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domingo, 22 de marzo de 2015

The Wind Rises. (El Viento se Levanta)


Volareeee... oh, oh. Lloraréeee.

Todo lo que tenía entre ilustraciones y sus dibujos para los cómics (más las animaciones) que durante años transitaron por la imaginación de generaciones japonesas y occidentales, tenía que ver con los sueños y el viento, y Hayao Miyazaki ha vuelto a sobrevolar el pasado. Entre el cielo y el infierno, entre el comienzo y el fin.

El cielo porque una pequeña parte de su trabajo se encontraba por encima de nuestras cabezas y su propia historia, sobrevolando los males que aquejan a nuestra sociedades, y dónde su cansada vista se adentrará en el futuro, soñando y pensando en otras historias, lejos de la realización de dibujos animados. Una pérdida irreparable para el mundo del cine, aunque esperemos que siga produciendo y ayudando a nuevos directores de este entrañable oficio, de contar grandes aventuras con la imaginación de una pluma y un papel.
Su historia personal y primeros pasos en la industria cinematográfica, serían parecidos a los de su héroe en El Viento se Levanta, un joven con aspiraciones en el diseño y el dibujo, que empezaría con niños imaginativos como Heidi o Marco (junto a su creador Isao Takahata) continuaría con la dirección de Conan entre los rescoldos de otra nueva guerra, y ha terminado haciendo volar los deseos de otro joven con un sueño entre sus manos. La creación de una aparato que se sustente en el cielo.

Hayao Miyazaki nació en el año 1941, por eso su inseparable animadversión hacia los conflictos bélicos que acabaron con los sueños de una generación de niños en Japón y el resto del mundo. Y, asimismo, su atracción ensoñadora hacia la naturaleza y los procesos ambientales, el bien y el mal enfrentados en una lucha sin cuartel, o la fantasía de mundos desconocidos solamente en la realidad de aquellos que prefieren tener los pies en el suelo. Y en la guerra.
El director nipón fabricaba esos sueños impensables para mentes raquíticas, y animaba para ofrecerlos a niños que no tuvieron la oportunidad de vivir su sueño. Y de mayores, por supuesto.

Ya que su cine no pertenece sólo a una generación, ni siquiera a los niños. Es tan universal como la última película que nos ha regalado a sus seguidores incondicionales, a pesar de ser también una de las más reales, románticas y adultas de su carrera. The Wind Rises es su particular visión histórica, sobre la vida del creador del caza de guerra Zero, Jiro Horikoshi y su joven amada, en busca de las alas necesarias para hacer volar la imaginación y el amor imposible.
Sin duda, cerebros fascinantes dentro del mundo cuadriculado e insensible, político y económico, de hombres enfrentados por sus ideologías y almas desaparecidas en combate.

Su retiro ha dejado un hueco, pero también un puñado de sueños en película, para siempre. Historias que hacen más grande el universo de la animación, con su música clásica y tradicionalmente oriental, aunque El Viento se Levanta sea una de las percepciones con más gusto occidental que haya creado Miyazaki, basado en una novela de Tatsuo Hori con el mismo nombre y un cómic dibujado por él mismo.
Aquí, en el filme disfrutamos de una aventura con base en episodios históricos, divididos entre la realidad y la ensoñación, dónde una mente prodigiosa nace en la fantasía de un niño para convertirse en pionero de la aviación, y amante de un amor dramático e incondicional entre los desastres naturales que destruyeron la región de Kanto y su ciudad natal Tokio en 1923, la enfermedad, el fuego y las decisiones belicistas de sus gobiernos.

