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domingo, 2 de diciembre de 2018

The Haunting of Hill House (Season I),


Con el título en español de The Haunting, o La Mansión Encantada como si fuera un antiguo programa de la tele, se infiltraba el refinamiento sobre posesiones inmobiliarias y otras esferas personales, enterradas en una colina extraña del pasado... Así, se presentó uno de los principales casos para una investigación paranormal en el cine. Sin embargo, ya ha transcurrido tiempo suficiente para que aquellos jóvenes fantasmas se volatilicen de nuevo, muy juguetones o no, en aquella etapa de retos y sacrificios que todos vivimos en la osbcuridad. Qué se desperecen de cierto óxido gangrenado sobre sus cadenas... Porque sus venas, ya se secaron y sólo quedan los recuerdos de tiempos aciagos.

Es decir, basta de lírica poeniana, nos hallamos ante una mansión decimonónica. No tan descuidada como otras, condimentada con una especie de domótica enfurecida, en blanco y negro, con efectos especiales sin artilugios digitales ni electrónica... ¡eran otros tiempos y otra mentalidad! Solamente el tiempo, surcado por pasos de baile y quejidos emparedados, por sugerentes susurros o corrientes airadas del alma, serpenteantes contornos en huecos de escalera, apariciones no contrastadas, difusos reflejos en los espejos cubiertos de pátina y olvido, vidrios rotos como la conciencia, marcas de arañazos, candelabros candentes y huesos crujientes.
El profesor de lo paranormal o Dr. John Markway, en su búsqueda de una realidad sin insidia, promovió el comienzo de este caso cinematográfico, que se distinguiría de otros presentados en otras eras posteriores, en la levedad de las sorpresas y las imágenes recogidas por la cámara. Otro estudioso, más interesado en descubrir los secretos de esta "no vida", de un posible existencia de habitantes incómodos, pesadas cargas en nuestra cabeza, en otras esferas perdidas dentro de un gran escenario barroco e introspectivo. La casa con mayúsculas, es protagonista, con grandes dimensiones que se deforman o estiran al infinito, techos y ángulos invisibles en las habitaciones, no perfeccionados por los constructores de época para engañar los sentidos... El cine también, pero ¿qué trataban de esconder o simular...?

El actor Richard Johnson (esposo de Kim Novak) iría en búsqueda de una fuerza descomunal, denominada sobrenatural, únicamente proporcionada por aquel deseo arrastrado o la capacidad energética desmesurada, surgida del dolor de tan fantasmagóricos huéspedes. Un filme sosegado (no en las mentes), con las interpretaciones de sus extrovertidos visitantes, airados, salvo alguna entidad femenina y amigos, como Nell en la piel de Julie Harris de Al Este del Edén, la Theo de Claire Bloom de Candilejas y el Luke de Russ Tamblyn, con sus apariciones sobrenaturales venideras.
Aquí, echando una vista tras el cuello descolgado bajo los nudos y las conclusiones, balanceado sobre las estatuas, en una luchan entre la vida y la muerte, recordamos a un excelente autor, discípulo que debería estar reconocido entre cierta élite de directores de cine. Quizá no los más representativos del miedo en otras eras, recordando al director norteamericano de Winchester (Indiana), promovido por el sonido con el nombre de Robert Wise... De aquella casa de la colina, que no era la misma de hoy, pero si parecida en algunos ingredientes que dejan su huella, visible o no, osó quebrantar los ecos habituales y cuyas raíces enquistadas, crecerían sobre modernas efigies marmóleas.

El padre del pequeño Robert, de los Wise de West Side Story, fue descendiente de alemanes buscando otras perspectivas. No las que vería él años más tarde, en la silla de director, sobre aquella escalera de caracol que se incrustaba como un esqueleto, en los pensamientos y miedos ancestrales del ser humano. Eran necesitados inmigrantes buscando otra, ... casa, lejos de los terrores que se cernían sobre la vieja Europa, como fantasmas de un pretérito incivilizado, sádico y oscuro, con nombres fantasmas que quedaron en las cunetas. Comenzarían una nueva vida como tratantes de viandas, sí, era el camino, separados de otros cuchillos más carniceros. Edificar un hogar, levantando sus muros y espejos, dedicándose a lo suyo y a esa función educativa de tutor de genio. Guiando las alternativas educacionales, manejando los problemas diarios y sorteando los miedos comunes de las familias, hasta aquella pequeña ciudad del medio oeste llamada Winchester. Sin embargo, en aquel filme no tiraría con bala... sino, de ingenio y de novela.

