadas (ahora comienzo la 3), ni si persistirá la explosión de fluidos sanguíneos, que es lo que ha hecho crecer esta historia del sexo continuo en televisión.
Nos encaminamos entre años de vivencias y recuerdos, a una pandemia virtual, en manos de las querencias del gran público y el montaje expresivo de la mente de David Simon. Decididamente, garantía de éxtasis colectivo y de entrada dorada en el Salón de la Fama. Que no bajo la lluvia... esa es otra confusa historia.. volverá a correr la sangre... u correrán otros fluidos...? Seguramente, pues esto parece una fuente sin final.

Caperucita es la cuestión y el lobo, una víctima... entre el rodaje pornográfico, la salsa de tomate... y ella.
Posiblemente, la chica de algún año... en nuestras vidas, o el cine. Los buscavidas.


 

domingo, 11 de abril de 2021

Gámbito de Dama.

 Inequívocamente, oteando la superfiecie de un tablero bicolor y sus 64 escaques arlequinados, el ajedrez se representa como un auténtico campo de batalla. 

El manifiesto bélico de la serie de Netflix titulada Gámbito de Dama, se divide en dos referencias paralelas bastante representativas actualmente, según los media y otros subproductos. 

Una está referida a la descomunal lucha de género que nos envuelve, algo atenuada por la singularidad del personaje protagonista. Se reproduce a través de la historia de una joven moldeada de manera soberbia y calculada, por la actriz de moda Anya Taylor-Joy. Esta reivindicará  su puesto competitivo e imaginativo, en un universo ajedrecístico casi exclusivo de los hombres. Hasta ahora, con la multiplicación de próximas participantes...

En segundo término, no menos interesante, la conclusión de un pasado dramático como metáfora sexual, que responda a esas expectativas de libertad e igualdad, más o menos representativas. Durante un acto invisible, o sin pormenores gráficos en la pantalla, se superan las distintas fases de la conquista. Desde la probatura iniciática, la idealización del otro, el toqueteo piadoso, una respuesta alternativa, el rechazo, la derrota o el fracaso, y por último, el deseo reprimido y desmitificado. Es decir, la vida misma...

El ajedrez en serie, convierte a los abandonados en pequeñas máquinas que viven otra realidad, distinta al resto de ciudadanos, absorbidos por su estética, la superación, la rivalidad y la consecución de cierto poder, o manipulación mental del rival.

Esto es, una especie de western sobre blanco y negro, que se basa en la destreza o la imaginación, más que en la fuerza o la cantidad de balas en tu cartuchera.

El Reloj. 

Poco tienen que ver los marcadores de los tiempos estipulados, en Gámbito de Dama, con otros ejemplos cinematográficos en la historia. Aunque la repercusión diegética del sonido en la acción del duelo, se reproduce como un tic-tac para magnificar la acción entre el silencio espectral. Pongamos la relevancia significativa de aquel elemento en el orificio de un personaje invisible en la gran Pulp Fiction, todo silenciado, mientras se recrea la pasión y el sacrificio, hasta la muerte; o la más calculada o milimétrica, con el enfrentamiento del Carillon entre el carisma, el Indio (Gian María Volonté), El Coronel (Lee Van Cleef) y el Manco (Clint Eastwood), marcando los tiempos de la masacre o la supervivencia, hasta la interpretación de un clásico degüello a tres bandas... La victoria... ¡Muchacha te has hecho rica!

Y, ¿la sociedad...? Tal vez, algún día... Aquí el carisma, con significado femenino.

Etimológicamente, esta lucha intelectual y calculada, que significa el ajedrez, entronca desde aquellos tiempos de la conquista persa por los árabes. Mediante la participación de los cuatro tipos de ejércitos (chatarunga) de la época,k que predominaron en maniobras bélicas sobre la moderna Irán. Siglos después se expandiría a través de la ruta de la seda, hacia otras latitudes de Oriente (o viceversa) cuando los gobernantes musulmanes que intentaban apoderarse de los viejos pueblos de la Europa premedieval, adoptarían las costumbres y juegos que provenían del imperio sasánida. 

Los herederos del zoroatrismo y de las arenas del tiempo marcado. De igual forma se absorbe la expresión Shat Mat o rey acabado, hoy bastante vigente, que repetirían jugadores de todas las cortes, desde Iván la del Terrible a un Alfonso X El Sabio, experto en casillas sonoras. Pasando por labios conquistadores de Alejandro Magno, gracias a un regalo del califa Harún al-Rashid. En esos momentos no había fotografías, ni flashes... sólo memorias.

Sin embargo, la estampa cuadricular moderna, un salto gigante de caballo rampante, no se reglamentaría hasta el s.XV, junto a los movimientos agilizados del alfil, significado de un elefante apisonadora, y la omnipresencia poderosa de la reina. En todas las posiciones posibles, ampliando las tácticas que utilizaron sus precursores europeos, detallando las primeras aperturas testificadas por escrito en países como Italia y España. 

Así se extiende la fiebre hasta la actualidad, con la respuesta de peones doblados, las defensas expandidas por diferentes movimientos estrategas o la presencia amenazante en el ataque de dicha dama, en referencia para los más antimonárquicos... La reina de todas las salsas. Como la referencia gestual en una fotografía antigua.

El resto del juego, es una serie de miradas entre pausas, alternativas de poder, el autocontrol temperamental, la desviación de la imaginación con elementos mágicos, u otros, la emancipación personal frente a lo institucional y el desarrollo íntegro como persona... como verdadera dama. Eso sí, con una estrategia frente a nuestro tablero de la vida.

Competición: Apertura.

En El Libro de los Juegos, cuyo autor Luis Ramírez de Lucerna editaría en Salamanca, se proclamaban los primeros movimientos sobre el tablero, cuando la competición se abrió sobre el escenario internacional de Felipe II, junto a Rodrigo Carón y Rodrigo Ruy López de Segura como vencedor del primer torneo de maestros, registrado o manuscrito. Enfrentados a los genios italianos del ajedrez, Paolo Boig y sobre todo, el gran campeón Leonardo de Catri.

El sacerdote ajedrecista, Ruy López, sería también el autor del libro La Invención Liberal y el Arte del Juego de Ajedrez, datado en Alcalá de Henares en 1561 y creador de la famosa apertura española.

Las primeras mujeres profesionales, antes de esta magnífica ficción y la emancipación actual de su género, no llegarían a copar los escenarios bipolares, hasta que la URSS de los años 50 y 60, ensalzara su intelecto. Válido y efectivo por sus métodos, para dicho enfrentamiento contra sus congéneres masculinos.

Era una especie de apertura intelectual en plena guerra fría, como alternativa al hermetismo político que recorría el mundo en confrontación tanto, hegemónica como social, y un paso hacia una gran división... Digamos, sino bélica, si temporal ante el estrado de muchos juicios paralelos o futuros.

Aún así, ejemplo del control mental de las reacciones ante un posible mate, y el respeto legítimo hacia las féminas y su posicionamiento en el ajedrez, está condicionado por un predominio masculino que perdura hasta nuestros días. Sin embargo, todo cambia, hasta el temperamento con los años.

El fuego que derrite o fustiga, pelirrojo, predomina y destaca ante esta dicotomía visual, como un telón que cae ante la profundidad de los ojos que se clavan sobre el rival, el irresponsable indolente o el amante. Siempre bandidos, o débiles víctimas.

Al modo de una inmortal, vampira, de otros tiempos.

Pero, basta de hombres... Estamos apenas una década después, con la apertura de unos alternativos y musicales 70, con una pequeña de carácter rojizo y de armas deslizar... La joven Beth, interpretada lúcidamente por una novel Isla Johnston, se entrega al romanticismo clásico de esta batalla cerebral, frente a la historia, la soledad y ella misma. Con tendencia a la observación, el minimalismo emocional, el exceso y ciertas expresiones litúrgicas del ajedrez... digo lisérgicas.

Los cuadros incitan a la exacerbación, como la orfandad obligada por los hechos y cierto machismo, se dirige a las alturas y a la cristalización racial del pensamiento, quizás liberación. 

No sobre la cabeza de la niña, sino surcando los techos, como una iniciación. Casi una experiencia, no religiosa, prácticamente sexual... más bien, profundamente onírica. Se puede decir, ¿fálica?

Este movimiento exclusivo en tiempos del deseo, viene proclamado por la ayuda práctica de William Shaibel, ejemplarmente blanco, cabal y asexuado. Por y en la piel del actor Bill Camp, otrora en otras fiesta con Vicios, Juegos con Moll y otros Gorriones Rojos, con la brillantez del novelista Walter Tevis, por bandera... a cuadros. Gracias a la experiencia programada desde Escocia del productor Allan Scott y la excelencia visual del director Scott Frank, máximo ideólogo en letras de The Wolverine y Logan.

El clasicismo se amplia a lo alternativo, como un western surrealista, enclavado por una factura impecable sobre el tratamiento de las imágenes y la puesta en escena de los personajes, a veces como preparativo de una pelea encarnizada. Sin derramamientos, sanguíneos que no alcohólicos. Frente a la frialdad del muchacho huérfano, sin harmónica, de una pieza, en aprendizaje vital, sólo amenizado por el sonido de un proyector y el calor de su lámpara, el puro vicio. Se alza un estilismo magnético, comparativo, enérgico, sobre el romanticismo que impregna la praxis y el estoicismo del juego mental.

Pareciera una propuesta ideal, para que una actriz invadida por los sueños, no pueda salirse de sus casillas y utilice todas las prácticas seductivas a su alcance. Hasta llegar a ofrecer una partida redonda y emocional, como punto de equidistancia. 

Hasta las más prohibidas, retos que más le acercan a lo terrenal, aunque sus celestiales ojos indiquen otras perspectivas más elevadas. Incluyendo futuros proyectos en la gran pantalla, como hija de norteños o salvajes reabriendo las cicatrices de Mad Max, hacia la locura femenina que activa una trampa desenterrada por el tiempo.

De otro lado, la banalidad materialista nos dirige hacia un encuentro en Moscú, junto a los cerebros más grandes dedicados al ajedrez, manuales como propuesta de una prevalencia histórica. Pues normalmente siempre ha sido así, a pesar de la ficción, hasta los grandes duelos entre el calculador Karpov (influenciado por Capablanca) y el directo Gaspárov, emparentado con la juventud victoriosa de Beth, Bobby Fisher y el gámbito de dama... monta tanto, o viceversa. 

La mente está abierta a todos los objetivos, siguiendo diferentes vías y edades virtuosas, pensamientos o estilos geniales, sin cerrarse a otras aperturas más imaginativas. Ya que la originalidad reside en ella, la mente... y en la belleza... atacada por residencias partidistas y rivalidades burlescas, aptitudes acosadoras, pregúntenle a Miss Anya... 

Así la defensa se enroca, por equivocaciones que alicataron su camino de baldosas amarillas o vuelo mágico, según cierto amarillismo que marcará el destino solitario o el futuro de campeona.

En el mundo masculinizado del ajedrez y la imagen, se aviva una rival que se sienta y perturba, emociona o cautiva con una mirada descuidada, que distrae con picaresca o invade tu espacio, con una mueca, que secuestra las miradas mediáticas, derrite los flashes y desbarata las coordenadas de la historia. 

