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domingo, 7 de julio de 2019

Sharp Objects.


Aproximadamente, casi quince años atrás, como el amor de la canción, empecé a recorrer una vía destructiva y reconocer el camino cinematográfico emprendido por el director canadiense Jean-Marc Vallée.
Una historia hiriente que no coincidía con varios estereotipos familiares, donde se reservaba un papel especial y una banda sonora que te marcaba por su calidad o la representación en imágenes del drama. Desde su tierra natal de Montreal, se hizo gigante y decidido ante lo desconocido y el éxito profesional, observando de lo que era capaz, contando con su particular punto de vista y sus convulsas narraciones en entornos castigados y polémicos. Alcanzando a todos los miembros excéntricos que pertenecían a sus peculiares familias, en conflicto eterno.

Poco después, al visionar algunos minutos de aquella, su obra maestra C.R.A.Z.Y., advertí que era otra forma de narrar, completamente arriesgada, visualmente atrevida y de montaje sin par (si bien llevaba 5 trabajos en su currículum),y mecha para filmes futuros, como The Young Victoria, Dallas Buyers Club, Wild o Demolition; aunque incomparable en otros sentidos sociales, criminales y educativos. Rasgando la piel del espectador hasta hacerla jirones, para ir descubriendo un mundo escabroso, lacerante, pero lleno de matices y discursos abiertos, cargados de alta tensión. En el pensamiento crítico que evoluciona en nuestra mente pasados los años, hasta derivar al vacío, a una caída sobre sus actuales reflexiones y trabajos en la producción televisiva. Quizás, por eso, andaría un poco constreñido por la multiplicación de las propuestas. El trabajo es bueno y afilado, hasta cierto punto.

En la gran pantalla, aquel trabajo resultaría brillante, denso y vibrante, con una mente abierta capaz de albergar las diferentes posibilidades, la crítica y desarrollar todas aquellas vidas dolorosas. En alguna ocasión, más bien, patéticas. Percepciones que arraigan en el interior de los seres humanos y lo dan la vuelta como un calcetín, con algo de aroma a efímera esperanza. Con alguna excepción...
Hombres y mujeres, juntos o revueltos, enfrentándose a sus diversos problemas diarios, en árboles genealógicos que devoran desde las entrañas y echando un pulso particular a tan fragmentada institución... Como veríamos, incrementado por cien en posteriores interpretaciones sobre el dolor, la mentira o el celo, la sobreprotección paterna y la falta de comunicación. O por encima, el desentendimiento entre clases.

Sin embargo, ahora las palabras e insultos, crecen como una enredadera, trepando sobre el pasado en nuestro cerebro y descendiendo por la dermis de sus personajes femeninos, cambiantes, habladores y posesivos. Aquí separados en tres partes, que engañan y se enfundan en trajes adictivos, alimentándose de su energía cinética, hasta ir menguando el espíritu inicial de la serie. Descomponiendo cada tierno brote a su alrededor, comparando la infancia o juventud, comparando con la edad adulta, acabando con la inteligencia subjetiva o engañando con energía positiva a la vida real. Esto es, ideando un juego primitivo, el viejo juego de las apariencias, de disfraces cara al exterior, de tretas enemistades, entre ideas y callejuelas donde ronronean los gatos, entre otros cazadores peligrosos, acechando a los pequeños ratones. Las víctimas, ¿no lo sabías?... Normalmente, hijos. Puede ser... una maldición que sobrevive a las civilizaciones o sociedades modernas.

Desde luego, echando la vista atrás, sobre las peleas de aquella impactante película titulada Crazy, comencé a entender los entresijos ocultos de Mr. Vallée. Sus devaneos con la violencia física, el desprecio personal y el mal carácter de algunos personajes, tanto físico o verbal. Acciones que anticiparían los desaires familiares de hoy y las diversas repercusiones sociales, multiplicados hoy en sus distintas facetas, clases y formatos.
Las implicaciones morales que le gustan a este peculiar realizador canadiense, vienen marcadas por una estética particular, estilizada, envidiable y moderna, que no deja indiferente al espectador. Al igual que las referencias a sus personajes (masculinos-femeninos) que se van retratando durante esas regresiones temporales. Con vidas contadas como otra historia dentro de la siguiente, y desarrollando estéticamente esos ambientes enfermizos que los envuelven. Así como los ambiente, les hacen vulnerables, casi siempre.