De esas aventuras y sombras habituales, paseos entre la vida y el arte, de la imaginación y la putrefacción con la carne no recortada, invisible como los huesos en otra dimensión, el joven Robert comenzaría una fructífera aventura cinematográfica... danzando y soñando, y viceversa. Hacia la edificación de una próspera y diversa carrera, encaramada a grandes títulos, soportada por diferentes géneros, que esparcían su semilla imaginativa. Primero, trabajando como montador de efectos sonoros al lado de John Cromwell en Cautivo del Deseo, o dejando su impronta en El Delator de John Ford y amenizando algunos musicales junto a Fred Astaire y Ginger Rogers. Sonorizando sobre títulos de acetato gris, como La Alegre Divorciada y Sombrero de Copa. Fue allí, junto a la mesa de montaje y esos grandes directores, donde comenzaría su relación laboral con la mítica RKO Radio Pictures.

Pero, anterior a la búsqueda de una "realidad teatral", asustadiza y espectral en el año de 1963, etapa fantasma entre dos estilos, marcaría su propia historia sobre otras esquelas temporales, algo antes de la famosa novela de Shirley Jackson, la titulada The Haunting of Hill House (no confundir con el trabajo de William Castle protagonizado por subyugante Vincent Price y su fuerza escénica como maestro de ceremonias y otras ofrendas)..., elucubraciones sangrientas que no se corresponde con esta sensibilidad... digamos más silente.
En fin, con el crédito y la experiencia de sus maestros, Mr. Wise se haría montador sobre títulos de la archiconocida productora como Mamá a la Fuerza, Esmeralda la Zíngara, El Hombre que vendió su Alma y, especialmente, su colaboración con el gran Orson Welles en Ciudadano Kane. El maestro que le indicaría con penumbras, sugerencias narrativas y demás perspectivas, ese camino a seguir en el futuro, hasta convertirse en ampuloso director de escenas para The Magnificent Ambersons o la apertura al cine negro. Y también, por descontado, gracias a su incursión en el terror clásico o la ciencia ficción desde 1944, con La Venganza de la Mujer Pantera. Posteriormente llegarían otros maravillas atemporales, como la magnífica El Ladrón de Cuerpos, Nacido para Matar, la otra casa sobre las colinas de San Francisco o The House on Telegraph Hill, y la visita caliente en El Día en que la Tierra Se Detuvo o Ultimátum a la Tierra.

A partir de aquí, Mr. Wise conformaría una carrera plagada de aplausos multinacionales, en western, aventuras alrededor del globo y varios relatos con tensas relaciones entre sus personajes, familias que recordamos en títulos inolvidables sobre la lona, las arenas o las tablas danzantes del Séptimo Arte.
Ahora, cómo hemos cambiado... que lejos han quedado, las miradas del pasado, las sensaciones han mutado, los rastros del ayer se desvanecen y no son tan evidentes las efigies, pero sí las marcas. Son otras estatuas de mármol, estereotipos sociales, los bailes..., las percepciones de aquella novelista californiana, inconformistas, autora también del cuento de terror distópico The Lottery.
Se han dividido en cápsulas de nuestro tiempo, como nuevas arterias abiertas. Más acorde a nuestras visiones contemporáneas que, a los registros de posibles magnetófonos y experiencias extrasensoriales... si bien haberlas, haylas... tantas como personajes.

La experimentación televisiva, propaga una nueva condena, poniendo de moda, otra vez, la historia de nuestras vidas y las otras, con esta adaptación maquillada como los rostros cenicientos, de The Haunting of Hill House. Donde algunas conciencias y rostros, no apellidos, rincones o apodos, son piezas intercambiables entre las distintas versiones, que no buscan el efectismo visual. Excepto la revisión en aquella película dirigida por Jan de Bont, fotógrafo de algunas primeras de Paul Verhoeven y La Jungla de Cristal, con el mismo sobrenombre de The Haunting, que si bien se basa en la historia de esta intensa familia Crain y sus visitantes científicos o esotéricos, ponía en el candelero de su herencia fantasmal, dicha superficialidad visual y los numerosos efectos especiales ´de última generación`... o más bien, de aquella era durante el cambio de siglo.

