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domingo, 5 de mayo de 2024

Shôgun. Season I

 


Un pueblo que pierde su tradición, ya no se puede considerar un verdadero pueblo… Sólo un reflejo de lo que fue. Un espejismo.

Aquellos enviados por la mente de Frank Herbert sobre el planeta Arrakis, y sus reliquias de su familia empaquetadas, se encontraron con unas raíces desérticas en la memoria, olvidando gracias a las “especias” y la violencia sagrada, lo que fue aquella cabeza familiar del toro. Esa extravagante actividad que la casa Atreides, simboliza con la sangre sepultada del progenitor en los cuernos, en una tragedia planificada contra la misma. Bóvidos de dos cerebros, como aquel genio…

Los hombres y mujeres, fremen, mientras se ocultaban en la obscuridad profunda de sus ojos azules, en busca de la inmortalidad al menos espiritual. Alguno visualizando el futuro que les quedaría por disfrutar, aunque sea, cayendo a través de la guerra santa o yihad, y que el Elegido trata de evitar, dicen… Es tan evidente la referencia, que te quedas pensando como… ¿los insectos? Sagrados.

En la misma tradición de culto que padecieron… ahora, como la de la odisea del protagonista de aquel Viento y el León, la especial ética de Mr. Connery, que se encuentra con el amor secuestrado al estilo shogunato. Completando un viaje de diez años de las drogas a los espacios, por las palabras de The Anderson Tapes con Sidney Lumet – recordemos a su otro elegido de Network -, hasta la atmosférica del procesamiento industrial espacial… Pero deteniéndose en esa lucha contra los herejes de la Alemania nazi por el desierto del Sahara.

Actualmente, las costumbres tensas vuelven a la costa temblorosa de ese  archipiélago bajo el Sol Naciente, con palabras escritas por el autor James Clavell, guionista del planeta encarcelado de The Great Escape y personal de The Fly. Que dialogan así: “Preferiría vivir 1000 vidas, que morir así, contigo”. Y remando a la historia dramática del Japón, con Shögun o Comandante, y que fuera interpretada en la televisión ochentera, por un estilizado Richard Chamberlain y el poderoso Thosiro Mifune, una magnética asistencia del cine de Akira Kurosawa y como miembro arraigado, a la trilogía del Samurái.

Pues los ejércitos, por tradición, necesitan de estos líderes románticos, y sus heroínas al lado; tal que fueran los selectos enamorados de un dedo divino, que en el caso de Nippon (aquella que transformara su capital en Edo y su legado histórico), vendría señalando la personalidad sagrada del Emperador ante los enlaces. A través del Señor indicado en la tierra, y la guerra civil, o no.

Desde aquellas luchas con pueblos marítimos del Norte de la era Kofun, sus jinetes con carcaj a espalda, se desenvolvían a la perfección en el dominio de arco y espada, usada por el filo y los remates en punta a sus enemigos, entre la China de los Tang y Korea, que sería un enfrentamiento extendido hasta el asesinato de una reina en la guerra ruso-japonesa y el colonialismo y el reclutamiento forzoso para la IIGM de sus ciudadanos, en las industrias militares de Hiroshima y Nagasaki. Perpetuándose como guerreros típicos a la conquista de la región de Saikaido y la isla de Kyüshü, – historia del Mesolítico o Edad de Piedra -, en el famoso Mar de la China Oriental, y madurando como samuráis. Y miembros de la resistencia frente a la primera invasión mongola, ensombreciendo el cielo de nubes de flechas vs. el Kublai Khan, durante el s. XIII.

Luego, aparte de la gran figura, las estrategias tribales formaban guerrillas o cuadrillas, con héroes contra las pesadas corazas del ejército imperial. Dirigidas por aquella figura militar todopoderosa, con tentáculos civiles en tres episodios temporales, que los diplomáticos y jurídicos, no tenían más remedio que aceptar, con aceptación forzosa de la población nipona, tanto que llegaba a ser considerado como “Rey del Japón”.

