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domingo, 25 de febrero de 2018

Darkest Hour / The Post.

Churchill en la intimidad.

Estuve buscando una palabra que identificara la trama de esta película, o describiera al universal personaje que respira (menos que fuma) tras el guion de Anthony McCarten (The Theory of Everything, Bohemian Rhapsody) y sin duda, ésta sería casera o entrañable. Nada más comenzar y presentar esta época señalada de la historia de las islas británicas y el mundo en general, un rescoldo incandescente esconde en la penumbra a Sir Winston Churchill, tendido sobre su cama esperando el desayuno, antes de leer la prensa internacional, enseñarnos sus vergüenzas y someternos a la dureza de su clase dirigente, respecto de su joven nueva secretaria interpretada por una silenciosa y observadora, Lily James (Downton Abbey, Baby Driver).
Sin embargo, no conozco en profundidad la personalidad de tan distinguido miembro del gobierno y respetado orador, ni mucho menos, las relaciones del mismo en la intimidad, por lo que tendré que atender a ciertos comentarios de los historiadores o los reflejos que el director Joe Wright nacido en Londres convertida en protagonista de la acción, elabora a su alrededor y sobre aquellos cimientos históricos. Escaparate de su último filme Darkest Hour, o ese instante más oscuro de su vida, de la de todos finalmente. A excepción de otros momentos más personales, como la imagen de joven oficial en aquella derrota de Galípoli, bajo esa penumbra con el reflejo de una luz roja sobre sus ojos y mente desesperada. Help, como los cinco de Liverpool... gritaba... al auricular y el mundo.

Durante 1940, las cosas en Europa se distinguían por las explosiones y macarradas genéticas, de un tal Adolfo Hitler y sus compinches dictatoriales, por ejemplo aquel perrito faldero llamado Duce esperando una capitulación del mundo; arrodillándose por una bota fatídica y llevando a todo Occidente continental a las cadenas represivas, del hambre, la violencia y el yugo fascista. O más recalcitrante y espantoso aún, a la muerte de una mayoría de la población, la eliminación de una diferente perspectiva o raza, sin concesiones ni compasión. Aquí escuchamos o leemos, como fueron cayendo las distintas naciones como cenizas de un cigarro tortuoso, bajo el humo que los nazis observaban con su mirilla metálica, arrasando cualquier resistencia en su contra y, acaparando las riquezas que se les antojaban a su paso, hasta dejar a una gran parte del ejército británico, exhausto, expuesto y acorralado sobre aquellas atiborradas playas de Dunkerque. Otra que tal baila, en los Oscar´s.
Desde luego, el ideal europeo pasaría por algunos de los momentos más oscuros de su historia, cuando el Congreso del anciano Imperio Británico, se acercó a ese hombre enjuto adosado a un puro, que tomaba... uno de sus candentes baños, farfullando entre dientes y alcohol de calidad: "No me quisisteis escuchar y ya os avisé, tarde o temprano, esto iba a suceder". Y desgraciadamente, así fue. Indiana Churchill, menos atractivo, en busca de la redención de clases.

Aquel hombre, tuvo que caminar por sus propias cenizas y enfrentarse a un micrófono, recalcar la necesidad de un nuevo amanecer, sin las caretas del Mal, ni aquella lluvia de bombas que amenazaban con destruir el futuro de Gran Bretaña y de Europa, es decir, de la libertad en el mundo. Mirando la actualidad... cómo ha cambiado la perspectiva de esta unión... cerrando con un portazo histórico.
En El instante más Oscuro, existen ciertas dudas y teorías, animadas por la propagación técnica y la obnubilación luminosa, sobre algunas determinadas escenas y las respuestas de sus personajes, al lado de los habitantes comunes u otros más "reales", así como la imagen patriota que desprenden ciertos discursos salvadores y la defensa de la guerra como solución. Pero, la realidad es, que sus palabras combatieron una fatídica invasión y cerrazón de mentes, aunque posteriormente, se opusiera al señalado Desembarco de Normandía y el comienzo del fin nazi, que buscaba al gato asustado bajo la cama.