El presente varonil, se persigna ante ella, la Reina. Su fuerza, su figura estilizada e intelecto, olvidándose de choques y hospicios, viajes al sótano y la sobriedad, de posibles amistades, caídas entre anfetas y botellas, polvos románticos o somatizados, casas sin tutoría, revistas robadas, esclavismo sin efectivo o postreros estertores de libertad, nos veremos junto a ella, en competiciones meteóricas contra el ego, ataques y contragolpes... miedo a lo desconocido. 

Lo que viene del otro lado de la cama, o del telón de acero.

Nos subiremos en sus tacones, con los ojos pintados en gótico negro, con sus trajes de diseño a cuadros, que destacan entre el blanco de un western y su contrario ajedrecístico. Para pasear palmito y clase, entre hoteles internacionales de lujo, los oropeles que no poseías para comprar el último número de la revista, el libro prestado o el tablero no magnético, más deseado para el entreno. Las pastillas que ahora consigues sin respirar apenas...

Cuando casi te costaron huesos y vidas... hasta paseos a un estercolero en la Gran Manzana, muertes entre alcohol y sexo... o un emocional manifiesto genérico hacia un parque de jubilados.

Sería el cierre perfecto, para una gran apertura.

Desarrollo, la vida.

La competencia es dura, sin duda, ya lo decían padres y madres, conocidos o no.

Aunque a las lágrimas saladas, les cueste un universo, aflorar sin dolor, sobre piezas de ébano y marfil que no necesitan mojarse o se resbalan de las manos... y sirviendo de parapeto, ante las pesadillas que nos atacan, cuando nosotros nos concentramos en otro mundo... flotando sobre nuestras cabezas. 

Porque esta chica, miss Beth Harmon, no hace otra cosa, sino pasarlo mal... A veces...

Resulta dura, resistente y extrema, pero no más, que una primera relación no satisfactoria, que no marca, pero resulta sexualmente dramática, inofensiva. Tan desilusionante, que tu intención es probar de nuevo, para comparar en el futuro. 

La vida es un teorema geométrico a resolver, con ideas preconcebidas debido a la experiencia o las palabras, esperando un próximo movimiento, que te puede enviar al abismo o hacer abrir los ojos, de una vez. Siempre mirando al frente, arriba, enterrando recuerdos u otras vidas, no las lágrimas confortantes, que van ahogando las penas con grados de alcohol en las venas o resacas simplistas; o esquivando besos que te sobreexcitan sin necesidad, ante el reto en el horizonte, horizonte del tablero. Ni barbitúricos se prescriben ya, contra el dolor del alma.

Ahora eres la reina de los EUA, en incómoda rivalidad, la Eva de todos los adanes. Lo conseguiste porque arriesgaste, luchaste y venciste, como Julio César u otras emperadoras, que vencieron en la historia de su ajedrez contemporáneo y vital.

Aquel antiguo consejero todopoderoso del Rey, se convirtió en señora, se cambió por la imagen predominante de una Isabel la católica, la Reina. Como el que ponía una traba masculina en el camino o zancadilla (dare il gambetto, de gamba), para dar una patada al prójimo, al que destaca... en este caso, una mujer sin fisuras en el juego. 

El novelista de The Queen´s Gambit, Walter Tevis, fue el gran creador del juego en El Buscavidas y El Color del Dinero, sabía a lo que se enfrentaba, como de la fantasía, pues escribió El Hombre que vino de las Estrellas, interpretada por el divino Bowie. Aquí, lo enmarca y lo promueve en memoria de las féminas de Estados Unidos, aquí desde Lexington en Kentucky, su tierra materna y recreo memorial.

Como una trampa siciliana que Ruy López adquiriera en sus viajes, donde fundara el juego a la ciega, esta poco emocional Miss Taylor, se va enmacipando convirtiéndose en faraona de los desfases, para despertar a la realidad de las diferencias sociales... y cierto nihilismo de buscavidas. Desde su papel de huérfana, casi abandonada a su muerte, excepto por su adoptiva madre interpretada por otra pelirroja y directora Marielle Heller, hasta los viejos que anticipan su suerte en los tableros de las calles moscovitas, se rinden a su taco o juego experimental, que es el cerebro.

Ya que, en aquel primer Torneo de Ajedrez Mundial, Ruy vs de Catri, tuvo el reflejo de una época, donde se perpetuaba el sacrificio, aceptado o no, del famoso Gámbito de Dama. Así sea.

En eso consiste lo oculto en serie, en la aceptación de uno mismo, o ella. La pelea por el centro, el predominio histórico, la exaltación de lo imaginativo, la perseverancia en el ataque, frente a la necesaria defensa interior, la caída de los roles, la perspicacia para anticiparse, casi femenina... como Isabel, frente a su madre, como Beth Harmon...

Claro, su presencia destaca desde el primer movimiento, de cámara. Con esos ojos que se comen el mundo del tablero, candentes y certeros, esconden la frialdad de los sentimientos, almacenados en un disco duro prohibido... mucho menos accesible que, el de aquella primera máquina Deep Blue, que derrotara en partida semiartificial, al gran Garri Kaspárov en 1997. Así fue.

El Gámbito de Dama.

Al fin, nos acercamos tras siete piezas de las seis posibles en ajedrez, al momento de la verdad, el ajedrez en imágenes. Que nos acerca Mr. Frank y Allan Scott, recordando a los niños del pasado en orfanatos u otras ferias, como Leolo o el Totó de Cinema Paradiso, la Ofelia del Laberinto, otro juego mortal, el frío sádico de El Perfume, sin excesos sangrientos... o los viejos tunantes, avispados en el arte del engaño, que salieron de la pluma del gran Charles Dickens.

Con una imagen que, en momentos determinados, recuerda en cierta medida a la obscuridad de lúgubres estancias, golpes familiares y desencantos privados, pequeños hurtos, juegos favoritos de la etapa victoriana. En cambio, en la comparación y la dicotomía, permanece la esencia de un buen Gámbito, de reyes a damas. De blancas a negra, y viceversa.

Llegamos al avance indubitable, que pareciera defensivo al principio y resulta triunfal, ante otro resiliente por otros motivos, pues comparte el conocimiento en grupo y reconocemos como Borgov (Marcin Dorocinski), debatiéndose entre el combate y el arrodillamiento  o rendición adorativa. Y que deberán aprender los norteamericanos, con los actores Thomas Brodie-Sangster y Harry Melling, antes amantes, a la cabeza.

Es una clásica visualización, del enfrentamiento social y político, el desencanto frente a la necesidad de cambio, de perspectiva enclaustrada en el techo, por un panorama abierto, donde juventud y senectud se den la mano. Lucha encarnizada en la historia, patrocinada en los trajes de la protagonista, como ejemplos de una magnitud casi bíblica, entre el blando y el negro.

Aunque, en ocasiones en la serie y última entrega, más vale, nos detengamos en antros de perdición, soberbia borrachera, ambientes nublados entre la perspectiva del Bar Korova Milk, por los colores alternos del bis a bis; o un campo de batalla visceral y más terrenal, entre seres humanos, viciado ligeramente con el toque de Boyle, en la intimidad de un retrete alucinatorio, o defensa Luzhin consigo misma. Con una foto del pasado y un posible futuro inconcreto con Jacob Fortune-Lloyd, el deseado, inalcanzable.

Por ende, la perspectiva es la competencia con su propia realidad, con la jugadora que se esconde tras el engaño, su punto de vista, borroso por el distanciamiento de la emociones, el litigio con sus pesadillas, el distanciamiento social, la reivindicación de su género, que es la libertad.

El espíritu no es triunfal, ni demostración mediática de su intelecto, sino la esencia del ser humano, sea masculino o preferentemente femenino. Contra el abandono, la aridez sentimental o la cobardía. Lo que importa, necesariamente, es dar un paso adelante, resaltar la idea de familia (sea cual fuese) y la amistad, que no distingue entre claroscuros individuales.

Esa es la estrategia personal y la resistencia moral en la obscuridad... seguramente, intentar dar luz, carta blanca también, a los olvidados.

Jaque... ¿o mate?

Como el ébano y el marfil, agua salada y petróleo entremezclados... confluyen los temperamentos.

Tan distantes como dos ciudades separadas, a miles de kilómetros en un tablero que nos acerca, cada vez más, virtualmente. Como dos fronteras enemistadas, que trata de esconder sus próximos movimientos o los ejércitos impertérritos, encarados sobre el tablero de la historia, con sus escuadrones de elefantes zaheridos, caballerías e infantería destartaladas, por aquí por allá, casi sin estrategia aparente, y carros de combate, incendiados... con todos sus ocupantes olvidados en esa historia del pasado... o del futuro, sin fueran entes biomecánicos.

Tal vez no recuerdes a aquel primer cerebro artificial, el MacHack-VI fabricado por un estudiante de Massachusetts, pero no importa, igual que la chica juegue con blanca o negras, porque juega ante sí, y nosotros también, lo aclaramos en el tiempo. En un sacrificio de Dama... como al que nos incitó, su madre.

Así es interiormente, la pequeña Beth, armoniosa en una fachada rectangular, no tan medida, que internamente tiembla, se estremece... aunque sus labios no demuestra un ápice de remordimiento o júbilo. Sólo sus ojos.

Es bella, rítmica, calculadora, flota infinitesimalmente, en dispersión cósmica con sus recuerdos, que se asoman a la mirada con una lágrima, al padre perdido y desconocido, imagen de una fotografía que eriza el tablero de la piel.

En la batalla, destaca el fuego, de un cabello de medusa, que petrifica con un desafío rutilante, cuando el rival deposita su invalidez sobre dos piezas que destacan, más abajo. Esta bipolaridad es retratada visualmente con excelencia, desplegada metafóricamente, por una voz que radia la posibilidad del éxito, ante una expectación creciente y el despertar de un deseo.

El jaque parece meridiano, cuando abrimos fuego frente a los hombres que la rodean, y no son, como la huella familiar que fabricó una expectativa distinta en ella, los recortes que se amontonan en un tablero cubierto de polvo, y otros que se quedaron en la caja de madera, o la de Pandora.

El mate, se produce cuando vemos al hombre, alguien invisible a priori, salvo por una intención y una foto, congela una enseñanza gratuita sobe el arlequín, un monstruo bicéfalo que nos atrapa, entre el padre desconocido y un tutor que muestra sus cartas marcadas, un gámbito del abandono.

Ambas personalidades, marcarán el próximo paso, lo que fomento su carácter gélido o neutro, hasta la demostración a través de una fotografía en sepia, ese salto a caballo de niña, a mujer. De peón, a rey del ajedrez callejero, o reina casi inmortal.

Tú, ¿qué prefieres el jaque de la victoria instantánea... o para siempre, un buen mate?

Por consiguiente, hemos visto desbaratado en el argumento completo, todos los escudos o defensas, desde la siciliana que significa el vicio, la frialdad eslava, la romántica francesa o una más moderna, anclada en la sociedad actual. La diferencia es un hecho que marca vitalmente, la emancipación personal es respuesta de los sacrificios acumulados y la lucha, 

la razón sobrevive a las prácticas abusivas y otros defectos temperamentales, la memoria despierta la gracia ante la venganza, y el abandono de ciertos amores indeterminados, nos enseña a dar jaque sin pronunciar palabra, ni derribar la pieza rival...