Regresiones conflictivas.

El tiempo pasado, es otro personaje más, que va creciendo en regresión conflictiva con el presente de los personajes, ya de por sí, miembros caóticos en sus viajes familiares al más allá, y la violencia infinita. Dolor sometido, entre el onirismo patético y visual, la desnudez narrativa o esa asfixia mediática, que funciona silenciosamente alrededor del todo. En forma de expresión enfermiza de la realidad familiar.

Siempre luchando, con la esencia femenina en conflicto perpetuo, respecto al agrio carácter masculinizado sin compasión. En esta última ocasión, siempre mirando directamente a los ojos de los vástagos y la debilidad evocadora del proteccionismo. Sharp, son pequeñas incisiones, grandes heridas metafóricas, que recorren el pasado, explotando en el presente, para recrear una ´guerra` actual e interna que deja multitud de cadáveres o mentes traumatizadas, por sus numerosas implicaciones. Objects, serían los juguetes rotos...
Sus visiones parecen verdaderas recreaciones poéticas, salpicadas de tendencias extremas y violentas, palabras que dañan más que las heridas físicas,y que desarrollan las problemáticas de la sociedad contemporánea. Hasta reflejarse en nosotros, el público.

Extrañamente, Jean-Marc se dirige hacia el abismo, o ese lugar donde realmente se convierten en reacciones psicosomáticas y peligrosas, el terror. Ejerciendo un poder enfermizo, que ahondará en el posterior crecimiento de viejos comportamientos individuales, ya sea como seres adultos, o verdaderos monstruos.
Con el tiempo, y las ganas que nos quedan abiertas como aquellas heridas históricas y sociales, el también guionista y editor de la región de Quebec, Mr. Vallée, se ha convertido en un productor de éxito para HBO, tras sus primeras películas más desconocidas (a las que debería hincar el ´diente` en algún momento... si llegasen con cierta facilidad a mis manos). A través de dos sonadas incursiones en el mundo de la producción televisiva, en la actualidad dramática frente a la realidad. Dos producciones que convergen en aquellas duras circunstancias familiares del pasado más loco o inquisidor, y los desencuentros genéricos que lo hacen especial ahora. Son fragmentos desequilibrados enfrentamientos de tutores iracundos, con sus vástagos.

En aquel filme el enfrentamiento generacional estallaba entre los variados puntos de vista de sus personajes, respecto a otros temas polémicos como las relaciones personales, los gustos y porvenir de la especie. Desencajes enraizados en la piel y la mente de sus distintos componentes, que irían desde la atracción sexual, las preferencias sobre el deporte, la cultura o una de sus debilidades personales, la música, como grácil telón de fondo. Remarcando sus extremos en la desequilibrada balanza.
Hasta concretarse en procesos psicológicos más dañinos, e interiorizados por comportamientos extremos que pueden causar el apocalipsis familiar, Incluso el crimen.
Fugas temporales y luchas generacionales, son su campo de acción, girando alrededor de la amistad y el sexo, que marcan los pasos descontrolados de los personajes en el ring del tiempo. Cuando la campana no detiene la pelea y se convierte en un locura incontrolable, dolor máximo en las punzadas descritas en Sharp Objects... como en otras anteriores y futuras.

Allí sobre una lona resbaladiza como la mala baba. Entre las doce cuerdas,o las cuatro paredes, normalmente lujosas, el choque paterno-filial estaba casi garantizado, como un ejemplo esperpéntico, adictivo, ruidoso, catatónico y... sangriento en muchas situaciones. Produciendo un caos psicodélico dentro del seno familiar, que se tambalea y amenaza con la destrucción general, o esa parte indivisible de cada elemento, a cada golpe encajado directamente en la mandíbula.
El director es un especialista en personajes atrapados, arrinconados con el rostro desfigurado como un cerdo asustadizo, marcado con sus expresiones de dolor o pánico. Algo racial que llegaría a socavar la protección física o mental de aquellos más débiles, que se encuentran con la violencia de sopetón, debido a la inseguridad por la tierna edad o la categórica represión de los adultos. La incomprensión a cierta edades es la mecha, y la violencia es la incisión, que acaba abriendo el túnel mental y devorando todo en su interior. El verdadero agujero negro en el cine o la obra de Jean-Marc Vallée, además recordando que otro productor como Gregg Fienberg, se entregó al crimen de la mítica Twin Peaks en los años 90.

