Hace mucho, mucho tiempo. Bueno, bastantes lunas atrás. Esto es, espacio.
Un viaje extenso, pero aparentemente calmo, se transformó de la noche a... la noche, en pesadilla cósmica. Todo comenzaría con un sorprendente despertar más allá de los sueños, más allá de toda lógica binaria. El tiempo detenido, congelado, empezaría a contar de ahí en adelante, hacia una etapa de oscuridad, gritos y sangre.
Aunque, como expresara el profesor Albert Einstein con espacial acierto, el tiempo es relativo. Al igual que sería la naturaleza o la vida, cuando las sensaciones que te devuelve la música son particulares para cada oído, humano o sintético...
Y bien que lo sería, dependiendo del punto de vista y el desarrollo de la ciencia. Por ejemplo, para un británico hacedor de historias fantásticas llamado Ridley Scott y su grupo colaborador de hombres y mujeres, ese despertar se propagaría como un comienzo histórico. La película Alien relanzaría sus carreras, meditando sobre una odisea espacial, más bien, pesadilla evolucionista. Una propuesta diferente sobre el desarrollo y reproducción de una nueva forma de vida, con la contemplación (o parte de ella) de un elemento nervudo y óseo, de aspecto e instinto depredador.
Un ser antediluviano, resiliente, indomable... alienígena, o no, más cercano a lo que imaginábamos o deseábamos, que regresaría para recorrer el espacio profundo a bordo de la nave Nostromo, y una intención en su mirada insondable. Ir tras una tripulación de siete más el gato, rastrear su carne y esencia, como lo harían los viejos dinosaurios antes del pétreo destino llegado desde el cielo. Del lugar, donde la semilla se introdujo en aquella nave.
Claro, Alien fue ese octavo pasajero, la octava maravilla entre simios evolucionados (sin contar a sigilosas mascotas), llegaría oculto en aquel año de 1979 a las pantallas del mundo conocido. Su impenetrable imagen, impactó a una generación de aficionados al cine de ciencia ficción, recalcando que el futuro se extendía desde aquella sala a oscuras, hasta la negritud insondable del espacio en un lejano 2122, aún. O lo que es lo mismo, tiempo o espacio después de que otros cargueros espaciales cruzaran el cosmos, en busca de planetas adecuados a los que transformar para la habitabilidad de los seres humanos y la explotación de sus materias primas o riquezas naturales.
Gracias... o no tanto, a aquella archifamosa empresa Weyland y su creativo padre, interpretado por Guy Pearce, que plantea los instantes más significativos con su atmósfera neutra, metafísica y privilegiada de los minutos iniciales. En el comienzo, el argumento se presenta similar a otros grandes monopolios comerciales de la ciencia ficción... ¿imaginen cuáles? Hay un puñado de experiencias semejantes e ilegales en el pasado, que avanzan el futuro. Su mente es la encargada de manipular datos vitales, mentir y dedicar ingentes cantidades de recursos y dinero, para enviar partidas de colonos allá, a lo desconocido.
Por supuesto, sin demostrar demasiado interés por la vida, de acá... ni la de aquellos exploradores infinitesimales y sus familias.
Llegó la hora de la reentrada... durante el habitual y monótono siseo electrónico, un zumbido o gorjeo mecánico, en modo secuencial y programado, produce una indicación inesperada.
Tal y como ocurriría en diferentes etapas de nuestro futuro cinematográfico, iría despertando a la sugerente tripulación de actores y aquella historia iniciática, gobernada por un cerebro con dispersas evoluciones y sangre color de la horchata.
Madre y el grupo de siete astronautas, técnicos especializados (que no preparados para el sacrificio), se reunirían en torno a la mesa, encabezados por una valerosa teniente y piloto comercial conocida desde entonces, como Ripley. También compondría uno de los repartos más recordados en la historia del Séptimo Arte, ya que al mando decidido de aquella joven, deberían enfrentarse a un desceso infernal a las fauces más temibles y desconocidas, de éste y el otro lado del universo navegado... hasta hoy. Mañana mejor dicho, perdón.
Un espacio vacío, sin gritos o ecos profundos, encorsetado y asfixiante. Estático, para que Ridley Scott lo comprimiera con su cámara, más si cabe, soñando sus pasillos metálicos y su doble fondo, en distintos niveles de magnífico suspense y gotas de sudor frío o sulfurosas.
