Tres Tiempos... entre Detectives.
El tiempo en la poesía es una figura retórica, el tiempo científico es una cuestión cambiante, el tiempo en la serie True Detective es redundante verdad, o no... Pero, y en la vida... ¿qué es el tiempo?
El tiempo es una línea en la palma de la mano, que trata de explicar su sentido con las palabras. Una frase subrayada, pero difusa, en la página de un viejo libro. Un grito ahogado arrancado al recuerdo. La voz de un individuo solitario que navega contra la corriente, interfiriendo por los demás condenados, buscando pistas juiciosas y huellas profundas, como marcas oscuras del alma o tonos en la piel.
Un soldado dolorido, arrastrándose por el lodo de una sociedad que parece una jungla, al igual que aquel joven introspectivo que se adentraba en la misma, con su sudado fusil ahogando las líneas del futuro y sus ojos puestos en el horizonte, sin vislumbrar la verdad. Solamente descubriendo en cada momento, que se alargaba un poco más... su tiempo.
Hasta que un día, el calor húmedo se concentra junto al sudor nocturno, abres los ojos y estás de vuelta. Pero ya no perteneces a otro lugar, porque ya no conoces otro espacio y otro tiempo.
Hasta que te ves involucrado por tu oficio y habilidad, vuelves a husmear, alzando tu cabeza al viento o tirado sobre la tierra, con el rostro compungido por un gran actor y la profesionalidad de aquel agente. Gracias al poderío interpretativo y rocoso de Mahershala Ali, con su doblete dorado. Un hombre con las raíces insertadas en lo profundo de su alma incendiada, problemas familiares y personales en mil y una batallas, que profundizan en su mentalidad artística y crítica. Como su personaje en tres fases vitales, el detective Wayne Hays, que podría expresar algunas verdades del actor y confirmación de sus reservas o referencias sociales, así: “Solo vives tranquilo siendo negro cuando eres famoso”; y nos confirma una parte privada y la desconexión social o familiar : "Mi abuelo era policía".
Ahora lo disfrutamos secuencialmente, como Vector en Alita: Ángel de Combate y lo veremos en un capítulo de la serie Invincible como Titán en episodio animado, junto a las voces de superhéroes del cine como J.K. Simmons, Seth Rogen y Mark Hamill. Además de un proyecto de ciencia ficción, titulado Sovereign, que le sumergirá de nuevo en los espacios de la fantasía. Una de cal y otra de arena, dentro de un reloj acristalado frente al realismo... con sus recuerdos en la maleta vital.
Por supuesto, es la más alta o máxima estrella actual, dentro de la tercera temporada de True Detective, con su personaje de contrastes en viaje temporal, introspectivo y físico. Aunque posee más tonalidades, algunas silenciosas, misteriosas o encarnizadas con la memoria, que atacan como un asesino silencioso.
Sin olvidar a su pareja de largas y escuetas conversaciones, el agente "Rolando Oeste", vaquero indulgente interpretado por un Stephen Dorff de lo más genuino. Convincente, carismático y empático, se revitaliza muscularmente con las miradas a su alrededor, antes de engendrar a un militar en la II Guerra Mundial con el filme Music, War and Love, de la directora Martha Coolidge.
A lo mejor, porque sean dos elementos parecidos, próximos a la acción y condicionados por los estereotipos de diversas épocas, conectan y comienzan un viaje juntos, necesitados de una voz amiga, que no revueltos ni dulcificados. Aparentemente preclaros, resueltos y seguros, si bien los visualizamos con vaivenes en la investigación con que se topan y con distintos ´tiempos` pisándoles los talones.
El suspense de Hitchcock tocando las fibras narrativas, desde aquella primera aparición con Nic Pizzolatto y el notable director Cary Fukunaga, en inversión corporal en la serie. Ambos se convierten en transcriptores románticos de aquellos viejos detectives del pasado y los casos rodeados de acertijos o situaciones tensas, para un relevo generacional y contundente, basado en la práctica policial o la circunstancial intriga del maestro. Dos versiones divergentes, emocional e inteligente, que mezclan bien como aquellos sorprendentes comparecientes, ilustres siluetas de detectives diferentes en la primera entrega de la justicia y el orden.