Shögun, así lo reconocían ya, en el siglo XVI, cuando el antiguo taiko falleció y nombró como cabeza del clan Oda, a un regente adulto para que los clanes no se enfrentaran de nuevo, ante el Consejo, y anterior a  que el joven sucesor se acercara a su edad madura de jefe real. Por ende, ya habían existido dos eras de shogunatos, la del clan Minamoto y sus 3 miembros, y la Ashikanaga con 16 titulares, que serían derrocados por esa misma orden Oda del señor feudal Oda Nabunaga… cuentan que en enfrentamiento crucial de 3000 guerreros versus 40 valerosos samuráis.

Este que cuenta la serie, sería el mandato tercero, acercándose aun s. XVII y conocido como Tluwaga, que se significase con la famosa figura del Último Samurái y el emperador Meiji.

Esta es la historia… Pero, la verdad novelada de aquellos días, es la siguiente apariencia… justo cuando el comercio extranjero rivalizaba para diversos reinos, compañías de Oriente a Occidente, quedando Timor en manos lusas y el paso jacobino por el Japón. La fe a un lado, que si hubiera triunfado una sola de las corrientes, el futuro de la humanidad hubiera cambiado para siempre… como en aquel estancado exterior de Arraquis. Mas…

Las costumbres ancestrales…

Son aquellas que trascienden a las posiciones individuales, al pensamiento cambiante y, a veces, hasta a la lógica. Existe una escena – que curiosamente, trasciende del cine clásico, por la cantidad de epítetos insultantes en la tradición nipona-, que el anfitrión reprende al extranjero por no hacer ruido al comer y así otorgar la buenaventura por el alimento cocinado, con un “parece un bebé mono”. A lo que el primero responde haciendo un gran sorbo ruidoso y ser catalogado entonces, como verdadero simio. Si eso ocurriera ahora en otro sentido… sería catalogado de prohibido.

Pero existen más expresiones, racistas, desde perros rabiosos, a las ratas estúpidas, que eran ejecutadas con terribles castigos, siendo el que pone la carne de gallina – nunca mejor dicho - , aquel que deshace la carne del reo en una olla de agua hirviente. Se quedan los terribles alaridos, como grabaciones salvajes en la memoria, igual que los sonidos ahogados de una impactante Zone of Interest. También he rescatado la cinta del género chambara del director Hideo Gosha, que cumple 60 años, el título Three Outlaw Samurai, que posee numerosos nexos comunes con la novela y las series de Shôgun. Las penas a latigazos, ceremonias del té, laceraciones del chantaje con secuestros femeninos, defensas y apuñalamientos por decreto, los samuráis errantes y los ronin, el poder opresor al pueblo, juramentos eterno y amores perdidos, o hallados con halo de tragedia shakesperiana… arroz, tinta, gachas, sexo y el puré, la sangre… la traición y la venganza… y en otro extremo clasista, hambre. Dentro del sentido culinario tradicional de la cocina japonesa, recomiendo la serie Samurai Gourmet, que os aproveche.

Ah, y uno de los míticos actores japoneses, Tetsurô Tamba, que estuvo con Mr. Connery en Sólo se vive dos Veces. Y por supuesto, la tradición de los personajes con el gran Kamatari Fujiwara – un auténtico retrato cercano al gran papel de Tadanobu Asano en la serie -; y que participó con el maestro Akira K., en Barbarroja, la obra maestra El Infierno del Odio, Sanjuro, Yojimbo, Los Canallas duermen en Paz, La Fortaleza Escondida, Bajos Fondos, Siete Samuráis, y la inmensidad de Ikiru.

Mientras, los reinos expedicionarios de la vieja España y, claro, los piratas que buscaban riqueza y sangre, se ven reflejados en el reinado sajón y la mirada perdida en el amor, de Cosmo Jarvis. Como británico a bordo de un “Holandés Errante” y sus centenares de fusiles y sus 30 cañones, amarrados al fondo del Japón. Realmente, el representado marino William Addams se quedaría allí, alimentando familia en Inglaterra, el primer occidental en hacerse samurái a las órdenes de oda Nabunaga y legando a sus nuevos hijos, herencia en tierra japonesa.