Porque... ¿Quién no ha querido o soñado ser un piloto de aeronaves? ¿Quién no ha imaginado planear por el cielo, viendo pasar la vida a cientos de kilómetros bajo sus ojos infantiles?
En mi caso personal, desde luego, que me sentí atraído por los aparatos voladores, mucho antes de conocer su funcionamiento y aerodinámica. Convertirse en un aviador que dominase el viento y atrajera la mirada de muchachas, pensando en darse una vuelta entre las nubes. Algo más cerca de las estrellas... Pero, como en la película, las dioptrías (y otros problemas que no vienen a cuento) cerrarían el cielo hasta próximos reencuentros desde la almohada de mi cama.
El Viento se Levanta está dedicada a todos aquellos jóvenes, soñadores y mentes inquietas, que planeaban con diseños basados en la naturaleza, ecológicos y limpios, no para enfrentarse con los infiernos creados por cerebros terrenales.
Y los que se aproximan al corazón, cayendo en el encantamiento del silbido del aire que despeina sus cabellos, justo cuando el viento susurra por primera vez, el nombre de ella.

Desde los primeros diseños aerodinámicos que, apenas se mantenían en el aire unos segundos (los primigenios pioneros del viento) a través de unir mecanismos imposibles basados en la física, poleas y engranajes con materiales poco ligeros, o demasiado. Hasta la actualidad transformada en potencia de unos motores dispuestos a separarse de nuestra atmósfera hacia el más allá.
Miyazaki dibujaba un espacio abierto en el que conviven, inocencia y sentimientos, realidad y magia, amor y el odio innato a los seres humanos. Esta vez, sin dioses, tan solo la imagen de un confesor onírico. Y su mundo de creaciones salidas de su mente fantasiosa.

Aunque, El Viento se Levanta tiene algo más. El paso del tiempo y su influencia en las generaciones, cuando se pasa de una Primera gran guerra y sus caídos por el fuego, viajando luego por trenes que elevaban pamelas e ilusiones al vuelo y que acercaban o alejaban a los enamorados por culpa de ese mismo sueño. Tras el caos, la regeneración y vuelta a empezar.
Todo fulgor entre las nubes se vuelve oscuridad, tarde o temprano, al igual que la vida. Y los viajes y estudios de nuevas técnicas son aprovechados para la batalla sin fin, la ingeniería puesta en manos de los procesos bélicos y una Europa embarcada en nuevos odios y cruentas muertes.
Aquellos duros momentos, en que todo se cubre de humo y regresa una enfermedad que se interpondrá entre almas gemelas, un vacío de unos cuantos años sin pintar su mirada.

Y claro, en todo despegue se arriesga para encontrar un nuevo récord de velocidad o la caída a tumba abierta hacia el suelo de la realidad. La pérdida de millones de vidas que se sacrificaron en nombre de la patria y la política. Del odio.
Sin duda, The Wind Rises es la obra más racional y realista del maestro Miyazaki, pero no por ello, la menos onírica, pues la realidad y la fantasía se sugestiona a través de las buenas historias, los estados embriagadores de conciencia y los deseos por realizar.

Gracias por todos esos buenos momentos, que como No decía un reestreno: “No se perderán como lágrimas en la lluvia”
Siempre quedará un reencuentro fortuito, un susurro al viento o el roce de unos labios tan reales como la sangre que borbotea tras su aliento.

**** Notable ****

The Wind Rises Soundtrack, by Joe Hisaihisi in Budokan.

Dust in the Wind – Kansas


El Estudio Ghibli deriva de un apodo que los italianos usaron para aviones en la ruta del Sahara durante la Iiª Guerra Mundial. Deriva de la palabra italiana usada para ese viento arenoso, caliente y seco que sopla en el desierto, y cuya pronunciación cuando se refiere al Estudio es 'ji-bri' o 'ji-bu-ri', para adaptarse a la fonética japonesa. La teoría sería que Miyazaki y sus colaboradores estaban "soplando" un nuevo viento en la industria de la animación.
Alguien deberá tomar el relevo de los grandes pioneros, para seguir plasmando esos sueños.
El viento se levanta, y tú debes seguir viviendo.

When Marnie Was There - Final Trailer Studio Ghibli Omoide no Marnie 思い出のマーニー

Cinemomio: Thank you

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