Los nuevos ya forma parte esencial, de la magistral True Detective, que no abandona un caso o deja cabos sueltos... o sí. Porque aquellos revolucionarios, filósofo y ejecutor, se topan con las dificultades externas y las situaciones sociales, que apenas cinco años atrás, un par de muchachos reconocían en las estrellas, maravillando con sus personajes. Para ahora, verse transformados en motores ocultos y titánicos de la narración y de esta gran True Detective, que nos deleita con su calidad e interpretaciones. Claro, en 2014, hablábamos todos de... con Woody Harrelson y Matthew McConaughey.
A algunos les atrae la traducción del título, como Detectives Verdaderos. Personalmente prefiero el ambiguo concepto de Detective de la Verdad, pudiendo ser incluso, encerrado o terminado con una interrogación, en contraposición a su causa.
El tiempo se encargará de poner las cosas en su sitio, eso decían en la escuela o academia de policía... menos los recuerdos. Que se amontonan sobre las imágenes borrosas y los juegos infantiles, que se van empañando como la respiración entrecortada hace marcas sobre el cristal de una mansión lujosa. Las ideas se diluyen en las hojas de un escritor mediocre, matando al mensajero o aquel sonido entrecortado, de los radios de una bicicleta con sus ruidosos adornos, abandonando la aparente seguridad o los gritos en el parque de un soleado atardecer.
Sin embargo, todo es más oscuro, tras unos minutos. El tiempo crea círculos completos, silencia las voces y emborrona verdaderos tirabuzones de realidad, cuando la raíz ancestral de la naturaleza, es llamada a filas detectivescas, en la sombra de un hombre antiguamente encargado de la producción de ciertos episodios actualizados en The New Alfred Hitchcock Presents y de formalizar la pareja famosa en Miami Vice, llamado Daniel Sackheim y director de cuatro capítulos en esta ágil, pero currada, tercera investigación.
En todos los sentidos, el tiempo es una incógnita... O un enorme acertijo, que tendrás que ir descifrando con huellas envenenadas, revelando poco a poco, que se nos va de las manos. Disfrutando los encuentros o sufriendo las pérdidas, que nos encuentran, las personales emociones o las relativas a otros cercanos. A todo aquello que nos perteneció, el valor o la inocencia, o de lo que estamos construidos mentalmente, para construirnos con poderosos cimientos o débilmente.
Sin duda, nada parece lo mismo, los granos de arena caen pesadamente, y cuando te das cuenta, ya no estás en una playa desierta, sino en la misma jungla. En el momento en que comienza el hecho o el caso delictivo, cuando conocemos el amor o nos acercamos al final de un trayecto, cuando nos refrescamos en las últimas fuentes del conocimiento, para una definitiva resolución... de los problemas. Salvo los sentimientos, que permanecen colgados de un hilo entrecortado con el pasado o la página no leída de una vida... siempre.
Retrato de un Crimen.
Una historia policíaca, parece incompleta en estos tiempos, si la historia no está a la altura de un gran actor (a algunos pareciera ser una realidad, para un presente no), pues la escena del crimen regresa con pie firme a la página de sucesos de True Detective. Como el insaciable hambre de Mr. Alí, la incontinencia de lengua y obra de Mr. Dorff, o la placentera presencia de una dama, con la que encararse a una trama menos científica, por los tiempos arcaicos de una ciencia policial, llena de turbulencias y desencuentros fatídicos, de golpes mediáticos o impulsados, por... no sé sabe o se puede decir...
