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miércoles, 12 de julio de 2017

Imperium.


El Imperio de los Sin-Sentidos.

Esta película del director primerizo y coautor del guion, Daniel Ragussis, es una bala dirigida a tu sien. Trata sobre la evolución de un periodo pretérito de la historia, la edad de los Imperios, en que los individuos se organizaban en un vasto territorio dominado por un líder todopoderoso o emperador, demostrando su fuerza a través de las armas y el dinero. Estas grandes civilizaciones caerían en profundas campañas belicistas, esencialmente, por el tamaño monstruoso de las regiones que comprendían. Sus organizaciones políticas, el carácter violento de los protagonistas y las rígidas leyes que interponían aquellos miembros más relevantes del imperio a sus súbditos o lacayos del pasado, sin embargo, algunas cuestiones o fundamentos, han permanecido hasta nuestros días. Reproduciéndose o apoyándose mediáticamente.
Heredamos derechos cuestionables que se ejercen sobre el resto de la población, con enormes gastos por asuntos polémicos y, en muchos casos, produciendo auténticos desfalcos económicos. O, la creación de auténticas mafias, camufladas tras agujeros legales y silencios comprados, con hechos que dejan a los ciudadanos más humildes, no pertenecientes o no relacionados a dicha administración, siendo amenazados públicamente o avocados a la marginalidad y la pobreza invertebrada.

El caso es que esta división ideológica ha impedido el avance social generalizando una confrontación que resulta aburrida, desnortada y tortuosa para la estabilidad de muchas familias pretéritas y futuras. También es el mecanismo sobre el que se fundamentan la mayoría de guerras, disturbios y entramados arraigados en la radicalización.
En la película Imperium, se trata la acción de un hombre inteligente que posee unas características únicas y demostrativas de un combate silencioso contra las fuerzas más ocultas, pero, que debe tener cierto equilibrio mental para establecer relaciones con los miembros de sociedades secretas, o como en esta oportunidad real, una organización con ideología xenófoba y una actitud extremadamente violenta. Personas que desean la protección nacionalista de la sociedad, a costa, del desarrollo de otros colectivos que consideran una amenaza para el país. Y en medio está, precisamente, la figura heroica del infiltrado. Con el rostro dicotómico de un actor como el extrovertido Daniel Radcliffe, que ha navegado en los últimos tiempos entre personajes con caracteres desdoblados por las circunstancias, como en La Mujer de Negro, Kill Your Darlings, Horns, Victor Frankenstein o Swiss Army Man. Un cambio muy oportuno hacia los personajes contradictorios en su carrera profesional, marcada por el ´rayo` de la juventud. Mientras que el actor nacido en Fulham, interpretaría a Rosencrantz en National Theatre Live: Rosencrantz y Guildenstern Are Dead, otro protagonista infiltrado en la Jungle de Greg McLean (Rogue, Wolf Creek), una historia sobre los cárteres fronterizos, llamada Beast of Burder, o un proyecto de huida del centro carcelario Robben Island de Sudáfrica, junto a Sam Neill.

Por otro lado, el guion de Imperium, firmado por el director a la par que Michael German (escritor de antecedentes políticos y adiestrado en conspiraciones), desarrolla el filme como una máquina sanguinolenta o máquina de picar cerebros. Cuando se introduce en la mente de acosadores y vigilantes, para intentar doblegar a las instituciones mediante una acción terrorista y un espíritu proscrito, u observar las diferencias de criterio entre los investigadores del FBI. En cambio, no lo consigue en todas las escenas importantes.
Pues, existe un trama oculta en su pensamiento, que no termina de ampliarse o discernirse en totalidad, pero que exige una respuesta de la gigantesca sociedad norteamericana y sus variopintas instituciones públicas. Algo a lo que enfrentarse y que proclama la ideología supremacista, patriota de nuestros tiempos y el antiguo racismo contra los extranjeros, algo que resuena en estos momentos, como modo de defensa de muchos países frente a especulaciones interesadas y la magnitud de atentados terroristas a los que dar respuesta. Algo silencioso, que aumenta las víctimas inocentes en cualquiera de nuestras ciudades que sirven de guarida de diversos malhechores. Y algún héroe anónimo...