Poco que ver o percibir, con el ambiente atmosférico creado con una puesta en escena actual, los movimientos de cámara escondidos, la psicología vital de los personajes y las palabras metafísicas más teatrales. Las energías sobresalientes, absorben todas las conexiones presentes o presencias que nos visitan desde el pasado, se bifurcan por los diferentes episodios, desmantelando la falsedad, la ocultación y los miedos antropológicos, construyendo sus vidas y desvelando, poco a poco, sus fantasmas... por muy insustanciales o estratégicos que sean, orgánica y mentalmente hablando. Bienvenidos al hogar, su hogar... nuestro hogar.

La Casa de los Espíritus.

Las palabras se amontonan en nuestro interior, rascan y patalean, vibran en el aire clasicista, pelean por salir a la superficie de sus profundas condenas, y se arrastran por los nuevos espacios de una lujosa, cadenciosa y vívida, mansión. la misma estructura arquitectónica, con otras mañas y artes.
Recorriendo sus pasillos, nos encontramos con sus actos, subiendo las escaleras a espaciosas habitaciones, hallamos a los pequeños ruidosos, sus voces y gritos de juegos inocentes, están recubiertos de terciopelo antiguo y espejos mirados de soslayo, con marcos polvorientos, antiguos poseedores y poseídos, que conoceremos gracias... a sus alegres inquilinos. Los reales, los de la historia, los otros se irán apareciendo, o no, como sílabas destartaladas, presencias amortiguadas y gemidos intimidatorios. Intentando hacer mella en la nueva mentalidad...

La tensión narrativa conserva las formas, con rendijas por las que se escapa la luz y convergen otros focos impensables, recordada con el nombre de sus héroes, seres humanos normales y víctimas, diferenciados con los horrores del pasado. Algo oscuro esculpido en sus muros y emergido de nuevo, de las profundidades de espíritus inquietos y vicios inconfesables.
Son nuevos arañazos, insertados en la piel en blanco y negro de otros tiempos, en los dientes amarillentos y uñas macilentas, tan verdosas que no retrató Mr. Wise, porque querría cubrirlas con sus sombras inhóspitas, sensaciones de su confusión mental y sutiles giros dramáticos.
Esta casa de los Espíritus, incide en complejas estrategias para diluir esa confusión, tratándolas con diálogos familiares que sorprenden y emocionan, de manera incontrolable para los seguidores frente a la televisión, y desempolvando conversaciones, que van dando un novedoso giro a los acontecimientos conocidos. Cambiando esos estereotipos del ayer y trasplantando las personalidades de sus protagonistas, con ciertas sugerencias espirituales y males de nuestro tiempo.

Esta lucha ancestral, de diferentes generaciones enfrentadas a sus actos o decisiones comprometidas, está conseguida bajo la curiosidad de la novelista y el prisma cinematográfico, la sangre no derramada sobre títulos como en las venas sensitivas de Absentia, en los espejos de Oculus, los terribles silencios de Hush, los sueños de Somnia, los rastros confusos de la segunda Quija, la "enfermedad mental" del otro Stephen, el King y lo tenebroso en El Juego de Gerald... y por descontado, gracias a la habilidosa imaginación del guionista y director Mike Flanagan.
Las influencias ejercen una atracción melodramática y caústica en esta producción del director norteamericano, gracias a la producción de Paramount, Amblin Television y su ambiciosa Flanagan Film, recordando otras maldiciones en inmuebles del cine. Sabiendo que es difícil innovar o sorprender a los resabiados en estos menesteres fantasmales, de vencer el escrutinio, estudiando aquellas historias distorsionadas o sacrílegas, viendo que algunas merecen un mejor reconocimiento hoy.

Historias de ultratumba, entre paredes y energías, vistas desde la demencia, la fatalidad, el desespero, la imprudencia, el sacrilegio, la banalización, el crimen desconcertante, el deseo, el descrédito, el engaño... u otra cosa intangible... hasta la perspectiva real de un aficionado al terror psicológico y su atmosférico suspense.
Mirando de soslayo al espejo, a la aparente inmovilidad de la muerte, rozando las hojas con un aliento sepulcral y gélido, como el silencio invadiría al existencialismo mágico de Isabel Allende y sus entes familiares, vamos descubriendo sus debilidades y viendo cómo se descompone la verdad. La experiencia vital de cada vehículo invitado, en varias confabulaciones o saltos temporales, que nos hacen desencadenar otros miedos. Que se desmarca de dicha realidad y las viejas páginas, en ocasiones, como del título correspondiente de este comentario, para adentramos en una estructura más compleja y articulada, que combina ambos mundos, en una especie de Macondo y sus propios muertos.
Nos acordamos de ellos, a través de los vivos o los aparentemente lustrosos, con un compromiso, dejarnos temblando o espantados con nuestros propios temores o errores en la vida. Echando combustible y sonidos, al comportamiento obsceno, libidinoso, enfermizo o criminal, según los escenarios y los ancestros familiares pertenecientes a dicha ubicación.