En aquellas semanas, la política naufragaba en sus contradictorias direcciones o ideologías (como siempre), disfrazando la verdad con divagaciones pacíficas ante la guarida del Lobo y su doblegación ante el poder bélico de incesante salvajismo y crueldad. En el ambiente se respiraba que, en cualquier instante, el peligro caería desde las alturas... una y otra vez, como una pesadilla que no cesa... eliminando cualquier intento de oposición o supervivencia, castigando a sus futuros habitantes con la represión ideológica, la violencia, el racismo y la deshumanización. Los miembros del Parlamento, discutían aciagamente, ante el humor británico y hogareño de Sir W. Churchill, de sus consejos imposibles o locuras destartaladas como su paso. Los reyes pensaban en esconderse, como el animal herido en su discreto refugio, ante la fuerza arrolladora de Hitler y sus armas de destrucción masiva, y el caballero del imperio, peleaba en secreto, envuelto en sus llamas sarcásticas y el fuego de sus labios, en aquella habitación medio iluminada, junto a sus dos principales contrincantes, mirándoles a los ojos. A la vez, que sonaba la banda sonora del compositor Dario Marianelli (el magnífico autor de la banda sonora en Kubo and the Two Strings), como una cuenta atrás que amenazara con explotarles frente a sus rostros y nuestro destino. El sonido del peso de la responsabilidad, ante su patria y las vidas de sus vecinos o ciudadanos.

En la intimidad familiar, en soledad sistémica, junto a la esposa interpretada de forma aseada y estilizada, por Kristin Scott Thomas de regreso tras el anuncio de retiro y sus hijos en la sombra, estudiamos sus singulares movimientos y miradas, descubriendo tras las prótesis, los ojos carismáticos de un gran actor que aspiraba con meterse en su piel y rotunda fisonomía, incluso en su desnudez, tras aquel baño de realidad social.
Darle un sentido más entrañable y amistoso, generoso a pesar de aquellos arranques de dureza académica y militar, porque el humano Gary Oldman no se disfraza, pasea su carisma por las localizaciones de la capital inglesa, intercambia frases inolvidables y gestos con el espectador. Su verborrea sobrepasa las líneas representativas de la historia, para confundirse superficialmente con los pequeños relatos y las bromas jocosas, aquellas que entendería hasta un simple mecanógrafa. Las reacciones con la realeza y las sombras de enemigos estirados, los escondites sagrados de la ideología y confrontación política, la corta y algo fría distancia de un rey encarnado por un Ben Mendelsohn siempre destacable en sus trabajos (Slow West, Rogue One), la cuestionada dirección en el subterráneo y las tomas digitales que caen como losas sobre sus cabezas. Algunos críticos, pensamos que demasiado repetidas, hubiera bastado una de ida y vuelta...
El actor, otro con un pie natal en Londres, creció tras Sid y Rosencrantz, Batman o Drácula, tendrá que enfrentarse con los propios miedos e inquietudes del personaje, ante cierto y controlado abuso clasista, ante las vidas de sus muchachos en calles o costas, o conciudadanos esperando respuestas. De su nombre potenciado frente a la imagen de un conde de Halifax salido del expresionismo, con sus colmillos afilados en el terror y su capa obsesiva de salvación recortada u semioscuridad. Al final, sobresaldrá la figura recortada más emocionante y dramática, del héroe o patriota... en la cama, en el metro, en el baño... en la Corte. Por tanto, algo que desencanta a aquellos que defienden su propia parcialidad demagógica y nacionalista, que es prácticamente idéntica.