Aunque han pasado los años, el cine de M. Vallée sigue tocando los mismos palos, agitando las mismas ramas genealógicas, buscando frutos caídos o sustancias podridas. Pero, tal vez, más ennegrecidos todavía. Endurecidos o embrutecidos por la amargura, delimitados por la frustración o el miedo, hasta subdividirse en convulsiones éticas que afectan a otros miembros de la familia o comunidad, contagiándoles (tratándose de vecinos o amigos), hasta nosotros los espectadores. Todos estamos representados en estos instantes de provocación controlada, dentro de una pequeña ventana global y este nuevo impacto generado por la calidad televisiva que se ha producido durante los últimos tiempos. Twin Peaks ya lo inició hace tres décadas, a pesar de las duras historias contemporáneas, que nos invaden en la realidad.
Por eso, vamos siguiendo la argumentación caótica de los tiempos, desde sus narraciones interruptas o imágenes catárticas, las que vendrán o por las que me he dejado llevar a través de pequeñas descargas psico-eléctricas.

Son modificaciones de la devastación personal y las querencias enfermizas, que siempre parecen volver.
Sin haberme percatado de algunas consecuencias temporales que intervienen, hasta ahora, verdaderas, enormes falacias, que aparecen de nuevo.
Sin ninguna condescendencia con el espectador y sus gustos generalizados (a veces reiterativos), esta penúltima producción televisiva de HBO, ha contado con esta especial y compulsiva mirada del director canadiense, para disfrazar a los lobos de corderos, y los corderos de cerdos, para crear incertidumbre irresoluble con su pasado cinematográfico.

Parece que mantuviera su primera argumentación, su primera encíclica visual del desgaste familiar. Pero separada a su vez, tras los conflictos filmados frente a otras categorías narrativas que ha revelado su obra, o esas grandes pulsiones individuales, que conviven con el carácter de sus representantes ilustrativos aferrados al miedo. Los géneros narrativos, se transforman en expresiones televisivas de sus ´pequeñ@s` y sus manadas, así podemos comprobar que hemos girado juntos, chocando, crecimos hacia el actual comportamiento esquizofrénico o terrorífico. Ojo por ojo... y dientes, no para todos los gustos...
Ciertamente nos hemos salido de corral, los corderos siguen en el matadero. Esta es la nueva incursión psicológica y atípica definición contemplativa del director Jean-Marc Vallée, que deambula hacia un interior horrendo, secreto y delicado, como pasara con aquel joven de Crazy.

Ahora adentrándose lenta y peligrosamente al matadero, por este universo de asesinos en serie y las producciones irreales de suspense psicológico, sin marcas ni hemoglobina. Donde el impacto de las agresiones a adolescentes o niñas, sigue acrecentando la polémica y las denuncias que surgen en muchos lugares del mundo. Un mundo donde los acosos psicológicos, los maltratos en el colegio, los abusos o los conflictos en círculos cercanos, no para de crecer. Como esta violencia... que agobia, paulatinamente.
¡Qué algún dios o los American Gods, nos protejan!

La Familia... Des-unida.

Decían los viejos escritos mitológicos, unidas podemos combatir a los hombres, protegernos de las huestes machistas. Muerte a los depredadores que se aprovechan o maltratan, o acosan a las inocentes almas y se alimentas de jóvenes de nuestros países o pueblos. Las hordas de maltratadores que utilizan la fuerza contra nuestras hermanas, marginadas, denigradas, violadas... asesinadas. Seamos una Famiglia, al estilo Soprano´s, piel sobre piel, ¡matemos! Diente por diente, puercos.
Hey, espera que no es el final... ¡esto es Sharp Objects!

Pero, curiosamente llega un director en auge, que avala con sus anteriores obras y visiones maduras, esta defensa mayúscula de la mujer y otras minorías proscritas. Para aturdirnos con el horror, agrietado como un techo para casa de muñecas, acercándose a lo recóndito, en una historia escrita por la guionista Gilliam Flynn.
También periodista como la protagonista y cercana a su comprensión filosófica, adictiva, mediante su extrema educación o formación académica. Autora de aquella magnífica Gone Girl, entiende del fracaso y la persecución, cuando fuera adaptada al cine por el gran David Fincher y su montaje diabólico, hermético e irrespirable. Para descubrirnos otras alternativas posibles a este revoltijo familiar, actualidad genérica, que nos acompaña en el sueño y afecta, que es tema común en pesadillas mediáticas o las preocupaciones domésticas de una escritora de Missouri.

