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jueves, 23 de agosto de 2018

The Defenders.
















Unión sí... ¿para siempre?


En un gran masificación de seres ´humanos`, por ejemplo en las calles concurridas de una ciudad, cada individuo defiende lo que mejor le conviene a su rebaño o, simplemente, aquello que le sale de los higadillos. Todos unidos por una causa que, no tiene mucho que ver con la defensa de todos ni su bienestar, sino con la eterna confrontación de dos bandos o la instigación entre esas concepciones de la misma historia. Con mucha posibilidad, de la intervención de los dineros...

Mientras en el asfalto, profesionales andan sin rumbo en busca de algo que llevarse a la boca, rebuscando bajo el estiércol o encontrándose una golpiza sin sentido, como los proxenetas y prostitutas, camellos y drogadictos, ladrones y policías, corruptos y villanos, asesinos y víctimas, creyentes o paganos... Sin embargo, un reducido grupo de resistentes, investigando la mediocridad, se aúnan en su soledad condicionada y acción autónoma, para erigirse en protectores de los débiles u olvidados por las instituciones, combatientes por los ciudadanos, niños y mujeres desvalidos dentro de los apartamentos de la caliente urbe, para adentrarse en los entresijos de la putrefacción y volverse visibles, con el antiguo nombre de Los Defensores.
Desgraciadamente, esto sólo ocurre en aquellas películas que retratan el crimen organizado o sobre las páginas coloridas de los tebeos de superhéroes, ya que tarde o temprano, llega un momento en esta existencia fingida que llevamos como una carga, o el espectáculo de la vida, que la memoria se va haciendo borrosa. Como la perspectiva de Sigourney Weaver en el papel de mala malísima, en una pequeña producción de Marvel... ¡Ah, qué ya estuvo en Alien 3 o The Cabin of the Woods!
Pero, eso no cuenta...

El eco pasado, va distorsionando la realidad o difuminando los recuerdos que sobreviven (a veces recurrentes como un martillo pilón golpeando nuestra cabeza), hasta que apareces como un fantasma hecho jirones por las imágenes que proyectas sobre la sábana. El cine cohabita con aquellas historias de la niñez, con los cómics y los primeros compañeros de clase, las atracciones sexuales en estallido incontrolado, los viajes de vacaciones al mar, la comprimida familia en aquel arcaico coche, los reproches y las peleas, el odio de las amistades supuestas. Lo borroso acapara buena parte de la historia, como los libros que te obligaron a leer y recuerdas a pasadas rápidas de página, o que descubriste en el silencio perdido, con tu mente volando por esas increíbles historias. Se funden en las viejas películas del blanco y negro, aquellos héroes de mandíbula marmólea con los que alucinaste y te impregnaste, al descubrir a esos héroes de trajes llamativos y eterna juventud... pero que, al pasar el tiempo, llegando a ese instante de fatuidad inverosímil o comprensión pasajera. empiezan a desvanecerse poco a poco.
No, no estás seguro. Todo lo recuerdas frugal y esquivo, como fogonazos que vienen y se pierden, dejando la impronta del niño despierto o joven que fuiste... y que ya no volverá. Eras, simplemente otro Defensor.

Ahora, una costura que se va resquebrajando, perdiendo todo lo que contenía en su interior.
Entonces, ¿por qué cuento este embrollo difuminado?
Porque como aquellas imágenes o instantes reflejados en tu cabeza, los defensores de la irrealidad o The Defenders proscritos en tantas ocasiones y contiendas, los luchadores que combinaron sus fuerzas para contarnos sus vidas de ficción y sus proezas, se alineaban frente a todo tipo de males o enemigos. Aunque comenzaron siendo un grupo de extraños, gente anónima que mutaba y alteraba la realidad, incluso esta perspectiva social y tangible, recubierta con sus poderosas habilidades adquiridas y sus desastres familiares en conexión traumática. Calaveras momificadas con el dolor en sus rostros, hasta modificar los efectos de las palabras que se pronunciaron y las imágenes que nos alteran, despertando una y otra vez del sueño o la pesadilla. Renaciendo con las propias cenizas o renovando los números, para cada época de nuestra juventud como fraccionados lectores de historietas.

