El Color de Los Ángeles.
Mucho antes de la era de los grandes musicales de Hollywood y aquellos románticos visionados en el cine, antes de la llegada del maravilloso Cinemascope con toda la ampulosidad de los números de baile, todo comenzó con una prueba de sonido. Cuando en 1927, El Cantor de Jazz, demostró que el canto se había instalado en el acetato y las emulsiones metálicas, para quedarse definitivamente en nuestro corazones. El salto de Nueva York a Los Ángeles, y viceversa, estaba garantizado para retratar los lugares pintorescos de costa a costa, estableciendo los sincronizados pasos que deberían dar los jóvenes americanos (o de otras latitudes) para alcanzar un destino cerca de las estrellas.
Pero, no siempre fue todo tan bonito ni brillante, a pesar del color y los deseos, sino que el camino de baldosas amarillas (como el traje de su protagonista) era menos sinuoso que aquel emprendido por Dorothy, más parecido a un atasco rutinario al mediodía, entre las colinas, las calles y los bares de Hollywood. Al menos, hasta llegar a escuchar las bellas melodías de su interior y alcanzar la cima de aquella montaña con sus atractivas y endulzadas letras. Los Ángeles, esa ciudad dónde las canciones que oímos y las películas que vimos de niño, sirven de base a toda nuestra historia cinematográfica y se convierten en el primer atractivo de los futuros soñadores y su magnífica leyenda, más allá de su estructura lineal o los rincones donde se fugaron ilusiones y esperanzas.
Al menos nos quedan sus parejas míticas y un piano tocando Jazz...
Aquel Primer Sonido de La...
La profundidad o la alegría de la música, es lo que nos hace mirar al cielo o el horizonte, cambiando el paso, viviendo el día a día, pero echando pequeñas miradas al futuro, a hurtadillas. Cualquier mañana rutinaria, el camino clásico varía y se transforma bajo nuestros pies, de caliente asfalto a una pista de aterrizaje para grandes vuelos o sueños, o el preludio de una odisea personal.
En la Tierra de los Sueños, esta vida se desenrolla en una espiral de emociones. Cuando nuestra realidad cambia en cada parada que hacemos en el camino, o cada nota. Parejas que se desgastan en plena crisis, como la huella de los neumáticos en un caluroso día de verano, los contrastes desvían rayos de un sol radiante sobre el parabrisas y sus rostros, los encuentros son sorpresas vitales o un portazo en los hocicos, esperando ayuda de otros conductores, desesperados y sintonizando el dial a su espera... así, un hombre y una mujer, o cualquier otra posibilidad, pueden aguantar toda la vida, circulando por avenidas sin fin, cuestas imposibles y callejones oscuros. O sin encontrarse nunca.
Pero, hoy en L.A., ha amanecido radiante como un número musical del pasado. La realidad es un La sostenido sobre la ciudad, espectacular y esperanzador, para las siguientes paradas en nuestra odisea o camino al triunfo y la felicidad. Con muchos matices o colores, en contraposición a la cara pintada de aquel cantor de jazz, el teclado del piano y su fe puesta en entredicho.
Después, la identificación de unos personajes, entre una coincidencia física y la rigurosa actuación, con la triunfadora Emma Stone y el resistente Ryan Gosling, cada uno a su manera. Respirando en distintos mundos con iguales deseos, en busca de su oportunidad, hallando una coincidencia diferente al resto de los días, meses, estaciones... Sin embargo, seguimos avanzando al ritmo que nos tocan, yendo a nuestros trabajos o centros de estudio, escuchando la banda sonora que escogemos en la emisora y no para, cada quién con ese estremecimiento que condiciona su propia vida.
La entradilla clara y perfectamente sintonizada, nos adentró en esta tierra de comparaciones artísticas, del ayer y el hoy, entre el Sol y las reiteradas estrellas. Con cierta insistencia a las casualidades, gráciles y reservadas para individuos ensimismados, cerca del encontronazo y la rebeldía, como aquel joven James Dean y su película proyectada en el Rialto, dibujados a ambos lados de un pentagrama (más que la cama del símil madrileño), cantando bajo la luz de una farola, en la ventana de Casablanca o el fabuloso The Lighthouse Cafe. Recuerdos insistentes, los llaman o cantan...