Pequeña, ya eres una maestra. Reina del sacrificado y deportivo arte de la imagen, y del gámbito intelectual por excelencia. Jaque... y mate, miss Taylor.

Next Game.

Siempre en rivalidad con la muerte, siguiendo los talones de Hitchcock y su tensión por fascículos, o frente a ella como Igmar Bergman. Aprendiendo de Flandes, en la búsqueda de la esencia del conocimiento y del comportamiento humano. Como se buscaba la excelencia junto al pequeño Bobby Fisher, sobre aquello que destaca entre los demás. 

Equiparando la fuerza colectiva del reconocimiento individual, hasta conseguir un apretón de manos de tu contrincante, del enemigo... incluyendo un vitoreo de un forzado equipo. 

¡Tú, cada uno de nosotros!

Ese mate último, significa un punto sin retorno ante el riesgo, o posiblemente, el inicio de una nueva partida... Así es el ajedrez y la interpretación, un juego de poder que se reinicia, una participación incesante en la caza, o una máscara, para construir una nueva realidad, otro orden. Un juego...

Así es la carrera meteórica de Anya Taylor-Joy, incombustible como el avance de dama, entre el misterio y el miedo, un juego de poder entre hombres y mujeres también en el horizonte, con desenlaces familiares y raíces entre Miami, Inglaterra y Argentina, salpicados de sangre española; ante el espejo de un éxito sin fronteras, saltando y recalando en pretérito, sin mover la ficha, entre recuerdos mágicos de bosques encantados. Hasta el verdadero brillo dorado del triunfo, que significa un premio merecido. 

Veremos en el futuro, ya que no piensa como estrella (parece o no), siquiera una mera pieza a devorar por el Hollywood depredador. Muchos/as han sido devorad@s. Movamos, juguemos.

De momento, el aplauso, cuando el misterio es un asunto fundamental en su mirada, que no deja vislumbrar el futuro, salvo por un movimiento discreto de labios incitando al juego o por una gota furtiva rodando en su blanquecino  rostro. Bien, ante una broma entre compañeras, un recuerdo de familia o un deslizamiento en la cama. Todo depende de las posiciones, la pandemia laboral en cada momento de la historia... o esta resaca que no se para.

Ella trama y convoca a espíritus gambeteros, enlaces con propuestas fantásticas o históricas, casi fálicas sobre los límites del cielo vikingo de The Northman o futurista Furiosa. Que alimentan el alma, como el chocolate o las drogas sintéticas, sirven como sustituto del apetito o el sexo.

Ante el arlequinado, un tutor desconocido la crió anticipando unas cartas o fotografías marcadas que, con toda probabilidad, destacarían los dos ángulos de la batalla personal. El gélido y el inspirado. De niña a mujer, hemos convivido con su gámbito de dama, con su sonrisa y el reconocimiento del trabajo bien hecho, con la razón frente a las prácticas abusivas, con la razón por bandera y la evasión como forma de vida.

La vida es un juego de poder real, que puede arrastrar vidas, si no estamos muy seguros o cambiamos hipócritamente, nuestra máscara de los valores. Entonces, haría falta una actuación magistral, como la presente. Entre hombres o figuras de alabastro, atravesando bosques encantados, sin demostrar que su verdadero brillo es dorado.

Aunque impertérrita en el estudio, es misteriosa, sus ojos no pueden evitar la ilusión. Una estrategia para vencer al mundo, que sustenta perseguir una meta concreta, o amar, quién sabe. Destino de una brujita rubia, que se enmascara de rojo, para parecer una solitaria fantasía, una sustitución sexual sobre los límites del cielo o... el techo.

No es reina rodeada de ejército vasallo o cercada en una cuadrícula privada, de amigos falsos, no es dama en apuros, ante un gámbito de un Rey invisible... sin intercambio aceptado, o no. Es Anuy Taylor-Joy, espejo para muchas chicas que sueñan... Y otros piezas.


Carlos Rafael Rivera - The Queen's Gambit Soundtrack

domingo, 3 de junio de 2018

The Deuce.


The Deuce & The Playmate Club.

Un coche patrulla avanza a velocidad reducida, expectante dentro de su interior... Los&las profesionales otean, cuando las miradas no son compradas por otros. ¡Es una especie de caza! Del gato y el  ratón, gata o ratita...

Estamos en plena madrugada, plenilunio feroz, cuando la esfera plateada se esconde de pronto, bajo una capa de contaminación, o inmundicia según el horizonte. Aquella que desprenden las reglas, las calefacciones de los edificios adyacentes y los tubos, a escape mayoritariamente libre.
Mientras las luces de infinitos movimientos a ras, apartamentos de Manhattan a Queens, relevan la intensidad de los neones por la Gran Manzana.

Entonces en el panorama onírico, un mal sueño para algunas, los gritos telúricos suben de grado, narcotizados o alcohólicos, un llamamiento descarado que desparrama una cascada de emergencias, desparrames varios o desesperación, de forma que las calles se asemejan a una especie de manicomio... cinecomio por las películas, serias o las otras.
Donde los lobos y las caperucitas, desgarran gargantas profundas y otros hímenes reservados, cuando no puestos a la venta del mejor postor, como productos de un gigantesco escaparate.

El centro de N.Y. es un caótico ir y venir, por las avenidas sin nardos, de alusiones y acusaciones, peleas moralistas, insultos o piropos, equívocos, confundidos entre los ruidos habituales y constantes. Unas erráticas carcajadas sobrevuelan a todos, yonkis y proxenetas de lujo dudoso, fundidas con lamentos reales de dolor, gritos de mal gusto que eyaculan al amanecer, en un esquina o la parte trasera de un coche. Aparcado en un vado prohibido, ahogado entre los sonidos clásicos de un claxon, taconeos y sirenas.
Ni Ulises es un dios, ni las mujeres atractivas y subacuáticas, con cola y ganas de pez, llevan a sus hombres a un extremo placer, porque prevalece el engaño, y en muchas ocasiones terminado en óbito. 

Los buscavidas.

Son simplemente eso, buscavidas de la misma o de la ajena. Unas cercanas, sudorosas y epidérmicas, los otros amenazantes, distraídos o asustados, como conejos con piel de lobo.
Pero por descontando, con esa forma atractiva de la comunicación fílmica, sugestión de la imagen y la historia, a modo de documental en la fauna de la ciudad, que pueden transformar a las víctimas en futuros monstruos, escurridizos, caóticos y peligrosos.

Aunque no es necesaria una apariencia física para demostrar, siempre ayuda. A veces parece despampanante como método de atracción, sobre otras posibles bestias que merodean y protegen, a una sociedad cautiva. Hombres, animales y clientes, todos en batiburrillo en torno al clítoris de la manzana y Eva, aún sin Navidad de altos vuelos, ni Califockingfornia.
Esto es una sabana, feria confusa de las vanidades, donde nada es lo que parece o todo se camufla, en una especie de espectáculo gratuito, que expone a los freaks de la noche. O del día, depende del canto amargo de las sirenas...

Estas patrullas callejeras, de las buscadoras de esperma, son como Pepi, Luci y Bon, nombres comunes de las cloacas del montón, que llegaron de diversas procedencias a la gran ciudad, en peregrinaje tal vez sexualizado. Y que no aparecerán en las penúltimas páginas de los periódicos, porque serán un suceso más. Aquí en USA, se van a  desenvolver en los postreros setenta, con otros nombres, comunes o atrayentes como el neón... Lori, Barbara, Darlene... y otras cosas del meter.

Oficio&Beneficio.

En el segundo turno de oficio, prácticamente obligatorio, o de andar por casa según sus diversas necesidades... a veces sucio y nauseabundo como un pañal pringado... en grupos corretean por doquier, sin sexo genérico a especificar, empujando o acariciando según lo estipulado en el contrato, secreto, turbio, quimérico, sólo en algunos casos. Se arremolinan al calor de la night, como diría el recordado Norman Jewison, Bruce Springsteen o Gabinete Caligari, vaya usted a saber.

Di allí salen diurnos o nactámbulos, depende de la religión y las ganas, se apartan de la obscuridad clandestina, desde habitaciones solitarias y quejumbrosas, a locales de emancipación, para alimentarse y confundirse matutínamente con la marabunda humana, moviéndose de la desesperación al éxtasis, y viceversa, como del blanco a la negro. De la corrupción al deseo, del pasado a un futuro por capítulos.

Como aquellas anfitrionas, a tiempo perpetuo, con forma de chica que ofrecían sus servicios, o gemidos de cualquier  clase, a los visitantes de las atracciones. Delimitando y arrojando las ganancias de un estado oscuro y sexual, a una cartera indecente. Será un agujero negro de proporciones bíblicas y sodomitas, con fieras que se aprovechan del trauma y la vulnerabilidad, desde el pasado a.J.C.
Esto es un parque de atracción sexual, The Deuce para los amigos o conocidos, que se precipita a un cambio de paradigma o de siglo, donde los árboles son helechos o abetos de navidad.

Otros tiempos, para la música y el goce.

Los Negocios.

A la vista del gran público en el XX, todas las patologías y los trueques, intercambios para el trato y el retrato de una época, a base de cadenas de oro y cuentas muy negras, de dinero negro digo. Cuando no ajusticiamientos sobre un charco de sangre multicultural.

Tras encuentros diversos, anteriormente en la historia, se ven desnaturalizados como robots del sexo, patrocinados por un eterno retorno, el llamado oficio más viejo del mundo y otros alrededor, no menos apartados y duraderos. El robar y el follar, forman parte del comercio carnal en el Deuce de los 70, con megalómanos disfrazados con piel de cordero, en un caos incesante de penes y vaginas, que nos lleva a la manipulación, patrocinados por la excusa o el silencio.

Como la vida mafiosa, no se rige por leyes, establecimientos económicos u otras mamandurrias, ni por impuestos o situaciones dirigidas a la Seguridad Social y las medidas médicas especiales, sino a solamente gorjeos, escarceos y la omertá. 
Las piezas resilientes en el tablero, se escurren entre tacones, pavonean encajadas en reinas, sin importancia, tan solo intercambio, y vocean en una lucha por manifestarse infinita. Entre manipulación estipulada de antemano, con dueños que aparcan sus lujosos automóviles, sin fiscalizar, o golpean a los incautos, sin miedo. Salvo los italianos clásicos, que van a lo suyo.

Los negocios son los negocios, aquí y en la China, que también tendrá en silencio... Pertenecen al ramo de la cinética, de estado mayor, con todos los ojos y mano, puestos sobre la tela.
Las mujeres y sus diferentes posiciones, solicitan, o no, depende, la pertenencia, a unos protectores, no caballeros en el negocio, que sirven como paladines sin reluciente armadura, salvo en los piños o el cuello. Ahora, todos bufones en el tiempo, pertenecientes a una corte de figurantes de cine, o burgueses salidos de varias capas en el lodo.

Nombres Profundos.

Ay aquel nombre maldito... que empieza por la pe de piel. o calificativo irrespetuoso que descalifica cuando se quiere prohibir o maldecir, sin sexo... en otras ocasiones no, con toda la intención de incidir en la prostitución. Pero en The Deuce, va más allá, porque forma parte de una entidad, la industria relacionada y la aparición de la pornografía, dirigida a grandes masas. Informes, diferentes a esos clientes que no conocemos...