Un relato contado hasta el infinito, pero, que personalmente viene acompañado por mis visiones del hombre en escasos documentales o escritos, en la idea subjetiva que poseían otros sobre el personaje en cuestión, y nunca, en la intimidad. Un solitario que conseguiría, por encima de las súplicas, encontrar la concordancia de mundos separados, acercar sus barcos a la costa francesa y luchar con todas las fuerzas aliadas, contra el monstruo del racismo y la violencia. O morir en el intento...
Sobreponerse al pasado, con el orgullo del antiguo imperio, defendiéndose con esas palabras pronunciadas por Roosevelt, de combatir hasta el final, sin nada más que ofrecer, que: "Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor". Todo aquello y el resto, es parte de nuestra historia.
Los londinenses respiran, con el esfuerzo de sus compatriotas y las diferentes versiones del personaje, que se suman en el dibujo de una etapa de inseguridad generalizada. Joe Wright, el compositor de grandes escenas en películas de época, como Orgullo y Prejuicio o Expiación, mueve la cámara entre detalles de su vida y tomas verticales, se enfrenta con pasión y gracia contenida a las expresiones graves, la brillante dialéctica y el miedo, olvida la profundidad divulgativa frente a la representación visual, y se concede una paz casi espiritual, antes de rodar su personal "campaña", junto a otra pareja de campanillas como Casey Affleck y Tommy Lee Jones.

En el espejo mimético de la vida, comprobamos que Mr. Oldman se hace mayor (que no derrotado), pero conserva la frescura de una mente despierta y su envolvente entonación, la explosión de su sentido del humor y la fuerza que le transformaría hoy, en el sucesor de aquel Marlon Brando maduro impactante con sus conflictos oscuros en la mente y belicosos frente al estado. Sin refugios tenebrosos en la voz, ni disfraces en el alma. Próximamente enfrentándose a submarinos en busca de un presidente ruso en Hunter Killer, al terror en una cinta titulada Mary con otro barco íntimo a la deriva, y una segunda película como director llamada, Flying Horse. Suerte maestro.
El yugo cayó, como volaron los papeles en aquel histórico sitio, concentración humana con un grito unánime que prometía salir de las antiguas sombras que se propagaban por Europa...
Y su figura creció, convirtiéndose en un gigante que empujaba las puertas cerradas de la libertad... como un ser mesiánico o Titán. Su eco resuena todavía, mientras otros ingleses actuales, como el director Joe Wright y el actor Gary Oldman, esperaban la última palabra junto a sus tropas, aliadas, de una gloria dorada...
"Victoria... o el Oscar".

Los Archivos del Pentágono.

Han transcurrido treinta años y muchos otros conflictos en el mundo...
Desde aquella misteriosa y oculta comunicación, que emprendiera Winston Churchill también llamado el bulldog británico, desde un pequeño locutorio mal iluminado (o visualmente exagerado por la cámara y la iluminación, quién sabe) hacia sus colaterales lingüísticos de Norteamérica, para la consecución de una ayuda militar que complicara las cosas a Hitler y emprendiera el rescate de su ejército varado en las playas francesas de Dunkirk, a la vez segunda parte bélica seleccionada a mejor película. Los sudores corrieron por su frente, cuando el presidente americano concluyó que "no podían rebelarse contra las leyes internacionales" y, por tanto, no podían enviar ninguna embarcación de guerra que desestabilizar el conflicto. Algo que, con el tiempo y miles de muertos sobre el campo de batalla europeo, tuvieron que olvidar para derrotar a las tropas alemanas y el Holocausto.

Pues bien, otras guerras frías llegaron por la ineptitud de los políticos, como la mentira y los consejos desafortunados para demostrar una imagen de fuerza frente al comunismo o esta división ideológica, que en 2018 recoge el director Steven Spielberg, para concretar las redes secretas que intervendrían en el advenimiento de la Guerra de Vietnam y la entrada de USA en un conflicto armado sobre un país dividido. En 1965 se autorizaría la Operación Rolling Thunder que, en total doblaría las toneladas de bombas lanzadas en la contienda mundial, además del uso del temido Agente Naranja y las ya usadas, incendiarias compuestas por el peligroso napalm. De la misma forma, imágenes inolvidables que han grabado los directores de cine, en películas que se han convertido en un referente contra las acciones bélicas y el terror de la barbarie o el caos psicológico.
Una intervención militar de 2,5 millones de estadounidenses y alrededor de 700 mil vietnamitas del Sur, frente a 1 millón de tropas del norte apoyadas por otros gobiernos, que concluirían en pérdidas humanas por un total de 58 mil estadounidenses y más de un millón de habitantes de Indochina. A las que sumar pérdida multimillonarias, la degradación de la imagen política a través de tres presidentes distintos y la campesina de la zona, que en muchos casos, sería obligada a luchar en un enfrentamiento salvaje y desigual.