Sí, todo discurre al mismo son, entre una multitud cotidiana de ciegos, o sus dos pares de ojos. Luego, se construye con voces no habituales y letras comunes, al compositor Justin Hurwitz el director de la "sangrienta" y metódica Whiplash, además del director nacido en Providencia, Damien Chazelle. Machos pasos, rodeados de profundos silencios, callados en post-producción, eligiendo y recortando ¿qué?, veremos las dos caras de una vida en la Tierra de los Sueños, al compás de varias ensoñaciones, danzando en La Tierra del Cine. ¡Oh, lá lá, no es Francia! ... sino americanos en L.A., soñando con París.
Su batuta aproxima dos mundos paralelos, cine + música, con colorida fotografía y estructuras gramaticales, que derivan la casualidad e inducen al recuerdo de todos. Una invitación a una fiesta, extendida en las calles, colinas nocturnas, planetarios repetitivos, estrellas y faroles de mentira, focos apagados en platós históricos, escenarios de night club, cerca de dedos ágiles y labios declamatorios, rostros de pianistas y princesas con encajes del pasado. Flotando sobre estados vaporosos de un corazón "partío" y rimando vías panorámicas al estilo del clasicismo musical. Elipsis mágicas, no de Camelot o un West Side Story triunfal, sino otra película con el mismo castillo y diferente canción.
Esto es La la Land, es Chazelle convidándote a un espectáculo visual, de siempre. Con altos y bajos emocionales sobre un iris cromático, mirando la nota entonada al sueño y su propio guion, donde ellos son los únicos protagonistas, porque es su historia. Una tierra de color y estilizada estética de cuerpos, y rostros modernos dejando fluir la nostalgia a través de ellos, de magia romántica en recuerdos de otras épocas o hechos de hoy. Su primer La, tiene la ambientación de un cuadro de Warhol, un número estilo pop, escenografía en una mirada... una ventana semiabierta. Pues, en esta Tierra de los Sentidos, todo posee uno. Aunque con dos direcciones. Ella le siente, él la toca...
Sus protagonistas no son ejemplares, viajan entre congestiones de hora punta, improvisaciones o desvíos, sueño y pesadilla, experiencia y prisas por aprender, dolor, seguridad, ausencia, pérdida... bailan del lado de la insistencia hacia la desidia, de sintonía al eco repetitivo, de música susurrada al oído a su letanía, del deseo a la separación... tralalá, sin contarse mentiras. ¿De qué serviría? Más dolor, más memoria, más diferencia. O indiferencia...
Cada uno es dueño de sus sueños. Al igual que cada crítico es libre de aceptar esta invitación, o señalar la parte buena de las bambalinas o tramoyas, separando la mala paja, estructurando una trama de diferencias. Unos disfrutarán de la luz, otros se perderán en sus sombras, de nuevo, a su manera... buscando estilos tradicionales sin encontrarlos, o personalidades envolventes sin verlas. Convergiendo con otros espectadores o bifurcando sus caminos, para caer en otros brazos o destinos soñados.
En la Tierra del amor, el éxito es derrota y la victoria se enfrenta con aquella fama elíptica, ya que el universo Land LaLa, se abre en tríptica mirada, entre danza, noche y despedida.
En la Tierra del Jazz, él es la escala en blanco y negro del teclado, marrón ´glacé` de un grupo genuino o pastiche de remezcla fecal. La tonalidad azulada del alma, de jazz, alrededor de un foco solitario y central, la verde esperanza en billetes, la amarilla bilis y brillo de metal en trompeta, la gris materia y el cerebro materializado, la rojez en pupilas somnolientas (ya, un Cotton Club sin humos) o la carmesí pasión de la música en vivo... mágica y viva como ella.
Así, en un ´whiplash`... ella es el blanco de sus miradas y su piel. La desafortunada mancha de café o la triste hojarasca en otoño, la azul mirada en un punto de proyección, masculinizado, la hierba verduzca bajo sus pies danzarines, la alegría de un verano de correrías, el gris tono de una lente empañada o techo repetido, la rojez un tímido roce, el orgullo de su procedencia humilde y la vergüenza... ante los labios puestos sobre Oscar.
La tierra de serendipia, es coincidente con sonidos de moraleja y la fantasía de un cuento mágico, también de timbres ocultos que vibran, desde la insistencia, la comedia ligera y amarga, hasta quedar resonando en el vacío de una vía, muerta. La verdad que te sonríe con un plano en tinieblas.