Un lugar olvidado, donde una matanza de cerdos es una parábola o extensión, sobre aquella salvajada familiar practicada tras las compuertas metálicas de una casa tétrica y terrible en Texas, en plena tierra sagrada de los dioses norteamericanos. Eso sí, contagiada, no separada de otras mentalidades en distintos lados o expresiones diarias, pues, muy dispersa es la mirada asesina y cubierta con diferentes pelajes... Ante lo que nos hallamos algo descolocados. Diría, ¿desunid@s?
La actriz de origen italiano (Vicenza), una disciplinada Amy Adams también como productora, se desliza delicadamente sobre los aromas rancios de la familia, con un aspecto y una voluntad, ya no tan juvenil como aparenta. Le falta algo de espíritu rebelde o compulsivo, debido a esos tormentos que generaron otras perspectivas y preguntas sin respuesta, que se ramifican en varios sentidos. Incluido el feminismo respecto al trabajo o el recuerdo del trágico fallecimiento de una hermana mediana. La veremos en el filme The Woman in the Window del director Joe Wright (condecorado por Pride & Prejudice, Expiación y Darkest Hour) y Hillbilly Elegy de Ron Howard.

En primer lugar, las medidas estrictas que se encuentra esta periodista introvertida y variable, al enfrentarse con las bajezas morales de una madre que la llevó por el cautiverio mental, e interpretada meritoriamente por la excelente Patricia Clarkson (Shutter Island y de nuevo, en la siguiente película de Isabel Coixet titulada Light on Broken Glass), hasta cultivar un extraño comportamiento. Las repercusiones del tiempo aciago, el dramático paso por un maldito psiquiátrico y los efluvios mantenidos del alcohol o las drogas de diseño. Sin embargo, falta algo de carácter rebelde y drástico, contra la manipulación o el control, a mi parecer.
Algo que contrasta, con los tiempos reales que corren en nuestros callejones urbanos, en nuestras mentes globalizadas o por familias desestructuradas. Con la libertad aparente, a través de caretas que convierten a los corderos en lobos. Esa falta de seguridad que empaña nuestros sentidos individuales, transformado a la masa en un todo peligroso, empapado de estupefacientes y miradas atravesadas.


Para ello, el realizador fichado por HBO, se fija en sus pieles maltratadas y dentadura, acompañado por sus creadores de Blumhouse Productions y eOne Television, con los que se acerca al misterio oculto en esta pequeña población de Missouri llamada Wind Gap.
También a los estercoleros mentales de una familia acomodada, que se verá ampliada próximamente, con muy distintos elementos a aquellos texanos del gancho y la motosierra, y su gusto por la sangre, sobre la que actúan los silencios, demasiado cadenciosos o pesado, y demás heridas del pasado.
La periodista Camille Preaker regresa a sus antiguas estancias, labores para comprobar que algunas cosas discretas, siguen teniendo el mismo sonido, otro grito de libertad... Que hoy, intenta ahogar entre alcohol, sexo encubierto y diferentes temas del grupo de rock, que no sé bien a que se debe. Esto es, la ensoñación de ¿Led Zeppelin?, cerrando su cincuenta aniversario...

En cambio su misión delicada, apoyada por los compañeros o rescatadores del periódico, tras la noticia queda en un rincón oscuro, irá tratando de inspeccionar el terreno. De indagar entre las sobras, husmeando los violentos actos que se han cometido últimamente, sobre su tierra y sus antiguos vecinos. Una circunstancia remota que reabre nuevas apariencias, que podría ser el reflejo de antiguas heridas en la piel, de instrumento para nuevas torturas.
Es otra cara distante en el director canadiense, son los retratos de unos hombres malditos o complicados, duros estereotipos de enseñanza masculina, que aparecen en esta serie estadounidense, como en otras intercaladas.
Los hombres de Vallée, proyectan las desviadas personalidades de sus padres, egocéntricas o hipócritas, caracterizadas para el complejo de otras generaciones atrapadas. Aquí, bajo la división corpórea de dos policías, que muestran sus diferencias entre sí, y cerca de las representantes del género femenino, a las que deberían proteger... o amar. Rostros ilegibles o dignos de complejos, con los actores Matt Craven y Chris Messina (Argo, próximamente en Birds of Prey, The Fantabolous Emacipation of one Harley Queen). Cuidado con esconder la verdadera personalidad, chicos... Puedes hacer perderse al personal.