Siempre ha sido y será así, unos mueven los hilos desde las alturas y otros bailan a su ritmo, a no ser que resista algún Defensor o nueva alineación, y cambie la dirección de los pasos, los giros de cabeza y del destino: como Puño de Hierro, Jessica Jones, Luke Cage o Daredevil.

Alguna ceguera del Pasado.

A que muchos de nosotros, configuramos el universo de Marvel a nuestra forma, recalcando algunas viñetas semanales o rescatando los colores del olvido, al día siguiente. Cuando fuimos comprando (de vez en cuando) algunos ejemplares que te llamaron la atención por sus portadas o, cambiando (más habitual) esos algoritmos salteados, sin conexión aparente y que frecuentaban indisciplinadamente nuestras tardes, al salir de aquellas tiendas de trueque de tebeos, con una sonrisa dibujada en la boca. Nos relamíamos y disfrutábamos, convirtiendo cada pasada ensalivada, en una sorpresa continua... o esperando a que entraran las novedades de otras manos, cuando tuviéramos las monedas suficientes, para volver a dar saltos mortales como nuestros superhéroes, regresando atrás en el tiempo, cambiando de rostros, de trajes o de identidades, de nombres, amistades o enemigos... de espacios o mundos paralelos.

Aquel héroe a la fuerza que, en alguna ocasión, deseamos ser o parecernos, sobrevivió mil y una veces, a las explosiones que diseñaron su molde, resurgiendo a múltiples estratagemas indeseables o productos científicos mal conducidos, combatiendo al crimen por muy estirado, ramificado o sangriento que fuera o el tiempo que necesitara para procrear en distintos ambientes, en diferentes escenarios. Resistiendo los envites de la ceguera prematura o de los eventos que se fueron desvaneciendo, como fantasmas nocturnos descubriendo los lastimosos mordiscos, sobre la Gran Manzana.
Hubo momentos que los caballeros andantes, necesitaron algún tipo de ayuda, algún escudero al que aferrarse como la adarga encaja a la mano, o la silla encuerada se encarama a Rocinante, incluso, formaron algún tipo de hermandad temporal, para evitar el choque impredecible contra las aspas de un gigantesco molino. De esta forma, los cuatro protagonistas de la serie The Defenders, empiezan estableciendo un vínculo y van estrechando los lazos, con una serie de encuentros que acabaron en cama o en camilla, después de vagar por sus diversas, pero biunívocas, relaciones televisadas o contadas por capítulos dibujados. Con sexo o sin él (que se lo pregunten a Karen Page), irán recibiendo los golpes de un "bondage" sin artículos lustrosos, cabalgando en cueros, a tumba abierta y piel descubierta en jirones ensangrentados.

Primero fue bajo la perspectiva de Drew Goddard con MM, con Melissa Rosenberg y su JJ, para rubricar con Cheo Hodari Coker para Luke Cage o el productor Scott Buck y el más debilitado en el gusto, Iron Fist... quizás, el más desconocido para servidor en la era de los mamporros delineados con su poco atractivo traje verde... y bajo la supervisión invisible de alguno que pasa por allí, como un Hitchcock del guion emplumado y la tinta para divertirse con gráficos y demás chimichangas. Pues recordemos que su mirada despierta, siempre aparece como un capitán del NYDP llamado Irving Forbush, describiendo círculos con sus guiones, quizá por eso, por la diversificación con esta nueva oleada de Defensores, se necesitara de una hidra con varias cabezas al mando, haciendo desaparecer el recorrido iniciado por un redactor entusiasta como Roy Thomas, rescatador de Rey de Cimmeria y sucesor de Lee como editor jefe de la Marvel Comics.
En esta era moderna de la televisión, estamos viviendo una especie de Ave Fénix y redescubriendo a nuestros héroes de la juventud, con otra perspectiva, bajo narraciones desempolvadas que se ajustan a las novedosas necesidades y tiempos. Reedificando al viejo Hell´s Kitchen y definiendo las diversas amenazas de antaño, con el marcial y mágico Finn Jones, el racial y hermético Mike Colter, la inteligencia adictiva de Krysten Ritter y la ambivalencia sacrificada del actor Charlie Cox. Con probabilidad, demasiado agrupados, cuando requerían de respirar su aire menos viciado.