La curiosa distorsión viene encabezada y encamada, junto a Carmen Ejogo, que significa el punto de inflexión dentro de una vida dura de detective, del protagonista y sus raíces enfermas. Otro foco algo divergente con su trabajo y sacrificada labor con los demás, las voces silenciadas por la fuerza, aunque ejerza también, como protectora de esos ojos, educadora emotiva de esa cabeza y confesora privada de sus labios, que emiten planes ocultos o misterios sin resolver. Debiste callar ahora... O como diría la pomposa actriz de vuelta, Angela Lansbury, sin Mary Poppins, sino cerca de su Jessica Fletcher en Se ha Escrito un Crimen, que era otra solitaria, fémina brillante e investigadora secreta de las palabras y las muertes violentas. Pero, con menos rastros sangrientos... Sí, se escribió el crimen, pero... ¿y la firma?
Creo que todas estas mimbres, enfoques narrativos, despistes y enigmas físicos o metafísicos en su corta historia, elevan ya a True Detective como una de las mejores series policiales de todos los tiempos. Esperemos con vistas a más casos en el futuro, (si nuestra memoria lo permite o la fuente fluye), aunque en contra, ciertos críticos golpearan sin escrúpulos una segunda resolución, que si bien es cierto, no podía alcanzar los niveles intelectuales de la primera, personalmente parece que fuera bastante respetable o aceptable, para gustos, colores, sexos o tonos de piel.
Vale, no todo lo que reluce es oro o piedra preciosa de la mayor tasación, y por tanto, se queda navegando entre dos batallas completas, pero posee su propia luz y hay que respetarla. Siendo una bala distinta, que sobrevuela un mar de calma trayectoria y chicha responsabilidad, pues lo cierto es que la inteligencia, ha ido llegando de de dos en dos.
El baile de parejas, ha aparecido a una cita que parecía inasequible, que la mayoría de admiradores a este entramado de sensaciones, divagaciones personales y apariencias, apremiaban o necesitaban, hacia una nueva cúspide de suspense. Con diferentes efigies y a través de sus razonadas personalidades. Y, ¡vaya! si lo han alcanzado. junto a esta pareja de zapatos desgastados por el uso, ¡Mr. Ali y Mr. Dorff! en armonía disuasoria. Una especie ramificada de Jeckyll y Mr. Hyde, no diré quién es quién, ni en qué instante... os toca llegar a ese conclusión o ejercicio mental, sino... ¡qué sería de don Alfred!
El caso, desde que comenzaran su par de actores de éxito y hoy convertidos en productores, es que descubrimos que no estábamos solamente de investigaciones de campo, en brazos de escurridizos asesinos. Sino que se trataba, de escudriñarse la sesera, de una forma sorprendente y admirable, que nos llevaba por el camino de la actual alienación de la sociedad.
Su imagen como policías, casi sin fortuna, forma parte de la frustración, las presiones y las conexiones emocionales, que distorsionan la verdad, la esconden en lo profundo de una cueva, en busca de una respuesta o la redención. Esa cualidad que nos facilite un respiro en la búsqueda de la verdad, una salida, principalmente, para encontrarse con ellos mismos.
Nos topamos con pruebas, que conducen o desvían la atención del espectador. Nos adentramos en sus pensamientos y los rocosos recuerdos (por ahora), en esta ocasión divididos en tres etapas vitales, que reflejan los cambios acaecidos en las vidas de los protagonistas y el esfuerzo sobrehumano y mental, para ofrecer una alternativa al silencio. Disfrutar de los diferentes niveles, encerrado en tan arriesgada y magnífica estructura temporal.
True Detective III, es otra aventura por la vida privada de los agentes y sus pensamientos condicionados, elaborada con buena arquitectura criminal, lapsus coordinados para facilitar la narración y mucha paciencia personal. Como la que mantienen frente a las víctimas, inocentes de la coacción dentro de un desestructurado crimen, muy cercano por otra parte, a un corredor de fondo o actor de pretéritos complicados. A otros se les complica el presente, en cambio, o se les niega patéticamente el futuro, aún peor.