Su filme The Post (aquí, traducido sin vergüenza como Los Archivos del Pentágono), maneja un guion biográfico de Liz Hannah y Josh Singer, autor de escritos para la televisión como El Ala Oeste de la Casa Blanca o el cine con la oscarizada y superior Spotlight, que traspasa las palabras usadas por Lyndon B. Johnson, el crudo relato en tiempos de JFK y el término bélico con el caso Nixon. Pero, sobretodo, la labor de espionaje que lanzaría a The New York Times a un conflicto público de intereses y ocultación de la información, donde tomaría el relevo, un Washington Post dirigido por la familia Graham de rancio abolengo periodístico y su lideresa interpretada por una resistente y flemática Meryl Streep, como primera mujer editora y jefa en un periódico.
Un relato informativo que abarca la transición cinematográfica de Mr. Spielberg, desde su éxito en aquella mítica Duel o El Diablo sobre Ruedas, curiosamente rodada también en 1971, pasando por otros momentos históricos que comenzaran con la oscilante y divertida 1941, las involucraciones fantásticas en un medio hostil de Indiana Jones, la cruda realidad de El Imperio del Sol o las notables La Lista de Schindler, Salvar al Soldado Ryan, Munich y El Puente de los Espías, y terminan con la ñoñería de War Horse y una espesura judicial o gráfica de Lincoln.

Una vez cogido el gusto por la Historia, y arrebatado por la participaciones de los EEUU y sus figuras icónicas, comprobamos esas otras conexiones que se conducen en la cinta The Post, trasladándonos a una etapa anterior a la terminación bélica, una vez el presidente Kennedy tuvo su triste final y la población reclamaba una justa explicación, al lado de la prensa. Spielberg utiliza recursos documentados y la fotografía de su colega Janusz Kaminski, atrapa la atmósfera que se respira en una redacción asustada por las presiones exteriores y la confusión de una información clasificada y robada, que haría cambiar los pensamientos decisivos de una nación. Así como, una estrategia que indica el camino periodístico, con la orquesta de su amigo John Williams, un reparto coral encabezado por la Streep, un cabal Tom Hanks profundizando en su estilo clásico y un extenso número de profesionales que demuestran sus dotes interpretativas, en pos de una tensión acumulada y la apertura de una vía compleja hacia el trabajo de un carismático y recordado director Alan J. Pakula. Sin embargo, algunos echamos en falta algo más de frescura o actualización de los conflictos subyacentes, como los problemas individuales y las expresiones del pueblo norteamericano en dicha época.

En este doble comentario, entramos en la historia con mayúsculas de dos naciones unidas por los agravios o intereses, Gran Bretaña y USA, que no uniformes en sus pensamientos. De la mano de su grandeza y sus miserias, sobre las opiniones de artistas que emprenden un reflejo de la sociedad, con sus revisiones ambiguas y polarizadas por conflictos armados que supusieron la destrucción de numerosas familias, por casos muy diferentes. Que tuvieron enfrentamientos millonarios en busca del beneficio social, político y económico... o la paz, por supuesto, también como representantes principales del llamado mundo libre. Y que han sido reflejados oportunamente por los mejores directores, en un acto de investigación de los diversos factores y de estudio de los personajes que intervinieron en ambas épocas decisivas de su historia. Claro en la política, los espectadores tendrán sus propias respuestas sobre los actos, o rebatirán dependiendo del ángulo de la historia y los complejos procesos ideológicos, que los definen como siempre.
Pero cinematográficamente para la carrera de Spielberg, aunque no se trate de su película más rotunda o las dudas provengan de algunas actuaciones o miradas soslayadas, si que demuestra un control práctico del oficio de director y una mano hábil para unir las sensaciones de los cinéfilos.