El protestantismos sajón, se convirtió en aliado y consejero, de las excelencias de aquel pueblo que luchaba por volver a sentirse unido,  íntegros y dueños de su propio destino… Y esta era, la estrategia para el legado de un nuevo Shögun y su creación Edo, actual Tokio.

Un Mundo Dividido…

El Japón del S. VIII se denominó Yamato (islas del anillo de Fuego, más Hokkaidö, Henshü, Shíkoku, Kyüshü y Okinawa), en manos del emperador Jimmu. Del cual, Narohito sería el descendiente directo número 126 como propietario del trono del Crisantemo.

La figura divina en cultura japonesa fue, además, sacerdote de la religión shintö. La que veneraba a los kami o espíritus de la naturaleza y sus acciones monumentales, incluidos, terremotos fundados por las aletas de los feos bagres. No los Kais, que serían introducidos genéticamente en los estanques imperiales… Y al otro lado del arco, y del agua sagrada con sus jardines particulares, los daimyos y sus ejércitos de samuráis, que significaban el poder del clan, desde el siglo décimo en manos de señores feudales. Y sus planes de conquista de valores, traiciones ocultas o sorpresivos ataques al enemigo. En esta ocasión con rostro de María, interpretada por la actriz y cantante de Nueva Zelanda, Anna Sawai.

Los sacerdotes guerreros, yamabushi, cambiarían a otras rivales creencias y oportunismo de comercial con la ruta de la seda, fueron los causantes de diversos estilos de lucha y dominio de armas tradicionales, como el maginata, el uso del arco con precisión, la espada corta y la larga (alaisho y katana), fueron los elementos cruciales en batallas épicas y especialmente sangrientas. En los Tres Forajidos Samuráis, se observa gravemente, al estilo prohibido del western, el remate por la espalda, la salpicadura oscura en recuerdos sombríos del impresionismo alemán, y escenas de persecución a caballo a simios-humanos, antecesor en unos años a aquella novela y película exitosa, Planeta de los Simios.

La escuelas se dividían en sôhei, budistas expertos en el ninjutsu, e ikkô-ikki, campesinos sintoístas y nobles locales, que se sublevarían al gobierno de los samuráis entre los siglos XV y XVI. Ahí comenzó también una extensa costumbre de varios siglos de estudio, hasta la actualidad, sobre las excelencias de la farmacología, el esoterismo y la infiltración, además del incipiente abuso de explosivos con grandes asaltos, bombas y asesinatos calculados. De los que surge la figura fantasma del shinobi, después conocido como moderno ninja. Esta parte es esencial y visualmente atrayente, con luces y sombras, dentro de aquel filme, los de Kurosawa o la serie Shögun de Hulu y FX, con el productor Michael de Luca (exjefe de Dreamworks) que tiene su mente enfocada a una era rusa postacopalíptica con Metro33, el exceso de Warhol y una nueva estela de Suicide Squad… por no hablar del seppuku.

Y este es el tema de la tradición y su título honorífico, que menos entiende un creyente, un jesuita o un protestante, un consejero y católico convertido, una heredera de fe, o un gusano del desierto… y el mismo perro foráneo de un amo. Sin aparentes, suspensores…

Comenta la princesa, bajo escritura Dune… “La influencia política en el seno de una religión ortodoxa, es inevitable… La lucha por el poder, impregna el adiestramiento, la educación y disciplina de su comunidad… Sus jefes deben afrontar inevitablemente un dilema interior: sucumbir al oportunismo completo para mantener el poder, o arriesgarse al autosacrificio en nombre de esa ética ortodoxa”… Pues eso.

El antecedente y la prisión.

