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martes, 7 de enero de 2020

Mindhunter (Season II).


La mente es lo más apreciable del individuo... en su cabeza se dirime todo. Pasado, presente y... No sé, también lo malo, malísimo. Ojo, cuidao!
Así sea por sus inclinaciones más altruistas hacia los demás o dedicaciones inteligentes del conocimiento, como también, por aquellos otros sucesos que nos avergüenzan como seres humanos.
Pasos equivocados, miradas extraviadas, fauces rabiosas, extremadamente violentas. Habrá que vigilar y mantener controlados a los depredadores, durante otra temporada.

Lugar rectangular donde aquellos crímenes, que condicionaron los caminos del hombre, dejaron un tufillo nauseabundo. Discretamente en los diarios, multidimensionalmente en las redes, con alguna mujer (mayormente contra sus hijos más débiles), nos vuelven a retratar a lo largo de la historia.
Sólo tenemos que echar la vista atrás, repasar los titulares y mirarnos al espejo de la misma, la tortuosa historia. Rescatando la memoria de escritos amarillentos o esquelas pasadas a primera página, para estudiar y aprender el hecho delictivo.
Cómo se han reproducido las luchas entre hermanos, con el tiempo. O penas luctuosas entre géneros, los abusos o guerras mentales en aumento, incontestable... las violaciones de los derechos, por todo el planeta. Da igual la ideología, siniestras teorías en manos truculentas e interesadas, para ver el lado más perverso del hombre o las penumbras de nuestra conciencia.

Sin duda, crece la negatividad y el desastre. Pero, por otro lado, las buenas noticias y descubrimientos excelsos, nos mantienen vivos y esperanzados, mirando a los científicos descubrir la multiplicidad de la metástasis en células regeneradoras, curiosa tardanza. Son los avances que predominan en la existencia mayoritariamente o la neurociencia que avanza repasando nuestra memoria. Algo digno del ser, que persuadiría las desgracias próximas o discusiones catastrofistas en interacciones diarias, como un inmenso ejemplo de inteligencia que deberíamos supeditar al resto. Pero, seguirá habiendo mentes que no funcionan o deben ser cazadas por los profesionales y médicos.

PU3W, como diría Lemony Snicket, aquellos procesos que devalúan al ser humano con denominador común, el daño producido o la expansión del terror, también nos visitan a menudo intermitentemente en forma de desdichas fraticidas que degeneran la individual existencia.
Son flashes, improntas del dolor, que quedan como muestra terrible del odio y el comportamiento inhumano, fotocopias borrosas de Joker. Que defenestran la inteligencia, en una estancia fría, como desafiantes muestras retrógradas de lo que podemos llegar a desarrollar en tinieblas y ejecutar violentamente desde nuestro interior. Hasta producir el horror más recalcitrante, lo que define nuestro lado más salvaje, enfermo y temible... el otro yo.

Aunque, siempre estudiados con curiosidad necesaria por la ciencia. Seres disfuncionales con efectos secundarios, recordados por muy diferentes motivaciones, enseñanzas prohibidas o cambios emocionales... engranajes en nuestros cerebros que producen esos elementos que intentamos olvidar, o no. Es un enfrentamiento diabólico, perenne, de consecuencias insospechadas, para lo bueno o lo malo.
Por lo que estamos sometidos a una carrera de resistencia, de supervivencia, sobre rescoldos semi-enfriados o esos recuerdos imperecederos que nos visitan a menudo. Dándonos codazos, unos a otros, para alcanzar una posición primordial. Un espacio entre el éxito profesional o la fama diabólica, la cúpula mortal de extraños cazadores... depredadores de nuestra propia especie.

En cambio, una verdadera madre se esmera para que sus retoños, sigan la excelencia en las costumbres o la ética, con respeto a los demás y adquiriendo una notoriedad por méritos legales, sin verse sometidos a juicio sumarísimo... Respeto, ¿tan difícil es? Lo demás es puro espectáculo o exhibicionismo, ¡bang! tiro de gracia al presentador...
Como la mamá del pequeño David, el aprendiz de cineasta, educado por una profesional de enfermería y maestra personal a tiempo casi completo, deseando lo mejor para su hijo. Dedicada paralelamente a la salud mental de sus pacientes... enfermos mucho más inofensivos, que éstos presentes. Los espaciados sobre la época de los 70... los de la serie de Netflix, reconocida social y psicológicamente como Mindhunter.

El Presente, del pasado.

