Espejo, esp... íritu.
Oculus (Oculum/Oculi), nominativo latino con el significado en español de ojo.
Como nos descifrara Guillermo de Baskerville en la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, nos descubría una puerta con un secreto escondido, a través de la cual se ocultaba lo perverso. Reverso del mal atrapado en un espejo de tiempos pretéritos, como figuras demoniacas danzando burlescamente ante la mirada atónita del lector. Helada la risa, por la amenaza del maligno o el miedo más humano.
Oculus es un filme de terror dirigido por el norteamericano Mike Flanagan (nativo de una ciudad con referencias a la historia del ocultismo como Salem en Massachusetts) y que ya había dado muestras de su predilección por argumentos extraños como Still Life o sobre todo llamando la atención de los aficionados al scifi con su anterior filme Absentia.
A pesar de las visiones forzadas, no siempre lo reflejado es sinónimo de acierto. En Oculus algunas partes de la trama sí, otras es un simple engaño visual.
El guion de Jeff Howard de tintes paranormales (otra película más en la extensa actualidad scifi) se centra en un objeto como precursor del advenimiento maléfico, pero alejada de otras que marcaron por siempre a sus protagonistas como el maldito Dorian Grey. También se enmarca en la sucesión de películas con casa que son atacadas por un ser malicioso, con efectos más o menos agradecidos, pero alejada de aquellas antiguas mansiones plagadas de Psicosis u hoteles que dieron un Resplandor más terrorífico. target="_blank"
Aquel reflejo del maligno entraba a través de la figura de un Jack Nicholson espectacular en su fisionomía e interpretación, una transformación fantasmal y sangrienta atribuida al esfuerzo mental por el proceso de una novela en ciernes.
Aquí, un espejo intenta producir semejantes efectos, extraños comportamientos y posesiones de la conciencia alterada. Con un poder fantasmagórico que trata de abrirse paso por una puerta del pasado, los deseos de una venganza que vuelve a atacar a una familia compuesta por los progenitores, interpretados convincentemente por Katee Sackhoff y Rory Cochrane llegado de CSI Miami, y los desafortunados hijos en la piel atacada por las revelaciones por una joven y pelirroja Amaliese Basso (futuro trabajo junto a Viggo Mortensen) y Garret Ryan que ya apareciera en la tenebrosa Insidious 2.
Desde su Salem de brujería, Flanagan acierta con el viaje al estado de posesión, de una amenaza oculta por los rincones de una casa de sombras y vicios sugeridos. Filmados como flashbacks de una tragedia acontecida años antes a la presentación del filme, ya que Oculus comienza con un manido y cansino argumento menos interesante que los recuerdos. La aparición de sus dos protagonistas principales, la fotogénica modelo y actriz Karen Gillan y Brenton Thwaites se ven algo perdidos en la anodina inicial investigación paranormal.
Sin embargo, si nos fijamos bien en sus figuras recortadas en este cristal semiopaco, podremos reconocer a la pelirroja escocesa en el papel de Nébula de Los Guardianes de la Galaxia y a un joven australiano de Queensland intérprete del príncipe Felipe en Maléfica y The Signal. Sin duda tendrán oportunidades para resarcirse en próximos proyectos cinematográficos.
Los medios técnicos actuales esconden la puerta abierta años antes en el largometraje Poltergeist (1982) dirigido por Tobe Hooper, solo que con menos gracia y sustos cualitativos, y con otros dos hermanos atrapados en fenómenos extraños en una casa y un ente amenazador. Una historia merecedora de la máxima, ojo por ojo, espejo por televisión. En el sentido fantasmal.
Si tienes paciencia (es decir si eres fiel a las películas de terror) y aguantas tanta cháchara inicial y explicaciones ineficaces, tras esa primera hora de tanteo se va produciendo un cambio en el sentido del reflejo, hacia un clímax más certero pero sin alardes.
Y es que se enfrasca en explicar demasiado estos avatares tecnológicos, cuando es sabido que el terror se magnifica en las mentes, traspasando la frontera de la pantalla con la especulación de lo que pudo haber sido. Una fractura tan cristalina que tarda una eternidad en cicatrizar, tanto como tardan en desaparecer los protagonistas de la farsa inicial, que lucen sus atractivas imágenes pero su crecimiento no tiene el resultado angustioso de sus pasados angustiosos. Al lado de unos padres que logran una divertida conversión de sus caracteres.
En ciertos momentos (escasos) este Oculus tiene el aspecto de aquellos viejos espejos con pátina que devuelven una imagen diabólica de sus personajes, de nuevo un intento de volver a filmes del pasado como los ya mencionados anteriormente de la cinta producida y coescrita por Steven Spielberg o la transformación de un padre escritor basada en la novela de Stephen King, pero alejados como la imagen reflectada y deformada de un espejo de circo. Al final nos encontramos con una producción mínimamente digna aunque bastante olvidable.
Por tanto, ante todo este reflejo de males, nos encontramos con una película dividida entre lo bueno y lo malo, esa parte dedicada al efectismo y la palabrería técnica. Contra aquella otra, más psicológica y desasosegante que se halla difuminada y tarda en salir a la superficie. Al final termina algo ahogada por tanto espejismo para acabar con el maligno, cuando la obsesión debió centrarse en la sugerente enfermedad mental.
¿Verdad, Jack?