Todos aquellos líderes o representantes económicos de distintas culturas, que forman parte de nuestra sociedad moderna y defienden la libertad comercial o de movimientos, también conviven con individuos cerrados a cualquier tipo de apertura progresista. Esos males conviven a diario, aunque el juez sea un individuo joven que parece desubicado con el trabajo de un agente infiltrado a realizar secretamente y cuya familia es sustituida por un engendro descorazonador. Como perdidos andan algunos personajes de la película, que no resultan demasiado realistas o establecen un discurso confuso, mezclando las posiciones e ideas.
Lo que daría a entender, que ambos extremos (izquierda y derecha), predican cosas comunes en el fondo, arraigados en motivos partidarios, donde la selección o segmentación de los recursos sociales y los beneficios se reparten acorde a las necesidades de sus acólitos. Mientras, los pobres inocentes serán los que vuelvan a caer de rodillas, con una posible bala en la cabeza o reventados por las bombas. La acción de los agentes infiltrados del FBI (o cualquier otro cuerpo del mundo) representa la libertad de todos ellos, los inmersos en una crisis económica que parece ya un mal crónico y devastador. Aunque haya que cortarse un pelo...

Esa libertad no significa la reclamación de la tierra para sus conciudadanos, sino una tierra de oportunidades para todos. No la disgregación por dinero de la sociedad, ni dentro del seno familiar, el ambiente laboral o las relaciones personales, cada vez más distorsionadas ante la globalización y la limitación de recursos de alto coste social. Por tanto, el filme Imperium lo muestra como un fracaso general para las últimas generaciones marginales, parados de media edad y jóvenes que recaen en otras redes clientelistas perjudiciales y radicales. Tanto física como mentalmente. Al acecho, un posible ejército o revuelta social, que nacería de lo marginal, del consumo de alcohol o el tráfico de drogas que manifiesta esa falta de medios económicos o la necesidad de un dinero rápido que envenena a la sociedad, y no ven una perspectiva real para liberarse de ese terrible yugo o sentirse útiles sin condicionamientos.
Toda esta amalgama realista, es Imperium. Además de un interesante duelo entre Mr. Daniel (Próximamente en la serie Miracle Workers con el dios Steve Buscemi) y la actriz nacida en Sidney (Nueva Gales del Sur), Toni Colette, que posee numerosos proyectos próximamente tras la película de acción XXX: Reactivated. Este año, Miss Toni colaborará en numerosos trabajos, como una serie de temática policial llamada Blue Murder: Killer Cop, u otro largometraje llamado Unlocked junto a Orlando Bloom y Noomi Rapace, además el drama bélico llamado The Yellow Birds, el filme Jasper Jones junto a la joven actriz Angourie rice y Hugo Weaving, más tres actuaciones en el género de la comedia, con el título Fun Mom Dinner, Please Stand By junto a Dakota Fanning y Alice Eva, o Madame de la joven directora-guionista francesa Amanda Sthers.

La pareja ´fiel` a sus principios, enfrentados a su vez, con los diferentes actores que representan aquellas posiciones más extremistas y violentas, porque del lado del mal, destacan actores como Sam Trammell, Chris Sullivan (Morgan, Guardianes de la Galaxia vol.2), Nestor Carbonell (El Caballero Oscuro, Bates Motel) y en el rol de Dallas Wolf, el extraño personaje por el que transita el actor Tracy Letts (La Gran Apuesta, Elvis Vs. Nixon) y una de las figuras más interesantes para diseccionar. Este actuará también en los filmes, Lady Bird junto a Saoirse Ronan, The Lovers con Debra Winger y el proyecto titulado The Papers de Steven Spielberg, con Alison Brie, Bradley Whitford (Get Out), Michel Stuhlbarg (Miss Sloane), Tom Hanks y Meryl Streep.