Sin embargo, algo parece haber cambiado... no sustancialmente, más bien estructuralmente.
Ahora, nos introducimos en una persecución fantasmal, con ramalazos personales, típica de cazadores, de lobos, no animales. Palabras contra armas, mientras las madres contemplan, tampoco en silencio. Sino, pidiendo una justicia, que parece esconderse bajo una sábana pútrida.
Porque quedaban desquiciadas sobre la faz de sus escasas fronteras, la paz desquebrajada de sus familias, la negrura de sus barrios marginales, en cada esquina... o asiento trasero de un coche.
A través de esta segunda temporada de Mindhunter, se ahonda en las preocupaciones y desahogos inesperados, descritos en el tiempo, sobre la voz y las manos de estos seres infernales.

Descerebrados asociales que, regularmente por otro lado, no cesan de aparecer a diario en las noticias, manteniendo la alerta social y recreando viejas patologías. Incluso pasando de ciertos estereotipos, de un forma más secuencial, cambiando de una piel a otra, de país en país, de uno a otro género... Si bien, la realidad sería que, la violencia más alarmante, casi siempre cae del mismo lado de la balanza. El lado masculino prisionero ante la diosa justiciera Themis. Siempre muy discreta, justa, imparcial... anacrónica, castigadora, femenina... en plural hoy.

Dos géneros, de lágrimas.

Supremacistas entre estos Watchmen de antaño, los mindhunters, contra terroristas de la moral, en colores, blancos, rojos, amarillos, negros, artistas impropios como el fatal anónimo de la Dalia Negra. Otros protagonistas de una novedosa matanza de Texas, aquí en Atlanta tierra de halcones, en la sufrida Georgia de la canción, con nomenclatura WW.
Son los manipuladores, criminales excesivos del pensamiento, de aquel respeto por la vida ajena, que el ya crecido David vio alterarse, y quiere desarrollar en cinco temporadas. Como los dedos de una mano asesina... sin revolcarse en la derramada.
Durante este momento de la historia, desde Atlanta a la pesadilla de Wichita, a salto de caballo negro de la Tulsa de 1921. Región tormentosa de la no Kansas de una inocente Dorothy, precisamente, con sus bailes brillantes en contraste. Sí, sobre zapatos salpicados en rojo sangre, de menores con voz cantarina mirando al hit, para andarse con ojo... subiendo que hay monstruos, a sus espaldas o aceptando sus falsas dádivas.

Estos vigilantes, día y noche, más festivos y otras fiestas de guardar, escrutan el horizonte. Sin demasiado poder oficial, por entonces, en manos de administrativos y correveidiles, voceros institucionales, que desoyendo, iniciaban maniobras de espionaje y nuevas técnicas de estudio frente al mal. Con menos entrevistas por cabeza y capítulo, que ayer en la primera estancia en la sombra, para entresacar datos reseñables, gélidos, en tan dramáticas y circunspectas circunstancias.
Por consiguiente, el cara a cara, ha disminuido. Cuando los detenidos, si cabe, igualmente repulsivos, son más mediáticos o imperdonablemente narcisistas. Pobres inocentes, niños y mujeres, putas y homosexuales, simpatizantes de la familia o el sexo libre... víctimas.
Entre viciosas siglas, sangrantes, del BTK a este WW, en un cuadrilátero que da mucho repelús, ante la mente ´divina`... de la muerte. Charles que estás en los c... pensamientos ocultos de Quentin.

Mientras el padre, otro, no con mayúsculas si existiera.
Sino el padre de la mente, el que otorga sus gametos masculinos a través de generaciones... espera que la mirada limpia o razón, prevalezca en esta fusión de elementos coordinados, descontrolados hacia el precipicio. Como un condimento esclarecedor de la historia, tras una cámara, para contar entretenidas derivas en la tele y algún que otro aprendizaje, mestizo como la piel y la sangre.
Su papi, de tintas tomar, era miembro escribiente para la revista Life. Posiblemente esto le abriría las puertas del raciocinio o un especial sentido común y narrativo, con apellido Fincher. Dirigiendo su odisea hacia la cinematografía también, desarrollando desde el espacio vacío, visceral y obtuso, un universo enfermizo alrededor de estos casos alucinantes de salvajismo depredador. Con producciones potentes en contenido y forma. Ya tenemos a la familia formada, sin alienación espiritual, lista para entrar en acción.