Nombres molestos que se olvidan, tras asesinatos publicados a final de los desfalcos y los agravios de famosos, como esquelas de una jornada o realidad diaria, hoy serían palabras sin leer, probablemente, en alguna página al alcance de nuestro wifi. La nueva dimensión que se abre... y todo lo traga.
Bajo la misma bandera, coinciden, el femenino y singular protagonismo, que no feminista aún, pues cada quien posee un pasado y decisión... y el lado macho de la nomenclatura sexual. Desde los jefes a los curritos, en bares, videoclubs de nueva generación o comisarías.

Cuando en un país indeterminado, a una hora desconocida, en una cueva más o menos profunda, no se distingue la necesidad del abuso, no se desarticulan las torturas sexuales, ni se evitan las contaminaciones patógenas, sucede lo que sucede, una concatenación de hechos, hacia el desastre. O se edifica de nuevo, esa recreación, decididamente, recreativa, sin moral. Es lo que tiene la libertad, del libertinaje o la anarquía.
Otra forma de llamarlo, es la vieja llamada del salvaje oeste, con sus pistoleros forzados, las trabajadoras abandonadas en conversaciones surrealistas y violencia, dispuestas a todas la modificaciones modales a la intemperie y sin reglas.

Encuentros con quién... sabe qué... Para terminar en un no sé dónde.

Destino The Deuce.

Cuando empezaron en un cafetería de su ciudad natal, o salón de muñecas, a estos regentados por combatientes de una guerra localizada, denominada Vietnam... o cualquier otra quimera.
Como la lucha diaria en nuestro barrio, o las calles, pues todas se parecen un poco.

Hacia una etapa basada cerca de los 80, que rinde cuentas con lo obsceno, con amenazas de proporciones internacionales, en una Gotham con joker´s trajeados que no detienen su sonrisa dorada, hasta la muerte. Con imprecaciones de consecuencias reales, litigantes en una película de terror gore, que devora todo a su alrededor, como un depredador o serial killer (este documental no va de eso)... que acaba con la identidad, la familia, la memoria, fraternidad o paternidades... sentimientos o futuro.
Esta sombra cinética, se aproxima a otra realidad, atraída por los focos, carne come carne, como la paradoja de un western futurista, donde esta no existe, sino que significa una lucha de sucesión, por el trono de la calle.

Sitiada en una plaza que, otrora, es festiva y mundial, en tiempo de Santas y nieve, con el brillo tras aquellos escombros que nos pertenecen como raza en un pretérito imperfecto. Es the Deuce, la desconcertante historia del sexo, con entrada libre, de pandemias, a la casi ochentera apertura industrial, al actual Times Square.

En esta hermeneútica nominativa, del quién es quién, o de los nombres propios, se recalca en el guión, una reiteración temporal de egos, de aproximaciones ruidosas salpicadas de gestos despectivos, desmanes fiscalizados en el delito, ayudas con mano de hierro... Ese carácter que se anticipa al ochentero, en las formas y los estilos, las modas y los posibles fraudes... mientras agentes pasan de largo... esta vez.
Miradas furtivas a movimientos extravagantes por entonces, rayas de soslayo en trajes y otras canaladuras, cambios de estereotipos y drogas emergentes, estimulos como demostración de carnalidad inagotable y violencia, más aún. Heridas y titulares sobre cuerpos ajustados, semidesnudos, in situ, tal que un desfile de moda de la indecencia y el horror.

Aquí en The Deuce, no existen, los fantasmas... Referido a los que aparecen y desaparecen, entre los muslos, y no los que se pavonean ante la justicia o sus huestes... alguno molido entre los vicios, sin nombre, efigies en la barra de un bar caliente. Mientras las chicas del pueblo, son abusadas o exprimidas por catálogo, atravesadas por el corsé del dinero y la estrechez de telas eclécticas, como un luminoso cartel.
Su posición es de dama en el tablero de la guasa, de la vejación o la grasa, fumando de prestado o consumiendo, siendo parte de este beneficio, demandando el profiláctico salvador, ninguneadas ante un futuro que se reabre en sus mallas. La industria pornográfica y sus profesionales, con otros defectos e imagen, sin duda.

Estas que ahora, se maquean al día, se pintan con rojo labial sobre otros instrumentos, hasta emerger más allá de lo indecente, hacia el universo de lo placentero... individual o instrumental en pareja, eso sí. Las cotas de su mercado, parecen menos finitas que un orgasmo.

La Elipsis, la Praxis y la Profilaxis.

Su piel aceitada no resaltaría tanto, bajo la luz rosada de aquellos primeros rótulos del neón primitivo, que se desparrama intermitente sobre las aceras de una Times Square oculta, litigante, sucia y ochentera. La pretérita plaza de reuniones adúlteras, dolores de cabeza económicos y algo más, asomando en el horizonte.
Porque, sí, sobre el cemento o las sábanas, se muestran las enseñanzas experimentadas y andanzas sin más, de novatas que enseñan o se someten a los movimientos casposos de sus ´paganinis` o solitarios, convencidos o abandonados. Futuros pajeros de trapo o clinex ajeno, que desatan los maltratos y vejaciones indeseables, los insultos que terminan en amenaza. Las bajezas de los crímenes que no importan a nadie, de saltos en picado sin rumbo, que derrumban las barreras del vicio y el entendimiento humano.

En el estado invisible, en el llamado The Deuce, se reproducen los visionados cinéfilos, sin placer carnal directo, las chanzas misóginas de los clientes y chulos, la resistencia feminista al poder establecido (muy superfluo y esquemático), pero principalmente, se rebusca en los contenedores del sexo. Del futuro y el sexo.
Aquí en The Deuce, se intercambian números de teléfono, enfermedades y fluidos, se extienden las peticiones de cambiantes o novedosos negocios, poniendo en la picota a atrevidos emprendedores salidos de la nada. Pasantes, camareras y gorilas, tensiones de barras, infecciones al primer contacto, gonorrea de ideas simples, sífilis machista que deforma rostros o el sida, que llegará... Como la diversidad o la homosexualidad, confesores y jefes, buscando un intercambio, charla o presencia. Proxenetas unidos por ejercicios nada espirituales, separados por sus divisiones territoriales, a ambos lados de la calzada, entre el número tal y cual. En un discutible caso de protección y pertenencia casi obligada, al menos, monetariamente hablando.

Después, los conflictos gangsteriles, que buscan típicas actividades sin control, pensiones lúdicas en alza, las amenazas de vividores y otros ajustes de cuentas, el pecado, el orgullo y la redención, la clandestinidad del nuevo vouyerismo. Disparos con rancio semen, impactando las mentes y proyecciones sobre el ojo vidrioso, de la sociedad. Los próximos yonquis, el desenganche, actos menos dañinos, descansos gremiales, empalmes fílmicos de acetato clandestino, u otros más magnéticos y casi formales. Tomas falseadas, comidas y satisfacción, por ahora, sin zumo de tomate, el dolor de pies y de hue... Olores de todo tipo impregnando la soledad y el placer, en definitiva, el sexo en el ojo del huracán neoyorquino... Y al final, el comienzo de la pornografía. ¡Menudo negocio!


Pasa otro día, como si fuera el mismo... la pareja de policías se mueve de nuevo, tras la penumbra de su vehículo aparcado como un confesionario, reflexionan y se someten al escarnio. Un lado negro, otro blanco, amigos o no, mascullando las misiones en la oficina o las últimas actuaciones sobre la húmeda sábana del compañero, que se transforma en un chiste verde de dudosa calidad o poca imaginación. La periodista de nuevo cuño, toma buena y dantesca nota... Sin protección.

A la vez que, los chulos o proxenetas dirimen sus diferencias, entre el metal y la carne. Ya que establecen sus territorios o sus denominados cotos privados, de coño alquilado. Se pronuncian con amabilidad impostada, cuentan rencillas y chismes, hablan de próximos conflictos comerciales con la pasma o la alcaldía, y se enorgullecen de las protecciones, posiblemente más necesarias para ellos.
Sin embargo, estos vividores de lujo cursilón como sus abrigos, paralelamente, resaltan sus tendencias violentas y vanaglorian con sus impactos supuestamente considerados hacia ellas, con la extravagante y peligrosa palabra de educación obligada. O hacen alarde de ese machismo recalcitrante, con expresiones injuriosas respecto a sus denominadas por ellos mismos, ´pertenencias sexuales`.
Las chicas de la calle entre Broadway y la Séptima Avenida, lo sufren y calla, excepto alguna privilegiada de alto standing o libre dentro del Midtown de Manhattan. Establecen sus próximos trabajos, tras desayunarse un café medio caliente y unos bollos, pero no tratarán de evitar siquiera, el enfrentamiento dialéctico con sus amos, porque son esclavas sin digerirlo. Ni callarán con aquellos conductores del próximo furgón en servicio reiterativo y sus policías en habitual redada nocturna, pues necesitan comer o consumir. Fin de la historia... o follas o te mueres de hambre.

Allí a su vera, junto a los botines y tacones, vemos ´bugas` cromáticos e idolatrados, más que una amante o unas fuertes esposas, que contribuyen al panorama racial y colorido de este underground contemporánero, en pleno auge. Algo se mueve desde las camas a los circuitos de la música en directo, con la efervescencia de la electrónica, la pintura de Warhol o esa pluralidad sexual de la literatura o el cine.
Aquí sobre glúteos y pechos colgantes, difuminados en el filme de acetato de herméticos videoclubs, aquel Super8 que pasó a VHS, observamos el alardeo cinematográfico de las futuras estrellas, el sexo pringoso o las curiosas referencias culturales, que te hacen reír sin profiláctico. También se digieren las observaciones de gente con poca educación, a priori, como si las celestinas deslenguadas, se hubieran encarnado en morenas viperinas con pelo en pecho. Alcahuetas negras de doble filo, ética y pudor, frente a la verdadera mafia que llama a la puerta. Por tanto, todo un espectáculo, sufrido o disfrutado, de chascarrillos de bar, frases estereotipadas, egocentrismo y cambios de acera.

En la elipsis temporal de nuestro recuerdo, nos asomamos a las mirillas acristaladas, para descubrir el atavismo sanguíneo de la raíz africana, frente a la decadencia social y la falta de oportunidades, que llevan a las chicas inocentes a los centros del bajo flujo comercial. Oímos su sarcasmo, unido al miedo o la soledad, por debajo del soniquete metálico de navajas automáticas o sus actualizadas cadenas de oro de 18 kilates, al cuello como las señales de fuertes dedos en ellas, siempre en el ambiente más consumista y amante de las marcas. Nos enfundamos los pantalones acampanados y vestimos los confeccionados trajes de rayas con amplios cuellos almidonados, las sortijas y carteras de cuero, respondemos al lenguaje callejero característico de la época y la raza, salido de la imaginería lúbrica de películas con detectives negros. Muy al estilo Tamara Dobson en Cleopatra Jones o la fuerza revolucionaria de Pam Grier (Jackie Brown, Fantasmas de Marte) desde su filme Foxy Brown. Serían los descendientes, caminos por la otra acera o lado de la ley, de aquel John Shaft interpretado por Richard Roundtree (City Heat, Terremoto), con la contrapartida en la imagen retrospectiva del Klute del fabuloso Alan J. Pakula y el cine social con un espíritu casi documental. Coronado por imperecederas cabelleras ahuecadas, sacadas de las viejas peluquerías rescatadas en el interior de barrios vecinos como Harlem o el Bronx, rebosantes de gomina, sangre, contagios y condones, de escotes grandilocuentes y minifaldas, botas acharoladas, de barrigas grasientas que rebotan y aplastan, como las de nuestro, innombrable, torrente patrio.