Por consiguiente, además de interpretaciones y el guión, hay que destacar como ese notable, elegante y pulido ´rolls`, de color negro hacia el cadalso, a los principales causantes del grácil y destacado montaje, o viaje a las letras de una investigación caústica para todos los implicados. A una enfermedad casi desconocida, demasiado actual y denigrante, como fatídica cadena perpetua de nuestros días, en episodio no apto para viajeros poco avezados o con lagunas de memoria, gracias al trabajo de consabidos actores, directores/guionistas y la fundamental labor de montadores, sobre una línea de tiempo difusa y complicada. También a la banda sonora que acompaña sus horas, elaborada por Keefus Ciancia y T Bone Burnett(Walk the Line).
Recordando para estos despistados en pareja o, los iniciados al contacto filosófico frente al crimen, a sus particulares personalidades empezando por, los que prosiguieron con el proyecto y el esfuerzo siguiente, véase Matt Mac y Woody H., como los inolvidables Rust Cohle y Marty Hart, tanto miran, piensan tanto..., se sigue persiguiendo el crimen, observando el nuevo mercado de casos truculentos.
Los que viraron el punto de vista, algo indiscreto, es decir, los maltratados y golpeados Rachel McAdams y Colin Farrell, frente a un enemigo reconocible desde los minutos iniciales, y mutando los hábitos en pareja, de género singular en su 50 por ciento. Me río, porque hay que hacerlo de frente y fuerte, de aquellas críticas (algunas sin firma) que no saben diferenciar, poner a su altura correspondiente los trabajos y esfuerzos, que dirigen a esta ejemplar tercera entrega. Con fabuloso Mahershala Ali, arraigado a su piel morena y sacrificada, que acababa de recoger su segundo Oscar entre líneas (por la atractiva película Green Book) y, un Stephen Dorff que despliega su carisma, tanto como sus abultadas obsesiones, curvas y querencias. Todo cuestión de tiempo.
Los episodios criminales y dúos detectivescos, esta vez, en tres fases diferenciadas y cohesionadas... son, han sido y serán, ejemplo visual para las distintas producciones cinematográficas, desde que el cine se convirtiera en el Séptimo Arte y octava maravilla del mundo actual. O carne de cañón de las generaciones, acostumbradas a la facilidad de una narración lineal, las tomas imposibles tiempo atrás y efectos digitales por medio.
True Detective se ha mostrado, evidenciado en sus casos sui géneris, como una de las joyas de la corona de HBO y clave para la carrera como guionista y productor del nacido en la musical Nueva Orleans, Nic Pizzolato. Debido a su gran calidad narrativa y la realidad ilógica de sus montajes espaciados, con cierto toque surrealistas.
Condicionados a diversas alternativas o esos poderosos enfrentamientos, colmados de cambios físicos y objeciones cerebrales. Y de su primer y notable director y productor, Cary Fukunaga, últimamente volcado en la dirección de la serie Maniac, interpretada por Emma Stone, Jonah Hill, Justin Theroux, Sonoya Mizuno, Gabriel Byrne y Sally Field; además tentado con el ritmo y la vida del músico Leonard Bernstein en The American, o su visión del Bond24, James...
Ël cine policíaco, se dice empezó con un título que ya se intuía en todas las comisarías, Histoire d'un crime y otros más cercanos, como los universales Shelock Holmes y Dr. John Watson, creados por Arthur Conan Doyle, y esperando nuevas o intemporales aventuras. Aunque se atribuye al gran Edgar Allen Poe, la primera historia de detectives, publicada con el título Los asesinatos en la Rue Morgue, en la revista de Graham's Lady's and Gentleman's Magazine, como un cuento pavoroso de investigación criminal.
En televisión se produciría la primera serie de policías, conocida como The Cases of Eddie Drake, hasta que llegaran rostros famosos y buenas historias de intriga de éxito, con The Lone Wolf, y sobre todo, The Mask con Paul Newman y el Perry Mason de 1957 con Raymond Burr y sus compañeros judiciales. Fin de la comunicación, este mensaje se autodestruirá... tras un penúltimo trago de alcohol.
Fuimos tan jóvenes... e impetuosos.