A veces, sin embargo, tan perdida... como las visiones de sus extraños invitados (así posee un título, pérdida en español xD) frente a héroes silenciados o al acecho. Casi igual de anónimos, borradas sus huellas por el tiempo, tal que asesino escondido al destino. Vigilantes del pasado, que empiezan a ser reconocidos en otras instancias presentes, como valerosos protagonistas de aquella vieja, historia real. Fieles representantes de la placa, a favor de la cadena perpetua, con revisión o no, incluso el ´matarile` eléctrico o químico, nombrado en la primera y excelsa Mindhunter, estudiosos psíquicos tentando a la suerte entre ambos hemisferios. Los de este trío de cazadores neuronales defectuosos, dentro de la justicia anodina, que ya significa una idealización suprema, del poder de la mente.
Mientras en el otro lado del tablero, los temibles. Hasta que son presos, hediondos encadenados rivalizando por una chocolatina, muy iracundos a veces, hambrientos de falsa fama. Sacados de una pesadilla demasiado real, engendrados a escondidas por sus madres, furtivamente como sus actos pretéritos, en la oscuridad del alma. Entre las catatumbas del alcohol, el sexo advenedizo y la lujuria, la malsana educación, el poder esclavizador y el hastío... el dolor. Monstruos del sarcasmo, en diferido.

Ese proceso interno, entre dos entidades opuestas, se ve supeditado a las demás conciencias. Emparejado a la venganza, tal y como un espasmo eléctrico nos recorriera sentados en el sillón, lectores o espectadores, escuchando la gratuidad violenta. Que se excitan ante méritos policiales o se humillan de rodillas, ante tan luctuosas ´hazañas`, vertiginosamente peligrosas y espeluznantes. Pululando entre el asco personal al ser humano y la decadencia moral, tratando de visualizar, sin ruborizarse ni sorprenderse, el espasmo del horror en ojos inocentes. Como diría el coronel Kurtz, creyéndose una especie de dios a la fuerza, pero sin mancharse las manos. Bien lo sabía, el otro Manson. O lo reía, un Joker dibujado... muy animado por el Mal.

Porque el lado salvaje, repulsivo, parece estar presente, en todas las categorías, razas y eras, antes y después de las guerras. El pensamiento lógico, busca desesperadamente entre ese odio, el estercolero, ese foco de infección intelectual, del mal puro e individual, para aprender de sus rostros como un Rorschach y ponerlo contra la pared, tratando de evitar, la multiplicación desproporcionada. Investigando sobre el olvido colectivo y ese paso del tiempo, comunes, nuevos casos que puedan condicionar el futuro de la especie. Sin lágrimas de napalm o hemoglobina de color azulado...

Mente genial... e infernal.

La magnificación de las ideas, nos recorre la médula espinal, transfiriendo las conexiones del éxito y el dolor, respectivamente. Es lo que debió pensar el creador de la serie House of Cards, intencionadamente, en su crecimiento personal y profesional, hasta ser reconocido por afamados vecinos, como el mismísimo George Lucas, en favor de Mr. David Fincher y su visión de IL&M. La confusión de las neuronas, por el contrapunto entre fama y daños, para reconocer el reto entre un mérito y un terrible desafío mortal. Aunque él, por entonces, lo tuviera ya bastante... claro. Clarividente, diría yo.

El director inteligente que cambió la percepción del asesino en serie, del miedo colectivo emprendido en el cine, a su estudio desafiantemente ilustrativo, sobre las pantallas de televisión. Al abordar ahora, los libros de aquellos agentes pioneros de las mentes, más atrofiadas, y la búsqueda de un título adecuado, ambivalente, el de Mindhunter en singular.
Así, con sus palabras e imágenes calculadas, nos presentó el lado psiquiátrico, del mismo psycho que presentara, su tío Alfred y el nuestro, al enfrentarse con la mente desquiciada y macabra de un vicio disecado, sin hacer daño a una mosca. Dando luz a una forma de actuar que nos escapa de las manos, los ojos espirales y la inteligencia, con muestras de una experiencia coordinada y la investigación policial, el grupo contra el individuo. Frente a esos depredadores sexuales, alimañas en silencio.
Así, Fincher se enfrentaría con curiosidad meticulosa, a su cometido metódico y totalmente fotográfico, una instantánea del pánico en perfecta ambientación, con esas sensaciones buscadas, como el miedo, la contradicción o el suspense, ante el peligro. Esto es, con la innata o heredada observación...