En la Tierra de la Elipsis, la vida parece una ensoñación con vistas al pasado. La errata de un futuro incierto (tal que una película no premiada), cuando las cosas que suceden, nos sorprenden en otras vidas. Cuando aquel ticket a la felicidad, que nos vendieron, acompaña de un paraguas apto para cantar bajo la lluvia o las lágrimas. Si estar con esa persona amada, significa un retrato en sepia o de tonos pastel, algo amargo. Un café edulcorado con invisibilidad y frustración.
Lo mejor de un piano que abrió su alma al deseo, personal y musical, a la excelencia adyacente a la duda, cerca de la despedida. Un actor que vendió la suya al etéreo vacío, y se quedó del lado de la tranquilidad, cerca al mar de la Luna solitaria. Al fuego que consume su danza, quemando las últimas horas de aquel encuentro fortuito, como una película iluminada por la resignación, como el Sol abrasa su piel o la ternura vital. Hasta que sanen las quemaduras; la sala sea desalojada y críticos o amantes, abandonen esta fiesta... y Oscar va a la, la, Land, wow! La, ... la madre Tierra que nos parió!
El segundo La... desafinado.
La profundidad de la noche, es un pozo de música oscura. Rotundo en grises y separado del azulado techo o cielo donde vieron sus estrellas gemelas. Sobreviene tras huidas y las miradas de aceptación, igual que las calificaciones de seguidores y sus aplausos posteriores, se exhibe desde la relajación de los caminantes o amantes, en silencio.
La pasión de la música negra que estableció nuevas vías sobre esta tierra de las maravillas, cambiando el brillante musical por aquel ritmo introspectivo y salvaje, libre. A punto de desaparecer...
En su tierra onírica, no todo brilla como antes.
Porque Chazelle ha cambiado el rigor y la fuerza, por la superficie pulida de un cuerpo de piano y manos suaves, esforzadas pero sin sangre. Una tierra de perspectivas narrativas y confusiones, sin ángulos ni triángulos amorosos, hasta la nota final.
Sólo la llegada a una estación fría, marcará el pretérito de aquellos sueños, cuando decimos adiós a dicho tren. Tierra de sueños, despiertos ayer, que guarda una relación con el pasado. De pianista de un grupo de jazz, a creador de las imágenes de un profesor estricto, difuminado ahora, en la figura fantasmal de J.K. Simmons y su carácter parcialmente desplegado. Se cambió el bermellón de la sangre por la pasión.
Esta tierra del Sonido, que significa el swing. Un abanico de tonos y frustraciones aumentando con el paso del tiempo, tanto en la estructura de la narración y los pasos de cada personaje, como en la plasmación objetiva de sus conocimientos musicales o cinematográficos.
Ya que la tierra de Chazelle (antes de emprender viaje a esas remotas e históricas estrellas de los sesenta) se vislumbra desde el fracaso personal, el desgaste y la frialdad en la mirada. A veces, sus personajes, en lugar de corretear por colinas de éxito, se frustran y pelean en las tinieblas de su alma improvisada. Profunda como el corazón desangrado por sus propias limitaciones o rigores emocionales, borrada del recuerdo, como el arte de calidad. En la tierra de las audiciones, no todo suena tan bien.
Existen ecos repetitivos y secuencias panorámicas que se pierden o cortan el horizonte, atendiendo a caprichos o decisiones cuestionables, gestos dubitativos, pero plagados de realismo y decisión, por parte de todos los protagonistas. Esto es, la tierra de claroscuros. De notas grises, envueltas en coloridas presencias.
Tras la emoción de los primeros minutos, antes de encontrarse, nos topamos con ciertos muros que distorsionan la percepción real de las cosas. Despistan los caminos efímeros de algunos, perdidos o escondidos, mediante el brillo de una pareja central, casi exclusiva. Normalmente, cuestionada por aquellos detractores (no siempre, los femeninos contra ella y viceversa), también críticos con un reparto que parece un coro invisible, más que gospel. Y hallamos paisajes calculados o escenarios milimétricos (salvo en la autopista), encajonados y desprendidos de toda intensidad emocional. Así, en este ring de interpretaciones, creo que pierde Mr. Gosling y la muestra del macho rústico con orejeras y ciego. Un actor con pie en la Luna, la de Armstrong o el Officer K de un Blade Runner 2049. En la tierra de la evasión y la odisea, varios huyen de sus propias limitaciones, muy coloridas, eso sí.