Es el sinsentido del interprete o el sino del héroe, enmascarado o no, sufrir y desangrarse, padecer medio muerto en el suelo, casi, hasta declamar sin ser escuchado. Simular, sin poder levantarse, ante otro poder que no para de crecer en las sombras, la siniestra Mano y sus adláteres. Aquí, más cercanos curiosamente, que otros digitales.

Los ancestros de K´un-L´un.

Una divergencia, con el resto de las series perpendiculares, las líneas adyacentes de esta mano, es la inexistencia de ciertas actitudes más realistas de los héroes. Ya no se entretienen apenas, como comenté, con dicha diversidad sexual, ni con historias arteriales que discurren en su entorno.
Así, vemos reducida su capacidad para moverse sobre la ciudad, alternar con sus vecinos cercanos, sin extralimitarse por el alcohol o el furor interno, ni reprimiendo los focos xenófobos, ni balanceándose en pose solitaria, sobre el foco residual de Hell´s Kitchen. Es algo que estimulaba los sentidos, por tanto, un episodio decepcionante, tras el comienzo que prometía tras las apariciones estelares de los ninjas de La Mano, reuniendo al actor Babs Olusanmokun como buscador de huesos de dragón o Sowande, Yutaka Takeuchi como el impertérrito, punzante y cortante Murakami, el puertorriqueño Ramón Rodríguez como el imperturbable Bakuto, Wai Ching Ho como una flexible, Confucio para maldades, Madame Gao, y Sigourney Weaver ejerciendo de una increíble e íntegra Alexandra, si bien, altamente divisible.

la sexualidad se ha cambiado por el sadismo y la violencia, aunque ya estaba presente en sus respectivos referentes individualizados, aferrados a estos elementos terroristas o Dedos malignos de Marvel. En busca de su Black Sky que recaerá sobre un distinguido fantasma, frente a la Casta y sus manipulaciones belicistas, encabezadas por el bello y deslumbrante Stick con los ojos de un Scott Glenn soberbio (The Leftlovers, Castle Rock), como es habitual.
Continúa el Bar de Josie, que reparte extraños aperitivos incluidos en sus bebercios, en la superficial inmundicia incrustada en sus vasos, donde los abogados se entregan al margen de licenciaturas y derechos, refugio de vagabundos nocturnos fuera de sus habituales y lujosas residencias, de sus despachos enclaustrados, de barberías excavadas con huesos y sangre, lejos de los cubiles de psicópatas y rascacielos de altos o negros negocios, observando en la distancias otros hoyos perpetrados bajo la tierra de Central Park. Aquí podemos encontrarnos con los viejos amigos, en cameos casi residuales, repartiendo sonrisas, quejas ciegas, noticias del New York Bolletin, puntadas de sutura, polvos blanquecinos, sortilegios, hermandades peligrosas, amores resucitados, luchadoras draconianas, manos policiales y mentes corrompidas, socios independizados, cortes profundos, etc...