Las formas estarían cubiertas de brumas artificiales y chirridos, de óxido y desgarros guturales, para recrear un infierno que serviría para redefinir el terror más animal y salvaje. Un demonio oscuro, que escondía su aspecto depredador y se abría paso a través de aquel ojo con visión cristalina, hacia un horizonte temporal que deseaba aproximarse a la faceta humana, hacerla suya. La criatura que establecería los resortes de una cacería, tal como lo hicieron nuestros antepasados, y tan solo unos años antes de la aparición de un Depredador y el luchador Arnold Swarzenegger, para disputarse la adquisición de trofeos y la supervivencia. Por ende, la supremacía sobre aquellos malditos extraterrestres tecnócratas, de mandíbulas batientes y dominadores de conocimientos avanzados.
Sin embargo, este terror impactante y ultra-violento, casi hubiera pasado desapercibido a no ser por la estructura estelar que nos invadió con sorpresa y admiración. Antes de los gratos momentos de un fantástico suspense narrativo, así como por la ocultación adulta de aquella vital y terrible especie diseñada para despedazar. Luego, sabríamos que indican restos biológicos semejantes a los de la era Jurásica.
Algo cartilaginoso y excretor, recubierto de mucosidad y mucha mala baba, que continuaría creciendo en el interior de un alma caída en desgracia y que amenazara el equilibrio de los seres humanos en cualquier superficie y rincón del espacio. Si bien desconocemos su interés universal para la ciencia y sus raíces etimológicas o su origen, detenerlo por todos los medios e inteligencias artificiales. Hasta ahora, hasta la apertura de nuestra conciencia... y la mirada a un pretérito imperfecto.
Hoy, 38 después de aquel comienzo silencioso y aquella marejada visceral posterior, se abre la semilla del mal, mientras esta fecha futurible nos queda más cerca... apenas a una generación de distancia, cuando nos hallamos en pleno proceso de involución en la Tierra.
Por tanto, en un posible cambio coyuntural y tecnológico, las medidas de seguridad que los científicos actuales tendrían que plantearse, serían: establecer un posible choque con especies peligrosas e invasoras, o incluso, más avanzadas tecnológicamente. Con la misión de impedir algún tipo de contagio herético, genético y puro, o una verdadera invasión programada que atacara nuestra privacidad o realidad interior, nuestras entrañas filosóficas.
Vamos, que no te inoculen ningún gusano devorador de carne o bichejo risueño que se abriera paso a través de un estallido en tu pecho.
Sino... ¡ya puedes empezar a rezar! No servirá de mucho, pues, como te dijeron a finales de aquellos maravillosos ochenta, tus gritos no serán escuchados en el espacio. Y con un xenomorfo en camino, seguramente las creencias religiosas, las distancias políticas, la apertura de horizontes, se suplantarían por simple y pura supervivencia. Otro tipo de fe mucho más peligrosa y salvaje. Mas primero, vayamos al grano, al bicho y a la nave Covenant... a Michael Fassbender.
De hecho, 37 aniversarios no es nada, porque quedarían exactamente 105 años para arribar a otra superficie planetaria a la que terraformar con éxito. En cambio, encuentros con el esqueleto petrificado de un gran Jinete y la fecha de la primera incursión en el planeta LV algo, es más cercana en nuestras vidas reales. Un lugar inhóspito, pero sorprendente, con un clima y un aspecto, más o menos agradable. A pesar de las tormentas y los enormes espacios verdes para que correteen los pequeños colonizadores, incluso, fértil. Por consguiente, la vida podría evolucionar, a no ser que aquella nave alienígena se encargara de plantar los huevos accidentados de la discordia, en algún lugar húmedo y recóndito... ¡Ojo a tu espalda!
Otra vez, esas sensaciones, ese hormigueo en la espina dorsal, que echábamos de menos.
Las decisiones impersonales de Madre evidencia, con su deseo establecido y coordinado, la exploración de otras fronteras y posibles formas de vida, aunque los espectadores ya lo sabemos. La presencia de un cyborg, no pronostica un ente divisorio entre programación y conciencia, en cambio, establece unos primeros minutos de calidad biométrica. El resto de la tripulación, ya pueden ser quince, o cien, no se distingue de otras masacres fílmicas, no impacta ni se queda en nuestra retina.
Solamente avanza hacia otra misión, diseñada por el jefe de la empresa número uno en creación de nuevos mundos, fértiles y habitables. La conciencia de un explotador y sus dudas existenciales, se pierde como lágrimas en la lluvia, ante el sincretismo robótico.