Por ejemplo la tierra de Sueños, del segundo La, pasa de su estado onírico o romántico, a uno pragmático, donde la cámara recorre determinadas secuencias, que no deberían condicionar los movimientos o pasos de baile, el conjunto. Ni olvidarse de la estructura narrativa de un guion tapado con agujeros visuales, personalmente hubiera apostado de mayor surrealismo en determinadas escenas, añorando el musical mítico o desplegando la comedia hilarante, con soluciones filmadas desde el punto subjetivo del espectador. Por supuesto, un creador y su objetivo, sirven de causa y efecto para sus propias divagaciones o posicionamientos personales, donde cualquier duda, por ejemplo en la edición, repercute en el resultado o la brillantez de una historia. Alaba esa labor real sobre aspectos imaginativos, sobre todo, al tratar de musicales y un público exigente, que no se conforma con ocurrencias.
En la tierra de los encuentros, la casualidad no existe.
La... de premuras buscando el producto exclusivo, no excelente. Es la tierra prohibida de un cineasta y su equipo de filmación o post-producción, la medida exacta entre una entrada espectacular y el punto de fuga. Si lo que empieza con una explosiva escena musical, no mantiene un nivel de proporcionalidad y entonación, más bien una sucesión de números primos, o deslavazados, buscando la perfección clásica. Tampoco la partitura redonda, que se eleve paulatinamente, sin desmerecer el esfuerzo de ambos protagonistas, aunque echamos de menos el concepto de la idea contenida en su relación. El ritmo en descomposición visual, hasta finiquitar con un nuevo estallido de conjunciones astrales.
En la tierra del Cine, o La de Los Ángeles inmortales, precisamente, el primer La, no es lo que cuenta. Idolatrado con colores precisos y encuadrados con gusto, fotografiados para expresar lo invisible (pasión o deseo), y enfocados a una perspectiva egoísta. El sentido elíptico será lo importante.
Sobre la tierra de los Sentidos, predomina la vista, sobre el sonido y el gusto (referido al que paladeamos al salir de la sala y queda en el recuerdo), sí, La La Land es un universo plano e ilógico, como fiesta a la que estamos invitados de entrada, pero nos pone impedimentos en la puerta. De manera que la vestimenta parece más fundamental de lo esperado o deseable, prendas narrativas poco recomendables basadas en flashback o saltos erráticos de los protagonistas. Invadidos por una humareda textual, desde el punto de vista del anfitrión tras la cámara y el espectador más allá.
Después de todo este Sol o la dulce medida del amor, cegadora, puede empacharnos y hacernos olvidar posiciones confusas o ambientes que sólo, son válidos desde la oscuridad del jazz.
Por otro lado, en la tierra de los ritmos, éstos se confunden en ocasiones, o empalagan, demostrando que la música tiene sus tiempos. Pierde, si no manifiesta los sentimientos correctos, si se disfraza con imágenes que no le pertenecen, si desdibujan el estilo o son demasiado evidentes. Digamos postales técnicas para un directo facilón, sin recovecos. Mejor la menguante, improvisación.
Él y ella, chico y chica, se compenetran físicamente y poseen peculiaridades que los hacen atractivos o resultones al primer La. Si bien sus pasos no son tan gráciles, sí realistas. Se ajustan en cuerpos de baile o complementan sin salidas de tono, prescindiendo del excedente espectacularidad, y aceptando la propia entonación. Entonces... ¿falla algo? Posiblemente, lo que no se ve, sino deberíamos sentir en cada poro de la piel del artista, llamado bohemio.
Son más artistas comprometidos con la causa del éxito, regidos por la casualidad y dirigidos a un fin, demostrar que la necesidad íntima no está restringida por aquellos deseos universales de gloria. Sueños que pertenecen a la mayoría, produciendo una capa de efímera felicidad, algo descolorida, y suplantando lo verdaderamente importante... la tierra sobre la que pisamos y los compañeros de este viaje.
En la tierra del baile, las deficiencias no provienen de la naturalidad ni de la coreografía, sino del onirismo rácano con el estilo de los grandes estudios o el surrealismo de autor. Donde el éxito es la victoria sobre la empatía, y la estrella se transforma en algo desconocido, alejado del resto, entre la cuenta corriente, la noche y una sonrisa de complicidad, vaga. En tierra estrellada, él es un blanco para apuntar y un negro en el alma, marrón de zapatos desgastados buscando un lugar, el azul de sus pupilas acuosas y el verdoso desnaturalizado, un amarillo descendente cuando se retira el Sol del atardecer y aparecen los grisáceos presentimientos, la roja vergüenza ante su pérdida.
