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jueves, 30 de junio de 2016

Dioses de Egipto.


Seguro... ¡nunca viste un Egipto así!

Definitivamente, un director como Alex Proyas parecía predestinado a un hecho tan intrincado como esta producción, Dioses de Egipto, ya que su nacionalidad australiana tiene diversas raíces. De padres griegos y nacimiento en el mismísimo Egipto, su brillantez estética en el cine (que no físicamente, pues predominan sus filmes más oscuros) vendría de su ojo radiante, con experiencias visuales en la década de los 90 como la sorprendente Dark City o la mitificada El Cuervo con el malogrado Brandon Lee de protagonista. Una carrera que descansa en busca de nuevos retos con una fallida Yo, Robot y que evoluciona misteriosamente hacia una luminosa y exuberante exhibición de efectos digitales, siete años después de Señales del Futuro. ¿Sería una pista o premonición del mismo?.
Pero, dejando el destino y el fracaso, posteriormente, aquellas películas poco entendidas, se convirtieron en filmes de culto. Con la impronta de su creatividad a la hora de tratar la mitología, la ciencia ficción o las leyendas que amenazan a la humanidad con un señalado apocalipsis, ahora propone una fantasía escenográfica y digitalizada, que irían desde la oscuridad del cómic hasta el orgasmo óptico y mental, en esta producción de Summit Entertaiment, con este título tan poderoso, eléctrico, o faraónico de Dioses de Egipto.

Aquí, nos encontraremos con su trabajo más excesivo hasta la fecha, con multitud de ejemplos sobre su mirada fantástica y el destino mágico de sus principales o célebres protagonistas a orillas del río Nilo, feudo hídrico y terrenal del mismísimo rey Ra.
La imaginación orgásmica de Proyas, ha elaborado y edificado una construcción que sobrepasa los límites insospechados de cualquier fantasía bíblica, en todos los sentidos, tanto en el argumento como en el diseño artístico. Y después de un debate crítico, que sienta en el trono del exceso a Dioses de Egipto, o los maldicen hasta llevarlos al averno o la Duat dónde, después del juicio de Osiris, el condenado atravesaba los peligros que se escondían tras las puertas, descritos en el Libro de los Muertos. Cerca de la Constelación estelar del cine, u cinturón de Orión, muchos ya le han condenado. Veremos si puede remontar el vuelo, tal que las alas de Ícaro fueron ofrenda de Apolo o el Ave Fénix de Egipto llamado Bennu se asociaba al Sol, a las crecidas del Nilo y la resurrección. De momento, le han postergado a vagar como alma en pena, de la cartelera cinematográfica y estival.

Desde la producción de los efectos especiales hasta el argumento sometido a las fuerzas extremas de lo sobrenatural o lo divino. Porque esta extraña película, propone una libre interpretación de la Antigüedad, en un mundo dominado por los dioses adorados en los jeroglíficos egipcios, y su divertida relación con los humanos. Más mortales y debilitados que los mismos, aunque conserven muchas de sus características, deseos o miedos, como el de la destrucción del universo o la separación del mundo de los vivos con el de los muertos.
En los cimientos de la cultura de la civilización egipcia, todos sus elementos esculpidos sobre la piedra caliza, entre el cielo y el inframundo después de la muerte, se basan en una supuesta convivencia con los hombres y el gobierno todopoderoso de las fuerzas sobrehumanas de los dioses.
Por supuesto, se trata de una fantasía que apuesta por la épica elevada a las alturas, donde los hombres y mujeres, comparten sus experiencias, sufrimientos y hasta el aire que respiran, con aquellas figuras de origen desconocido, dispuestas a derramar su sangre aúrea por su pueblo. A no ser que pensemos en la poderosa imaginación de nuestro cerebro o movimientos incomprensibles y alucinógenos de especies extraterrestres y, por tanto, desconocidas hasta el presente.