The Post referente al periódico y su historia mitificada ya, ha venido dispuesta a implementar en nuestra conciencia o juicio crítico, aquellos aspectos que podrían fracturar la "verdad" de los hechos acontecidos y conocidos universalmente, además de significar algunos de los rostros que fueron protagonistas... o no, porque quizá el más interesante es el que nos oculta y no proporciona otras alternativas al argumento, que este ambiente de alta política o periodístico, con sus diferentes capas en la distribución de las noticias. Otros casos personales son casi irrelevantes, transformando el estado social en un panorama judicial, donde nuestras salas se convierten en un juzgado o salón donde enjuiciamos la historia. Donde existe una crítica sojuzgada a la vez, por una opinión pública que no vemos contra las miserias del estado presidencialista y sus múltiples asesores.
Un trabajo bien hecho, con todas sus contraindicaciones, reservas y profundas grietas, que hubieran perforado los cimientos de la libertad de prensa y los ecos retrospectivos de aquellos viejos mitos del cine, todos los hombres que rodean al presidente. Datos que vapulean los derechos ciudadanos, que manifiestan los lobby´s ocultos al poder, las presiones que conlleva la política y sus mentiras, las difamaciones públicas y represalias, el ambiente de una etapa social de revueltas por las bajas de un conflicto armado en un país extranjero, y los documentos que reflejan, que la historia depende de la época en que se cuente una realidad o se expresen las críticas.

Por tanto, Spielberg vuelve a remarcar la necesidad de un cuarto poder que reproduzca los agravios y denuncie las consecuencias en determinados movimientos políticos y financieros, dejando la guerra en una segunda capa. A pesar de aquella represión budista y la imagen impactante del monje quemándose a lo bonzo, que desataría otras acciones aún más salvajes y violentas, la caída de un gobierno en la antigua Saigón por el movimiento comunista y el Viet Cong, las protestas hippies por la paz y la formación de un nuevo estilo de guerra de guerrillas, que venimos soportando los ciudadanos de un mundo dividido ideológica y comercialmente, con una terrible carga de miseria y pérdidas humanas de inocentes, también. Identifica la mentira de un gobierno y un presidente, que enlazaría con el Whatergate, en otro caso sobre la interpretación o tergiversación dada al pueblo que te mantiene, supuestamente.

El 1 de julio de 1965 los marines emprendieron la Operación Starlight, que comenzaría la expansión del conflicto por Indochina, hacia los países de Laos y Camboya, en la conocida ruta Ho Chi Minh. Mientras que, The Post trataba de salir al mercado con las máximas garantías, caracterizado por sus anónimos hombres y mujeres, periodistas de raza que alcanzaron la condición de luchadores o héroes. Encargados públicos de responder con los datos a sus representantes judiciales y poderosos contrincantes, a esa maquinaría estatal que podría hacer desaparecer un periódico por completo... y por ende, cualquiera de aquellos pequeños, grandes protagonistas.
En el ámbito más humano de la política, destacar la singular comparecencia de los gobernantes ante sus conciudadanos, para pulsar la opinión de la sociedad civil sobre una posible maniobra estratégica o defensiva de la nación, que logre la máxima convergencia de la acciones bélicas o inmiscuirse en los conflictos que deberán enfrentarse en el futuro. Quizás, la población norteamericana ha sufrido en el pasado, algunas deficiencias en la comunicación, y por ello, tuvieron que verse atacados en Pearl Harbor por el ejército japonés, para cambiar su estado de involucración en el conflicto. Algo a lo que los ingleses estarían obligados desde el principio, debido a la amenaza constante dentro de su territorio y esa diferencia fundamental en la información, de involucrarse en aquella terrible Guerra Mundial para no perder su libertad.

Sin embargo, tarde o temprano, ambos países debieron unir sus fuerzas (junto a otras potencias aliadas) para derrotar una forma de vida que acabaría con la igualdad y la fraternidad entre los pueblos. Mientras que, la guerra de Vietnam fue otra cosa, algo que no debiera volver a repertirse... o sí, para ir aprendiendo de nuestros errores históricos. Quién sabe...
Interesante película, que veremos si es capaz de adquirir mayor grandeza que la labor periodística retratada, ya que la adjudicación (en esta oportunidad) de los premios tendrá que competir contra otros grandes rivales, que intentaré ir descubriendo en próximos comentarios. De aquí a otros hilos, nombres, formas, anuncios o... pájaros. !Viva la libertad de prensa!, y el cine.