Mientras, ella firma nuevos cheques y reflexiones en la piel. Los posos del café de ayer, el cartel de su última película y unas vacaciones en familia en la Costa Azul, la dudosa esperanza del que ya nada espera ni danza, el amarillo desteñido de un traje colgado en el armario del pasado, los grises remolinos de sus cabellos al envejecer, sin telescopios ni estrellas del cielo, la roja sangre que hierve en su interior y el reflejo de un rubor visualizado ante él, casi olvidado.
Queda la reminiscencia del movimiento elíptico, más atrevido si cabe. De simples entregas de lo que pudo ser y se quedó flotando alrededor de aquellas estrellas, otro mundo cruel y violento. Un resbalón del guion al descubierto, abierto quizá soñado, que crecería si la posición de los personajes hubiera sido más decidida, a mi gusto, o abandonada a la odisea onírica por completo. Abandonando la interpretación y el gesto, y entregándose al espectáculo como aquel número final, o despedida del gran Roy Scheider en All That Jazz. Insuperable, por siempre.
En la tierra del Jazz, con mayúsculas, se echa de menos el aroma, la rebeldía, el tacto y el sudor, ya irrecuperables, pienso. Estamos en otra época, y se habla de aquella... sobre unas atmósferas que no acaban de llenar al espectador, el exigente y extraviado como otros del reparto, ante la inevitable levedad, incomprendidos, fuera de cuadro... donde ella y él, son el foco de atención. Y nada más.
Ah, sí... el melodrama parece siempre una elipsis o metáfora de la realidad, que regresa indefinidamente. Pasando del color al blanco y negro, del positivismo a lo negativo, y vuelta a empezar. Una lucha entre la parte buena y la mala del deseo, aderezadas con verdades difusas y sueños no monocromáticos, ya que depende de la luz bajo las retinas, de ella y él. Una perspectiva negra que impacta sobre el blanco, rodeados de oscuridad, o viceversa. Con todas las sombras marcadas sobre el corazón... pues el segundo La, el de la experiencia y la infelicidad, es la vida.
Y ella, puede salir bien o mal, depende... del color.
Próxima Song to Song, de Terrence Malick. Con Ryan Gosling, Rooney Mara, Michael Fassbender, Natalie Portman, Cate Blanchett, Holly Hunter, Val Kilmer.
Steve Carell y Emma Stone, en Battle of the Sexes.
Tráiler Renegades, de Steven Quale.
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domingo, 19 de marzo de 2017
miércoles, 6 de febrero de 2013
Gangster Squad: La conquista del Oeste.
A sus sombreros, señores de la Brigada de Élite.
Corren tiempos turbulentos, son mediados del XX, el capo mafioso Meyer Harris "Mickey" Cohen, se ha instalado en la ciudad de Los Ángeles. Su intento por conquistarla con todos sus medios al alcance, es evidente e ¿inevitable?... Viendo el rostro ajado de Sean Penn, creo que nadie va a poder pararle los pies, a este ex-boxeador.
Remontándose un siglo antes, por territorios más inhóspitos si cabe, los pioneros precursores de la conquista moderna, comenzaron a llegar a la costa Oeste de Estados Unidos. La violencia y las armas era inherente de aquellos hombres. Gracias a muchas vidas, se comenzaron a poner los cimientos de las nuevas ciudades que conocemos. Su construcción fue a base de sudor, sangre y fuego.
Ruben Fleischer el director de Gangster Squad, sigue edificando con cierta firmeza su carrera cinematográfica (práctica y motivadoramente recién comenzada), démosle tiempo al tiempo. Y balas a las pistolas.
Por estas tierras salvajes del Pacífico, se sucedieron los incidentes y peleas entre vecinos-granjeros, para conseguir adueñarse de una parcela de terruño (más o menos fértil) y poder labrarse una existencia adecuada para él y su familia. Pero además, la construcción de ciudades cada vez mayores, trajo un mundo anquilosado a las mismas. Ya no se trataba sólo de cultivar y comer. Una caravana de individuos buscadores de fortuna se encaramó a los nuevos territorios, hombres y mujeres de vidas muy diferentes.