Existen focos que no acaban por iluminarse, a pesar de las interpretaciones, pero si te interesan los procesos y tramas ocultas, con asuntos paralelos a la vida de pacíficos ciudadanos, esta película Imperium puede llenar las expectativas sobre métodos conspirativos. Ya que se alambica como una investigación enrevesada entre la policía estatal de Virginia (con imágenes rodadas en las localidades de Chesterfield, Petersburg, Hopewell, Richmons y Prince George en Virginia), y el encubrimiento del agente del FBI, Nate Foster. Miembro de un peligroso clan supremacista y representante de uno de las tareas policiales más difíciles que han existido.
Por tanto, aunque el montaje parece algo manipulado en algunas escenas y recorta las expectativas del suspense, puedes observar como funciona el tráfico siniestro de materiales radiactivos o los contactos terroristas con una banda criminal, no olvidemos, formada por estadounidenses de raza blanca. Personalmente, creo que esta lucha estereotipada permanecerá, como el miedo intrínseco, en el subconsciente bélico colectivo, alzándose sobre la desmotivación general de partes de la sociedad americana (y mundial). Una tendencia que perseguiría, como ayer, dominar voluntades, actuar contra la corrupción de la clase política o los estamentos públicos, y fomentar un caldo de cultivo peligroso contra determinados colectivos o ciertas referencias culturales. Y, ¿tú me lo preguntas? Radical eres tú...

Por consiguiente, ese reflejo o peso histórico, la terrible suela patriota que causó millones de muertes durante la Segunda Guerra Mundial u otras, generó un genocidio masivo, segregación y asesinato consentido por un pueblo. Imperium es una muestra en el cine, de nazismo embrionario. Donde este arriesgado servidor público, como muchos otros, cambia su fisonomía y desdobla la personalidad, para defender tu libertad. Daniel está fingiendo o recreando esos personajes de la ficción, cambiando sus papeles fantásticos (e incluso surrealistas como en Swiss Army Man), pero dentro de una realidad que asusta.
Delimitado por un guion con algunas inconsistencias estructurales y diálogos forzados hacia la resolución positiva, el personaje de Daniel Radcliffe se mantiene entre dos posturas incompatibles, racional y éticamente. Y salir airoso de este conglomerado interpretativo, con estas acciones de infiltración de su personaje, al límite del esfuerzo mental y postural, representa el valor de individuos secretos que están dispuestos a... llevar a seguidores radicales a la puñetera ´jail`.

Tráiler National Theatre Live: Rosencrantz & Guildenstern Are Dead, de David Leveaux.


Tráiler Madame, de Amanda Sthers.


Tráiler Jumanji: Welcome to the Jungle, de Jake Kasdan.


Tráiler Jasper Jones, de Rachel Perkins.


sábado, 12 de noviembre de 2016

Del Mar de Árboles a Swiss Army Man.

De océanos de árboles y otras brisas.

Hace algunos años, era más intransigente y declaraba con sentencias irrevocables. Sin embargo, el paso del tiempo te confiere otra perspectiva, o lógica más acorde con la situación en el presente o el aprovechamiento de esos escasos amaneceres que nos restan por vivir y aprovecharnos de los bellos paisajes que nos brinda la naturaleza.
En definitiva, seguir adelante, aunque la propia vida te lo ponga difícil en algunas ocasiones y vayas sin rumbo.
Así, aquellas decisiones tomadas por alguna razón de peso, confirieron un sentido determinado a nuestra vida e irán modificando los pasos dados a continuación, hasta un lugar incierto. Ya sea a través de un receloso mar de árboles, interminable y laberíntico como purgatorio de Minotauro, o un trasbordo surrealista que nos lleve a algún remoto lugar de nuestra conciencia. Una vía onírica, como el cine.

Por este camino sugestivo del cine, particularmente, me enfrasqué con una determinante y lógica postura, hacia un viaje con visos de derrota previsible, pero con la narración que ayudara a contemplar una visión distinta sobre este mundo globalizado y voraz, flotando a mi alrededor. Semejante a un espejismo de plasma, que anticipa una reflexión interna sobre esos comportamientos sociales, menos lógicos o viscerales, más propios de náufragos o suicidas de la mente. Muchos, cansados por un peso mayor a sus espaldas, denominado culpa.
En más una razonada ocasión, esas decisiones fueron injustas o erradas, elegidas por vientos en contra. Por ejemplo, en la visión de distintos artistas de la cinematografía, como el director de Louisville Gus Van Sant, a quien siempre reprobaría su, inapropiada como innecesaria, versión de esa obra maestra de Alfred Hitchcock llamada Psicosis. Tanto que me decanté por ignorar su trabajo posterior, sobre todo, a raíz del visionado en 2003 de aquel tratado sobre la violencia juvenil o Elephant, defraudado por su estilizada mirada del horror y esa irreverencia juvenil, trasladada a la pantalla como belleza estética. Hoy, he claudicado en un mar de árboles.