Pero, da lo mismo el comienzo, los sinuosos decorados o cuidados escenarios, la presentación de tan altas y esbeltas estrellas, porque este firmamento se hace eterno. Al cruzarse con lo extraordinario, las conversaciones no fluyen como debieran, más allá de los esfuerzos por recrear la historia de los herederos de K´un-L´un y sus manipulaciones siniestras, para elevar una línea argumental en caída libre. Porque, esta controversia alienada sobre la isla de Hanhattan, se vuelve rocambolesca en decepcionante travesía hacia la nada, con estereotipos de héroes integrados y la acción que resbala, más que Daredevil enjabonado en la ducha y sin percepciones extrasensoriales.
Se salvan pequeños diálogos, pasatiempos o discusiones con distintos personajes, como la Karen Page y su decepciones sexuales en aumento... por ahora, viendo su futuro en las estanterías o cajones mugrosos de cualquier etapa de The Deuce. ¡Qué frustración lleva la pobre! Continuará...
Siempre que aparece Rosario Dawson es una bocanada de aire fresco, Jessica Henwick (Star Wars VII, Game of Thrones) sirve de salvavidas ante el naufragio de Iron Fist, Elektra Natchios sería un fuente inagotable de registros, y la gran Sigourney, una aspiración. Casi inspiración oscura y divina.

Otros acompañantes por las distintas existencias y series, simples comparsas que no desentonan, pero tampoco llevan un peso específico en las apariciones, consignan rodeos narrativos sin emoción, calculados para atender una necesidad con que cubrir el expediente. Restos de una aventura que, drásticamente, va precipitándose hacia los escollos, fracturándose en mil pedazos en un pozo sin fondo. Donde los héroes, ya no importan y los siniestros se han desvanecido, ante sus predecesoras más estimulantes o edificantes, hablando del caso tratado.
Algo así, como el hecho lésbico y burgués de Carrie-Ann Moss en las temporadas de Jessica Jones, donde lo más interesante era la profundización en la enfermedad y su desengaño amoroso, tras la estafa o robo. Por tanto, con estos Defensores que tanto prometían en el horizonte, nos hallamos con la realidad decepcionante, de una temporada corta que no funciona... y pareciera que se prescinde de sus servicios para próximas amistades, traumatizadas por tan desencuentro narrativo y visual.

Ni acción, ni tensión sexual.

Siempre que el crimen se eleva en Hell´s Kitchen, surgen a la vez, diferentes episodios que distinguen problemas o entresijos de la calle. Sí, es cierto que estos Defensores han olvidado sus complicaciones con los vecinos, los temas sociales y, por descontado, sus famosos encuentros sexuales. Todo por una concepción de la historia más pragmática de cara a la galería marvelita y aparentemente coral.
En aquellas relaciones, bis a bis, se desplegaba una ironía y pasión, que no hallamos aquí en su serie conjunta, perdidas en circunloquios judiciales, policiales sin suspense y en altas instancias empresariales, relacionadas con lo ilegal. La cercanía queda sepultada en un Hoyo, expropiada de sus habituales bajos fondos y los sentimientos de cada personaje.

Huérfanos ante la catástrofe que se presagia, dirigimos nuestra mirada a los malhechores y sus consecuentes triadas, porque allí se cuece lo interesante, violento o macabro. Curiosamente, lo más reconocible son sus constantes con el cómic, la malversación de altos vuelos, los dedos que empuñan los artefactos mortales o mágicos, algunos invidentes manipulados para la obtención de otros polvos y la satisfacción de sus dirigentes.
Otro ejemplo de congelación, sería la separación gradual con los focos de marginalidad, como los producidos alrededor de aquel Time Square de la serie The Deuce (tan diferente de Sexo en N.Y:), hoy renovados con narraciones viciadas que también nacieron en los depravados 70. Es broma, la era de The Defenders está cubierta o preservada de otras infecciones malsanas y el guion se va haciendo pesado, como un preservativo de plomo.