Algo después de la infancia, cuando empezó a desesperanzarse y visualizar los rostros de aquellos jóvenes inocentes, a despegarse de los libros académicos por los obturados u obtusos cerebros. Con el deseo de ampliar las limitaciones de los videoclips o pequeños anuncios publicitarios, a otro ritmo, para emprender otras grandes empresas en el horizonte, de sucesos negros.
Son estas historias que ´disfrutamos`... padecemos también... que serían recordadas... más allá de aquellas noticias que deseamos olvidar, como comenté anteriormente. No la de sus familiares, que no quieren borrar su huella, sino seguir intentando luchar en busca de justicia, hasta la extenuación.

Seguimos aprehendiendo, desafiando al miedo, para sacar sus desestabilizadas cabezas a la luz, de las sombras de nuestras calles, alejarlos del rastro de nuestros hijos e hijas, que el director de Denver, respeta. Desde la tierra musical donde las haya, en definitiva, plasma con intensas sensaciones personales de los personajes, cazadores y cazadas, de uno u otro lado u hemisferio. Otra vez, distanciados, con diferencias en estilo y educación, forma y figura, pasión u obligación, en enfrentamiento de miradas entre el mal y el bien.
Tras la visualización de aquel filme, de forajidos, diose cuenta. Butch Cassidy and The Sundance Kid, familia directa del presidente Redford... Newman y George Hill, debería encaminar su cabalgadura a la dura estepa del Valle de la Muerte, entre dos tierras. Convirtiéndose en un verdadero referente del Séptimo Arte, que no la Séptima Kaballería de los Estados Unidos de América.

Mr. Fincher, con su tendencia narrativa a los traumas y cierta violencia, casi siempre no tan explícita, se involucra con la familia, con su ojo indiscreto para el crimen. Sometiendo involuciones obsesivas y fechorías, a un retrato recurrente e inteligente, sobre la historia criminal de la inhumanidad, en una pesadilla privada. Un paralelismo obre nuestros estados de conciencia y de la frenética USA de los setenta. Disparados, con silenciador, los tiros más cruentos y otras acciones indescriptibles, fuera de la ley, congelando los momentos en su estudio psicológico, comprimido. Casi psiquiátrico, de marcado carácter individual y genérico, asexuado y bilateral, sin llegar el espectador común, sorprendido al estar conectado por la tragedia y el deshumanizado, éxito. Personajes que duelen.
Ha apostado por el arte cinematográfico, para recorrer las calles y sus sombras, los espacios asfixiantes, dejando su impronta en nuestra memoria colectiva, rescatando los recuerdos de algunos mayores, las balas perdidas, a través de los hechos, los ríos ennegrecidos y las palabras. Para, no convertirlas en traumas de otra época oscura en la vida de unos pocos, desgraciados, o un momento determinado de todos. Los Watchmen contra la destrucción de la humanidad.

En coordinación ambiental, nulamente cómica o simpática inclusive. Observamos lo cambiante del comportamiento, de lo hermético a lo público, de lo personal a lo mediático, de lo masculino a lo femenino, u otro, sin buscar efectismo. De la crudo a una suciedad pulcra. Rememorando y deshilando historias amables, románticas, emocionales, anécdotas de valientes, entre guerreras y agentes, con sangrantes recuerdos, los más depravados y devastadores del pasado, plasmado en secuencias alternativas. Un suma y sigue, de malvados en serie, los asesinos más reconocibles y vomitivos, que fueron primera página en periódicos o noticieros, al menos, por unos segundos de terror.
Y en Mindhunter, su serie particular, se encarga de retratarlos debidamente, ponerlos en evidencia, sin obsesionarse con la densidad trágica o la evaluación de su condena. Para que no se nos olvide su enorme influencia mediática o el miedo implícito, que intentaron contagiar en sus congéneres. Los inocentes sacrificados o generalmente, más indefensos.

Enfermizas obsesiones son el resultado viciado, que en esta segunda temporada, cambian de piel. Es decir, desvirtúan los ensayos y estereotipos convencionales, para desenmascarar otra historia, la de estos seres inhumanos de diferentes tendencias, o inclinaciones más depravadas, social y sexualmente, entre la leyenda negra de los EEUU y la condena ajustada.
Quizás lo entiendas, si te atreves, a saborear sus demenciales conexiones y tremendas confesiones, entre el infierno y la salvación, que no redención, en el pasado o el futuro. Hoy sería, nuestro presente.

El Pasado, más negro...

Ahora, la productora de Fincher o Finch para sus amigos, con sus fuentes de producción (Denver and Delilah Productions, Jen X Productions, Inc. Panic Pictures y No. 13) y su intelecto visual, aborda los acontecimientos políticos y sociales, que se desprendieron bajo el trasfondo de la exhaustiva investigación. A veces sin descanso...