Producciones Profundas.

HBO, cambió los dragones y castillos, por arañazos, por drags en su naturaleza muerta. Droga enferma y macilenta, pero, con la fuerza vindicativa de los oprimidos en silencio o cercados por la sociedad, reproduciendo la esterilización barroca de una época insana, hasta cierto punto. En el futuro explotarían los casos y las muertes. Igual que la sensación generacional que acabaría con un renacimiento fotográfico, o apertura sexual de cartelera, cuando una parte de Europa llevaba varios lustros de ventaja libertaria o mediática. Sobre todo, recordando de dónde veníamos, de los explosivos sesenta, tras una espantosa época de guerras. Ahora, se coronaba de imperecederas cabelleras ahuecadas, no arrancadas, sino sacadas de las viejas peluquerías típicas de barrio, rescatadas de cuadras vecinas como Harlem o el Bronx; más una forma de praxis con gomina y dientes dorados, sangre contaminada, labios partidos y condones, para reeditar aquel conocido nombre racial de "blaxploitation". Bienvenidos a la caspa, sí... pero en ocasiones, muy divertida y cinematográfica.

Claro, en esta producción a la par de George Pelecanos y el creador David Simon (reconocido por The Wire), en sustitución de otros juegos, no menos adictivos, tronos y reyes en calentura, sólo faltaba que sonaran los clásicos acordes de aquella banda sonora compuesta por Isaac Hayes... la que alcanzara nominación y el premio de Hollywood a mejor canción, sin duda muy merecido, con este tema caractarístico de la época, "Theme from Shaft". Personalmente, un deleite sonoro, gracias a la potencia magnética y rítmica de su mítico acorde, del rasgueo de una guitarra o bajo que marcaba una era, electrónica, bajo el fresco nombre wah-wah. Siente esa resonancia jazz para mimetizarnos con ellos, los protagonistas, chulescos quijotes de pega y las sufridas muchachas de alterne.
Si bien, antes, en esta serie de título The Deuce, en honor a posibles intercambios, endiabladas relaciones, parejas casposas y amantes del vil metal, surge este poder de la fuerza afroamericana y la potencia visual. Aunque, nos conformamos con este notable Assume the Position de Lafayette Gilchrist...
¿Qué posición? Pues pónganse cómodos, o no.



Doble o Nada.

Así mismo, esa avenida lujosa y cosmopolita (en la mente de todos los finales de año), que hace ya casi un decenio, se transformara en un paseo cerrado al tráfico y repleto de su actual glamour luminoso, permuta a los neoyorquinos corrientes paseando, norteamericanos de compras que rodean los focos polémicos, y hacen el vacío. Las putas que son rechazadas por un sociedad moderna y limpia de corrupción o infección, de reclamos luminosos que no sirven para los inocentes niños. La nada de las actividades económicas y los derechos.
Su poderosa imagen, nos llama una y otra vez, abriendo nuestros ojos a un problema enrevesado y polémico, en lugares que atraen a una multitud de turistas, cruzando los pasos de cebra y montes de venus, con ansia por observar sus principales atractivos y colocar su instantánea. No fotos, ya llegarán en el próximo milenio...

El sexo no necesita letreros luminosos ni extravagancias, porque cada quién busca lo que necesita o demanda lo permitido, lo otro queda para los investigadores de graves desvaríos psicológicos, antes de que los informáticos ampliaran la perspectiva delictiva actual. La sugerencia no está permitida en The Deuce, pues, esta prostitución callejera, tantas veces visionada en medios y filmes, va directa al grano, al meollo económico del asunto. Aunque sin olvidar a las tristes protagonistas, o las profesionales no obligadas por ninguna mano oscura, ni mente instrumentalizada en la sombra. Recorremos las calles nada gloriosas, rincones céntricos sobre tiendas eléctricas, que encienden la noche, que marcan las sombras sobre cierres metálicos y grisáceos o llenos de graffiti en penumbra, llénandolos de colores atrevidos, convertidos en rincones pintorescos.
Hoy recordados platós de mitificación de un Hollywood, ya casi clásico, o en apología de la celebración multitudinaria y navideña. Focos de entretenimiento trasladado, tuneado, maqueado bajo pantallas gigantes y anuncios digitales, entonces modificado por el sexo a puerta cerrada. Olvidados confesionarios, puntos críticos de abastacimiento placentero por unos pocos dólares, entre el setentero Serpico de Al Pacino y dirigido por el inolvidable Sidney Lumet, las evidentes películas de John Waters y sus vixens, anterior a la industria más reciente retratada en The People vs. Larry Flynt de Milos Forman, garganta clitoriana de su historia, Lovelace o la Californa enfatizada por Paul Thomas Anderson en Boogie Nights. Adiós tenderos... ¡Señoras y señores, hagan juego!

Ahora, forma una marabunta ´casi humana` de vaivenes materialistas, el eco de célebres vaginas y penes en cabina individual, de pasados círculos xenófobos, donde ya no bulle ese movimiento marginal y perseguido, reproducido a la perfección. Tampoco es necesario, el control exhaustivo de la zona ante el exhibicionismo público de una praxis sexual, sin control. Mientras, no musas ni modelos, siguen ofreciendo un polvo con píldoras antiembarazo y algo de profilaxis de contacto, que se haría más necesaria y habitual.
Dejando la metáfora elíptica muy alejada, de allí, este escenario sin cámaras, prácticamente lanzado a dominios oscuros o cotos lastrados del extrarradio, esto sería, polígonos industriales de lenocidio. Ya no se producen negocios encubiertos en la zona, que se sepa, quizá más próximos a las alturas de rascacielos de alrededor y lujosas cuentas anónimas. Pero, ese impacto de necesidad y vocación, es un simple esbozo del sexo de pago.

En cambio, observamos cierta naturalidad en la forma de contar la experiencia y rodar las múltiples variaciones o posiciones, con rostros propios, donde se masca la tensión o el drama, sin familias, la transgresión o la nocturnidad, nada placentera, la prohibición, sebácea y sudorosa, que se graba sin tapujos en la serie The Deuce. Con la HBO más adulta, apostando al doble. Es decir, mediante la aportación reproductora, en doble sentido, de sus atrevidas estrellas o dos de los actores más francos en la interpretación actual sobre la pantalla, y que desdoblan sus funciones libertarias: como productores atrevidos, Maggie Gyllenhaal y James Franco, éste último además como director de un par de capítulos de esta temporada.
Otros interesantes, 6 de la bestias sexuales o directores osados, llevan el pulso de las escenas con naturalidad, por cabinas o rastros callejeros, por interiores opresores y esos exteriores noctámbulos, que conjuntan a Alex Hall, Michelle MacLaren, Uta Briesewitz, Roxann Dawson, Ernest R. Dickerson y Steph Green.

Mientras, los policías planean una última redada, antes de las conversiones del mayúsculo negocio venidero, o la recogida de la última mordida, antes de ser desmantelados por el periodismo de investigación o no, pues los documentales ´faunísticos^ son más demandados). Así terminan de digerir esos chistes verdes que abochornan, como los extremos de un perrito caliente, con ketchup, café y leche, de allí. En frente, dentro de otros círculos ilegales y más éticos, observamos como algunos proxenetas tragándose el orgullo, engullendo la displicencia. Discuten y se reúnen alrededor de sus carros amortizados, como los senadores de Julio César, ribeteados de plata u oro, esperando otro día de sangre o gloria. Parecieran toreros del sexo, esperando el momento de entrar a matar, pues lo han hecho muchas veces y lo seguirán haciendo... claro, si las cosas (y sus bolsillos) no cambian rápida y drásticamente... como los tiempos.
La última vez, juntos, para alardear de sus negocios ilegales, hoy putas, mañana... cabinas dispuestas por la mafia o drogas, duras o de diseño para las próximas discotecas. Es el preambiente de la mítica Studio 54.

Puede que se queden con todo, o la nada también... Lo meridiano en esta ajustada producción, es la diametral diferencia de conducirse públicamente, entre ellos y sus protegidas oprimidas, al igual que sus rostros divertidos, parlanchines y carismáticos, que plasman el abismo profesional entre ambas fronteras, o géneros superpuestos, como la ética del dinámico Frankie, padre, y el jugador, timador, Vincent. Las dos caras de la misma moneda, grata representación de una dualidad interpretativa, premiada esencia de dos maneras de vivir y alabado por la crítica, James Franco. The Bi-saster Artist...

Los Efluvios del Sexo.

Este caudal inagotable, que rebosa al poco tiempo y nunca se agota, significa un regreso a aquel espíritu salvaje, de las vivencias o recuerdos sofocados, mitigados por una maquinaría que emanaba efluvios dorados. Mientras se hundían las aceras bajo sus tacones, hedían los bajos fondos a un podrido nauseabundo, debido al ambiente marginal de la precariedad laboral, la corrupción y la facilidad para hacer dinero.
Cuando la estrategia era echar a curiosos, comerciantes o despistados, con sus reproducciones de todo tipo y proxenetas recorriendo las calles como fantasmas recalcitrantes o piratas nervados, al cuidado de sus manoseados ´tesoros`, se olía la máquina de hacer dinero a distancia. De un salto sobre la acera, a locales protegidos por la justicia de los impuestos, mutando coqueteos airados y palabras desvergonzadas, por la calidez reservada de una habitación lubricada, sin vistas, o la multiplicación fría de cabinas o perseverancia industrializada. La ley del más fuerte, a una mano.

Compulsos años 70, fin del panorama hippie y natural, ahora en la búsqueda de la globalización y la proximidad de los dólares fáciles, no deseos ajenos o sus besos, ni siquiera el encuentro discreto o romántico de siglos anteriores. Todos parecen buscar algo... húmedo y más pegajoso. The Deuce es la historia cutre del Sexo en Nueva York o Pretty Woman.
Lo digerimos en frío, o caliente, cerca de las miradas testiculares, más licenciosas o libres de los hermanos Martino y sus socios interesados, pero sobre todo, en la cercanía intrigante y peligrosa, de estas mujeres, maldecidas por la suerte o el destino, interpretadas por la gran protagonista ya mencionada, Maggie Gyllenhaall, Dominique Fishback, la fotogénica Emily Meade (The Leftovers, Money Monster), Kayla Foster, Olivia Luccardi, la abuela encarnada por Jamie Neumann o la rica, Margarita Levieva (The Diary of A Teenage Girl, Future World).
En el otro lado, la apertura comercial de la Familia italiana regentada por los actores Michael Rispoli y Daniel Sauli, al elemento racial en la piel de Gary Carr, Gbenga Akinnageon, Mustafa Shakir o Clifft "Method Man" Smith. Pues claro, este último andará moviendo rizos por la próxima de Shaft en 2019.
Y el gran trabajo de los policías de Lawrence Gilliard Jr. (The Machinist, The Double) y el zigzagueante Don Harvey (Noah, Small Town Crime), abierto a nuevas y turgentes ofertas. Incluso, polémica periodística, que indaga la calle y penetra en una noticia verdadera, la escondida verdad a la vista de políticos, hombres de negocios y demás estamentos sociales; una fantasmagórica crónica de la discutida Times Square del pasado, que desvele o explique la fauna nocturna que allí deambula y se reúne, en cuerpos no mezclados sobre la acera. Más ética de oficio, que moralista empresa de cara al público.