En el otro lado, de esta redención crítica, cuando un personaje no te cala y esperas que el joven intérprete crezca, para poder identificarle con otros papeles posibles y su calidad profesional, como Daniel Radcliffe... a veces, sucede una transformación física, a golpes. Como un potente navío, dispuesto a cruzar los límites de la imaginación y ese costumbrismo visual. Son dos agujeros negros de mi pasado cinéfilo, que han quedado sepultados en la memoria, sumergido en sus últimas producciones. Pues no todo en la vida permanece inmaculado y perfecto, según nuestro cambiante pensamiento. Es decir, que la vida sigue por ahora, y como ella, las decisiones pretéritas no durarán para siempre.
Pilotando el horizonte, con los bolsillos repletos de fariseísmo, se puede comprobar la división de dos caminos posibles hacia esa redención, real o imaginaria. Por mares y bosques, uno se dirige firmemente sobre los restos de un naufragio realista y la tragedia más desesperante, que no aparecería en nuestros peores sueños; el otro se envuelve en un mundo irreal, hasta el jardín de una casa privada. De percepciones surrealistas o reflexiones adornadas con ruidos y quejidos procedentes de nuestro interior. Dos ramificaciones distintas, pero con curiosas verosimilitudes... al menos así lo percibo.

The Sea of Trees.

Gus Van Sant, el nombre prohibido de (Kentucky), anduvo por mi mente como un vagabundo durante mucho tiempo. Perdido, desde aquellos primeros trabajos destructivos como Mala Noche, Drugstore Cowboy o Mi Idaho Privado, en territorios que abrían nuevas perspectivas inteligentes en el planeta cine. Hasta la caída a los infiernos de una colorista fotocopia, desviado a una posterior redención envuelta en hojas suicidas y ecos desgraciados del pasado, tal que resurrección de un autor maldecido por cientos de lenguas y miradas inquisitorias.
Fuente de dardos venenosos y con motivos razonados, hoy es salvado tras las dudas o imágenes adornadas de una violencia próxima,
Así, alentado por sus dos protagonistas principales y cierta curiosidad sobre un posible planeo por la filosofía oriental, también paseo por la vida y la muerte. Creo injustamente vapuleada, hasta hoy, me sumergí, vigilante, en un océano de verdes y poco contaminados senderos (no he visto El Bosque de los Suicidios en una variación sobre el mismo tema), para asegurarme que una actitud intolerante, sirve de bien poco en esta exánime existencia. Si bien, algunas circunstancias te sigan doliendo... para siempre.

A diferencia de otros conceptos intangibles, como la propia conciencia y el paso del tiempo, esta perspectiva de El Mar de Árboles, se extiende en una sola dirección o realidad, sobre el perdón y la culpa. Un paso adelante, contra la decepción incontrolable y convulsa, que te puede jugar una partida tan macabra, como un suceso increíble.
A veces, en un recodo, toma la dirección del viejo Hollywood o de artistas tan humanistas como el director nacido en Sicilia, Fran Capra. Y sus múltiples fantasías conceptuales (aunque sin su característico humor) sobre la redención. Gus Van Sant se entrega en The Sea of Trees, a un cuento, fábula laberíntica o espejismo de pasiones, que bucea en estas terribles decisiones que llevan al ser humano a erigirse como un vulgar egoísta. Un ser tan despreciable interiormente que toma uno de esos caminos más complicados, y nada utópicos, en una odisea o pesadilla vital que recapacita sobre la propia resistencia al sufrimiento y el dolor. De la mano de un artista incalificable conceptualmente, como los diversos rostros de Matthew McConaughey, en su imagen creciente del anti-héroe.

Una situación hiriente y claustrofóbica en plena naturaleza, en el parque nacional de Aokigahara en Tokio, a los pies de un volcán de frustraciones y pasos errantes, que te sumerge en la muerte como un océano de árboles, y se extiende como una ruda y tensa soga, lava del Fuji con un corte afilado como la imaginación, o un sueño profundo a raíz de un bote de pastillas, todas del mismo color y único efecto.
El resto, es el espejo sobre el que mirarse o confesarse. En la decadencia de una sociedad enferma, o retrato de unos individuos enfermizos, que Gus Van Sant identifica como cadáveres en vida o esqueletos vivientes, nos inunda con melancolía, rabia y una vía, tan infranqueable, como la mala suerte, encarnada por un personaje enfermizo y bipolar interpretado por Naomi Watts. Pero, frente a la indecisión del cambio, se propone la mirada de un consistente actor como Ken Watanabe, que suaviza un drama encadenado y demasiado doloroso por una sucesión de errores, silencios y agravios.