Lo más destacado en esta trilogía detectivesca de proyectos mentales, es que la serie siempre ha mantenido el nivel de excelencia o entretenimiento, la atmósfera de intriga y unas notables actuaciones, independientemente de los rostros elegidos para cada desenlace delictivo, o de los ojos que se situaran tras los guiones o las cámaras, el propio Pizzolato en su primera labor en la dirección, Jeremy Saulnier (Green Room, Hold the Dark) y Daniel Sackheim, un director habitual en trabajos para la televisión. Siempre garantizando el interés de los siguientes sucesos mediáticos y futuros dilemas morales, discusiones sociales o repercusiones familiares.
No hacen falta relevantes adversarios físicos (ni siquiera grandes mentes criminales), porque la máxima atracción de los casos y los comportamientos malignos de sus oponentes invisibles, se traslada a una anónima y profunda reflexión que permite al espectador, seguir cuestionando aspectos mediáticos de los casos reflejados en la sociedad y cierta crítica institucional. O aquellos ángulos abiertos hacia una crítica universal del comportamiento humano.
Las interpretaciones y la polémica, filosófica o moral, son algunas de las principales bazas entre pensamientos de sus personajes y el gran público. Pero, cabe destacar las arrugas físicas reflejadas ante la cámara, los aspectos visuales y la ambientación en las localizaciones temporales, las posiciones y movimientos adecuados de la acción, para cerrar un círculo perfecto contra las injusticias sociales o la maldad en general. Esas características expresiones de personajes al límite, encerrados en sus diatribas, complican subjetivamente la estructura de sus vidas privadas, los embates profesionales entre la espada y la amistad, el compañerismo en instituciones o la falta de él y por ende, aquellas fracturas emocionales que emergen de cada resquicio u oquedad asfixiante, inserciones emocionales que se observan en el transcurso de las investigaciones. Ah, y la inteligencia, que conforma el ser, que respira en cada poro de los protagonistas selectos, exquisitos exponentes de la ley y sus sesudas contradicciones.
El tiempo funciona es esta oportunidad, como un ancla contra el oleaje que rompe alrededor, que exalta las personalidades y frena la búsqueda de la excelencia profesional e inteligencia humana. Asfixia la consecución de los retos, sociales y personales, invitando a las drogas en el ámbito privado o familiar, donde el sexo funciona como un reloj de baratillo y colecciona una ristra de engaños, ocultaciones de hechos, secretismo en pareja, celos o libros cerrados. La vida se escapa en el calendario rústico de Arkansas, con fotografías nostálgicas del ayer y naturaleza perdida, pedregosa y escarpada, como la condición religiosa en la actualidad, que pregonan la negación clásica, la dejadez y una extremada rectitud, sin demasiada ética.
Para el periodismo de investigación (aquí circunstancialmente provocado o alcanzado), se consigna como engranaje perfecto de las manipulaciones y tergiversaciones entre pareja, con el fin de encontrar el lugar, frente a obstáculos machistas u otras amenazas. Disfunciones que provienen de un curioso reparto, encabezado por un desquiciado Scoot McNairy, invitado en Once Upon a Time in Hollywood de Quentin Tarantino, el carácter extremo de Mamie Gummer, próxima Electra en la serie Gods & Heroes, la separación filial representada por Ray Fisher, Cyborg en La Liga de la Justicia y la admirable presencia de la actriz canadiense Sarah Gadon. Granito a granito, la arena llega a buen puerto...
En aquellos momentos mágicos, el amor y la amistad, creaba postales para el recuerdo, cartas y textos esperando ser releídos, sí te atreves a ver la verdad escondida... Parecían ser motores de nuestras vidas, porque no pensamos que el tiempo, se encargaría de desnudar a la juventud y la franqueza directa. Simples sensaciones, colgadas de un verso, que podían hacernos olvidar por un instante, que tras aquellos ojos se esconderían fotografías, frases e ideas, y no lo pensamos, encerrados en nuestro egoísmo o deber.