Porque en The Deuce, se muestra esas dos caras corruptas, que maneja las mentes y manipula los cuerpos, abandona las almas o reproduce ese deseo menos lustroso o glamuroso, dentro de antros sórdidos de sexo rápido, explotación callejera y violencia machista. De primeras ediciones sobre el East River sexual, sin ideas ni perspectivas, sin luces ni lenguaje chabacano, incitador o drástico como aquella frase, sumamente tajante y feminista: "Nadie hace dinero con mi coño, excepto yo misma".¿Es o no, una declaración de principios? Ser o no ser, esa es la cuestión. No sólo l@s que cobran en metálico, sino l@s que se prostituyen de diversas formas. Pero, eso es otra historia.
Qué de olores o rancia fragancias, pasados divergentes, que confluyen en una zona comercial, como las venas o arterias acuden a un órgano vital, eréctil también, para débiles y poderosos de una industria emergente. Los que juegan en las grandes ligas, frente a los que abandonan por una enfermedad o terrible lesión de invalidez, mientras las protagonistas, jóvenes o experimentadas, se fracturan en manos del psicópata sexual, abandonan a sus familias por una falsa libertad económica o se pierden en una monotonía sin final, ni emociones. Las más afortunadas, consiguieron brillar con la luz de un proyector, saliendo de la Gran Manzana para dar un verdadero mordisco a frutos más libidinosos y mediáticos.

Lejos de manzanas podridas, que portan gusanos apestosos o sanguijuelas, moviéndose a través de sus agujeros, infectando alrededor o sajando el futuro, hasta hacerse con el preciado tesoro... El dinero, ganado con el sudor de su frente y con los ojos cerrados, durante noches intimidatorias de duro oficio a la intemperie, o encarceladas en frías comisarías.
Esta es la suciedad lúgubre de The Deuce de HBO, de la salida de cierto oscurantismo social y mugre en las calles de N.Y., parecido al recorrido veraniego del metro en hora punta, lleno de encuentros desagradables. Contactos deformantes sobre la realidad y la adicción, en la intimidad, ante un abanico de fallecimientos, futuras posibilidades de negocio o ambiciones artísticas. Bien reflejadas y aparceladas según avanza la serie. Un juego comercial y ético, de doble o nada, con retratos contundentes y agilidad en la narración, salvo quizás, en algún relato familiar y las conversaciones de ese bar, que deberían haber estudiado a los viejos amigos de Cheers sito en Boston; mucho mejor reflejadas sobre aceras y barrios, en fiestas y rodajes, en el interior de videoclubs y dormitorios o habitaciones cochambrosas, por cafeterías regidas por el hartazgo de un chef casero, en el discurrir de acciones mafiosas y tráficos de influencias, en la construcción del deseo o sueño, durante momentos fílmicos y motores al ralentí... Esta es la verdadera esencia y el carmín luminoso de The Deuce. Ah, por supuesto, y la fabulosa Maggie (no me refiero a Maggie Mae) y el desdoblado James.

Por último, un guiño festivalero del underground sexualizado y profundo (no de Ralph Macchio, of course), con visos a construir la futura Femme Productions u otras semejantes, no presagiadas en la eficiencia logística de su capítulo piloto. Ahora es el momento, miss Pornografía. Antes del cruce de navajas, en plena Plaza, se apaga la tensión policial y social, con las nuevas alternativas. Antes de que se apaguen las luces del pequeño videoclub y la imaginación, o se oscurezcan las gargantas alcoholizadas, o rayadas. Antes que se cierren los antros perniciosos y las piernas, los amores se desangren... el espectáculo debe continuar. Pero, con las tripas y los bolsillos llenos, a ser posible, luciendo como estrellas... fugaces.
Divertido por momentos y duro retrato de la prostitución y el comienzo de la pornografía, documento gráfico y ficcionado de una era cercana, que ha evolucionado con los medios. Por contra, ellas, siempre parecen insultadas, manipuladas, robadas o reciben los golpes, por parte de ellos. Llevan la carga familiar y las culpas de esa ilegalidad, sufren el ataque social indiscriminado. Ayer y hoy, un extraño oficio.
Aunque sin el peligro de caer en una red de tráfico de blancas... o negras, por ahora. ¿Será en el desdoble o el 2 de mañana?

Y los clientes, ¿qué?
Pues, casi nada.

Taxiiiiii!

Tráiler Future World, de Bruce Thierry Cheung y James Franco.



Tráiler Gangster Land, de Timothy Woodward Jr.

domingo, 29 de abril de 2018

Peaky Blinders. Seasons III-IV


Los años pasan lentamente, ahora estás más seguro con tu traje de marca, casi italiano, hasta ese preciso momento en que las responsabilidades familiares atajan otros caminos, cuando las canas y los problemas internos comienzan a estallarte sobre la cara impertérrita.
Sí, Mr. Thomas Shelby... atrás quedaron las chaquetas roídas en los codos, hoy enfundas tu dinero con gabardinas impermeables, que estilizan vuestras figuras de Peaky Blinders en otras esferas y ciudades populosas. Sobre aquellas deflagraciones callejeras y el humo gris de Birmingham, las presiones económicas y las persecuciones de aquel policía parecen una eternidad, en I y II. Ni sombra queda en los suburbios, del retranque de madera, de las amenazas veladas en confesionarios, de los grandes caseríos inalcanzables y sus juguetes en carreras de caballos amañadas. Sólo efluvios etílicos de la guerra y el rojo salado de la sangre.

En el horizonte resuenan, amartillados, los ecos de otras voces menos familiares, al menos en este lado, que prendían con riquezas insospechadas y alguna que otra ametralladora, la llama de tu indiferencia política como gangster de andar por casa o barrio portuario, o aquel mecanismo silencioso que hacía saltar tu odio, en otro tiempo. Tan ancestral y visceral, como la sangre de tu familia gitana. Sobre la arrogancia en tus carnes se hablará, se cosificará, moldeada a su antojo, se enrevesará sobre los precipicios y valles de tu cerebro inteligente, despierto, siempre que los estupefacientes y otras mortajas, no lo impidan. El tuyo y el de tus hermanos, heridos en multitud de fregados ideados por ti, Mr. Thomas Shelby.
En toda esta serie de desdichas, con la muerte rondando tu cabeza y la de los tuyos, pareces salir indemne, aparentemente, mientras tus contrincantes (en el ring de los negocios o en el catre de las ideologías) se verán irresistiblemente atraídos, o terriblemente azorados por la venganza y la especulación territorial o empresarial. Ahora, que te disfrazas de incorregible travieso, de empresario perspicaz, de oscuro depredador en la sombra nobiliaria, unos pocos criticarán tu prepotencia, muchos tras la pantalla, te califican de héroe o imagen a seguir... yo no lo creo, mira tus lágrimas.

De mareas alcohólicas, artimañas y otros artefactos.

Desde la victoria tras la segunda empalizada, altivos por las calles de la ciudad, tras esa guerra mundial que te marcara por dentro, algunos rostros han cambiado, han engordado con los platos para gourmets de caviar o salmón ruso, o se han afilado como los palillos merodeadores, retorcidos huesos tal que los espaguetis al dente de la mamma, dentro de un ´caldo` horno de otra cocina italiana.
Ya lo decía una película de James Bond en los sesenta, no sé si lo llegarías a visualizar dado tus gustos peligrosos y compañías hirientes, Desde Rusia con Amor, al tanto Thomas Shelby. El espionaje internacional es una cosa a tomarse en serio, incluso cuando te inclinas en la alcoba de una habitación preparada para el amor. A la vez que, comienzas a ver los orígenes de una mafia que se apoderaría de la Europa del este y otra parte importante del mundo, en las próximas generaciones, con o sin Peaky Blinders ya en el escenario. Recordando que en la historia, estos jóvenes criminales pandilleros, comenzaron sus fechorías y trapicheos, antes de la época reflejada en la serie y desaparecerían sin grandes alharacas, antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, que ninguno conseguiría establecer en la sociedad inglesas, algún tipo de imperio económico.

Ya no recuerdas a tu familia, Peaky Blinder, porque has comenzado a la gracia que te aconseja y libera tu mente, hacia los retoños o herederos de la fortuna Shelby. Así, tu pulso acelerado por el alcohol y otras sustancias, siguen en las manos envolventes del guionista Steven Knight, aunque en la estructura mental y visual, de otro director llamado Tim Mielants que recreará sus frustraciones o pesadillas, en Legiones y la futura titulada The Terror. Pero, eso es otra historia alejada de tus próximas pretensiones... o del horror que te espera a la vuelta de una noche festiva.
Claro, tanto en el amor como en la guerra, en esta batalla de tus negocios diarios, incluso tú, Tommy, el deseado, te has encontrado con lo incorrecto, cuando querías ir abandonando esa ilegalidad, paulatinamente, sin apenas mirar hacia atrás. Pero, es inevitable el miedo te acaba alcanzando, aunque algunos pensábamos que serías intocable para siempre, o los tuyos.

El espía, ruso, ha llegado para recordarte tu oficio y tu carácter inestable, a pesar de los esfuerzos para olvidar el horror y demostrarte tu error. Para aumentar las lágrimas y edificar una estructura que escondiera aquellas desviaciones del pasado, pequeñas carreras en hipódromos blanquecinos, cuentas paralelas a otras institucionales de la denominada Economic League y sus grandes representantes políticos, hoy encauzadas ligeramente, si las pérdidas personales y las sumas adicionales, lo permiten, lo enturbian, lo desvelan... lo secuestran de su cuna dorada... Ya estás, de vuelta al irreprimible sexo, otra pequeña muerte y el alcohol, rondando las conexiones cerebrales. Tan brillantes y estratégicas, no como las viscerales de John o las enloquecidas de tu hermano Arthur.

Season III. Los Rusos, las gemas y el padre.

Desde que terminase la irregular temporada anterior, con ese último capítulo donde una obra se William Shakespeare se representaba en el hipódromo y un urinario (realmente fue la banda de Billy Kimber), tapando sobre el escenario una venganza personal, otra violación mirada con perspectiva delictiva y circunstancial, más un robo épico que alimenta el crecimiento social en la ficción. Donde el engaño demuestra que es un resorte idóneo para los jodidos Peaky Blinders y sus egos ´nemésicos`, tanto como para los finales de temporada.