Ciertamente sus ejemplos atemporales poseen un dominio comercial y despiadado, que deriva en algo inalcanzable, intangible... indivisible o no. Ambos con su batuta bicéfala, se encuentran en la nada, al mando de un grupo sorprendido (también por su inconsistencia narrativa), despiertos del descanso no eterno. Sin saber que hay, allá abajo, en el profundo averno natural e ilógico. Tan imposible de descifrar como elaborar una obra maestra, o componer una sinfonía perfecta, que te ataca y sobresalta por las noches. La idea desería estar perdido en el silencio mortecino y regresar a la vida como monstruo, como fantasma de una ópera futurista. O tal vez, una pesadilla existencial...
El caso de esos durmientes de Covenant, es caótico. No establece los códigos necesarios para abrir una puerta al escepticismo o la crítica filosófica, por que su trascendental labor deriva en simple paseo hacia la Muerte, al pecaminoso principio de Todo o el Paraíso Perdido, con su delicada posición de inferioridad ante los nuevos dioses. Sin embargo, todo sería demasiado perfecto, una obra de arte maquinada con curiosidad, un poema idílico leído ante una inteligencia autosuficiente.
A bordo, de nuevo, desciende partido al igual que su corazón pretérito, gemero y unificado en una idea replanteada, conflictiva para el devenir del valioso cargamento criogénico y ético. Y ni siquiera, todavía han aparecido.
Pero la doble personalidad, singularidad, poco emparentaría cinematográficamente hablando, con aquella notable tripulación de actores que descubrimos. Un ideal western compuesto por siete jinetes magníficos, ante la Muerte, con el gigante bonachón Yaphet Kotto, la asustadiza Veronica Cartwright, el informal Harry Dean Stanton, el paciente Tom Skerrit, el admirado John Hurt que en paz descanse, o el imprevisiblemente frío, esta vez, Ian Holm... y la auténtica jefa, Sigourney Weaver, en el papel de esa infatigable teniente Ellen Ripley, antes de ser violada, muerta y resucitada. Por tanto, a aguantarse amigos, con el equipo en cuestión, con la evolución visual y ética narrativa, la estética dentro de esta nueva entrega. Sobreponerse a esta caída a los infiernos, condicionada por la mente de Ridley Scott, sobre las maravillosas tierras de Australia y los parques naturales de Nueva Zelanda.
División, Alien 8: Nostromus vs. Alien: Convenant.
No todo es malo... toda obra que aspira a la perfección tiene instantes para el recuerdo. De esta manera, puede implosionar y lanzar pequeñas partículas que crecerán individualmente en consistencia. Llevamos dos entregas desde la aparición de la duda, de aquel maldito Prometeo y su novedosa teoría creacionista, proveniente de las entrañas de un Ser Superior o bestia todopoderosa. La vida de ámbito universal y científico, se abría paso, emparentada con el origen y nuestra evolución de las especies, del nacimiento de la criatura en regueros maleables, lejos de nuestra atmósfera terrestre, cerca del paraíso y el averno ígneo.
Por ello, significa la vuelta a aquellos orígenes, con un pasado plagado de sustos en recovecos o compartimientos numerados, describiendo una elipse casi cerrada. Fue otro descenso al infierno dantesco, lo que depertó al hijo de la bestia, al hito imaginativo de los ochenta, aquí y ahora, en el acontecer de ayer. Volveremos a observar esos encontronazos provocados por la sugestión de cada espectador y su capacidad para descifrar los sueños... o las pesadillas, siempre que el deseo del Creador se manifieste tarde o temprano. Como la idea de Mr. Michael Fassbender y su proyecto en la sombra, a sus espaldas. ¿O no es verdad, que un líder debe proteger a sus súbditos, o compañeros...?
Algo planificado, condicionado por otra inteligencia, que no desdibuje el destino de la raza y trate a sus 15 como carne sin ojos ni cerebro. O sí... el espejo te devuelve la imagen con todos los defectos pretéritos. Pilotando desde la cabina, al lado de un definido Mr. Scott, se siguen las indicaciones de los guionistas, Jack Paglen (Trascendence) y Ronald Shusett (Linterna Verde), más un habitual en sus filmes como el escritor de Chicago, John Logan, produciendo un desajuste en los circuitos o distorsión emocional. Esta vez, el californiano Logan y sus divergentes ideas, está acorde con otras cintas controvertidas artísticamente y aciertos, como Un Domingo Cualquiera, Gladiator, La Máquina del Tiempo, Star Treck Némesis, El Último Samurái, El Aviador o Swenney Todd. Algunas interesantes y otras, irascibles para cualquier crítico viajero del futuro.