Grandes protagonistas para una labor hercúlea, la de mantener la paz en las próximas generaciones de la ribera del Nilo, en forma de gigantes que construyen o derriban, erigen y rigen el destino de sus conciudadanos, pero desde su elevada mirada y una libre interpretación de los arcaicos tiempos dónde no quedaron registrados nuestros ancestrales pasos sobre el planeta. Pero, como una película de aquellos personajes con poderes sobrenaturales, que aparecerían siglos después en las páginas de los cómics leídos por millones de jóvenes y adultos en todo el mundo.
Aquellos dioses inmaculados y rebeldes, tuvieron sus dramatizaciones personales y diferencias que lidiar entre sí, para convertirse en los precursores de los superhéroes de la actualidad, aunque con características propias de su divina existencia en las arenas del tiempo y la memoria de las religiones. Así, el equipo de guionistas junto a Alex Proyas (Matt Sazama y Burk Sharpless, cuyo próximo guion será Power Rangers) elaboran una estructura que no plagia, sino que se adentra en las dibujos sobre la roca y reglas escritas de la tragedia griega, con imaginación guiada por los dioses y el libertinaje de lo fantástico. Tal que, aquel Olimpo del helenismo plagado de estrellas sobre las cabezas de los sabios y los hombres de la antigüedad, con los cimientos del excelso Egipto como grandioso escenario de la vieja crisis o las bases existenciales de sus creencias y cultos sobre la muerte o la vida inmortal. Eso sí, pasados por el tamiz del CGI y el rostro de otras estrellas más terrenales, dentro de la actual cinematografía mundial.

Esta fábrica de metafísica sin respuesta ni base científica, significa la mezcla de dos concepciones alejadas, la razón o conocimiento y el mundo del exoterismo, que se compenetran en esta cinta Dioses de Egipto, como un puerta temporal y mágica abriéndose camino entre la tierra y el cielo. Luego, la corte recargada de excesos y caras provenientes de los más diversos territorios, apuesta por la acción al puro estilo de los videojuegos y una historia que se desmarca del aburrimiento, y una interpretación de las escrituras sagradas en la tierra de los faraones, que sienta en el trono a figuras de primer orden en nuestros días, tanto del cine como de las series televisivas.
Nos hallamos en primera fila de la divinidad, al todopoderoso dios Ra y su aspecto humano (mucho antes de Amón o el disco solar coronado de Atón), controlando con sus rayos atómicos procedentes de la estrella más cercana, a su contrario nocivo, sobrenatural destrucción promovida por el aliento de Apophis. Una dicotomía diabólica, típica entre el bien y el mal atmosférico, que pervive en las diferentes culturas de la historia de la Tierra. El caos, incendiando la obra del constructor de un universo inverosímil y plagado de excesos visuales, además de la voz fabulosa y la sensibilidad escénica de un gran actor como el australiano Geoffrey Rush.

Un escalón por debajo del panteón, física y estructuralmente, tendríamos a sus dos hijos enfrentados como el Caín y Abel de nuestras palabra bíblicas, dándose de ´leches` corpóreas y espirituales en el criticado espectáculo visual, programado en los ordenadores de medio planeta (Cinesite, Iloura, Raynault VFX, Rising Sun Pictures y Rodeo FX, también con algún acierto), prueba para arcanos que hablan sobre el rey Osiris con gobierno sobre el frondoso río africano y su capital dirigida por semi-dioses sangrantes. Interpretado por Bryan Brown, aquel famoso técnico de cine en la cinta F/x Efectos Mortales, frente a la extravagante presencia del hermano y actor escocés Gerard Butler, encarnando la exigente y colosal figura del dios Set, su carácter dual poca veces explotado, y sin preámbulos familiares, obligado a vagar por el desierto por decisión del mismo padre. Próximamente, Mr. Gerard será capitán de submarino y se embarcará en un submarino en compañía de Gary Oldman y Billy Bob Thornton, o una tormenta épica titulada Geostorm.
Obsesionado por su errante y frustrado ser, se transforma en demonio crítico, musculado, hostigado por su caída y evolucionado hacia un vengativo asesino, parricida y fraticida. Antes de su malvada tarea, tendrá que lidiar con los elementos más humildes de la creación, cuando dos jóvenes de nuestra delicada especie, deambulen con su amor shakesperiano entre los designios divinos y el recorrido espiritual de sus almas guiadas por el misterioso y diseñado gráficamente al dios de la Muerte y uno de los más antiguos pertenecientes al período predinástico, el chacal Anubis, patrón de embalsamadores y maestro de la Necrópolis.