Motivo de la sinrazón, el egoísmo y la falta de comunicación, frente a nuestros seres queridos, surge esta historia en comienzo depresiva, con un entramado de conclusiones aciagas y vidas errantes que, al término, camuflarán la terrible realidad con una capa invisible de espiritualidad, frente a esa comodidad de nuestra vida para amoldarnos a las posiciones más venenosas. Igual de decadentes que una excursión accidentada, de parados, por el recuerdo de la pérdida. Una etapa cruel al corazón de la humanidad... sobre esa cosa llamada amor.
Por tanto, el Mar de Árboles espera, sigiloso, a otras víctimas despedidas por el deseo cohibido o la desgracia personal, en forma de odisea fantástica o cuento de redención, sin campanillas caprianas ni risas. Excepto, un mínimo encuentro con el adorable George Bailey, el perdón en carne propia, o esas indigestas fechas que nos pueden encaminar erróneamente, hasta la falda de un volcán. Incandescente como nuestra memoria. Pues, el pensamiento oriental sobre la mortalidad y su postura con ciertos tropiezos vitales, transfiere una especie de redención del su orgullo o el honor de antaño, dónde se embarcaron miles de individuos por distintos oceános, batallas perdidas y mares de culpas. Penalidades imprevistas, a la espera de una respuesta, como un negativo de Frank Capra...

Una historia que rellena algún hueco, un campo de batalla de heridos corazones, tirados aquí y allá, demostrando que el perdón puede y debe existir. Al menos, tras un traumático y sugestivo encuentro con ella, la bella Naomi, encarnada por el espíritu japonés de Mr. Watanabe y su tañido invisible, aún inaudible, intangible... mágico y redentor, a pesar de un repentino y innecesario golpe en forma de flashback. Una voz improductiva o conciencia repetitiva, cuando hubiera sido mejor el silencio y nuestra comprensión individual.
En la misma balanza, que el futuro de este comentario, las lágrimas en el rostro de Mr. McConaughey en el filme, se transforman en una resistencia al infortunio y el dolor, esto es, la esperanza como posibilidad de una nueva línea, tan necesaria e intangible como esa felicidad inalcanzable. Hasta que los árboles, nos hablen de nuevo... o una pequeña flor en la roca.

Swiss Army Man.

Parece lo mismo en algún sentido, incluido el natural, pero tan diferente como un suicidio que se representara a una broma pesada.
Dos creativos procedentes del clip musical (Dan Kwan y Daniel Scheinert), ahora directores de largometraje, se embarcaron en este viaje surrealista de Swiss Army Man, que produjo más huidas en Sundance 2016 que desertores en una batalla, en un increscendo sonoro. Se acompañan de dos personajes (e interesantes actores para grandes travesías futuras), embarcándose en una extraña mezcla de recuerdos, viscosidad vital y gases de ultratumba.
Otra odisea personal, en el mismo sentido del cine metafísico, aunque dirección opuesta. Un filme que comienza en esa difícil travesía de la vida y propaga un contenido más surrealista, menos dramático que el océano anterior... más bien, la metáfora de una pesadilla jocosa.

Sobre una playa, donde el existencialismo se vuelve confuso y la realidad, efímera como la vida y la muerte, los mensajes se precipitan a la nada más surrealista, irrisoria, en busca de esa respuesta que indique el camino a la salvación, o la comprensión. Esperando, hasta que ya no aguantas más, resbalas y retumbas con el sonido del más allá, sobre la orilla.
Mientras, el ancla que se aferra a la tierra, te avecina un episodio imposible con un nuevo combustible utópico, mientras tu realidad se transforma en un complejo rompecabezas, como fichas de juguete para la construcción imaginativa. En esta encrucijada con el techo natural de una caverna o troncos adaptables a tu historia, sobreviene el mensaje con la sonoridad saliente de unos alicaídos pantalones.