** Regular **
Oculus (Oculum/Oculi), nominativo latino con el significado en español de ojo.
Como nos descifrara Guillermo de Baskerville en la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, nos descubría una puerta con un secreto escondido, a través de la cual se ocultaba lo perverso. Reverso del mal atrapado en un espejo de tiempos pretéritos, como figuras demoniacas danzando burlescamente ante la mirada atónita del lector. Helada la risa, por la amenaza del maligno o el miedo más humano.
Oculus es un filme de terror dirigido por el norteamericano Mike Flanagan (nativo de una ciudad con referencias a la historia del ocultismo como Salem en Massachusetts) y que ya había dado muestras de su predilección por argumentos extraños como Still Life o sobre todo llamando la atención de los aficionados al scifi con su anterior filme Absentia.
A pesar de las visiones forzadas, no siempre lo reflejado es sinónimo de acierto. En Oculus algunas partes de la trama sí, otras es un simple engaño visual.
El guion de Jeff Howard de tintes paranormales (otra película más en la extensa actualidad scifi) se centra en un objeto como precursor del advenimiento maléfico, pero alejada de otras que marcaron por siempre a sus protagonistas como el maldito Dorian Grey. También se enmarca en la sucesión de películas con casa que son atacadas por un ser malicioso, con efectos más o menos agradecidos, pero alejada de aquellas antiguas mansiones plagadas de Psicosis u hoteles que dieron un Resplandor más terrorífico. target="_blank"
Aquel reflejo del maligno entraba a través de la figura de un Jack Nicholson espectacular en su fisionomía e interpretación, una transformación fantasmal y sangrienta atribuida al esfuerzo mental por el proceso de una novela en ciernes.
Aquí, un espejo intenta producir semejantes efectos, extraños comportamientos y posesiones de la conciencia alterada. Con un poder fantasmagórico que trata de abrirse paso por una puerta del pasado, los deseos de una venganza que vuelve a atacar a una familia compuesta por los progenitores, interpretados convincentemente por Katee Sackhoff y Rory Cochrane llegado de CSI Miami, y los desafortunados hijos en la piel atacada por las revelaciones por una joven y pelirroja Amaliese Basso (futuro trabajo junto a Viggo Mortensen) y Garret Ryan que ya apareciera en la tenebrosa Insidious 2.
Desde su Salem de brujería, Flanagan acierta con el viaje al estado de posesión, de una amenaza oculta por los rincones de una casa de sombras y vicios sugeridos. Filmados como flashbacks de una tragedia acontecida años antes a la presentación del filme, ya que Oculus comienza con un manido y cansino argumento menos interesante que los recuerdos. La aparición de sus dos protagonistas principales, la fotogénica modelo y actriz Karen Gillan y Brenton Thwaites se ven algo perdidos en la anodina inicial investigación paranormal.
Sin embargo, si nos fijamos bien en sus figuras recortadas en este cristal semiopaco, podremos reconocer a la pelirroja escocesa en el papel de Nébula de Los Guardianes de la Galaxia y a un joven australiano de Queensland intérprete del príncipe Felipe en Maléfica y The Signal. Sin duda tendrán oportunidades para resarcirse en próximos proyectos cinematográficos.
Los medios técnicos actuales esconden la puerta abierta años antes en el largometraje Poltergeist (1982) dirigido por Tobe Hooper, solo que con menos gracia y sustos cualitativos, y con otros dos hermanos atrapados en fenómenos extraños en una casa y un ente amenazador. Una historia merecedora de la máxima, ojo por ojo, espejo por televisión. En el sentido fantasmal.
Si tienes paciencia (es decir si eres fiel a las películas de terror) y aguantas tanta cháchara inicial y explicaciones ineficaces, tras esa primera hora de tanteo se va produciendo un cambio en el sentido del reflejo, hacia un clímax más certero pero sin alardes.
Y es que se enfrasca en explicar demasiado estos avatares tecnológicos, cuando es sabido que el terror se magnifica en las mentes, traspasando la frontera de la pantalla con la especulación de lo que pudo haber sido. Una fractura tan cristalina que tarda una eternidad en cicatrizar, tanto como tardan en desaparecer los protagonistas de la farsa inicial, que lucen sus atractivas imágenes pero su crecimiento no tiene el resultado angustioso de sus pasados angustiosos. Al lado de unos padres que logran una divertida conversión de sus caracteres.
En ciertos momentos (escasos) este Oculus tiene el aspecto de aquellos viejos espejos con pátina que devuelven una imagen diabólica de sus personajes, de nuevo un intento de volver a filmes del pasado como los ya mencionados anteriormente de la cinta producida y coescrita por Steven Spielberg o la transformación de un padre escritor basada en la novela de Stephen King, pero alejados como la imagen reflectada y deformada de un espejo de circo. Al final nos encontramos con una producción mínimamente digna aunque bastante olvidable.
Por tanto, ante todo este reflejo de males, nos encontramos con una película dividida entre lo bueno y lo malo, esa parte dedicada al efectismo y la palabrería técnica. Contra aquella otra, más psicológica y desasosegante que se halla difuminada y tarda en salir a la superficie. Al final termina algo ahogada por tanto espejismo para acabar con el maligno, cuando la obsesión debió centrarse en la sugerente enfermedad mental.
¿Verdad, Jack?
** Regular **