La gran mansión con sus alcobas y salón de entrada, muy concreta, alambicada o barroca, pertenece a otro tiempo y se aclara en el presente, con nuevo brío y sensibilidad. No tan apegada a la historia general de la patria uniformada de García Márquez, sino a lo fantástico, que sobresale entre aquellas raíces reafirmadas dentro de una perspectiva privada y sincera. Miembros luctuosos de un pensamiento generacional, que va mutando y enquistando los errores o problemas mentales, las otras herencias primitivas del ser humano con su intelecto. Los subterráneos surcados en nuestro cerebro.
Por encima, principalmente, de esas relacionadas con todo aquello que pulula, empaña, chirría o ulula en los rincones separados entre el alma y la mente, cercano al cerebro en formación de los más jóvenes en contraposición al mundo de los adultos. Pero sin perderlas de vista, como en su Quija... o sí.


Ante todo y sobre las sombras del tiempo, comprobando las diferentes posturas y sensibilidades de los personajes, o sobre la visión particular alrededor de la muerte de cada individuo de nuestra realidad. Quizás, sólo falta el sentido del humor (para completar la excelencia narrativa), aunque no es primordial en esta situación de anomalías orgánicas o apariciones borrosas.
Si percibimos aromas, a las Mansiones cinematográficas desde ese lado oscuro y estilizado de Poe, al terror gótico y paranormal que nos deslumbró en la habitación mínimamente iluminada, leyendo la Caída de la Mansión Usher, el Barril de Amontillado o El Corazón Delator. Degustando los castillos y mansiones estilizadas en las películas de la antigua Paramount o las hipnóticas posesiones vampíricas y demás monstruosidades, de la posterior productora Hammer. Con sus personajes opuestos, longitudinales y prominentes, frente a los introspectivos y enjutos, que nacerían de las antiguas leyendas de poblaciones perdidas de Europa o las fábulas de Perrault, los hermanos Grimm con sus casitas del bosque (anticipaciones de cabañas, hogares para niños peculiares o nieblas invasoras) y la bipolaridad entre los estados de pobreza y riqueza, de Hans Christian Andersen; lugares comunes de lo primitivo frente a la modernidad del siglo XIX, donde se enfrentaba lo salvaje y la fealdad incorporada a los seres humanos, con la nueva perspectiva social más orientada a el movimiento esteticista, que los uniría a creadores como el gran J.R.R. Tolkien.

Allí, surgieron los cuentos góticos más tenebrosos y las construcciones renacentistas de las novelas, cuando el romanticismo junto ambos extremos: belleza y la violencia, humanidad y ciencia... violencia y amor prohibido. Junto al bello relato atmosférico de Allan Poe y sus palabras sincronizadas, junto a al Dr. Jeckyll y Mr. Hide o Sherlock Holmes en investigaciones lujuriosas o criminales victorianas, aparecían escritores románticos que se fijaban en muros de piedra elevados al cielo. El apodado Cuervo Gris o autor de los poetas guiados por la mano de Byron, El Retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde, Gaston Leroux y su Fantasma de la Ópera, el romántico Jorobado de Notre Dame de Paris descrito por Victor Hugo, la americana leyenda de Sleepy Hollow de Washington Irving, la claustrofobia psicológica o anti-natura de Lovecraft y su universo rodeando La Mansión de Cthulhu o The Haunted Palace. Incluso sus versiones lóbregas de las fiestas navideñas comandadas por la visión cívica de Charles Dickens, y el paso a la magia infantil de Roald Dahl o Dr. Seuss. Pero, esa sí que es otra historia, con recientes estrenos...