Cubierto de arena empapada, de posiciones inverosímiles y efectos sanadores, se reciben los recuerdos en forma de deseos surrealistas (más que verosímiles), como fuentes inagotables de sapiencia sonora, conexiones con la conciencia, sexo unidireccional a la deriva y, a bordo, de un amor no correspondido, que nos llena de indecisiones o flatulencias supersónicas. Hola, otra ola... Ya estás al otro lado, en la frontera del realismo exagerado y la tragicomedia. Tu cabello revuelto, con el ´viento` en contra... algo descolocado en la vida, por cierto.
Bajo las mismas premisas, el mar no cesa, tan desconcertante como son las simpáticas embestidas de la vida (en contraposición con el océano anterior), miradas de dos personajes, improbables... o no. También, sueños de su propia salvación, aunque se hallen con el agua al cuello y la vista puesta en una existencia pasada. Swiss Army Man, son luchadores de los futuros errores de su existencia, o fallecimiento prematuro en una lengua extraña, algo soez.

A propulsión hacia la redención o a esa increíble realidad a la que nos deparan las imágenes y sonidos, en la próxima hora y media, provenientes de nuestro interior. Otros dirían zafiedad o truco sensacionalista.
Por tanto, nos encontramos con dos actores en crecimiento disfuncional y paralelo, el vividor fatigado Paul Dano y la fatiga viviente Daniel Radcliffe, como alicientes conceptuales de una estructura cinematográfica, poco vislumbrada con anterioridad... sorprendentemente cómica o, más bien, cubierta de desfachatez irónica. Algo inusual, tal vez digerido, en algunos casos o sentidos, dentro de la filmografía de Luis Buñuel o algún que otro dadaísta, que ahora no recuerdo, abstraído por un tapón monumental en mi cu... conciencia desvariada.
Bueno, al grano... el muerto al hoyo y el vivo... o viceversa. No sé.

La pareja de directores, y sus imágenes interpretativas, tratan de sostener algo tan inconsistente como la brisa o una ventosidad. Aunque persista en el tiempo y el espacio aromático, como ella, la dichosa parca. Una, loca, sonora o imaginativa (a gustos), con forma de verborreíca existencia y pálida instantánea, para proclamar que el individuo, no es nada, sin nadie a su lado. Tan solo, una conciencia cinematográfica que critica, sin saber la razón o la manera de lo expresado. Un muerto viviente, que salió de la cueva y que se ríe como un tonto, entre tanta incontinencia y falsa realidad, en cualquiera de los sentidos, o percepciones.
Un trozo de carne, que aprende a sentir, o a huir a escape... no lo tengo claro.

Lo reconozco, no he entendido el fin, sino el principio de todo. Somos seres vivientes, con ganas de terminar, o náufragos cambiantes. Patrones de lanchas a motor fueraborda que indican el extravío mental, o un regreso de la uniformidad y la falta de congruencia, muertos de risa que se convierten en héroes a la fuerza, depredadores devorados por la fantasía enfermiza... mientras otro voraz plantígrado se ceba con el actor que representa al ser humano, o el ser tras la máscara. Sólo sé, que no ´peo` nada.
Mr. Dano, crucial estrella, es el náufrago que vaga dentro de nuestra cabeza, indeciso y débil, un pedazo de carne que atraviesa el horizonte en una cabalgada enloquecida y desconcertante, hacia un abstracto Daniel Radcliffe... o más bien, encima de su abstracción. Este último decía en THR: “Fue genial y original, emocionante y completamente loco, y diferente a todo lo que he hecho o leído. Me encantó el reto físico, lo doloroso que podía hacer que pareciesen las cosas". Es una evidencia, este, su trabajo en la película.

Es posible que, si no has visto Swiss Army Man, te preguntes: "de qué narices, habla este hombre". Me refiero a mi aportación, claro. Y, te respondería, más que excrecencias nasales y otras señales incipientes, expreso una sorpresa como pocas, fijación por otras partes de la anatomía humana, pongamos por ejemplo... ojos ´perdidos` en una isla, bocas ´de riego` por aspersión, antenas ´para-bolicas` que te dirigen a casa, otros miembros manejados por un maestro de marionetas (en la sombra), pezones que crecen al compás de las olas y la memoria, gargantas profundas y propulsoras de recuerdos, oídos que escuchan pero no comprenden, lenguas viperinas de televisión... y únicos y sonoros... traseros inquietos. Tal que timorato o locuaz provocador, ano de ideas y pasiones diarreicas. ¡Puff, perdón!