Aquellos que poseían la callosidad en sus manos por el duro trabajo, vieron invadida su tranquilidad. El sudor de su frente parecía una nimiedad comparado a la prosperidad que se avecinaba por el horizonte a la salida del sol. Porque la proliferación de negocios y comercios de todo tipo, produciría la consecución de caminos ilegales para conseguir dinero.
Las grandes ciudades se iban a convertir en urbes del mal. El juego y el alcohol, la prostitución y los nuevos mercados de compra-venta de armas y drogas, crecieron a la sombra de políticas poco consecuentes y corruptas.
La Costa Oeste era terreno virginal para nuevas industrias. Y la cinematográfica no fue una excepción. Welcome to Hollywood.
Miles o millones de jóvenes de diferentes procedencias, se embarcaron hacia Los Ángeles y transformaron una serie de colinas en la meca del cine. Empezaban a verse tantas estrellas por las calles como en el cielo.
Esos jóvenes (y otros no tanto) fueron el motor para producir el mercado de los sueños. Sus cimientos son los que vemos ahora en las salas de todo el mundo.
Pues bien, los pistoleros llegaron cargados de balas y deseos de hacerse ricos a toda costa. Cambiaron sus cabalgaduras de pelo, por máquinas de asientos encuerados y motores voraces de combustible. Se necesitaba más dinero para costearse una vida moderna. El transporte puso en la cúspide a muelles y puertos de carga, por los que las mercancías entraban y salían por delante de los ojos de agentes muy sobornables. La mafia había llegado al Pacífico.
Algo tarde a la costa de enfrente. En el Atlántico, las mafias eran dueños por la fuerza de negocios, hombres, mujeres y la ley del más fuerte. Las pistolas llevaban años sonando a grandes sumas de dinero. Las muertes no se dirimían por cuestiones de vida, se arreglaban desajustes bancarios. Y la corrupción política siempre mirando hacia el mismo lado.
Hasta que en todas las partes, cuecen habas. Cuando los asesinatos salen diariamente en la prensa, y los ciudadanos de bien se ven acosados e impedidos de salir a las calles, algunos hombres buenos tienen que hacer el trabajo sucio.
La mafia tomaba posiciones, desde Chicago y Nueva York, hombres curtidos en mil batallas, en cuadriláteros de sangre, buscaban el control de nuevos estados.
Los mafiosos abusaban del poder político, con amenazas y ráfagas de brillantes metralletas.
Pero, un pequeño reducto de "galos" o de otras nacionalidades o etnias, fueron llamados por incorruptibles, a combatir a hombres como Mickey Cohen, el ex-boxeador. Brigadas de policías cansados de ver caer a sus amigos. De ver morir a los jóvenes en las calles como consecuencia de partidas de drogas adulteradas. De chicos que disparaban a chicos, para hacerse con un control ficticio de las propiedades del barrio, cuando los capos dirigen en la sombra.
La expansión del imperio estaba tomando su forma. Y los Gangster Squad se oponían frontalmente a la mafia, usando sus mismas armas. La fuerza y la intimidación, la guerra de guerrillas.
Las balaceras de pistolas y ametralladoras automáticas, se fueron recrudeciendo para salvaguardar a las generaciones no natas.
Era el resurgir de la violencia, de aquellos pioneros del Oeste, con sus Colt´s en la mano, el lejano Oeste en la edad cercana. Los hombres duros volvían a hacer uso de sus gatillos y sus puños con duro hueso de roer. Todo para evitar la nueva invasión de los conquistadores más sanguinarios.
Un ex-boxeador con deseos grandilocuentes de poder e imagen, un jefe y ex-soldado de grandes guerras reclutando a su nueva compañía de asalto, unos compañeros hastiados de ver injusticias en sus barrios, un compañero ligón de chicas apartadas de la circulación por sus poderosos novios, un comisario que impone con la cara de Nick Nolte, mujeres de policías que sufren y otras de mafiosos que no pueden huir. Una comitiva de corruptores y corrompidos, degradados en negocios y asuntos turbios, bandas luchando por un terruño de ilegalidad y tráfico de sustancias.
La chica que quería hacer carrera en el mundo del cine, y se ha convertido en la pelirroja voluptuosa y peligrosa. Su misión ahora, es ser la dueña de una lujosa mansión en Berverly Hills y ver su vida publicada en papel couché.
Sin embargo, otros barrios repletos de comerciantes y trabajadores empobrecidos, de diferentes etnias formaron sus propios territorios en el downtown del extrarradio. Códigos de conducta diferentes, culturas diferentes y amistades también. Así, Chinatown emerge como otra pequeña ciudad matrioska de la gran urbe angelina.