La potencia mágica de arcanos y dragones inmortales, no atrapa con la contundencia de estos héroes contemporáneos, bastante desdibujados en lo visual y más inconexos en los diálogos, que los cuerpos cavernosos de un órgano principal y eréctil. Frente a esa Gran Manzana con los contrastes de antaño, ya no parece tan apetecible ni brillante en lo atmosférico, algo así como la fruta que se muestra empolvada en un escaparate descuidado de nuestros callejeros empobrecidos. La sombra se hace más alargada, según nos aproximamos a la acción, con múltiples fallos de coreografía y poca tensión dramática, donde las diferentes piezas empiezan a exhibir gusanos, del tamaño de sanguijuelas que se cuelan por la heridas de sus pasados alternativos.
A la postre, The Defenders se encamina hacia el engendro narrativo tras su correcto inicio, invadidos por una enfermedad de transmisión, jovial, que afecta a cualquier elemento del conjunto.

Ni pantalones vaqueros desgastados, ni bastón justiciero, ni botas, ni vidrieras. Se cambia el colorido por pensamientos sombríos, faltos de calor, tan solo efigies complacidas y distantes, trasladando las adicciones o vicios, por defectos. Donde el silencio necesario a veces, y la introspección, da paso al simple y baldío ruido.
Para significar un explotación grupal y temporal, donde no importan los accidentes contaminados gracias a las Industrias Stark, ni las preguntas metafísicas, los circunloquios psicológicos o las dudas existenciales. Sin extensiones personales, ni contactos.

Por tanto, a mi parecer, Ni Daredevil parece aquel endiablado, ni JJ una rebelde empoderada, ni Luke tan impenetrable, ni el Puño o "gusiluz" encabezando una cruzada intelectual... La mente nos burla, crea espejismos de lo que pudo acontecer, disfraza y altera el orden de las cosas, maquina borrando las huellas góticas... cambia cierto realismo social, por una reluciente falsedad, más efectista... vamos lo que es habitual en red social o, a pie de calle.

El Puño vs. La Mano.

En los antiguos tebeos, ya parecía poco atractivo este Puño de Hierro, que en esos días impredecibles junto al cajón o los estantes de la tienda, se convertía en uno de los más irritantes por sus artes o menos interesantes, hablando personalmente de mis apetencias heroicas.
Quizás, mi mente anduviera vagando ya, por otras alternativas como esa furia intempestiva y temperamental de Conan El Bárbaro, junto a otras contiendas de pasión contenida por la ciencia ficción o el sexo irrefrenable dentro de Tótem, El Víbora o Cómix International, con Corto Maltés y demás maldades de Frank Miller o John Constantine de Alan Moore, Valentina y los personajes del gran Milo Manara hacia ediciones más adultas o complejas. Además, de las infinitas posibilidades del miedo gráfico de distintas etapas, donde las historietas terroríficas emergían, también de ese ´change` indisciplinado y furtivo, sobre las tapas de Vampirella, Creepy, Rufus, The Spirit, Escalofrío o la española Dossier Negro, con la Cosa del Pantano. Pero, eso es otra historia...

A pesar de los colores que los identifican, pero no apasionan, en verde, amarillo azul, rojo o negro, en esta especie de casta incolora, del Puño contra La Mano, patinan los guionistas en esa segunda parte de los acontecimientos y las situaciones con el crimen organizado de origen japonés y mitológico. Se frustran las condiciones de trabajo, con escenas atropelladas y el vaivén de abogados, periodistas y agentes de policía como una insustancial, esta vez, Misty Knight y sus socios azules.
El pasado queda en la retina a retazos, pero bastante difusos, porque este acercamiento de los nuevos Defensores, pareciera elaborado de retales descoloridos y mal entretejidos, simulan retablos deshilachados de personalidad. Parecido a fogonazos inconexos, sin alma, de sus historias individuales en la televisión, sin conexión informativa de sus gustos o de compenetración entre ellos. La banda sonora no marca, las canciones no magnetizan ni colorean, Back is Black. O podría haber rememorado al conejo blanco del cuadro, con aquel Paint It, Black de Rolling Stones, podríamos haber bailado con the Red Shoes, sobre Nights In White Satin, animados en un Yellow Submarine, del Verde que te quiero Verde, hasta el final sonoro de aquella Breaking Bad. Pero en muchas secuencias, aparecen descolocados e itinerantes, ante este novedoso desafío común frente a la poderosa organización y sus planes de dominación, o bastante pasivos, en la misión de luchar unidos como The Defenders, un parchís donde se comen veinte sin brío y cuentan una, aburrida.