Al otro lado de ultramar, allende los mares, aparece una tragedia individual, que amenaza con convertirse en global. Un guion cubista en manos de los mismos autores, idóneo para crear islas solitarias o boyas de señalización al peligro, con una banda sonora de Andy Hull (camarógrafo en la historia soñada) bastante tarareada.
En su irascible incontinencia verbal, la actriz o musa Mary Elizabeth Winstead (Scott Pilgrim, Calle Cloverfield 10), es una invitada a esta producción rodada en Los Ángeles con producción de Blackbird y Cold Iron Pictures. En busca de los paraísos creados o imaginados bajo nuestra celda cerebral o efervescente necesidad, tras los pasos de un hogar, tan inconsistente como una recreación de la verdad. Concluyendo, la desagradable existencia del temeroso en imágenes creadas con efectos especiales y sonoros, una mente sin amor ni amigos, que se mira al ombligo de un muerto, con el silencio de una cueva abandonada o musicalmente rimbombante como cuesco de difunto... es decir, con la compañía y consejo estimable de un compañero de fatigas flatulentas y otras músicas.

Swiss Army Man, podría ser un cambio de aires, tan necesario como la demagogia intestinal del mundo real, mientras otros manejan los hilos desde la sombra y se carcajean con ocurrencias locas. Somos, Dany el muñeco diabólico con el pompi al aire, y surcamos velozmente las marcas de un pasado fotografiado en las redes sociales... hi doll, of black mirror... somos los efectos disfuncionales de un tsunami psociológico, un engaño como los especiales creados en el cine, entre la familia propia o la novia de otro... el futuro riéndose de su fallecimiento.
Ahora, sí que lo confieso, estoy intentando una táctica envolvente, para decirte todo sin decierte nada, porque Swiss Army Man, puede ser todo o nada, como pedo de distintos animales o sus fluídos excretados, convergiendo en polvo estelar o mierda espacial, en una montonera tratada por el director del siguiente videoclip, que se identifique con una nueva estructura que es la misma, el estiercol de la vida.
Un nuevo crecimiento, arraigado sobre lo que fuimos... o un marronazo mayúsculo que huye a escape. Sin saber cómo llegamos hasta allí, o hacia dónde nos dirigimos. Como los excrementos de aquellos dinosaurios.
Una interesante armada de difuntos... no suizos, sino mundiales. Porque, personalmente, prefiero el surrealismo al realismo suicida.





domingo, 29 de marzo de 2015

Horns.


Harry con cuernos... molas más.

Mefistófeles o cualquier otro ángel caído, se ha reencarnado en la piel (por fin libre de rayos en la frente y con barba de varios días) de Daniel Radcliffe, justo en una época que trata de desembarazarse de aquellos imberbes encasillamientos, cambiando la magia por la penitencia al terror y el juicio de los pecados sociales. Aunque en esta ocasión, la película Horns tiene su mayor acierto en dejar de lado todo rasgo relacionado con acercamientos excesivamente religiosos, por una denuncia simpática de otros pecados más humanos. Daniel se disfraza de confesor astado y poder calórico salido de las entrañas del averno, sin pretenderlo.

Horns del director parisino Alexandre Aja (Alta Tensión, Las colinas tienen ojos, y también productor de Maniac) se transforma moralmente en una de esas producciones cuasi fantasmas, que demuestran el estado actual del mundo cinematográfico. Esto es, mezcla un reparto de actores con tirón entre los más jóvenes buscando su sitio fuera de esos papeles marcados o emblemáticos, en este caso, incluye a la actriz Juno Temple (Lovelace o Maleficent) sigue su enamoramiento, ahora con el cabello de rojo diabólico. También pertenece al tipo de filmes con un recorrido en la exhibición bastante difuminado y esquivo, aunque realmente estoy bastante descolocado en este campo.

Fantasmagórica y ligeramente provocadora (podría serlo mucho más), casi tanto como la osamenta de castigo que presenta su protagonista intentando resolver un crimen igualmente confuso, y no precisamente por el tratamiento de choque con que le obsequiara su media naranja en el filme, más bien por las características extrañas en que se ve envuelto tras una noche y su consecuente resaca matutina. A partir de aquí y La mujer de Negro, Daniel me ha empezado a caer mejor con cuernos, además de conocer que será Igor en una nueva propuesta sobre el monstruo.
La película se ve como una investigación paranormal, con diminutas perlas ensangrentadas y una pequeña cantidad de humor negro y gamberro, alejado de aquellas tensiones psicopáticas con personajes salvajemente enfermizos de las primeras películas de Aja. Aunque tampoco sin llegar al extremo de su última y injustificada Piraña 3D, sino es el rendimiento en taquilla.