La lucha policial de estas brigadas, se tuvieron que adaptar a sus escasos recursos técnicos y económicos, se adentraron en las culturas de sus nuevos conciudadanos, aprendieron a recorrer sus calles diferentes. Estos Gangster Squad se forjaron a golpes fuera de la ley, con golpes guerrilleros para derribar estos poderosos cimientos mafiosos.
Su función fue necesaria para mantener un cierto orden, dentro del caos. El derecho a la vida debía estar asegurado, la de sus familias y vecinos.
Por tanto, este nuevo y trepidante a ratos film de Ruben Fleischer (a pesar de no poder visualizar su versión original) alcanza un aceptable grado de entretenimiento. Con interpretaciones de gestos duros. Actores de rostro impenetrable en la actual cinematografía americana.
Los pioneros de botas y vestimentas de piel de res, se cambiaron en el siglo veinte, por hombres violentos de sombrero y traje de fieltro. Es el cambio esencial del espíritu sanguinario del hombre. Sólo cambiar la fachada.
*** Interesante ***
Distribuidor: Warner Bros. Spain --- Facebook
Posted by Nino
SIRIUS-III
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viernes, 18 de mayo de 2012
Drive: luces, contacto... acción. Nicolas Winding Refn.
2011: Festival de Cannes: Premio al Mejor director.
Luces, contacto... acción.
Comienza "la carrera". Drive, arranca con fuerza (vaya 10min. iniciales), si se convertirá o no en obra de culto, ya lo veremos.
Es un film de acción sui generis, está rodada con algunos elementos que la hacen distinta al resto. Todo se desarrolla dentro del mundo del motor y... la mafia.
Pero, hay un hecho diferenciador, un romanticismo que se torna en salvaje. Aunque yo creo que el salto que protagoniza Ryan Gosling hacia su lado oscuro, no está suficientemente delimitado.
Drive - Tema 14 Hammer, by Cliff Martínez.
Estas serían las 8 razones por las que merece ser considerada como una película notable:
1) Las películas de acción, no siempre tienen que tener aventura o persecución, sin más.
Cierto, no tienen porqué estar reñidas con el romanticismo.
En Drive, paralelamente a las escenas automovilísticas de alta tensión y violencia extrema, transcurre una curiosa relación entre los dos protagonistas principales. Y es que siempre ha funcionado en la historia del cine, como mejor binomio, chico-chica.
El director danés Nicolas Winding Refn, ya ha dado muestras de su capacidad para componer mundos decadentes, en los límites de la violencia aceptable, en su anterior trabajo Valhalla Rising.
2) Drive pone un listón inicial muy alto.
Ya que en sus primeros minutos de metraje, a través de un montaje excepcional, nos adentra en un nivel de suspense sin parangón.
Con un "in crescendo" apabullante. Lleno de tensión y buen construido su guión es obra de Hossein Amini, basado en una novela de James Sallis.
El suspense de una trama mafiosa marcha a velocidad medido, gracias a la mano (cada día más firme) de Refn coqueteando con el cine negro clásico. Aunque con los matices propios de la generación actual.
Increíbles las escenas de conducción (incluidos cauces secos, semejantes a Terminator 2) y persecuciones que cortan la respiración, con cuchillos asesinos.
3) Una banda sonora que acompaña perfectamente a la historia.
Y es que la música en Drive es esencial. Sin ella, y la estética, no sería el filme que recordamos.
Kavinsky - Nightcall (Drive: Original Movie Soundtrack)
Con matices de sonidos electrónicos y voces envolventes, o asincrónicas. Marcan con bases espirales repetitivas, los derrotes negros y románticos del film.
Un compositor que vuelve a mostrar elementos envolventes en su trabajo, su nombre Cliff Martínez. Antiguo batería de los Red Hot Chili Peppers y ahora compositor de películas como Traffic, Solaris o Contagio.
Me recuerda a la música de Angelo Badalamendi, y las atmósferas creadas para el genio David Lynch. Atractivos acordes con colorido a luces de neón de la gran ciudad.
Un gusto inquietante en nuestros oídos. Canciones de Kavinsky y Lovefoxxx, The Chromatics, Desire o College.
Sí una de las bazas más importantes de un film de culto, es una banda sonora edificante y atractiva... no cabe duda, Drive cumple con creces esa perspectiva.