¿Qué hay de aquellas películas sentados en el tejado? De alguna que no recuerdo en Daredevil, de Los Asesinos de Robert Siodmak o Sed de Mal de Orson Welles, de las canciones emotivas o sugerentes, pronto se acerca una pirata... algo atractivo y que complementa en esencia, como la del final de Breaking Bad y su Baby Blue. Algo atrevido que recuerde la línea de los títulos de crédito al inicio, la composición de elementos y superposición de egos, la mano de sus directores... coreografías más curradas, el paisaje urbanita que no se explota, la idiosincrasia que identifica a los nuevos tiempos, las evidencias contra las creencias personales, los inventos, todo aquello que aproxime al paroxismo, al reencuentro con Elektra y su nuevo rostro, la satisfacción de la némesis frente a la divina venganza, la tensión sexual, el deseo y la atractiva singladura de sus cameos. ¡xD o El Diablo de Hell´s Kitchen, qué alguien nos ayude! ¡Todo pareciera precipitado... y nos precipitamos con la ortopedia de sus acciones a cuatro bandas... al hoyo!

Flirtean alrededor de una capitanía heredada a golpes ciegos, comenzando con una presentación espectacular (esencialmente del mal, gracias al impacto de Miss Weaver y sus socios), si bien termina en una parodia de los grupos heroicos, durante un largo y soporífero segundo asalto, que se centran en una investigación del paradero de marras y ataques esporádicos de acción descontrolada o poco eficiente en el aspecto visual. Hasta el trágico desenlace que altera la física y la química de los componentes, hasta descomponerse... Efectivamente, existen evidencias informativas que desestimarían una vuelta de Los Defensores, a no ser en pequeñas apariciones sueltas o desmembradas dentro de sus propios mundos o existencias individuales.
En fin, ante el corazón sangrante en el Puño y su instinto draconiano o de Hierro, algo inaudito... flirtean ante una capitanía heredada a golpes ciegos. Daredevil parece huérfano de ecolocalización, superoído, sentido del equilibrio desarrollado, detección de pulso corporal (búsqueda verdad/mentira), tacto, fuerza y habilidad incrementados, agilidad acrobática, JJ y su chico negro impenetrable, ejem, parecen casi desconocidos ante la presentación espectacular del Mal con mayúsculas... del Puño ya ni hablo...

El impacto de Miss Weaver y sus socios de la mano tras la inmortalidad, con lo que da de juego, van jugando a un corro de la patata o baile de ciegos, que acabará peor que mal y, los Defensores, éstos que no serían los más habituales de nuestras primeras y voladizas lecturas (empezaron por Namor, Silver Surfer, Hulk y Dr. Strange), no serán los más recordados de la tele, ni ejemplo espectacular de los tebeos, como conjunto cohesionado contra la perversidad o el Imperio del Crimen.

Y es que, desde el cartel promocional, estos muchachos ya parecía algo desarrapados. Desconjuntados en colores, mal aconsejados, desprovistos de personalidad, confundidos con sus ideas, desmesurada la pose frente al contenido, desafiantes pero de expresión perdida, a la vez, una configuración desordenada, casi sin ritmo, desproporcionados, desviados del concepto general y, por supuesto, con la mente a la defensiva.
Quizás, todo esto cambie, cuando me introduzca en la mente del Ejecutor... En la pintura de guerra, de Fran Castle...
Id con... ¿dios o el diablo?















Cinemomio: Thank you

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