También visualmente, confundidas en determinadas tomas y luchas frenéticas, conversaciones privadas sin demasiada relatividad o importancia y difuminadas escenas de acción en superficie. Aunque sus textos sean decididos, a establecer un nuevo signo para la Humanidad, con la posibilidad de un primer encuentro extraterrestre. Abrazarse hasta confundirse en un orgasmo ácido, tal que la sangre corrompida en el óxido metálico del espacio, pero sin H.R. Giger. Por ende, la propagación de aquellos endiablados bichos de nuestro pretérito cinéfilo, con su lenguaje no estructurado, gutural, estridente, y su ceño fruncido al estilo cretácico cárnico de la era Mesozoica, poseen mucha peor sangre, si cabe...
Para ello, deberíamos contar con el arte Séptimo, u octavo viajero resistente a la cuestión económica y la era digital. Cuando Scott establece el conjunto variable, con nuevos rostros que se pierden en la bruma y la doble personalidad robótica, algo cuestionable, pues la lucha queda incompleta ante el interés de un maestro de ceremonias, que ejercería de Doc Frankenstein en un acto glorioso y épico. Mejor concebido y expresado, un ´master of puppets` de la próxima generación de depredadores y guía de nuestros sacrificios pretéritos, que no olvida las cuerdas de la música que toca.
Sus veinte dedos, empiezan una batalla psicológica entre Nos, (no Nostromo sino Covenant), que es la odisea más indescriptible. Marcando el comienzo de la generación dormida o el nacimiento del Monstruo, como un Darwin siniestro con distinta teoría antropológica y, ciertos abcesos de dictador megalómano en su mente. Otro clonado que cambia nuestras dudas metafísicas por certezas, ya consabidas en aquel vacío y caliente futuro, con graves consecuencias o efectos mortíferos para nuestro ´body`. Cuerpo que se han de comer estos gusanos... sino que se lo pregunten al pasaje de la reciente Life.
Covenant, posee un motor potente, una carrocería brillante, digital y naturalista. Con un significado oculto, paralelo a nuestra propia naturaleza destructiva, o necesidad para expandir la simiente sagrada, describiendo ese círculo que engendraría la noción de un Dios irascible con nuestros pecados originales, en un Ser vengativo e inmisericorde. Concepciones del hombre y la naturaleza divina, la forma del creador ambivalente, entre Bien y el Mal puro.
La metafísica dio un salto mortal con Prometheus, e impactó en la superficie. Incorporar la idea de ese dios primigenio o hacedor de especies diferentes, era necesario, sufrible en estructuras incomprensibles para nuestra inteligencia y de variables perspectivas vitales, que crearon el caos. Presas y depredadores, unificados como siempre, dispuestos a una batalla ancestral. Pero guiados por una mano todopoderosa, como imagen de la amenaza más intropectiva del hombre, y sus dos caras.
Hoy esa síntesis reproductiva, se separa de la natural división celular y la evolución biológica de libre albedrío, hacia una concepción más herética y genética. Un tema sugerente, condicionado y peligroso, sobre todo, si la inteligencia artificial que pretende su expansión está comprendida entre dos mentes o concepciones tan parecidas, dios y diablo. Enfrentadas en el espejo neuronal y físico, una lucha irascible entre dos Michael Fassbender... con diferentes rasgos antropológicos, sintéticos. La idea de conservación de lo establecido y otra, la ambición acariciando ese cambio deseado o el poder de un cataclismo ideológico.
Luego, antes de llegar a esta lucha intersticia o fraticida, poco divertida fílmicamente, veremos la interpretación física de ese pasado. Es otro intervalo temporal que nos retrotrae a etapas de colonización o episodios de, esa cuestionable y cara terraformación, comenzada en mundos lejanos, apartados de nuestro sistema solar. Por supuesto, eso nos llevaría a replantearnos ciertas cuestiones en la navegación, si bien... no hay espacio ni tiempo.
Ni necesidad, de establecer diferencias con los medios acertados o no, pues la producción digital contra los menos avanzados tecnológicamente, produce un salto demasiado inestable para ser evaluado. Los procesos que se realizaron a finales de los setenta y mediados de los ochenta, con Alien y su segunda avanzadilla bélica Aliens, son mis preferidos. Aquí son más filosóficos y sintéticos, digitalizados y por tanto, menos divertidos.