Casa de Pesadillas.

Su cine pronosticaba un sinfín de conversaciones al filo, conflictos sociales o pesadillas personales, que anticipan la tragedia con su banda sonora albergando otras posibilidades terroríficas. Se han hecho realidad ahora en la superficie, falta adentrarse en la inmundicia y revolcarse en ella.
Sharp Objects, desgraciadamente, carece de infinitas repercusiones éticas, que pudimos comprobar, en estado latente y mediático, sobre los rostros de aquellos padres y madres, tutores o profesores, de aquella primera temporada de Big Little Lies. Que, en otro orden de cosas, es otra historia futura a relatar en este blog perdido en el espacio y la contingencia social.

Con la gente sentada en sus sofás y ciudadanos vilipendiados o cortocircuitados, observamos a maridos y esposas, hij@s y demás conocidos, entre cuerpos sacrificados, convulsiones nocturnas, y otras marcas muy dañinas en la actualidad. Veremos que nos depara un futuro, posiblemente sin esperanza, frente al odio diario, la tergiversación y la gloria conquistada. Los traspiés malditos que te arrancan los incisivos en la caída, quedando marcado de por vida o son fantasmas crecientes de la vieja medicina. Colmillos apilados como señales, pesos eternizados a nuestras espaldas, abiertas en canal con incisiones pútridas, que supuran y crean otros problemas, más graves aún.
Lamentablemente, serán las heridas, más cercanas en el hogar de las pesadillas y... mentirosas.

Aquellos domicilios, cárceles inquebrantables sin vigilancia, o mirada indiscreta como dije, sirven como ensayo para las nuevas locuras u obsesiones, que nos rodean. Las interpretaciones del dolor o la angustia, confabulan y se retuercen, hasta desaparecer de la vista. Las repercusiones mediáticas, generan pérdida, en una sociedad que convive con el miedo, los efectos narcóticos y el odio generalizado... lugares escondidos, donde nos ponemos en el lugar del otro, solamente en aquellos instantes de soledad infringida sin compasión, o derrota irreversible. Que nos arrinconan en una casa de terror o pesadilla.

Solo necesitados de una posible, voz amiga, siempre puesta en tela de juicio desde la posición tras el objetivo o parada en seco, quizá porque, el Zeppelin fue un aparato que cayó calcinado, con los plomos derretidos. Un dirigible que demarque la separación eterna entre este bien y aquel mal, entre lo correcto y lo denunciable, ante instancias superiores del orden y la justicia, desintegrada en facciones, banderas o pensamientos mortales.
El fin de esta Sharp Objects, es un salto mortal, que para algunos es difícil de digerir o comprender racionalmente, porque no sigue reglas, salvo la reiteración y la confusión. Hasta caer de bruces en la reales pesadillas, tal vez impensables o no, que se representan en imágenes conductivas o insostenibles, que podrían no ser tan habituales, ni edificantes. Un mundo paralelo del canadiense, lejos de los resortes criminales que se observan en nuestra realidad y que no dejan huella, en el presente, con ninguno de sus personajes. Aunque comprendo otros gustos, por el intrascendente viaje al pasado o retorno, a la matanza.

A veces, es mejor no hacerse otra pregunta, ponerse en la disyuntiva imposible o pesadilla condicionada, que pueda dejar toda la carne semicruda en el asador. O demasiado condimentada, que produce mala digestión.
Un trago con implicaciones de otros personajes con sus giros dramáticos y sus perspectivas demenciales, que faltarían para completar las decisiones enmascaradas. Se entreven sobre la edición o montaje demasiado caprichoso o tramposo, comparadas a esas primeras alternativas, más duras y reales.
Los flashes son condicionantes exagerados, en el crecimiento de los protagonistas y dicho terror contemplativo, insostenible entre silencios y gritos alternos, que se mezclan con múltiples regresiones temporales. Creo que tendría demasiada influencia, la multiplicidad de puntos de vista de sus guionistas, cosa que no me convence en estas realizaciones.