Esas casas aisladas en la naturaleza o grandes extensiones apartadas de las ciudades, se han ido combinando en las participaciones en el cine, combinando las épocas de otros siglos con la actualidad más espectral, desde el estilo rústico a las grandes almenas o vidrieras "acojonantes", con tormentas eléctricas y turbulentos vendavales, aparecieron sobre las penumbras del corazón y el pensamiento. Del estilo versallesco con enormes espacios físicos empolvados a la suciedad de la naturaleza humana, en rincones enfermizos y sanguinolentos. Desde cualquier rincón, por ejemplo los dóciles orientales o los fantasiosos latinos, atraídos por novelas de Daphne de Maurier como Rebeca, los diferentes "Barbas Azules" escondidos de la sociedad en cubículos infectos o edificaciones gloriosas, pasando por exorcistas y sus apartamentos del centro, House of darkness, junto a la Torre de Londres o los 13 fantasmas, como las ánimas de Canterville o de la casa Roja, aquellas otras al lado del cementerio, posesiones infernales, perros de Baskerville, carnavales de almas, matanzas en Texas, herencias, entes sexuales, venenos familiares, telarañas y risas con Adams y Monsters.
A los reveses actuales de James Wang, sus expedientes en áticos o sótanos, que pertenecen a historias como la Otra vuelta de tuerca de Henry Miller o Al Final de la Escalera, a las puertas de Poltergeist entre Tobe Hooper y Steven Spielberg, o más allá como diría un muñeco (no de porcelana china)... más retrayéndonos a otro tiempos por revivir a La mansión Manderlay de Rebecca, al Suspense de Jack Clayton, The Innocentes o Suspense de Jack Clayton (con guion de Truman Capote) y La Mansión Infernal. Por qué no, a apariciones estelares de gemelos en El Resplandor e infantes seculares o monstruos con Guillermo del Toro, a las entidades desaparecidas entre guerras, vicios y pecados, damas de negro, como en el hogar de Miss Peregrine y sus niños peculiares, o aquellos de las residencias modernas de The Leftovers y sus ambientes viciados. Pues bien, todos esos aromas se sienten sobre las vigas de piedra y madera de la serie The Haunting of Hill House.

A todas esas casas fogosas, quejumbrosas, estancias palaciegas de antepasados, que se torcieron bajo la suela de los pies de inocentes... y se quejaron del peso de nuestra existencia... o la simple levedad del ser, o el no ser... ¡esa es la cuestión!

La extensión temporal de las pesadillas.

Las casas terroríficas de Alfred Hitchcock tenían más que ver más, con miedos físicos (salvo pájaros de mal agüero) que con procesos cautivos del alma. Pecados no confesables y tocantes a la idiosincrasia criminal que nos rodea tan a menudo. O mejor dicho, que rodeaba a sus temerosas rubias brillando en pantalla como estrellas asustadas o agonizantes... Ya que sus películas se recreaban en el suspense, en la trascendencia de lo descrito por imágenes impactantes y otras vueltas de tuerca. Zonas oscuras de nuestra propia piel, que describían a ciertos monstruos o algunas especies más cercanas, como los pájaros habituales entre rejas. O menos ligeras, como las drásticas transformaciones de una personalidad psicosomática, trágica y peligrosa para otros conciudadanos, perseguidos por M y sus vampiros no tan muertos. Ya que sus cadenas eran mucho más reales, de lo que imaginaron ciertos contemporáneos al maestro, por nuestras atracciones subyugantes. Críticos, muy críticos... con el tío Alfred.

La escritora Shirley Jackson en unión a la nueva sangre de Flanagan, pone filtros de enfoque y visillos en el alma, junto a otros discípulos guionistas que adaptan su memoria como Jeff Howard, que se instalaron en las conciencias vigentes de hoy, como él maestro en su gran momento. Su intención es promover los terrores básicos y otros provenientes de nuestras acciones, presentes, futuras o pasadas, dotándolas de un punto de sacrificio monumental, mirándose hacia los adentros. Cada personaje se arrastra como las cadenas de un condenado, sobre su existencia y aquel recuerdo, volviéndose enfermo o fantasma.
Salpicado con la sangre seca del pasado, la memoria escrita y relatada por Mr. Wise después, tocando todas las puertas, de morgues y funerarias, de camellos de la historia o del corazón. Canalizando las energías y la confusión generada en esta especie de prisión vital, que es la vida, aunque sin más implicaciones sangrientas, que restos de una batalla pretérita. Mike Flanagan retrata sensaciones ahogadas, como el gusto de Hitchcock por sus depredadores y víctimas, con sus escenas de cuchillos, garras humanas, nudos o corbatas en 10 pasos atrayentes y magnánimos.