Los verdaderos ficcionados Tokunaga, reducirían los privilegios del estatus samurái - clase nobiliaria y bélica – con sus sagrados códigos de honor. Emparentando en latitud y tiempo, con los aparecidos en túmulos de rituales en terracota, rodeando a su señor. Mientras en el Estrecho de Korea, crecerían las almenaras, el tráfico marítimo de pilotos o anjin-sama (sama es el título modal de excelencia), la prefectura de Nagasaki, esa New-Tokio en perspectiva… y la amenaza de China.

Ahí surgieron las primeras visitas extranjeras – se estima que ya hubo un africano antes -, con lenguajes desconocidos y experiencias de guerra, totalmente diferentes a lo luchado y sentido entonces. En la antesala comercial de una nueva guerra civil, terrible y cubierta de heridas, que sus filos sabían mediar y repeler, gracias a las estrategias del Señor y la aparición de los proyectiles a distancia. Serían comandantes de navíos.

Después, el emperador ordenaría el dominio de las artes marciales a todos los funcionarios y militares, flanqueados por sus corazas características, arcos, carcaj y las dos espadas en cuestión, y los elevados cascos cónicos, cargados de rasgos simbólicos, o jingasa.

Los ronin… del amo.

Los samuráis errantes se vendían por unos ryo, desde el periodo Seengoku de Hidyoshi Yotomi, hijo de campesino como relata el filme con el apodo de taiko, que instauraría la ley única y libraría la construcción residencial del Castillo de Osaka.

Ese periodo de clanes en guerra, precedió a una restauración imperialista, con dos cortes diferenciadas, en el Norte y el Sur, que daría paso a otro shogunato.  El gran Nobunaga fue derrotado en su templo y realizado seppuku frente a un Akechi o casa tradicional guerrera, y este trascendería a la famila del regente Tokugawa Leyasu, en el que se basa el papel hierático y flemático de Hiroyuki Sanada, como estratégico Lord Toranaga. Referente de obras nombradas, como la serie Mensaje en las Estrellas: Guerra Intergaláctica, el terror profundo de Ringu y secuela Rasen, el primer amor o Hatsukoi, El Último Samurái junto a Tom Cruise, el viaje al círculo solar de Danny Boyle, Sunshine, los legendarios 47 Ronin, la postrera investigación de Mr. Holmes con Sir Ian Mackellen – celebrando a su Gandalf inolvidable, o despidiendo hoy a uno de los suyos, Mr. Bernard Hill y capitán del Titanic -; así como miembro del reparto de las series Lost, Hawkeye y Westworld.

Devinieron enfrentamientos con lanzas, arcabuzazos - necesitaban de vigilante mientras se recargaba el tiro -, y se multiplica el seppuku, ese sacrificio autoinfringido con tantô que se llevaba colgado a la cintura y no confundir con el sable corto o wakizashi, para luchas en templos o habitaciones bajas de rodillas o en posición saiza. Esa cuestión “honorífica”, que se llevaba colgado del obi en la cintura, que desentrañaba de lado izquierdo a derecho ventral, y rematado para evitar el dolor lacerante.

Lejos momentáneamente del tema, es aquel kamikaze, que entronca a la II Guerra Mundial, siguiendo al Señor, como verdaderos hombres y mujeres bomba, o diablos aéreos.

Amor… silencio.

Una óptima ceremonia del té, requiere de unas palabras, en este caso no poéticas, de reconocimiento a la persona querida que lo prepara cuidadosamente de acuerdo a la costumbre ancestral. El amor, sin embargo, no reside en el líquido, sino en los posos del fondo… Y en los silencios ahogados, tras esas finas paredes de celulosa de arroz, que serán desmembradas como algunos de ellos…

Ocurre algo parecido a la novela Dune, en que los amantes se ven envueltos en una serie de desatinos o pruebas, que hacen girar sus destinos o el futuro deseado… De hecho su creador, Frank Herbert, tendría sus decepciones en las costas de Oregón, incluso con su pensamiento ecológico, que vio cambiar la faz de las dunas en un proceso de reverdecimiento con plantas foráneas, para evitar el avance de dichas crestas invasoras de arena. Como amores embravecidos… o religiones – que él mismo estudió y practicó -, esperando al Elegido.