Al igual que olvidamos la desgracia temporal y el sufrimiento, en un mundo empequeñecido por segundos embargados de calidez, montones de recuerdos en cajones dorados, cuando la pérdida es la única compañera y el dolor profundo, se resuelve como mera ilusión temporal en nuestra cabeza. ¿Cómo está...? Tan perdida como las pistas que tratábamos de recopilar y encajar en el puzzle, el propio de nuestros miedos y necesidades, con las capacidades desmejoradas que atesorábamos para descifrar el misterio. Todo eso representa, la efigie sincera de Mahershala Ali y el trabajo de sus compañeros de reparto.
En eso consiste la esencia vital, en verdades o mentiras, querencias u odios... presente y no futuro. Mirar las manecillas, cuando la vida depende de un hilo, demasiado difuso.
Aquellos niños que montaban en sus bicicletas, parecían tan inocentes y plácidos, que nadie vio el peligro y que la vida depende, a veces, de un juego sin risas. Un juego de pareceres y decisiones erróneas, que da paso a otro más huidizo y peligroso, el del gato y el ratón. El gato es el detective, pero se convierte a su vez en ratón, cuando la memoria empieza a juguetear con sus "siete" vidas, revolviéndolas y adulterando las pruebas. Camuflando la realidad de apariencias, limitaciones y frustraciones procedentes de otros intereses (ahora parecen ocultos, ahora no), enfrentándote a tu sombra, que posee la silueta de un amigo, sepultando cabos sueltos o intentando deshacer aquellos nudos gordianos de la narración, entuertos en que nos vimos comprometidos en la vida, señalando con dedo acusador a estrategas, mentirosos y conspiradores poderosos... pero, ¿y tú, agente? Pues, apuntando al margen de un libro biográfico, todas las cosas que no nos atrevimos a decir, dificultades con expresiones críticas del pasado, comentadas sin arrepentirnos después. Dejando un dolor imborrable que tarda en desaparecer, toda una vida, o al menos, toda una memoria.
Los últimos minutos de claridad caen, turbios y peligrosos tiempos para un policía, o una pareja olvidada, distanciando lo que más queríamos a nuestro lado. En horas se perdieron de vista los radios de aquellas bicis, para el verano de Arkansas con la mente puesta en Oz, aunque fueran observados por decenas de ojos, en un segundo. Años estancados que piden progresos, o no... y que abras tu frío corazón, en un instante, de paciente rastreador en mil batallas, a reflexivo analizador, o el aniquilador entre el fuego de la jungla y la realidad del asfalto, en aquella época de protestas y humillación.
Sin lugar a dudas, los matrimonios profesionales, conforman estas conjunciones detectivescas y personalidades comparadas, que nos ha llevado de la mano de sus grandes protagonistas, desde aquellos primeros clásicos solitarios de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, que nos dejaron boquiabiertos con sus diálogos concisos y ciertos axiomas metafísicos. Para luego, en segunda temporada, acercarnos a una realidad criminal más próxima a la tierra y sus congéneres podridos, entre diferencias de género y enseñanzas que condujeron a un dramático desenlace, de manipulación mental y catarsis violenta. La tercera es la congelación del tiempo, configurado en los ángulos de un rostro lleno de arrugas... ¿dudas?
Tan separadas y diferentes, una de otra, como las palabras en un escrito. Emborronadas en nuestra limitación pretérita o realidad humana, frente al resto de procesos del universo, majestuosos, incalculables o lejanos, enfermizos. Dentro de los parámetros de la distancia y el tiempo... si es que éste, existe. Éramos tan jóvenes...
Gajes del oficio, seguramente...
El Desgaste del Tiempo...
Si en la primera temporada, el paso del tiempo era lineal y de efectos trascendentes, la siguiente se anclaba al terreno y al día a día de un agente (y no, no diré agenta), valiente y esforzada para resolver asuntos más paganos, donde la familia tenía más peso en la trama. La diferencia narrativa (y también visual) podría significar el retroceso o la involución de cada componente y su peculiar perspectiva en la serie True Detective. Mas, este último advenimiento, es un giro copernicano a las manecillas o una revolución albertiana "de Einstein", que recalcula las necesidades en cada conversación o estrategia, separando o reuniendo según las perspectivas, la idea de una prostitución contraproducente, como la pensamiento religioso extralimitado, frente a aquella inocencia mancillada o secuestrada.