En consecuencia, la angustia de aquellos largos estancamientos espaciales, explosiones en el vacío, motores y rugidos agonizantes, fue perdiendo su atmósfera asfixiante y estructura concreta, ya que el agobio físico ha ido ascendiendo a otras esferas cíclicas y prosopopéyicas, como sería la duda metafísica y el pensamiento religioso. El que define el mundo en dos planos espirituales que reflejan la perspectiva existencialista del hombre y la ética de la ciencia ficción. Hechos basados en teorías imaginativas o antiguos escritos de nuestra memoria. Como este famoso descenso a los infiernos de Dante, como en aquellas otras ocasiones filmadas del pecado original, con seres que despedazan a los condenados. Malditos xenomorfos, fieles al Satanás, Fassbender.
La Tripulación Maldita y el caldo de cultivo.
En la realidad del 2104, cerca de 75 años antes de que Ripley visitara el planeta Origae-6 y sus instalaciones deshumanizadas, la historia se repite como en 2122, dando un salto mortal hacia atrás en aquel viaje interrumpido de la Nostromo.
Trayendo noticias de un nuevo amanecer, desdibujado por las personalidades infaustas, desde el protagonismo femenino de una incierta Katherine Waterston (Puro Vicio, Animales Fantásticos) y ese mismo terror evolucionado en probetas, distorsionado por la biomecánica de los tejidos como avanzase Jeunet y los efectos de nueva generación. La inconexa relación con una inteligencia artificial revisada o actualizada, criticando su propia naturaleza con la raza humana y sus deseos expansivos. Los demás, aún más indefinidos y despedazados sin piedad.
Son espejismos en el desierto paradisíaco, podríamos enumerar su orden de aparición y nombres, pero no serviría de nada. Nada comparable a la experiencia del creador protagonista, el otro cerebro que exige las excelencias de un eterno Prometeo, más flexible, efectivo y letal. Un engendro o colonia menos inteligente que su Madre en el Regreso, formado por soldados guiados para colonizar sus huecas entrañas, con instintos primitivos y ferocidad. Son los verdaderos protagonistas preparados para la conquista de nuevos terrenos y cuerpos, menos bucólicos y románticos, que aquel ser reconstruido con desechos humanos, por un tal Víctor F.
Fassbender se convierte en la carne incorrompible ante el espejo, su otro yo, es la imagen que representa nuestro lado incierto, como especie inteligente o no. Su oda reclama ese hueco protagonista, como lo será en otras pesadillas existenciales del futuro... ¡dios mediante!
Hijo de Satán, que estableciera su base creativa en de la famosa isla del doctor Moreau y sus razas de noche, descritas por H.G. Wells, aunque sin descifrar, todavía, sus experimentos siniestros y pretenciosos. Claro está, contra la humanidad.
Padre manda un nuevo comunicado a otra tripulación, perdida en el sueño, que nos recuerda la antigua canción con otro género e intención: Soy protagonista. Recuerda a los actores en aquellas primeras misiones y sus amigos cableados, describiendo una parábola hiperbólica y sangrante, semejante a la de James Franco en Covenant. Pero, sin el significado primigenio de la sorpresa. Configuraciones biológicas interceptadas por un mero comunicado o sonido interno, para próximas visitas inesperadas, que nos recuerdan que sustancialmente, los humanos no somos nada. Sólo una mirada temerosa, una onda perdida en el vacío... tal vez energía nuclear.
La tensión transformada en realidad virutal, la del terror más gore, evidenciando que las condicones para recrear el Mal, con mayúsculas, son semejantes al estilo producido por un salvaje Event Horizon (no tan conceptual), o con la rebeldía de un replicante llevada al extremo. Fassbender nace impoluto y excelso, se esconde y acontece en una sinfonía espacial épica, elaborada por el compositor Jed Kurzel, después de visitar con sus notas, la Australia de Snowtown, los cuentos de The Babadook y la odisea formidable en Slow West.
Posee la capacidad todopoderosa de interpretar y crear crecimiento en otro planeta prohibido, en el pretérito ancestral y la historia bíblica, bajo una tormenta apocalíptica que esconde la semilla del horror. El Octavo Pasajero de un nuevo episodio que cambió nuestra percepción científica, la mente tras las hordas vivientes de muerte que, como había previsto la clásica The Thing, cultivó Orson en oleadas escritas por Wells.