Si tan ricamente estabas, jefe, en tus nuevos palacios de Camden en el Gran Londres o Londres Interior (ya apartado del puerto, en Hatton Garden), en tu trono de plata y coca, ¿por qué tuviste que mezclarte con los rusos y sus maniobras oscuras? Esos enemigos acérrimos, que intentan sobornar y adentrarse en el escenario político con sus bolcheviques preparados para la huelga...
¡Sencillo! No puedes quedarte quieto, ni refugiarte demasiado tiempo en el oscurantismo, o morirías como expresarás más adelante en tu Small Heath de la infancia. Además la mafia rusa u otras derivadas, te tientan con negocios millonarios entre vehículos acorazados, superpuestos en almacenes donde se vive la tensión entre trabajadores y empresarios, con sus piedras preciosas y joyas nunca vistas hasta ahora, encerradas en inhóspitos subterráneos, bajo mansiones inalcanzables. y también, con las medias de seda, que sustituyan la herida y te sumerjan en un universo de placer y dolor sin medida, de terrores contenidos bajo los bombardeos, o con susurros envenenados por la piel de una víbora, fría y calculadora.

Por supuesto, estos personajes femeninos, reales o imperiales, que han acompañado a Tommy a través de las cuatro primeras temporadas y otros secundarios, arrimados al olor del dinero desde las apuestas en carreras y aquellos primerizos, amañados combates pugilísticos, construyen una parte importante dentro de los negocios, de la organización de los Shelby´s. O siempre rondando para intentar apoderarse de ellos, esto es, de la serie agitanada de la BBC, protagonizada por los jodidos Peaky Blinders.
Ahora, el gran capo inglés y gitano, poseía las suficientes acciones inmobiliarias y control de las fronteras, con vistas a cruzar amplias superficies acuíferas, se empieza a postular frente a las franquicias de sustancias de contrabando, modificando las actas y logrando ser percibido de manera más grácil, con el salvoconducto real en su posesión. Desmantela facciones laborales, manipula fábricas, edifica mansiones, oficinas y otros locales públicos, compite por el tráfico de sustancias (en otros lugares más ilícitas), propone pagos extraoficiales, camuflada exportaciones y embala las balas, pero por encima de todo, mantiene a rajatabla el respeto, esa resistencia titánica de los ´fucking` Shelby´s para arrodillarse ante nadie...

Sea este nadie, un policía corrupto, un soviet encolerizado, un hijo acorralado por enemigos, una madre vengadora de su pasado, un familiar indignado fuera del círculo, una antigua prostituta abrazando su redención... el hermano esquizo de tu otra región del cerebro, la presión de otras familias que empiezan a liberarse, una sociópata lujuriosa que juega a la ruleta, el sacerdote desviado y despistado con su poder, una nueva telaraña sexual que se adosa a la piel, el socio enemigo privado de carne de cerdos, o la Familia... la del otro lado del Océano, que tira con bala. Casi nada, para un padre en apuros...
Más cerca de los negocios, aparece un joven Harry Kirton que sustituirá otras presencias habituales, la actriz Kate Phillips tendrá que andar titubeando entre dos secciones, la masculina y la femenina, Esme interpretada por Amimee-Ffion Edwards se revela como el fantasma esquivo, la comprensión imperialista de Dina Korzun como la Duquesa Izabella o la contable de penas y suspiros, en la piel fracturada del personaje de Natasha O´Keeffe. Posible futura reina o dorada zarina de un imperio.

Por descontado, Tom Hardy seguirá acrecentando su fortuna incendiaria como Alfie Solomons, su glosa profunda tras la barba, su imagen profesional y su debilidad carnal, recelosa o misteriosa, pero sin duda, la gran protagonista de estos nuevos tiempos, tras los Billy Kimber o Charles Sabine, será la espía que surgió del frío, con Gaite Jansen como la descomunal y libidinosa Princesa Tatiana Petrovna.

Tantos cambios y desgracias... Sin embargo, tú siempre pareces el mismo, cercano pero infranqueable gracias a la interpretación exhaustiva de Cillian Murphy, a pesar del dolor impregnado en una fotografía en sepia, o los gritos ahogados de un infante que no aspiraría (sin segundas ¿?) a un imperio con vistas al mercado estratégico o el futuro poder político.
Parece que nada te influye o descontrola, intacto de cara al exterior, ayudado por los desvaríos engendrados por el actor Paul Anderson o palidecidos en la piel de Joe Cole, como un presagio de tormentas de nieve o lluvias ácidas de ron o gin. Domesticado, o no, bajo el poder carismático y clarividente de una actriz que visitó a Van Gogh y salió favorecida, Hellen McCrory desabrochada en la brocha y la hermana que visiona, propone y vota, en otra anticipación del futuro divino, interpretada por Sophie Rundle. Estos son los valores con los que tendrás que lidiar, al final, colgando siempre en el alambre corredizo, o el alambique, de tus deudas, penas y errores.

Del hermano arrimado, el primo lejano Finn Cole y sus otras cuitas, sanguíneas o sanguinolentas, ya comprobaremos que profundas lesiones le estigmatizan en el futuro o qué lugares tendrá que visitar, debido a su desarraigo o las rivalidades que... empiezan a causarme alguna sospecha. Veremos.


La Condesa Descalza... y las balas nominales.

Aquel policía extraño que te intentó arrebatar una parte de tu alma, ahora, otras complicaciones emocionales se han instalado en tu corazón, han secuestrado tu sentido, amenazan la fe, bajo las diferentes caras del miedo. Debido en gran medida, a hombres e intérpretes mayúsculos como el actor belga Jan Bijvoet, más conocido internacionalmente como Grand Duke Leon Petrovna u otras películas como Alabama Monroe, Borgman o El Abrazo de la Serpiente, y la sospecha amenazante del padre John Hughes, encarnado por el gran Paddy Considine (The Double, Melanie the Girl with All the Gifts) en reacción violenta en cadena y, próximamente director, guionista y protagonista de la cinta de boxeo, Journeyman. Además, de la sombra estirada y recalcitrante de un sombrero de marca, circular y ligero como el subfúsil modelo Thompson (Tommy) de estilo italiano y apellido Changretta, Vicente como es evidente para la Famiglia e la sua mamma...

Ya vas marcando sus nombres en la próxima munición...
Te levantaste de tu tumba no sellada, a cielo abierto, para encerrarte en una habitación plagada de recuerdos y un pequeño que te mira sin comprender tus maldiciones o los devaneos futuros. Hasta que no queda ni eso... Sangre de tu sangre, perdida como la de aquellos compañeros y hermanos que, lucharon contigo, brazo con brazo, tal que los obreros comunistas en una futura huelga o combatientes unidos hacia una muerte oscura y segura. Aquel féretro férreo, colectivo inundado de sudor y sangre, al cavar aquellos túneles malditos e irrespirables. Semejante ambiente del cerrado sobre un fumador impenitente, desconfiado en apariencia, gestor, planificador de finales movidos, mudo ante la soledad de un responso sobre la campiña inglesa. A ver, ¿quién se convertirá en el amo del siguiente engaño?

Recuerdas las frías comisarías de Birmingham, sus cárceles cochambrosas en Small Heath, las emboscadas en callejones por los muchachos, los sudarios de trabajadores marcados a fuego, embadurnados de aceite de coche y ceniza. Incendio de la calle que mira al ejército futuro, cuando las guitarras eléctricas invadieron una época que no era la suya, semejante a aquellos jóvenes en la guerra de Vietnam. Ahora empiezas a sonar con temas más cercanos, arraigados a la música folk de tu tierra. Los irlandeses de origen romaní, aunque los verdaderos Shelby´s nunca existieron.
Al menos, Polly ha vuelto para encaramarse a otro batallón, más ruidoso, engendradora de luchadores obreros por los derechos civiles y las demandantes por el sufragio de las mujeres. Junto a ellas, por fin ralentizadas adecuadamente (mejor que tanta repetición de macho alfa), Ada la sista empoderada, Esme la quejica y Lizzy la vilipendida, pidiendo respeto, atención y las manos quietas.
Es la misión femenina de las nuevas Peaky Blinders, entre cuentas familiares y matriarcados sensoriales, cuchicheos de féminas en la historia real, miradas libertarias que anticiparían a las sufragistas británicas, y miradas críticas que reparten documentos reservados o carteles propagandísticos para entender una huelga. Piden un lugar no tan discreto, libertad y silencio a los machos, como aquellos ´cabestros` que entraran a una biblioteca, cuando no han leído apenas un libro, aunque éste fuera revolucionario en una situación como ésta. Lucha iniciática entre géneros, ¡qué la sangre no llegue al río!... tales, o Thames.

Ahora, las emociones fuertes te buscan en las sombras, de nuevo, Mr. Thomas, para recordarte que todavía estás vivo y coleando, ésto, va con segundas intenciones, of course, for sex. Cuando te has saltado la ley del talión pretérita sobre los puertos, con los judíos y los italian boys pisándote los talones, pasas a introducirte en la alcoba lujosa y lujuriosa de una diosa de márfil y diamante, que te vapuleara como una alfombra rusa. Melodía de seducción, peligrosa.
Entre ojos ambiciosos, zalameros y castigadores, puestos sobre la estima quebradiza e imprudente, casi convaleciente, si no fuera por dobles sentidos y alguna artimaña escondida, el engaño prevalece como la identidad de las familias o la sangre derramada en el pasado y futuro. En esto la serie Peaky Blinders del caballero Steven Knight, es radical, revirada e incombustible, tal que sus principales protagonistas en sus giros últimos.
En consecuencia, todavía quedan los recuerdos y el dolor que vuelve en eyaculaciones premonitorias, aunque la vida les prepara más desagradables sorpresas a estos aciagos Shelby´s. De los Peaky fucking Blinders de Birmingham. Pues, en el momento de la felicidad mirando un porvenir renacido y obtuso, el ruido sordo de una ráfaga salida del infierno, te la borra de la comisura de la boca, en una abrir y cerrar de párpados.

Ahora, están fatigados, exprimidos sin esencia e irritados por el humo incesante, ya que has caído en el blindaje de una casa apartada, otra vez en la campiña, a salvo de la mortaja religiosa o los abusos de un clérigo. De vuelta junto al futuro príncipe de los gitanos, si lo salvaras de la prisión forzosa... tanta sangre como semen derramados.
Muchos te lo recomendaron, una y otra vez, apártate de ahí y vive acorde a las leyes, no te mezcles con la nobleza extranjera que te exprime, para sacarte todos los jugos, o recapacita sobre la estructura de tus empresas, que tienden a cruzar los límites, tanto del país como los aceptables por la moral vecinal y el derecho penal. Mira a tu hermano y sus traumas, déjale respirar, quizás encuentre el calor en los brazos de una mujer o en algunas dudosas creencias sobre el Bien.

El cara a cara, entre damas de distinta condición, es sustituido por la lucha sangrienta entre bandas, bajo el telón de la gran patria rusa, con diferentes nacionalidades o raíces enfangadas por el dinero y los actos violentos, que ha significado un cambio radicla en la estrategia de los personajes, la estructura de su empresa y la banda sonora de la serie.
Los PB se mueven por los mismos terrenos movedizos de antaño, sujetos por nudos corredizos entre la poli y el castigo siniestro de una representación programada (empezamos a cogerle el truco a los finales del guion, cosa que debería cambiar...), nuevas estructuras narrativas desean, que nosotros ya conocemos.

La Soga de la Poli... y el gran teatro ruso.