También, el reflejo cristalino mirando al futuro, con una posible adaptación de Extraños en un Tren, sobre la versión dirigida por Hitchcock, trascendiendo a la mera observación de ambos casos o sus personalidades asesinas. Quizás, probablemente... De momento habrá que controlarse, ante el biopic titulado Mank, sobre el guionista de Herman J. Mankiewicz. Para obsesiva representación del genio de Orson Welles y su obra Citizen Kane, junto al trío dispar y lleno de brillos en blanco y negro, formado por los actores Gary Oldman, Lily Collins y Amanda Seyfried. O era, Ozymandias...
"La ruina es de un naufragio colosal.
A su lado, infinita y legendaria,
sólo queda la arena solitaria".
Corramos un tupido velo... o cielo del calamar.

Como podría haber sido, el condimento de cualquier otra sociedad... que, ganadores esquemáticos y garbanzos negrísimos, hay en todas. Los últimos muy desconsiderada y desgraciadamente. De ellos y el guión de Andrew Kevin Walker (aficionado a las cabezas desconectadas), sacó sus herederos siniestros en la ficción. Como aquel metafísicamente superior y peligrosamente ejecutor, que sintetizara el horror de Se7en, sin rastro de Kevin, ni de Jeremy Irons.
O las traslaciones posteriores del pánico colector, encarnadas por la pesadilla, en la violencia alucinógena o el terrorismo ideológico, de The Fight Club, también la incomprensión genérica dentro de su película Perdida. En lucha más cercana a la realidad de las familias, que esa adicción al dolor, tan alterada como inusual, desestabilizan y destruyen. La que buscaba inculcar en sus víctimas con el poder salvaje de un arma de fuego, al alcance de tantas manos... Se inicia la búsqueda, tras la huella del asesino sistemático, la persecución temporal del miedo en entregas, que se escapó de las manos de la policía. Una y dos veces, como una carta manipulada por el gen gemelo de un Zodiaco.

En otra clave intelectual, el Seven de siete crímenes idealizados, contempla la ficción vengativa que circula sobre los pecados de los hombres, al igual que un implacable vengador de la máscara. Con su rostro despejado, de frente en el espejo, cuando el miedo se restringía a una sola cabeza, endiosada, encajonada por estereotipos ficticios y actos impuros, los mismos vicios presentes u otros, y el castigo punitivo sobre nuestros actos. Con la pareja balanceada de Jonathan Groff (avanzando hacia la Matrix4 de Jonathan Groff y Keanu Reeves) y más rol para Holt McCallany (amigo del próximo Guy Ritchie y Guillermo del Toro), más el ojo tringular de Anna Torv. Como protagonista, de la duda implícita y la escapada.

Como una deidad del horror antiguo, coronado por sangre inocente, vuelve a crecer entre aquellos, otra sombra más. Tan demencial y de comportamiento obsesivo, que parecía un peligro extremadamente inteligente, en paralelo a su comunidad desestabilizada, otro ángel exterminador. Para cometer dichos males retratados en la pantalla, o el recuerdo maldito, sin sentir ninguna compasión por las víctimas. Espantosos ejemplos de lo que las neuronas más desconectadas, podían llegar a planear en la obscuridad, con cautela terrorífica y sangre fría que diría Capote... entrando en habitaciones privadas de inocentes o en sus mentes, para causar la paralización por el pánico. Si bien Seven, sólo era una incómoda ficción de nuestra realidad material, sexual, no como en estos ejemplos descriptivos de Mindhunter. Incluso el de un hijo, aparte, que no deja de sorprender...

Por tanto, hoy como ayer, otra generación acontece, y nos despertamos con todo tipo de horrores o declaraciones salvajes, que nos sobresaltan en los noticieros o los diarios, fundidos entre ellos... vemos tremendos relatos, en la distancia como el personaje de Brad Pitt y simplemente, pasamos la página de los horrores... porque, a continuación, llegará otra y otra cabeza perdida... y otra más, mucho más real o perversa.

La ocultación... de una sombra.

El cineasta norteamericano, ha trascendido al olvido de aquellos horrores, con detalles y expresividad inaudita, procurándose un nuevo hueco en las pequeñas pantallas, helándonos la sangre o haciéndonos retroceder en el tiempo, como unas meras marionetas atadas al pasado... que pudiera ser el presente. Pero, no sin pensamiento o lógica, como unos BenjaminButon´s que acabarán empequeñeciendo intelectualmente en regresión, hasta terminar olvidándolo todo.
No, no señor... también para vencer a ciertos estereotipos culturales y, por supuesto, terrores criminales. Será miedo a la temida alienación de la sociedad... en aquellos tiempos, sobre las calles de Atlanta, seguramente esa sensación estaba.