La Maldición de la Casa de la Colina, la serie de Netflix con fx adecuados de 11:11 Mediaworks, en alguna ocasión no tan sugerentes... chssss!, fascina por su narración compleja y se yergue esbelta ante la cámara. Perfectamente ambientada por la música entrevelada de The Newton Brothers, protagonistas de las bandas sonoras en las últimas producciones del director. Además, aporta una visión de los males de una sociedad que se entretiene en banas redes sociales, significando el peso en el alma de la familia Crain, como nuestro propio. Si bien multiplicado por 4, 5 o 6, incluso 7 pares de ojos, contando al gran padre y su diferentes visiones de la realidad.
Visitando aquellos compartimentos perdidos entre sus capítulos, nos damos cuenta de la muerte... la física, compartiéndola con la residencia de anteriores allegados y vecinos, que se escondían en las manijas del tiempo, en sombras y picaportes, en los planos secuencia sin cortes, más teatrales... y bajo las estatuas seculares de aquella histórica y maldita casa, danzando como ayer.
Los misterios escondidos y las sorpresas por saborear, se reviven con ese aura a resolución perfecta, a buen trabajo narrativo y visual, replanteando factores vitales que se respiran por cada uno de sus poros, rendijas, paredes y sótanos, sobre todo, a sus personajes enfrentados al resto... y por supuesto, a sí mismos.

Toda una lección de conocimiento del espacio y los tiempos presenciales, para filmar terror con mayúsculas, tanto que incluso el mismo Stephen King ha comentado en su red social que: "The HAUNTING OF HILL HOUSE, revised and remodeled by Mike Flanagan. I don't usually care for this kind of revisionism, but this is great. Close to a work of genius, really. I think Shirley Jackson would approve, but who knows for sure".
Este pasado triunfa, tiene diferencias con la novela y las anteriores propuestas, sobregira la importancia de esas decisiones que tomamos en nuestra infancia y sufrimos en la juventud, que con el paso de los años y otros reflejos sufridos, en espejos del tiempo perdido, se transforman en temerosas costumbres, pasiones inconfesables o increíbles pesadillas. Muy complicadas de vencer sin ayuda, sin el apoyo de los tuyos.
Por descontado, esta toma de decisiones hay que afrontarla, como ellos. Sin necesidad, a ser posible, de gestos extraños o provocados, a la medicina psicológica y profesional, aunque a veces, pueda ser imprescindible una mano externa, para no acabar colgados del silencio.

Una conversación, algo menos fría, al ser posible, que la de algunos residentes que se asoman a la vida de los personajes de The Haunting of Hill House, buscándoles las vueltas, los defectos y miedos. Estos otros protagonistas que se entreven sobre sus diferentes fotogramas y posiciones personales: paternidad, escritura, sensibilidad, profesionalidad, enfermedad, adicción o locura. A algunos nos gusta llamarles, sombras tras las estrellas del cine o la televisión, según este caso de aspectos intangible... pero tan real y cercano.

La Recapitulación de los Fantasmas. (Epílogo de luces y sombras)

Toda la serie se basa en flashbacks sucesivos de esta familia, no tan ejemplar... como casi todas. Los primeros cinco episodios nos muestra la vida de cada uno de los hermanos en la actualidad y además, su infancia en la casa con sus simpáticos actores participantes, inocentes que ven cosas que los mayores no descubren, o dotarán de significado...
Los sucesos que allí sucedieron, incluso en camas o montacargas, les marcaron para siempre. Gracias a esta primera mitad les entendemos o padecemos con ellos, y se hace fácil empatizar con algunos pequeños como la presencia de Violet McGraw (joven Nell y jugadora en Ready Player One), el simpático Julian Hilliard (joven Luke achuchable como los aventureros de Stand by Me o Stranger Things), Lulu Wilson (joven Shirley, ya contrastada en Ouija 2 o Annabelle: Creation), la triste Abigail, interpretada por Olive Elise Abercrombie, el actor ´cegado` Paxton Singleton como el joven Steven o Mckenna Grace, la Theo joven y patinadora en I, Tonya, próximamente en Capitana Marvel.