Al final, la Duna, derrotó al Imperio. El solitario se hizo con el poder en forma de Shôgun – pero evitando una batalla gráfica que era deseada -, y el sueño se convirtió en pesadilla lisérgica, silenciosa, para alguno... con lengua pero sin cabeza.

El clan en manos de Herbert, se transformó en familia vampírica, con la homosexualidad reprimida en suspensores, violencia de gladiadores que no dudaban en golpear por la espalda… estaba en juego, la propia vida frente a maestros de esgrima… filos para defender y atacar, punta para rematar, religiones espirituales y estilo zen en la ropa, blancos y negros, épica de islas parecidas a planetas diferentes, gusanos que crean sismos como los bagres, samuráis galácticos al estilo de su maestro H.G. Wells.

Queda la herencia de cinco libros y los hijos-nietos, es evidente… con Alia en el pensamiento y sus movidas, con la mente que es la catarsis femenina de ellas, las expoliadas en los Tres Forajidos Samuráis, sufren, violentadas, son vendidas por unas monedas y pelean… al final.

Al fin y al cabo, es apariencia, parece que el interior del desierto, sobre o bajos las dunas, no existe el mal… y eso, es ciertamente sorprendente en estos casos. Cuando suena el eco de la guerra, por toda la galaxia.

Datos curioso… ¿sabía ud. que Dune comparte premio literario de Fantasía, el mismo año que El Señor de las Moscas de William Golding? Y algunos las consideran obras inferiores, pues… ¡silencio!

Han significado ser referencia de sagas familiares, caídas de imperios grandiosos y comienzos post-apocalípticos que, bien podrían tratarse, como colonos juveniles en planetas lejanos que sirvan de futuros destinos, contra la desaparición de la sangre… ¿se necesitarán drogas para el viaje, energías atómicas… clones de nosotros… madres reverendas? Es decir, ¿lobeznos y lobas?

¿Amor quizás…? Silencio… Mientras, un hijo de lobo de mar de la Armada Real, navegaba sobre olas, no de arena, para aprender a conocer y reinterpretar las viejas historias, o batallas de antaño. Como en una Rebelión en las Aulas, o la metamorfosis interna de La Mosca, paso de la juventud en Malasia golpeado como prisionero por los japoneses en Singapur, a la guionización de la memoria y el esoterismo. Fue su verdadero plan Tokunaga… un gusano oculto en la suya.

Y en este Shögun – me vienen flases de aquel Chamberlain frente a Mifune, muy lejanos como huellas en la arena-, memorias de producciones de Daei Eiga (ideado por Kazuo Mori) y su relevo Dinei Studios, cuentos sobre el ciego Zatoichi y su leyenda mercenaria, imágenes de Kenji Mizoguchi, Ozu, Kurosawa, Takeshi Kitano, Takashi Miike en lo oscuro… y la productora Toho y su paralela Shôchiku, por supuesto Ran, y las sombras, de Three Outlaw Samurai. Y conexión sangrienta con Samurái de Ojos Azules, claro… Arigatô!

Ah, de nuevo… y la música, con epicidad timbal y voces guturales, que entroncan los tronos… de Atticus Ross… la de la épica de la notable Dune 2, de Hans Zimmer… que paralelamente compuso la de Kung Fu Panda IV, ¿habrá una estela sobre el linaje del Emperador Shaddaam IV, en la piel de Mr. Christopher Walken…?

Mr. Walken, el actor referente de una generación de cazadores y recolectores de especias… el que surcó el viento para comenzar su carrera junto a Sir Sean Connery, en The Anderson Tapes del director Sidney Lumet… Ya está, espiral – que es un universo -, completada.

Se me han quedado algunas pequeñas historias en el tintero, pero ya habrá ocasión para más mazmorras… y dragones. Chau… meni.

 

Cinemomio: Thank you

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