Ante tales amenazas recordadas con la distancia temporal y carcelaria, parece un hecho conciso y significativo, que un director inquieto (como las escurridizas mandíbulas de un alien hambriento), puede empatizar como el público con la víctima. Mostrar interés por sus historias traumáticas y los protagonistas que, Mr. David Fincher, retrata con su inclinación por los ambientes opresivos, cerrados y oscuros. Cuando las oquedades conectan con las habitaciones privadas, abandonadas en pos del intelecto, la persecución personal y la comprensión de la mente humana.
Aunque exista, en dichos individuos, una conexión cerebral, una obcecación del triunfo o intensidad metódica entre sus trabajos y sus luctuosos pensamientos, de cazadores legales y asesinatos en serie. Es la sombra que prevalece y crece, más allá de los genes, la violencia implícita frente a la libertad amenazada de todos. Ante los contubernios politizados, ciertos intereses o actos vengativos, que podían acarrear la ocultación de la realidad.

O desvíos confusos hacia un punto, por desgracia, más dramático de futuras masacres, violaciones o terribles ofrendas, como regalos envenenados de una sociedad en una húmeda caja de cartón.
En la segunda temporada de Mindhunter, se bucea en la sexualidad desproporcionada e intencionada, buscando la esclavización de la víctima o entrega total, hasta la extenuación o la muerte. A los hechos que se contemplan en edades jóvenes, sin comprender ni asimilar, a la frustrada sensación de los padres ante el barbarismo o la naturaleza humana, sin edades ya. Ejemplos paternales... de nada, a veces.
El caso es que, Fincher observa una tendencia homicida que no descansa, ni en la historia repulsiva, posiblemente tampoco en el presente... Gracias a la verbalización indiscreta, o ensimismada, de aquellos seres engrilletados sobre una mesa, dónde se jugaba una partida entre la mentalidad blanca del vigilante y el fondo oscuro de la genética o el fracaso educativo. Un sin dios, vamos.
Todo parece consumirse a una velocidad vertiginosa, especialmente el sexo sin control. Fincher siente ese débito con los agentes, contra las miradas muy desestructuradas que tuvieron que enfrentar, emocional o familiarmente, observando que algunas fueron acorraladas en la infancia y entregadas hacia el mal absoluto. Pero especialmente, con el tratamiento limpio de las inocentes y necesitadas de compasión, víctimas. Algo que algunos han podido olvidar, por no estar cubiertos de sangre caliente.

Sin embargo, el poder que poseen el cine o la actual televisión, es perdurar.
Cada uno a su ritmo, recordando a las nuevas generaciones que lo primordial, El Amor y La Muerte, solamente serán meras lágrimas en la lluvia en la mente de los Robots del futuro... tal vez, sin violencia o asesinatos gratuitos, tal vez...

Segundas partes...

El pasado como relaté, nos revisita de su mano experimentada ya, en persecución de aquellas consecuencias horrendas que marcaron a una generación. Con experiencias educativas deficitarias, complejos obsesivos, que se repiten habitualmente en los seres in-humanos, sexualidades incompletas...

Para observación de unos efectos psicóticos y criminales, en la mente, aunque se pierdan los aciertos que relanzaron al nuevo Departamento de Ciencia del Comportamiento, durante la primera temporada. Años después de sus repugnantes actos y diez capítulos para el recuerdo, cuando se revelaron como elementos defectuosos para encerrar entre el suspense. En una especie de credo televisivo y dignos de calificar endiabladamente, por sus comportamientos depredadores y terribles perversiones.
Fincher dijo que no quería repetirse, pues respetémosle, es el jefe de todo este entuerto, visceral y racional. ¡A cabalgar entre Butch y Sundance!

Aunque nos gustara la indiscreción, los detalles y paranoias, el aspecto de carcasas óseas que flotaban en un mar de fango, en la primera entrega. Vacías de todo contenido empático hacia sus víctimas y la justicia (salvo espeluznantes declaraciones), frente al estudio psicológico pormenorizado y tenso de los especialistas, tras sacarles de los rincones oscuros de callejones y barrios, con sus escurridizas sombras de serial killers.
Ahora coexisten una nueva metodología, con las alambicadas relaciones personales de dos protagonistas como telón de fondo, retóricamente evasivo, dejando la investigación principal a los más sensibles o cercanos al color de piel. De las almas que quedaron tiradas, sobre una corriente de observaciones e intervenciones guiadas en sentido opuesto. A veces, en esta entrega, en un papel demasiado secundario, según los episodios. Esto es una crítica... que se va por los cerros de Úbeda, digamos.