los otros actores (igual de principales o importantes), se convierten en ramificaciones actuales de aquellas rancias fragancias de muerte y espectáculos efectistas olvidables, haciendo su magnífico trabajo teatralizado entre las pompas fúnebres y la pomposidad de lo real... Son Michiel Huisman (Steven), Juego de Tronos o La Invitación y protagonista en la peli de Mike Newell, La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, con la incombustible Carla Gugino (de Watchmen a El Juego de Gerald, próximamente en Charlie Says y Elizabeth Harvest), Henry Thomas (el texano padre Hugh Crain más joven) o el hombre que gritó a E.T. en el pasado en E.T. y viceversa), titular Flanagan en Ouija 2, El Juego de Gerald. Más otras habituales en la filmografía del director, como la actriz Kate Siegel (Theo, prácticamente todas las de Flanagan, incluida la víctima silenciosa de Hush), Elizabeth Reaser como Shirley (la madre ´atacada` de Ouija 2 y serie Unamomber); o no tan habituales como Oliver Jackson-Cohen (Luke, también de serie Emerald City), Victoria Pedretti (Nell en su primera peli)... y especialmente, un ganador del Oscar, Timothy Hutton, que saboreamos en Gente Corriente. De Beautiful Girls a El Escritor, más 3 trabajos basados en historias de Stephen King como La Mitad Oscura y últimamente, en Todo el Dinero del Mundo dirigida por Ridley Scott o la serie Jack Ryan. Después lo veremos en siguiente peli dirigida por James Franco y una serie basada en el cómic apocalíptico Y: The Last Man. Mi predilección, porque lleva el papel más allá...

Pero la serie es algo más que un drama familiar sobre dos sucesos terribles que les hace unirse. Tiene algunos momentos que te ponen la piel de gallina y algunos finales de episodios impactantes, con otros seres pululando a su alrededor y mirándoles por encima de la barandilla o el hombro. Uno de sus aciertos para mí, ha sido evitar los jump scares baratos, y acercarse a esos niños y sus fantasías recurrentes. Juegos cubiertos de un velo de irrealidad, cierto, un tanto parapsicológica, ya que mostraría la debilidad de sus actos o pensamientos, frente a lo desconocido. Luego, casi siempre, confundidos sobre ciertas normas de la nocturnidad y los sueños, entres estos dos mundos traspasados por el tiempo y el no espacio.
Algo tangible como las pesadillas, que diferencian la perspectiva de los individuos adultos y sus tormentosas relaciones, con la capacidad imaginativa de la inocencia infantil y las huellas que atraviesan la fragilidad de sus pensamientos en dichos momentos. Con otros rostros reconocibles como el viejo Dr. Montague interpretado por el amigo de Robert Wise, Russ Tamblyn, la actriz Annabeth Gish (Somnia, serie Bag of Bones), Samantha Sloyan (Hush), Robert Longstreet (Mr. Dudley) próximamente en Doctor Sueño dirigida por el mismo Mike Flanagan, junto a Rebecca Ferguson, Jacob Tremblay y Ewan McGregor.

Datos técnicos curiosos, un episodio dividido en 5 cortes tan solo, cuya duración de cada es 14, 7, 17, 6 y 5 minutos, con toda la familia flanqueada por los actores del presente y su pasado, saltando entre muertos además por dos localizaciones, tanto en el tiempo como en el espacio.
Para mí, otro enorme trabajo de la televisión actual, guiados por una mano, de un preferido en el cine, Mike Flanagan y II, que aventura grandes proezas y entretenidas muertes en otras casas. Demostrando que puede controlar todas las teclas, visuales, sonoras, técnicas, interpretativas, coreografiadas, en post-producción, durante tantas horas... y no salir indemne, sino entonando victoria... ¡Larga vida! ... en todos los sentidos, profesional y artística, claro.

A posteriori, únicamente nos quedaría por conocer... ¿quién residirá en la próxima estancia de Miss Jackson?
Siempre hemos vivido en su Castillo. No tardes en descubrir ésta, ni nosotros a todos aquellos que llamen a las puertas. ¡Estamos en casa!

Tráiler Nightmare Cinema, de Alejandro Brugués, Ryûhei Kitamura, David Slade, Joe Dante y Mick Garris.


Tráiler La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, de Mike Newell.


Tráiler Elizabeth Harvest, de Sebastian Gutierrez


Cinemomio: Thank you

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