De la misma forma, que condiciona el miedo ante la falta de seguridad de los suyos, condena a la memoria por la ausencia, trastorna la transformación física e invade la convivencia. Pequeños momentos de felicidad, con el roce de lo cotidiano, ante el amor idealizado o poético, en fantásticas elipsis; frente a la paradoja del tiempo y su memoria... frente al encuentro con un mal de altura (¿verdad Mr. Dolor?), el poder desmedido, el alcohol y la psicopatía.
El encuentro fortuito da paso a un proyecto inacabado de vida, que se despliega ante ti, y se oculta de pronto, como cortes desgastados de una película de la que ya no conocemos el título, ni los intérpretes... Acaso, de la perspectiva de nuestra mente con el futuro de nuestros hijos. Desciframos algunos problemas familiares, que se apagan a la semana siguiente o tal vez, el segundo, olvidando cual había sido el motor de la discrepancia inicial, sin justificación. O las personas alrededor, que estaban involucradas en tan tensa situación. El indescifrable cerebro tiene estas desmemoriadas contradicciones, con la singularidad del corazón, que nos hace olvidar las situaciones más importantes en nuestras vidas y esconde el deseo, en un agujero oscuro y profundo. Y todo forma parte del caso, ¡detective!
El recuerdo de rostros de las personas que necesitábamos o las que nos quisieron, sin pedirnos nada a cambio, profundizan en la alienación, en la desorientación de la sociedad y los medios, la afectación en nuestro trabajo o debe, indecencias de trepas y busconas, nos alejan del verdadero relato. Sólo unos besos o abrazos... aunque también, aquella terrible conversación... nos devolverá a la lucidez por un instante.
Este tercer asunto policíaco, la primera línea del tiempo nos lleva de viaje a la marginalidad, montados en cadenas solitarias, saliendo de los domicilios de un barrio humilde y desgraciado, donde los aciagos protagonistas serán sus ocupantes despreocupados o patéticos retratos. Desgraciadamente, la escasa edad y falta de ataduras docentes o vigilancia paterna, aparentemente, agravan su suerte y retrasan las ganas de soñar, a través de otros juegos más indecentes. Porque, efectivamente, estos policías dedicados no estaban allí, para echarles una mano, no oyeron lo que contaban las paredes de los hogares propios o adyacentes, ni las miradas de los vecinos o conocidos, que les vieron atravesar a pedaleo rítmico, los confines de un barrio, hoy silenciado. Cerca de... dios o el diablo, repasando el reparto, observamos su nombre.
Después, supimos que los agentes, intervendrán en este caso de juventud, que se enquista progresivamente, hasta convertirse en una especie de enfermedad de la maldita edad. Que los podría acabar devorando por dentro. En las afueras del intelecto, van a comprobar que la verdad, tiene caminos insondables e inimaginables.
¿Es un señuelo para engañar o una situación marginal, que acaba en inesperada desaparición? Pudiera tratarse de un caso esperpéntico y aciago, una trama mayúscula o un crimen ideado, cuyas ramificaciones parecieran no tener ningún tipo de freno, ni ganas de desenterrarlo... Excepto ellos, los olvidados del otro lado, que deberán dar varios saltos mortales hacia adelante, con la memoria atrás, y esta edición creativa de la narrativa, gracias al encargado de su brillante montaje Leo Trombetta, que ya demostrara su habilidad en series como Mad Men o Narcos. Definitivamente, el tiempo deberá poner las cosas en su lugar correspondiente, pero y la mente traicionera, ¿recordará todos los detalles?
Los años pasan a través de descubrimientos sorprendentes y enigmas mayúsculos, dirigiéndonos hacia la afectación familiar y la privacidad de un segundo eterno, para hacernos ver claridad, ante un lado oscuro de la sociedad. El viejo espíritu de la resiliencia, sobre las entrañas y piel de unos discretos policías de la verdad.