Otro producto del triunfo demencial, a cualquier coste. ¡Demasiado caro!
Así como, el precio del resto de la civilización, que castiga psicológicamente, el director de cine y televisión del Colorado, con todos los mecanismos que sostienen el suspense y la crítica social. Al menos, lo que nuestra inteligencia es capaz de pensar, contemplando estas pesadillas reales, que buscan notoriedad después de la tragedia. Exprimiendo la propia esencia del ser humano, buscando posibles soluciones en la trena, comiendo entre barrotes y castigando sus desviaciones con silencio, prisión permanente o algo más contundente. Sentenciar materialmente, que no imaginar... por ahora, como pensaría Phillip K. Dick, ¿recuerdas?
Estos sueños pertenecen a la imaginación, no a la lógica. No a la información exacta y pragmática de la teoría... sino, a otra teórica ciencia. Donde las cosas no son, lo que parecen... donde lo real se oculta en las sombras.

Procedemos de la sangre encubierta de neuronas heredadas, como todos, para bien o lo contrario. Somos mentes diseñadas, adjuntas a la serie de animación y fluidos pretéritos, Love, Death & Robots, comportándonos visualmente como esos mecanismos robotizados. Carcasas de otra era o ejemplos de las mentes vaciadas, más peligrosas y salvajes, sobre el pasado de la literatura de ciencia ficción o la historia escrita. En cambio, aquellos era visiones ficticias, como nuestros amigos cinéfilos, los blade runners en gabardina, por grupos uniformados frente a los familiares contemporáneos de Roy Batty, durante un futurista mes de noviembre del año 2019... ¡Qué lejos queda! 3, 2, 1... ¡Acción!

O era mera provocación, tras el miedo también... digna de estudio.
Por eso, la realidad es muy distinta y contextualizada, terriblemente escurridiza entre la razón, los paradigmas humanos o el pensamiento. Llena de dudas, como la vida en pareja, repleta de resoluciones virtuales o sombras que ir esclareciendo con el tiempo, muriendo poco a poco, tras sus mentes aparentes. Letales como otros intelectos envenenados por el odio, a veces sin derramar sangre, otras no. Racionales por una educación alejada del maltrato o la enfermedad desbocada. Como podría haber expresado Mr. Fincher en una ocasión: “Los cineastas (y los escritores) hemos ayudado a fomentar la fascinación por los asesinos en serie”.
No sé si tiene razón... en mi opinión ¡no! Sólo fascinados ante amantes despechad@s o embriagad@s.

En el punto de mira...

Ese título tan usado y desgastado.
En busca de la verdad, los investigadores en cada época, o huesos impertérritos de los Rick Deckard´s laboriosos, afanados con sus propias pesadillas, y amores. Sobre divagaciones personales y misiones internas con el ser humano y su mente, se topan con la realidad del futuro, más dura y perversa que la ficción. ¿Quién somos? ¿Adónde vamos? ¿Con quién soñamos...?

¿Será una pesadilla existencial?
Vigilantes congelados por un hálito nauseabundo, bajo una gabardina corroída, que sus bajos desgastados dejaron por las frías guardias y entrevistas en penumbras, que recuerdan también a Humphrey Bogart, apuntando con un foco directo a los ojos. Destilando ese oficio en blanco y negro, grises humanos, en observadora empatía con las víctimas y persuasiva personalidad contra el mal, a base de puñetazos y alguna bala. Personajes extraviados también, vagabundos de la existencia más globalizada entre dos mundos, diletantes, con la mierda ajena entre sus contaminados poros, respirando la repulsión ambiental y el dolor ajeno.

Sin duda, eran otro tipo de héroes. Muy distintos a los modernos de hoy, más profesionalizados y esquematizados en el estigma diario del trabajo. En ocasiones, vistos como indeseable escudo por algunos... Incluso divergentes, cautivos en la privacidad, los encargados en perseguir esas mentes obscenas sin defensa, durante los más cercanos años 70, casi a la vuelta de otra esquina. Por tanto, no se parecerían en nada vigilantes modernos (más bien a los Minutemen, próximamente de visita), ni a los representantes de la ley, que controlan el orden establecido... por otros.
Y un autor acostumbrado a las sombras extremas y creador especial como Fincher, acomete la segunda temporada de la serie Mindhunter y próximas en cartera, reconociendo estas diferencias. Pidiendo personalmente, que no se extienda tanto en relaciones clasistas de Anna Torv, de esta manera a algunos interesa menos, al grano plis.