Ajustado en su traje, sin la ropa interior de moda en los ochenta, otro discurso diferente se reproduce, mucho menos dramático en los círculos cercanos... la diligencia y sus ocupantes hacia un destino incierto o la muerte. Que no, en sus percepciones de creador o condicionantes destructivos, dirigiendo el esbozo de un creador de mundos pintados de rojo sangre y cultivando la simiente de nuestros terrores más ocultos. Apretando las delicadas zonas corporales (desdibujadas como dije) y dejando un reguero de episodios terroríficos en un nuevo parque jurásico de nueva generación, con efectos especiales de la empresa BOT Vfx, recordándonos su complicado trabajo tras Harry Potter y Narnia, hasta un Capitán América: Civil War o Guardianes de la Galaxia 2, pasando por revisiones dudosas: Tron, Dredd, Total Recall... y llegando a su parte más sustanciosa en Ant-Man, Animales Fantásticos y Marte.
Nos quedaríamos con las imágenes del descenso y caída natural, de estos viajeros del tiempo, similares a los capitaneados por Charlton Heston en su planeta invadido. El futuro de las razas agarrándose a sus tripas con programados bríos, curiosamente, condicionados para la destrucción de esta especie supuestamente inteligente. Completamente invasora, como la suya.
En los confienes del espacio, una nave se aproxima al destino, con inteligencia diabólica y una serie de armas diseñadas para descubrir constantes vitales en la superficie lejana, que comenzarían una guerra o caza nada piadosa. Hijos de un Dios Menor que no paran de sorprender, en busca de espectadores, huéspedes de otro mundo a los que explotar o colonizar, como aquel pequeño estallido se convirtió en una inmensa fuente iniciática. Para descubrir que dientes o garras, puden sentenciarnos en el próximo y último juicio.
Se vuelven a aferrar a las pesadillas a través de nuestra energía, con transformaciones sin suspense, o fuerzas que podríamos encontrar en los planetas más recónditos e insondables, mañana. De la fría perspectiva del dolor y el fin de los días, hasta los últimos momentos de la película Alien: Covenant, donde la idea de un Mr. Fassbinder poliédrico, transparente, se erige en horizonte infernal. Parecido a un dictador con ínfulas megalíticas y esas maneras de megalómano indescifrable. Pero, con un dedo acusador que apunta desde los confines del universo a nuestra residencia. Donde Covenant significa.... miedo al futuro.
Su camino en esta nueva tierra, se encuentra con estructuras reconocibles de pesadillas, para describir una parábola cósmica de la creación y el mecanismo infinito de auto-destrucción. Sus coordenadas ovíparas establecen otra vuelta de tuerca, donde los hombres son perseguidos por los simios (nada inteligentes a priori) o perros adiestrados por la mano de dios. Cuya simiente permanece adormecida, continuadora de unos terrores intrínsecos, que amenazan con terminar nuestra especie a bocados. Como los dinosaurios frente a sus vegetarianos vecinos, acosaban la carne de especies menos armadas para el choque directo con el músculo y los dientes, una máquina diseñada para nutrirse y multiplicarse exponencialmente. Mientras, las víctimas descubrían tardíamente, que aquel mensaje de auxilio se transformaba en una cacería de proporciones antropológicas y el caos de la razón.
En el futuro pasado, más palabras se perderán en el vacío, más instinto animal se alzará con el control genético y otro cerebro con la apreciación de un dios vengativo. Manteniendo las cámaras hiperbáricas y sus incomprensibles errores de cierre.
Más vidas evolucionadas verán la claridad criogénica y las tormentas épicas que oscurecieron la Nostromo, con aquella violencia intrínseca en las entrañas. Preservando al preciado cargamento del lúgubre destino, que solicitará más almas, más alimento, más sufrimiento. O no serán los nuevos hijos malditos, de un ente superior, caótico y robótico.
En aquel barco navegando a través de las estrellas, las distancias retornarán impensables, en un salto imposible, con nuestra generación a bordo. Recuerda que próximas aventuras hibernadas, tendrán que revisar sus condiciones para la resistencia, que las mentes se abrirán meticulosamente a posibles peligros o pisarán el terreno desconocido con más inteligencia y control. Quizás, como aquellos 7 tripulantes y aquella mascota maulladora cazando a salvo en la Tierra, que no tuvieron más remedio que abrirse, de par en par, a una invasión impresionante y sorprendente. Con un metabolismo preparado para nutrirse y reproducirse, escondiendo un devastador ecosistema con forma de gran colmena y a su reina.
Protegida por Padre, y quizás Madre, las dos caras de un Fassbender que no logra la altura deseada, a través de su obra... por ahora.
Tráiler Blade Runner 2049, de Denis Villeneuve.
Tráiler Phoenix Forgotten, de Justin Barber.