Así como la patología encerrada entre aquellas inquietantes paredes a las que nos retrotrae Sharp Objects, para camuflar los impulsos, bajo los instantes más reservados o bucólicos, metidos con calzador por un tema musical.
Típicos sospechosos trastornados, puestos en el candelero pueblerino y punto de mira del observador extraño, calculando los gestos falsos, la mirada perdida del padrastro y sus poéticos gustos musicales, las objeciones de los cuerpos de policía, la sensibilidad de otros más delicados, el acercamiento entre amistades, la madre evidentemente... Mientras, hermanas de distintas edades se divierten, resultando algo dantesco, como la preparación de un aceite de ricino para la protección de estómagos más delicados, la indefinición de habitantes del pueblo... o la selección rockera que se queda huérfana, pero escasamente prohibida o revolucionaria.

Por último, lo más decepcionante, la correspondencia perdida con el pretérito, con las heridas abiertas que recorren su cuerpo y memoria adicta (pero, ¡no eran objetos punzantes... dolorosos!), a través de unos despóticos dientes del diablo que, en teoría perseguirían la nueva carne.
Esta viene representada por una imagen demasiado protectora y bien interpretada, aunque posea marido apolillado, algo pútrido ante los vicios adquiridos y, una medicina que sólo funciona a base de quejas, polvos rancios y palos.
Esa carta no leída, la mejor, se corresponde con Amma, hermanastra licenciosa interpretada por la joven actriz Eliza Scanlen, hasta ahora poco conocida por el público. Atrevida y angelical imagen del enjambre familiar, desafiante ante los desafíos diarios, aunque acosada de varias formas, no descritas o retratadas en ese enfoque inicial. Una chica poderosa de futuro, que disfrutaremos en grandes producciones cinematográficas como Little Women, entre hermanas como Meryl Streep, Emma Watson o Laura Dern. O de otro género en The Devil All the Times, junto a Tom Holland, Robert Pattinson, Bill Skarsgård y Sebastian Stan.

En este mundo de pesadilla, sin héroes, aún tendremos que averiguar lo que se esconde tras el telón final o rendija de lo desaconsejable, drástico e irreparable, en estos días aciagos. Terminar sin salvación, fatalmente de cara al futuro, ya que la serie podría fracasar antes de cambiar los dientes de leche... a pesar de alguna críticas favorables y mera comparaciones con la gran True Detective. Pues bien, sin objetar con otras conclusiones, aquí nos hallamos, con las heridas abiertas, con señales contradictorias detrás de la incipiente línea aconsejada, que desentonan en la silenciosa reflexión. Oculta bajo sobre la piel pálida o agudas maniobras usadas para disfrazar este peculiar matadero, que algunos sopesan... esperan.
Aunque hemos hallado, livianamente, estos gustos visuales del cine de Jean-Marc en Sharp Objects, de características familiares traumáticas para varias generaciones. Sus próximos objetos, serán más afilados, carcomidos por la rabia, concisos como un puñetazo en los dientes.
Posiblemente hasta la locura, o no, puedes seguir intentándolo, hasta lograr el ´crimen perfecto` u observando en familia, ¿unida?, a través de otra ventana indiscreta.

Sharp Objects es algo superficial, un mero rasguño en la historia de la tele moderna, un flash que nos ciega constante y caprichosamente, más de una vez. Un profundo desconocimiento de la realidad o un acierto imposible que no termina cuajando, reposado en una cama en la que se representa el Mal. Un engaño sobre un pueblo mortecino y sombrío, que posee grandes intrigas tradicionales, y patéticas composiciones temporales con un descubrimiento. Un rostro que no dejará ninguna puerta abierta, casa por ventilar, suelo por levantar... Mira hacia otro lado... hacia el lugar del dolor, ¡silencio!
Oyes los gritos, no procede de hombres ni corderos, ni siquiera perros... son cerdos.

Caprichosas imágenes en retrospectiva, de una educación fracasada, que nos deja colgados de una psicopatía congénita, temática que marcará con futuras relaciones materno-filiales, sólo tal vez... En ocultación de pruebas, demasiado cadenciosa, como las tiranteces sexuales de tres figuras desamparadas en género, emparentadas en extrañeza, dolor, enfermedad... muerte, pero... ¿Y salvación?
Posiblemente en descrédito, tras la próxima línea oculta o... pequeña, gran mentira.

Led Zeppelin, Black Dog.


The Woman in the Window, by Fritz Lang.

Cinemomio: Thank you

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