Esperando los cambios estratégicos en el guion, con las familias flotando sobre el ojo del huracán, el prestigio y el dinero, se debaten los cuellos en una danza macabra, otra gran mentira de genio. Un baile huidizo, entre la vida y la muerte, que dejará el teatro de la gran URSS desaparecida, en una cuneta de cualquier pueblo pequeño, otra vez.
La venganza de la Zarina es sutil, directo a tus hue... sos malheridos, tendrás que blindar bien tus negocios futuros y soportar sobornos resplandecientes, como las joyas de la corona inglesa o los gemelos de Sir Churchill preparado para la guerra. Como vosotros.

Demasiadas conexiones políticas, incluso para la iglesia, que debería guardar el voto... del silencio. Con antiguos gobiernos sublevados al Soviet, que reproducirán en las instituciones, las maniobras de una incipiente mafia rusa y sus deseos de conquista, más allá de las fronteras. Es la ley de la oferta y la demanda, ley de vida en la balanza... o del deceso.



Season IV: Mafia, al Extremo de un Palillo.

Qué obsesión con el dinero, el sexo y los tratos suicidas con el extranjero... No viste el peligro, cuando cayeron tus amigos y camaradas, cuando cambiaste la disposición de la familia y sus bocas, que te avisaban a gritos, y tú medio sordo o aturdido por la subida de transaminasas. Sí, los ecos de algunos trabajadores en las fundiciones, por los hangares o en las oficinas, buscando las revoluciones callejeras y la violencia contradictoria, pero, ¿no éramos hermanos, todos y todas?

La mente de tu mayor y la cadena al tobillo del pequeño, va a marcar las próximas barricadas, sin educación ni números suficientes para las cuentas pendientes. Sólo armas, almas gitanas y un palillo.
Es cierto que, en una familia unida, al menos, queda el amor... Puede, pero a ti, te lo arrebatarían en un comienzo que tiene otro sonido, la historia femenina y su queja revolucionaria. Las mujeres Shelby con la experiencia, te demostrará que debes aferrarte a ellas, a la simiente mirando el horizonte, por muy nublado que aparezca sobre tus ojos o los de tus siguientes herederos.
Gitano herido en la sombra, no pierdas en la profundidad del alma oscura, aquel atisbo de humanidad que olvidaste en las profundidades, o te convertirás en una marioneta, en manos de otros amos o del vicio. Ambos, los que vendrán humedeciendo tus ojos a continuación... si acaso puedes llorar aún. Tommy Shelby, aunque tu expresión lo parezca, humano y sensible, en el fondo, tú no eres de esos. Aunque ves preparando la marca en la bala...

Parece a fucking joke! La amalgama del mal, cada vez, se extiende más espesa y confluye en un nombre conocido, aunque pareciera llegar a destiempo desde la Bahía, su voz se hace resonar con un sibilino siseo... quizá debido al actor que lo encarna, un caricaturizado y enorme Adrien Brody, prendido a un trozo de madera como Johnny Palillo. Il Mostro di Sicilia e i suoi fratelli, no como aquel Rocco de Visconti con Alain Delon... ma molto prossimo.
Ahora, la telaraña está plagada de huecos en las ruedas de la caravana, pedazos rotos de una o dos familias, entre escaleras y sábana, por tanto, nunca serán los suficientes para detener el dolor in crecendo y la venganza. Es lo que siempre aprendieron en las calles de Palermo, Nueva York o los extrarradios de Birmingham.

Por ahí, los resquicios familiares y sus muertes, se cuelan el aire contaminado de los nuevos tiempos, cercanos a los terribles años 30 y sus figuras legendarias que llaman a la puerta... aunque no contesta la araña, aún.
Los negocios sucios cruzan en pateras de sabor italiano, resacas del Reino Unido sin brexit, hacia el glamour del continente en expansión económica, después de la Gran Recesión y sus suicidios. Es la era para las grandes inversiones, con el dinero negro proporcionado por el patrimonio real y la fuerza de las armas privadas, un nuevo salto generacional se aproxima con la máxima combustión en las grandes ciudades, el apogeo impositivo, la repartición de las cuentas públicas y la administración de las empresas... ¿serán las nuevas mafias o corruptelas? Mírate al ombligo y responde, amigo mío. Shelby de mis entretelas, sombra de Capone.

La tercera, que no fue una república porque estás en una monarquía, blandió un arma contra los indocumentados y sus rotundos huevos, de Fabergé. Allí comienza con el estallido interno del músculo principal del dolor, roto en pedazos por las ráfagas perdidas que intentaban hacerte daño, fuera ya de tu hogar en la infancia y de otros compañeros que formaban los Birmingham Boys.
Ahí, están la tía Molly que sigue su dos caminos, de la especulación y el consejo, el práctico de madre y el de la fusta en las oficinas feministas hacia otras carreras más legales. O los negocios políticos, que planean sobre fábricas enfangadas con color rojizo, entre brazos levantados y martillos.
Siguen, Paul Anderson cabalgando tenso sobre los recuerdos, su nariz y el presente que los Shelby´s golpean en tu cabeza, se empeñan en orientar hacia la vida de vicio, sangre y perdición. Sin embargo, una queja, la serie no resalta el estropicio de su cerebro, como es debido y verídico. May o la actriz Charlotte Ripley, que se empaña en regresar, pero ya no importa ni cabalga.
Con el ´little John` que olvidó su ojo adiestrado en la mirilla, junto a la salida de otra futura boca a la que alimentaría en sueños, auparle hacia la teta cortada por el pánico de un fuego cruzado entre el campo y el puente. También junto al actor irlandés Ned Dennehy (de Anonymous y Child 44), Ian Peck (Harry Potter and the Deathly Hallows) y próximamente parte del reparto de un nuevo Robin Hood junto a su jefe Paul Anderson), Benjamin Zephaniah y otra irlandesa, Charlie Murphy (Philomena, 71`), muy british o extremos todos ellos.

Si bien la herida estaba sanada, en apariencia, ha quedado un residuo peligroso mezclado en la hemoglobina, con la fórmula del desamor, la frustración y el alcohol. Si bien, ciertas drogas parecen sustancias que viajan en ascensor, suben y bajan, y nunca perjudican... pero eso, como dije, es un problema fatídico para la sociedad de ayer y hoy. O un estúpido error en su vida o en la estructura de la serie Peaky Blinders. Porque los reales, acabaría mal sobre el asfalto o entre las localizaciones de Liverpool, de West o North Yorkshire o los fríos calabozos de Londres.
Nos hemos separado de las callejuelas en semipenumbra, por techos levadizos y puentes vigilados, u otros rincones pintorescos de la campiña, para encerrarnos en cuadriláteros dramáticos o círculos románticos sin salida. Pasados por el filo de la navaja, de unas ligas de seda o bajo un ataúd para gitanos asociados y resabiados. La tercera y cuarta temporada, han hecho crecer en millones de interés, la audiencia, la suspicacia y los millonarios trapicheos en varios bandos, hasta volver a la naturaleza salvaje y primitiva, cambiando peces de colores por puños que eliminen los enemigos del abrevadero, o de los rectangulares patios vecinales.

La Política de la Vendetta.

Los ecos de los derrumbes en sucios túneles, traen los gritos de camaradas, unidos por el dolor y el sudor en la Gran I Mundial, germanos, franceses, rusos, judíos... italianos... por eso, parece o simulan no tener miedo.
Los engaños establecen una concordia que está poco argumentada, solamente existe la sangre en sus venas y las ejecuciones que pronostican sin miramientos, otra ley de oferta y demanda que cría malvas en misiones suicidas, 10 contra... no sé, ¿cincuenta, cien o doscientos?

Tras los desfalcos millonarios y las grandes revueltas callejeras, quedan los convenios interesados en la sombra, ya sin nudo corredizo en la prominencia faríngea, o esta nueva lucha que subyace entre comunistas y patriotas, como siempre en los próximos y pesarosos siglos.
Hasta cuándo continuarán los atentados, las injusticias y las amenazas laborales, los amaños de todo tipo, la mentira, la corrupción interesada y los asesinatos... Probablemente, hasta que la máxima de los ilegales, empresarios o mafiosos, termine con el sigilo de su endiablada ´vendetta` y la posterior estructura del silencio frente al delito o la ideología. Al menos, se ha conseguido acallar eléctricamente, su banda sonora sobre talleres metálicos y paseos al ralentí, porque el pub familiar se ha insonorizado y los acordes a morriña, suenan distintos, a veces. Ahora se respira de puertas para adentro, en la naturaleza gitana, con toques más costumbristas entre el folk y el rock melódico, sonidos algo más enraizados a la tierra, que les vio nacer. Sería maravilloso para la última y, esperemos, sorprendente temporada, más canciones típicas de Inglaterra... Así sea.

En este nuevo cuadrilátero, se estrenas otros elementos marginales, con ínfulas de un poder superior en los puños o los resortes escondidos tras los músculos de sus piernas. Uno mirando al ring, el joven Jack Rowan como un potro salvaje y otro, próximamente en Bohemian Rhapsody, el actor Aidan Gillen (The Lovers, Game of Thrones) contemplando un valle moreno y peligroso. Se sitúan en orden específico, según sus proezas con las cuerdas o cuchillos, gitanos con dotes de mando en cada esquina, contrincantes del alma, para planificar una táctica de envolvimiento o la guerra de guerrillas, tirando Knock outs sin desfallecimiento ni agotamiento. Semejante a las famosas formaciones en caparazón de tortuga de los romanos... contra las hordas descontroladas.
Han mutado los roles, aunque no será la última vez. Seguro, Mr. Shelby, aquí está Mr. Changretta y los hijos del Sur, apellidos de alguien que rima con la putana metralladora, de la vendetta. En consecuencia, El Red Right Hand ha transformado sus ritmos, de la voz de Nick Cave se ha hecho más relajado o calmo, previniendo la próxima tormenta de fuego rojo, áspera como el trago de una ginebra seca o un cáncer que te va secando el interior. Karliene de mi vida...

En este universo soterrado, la familia adopta otras manifestaciones o motivos para sublevarse, ante los poderes establecidos o las intromisiones de última hora, las muertes insospechadas (que muchos entreveíamos en el horizonte, el rey del congreso y su corona, la situación complicada de la política inglesa o mundial, el ambiente prerrevolucionario, las amenazas en italiano y ajustes de Al, la reclamación de otros derechos territoriales al fondo, los viajes al mar o más allá y los exilios forzosos, los síntomas o palabras ´embarazosas`, sexo mezclado con placer aspirado, sirvientes olvidados y trenes voladizos por barcazas en ultramar, tiros de coca y al coco, quedadas familiares y nuevas princesas... etc.
Esto es lo que nos ha deparado, unas ascendentes tercera y cuarta temporadas, con otras reglas en el horizonte, de un juego aprobado por sus legisladores, a expensas de un sufragio más respaldado en las urnas, ellas vencerán, porque según se comenta: "Detrás de un gran (o no) hombre, existe una gran mujer".
Ojo, a la búsqueda de un nuevo representante... del nuevo macho alfa. Pues así, ¿es cómo se consiguen estas cosas? Al poder me refiero... ¡Los fucking trajeados Blinders!

Karliene - Walk with the Devil


Veremos que tienen que decir, sus mujeres con tía Polly a la cabeza... y la droga en los retretes. ¡Qué no sea muy encapsulado! El truco narrativo me refiero... Hasta el fin, lo vemos.

David Bowie - Lazarus


Bye Bye Blackbird - Gene Austin


Cinemomio: Thank you

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