The Post B.s.o.


Tráiler Mamma Mia! Una y otra vez, de Ol Parker.


Tráiler Toy Story 4, de Josh Cooley.

sábado, 4 de marzo de 2017

Drácula by Bram Stoker.


El film de Coppola languidece con el tiempo

La obra maestra de la literatura romántica de terror, por supuesto, Drácula de Bram Stoker (autor con estudios en matemáticas y presidente de la Sociedad Filosófica en su ciudad natal Dublín), tiene con el tiempo, mayor grado de separación en su importancia artística, con el film de Coppola. Principalmente, como consecuencia de la mente dispar de un escritor creativo con percepción infinita para el mal.
Si Coppola consigue una obra mayúscula con "Apocalipse Now" y su captación del horror de la guerra, se descabalga en la adaptación del vampiro más seductor de la historia.
En el s. XIX, fecha de su publicación en centroeuropa 1887, Bram Stoker amasó una fortuna, con su incursión en los miedos de sus conciudadanos a través de sus creencias religiosas rigurosas, los ataques de la naturaleza salvaje o los seres diabólicos acechando en la oscuridad, y en las enfermedades contagiosas o mentales (sin remedios médicos suficientes en la época).
Bram Stoker inventa el Mal absoluto, un muerto viviente ávido de la sangre caliente y la sexualidad, de sus antiguos congéneres. Pero, además dota a Drácula de una narrativa que la convierte en una joya igual de inmortal que su protagonista.
El escritor dublinés proporciona una envoltura magistral con sus descripciones y sus cartas capitulares, la imaginación en poder de las palabras, y la sugestión en lugar del derrame hemoglobínico gratuito. La sangre es el alimento.
El esfuerzo de Francis Ford Coppola por dotarle de su personal visión, no son en vano. Pero, solo en determinados fragmentos lo consigue, provenientes de un recargado efectismo (ahora algo anticuado en el tiempo) y la interpretación de un actor camaleónico (gracias a su voz distorsionada, al vestuario y las prótesis variopintas), Gary Oldman maestro de ceremonias. No es mala cosa, pero nunca se acercará a la cotas del genio de Stoker.
Coppola no puede aferrarse visualmente únicamente a la descripción y la narrativa, por tanto, incorpora su propio diseño artístico y mediante la ambientación defiende los valores de su creación fílmica. Sin duda, cuando imita a Nosferatu y el impresionismo alemán, es cuando la película crece en calidad.

En una historia donde el protagonista esencial es la sangre, Coppola no escatima en su derramamiento, con el rojo del traje de un anciano Drakul homófilo, el ajustado de Lucy en bacanal orgiástica con el monstruo licántropo, y las gafas a lo Lennon ocultando el vacío de unos ojos necesitados de la viscosidad del líquido vital, son los ecos del modernismo. El rojo desde el comienzo es un hilo conductor, en una batalla carpetónica con reminiscencias a Excalibur de Jhon Burman).
Coppola y su Drácula, se divide en 3 actos: la presentación de personajes y contexto histórico, con Oldman recitando y gesticulando con la extravagancia necesaria para dotar de credibilidad al ser vampírico; el romanticismo con ramalazos de sexualidad carnal, y sus 3 siervas haciendo pasar un "mal trago" a el acartonado Mr. Reeves (con la Bellucci incluida). Lucy y Mina, hablando de armas varoniles. Cabalgadas infernales y chupito pectoral para una bella, por entonces, Winona.
Por último, la parte que no ha aguantado el paso del tiempo, las escenas de acción y la pretenciosa interpretación de Mr. Hopkins (que desdibuja el personaje creado por Bram Stoker). Hacen bajar el tono de este icono novelesco de s. XIX, reproducido hasta la saciedad hasta nuestros días. Y lo que queda...
*** Buena ***

Vampiros a ritmo de Rock con "Malcom Mcdowell": +Iggy Pop, +Alice Cooper, +Moby

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