En Horns prima el mecanismo de la transformación del personaje, tanto de cara al exterior como en los recuerdo que se cuelan en los resquicios de su mente, perseguido por equívocas circunstancias que le van convirtiendo de febril enamorado a acosado por las dudas y los ramalazos faústicos. Pero, la sociedad se desnuda ante él demostrando la decadencia de sus comportamientos, en la calle, sus trabajos o en los deseos inconfesables. Se convierte así, en una suerte de confesor endiablado con su propia pugna interior, toda una declaración de principios.
La realidad se enfrenta con unas pruebas que parecen dirigirse hacia su persona criminal, aunque no lo reconozca, con todo su pasado coherente y recto (aunque fuera un mago infantil) y los cameos de actores que parecen invitados al aquelarre en Vancouver, como Max Minghella (The Social Network), Joe Anderson (Across the Universe), Kelli Garner (The Aviator), o los multidisciplinares James Remar, Kathleen Quinlan, Heather Graham o David Morse.

La comedia tiene una estructura post-adolescente basada en el libro de Joe Hill (seudónimo del escritor e hijo de Stephen King) su éxito más reciente de mismo título. Repleto de faltas anti-higiénicas y comportamientos agravados por la esencia malvada del ser humano, es una especie de descenso goethiano con chistes sexuales e insultos guiados desde el averno, que magnifican su esencia maligna mediante la redención del individuo.
Ellos, los condenados se ofrecen a sus/nuestros oídos inmaculados a través de declarar los propios pecados, como si alimentasen sus terrores personales. Radcliffe desprendido y convincente, ha abandonado las monturas por escobas más adultas y dota a sus nuevos trabajos de una capa de pasotismo bastante cuidado. Un catálogo más adecuado con su personalidad actual, tendiendo a la oscuridad y entregado al anti-héroe romántico y el humor depravado. No es mala cosa, si se encuentra a si mismo con estos papeles.

Sin embargo, en el sentido contrario se dirige Alexandre Aja, que nos confunde con su carrera irregular, manteniendo algunos trazos terroríficos pero entregado a la comedia negra o disparatada ahora. Cosa que tiene bastante desorientados, sin cortapisas, a los aficionados al género del horror que esperan cuales pueden ser sus siguientes pasos en su aventura americana. Particularmente, el humor no me parece tan mal si su sitio pasa por el entretenimiento, en las dos horas de duración con Cuernos y una banda sonora con canciones muy reconocibles, sobre todo si lo hace por ampliar sus miras a la hora de afrontar otros retos temáticos, y no quedar encasillado en el mismo tipo de películas y personajes psicópatas. Veremos sus intenciones.

En definitiva, me quedo con las ganas de un cambio más potente, ya que la parte más atractiva de la película son esas confesiones disparatadas y superficiales, arrancando máscaras y tabúes de nuestra sociedad actual. Si bien podrían haber contenido cargas de profundidad más impactantes.
Horns son dos pequeños abultamientos que nos recuerdan lo que fuimos y lo que podemos cambiar en procesos futuros, en relaciones con las personas que nos rodean en cada etapa.

Me quedo con estos actos más que con la relación amorosa demasiado predecible, porque siempre las verdaderas intenciones oscuras aparecen en el interior de nuestras cabezas, no en la apariencia externa de una espectacular ´cornucopia` del Mal.

*** Pasable **

NOTA: Me alegra que Daniel Radcliffe y Alexandre Aja se hayan sumado a la corriente cornúpeta, pues hay animales con dichas herramientas que están en grave peligro de extinción. Ahora, le ha tocado el turno al gran Rinoceronte Blanco que se desvanece como un fantasma blanco en la sabana africana. Así que hagamos un esfuerzo por su supervivencia #SaveTheRhinos

HORNS Movie Score - Rob


Y una colección de canciones incluidas en la banda sonora, como:

David Bowie - Heroes.

Pixies - Where Is My Mind.


Marilyn Manson - Personal Jesús.

Cinemomio: Thank you

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