Profesionales que no darán su brazo a torcer, aunque los hechos dudosos y las consultas familiares, los aparten de la visión concisa, ya que no quieren confundirse de rostros o inmiscuir a seres queridos, en una terrible guerra de sugerencias y apariencias externas. Los efectos del caso, serán dramáticos para unos y otro, durante este último tramo de realidad, saltaremos en ambas direcciones, solamente con el apoyo del compañero, hasta ahora.
El amor y la amistad, se confabulan para desentramar la conspiración, sin que la imagen de la inocencia se borre de sus mentes, si no lo evita la tercera etapa avanzada, en edad y achaques severos del corazón. Pero, una cosa está meridianamente presta, desde aquel principio de los años 70, y es que nunca se rendirán. No abandonarán jamás a ninguna pequeña víctima, por abandonada que parezca o anónima que sea.
Como la guerra de Vietnam, el tiempo marca un fracaso. El caso va marcando, dejando rastros indelebles, comportándose como un parásito que se alimenta de lo cercano y real, hasta que mella en esa resistencia y la montaña de arena se desmorona. Especialmente, cuando se acerca la verdadera muerte.
El cerebro de los niños, no conoce de estos asuntos de mayores, no pedalea hacia sus problemas sociales o psicológicos, ni se fija en la mala suerte, aunque esté ahí, agazapada en drogas y alcohol, falta de cariño u obsesiones enfermizas. Apenas, se advierte o conoce, que este mundo está repleto de desviaciones obscenas, cursos abominables y máxima corrupción, en cualquier situación extrema.
Después de dos décadas, con mil y una vicisitudes erráticas, investigaciones de vías muertas, el cansancio por el ruido externo y los saltos temporales se hace visible, aunque no la causa. Denotamos los cambios físicos de los protagonistas y los residuos emocionales de sus relaciones profesionales o familiares, profundizando en el recuerdo de aquellos inocentes y la opinión del espectador.
Junto a las horribles consecuencias de aquello, el nexo romántico que mantiene al inspirado Mr. Ali, con la literatura y el éxito, abre las puertas polémicas de su hogar, con mirada pausada y firme, dispuesto a descubrir lo que dificultó la resolución adecuada. Una mirada que no pudo ver, en realidad.
Tiempo, nos falta. A corazón abierto y con la mente cerrada, no entendimos de razones, nuevas pistas o confesiones, espúreas u obligadas. Escritas entre los propios reglones torcidos de su vida... la poesía perdida.
Por consiguiente, no lo recuerdo bien, a todos se nos empiezan a notar los síntomas del transcurso del tiempo y las trampas de los años, recreando o escondiendo, las posibles afrentas con seres queridos y otros marginales. Rellenando huecos vacíos con los monstruos y sus víctimas, devoradas por un apetito feroz... (verdad, Mr. Rooker)... con los gestos que no se hicieron y las sombras. Porque en el silencio, ya nada importa. Ni siquiera el recuerdo del sufrimiento. Solamente la voz de los que te acompañan... ya como un eco.
Sin embargo, la imagen de la guerra, no se borrará jamás, ni los inocentes. Lo sabemos muy bien...
Aquel agente de la verdad, dejó por el camino, su capacidad innata, una amistad inquebrantable, una parte de la educación de sus hijos... y una posible lectura.
Las Apariencias engañan...
Turbios y peligrosos tiempos para el oficio de policía... o una pareja. El agente Cohle decía en una de sus encíclicas detectivescas: "Hagamos del coche un lugar de reflexión silenciosa", y quedó tan simpático, como ancho. Le han hecho caso, a la tercera...
Pérdidas silenciosas, como las palabras en un escrito. Como nuestra limitación o realidad humana, frente al resto de procesos del universo, majestuosos, que no suenan en nuestros oídos. Incalculables y lejanos, dentro de los parámetros de nuestra distancia y el tiempo... si es que éste, existe.
Gajes del oficio, seguramente...
Detective Rust Cohle, expresó: “La vida es lo suficientemente larga como para que seas, realmente bueno en una sola cosa. Así que ten cuidado... en qué eres bueno”.
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miércoles, 24 de abril de 2019
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