Mas, si esto no fuera poco, rodeado de un halo salvaje y exitoso, aparece la figura inconfundible del hijo pródigo como el actor danés Nicolaj Coster-Waldau, desprendido temporalmente de su triunfal y maravilloso papel de Jamie Lannister en la serie Juego de Tronos. Creciendo como mito religioso y heroico con la piel brillante y sin las alas de cera de Ícaro (otro hijo de arquitecto, Dédalo y su laberinto heleno). Los héroes de Proyas, deambulan entre el Sol y la piedra, el alma y el ídolo dorado, su alma áurea se eleva sobre el viento del Sáhara o Gran Desierto, limítrofe al poder divino y el Mar Rojo, pelean sobre la brillantez de sus escombros. Por aguas del Nilo montados en demonios, dunas australianas muy cinematográficas, trampas fabulosas para un aventurero de Spielberg, cobras monumentales de estilo anime, figuras como Caballeros del Zodiaco, el siroco de Ra y un ojo puesto en el fuego de la creación, en las alturas. Estrafalario y divino en defensa del mito, con sus rayos dirigidos hacia el futuro de la civilización más enigmática, Proyas avanza sin titubeos y con la tranquilidad apocalíptica de la convivencia entre dioses y humanos, en un recuerdo a Ray Harryhausen. Aquellos trabajos sobre Simbad o los héroes griegos, seres fabulosos y Jason con los argonautas o, en especial, una luz sobre aquella Clash of the Titans dirigida por Desmond Davis.
Aquí, el hijo cegado u Horus, tendrá la misión de recuperar la estirpe magnánima, con la ayuda de mortales y el gran Thoth interpretado por Chadwick Boseman (Pantera Negra) y recuperar su posición como deidad principal, sus ojos azules y, por encima de Ra o Rush, el trono arrebatado por su propio irreverente tío.

Para ello, el director cuenta con el apoyo de un elenco internacional, australianos varios, la diosa del amor Hathor con la actriz francesa Elodie Young y sangre camboyana, y sus poderes emocionales contra las fuerzas descomunales del "Zodiaco", escorpiones y escarabajos voladores, avalanchas y energía desbordada por doquier. El inglés Rufus Sewell como Urshu, y la pareja joven compuesta por un ladronzuelo interpretado por Brenton Thwaites (Oculus, Maléfica) y la bella amada Courtney Eaton (Mad Max Fury Road).
Y, sobre todo, la descripción gráfica y luminosa con unos escenarios sobrecargados hasta la osadía cerebral, o material (de materia oscura) y el escenario en Nueva Gales del Sur. En definitiva, texturas digitales, espectaculares paisajes o construcciones prodigiosas (o fatídicas para algunos) en los estudios Fox de Australia, remarcados con una explicación personalizada del director. Un autor hipnotizado por el poder divino de aquella especie de gigantes y su naturaleza hercúlea, así como una estirpe guerrera desaparecida, a expensas de hallar una nueva tumba sobre el verdadero terreno o el Valle de los Reyes, cerca de Lúxor. O Tébas en griego.

Puedes encontrarte algo perdido ante la experiencia surrealista, frente a toda la suficiencia visual y modificación de los términos clásicos. Semejante a disfrutar un universo paralelo o estado catatónico de la consciencia, esta historia mortal de nuestros antecesores es mágica y excesiva, esdrújula o esperpéntica, depende. Pero, vista en un contexto utópico y sobre una fantasía exorbitante, puedes divertirte con la consecución ilusoria de los hechos contados, pues se visualiza como un filme de Marvel o dibujos nipones, dentro de un teatro tumultuoso, romano o griego, con héroes interactuando y modificando el curso de acontecimientos futuros y verídicos. Y Dioses de Egipto, en su lugar establecido, desafiando las reglas del mito clásico.
Es decir, el espectador no se aburrirá lo mínimo, con esta producción desbordante, falsaria en excentricidad de la fábula y la historia verídica, de los muchos enigmas que atraen de aquella civilización colosal, astronómicamente delirante y multitudinariamente sobre-humana, un Alex Proyas fuera de todo rango y sensaciones contrapuestas, excesivas. Aspira, visualiza, sobrevive...
Tan divinamente, oye.

Gods of Egypt - Soundtrack by Marco Beltrami


Cinemomio: Thank you

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