4) Esa estética ochentera... Muy acertada.
Con ciertos toques de modernidad (sin duda, comprometida con la recreación de la banda sonora, aunque algunos echamos de menos unos acordes de guitarra eléctrica). Otro ejemplo:
The Chromatics "Tick of the Clock":
Todo calculado, en busca de una recreación más que sugerente.
Para una historia de estética a goma quemada y neones fluorescentes, ganan terreno, las chupas de piloto con estampas y colores vivos. Una estética que la otorgará la catalogación de película creadora de moda y estética... ya veremos.
5) Bum, bum, bum.
La tensión no para, la dosificación aumento.
Todo el metraje lo pasas, como cobijado por la historia. Esperando a que el mundo de Drive e Irene salte por los aires.
Así sucede, Nicolas Winding Refn te va a llevar por donde quiere a pesar de ser un joven director. Una carrera ascendente imparable.
Hay momentos que el guión pareciera estar cortado con un cuchillo de dientes de sierra, totalmente ochentero.
Pero, casi nadie esperaba tal estallido.
Cuando la violencia se hace dueña de la pantalla, te patea y arrastra por la butaca. El viraje en el cambio de dirección de los personajes deriva a individuos fuera de la ley, aunque mucho más obscuros.
(Quizás demasiado tajante el cambio violento, a mí me sobra alguna escena. Pero la mafia es la mafia).
6) Los protagonistas, una pareja para el recuerdo.
Ryan Gosling, en un papel controlado y salvaje cuando se requiere. Altas dósis de convencimiento traspasan la pantalla, haciendo que el espectador desde los primeros minutos simpatice con su carismático personaje. Y muchas caras impasibles (que pueden ser un peligro para su carrera en el futuro).
Sin embargo, en las generaciones actuales puede haber creado la imagen de un nuevo...
A Real Hero - College (b.s.o.):
Carey Mulligan siempre llama la atención (sea de rubia o de morena como en An Education o Shame). Pone la pausa y la frescura. Es la normalidad del trabajo bien hecho que contrasta con los caminos cercanos al "frikismo" de los demás personajes.
La colección magnífica de secundarios... ejecutores de sudor, sangre y saliva. Los rostros amables se tornan endiablados, sólo hay que tocar la fibra sensible para que los resorte del mal avancen. Money.
7) El film Drive, entronca con un mundo visualmente onírico, una pesadilla. Y aquí, el genio es David Lynch (la música de Cliff Martínez consigue el resto). A mí me recuerda a los mejores trabajos de Angelo Badalamendi.
Renf y Lynch, se dan la mano, por que ambos juegan a hacer sufrir y gozar al cinéfilo.
El personaje de Gosling, se parece a otros del mundo "lynchiano". Simplemente hay que echar un vistazo al Saylor de Nicolas Cage en Wild at Heart.
Homenajes que denotan una simpatía por la cinematografía del director americano, y de sus personajes, aparentemente simples, pero que en realidad son complejos, enfermos y diabólicos.
Nada de los diálogos pasa desapercibido. Todo nos percute en el cerebro, haciendo saltar nuestras conexiones sensoriales.
Desire - Under Your Spell (directed by Stefan Haverkamp) - Vídeo:
8) Una última cualidad... Una que a mí, personalmente, me apasiona. El mundo del cine dentro del cine. En este caso, encarnados por los pilotos de doblaje.
Creo que va a haber una oleada de acercamientos a la obra anterior, del danés Nicolas Winding Refn.
**** Notable ****
El trabajo de Ryan Gosling junto a Nicholas Windin Renf, su título Only God Forgives.
Teaser Only God Forgives, de Nicholas Windin Renf. Reparto: Ryan Gosling, Kristin Scott Thomas, Yayaying, Vithaya Pansringar.
Por otro lado, el mismo actor repite con el director Derek Cianfrance (Blue Valantine), con el filme The Place Beyond the Pines. Reparto: Ryan Gosling, Bradley Cooper, Eva Mendes, Ray Liotta, Rose Byrne, Ben Mendelsohn, Bruce Greenwood y Dane DeHaan.
Kavinsky - Nightcall
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El cinematógrafo, es un producto real al servicio de la imaginación… Bueno, los seres humanos a través de su lente sempiterna, han ido dur...
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¿Existen los ínclitos dioses o demiurgos? Sería la pregunta que se plantea la metafísica, que más ríos de tinta u otros materiales usados...
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