Hoy no nos asustamos de la misma manera que entonces, no contemplamos a los verdugos de la mafia en época de Hoffa, sin desmarcarnos de su violencia. Aunque si se remueven las conciencias alienadas, al enfrentarnos con los verdaderos monstruos, internos... Nosotros mismos, la cara de Rorschach, en otro hombre con el rostro en el espejo.
¿Cómo adelantarnos a sus pasos...? Cuando son los propios del ser humano.
Con todos sus defectos pasados y horribles consecuencias para sus congéneres...
No se supone, que deberíamos ser inteligentes en el futuro...

Pues, causar dolor, es lo menos intelectual que podríamos desarrollar en nuestras limitadas mentes, en nuestras efímeras vidas. Eso lo conocían muy bien, no el dolor, sino el fin. Los increíbles y duros replicantes, como el Nexus 6 de cabello blanquirubio... casi estelar, abordando temas como el amor o la gloria.
Fincher say: "En la narrativa cinematográfica o televisiva siempre necesitamos un buen hombre del saco... de Michael Myers a Hannibal Lecter. Los presentamos como unos sofisticados genios del mal, pero en la vida real no son así. Son seres tristes, muchas veces patéticos, que han tenido experiencias vitales terribles y han cometido actos horrendos".
Los héroes son una muestra de racionalidad, o empatía sincera hacia los semejantes.
Allí, entre gotas de sudor, cintas de audio y regueros de sangre, tuvieron que lidiar con terribles declaraciones, provocaciones del desmayo, o entrevistas a los reos más violentos y sus egos.

Las voces de algunos de los seres más perturbados de la sociedad contemporánea norteamericana, se encaraban estableciendo las coordenadas sincronizadas para detener a otros asesinos posibles en el futuro. Pero se han ralentizado en pantalla, o mínimamente oídas, abiertos al canal del exhibicionismo, que ellos mismos buscaban... El espectador puede verse desubicado, en exceso, rememorando la primera versión de Mindhunter.
Un grupo novedoso de la nueva élite policial de Cuántico, con el que desenmascarar a los depredadores, se ha desintegrado bajo la atenta mirada de un nuevo jefe, pasando la hoja de la corruptela y la acusación interna. Con el actor Michael Cerveris, un verdadero perro policial como el director Gunn, que impulsa las nuevas acciones del grupo. Con el fin de desenmascarar la violencia explícita, no la máscara cinematográfica de Myers o el bozal encuerado de Lecter.. sino, lo más terrorífico y evidententemente demencial, ese mal funcionamiento de sus desconectadas neuronas a pie de calle. En cambio, menos desviadas tras una buena ración de electrones, no del tipo del nido del Cuco, Nicholson.

Entonces parece evidente, que aunque los asesinos y sus actos horribles, son protagonistas de Mindhunter entre rejas y los medios amarillentos, una provocación en aumento, que usar por parte de medios policiales, los verdaderos héroes son aquellos individuos que se dejaron horas de sueños perdidos, familias crucificadas, por estos horrendos, fragmentos de terror frente a ellos. Que invirtieron minutos de sus vidas y tiempo con hijos y mujeres, en proteger a los demás congéneres desconocidos.
Incluso los más desvalidos o miserables, respetando la vida de psicopatías indescriptibles, investigando los hechos traumáticos a su alrededor, como un observador científico y establecer los paradigmas ocultos tras la mente de un determinado serial killer.

Son las conclusiones efectivas tras las palabras enfermizas, que esconde Mindhunter, para lo bueno o lo malo. Limitando las expresiones repugnantes... por las conexiones. Con los verdaderos Philip Marlowe o Clarice Starling, del pretérito real, con sus mentes dispuestas a cazar a los próximos monstruos, ciertos... esta vez, no de novelas o pelis, sino de carne y hueso... carcasas.

Por ello, desde una humilde opinión... Gracias a su iniciática labor, dentro de aquel nuevo departamento del FBI, conocido como Ciencias del Comportamiento, y recalcar sus nombres que ahora recordamos en la estupenda Mindhunter... Esperemos que sigan aumentando, próximamente.

Baby Crime, Soundtrack Mindhunter. Composer Jason Hill.


Tráiler Antlers, de Guillermo del Toro.


Tráiler The Gentlemen, de Guy Ritchie.


Tráiler The King´s Man, de Matthew Vaughn.

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